Juvenicidio: cuerpos de jóvenes, cuerpos sociales
Universidad Autónoma de la Ciudad de México
Andamios. Revista de Investigación Social
Vol. 22 Núm. 57 (2025): Juvenicidio: cuerpos de jóvenes, cuerpos sociales. La experiencia abismal en Latinoamérica
DOI: https://doi.org/10.29092/uacm.v22i57.1143
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PRESENTACIÓN
Juvenicidio: Cuerpos de jóvenes, cuerpos sociales. La experiencia abismal en Latinoamérica.
Gezabel Guzmán Ramírez*
Alaide Vences Estudillo**
Carlos Alberto Ríos Gordillo***
Los trabajos incluidos en este dossier contribuyen al análisis del juvenicidio; un problema social apremiante que merma la paz de Latinoamérica, el cual, a nuestro juicio, debería considerarse en absoluto central para planear una transformación social de fondo. Se trata de una violencia devastadora, resultado de un modo de vida que se ha ido instalando desde hace décadas y produce muerte por doquier.
El abordaje de este problema obedece a que, lejos de encontrar soluciones contundentes, se expande como pandemia por toda la región (Hernández-Bringas, 2021; 2022, BID, 2024). Los objetivos que nos planteamos responden a las siguientes interrogantes: ¿cómo se presenta el fenómeno a dieciséis años de que Valenzuela Arce lo teorizó por primera vez?, ¿cuáles son los matices que adquiere, las biorresistencias que lo confrontan, así como sus posibles soluciones y desafíos analíticos que implica? Si bien, la exclusión social de las juventudes impuesta por el orden social adultocéntrico es tan antigua como la ideología patriarcal autoritaria que lo sustenta (Vásquez y Bravo, 2021), la violencia que enfrenta este sector de la población, en esta etapa de la modernidad capitalista, adopta características crueles.
El juvenicidio es una consecuencia perniciosa del desarrollo neoliberal. El adelgazamiento del estado de bienestar keynesiano, en el marco amplio de las reformas estructurales que fueron implementadas por los gobiernos para flexibilizar el mercado, tuvieron como consecuencia el incremento de la desigualdad económica y, a su vez, el deterioro de las condiciones de vida para un sector muy amplio de la población (Valenzuela, 2019). Los jóvenes de la clase trabajadora, los más afectados por el juvenicidio, crecieron en ambientes familiares con muchas carencias de atención, cuidados y oportunidades de desarrollo humano, con dificultades para acceder a la educación superior y a fuentes de trabajo dignas (López, Incarnato y Segade, 2018).
No es circunstancial que el juvenicidio comenzase a ser analizado en la década de 1990, en el contexto de los feminicidios en la frontera norte de México, en una zona expuesta a la llegada de la industria de manufacturas de capital transnacional (Valenzuela, 2012a; 2014; 2015a). Las mujeres que desaparecían y cuyos cuerpos con signos de violencia sexual eran encontrados sin vida en el desierto de Ciudad Juárez, eran jóvenes quienes antes de morir vivían en los barrios precarizados, cercanos a las maquiladoras. Está claro que este tipo de violencia es una anomalía de las políticas económicas adoptadas por los gobiernos de los países latinoamericanos, que ocurre con gran impunidad y sin medidas gubernamentales para la reparación del daño, en ambientes donde hay pobreza y bajas expectativas de esperanza de vida. En la lógica de la soberanía de los Estados modernos las vidas precarias son sacrificables (Mbembe, 2019).
En el contexto de la guerra contra el narcotráfico que inició el presidente Felipe Calderón Hinojosa en México, fue notable la muerte y desaparición reincidente de los jóvenes de sectores empobrecidos (Ríos Gordillo, 2011). Varios analistas alertaron que la misma tragedia se repetía en otros países de la región con patrones similares de inseguridad y aumento de actividad delictiva vinculada con el narcotráfico, como en Brasil, Honduras, Ecuador, El Salvador y Colombia (Rangel y Alves, 2015; Feixa, Cabasés y Pardell, 2015; Feffermann, 2015; Llobet, 2015; Nateras, 2015; Muñoz, 2015).
Autores como Strecker, Ballesté y Feixa (2018) observaron que el aniquilamiento de los jóvenes operaba mediante la violencia directa y de forma simbólica como desesperanza, por medio de la vulneración de los derechos y la falta de oportunidades para la vida digna. Tales condiciones, impuestas por el orden social y político adultocéntrico.
