Percepciones de la protesta | Gustavo Urbina
Nota de investigación
PERCEPCIONES DE LA PROTESTA: UNA APROXIMACIÓN PARCIAL A QUIENES NO SE MOVILIZAN
Gustavo Adolfo Urbina Cortés
Centro de Estudios Sociológicos-El Colegio de México
gaurbina@colmex.mx
Resumen
En este avance de investigación se presenta la dimensión subjetiva de la acción colectiva entre individuos movilizados y los que no se involucran. Por la importancia de los espectadores como potencial “ejército de reserva” para engrosar la protesta, se decidió establecer una comparación exploratoria entre un grupo con antecedentes de movilización y otro sin involucramiento. El objetivo primordial consistía en extraer algunas hipótesis que ayudaran a problematizar en forma parcial el vínculo, poco estudiado en México, entre la percepción de la protesta social, su dimensionamiento moral y su importancia para convocar a la participación.
Palabras clave: protesta; espectadores; movilización; eficacia; percepción; acción colectiva.
Consideraciones preliminares
El propósito de estas notas consiste en presentar un incipiente avance de investigación. Con una mirada en la que se retoma el papel crucial de los espectadores como ejército de reserva para la protesta social, se pretende destacar cuán importante es el vínculo entre la percepción de la movilización y su dimensionamiento como recurso político a fin de convocar al involucramiento.
En un país donde 43 jóvenes pueden desaparecer de la noche a la mañana, 49 niños pueden morir calcinados en una guardería o más de 30,000 personas pueden desvanecerse en forma súbita,¹ parece imprescindible preguntarse qué hace falta para cimbrar las raíces de la movilización social. Desde luego, las premisas con las cuales se detonan algunas inquietudes inquisitivas no niegan la salida histórica de distintos contingentes, ni mucho menos la articulación de diversos frentes sociales en torno a esas y otras causas. Por el contrario, lo que resulta poco intuitivo y redundante en los albores de esta pesquisa radica en tratar de comprender por qué, pese al amplio volumen de tales movilizaciones, no hubo una mayor presencia de gente volcada en las calles; por qué, pasadas ciertas escenas coyunturales, el ritmo y la constancia de los reclamos se tornó en algo pasajero. ¿Acaso se pueden dar por zanjados los agravios provocados por tales hechos? ¿Se ha tornado en costumbre el horror de las vidas prescindibles? O simple y llanamente, ¿nos hemos dado por vencidos frente al peso de algunas de nuestras más calamitosas adversidades?
Aunque este no es espacio para una reflexión de enlace con las interrogantes anteriores, se hará notar que algunos de los planteamientos aquí esbozados están fuertemente conectados con el enmarcado subjetivo de la protesta social. Por su centralidad en el debate subdisciplinario de la acción colectiva, y dada la amplia bibliografía precedente sobre afectividad, cognición y racionalidad en los procesos de movilización social, dicha dimensión no puede ser considerada novedosa ni inexplorada para los propósitos investigativos que alientan estas notas.² No obstante, el objetivo de este texto consiste en delimitar algunos apuntes sobre la relación entre disposiciones y prácticas políticas de tipo contencioso, donde se logren problematizar algunos ángulos poco considerados en el desarrollo del campo temático y escasamente centrados en el referente empírico nacional.
El ejercicio inquisitivo se centra en la relación entre ciertos elementos de carácter disposicional, como la eficacia colectiva e institucional y la noción de dimensionamiento moral con la conceptuación de las personas acerca de la protesta como un recurso de interpelación política.
Si bien tales conceptos están presentes en las intersecciones de la sociología y la psicología social para el tratamiento de las dinámicas contenciosas, la apuesta detallada en estas notas pretende señalar algunas vetas con miras a establecer futuras rutas de investigación.
Para exponer panorámicamente algunos de los rasgos de la propuesta, en primer lugar se repara en las condiciones desde donde surge la inquietud inquisitiva. En segunda instancia, se detallan algunos punteos analíticos, los cuales se contrastan a partir de ejercicios piloto y de exploraciones incipientes en campo. Finalmente, se apuntan algunas vetas en la agenda de indagación.
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¹La cifra de 30 000 desaparecidos aludida en este texto está basada en las declaraciones del representante la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Hu- manos en México, Jan Jarab, recién vertidas en el Foro sobre Desaparición Forzada “Contra el dolor y el miedo: un grito de esperanza”, celebrado en Chilpancingo, Guerrero, el martes 8 de agosto de 2017. Desde luego, se sabe que toda aproximación peca de imprecisa ante la carencia de un sistema oficial de conteo de personas desaparecidas, así como por la falta de mecanis- mos de denuncia e identificación de casos que operen de manera oportuna.
²Para una inmersión inicial en el debate, se recomienda revisar Aminzade & McAdam (2002).
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