Revista Mexicana de Ciencias Políticas y Sociales, 241
Revista Mexicana de Ciencias Políticas y Sociales
Vol. 66, Núm. 241 (2021)
Dossier: Procesos sociopolíticos desde lo local. Transformaciones de lo nacional en México y América Latina
Editorial
Con la mirada “a ras de suelo”: las ciencias sociales ante las múltiples dimensiones de lo local[1]
Ground-Level Perspective:
Social Sciences in the Face of the Multiple Dimensions of the Local
Judit Bokser Misses-Liwerant
Federico José Saracho López
Sin duda los tiempos que nos acompañan son inciertos. Dentro de las múltiples dimensiones que comprenden las diversas crisis que se manifiestan en la escritura de este année terrible, el cual nos tiene encerrados en las puertas de nuestra inmediatez, se despliega un abanico inmenso de interrogantes. Las diversas crisis —la pandémica, la económica, la social, la democrática, la de representación y las de identidades, entre muchas otras— se descubren como una constelación que envuelve al análisis de lo social en un velo inconmensurable. El desconocimiento de las formas en que se manifestarán transformaciones de las diferentes dimensiones de la totalidad de lo social hace un llamado imperativo para buscar nuevas formas de mirarlo. Si bien dicha búsqueda puede realizarse en los niveles más altos de la globalidad sistémica, consideramos que, en esta ocasión, será la observación de aquella inmediatez que nos contiene la que inspirará nuestra mirada. Ésta se expresa en la dimensión local de los procesos sociales, los cuales se nos presentan particularmente iluminadores.
Observar lo local como corte metodológico no significa pensarlo como un nivel subsumido a otros —como lo nacional o lo global— sino más bien nos exige prestar atención a sus múltiples dimensiones a la luz de las interconexiones, tanto armónicas como contradictorias, con las diferentes escalas en las que participa. Así, nuestra mirada debe comprender el sentido global de los lugares (Massey, 1991), y saber interpretar los reflejos de las particularidades locales dentro de los diseños internos que hilvanan las esferas que la sociabilidad construye. Es por ello, que, en esta ocasión, la Revista Mexicana de Ciencias Políticas y Sociales, ha apostado por dedicar su reflexión a la dimensión local de los procesos sociopolíticos.
De acuerdo con Immanuel Wallerstein, el sistema-mundo se construye como una zona espaciotemporal que atraviesa transversalmente unidades políticas y culturales para reafirmar formas de integración diferencial que permite su consolidación instrumental (Wallerstein, 2005). Las expresiones territoriales que hilvanan esta estructura hacen que las formas de organización social y política que construyen lo global, lo regional, lo nacional o lo local encuentren sus sentidos y particularidades en la distinción de los límites de su movimiento y las representaciones de sus contornos. Por ello, cuando observamos expresiones sociales, movimientos, ordenamientos, dimensiones étnicas y culturales producidas a la luz de sus contextos locales, se proyectan las sombras de las demás escalas contendidas dentro de su realidad. Ya sea en su relación, en su contraposición, o en ausencia del Estado, o ya sea como afirmación o contradicción de fenómenos globales, neocoloniales, o transnacionales, lo local se mantiene como una clave epistemológica que permite desmenuzar las sutilezas dentro de las estructuras en las que participamos.
Hablar de lo local desde una perspectiva trans y multidisciplinaria es comprender la extensa red que construye —tanto material como simbólicamente— su desarrollo. Los nodos territoriales, y sus respectivas regiones interdependientes, se reformulan espacialmente a favor de relaciones que, si bien tienen expresiones asimétricas, representan un mosaico que afirma la singularidad de sus fragmentos para poder funcionar cabalmente como un todo articulado (Raffestin, 2013; Brenner, 2001). Esto conlleva a la manifestación de relaciones estructurales que podríamos constituir como poli-centros y poli-periferias que se desenvuelven a lo largo de las diferentes escalas dentro del espacio producido, dotando de complejidad al entramado relacional que las constituyen y dan sentido (Saracho, 2018). Discernir las diversas aristas transescalares que conforman las expresiones locales ocupa buena parte de su discusión teórica y de sus propuestas prácticas, dando paso a líneas de investigación novedosas que generan nuevos frentes para el pensamiento social (Bokser, 2014; Bokser y Salas, 1999).