El análisis de la problemática tomó un giro importante a partir de sucesos atroces, como el ataque a los estudiantes de la Normal Isidro Burgos de Ayotzinapa, en México, que culminó con la desaparición de 43 normalistas (Reguillo, 2015; Valenzuela, 2015a; 2019). Otro caso emblemático se presentó en Colombia con la intervención de integrantes del ejército en el asesinato de 19 jóvenes, quienes fueron presentados como bajas en la guerrilla a cambio del cobro de una recompensa (Rodríguez-Gómez, 2020). En una lógica similar la policía en Brasil aniquilaba a los jóvenes de las favelas (Figueiredo, 2016). Esta serie de asesinatos que fueron planeados y ejecutados por fuerzas de seguridad al servicio del Estado, permanecen impunes, y dan cuenta de una necropolitica cuyo objetivo claro es extinguir a las personas que viven una triple discriminación, por ser pobres, racializados y jóvenes (Moraña y Valenzuela, 2017).
Actualmente, la expresión más evidente del asesinato sistemático de las y los jóvenes se da a través del homicidio, el cual a su vez es la principal causa de muerte juvenil en la región (Hernández-Bringas, 2022; Manjarrés y Newton, 2023; UNODC, 2023). Debe considerarse que América Latina presenta las tasas de homicidio más altas del mundo (Banco Interamericano de Desarrollo, 2024). Mientras tanto la Oficina de Naciones Unidas Contra la Droga y el Delito (UNODC) reporta que el 50% de los homicidios están relacionados con el crimen organizado (2023). La mayoría de los acaecidos por la actividad delincuencial corresponde a jóvenes de 20 a 25 años, principalmente hombres (UNODC, 2023). Muchos jóvenes eligen enlistarse en las filas del narcotráfico u otro tipo de actividad delictiva porque además de ser un medio que les provee dinero, les aporta prestigio y poder, en una sociedad que es racista, clasista, sexista y adultista (Vences-Estudillo, 2023). Como explica Valencia (2010; 2012), con la violencia se lucra y como reiteró Segato (2014), la crueldad se torna una práctica cultural normalizada.
Otro estudio muestra que la mayoría de jóvenes que mueren por violencia interpersonal eran de los estratos socioeconómicos más pobres (Heredia-Martínez y Bergonzoli, 2023). Cabe sumar a este punto las prácticas de riesgo que muchos jóvenes varones realizan en su ejercicio de la masculinidad que les coloca en acciones de vida al límite, como el consumo de drogas, las peleas físicas, el manejo de armas y la conducción a alta velocidad, entre otros aspectos. La violencia se ha convertido en un modo de vida inducido por un modelo económico que a la par de la desigualdad genera devastación.
A diferencia de otras regiones del mundo, América Latina es la más desigual del mundo (Berniell, De la Mata y Schargrodsky, 2022; Busso y Messina, 2020). La población más adinerada, que equivale al 10%, concentra el 55% de toda la riqueza generada, en comparación al 50% de la población más pobre que posee solo el 10% de la riqueza. Las niñas, niños y adolescentes representan al grupo etario con el mayor porcentaje viviendo en condiciones de pobreza (CEPAL, 2024). Mientras tanto, los jóvenes en zonas rurales padecen más condiciones de pobreza y pobreza extrema que los jóvenes en ambientes urbanos (Plataforma de Colaboración Regional para América Latina y el Caribe de Naciones Unidas, 2021). Estas condiciones económicas se manifiestan en diversas formas de inseguridad, carencias, escasez, baja calidad, insuficiencia, inestabilidad y baja esperanza de vida.
La región latinoamericana es igualmente a nivel mundial la que más tasas de criminalidad presenta (García y Mejías, 2022). La situación de inseguridad generada por la actividad delictiva, en particular el narcotráfico, tiende a ser abordada por los gobiernos de la región desde el enfoque punitivo (Wacquant, 2010; Avilés, 2019). Las cárceles en Latinoamérica están sobrepobladas por jóvenes varones y pobres (Bayón y Moncrieff, 2022). El Salvador ocupa el primer lugar de la lista de países con mayor número de personas en situación de privación de la libertad (Rocha, 2022). Las mismas características de los jóvenes encarcelados describen el perfil de la mayoría de los desaparecidos en los países que atraviesan por crisis de inseguridad a causa de la criminalidad, pero también en contextos de éxodo migratorio, desplazamiento forzado y conflictos armados (Comité Internacional de la Cruz Roja [CICR], 2024; Hernández-Castillo, 2019).
