CONSEJO MEXICANO DE CIENCIAS SOCIALES

El declive de las humanidades y de las ciencias sociales

El declive de las humanidades y de las ciencias sociales en el panorama investigador europeo (I)

A pesar de que la investigación en humanidades y ciencias sociales desempeña un papel fundamental en la producción de conocimiento relevante para la sociedad, a partir de la última década del siglo XX se puede apreciar una tendencia continua a su devaluación. Después de un periodo relativamente glorioso durante la primera mitad del siglo, cuando se consideraba que estas disciplinas todavía tenían influencia social, la llegada de las tecnologías digitales, a partir de 1990, aceleró su declive. En esta primera entrada se traza muy sucintamente algunas de las causas del declive del impacto de las humanidades y ciencias sociales en Europa, junto con algunos intentos, en parte infructuosos, por corregir esta situación por parte de la Comisión Europea. En la segunda entrada, que se publicará mañana, se perfilan algunas ideas nuevas de la Comisión que podrían ayudar a una verdadera integración y transferencia de conocimiento en esta materia[1].

La devaluación de las humanidades y de las ciencias sociales en el panorama investigador europeo

Para analizar dicha devaluación, el primer aspecto destacable tiene que ver con las infraestructuras de investigación y financiación ligadas al desarrollo científico, factores decisivos tanto en el desarrollo de estudios como en las oportunidades para comunicar resultados de los mismos. En este sentido, y a nivel de la normativa europea, la entrada en vigor del Tratado de Maastricht en 1993 supuso que las humanidades y las ciencias sociales contaran con su propio programa específico de financiación a la investigación científica. En esos años, y hasta principios de los 2000, el enfoque principal para evaluar la calidad de la investigación científica era su relevancia académica (a menudo bajo el término ‘excelencia’).

La crisis económica global, agudizada en los últimos años de la primera década del siglo XXI, vio como todas las áreas de investigación sufrieron una deriva hacia la demostración tangible de todo gasto público dedicado a la ciencia y la innovación. Se comenzó a hablar de desafíos y retos, esto es, prioridades de investigación orientadas cada vez más hacia un “modelo orientado a la difusión” en lugar de a la misión (Kastrinos 2010: 300-1). En su análisis de el estado de las Social Sciences and Humanities (SSH) en Europa a partir de 2010, Nikos Kastrinos muestra cómo, aunque el papel de las humanidades y ciencias sociales había sido reconocido como fundamental -concretamente como hilo conector de una supuesta identidad europea- desde que en 2009 en Lisboa el “Tratado de la Unión Europea” colocase oficialmente la ciencia y la investigación como pilares fundamentales del escenario europeo (artículo 3 (3) del TUE, y TFUE Art. 179-190), la subsecuente política de investigación científica puso de manifiesto la necesidad de definir los denominados ‘retos’ de manera más amplia, con un enfoque cada vez más orientado a la difusión de resultados. Ello vino a mermar la capacidad de influencia de las humanidades y ciencias sociales.

El modelo de impacto situó, por ejemplo, el énfasis en la forma de medir la calidad de los artículos publicados en revistas científicas a partir del número de citas registradas en índices bibliométricos. Estos procedimientos supusieron una forma fácil de demostrar la buena gestión pública del dinero de los contribuyentes en medio de la crisis económica y, en un intento de evaluar las aportaciones, los resultados y el impacto de la investigación científica mediante esta marea métrica[2]. Los modelos bibliométricos han sido particularmente perjudiciales para las ciencias sociales y las humanidades, donde la tarea de medir el impacto se complica.

Estudios y estadísticas llevadas a cabo desde entonces, como las publicadas en EUROSTAT[3], muestran que tales métricas pueden ser condición necesaria para medir el impacto académico, pero no suficiente para el impacto social[4].  Esto también significa que no se puede confiar únicamente en las métricas de evaluación de la investigación científica, y que se necesitan metodologías de evaluación de impacto complementarias puesto que los diferentes campos científicos tienen impacto de diferentes maneras[5]. Esto es así especialmente en el caso de las humanidades y ciencias sociales que, además, no están cubiertas de manera suficiente en los principales índices de citas. Numerosos estudios ponen de manifiesto que las disciplinas SSH no pueden ser tratadas de la misma manera que las áreas de STEM (Science, Technology, Engineering and Mathematics). Su eficacia no puede medirse de la misma manera porque con frecuencia realizan una relación auto-reflexiva y compleja con la realidad, buscando en muchos casos poner de manifiesto ambigüedades y contradicciones en lugar de optar por mostrar las evidencias más marcadas desde el punto de vista probabilístico y empírico.