Si bien existe una larga y extensa tradición dentro de las ciencias sociales que abordan la manera en que el Estado actúa y se reproduce dentro de lo local, dando sentido a relaciones sociales y estableciendo mayor presencia dentro de espacios o sectores estratégicos, revisar la contramoneda del fenómeno, la ausencia del Estado, y las diversas formas de “descarga” (Weber, 2012), requiere de herramientas que solamente la observación de lo local puede proveer. Ahí, la opacidad del espacio es un elemento que obstaculiza que las relaciones de institucionalidad de lo estatal puedan ser plenamente implantadas (Claval, 2010). De esta manera, expresiones como la aparición de prácticas de seguridad privadas y códigos punitivos propios, la constitución de fragmentaciones dentro de la institucionalidad local para establecer nuevas expresiones de gobernanza, o la disputa misma por el espacio, solamente pueden ser plenamente aprendidos con la mirada puesta “a ras de suelo”, en el espectro de las relaciones locales.
Así también observamos la articulación de lo local dentro de la globalidad. Desde mediados de los años ochenta del siglo pasado se hablaba de lo “glocal” como clave para entender las transformaciones del sistema-mundo de cara al proceso de globalización.
Aportes como el de Saskia Sassen (2000) en torno a las ciudades globales son prueba de que los vasos comunicantes dentro del nivel global y el nivel local se hallan identificados. La apuesta por observar las dimensiones de lo local se encuentra en construir las mediaciones teórico-metodológicas entre los localismos-globalizados y los globalismos-localizados, relaciones con idas y vueltas no lineales, que pueden estar acompañados por movimientos sociales, políticos y otras expresiones de participación que reformulan lo popular, lo ciudadano y lo civil (de Sousa, 2009). En estos momentos, a la luz de la coyuntura en la que nos encontramos, esta conexión se encuentra en un momento exacerbado, en donde mediaciones electrónicas globales permiten la comunicación a cuerpos contenidos en las expresiones más contenidas de lo local: sus hogares.
De la misma manera, mirar desde lo local puede significar observar las relaciones de convivencia dentro de los espacios inmediatos, en territorios vividos y compartidos, donde el estudio de su cohesión y de sus capacidades de “hacer comunidad” pueden significar una dimensión de la construcción de dignidad, de bienestar o desarrollo comparativo. Es por ello por lo que debe ser una dimensión toral para una propuesta en torno a cómo salir de la violencia (Wieviorka, 2016) pues en lo local se media directamente la memoria, a la par que se presentan las oportunidades para la posible reinvención de lo perdido y la generación de experiencias que gestan la resiliencia necesaria para encarar los retos a futuro de manera compartida. Que la violencia sea un eje que atraviesa lo local y sus articulaciones nacionales y regionales precisa la conflictividad social en su expresión espacial.
Derivado de lo anterior, la Revista Mexicana de Ciencias Políticas y Sociales presenta su dossier “Procesos sociopolíticos desde lo local. Transformaciones de lo nacional en México y América Latina”, que explora los retos y las alternativas planteadas a la vida social desde lo local.
Así, nuestro dossier comienza con el abordaje del caso de la Ciudad de México, en donde la violencia homicida en ciertas alcaldías ha alcanzado tasas que se consideran epidémicas, articulando patrones nacionales dentro de la vida local. Sin embargo, esta violencia no es un fenómeno homogéneo, que se presente en todos los espacios por igual. El artículo “‘Ni tanto que queme al santo, ni tanto que no lo alumbre’, sobre las diferencias en los niveles de violencia homicida entre las alcaldías de la Ciudad de México (2018)”, de José Carlos Hernández-Gutiérrez, realiza un estudio sobre los factores que explican las tasas diferenciadas de homicidios en el año 2018 en la ciudad, a partir del modelo sociológico de Roberto Briceño-León y haciendo uso de un análisis cualitativo comparado en su variante crisp set, que identifica las disputas territoriales entre organizaciones criminales dentro de una misma alcaldía como el foco central para el aumento de violencia.
