CONSEJO MEXICANO DE CIENCIAS SOCIALES

Ética, autonomía y aprendizaje. Avances de un estudio de caso

Juan José Burgos Acosta
Universidad Colegio Mayor de Cundinamarca, Colombia

Introducción

La situación actual por la que está atravesando el planeta en virtud de la postpandemia del coronavirus, que aún no termina, ha inaugurado nuevos paradigmas en todas las dimensiones de la vida humana; transformaciones que jamás estas generaciones se imaginaron. Muchos son los temas y problemas que han emergido, pero, sin lugar a duda, uno de los que tiene mayor relevancia es precisamente la ética asociada al cuidado y protección de la vida, que bien cabria denominar, en último término, como bioética. Y el otro, tiene que ver con el papel de la educación y, específicamente, de las universidades. Dos aspectos íntimamente relacionados que nos vuelve a las grandes preguntas que los griegos ya se habían hecho: ¿qué somos? ¿Quiénes hemos sido? y ¿para dónde vamos? Es aquí donde este trabajo de investigación tuvo razones fundamentales para desarrollarse, por cuanto articuló en su propuesta temas y problemas relacionados con formación de los nuevos ciudadanos, sentidos y representaciones de la formación académica, apuestas por fortalecer la autonomía en los estudiantes, las percepciones sobre los aprendizajes, su utilidad para las distintas profesiones de futuro  desempeño y la construcción de lo social en un país que aspira a superar las grandes dificultades que lo envuelven. Además, resultó pertinente esta apuesta de estudio por cuanto se alinea con algunos de los ejes del Modelo Pedagógico Institucional (MOPEI) de la Universidad Colegio Mayor de Cundinamarca, actualizado y ya aprobado por el consejo académico, el cual declara una mirada humanista con dos componentes transversales importantes: lo ecológico y lo ético, principios que comparte también la Universidad la Gran Colombia, que tradicionalmente se ha declarado humanista.

En el orden de ideas anteriormente expuesto, es preciso denotar la importancia que reviste este estudio en términos de algunas pertinencias que respondieron de manera congruente con las necesidades actuales. Pertinencia pedagógica, porque contribuye a fortalecer los procesos de formación académica en los distintos programas que ofrece las dos instituciones participantes, a través de currículos flexibles y la perspectiva de una formación integral que constituye un eje transversal. Pertinencia científica, en la medida en que se desarrolló un estudio in situ, que permitió hacer un acercamiento a la manera como los estudiantes crean puentes entre la dimensión ética, la autonomía y la experiencia del aprendizaje en la formación académica, y en esa perspectiva abre líneas de investigación y anclajes desde los cuales se pueden proponer dispositivos pedagógicos y didácticos que aporten a las dinámicas de formación en los distintos programas. Y pertinencia académica, por cuanto los hallazgos contribuyen a realizar comprensiones a partir del nicho social del estudiantado, en torno a la combinación de teorías emergentes, que pueden enriquecer el proceso formativo de las universidades, y contribuir a un aprendizaje que resulte más pertinente para el desarrollo social y humano sostenible, en el mundo cambiante en que vivimos.

En el marco de las consideraciones anteriores, la pregunta por lo ético sigue vigente, por cuanto los diversos cambios sociales y culturales que han ocurrido a través de la historia continúan planteando el interrogante que muchos expertos se hacen “¿Qué nos pasa a los seres humanos?”. En las dos primeras décadas del siglo XXI acontecimientos significativos han marcado los procesos de socialización y las nuevas formas de conflicto locales y globales al que se viene enfrentando la humanidad: la caída de las torres gemelas en Estados Unidos; el derrumbe de regímenes con características políticas, militares y religiosas de vieja data en el medio oriente; la emergencia de la primavera árabe, el dominio del mercado chino que ha generado choques y luchas de fuerza con la nación norteamericana, el conflicto en la OTAN con Rusia por la independencia de Ucrania, la desestabilización de algunos regímenes de gobierno en América Latina; el despertar de los movimientos sociales, especialmente los movimientos estudiantiles asociados a las universidades; la cadena de incendios forestales que se manifiestan desde Australia hasta Chile y Brasil; y, una pandemia que literalmente paralizó al mundo provocando, no solamente miles de muertos, sino también una profunda recesión económica como nunca antes se experimentó.