México sigue siendo el país con las cifras de incidencia más altas de personas desaparecidas (CICR, 2024). La tragedia acontece en una especie de guerra no convencional en la que redes criminales que operan por dentro y fuera del Estado se disputan el control de territorios, poblaciones, prestigio y dinero (Segato, 2014; Vences-Estudillo, 2023). La guerra no-convencional, es en realidad una guerra neoliberal que opera en sinergia con la acumulación de capital (Paley, 2020), es aprovechada por las élites capitalistas para intervenir con fines económicos en los territorios que no habían sido explotables, con efectos devastadores principalmente en las comunidades rurales. En zonas de conflicto armado, la explotación sexual de mujeres jóvenes aumenta. Los jóvenes son reclutados por grupos delincuenciales y paramilitares (Plan Internacional, 2024).
El encarcelamiento, el asesinato y la desaparición son tres de las principales caras que adopta el juvenicidio, la intensidad de cada una de ellas está directamente relacionada con el avance progresivo de la militarización. Los Estados han reducido el gasto público y social, pero no el gasto militar. Al mismo tiempo, la injerencia militar en asuntos que no son de su competencia, como la seguridad pública u otras tareas de carácter público-gubernamental, es ampliada por gobiernos democráticos y autoritarios (Aguilar y Avilés, 2022). La militarización no ha atraído más seguridad ciudadana, pero sí más violaciones a derechos humanos (Dammert y Bailey, 2007).
Todas estas expresiones de violencia se sustentan en un entramado económico, político y cultural que afecta de manera distinta a mujeres y a hombres jóvenes. Aunque hoy en día hay más leyes y más sensibilización en torno a la violencia de género, la violencia física y en particular la sexual sigue siendo la que más afecta a las niñas y mujeres jóvenes, en comparación a la situación que viven los niños y jóvenes varones (Fry et al., 2021). Problemáticas como la trata de personas y el feminicidio se mantienen constantes y afectan más a mujeres jóvenes y pobres que a las mujeres de otros estratos socioeconómicos (Plan Internacional, 2024).
El entrecruce de la violencia de género con la desigualdad de clase en las experiencias de las juventudes da pie a violencias muy específicas. Si al análisis se añade la desigualdad de raza las violencias que padecen los y las jóvenes indígenas y afrodescendientes adquieren tintes particulares. En Brasil, el suicidio de jóvenes indígenas es tres veces mayor que en la población en general (Paiva de Araújo et al., 2023). Algo similar fue observado por Estévez et al., en la Amazonía de Colombia (2024).
Desde que el término juvenicidio fue develado hasta la fecha, su comprensión ha pasado por diferentes etapas. Las primeras investigaciones se centraron en ubicar el problema, la explicación de sus causas e impacto, dando paso en el último lustro a una serie de discusiones en torno a las afectaciones que genera ya no solo en las juventudes precarizadas (González-Pérez y Vega-López 2021), sino también en las racializadas (Pires, 2020; Pérez 2023) y aquellas con identidades no heterosexuales.
Sobre el juvenicidio en poblaciones indígenas son apenas icónicas las publicaciones de Pérez (2023), quien brinda un acercamiento a él desde la perspectiva del suicidio, y el de Rebolledo y Santana-Perlaza (2023) sobre afrojuvenicidio en Colombia en el contexto del conflicto armado. Sobre el juvenicidio trans*, es poca la información que se tiene, hasta el momento la única investigación que trata el tema es la de Guzmán (2019), la autora sugiere que cuanto más se suman categorías de opresión a las identidades de los jóvenes mayor expuestos están a ser deshumanizados.
Investigaciones vinculantes develan la situación que viven los jóvenes en reclusión (Fregoso-Centeno y Guzmán, 2024; Ernesto-González y Nateras, 2022; Da Costa, 2020; Moreno y Urteaga, 2022). Los jóvenes en prisión subjetivizan las violencias que viven y las canalizan través de una serie de prácticas que les permiten reelaborar el dolor y encontrar fuerza vital para soportar la existencia en una sociedad que desde antes de entrar a la cárcel les negó la vida digna. Tello Ibarra (2023) hace un aporte significativo a la comprensión del juvenicidio de las mujeres en situación de cárcel. La prisión es el destino alterno al del asesinato o la desaparición que les depara a las personas jóvenes que más violencia estructural, simbólica y directa han vivido en Latinoamérica.