La violencia se configura como una constante dentro de las comunidades, acompañada por altos índices de desigualdad y marginación. Una de las formas de marginalización más profundas es aquélla que se ejerce sobre los pueblos originarios, especialmente en zonas periféricas y semirrurales. El artículo “Pueblos originarios, formas de comunalidad y resistencia en Milpa Alta”, de José Ramón Carmona Motolinia y Darcy Tetreault, explora la construcción de actores colectivos que demandan reconocimiento a su relación con el territorio y los bienes comunales en zonas rurales de dicha alcaldía. A partir del análisis sociohistórico de las luchas por la defensa de la tierra y los bosques que han llevado a cabo los pueblos de Milpa Alta, los autores destacan la forma en que se han encaminado hacia proyectos de autosuficiencia material que combatan activamente los efectos del colonialismo interno, en términos socioeconómicos, culturales y psicológicos. La comunalidad, enraizada en la reivindicación de la identidad étnico-territorial, se convierte en el centro de actos de resistencia como la conservación de los bosques y prácticas de agricultura de pequeña escala. Estas reivindicaciones del espacio y los modos comunitarios de convivencia no son exclusivas de las comunidades indígenas o rurales. Dentro de la zona urbana también existen; uno de los ejemplos más evidentes son las unidades habitacionales, que sostienen lógicas particulares y diferentes a las de otros espacios dentro de la ciudad. En un contexto complejo de vivienda urbana en México, las reformas institucionales se han enfocado en los últimos años a una política coordinada con los actores asociados al desarrollo urbano y de vivienda, con el objetivo de mejorar la política social, el bienestar y la calidad de vida de los ciudadanos. Para ello, se vuelve central conocer cómo el medio ambiente social se desarrolla en espacios urbanos, a partir de la convivencia con vecinos, el espacio físico y la infraestructura. El artículo “Convivencia vecinal y satisfacción con la colonia en los conjuntos habitacionales de México”, de Jorge Ibarra Salazar y Alejandra Martínez Ibarra, profundiza en el análisis cualitativo de la política urbana y de vivienda para dilucidar la relación que tiene la convivencia vecinal con el grado de satisfacción de los residentes de su colonia y la cohesión social entre sus habitantes.
Las políticas públicas, sin embargo, no pueden concebirse como estáticas, sino que precisan un constante refinamiento y evaluación. Este es el tema que exploran Blanca Odille López Rodríguez y Miriam Cardozo Brum en el artículo “El Sistema de Monitoreo y Evaluación del estado de Chihuahua. El mercado y los costos de las evaluaciones de programas públicos”, en el que se cuestiona la falta de regulaciones, estándares de calidad y competencia técnica de los evaluadores y, por ende, de sus trabajos respecto a la evaluación de la gestión pública. Las autoras destacan un incipiente “mercado de evaluación” que requiere de una regulación más estricta y que privilegie la ética, incorporando convocatorias públicas y transparentes para el proceso de contratación de evaluadores, lo que permitiría mejoras en el diseño, operación y resultados de programas públicos, aumentando su eficacia y eficiencia.
A partir de ello es fundamental reconocer el papel de la transparencia como componente central de las políticas públicas locales en un gobierno democrático, que permitan a la población tener una idea clara de los problemas a los que se enfrenta una política particular, sus consecuencias y las estrategias para enfrentarlos. Éste es el punto central del artículo “¿Qué sabemos del robo de combustible en México? Claroscuros de un delito que no cede”, escrito por Jacqueline Peschard Mariscal, María Grisel Salazar Rebolledo y Octavio Augusto Olea Gómez, en el que los autores exploran el caso del robo de combustible y la accesibilidad a la información respecto a su evolución, distribución geográfica e implicaciones socioeconómicas, así como a las acciones del Estado para combatirlo. Su análisis arroja luz sobre un panorama de información fragmentada, incoherente y contradictora que dificulta los diagnósticos y análisis, lo cual se traduce en pérdidas de recursos públicos y afectación en infraestructura para la industria energética.