De cara a este contexto, queda legitimada la pregunta que la profesora Adela Cortina (2018), una de las expertas internacionales más destacada en el tema, se hace: ¿Qué es y para qué sirve la ética? Ciertamente, las corrientes filosóficas definen la ética como un saber que se fundamenta y se construye desde la reflexión, y que se expresa a través de argumentos, dentro de una jerarquía de valores y con un sistema normativo que se supone deben ser observados por las personas en su vida cotidiana para que su comportamiento sea considerado ético, dentro de un modelo ideal de ser humano y de sociedad. Existe también la tendencia a concebir el desarrollo de la ética como el seguimiento de reglas generales que orientan las acciones, con el supuesto de que se cumplirán; ese orden de ideas, valores, prescripciones y argumentos racionales son, entonces, los ejes que sostienen la formación ética que se diseña desde estas perspectivas (Cortina, 2018; Pérez, 2005).

En este sentido, si bien las éticas prescriptivas son importante para la configuración de relaciones, no son suficientes, de ahí que muchas de las corrientes actuales también ubican esta dimensión como la capacidad de hacerse responsable de las consecuencias de sus actos estableciendo, igualmente una coherencia entre ley, moral y cultura (Mockus et al., 2012) dentro de una experiencia de construcción de ciudadanías que resulte gratificante y en la cual la categoría “nosotros” sea la que funde los comportamientos de los individuos en cualquier contexto cultural que creen identidades diferenciadas pero con una característica que funda lo humano en relación con el medio ecológico que es precisamente sentirse “ciudadanos del mundo”(Mendoza, 2019).

El contexto anterior es el escenario de discusión donde aparece el vínculo entre ética y aprendizaje para determinar si los procesos de autonomía de los estudiantes universitarios en sus dinámicas de formación académica, están influidos por un comportamiento de tipo ético que incite a aprender de esta o aquella manera y lograr ciertos resultados académicos y convivenciales que les permita construir nuevas ciudadanías desde el interior de los claustros; es decir, se ponen en escena las tensiones entre el deber y la motivación (gratificación) en el ejercicio de la responsabilidad educativa. Y es que, de acuerdo con Cajiao (2020), una ética ciudadana es posible en la medida en que se desarrolle la autonomía, lo que implica la capacidad de autorregulación sin necesidad de que otros ejerzan control sobre los sujetos.

Una característica de las universidades del siglo XXI es que, si bien, son lugares donde transita enormes cantidades de conocimiento diverso, igualmente son escenarios multiculturales donde se construye convivencia desde la diferencia. En ese sentido la actitud y el desarrollo de autonomía frente a los aprendizajes académicos, crean puentes inevitables con la convivencia, la nvestigación, la evaluación y en general todos aquellos campos de fuerza complejos que siempre tienen de base lo ético, desde un carácter invitante (Maturana, 2010), y de sentido de la vida (Echeverria, 2010). Por otro lado, la articulación entre ética y autonomía implica una gran responsabilidad frente a los aprendizajes; es decir, al saber, por cuanto, “tomar una decisión exige conocer las opciones de una situación en un despliegue de causas y de consecuencias para cada una de las opciones; no se es independiente porque uno se abstraiga del mundo sino porque se lo conoce” (Álvarez, 2012, p. 127).

Los estudiantes de la Universidad Colegio mayor de Cundinamarca y de la Universidad la Gran Colombia, situados en un contexto universitario, mantienen en su reserva como sujetos, diversidad de comportamientos en su vida académica cotidiana que son el reflejo de teorías invisibles qué portan en sus imaginarios y que son producto de los metarelatos que han apropiado en distintos espacios de socialización, como creencias, rituales, normas y hábitos que complejizan la manera como asumen sus aprendizajes y crean campos de fuerza entre la institucionalidad, los profesores, el currículo, la normatividad y los modelos de evaluación, como parte de la vida cotidiana universitaria. En ese sentido, como seres humanos pertenecientes a un país como Colombia, con una fuerte tradición de distintos conflictos de alta intensidad, también manifiestan contradicciones y paradojas que se sumergen entre los deberes que están llamados a cumplir y los derechos que les pertenecen como sujetos sociales y políticos.

[Texto tomado de la Revista Internacional De Tecnología, Ciencia Y Sociedad, 11(3)]

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