Sigue quedando pendiente investigar a fondo las soluciones en materia de política pública para atender el fenómeno de la sobrepoblación de jóvenes en las prisiones. A este respecto abonan los trabajos de González y Arroyave (2023) y Danziger y González (2023), que presentan las alternativas implementadas en Colombia y Argentina, respectivamente, desde el enfoque de la justicia restaurativa para la reparación del daño y reintegración social de jóvenes después de haber saldado una pena en la cárcel.
La acción colectiva juvenil que genera respuestas a las causas y consecuencias del juvenicidio es un tema de estudio que continúa madurando. El concepto biorresistencias (Valenzuela, 2019; Roldán 2020), sigue dando pauta a reconocer el agenciamiento de los jóvenes frente a la necromáquina (Reguillo, 2021) que les intenta eliminar.
Desde otro enfoque, Altiok, Berents, Grizelj y McEvoy-Levy (2020) discuten los alcances y desafíos de incorporación de las perspectivas juveniles en la construcción de paz y seguridad. Un aparato normativo e institucional que ha sido construido por los propios jóvenes organizados a nivel internacional, traza la ruta para promover su participación política a nivel regional y local.
Otra línea de investigación apunta a los procesos subjetivos por los que atraviesan los jóvenes que viven en contextos en los que el juvenicidio moral o directo se ha normalizado. Para comprender cómo los jóvenes internalizan la violencia en su cotidianidad, en la escuela, la comunidad, la familia y las relaciones sexo afectivas, se recomienda el texto Violencias en los adolescentes y los jóvenes: estudios psicosociales, una coedición de Lozano, Luna y Cruz (2023). Con evidencia cuantitativa y cualitativa, el libro aborda la problemática en varias entidades federativas de México.
Una lectura diferente sobre los procesos de subjetivación de la violencia en los jóvenes, es la de Valenzuela (2023) sobre los corridos tumbados, un estilo musical que se origina en la frontera norte de México y que relata el escenario de muerte que experimentan los hombres jóvenes inmersos en la narcocultura. El estilo musical ha sido socialmente estigmatizado como apología a la violencia, sin embargo, prohibirlo no arreglará la raíz de la violencia. La solución está en el cambio radical del modo de vida neoliberal que explota y desecha a los jóvenes de sectores empobrecidos. Las mujeres en los corridos tumbados también generan sus propias estrategias para hacerse un lugar en un ambiente dominado por prácticas y valores patriarcales, ellas reclaman poder sobre sus decisiones y cuerpos (Valenzuela, 2024). La música es finalmente un espacio de expresión de cambio y continuidad.
Lo que señalan estos abordajes es que el juvenicidio tiene múltiples caras y ante ellas los jóvenes actúan de forma distinta. Más allá de ser sólo víctimas, son sujetos cognoscentes que accionan en función de los recursos que tienen a su alcance.
Para ampliar la discusión en torno al juvenicidio y las biorresistencias juveniles, de cara a la prosperidad integral en América Latina, los trabajos incluidos en el presente dossier contemplaron estudios de caso y aportaciones teóricas en torno a tres ejes estructurales. El primer eje, capitalismo, violencia y corporalidad, aborda la relación sistémica entre el capitalismo y la violencia que impacta a los jóvenes. Los acercamientos teóricos al juvenicidio indican que la violencia tiene efectos diferenciados, de acuerdo con el contexto sociocultural donde se presenta y tomando en cuenta aspectos de sexo-género, clase y raza.
En este sentido, la diferencia de medio y contexto es un acercamiento socio histórico y geográfico a las distintas escalas de generación y reproducción de la violencia y su impacto en las experiencias de los jóvenes. ¿Cómo es vivir siendo una mujer o un hombre joven en contextos de guerra no convencional, en donde el factor de disputa es la acumulación de poder económico?, ¿Cómo se cruzan el feminicidio y el juvenicidio en zonas industrializadas?, ¿Quienes son las juventudes más vulnerables a padecer depresión o a elegir el suicidio en una región como Latinoamérica que se distingue por los índices más elevados de desigualdad económica?
El segundo eje explora el juvenicidio en su dimensión abismal, es decir, las consecuencias devastadoras que acarrea. Este tipo de violencia deshumaniza al sector etario de la población que la padece: jóvenes que viven bajo un entramado de precarización social, urbana, económica, rural, cultural y simbólica; cuerpos juveniles que son territorio de violencia y devienen en cuerpos sacrificables (Valenzuela, 2019; 2015b).