Sin embargo, es necesario enfatizar que la intervención institucional del Estado no sólo regula y media conflictos, sino que puede realizarse de manera directa, a través de la fuerza. La intervención judicial en las disputas entre trabajadores y empleadores no es un procedimiento que se realice en todos los casos, pero sí en algunos de ellos, y la distinción podría parecer discrecional. Diego Velásquez Orellana y Nicolás Somma analizan, en su artículo “¿Cuándo reprime la policía a los trabajadores? Acción policial en las huelgas en Chile (2010-2015)”, el caso de este país sudamericano, que —a pesar de tener un sindicalismo considerado débil y fraccionado— a partir de 2007 ha visto aumentadas sus movilizaciones y huelgas extralegales. Mediante un análisis basado en modelos de regresión multivariada, distinguen una mayor presencia policial en huelgas de sectores estratégicos como la minería, la agricultura y la industria, y se tiende a un aumento de violencia policiaca cuando el número de trabajadores es mayor y se realizan tácticas transgresivas.
La movilización policial, sin embargo, no es homogénea; existen espacios que no encuentran el respaldo estatal para garantizar condiciones básicas de seguridad. Bajo esta premisa, el artículo de Lilian Kanashiro realiza un estudio de caso en la capital peruana sobre la percepción de inseguridad de distintos niveles socioeconómicos, haciendo énfasis en los más marginados (los cuales son casi 30% de la población limeña). Titulado “Entre el miedo y la ira. Prácticas de seguridad en los sectores de menores recursos en Lima, Perú”, el trabajo rescata las historias de inseguridad que viven estos sectores e identifica las prácticas de seguridad que llevan a cabo relacionadas con la vivienda. El miedo y la ira se constituyen como elementos fundamentales, derivados de la precariedad económica y la ausencia del Estado, para la aparición de prácticas de seguridad orientadas a la justicia por mano propia y a la privatización de la seguridad a partir de rondas vecinales y colocación de barreras en el barrio.
Por el contrario, en algunas ocasiones los vacíos dejados por el Estado redefinen las formas en que se articula la violencia y la criminalidad. En el caso de Colombia, estudiado por Javier Duque Daza en su artículo “Gobernanza criminal. Cogobiernos entre políticos y paramilitares en Colombia”, el paramilitarismo aprovechó la ineficiente institucionalidad estatal para influir en la gestión pública departamental y asociarse con la clase política y las estructuras estatales locales. A partir del concepto de gobernanza criminal y mediante una estrategia de análisis cualitativo comparado, se explican las razones por las cuales ciertos departamentos tuvieron mayor influencia de organizaciones criminales que otros y qué factores y atributos caracterizan a esta forma de gestión pública, destacando partidos débilmente institucionalizados, la presencia extendida y continuada de grupos paramilitares y la precariedad o cooptación del Estado en sí mismo.
Para finalizar, sostenemos la importancia de explorar otras formas organizativas que, desde lo local, puedan transformar los círculos de violencia dentro de nuestra misma institucionalidad. En su artículo, “Estructuras políticas yuxtapuestas en la cultura indígena. El caso mapuche en Chile”, Esteban Manuel Valenzuela Van Treek, Jaime Andrés González González y Magaly Mella Abalos proponen el estudio de las organizaciones, movimientos e instituciones étnicas y culturales paralelas a los Estados nacionales, con el objetivo de plantear un modelo teórico sobre cultura política indígena. Tomando como base el caso de las comunidades mapuches en Chile, destacan la importancia de las organizaciones étnicas como poder yuxtapuesto, que emanan de una cultura política de resistencia histórica a la acción del Estado, resistiendo la asimilación política y cultural.
[1] Un renovado agradecimiento a Elizabeth Villanueva Jurado y Alan Rico Malacara por su invaluable apoyo.
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