Pero el juvenicidio, no sólo se refiere a la muerte de ciertos jóvenes, éste se materializa en el momento en que se les niega una forma de vida digna, por lo cual, podríamos decir que muchos de ellos y ellas tienen una muerte en vida. Por lo tanto, es fundamental ubicar las distintas representaciones de este tipo de violencia. ¿Qué realidades se están viviendo y compartiendo desde diferentes latitudes?, ¿Qué profundidad de violencia, contra los jóvenes, encontramos en el talud de nuestro territorio?
En el tercer eje nos interesó conocer las biorresistencias y esperanza de la acción colectiva juvenil. Los jóvenes tienen poder, agencia, responden de formas disruptivas al orden adultocéntrico que los excluye en lo social, muchas de estas expresiones son estigmatizadas como mal comportamiento al que hay que aplacar (Valenzuela 1988; Alsinet, Feixa y Molina, 2002). Acuerpados en movimientos sociales ensayan repertorios y prácticas distintas a las dominantes, son también agentes de cambio en la construcción de paz, democratización, justicia social y alternativas al cataclismo ambiental. Para reconocer su capacidad de agencia hay que comprender que ellos son parte de la sociedad, no viven a parte, sienten y procesan lo que en su entor- no inmediato sucede (Vásquez y Bravo, 2021).
Ahora bien, el primer artículo del presente dossier corresponde al texto “La Tierra está cubierta de zanjas”: debatiendo racismo, capitalismo racial y violencia policial en la periferia brasileña, escrito por Erica Paula Vasconcelos. La autora, a través del análisis de la violencia policial contra cuerpos negros en territorios periféricos, como el Planeta dos Macacos favela más estigmatizadas de Salvador-BA, realiza una contribución epistemológica contra el racismo institucional, para ello destaca la necesidad de repensar las estructuras políticas de Brasil empleando categorías como racismo y capitalismo racial.
Posteriormente, podemos leer Necrozona. Violencia extrema y juvenicidio en el Triángulo del Huachicol en Guanajuato 2018-2024, realizado por Julio Ulises Morales López. Por medio del método etnográfico, el autor examina el Triángulo del Huachicol en Guanajuato, México. Al respecto, emplea los conceptos de violencia extrema, biopolítica, necropolítica y juvenicidio, dando cuenta que el escenario es una necrozona donde la vida de los jóvenes es devaluada, lo que refleja una crisis más amplia de gobernabilidad y derechos humanos.
Como tercer apartado leemos El abandono-olvido social y el encierro institucionalizado como juvenicidio lento, escrito por Ricardo Carlos Ernesto González y Jaime Olivera Hernández. Los autores analizan la relación juvenicidio- abandono-olvido social en el contexto penitenciario, donde sin duda, la triada compuesta por la institucionalización del encierro, las necropolíticas y las maquilas del delito, dio paso a un exterminio inmediato y a un aniquilamiento aletargado contra las juventudes.
A este artículo le sigue, Ilegalismo de cuestión vital. Cuerpos y juventudes en contextos de pobreza urbana, los autores Marco Bonilla y Carlos Minchala proponen la categoría de ilegalismos de cuestión vital, entendiendo por ésta al conjunto de prácticas que operan exponiendo a los jóvenes estudiantes a peligros, a un detrimento paulatino de los cuerpos y a la imposición de modos de vida que lo que generan es devastación, para ello trabajaron en un barrio emplazado de San Martín, provincia de Buenos Aires, afectado por pobreza urbana y degradación ambiental.
Como quinto artículo podemos leer Resistencias al estigma territorial mediante la ocupación del espacio público. El caso de una batucada juvenil en Legua Emergencia escrito por Lucaz González. El autor explica cómo los jóvenes de Legua Emergencia, uno de los barrios más estigmatizados de Chile, confrontan la violencia y el estigma territorial mediante expresiones artísticas en el espacio público. La batucada permite formas de subjetivación y politización para los jóvenes a partir de experiencias afectivas que experimentan en el espacio público lo cual, entre otros aspectos, reivindica la identidad.
El penúltimo texto lleva por título Las Weras: biorresistencias y juvenicidio en Colombia (2021-2023), realizado por Nicolás Aguilar-Forero y Wilmar Jeovany Cárdenas Ramírez. En éste se exponen los resultados de una investigación sobre las formas de biorresistencia de las Weras, un colectivo ecofeminista que surge en 2021 en Pereira, Colombia. El colectivo construye alternativas de vida basadas en lógicas de comunicación, cooperación, confianza y construcción de lo común que confrontan al juvenicidio y en una escala más amplia al modo de vida neoliberal. El texto es una invitación a pensar en lo que implica poner la vida en el centro cuando se lucha por la paz y la justicia local.
Como artículo final encontramos Violencia institucional hacia los jóvenes y prácticas de cuidado y memoria en la revuelta social chilena, escrito por Patricia Castillo Gallardo, Evelyn Palma Flores, Claudia Hernández del Solar y Gonzalo Bustos Lillo. En el texto se analiza la violencia estatal contra la juventud, o juvenicidio, como una estrategia de contrainsurgencia y como continuidad de un proceso represivo iniciado durante la dictadura cívico-militar. Además, se sistematizan las consecuencias, las prácticas de cuidado y memoria surgidas durante y después de la “revuelta social” llevada a cabo el 18 de octubre de 2019 en diversas ciudades de Chile.
Acompañando al presente dossier incluimos una traducción del portugués al español del artículo Colonialidad del poder centrado en los adultos y/o los Derechos de las niñas y los jóvenes, de Assis da Costa Oliveira, publicado originalmente con el título Colonialidade do poder adultocêntrico e/ nos direitos de crianças e jovens en la Revista Culturas Jurídicas. El texto fue considerado con el propósito de reconsiderar los debates incluidos en este dossier sobre juvenicidio en relación al adultocentrismo que emerge con la intrusión colonial/moderna y se (re)configura hasta nuestros días, con los derechos de los niños y jóvenes, como una de sus dimensiones de reproducción, pero también de resistencia.
Además, con el objetivo de ampliar el horizonte de análisis, entrevistamos al Dr. José Manuel Valenzuela Arce. La entrevista que lleva por título Juvenicidio: la expropiación de la esperanza, cierra con una adenda llamada “¿Para qué investigamos?”, al respecto el autor es enfático: “para participar en la construcción de un mejor lugar para vivir, de un mejor mundo, [para] un mejor proyecto de vida y un mejor horizonte de civilización, sino para ¿qué hacemos lo que hacemos?”
También podemos encontrar en el dossier una bibliografía especializada en la temática producida en los últimos cinco años, acompañada de recomendaciones de bibliografía anterior básica sobre el tema. El apartado lleva por título Juvenicidio. La experiencia abismal en América Latina: guía de inmersión, puede consultarse a modo de ruta, ésta se complementa con las referencias de los artículos del dossier.
Finalmente, el dossier Juvenicidio: cuerpos de jóvenes, cuerpos sociales. La experiencia abismal en Latinoamérica, se encuentra ilustrado con fotografía tomadas por Gezabel Guzmán de graffitis, caligrafías, placazos y murales que como explica José Manuel Valenzuela: “son recursos expresivos de los y las jóvenes y se suman a la añeja complicidad de calles y paredes con demandas obreras, campesinas, estudiantiles y de grupos políticos que buscan mejores condiciones de vida y mejores mundos para vivir” (2012b, p. 9).
No cabe duda, que las investigaciones que se presentan en este número especial de Andamios, muestran las diversas dimensiones del juvenicidio en México y América Latina, y amplían el panorama de análisis de un fenómeno que demanda investigaciones de las disciplinas de ciencias sociales y humanidades, para así establecer similitudes y diferencias de las causas que permiten su germinación, conexiones y comparaciones entre fenómenos del mismo tipo que no están vinculados en razón de su cercanía geográfica y contemporaneidad. Con esta base, pueden establecerse equipos de trabajo multidisciplinarios de las universidades, institutos y centros de investigación de América Latina, para atender un fenómeno común y compartido, cuya virulencia sólo es comparable con su falta de atención en términos de análisis social y, en particular, de políticas públicas.
Confiamos en que este número especial sea un testimonio de la importancia que el juvenicidio en Latinoamérica representa tanto para quienes coordinamos el dossier, como para la política editorial de la revista Andamios, y su lectura genere nuevas investigaciones, sea de colegas o estudiantes, al igual que fomente líneas de acción para colectivos de la sociedad civil particularmente afectados y directamente vinculados con la búsqueda de soluciones a largo plazo.
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* Profesora investigadora del Colegio Humanidades y Ciencias Sociales de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México, Plantel Cuautepec.
** Posdoctorante CONAHCyT adscrita al Instituto de Investigaciones Sociológicas de la Universidad Autónoma Benito Juárez de Oaxaca, México.
*** Profesor investigador en el departamento de Sociología en la Universidad Autónoma Metropolitana, Azcapotzalco, México.
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