Intentos de reintegración de las humanidades y ciencias sociales en el panorama investigador europeo

Con todo lo anterior, en 2009, se produjeron algunas variaciones en las Agencias Ejecutivas de la Comisión Europea[6]. Por ejemplo, en junio de ese año la Research Executive Agency REA (agencia para  la investigación) adquirió autonomía administrativa y operativa, reduciéndose también sus competencias relacionadas con humanidades y ciencias sociales. Muchos investigadores se movilizaron en torno a la nueva Alianza Europea para las Ciencias Sociales y Humanidades EASH[7] y en 2011 elevaron una carta abierta, firmada por casi 26,000 personas, a la Comisión Europea. Esta infraestructura transnacional ha continuado creciendo y agrupa ahora numerosas asociaciones y grupos de interés en la denominada European Alliance for Social Sciences and Humanities EASSH[8], que proporciona un entorno de reflexión y análisis, además de intervención política, en la integración de SSH en la investigación europea.

Los argumentos presentados en 2011 tuvieron un éxito relativo y la Comisión lanzó una campaña para intentar aliviar las preocupaciones expresadas. Por una parte, se reforzó la participación SSH en las acciones Marie Skłodowska-Curie. Se acordó también integrar a las humanidades y las ciencias sociales en el mayor número posible de Retos en el marco de Horizonte 2020. Los años siguientes, tras informes y declaraciones de distintos grupos de interés[9], se obtiene un logro posterior más allá de la integración en seis retos concretos: la creación de un reto específico adicional dedicado a SSH, SC6  H2020-EU.3.6. – Societal Challenges  – Europe In A Changing World – Inclusive, Innovative And Reflective Societies[10]  (Europa en un mundo cambiante: sociedades inclusivas, innovadoras y reflexivas + Ciencia con y para la Sociedad) con la inclusión de temas específicos de intervención ligados a las transformaciones socio-culturales. Tras la creación de este clúster estratégico autónomo, la discusión se centró en sus recursos y características, para lo cual se tuvo que ampliar la noción de ‘innovación’ para incluir ‘innovación social’, con el fin de encontrar maneras de instrumentalizar las humanidades y las ciencias sociales y visibilizar sus aplicaciones concretas[11]. Este fue también el contexto de la conferencia que se celebró en Vilnius en la segunda mitad de 2013 bajo la Presidencia Lituana[12].

En 2013, una vez creado formalmente el ordenamiento jurídico de Horizonte 2020 en el Parlamento Europeo y el Consejo de la Unión Europea, la Comisión, brazo ejecutivo de la Unión Europea, comenzó a integrar las humanidades y las ciencias sociales a través de la creación de temas transversales en los seis retos identificados[13]. Estas áreas quedaron ‘marcadas’ (flagged) para contar con la participación de al menos un socio SSH en los proyectos, algo que las comisiones de expertos evaluadores tendrían en cuenta y recompensarían al evaluar los proyectos. La Comisión publicó análisis anuales con el fin de supervisar la integración[14].

En estos años, y en el marco de la nueva definición de ‘innovación’, muchos estudios se centraron en mostrar que los grupos beneficiarios de las actividades científicas en humanidades y ciencias sociales no se identifican tan fácilmente al inicio de un estudio de investigación, como ocurre en el caso de otros campos científicos. Rastrear y demostrar la influencia y el impacto de la investigación en las áreas de ciencias sociales y humanidades requiere la recopilación de múltiples instancias de influencia y el reconocimiento de distintos tipos de impacto, tanto cuantitativo como cualitativo. [15]. Junto a las métricas de citas para medir el impacto académico, el impacto de toda investigación debería medirse también como transferencia de conocimiento a distintos colectivos y a la sociedad en general. De ello da fe la reciente creación del sexenio de transferencia del conocimiento por parte del Ministerio de Ciencia, Innovación y Universidades del Gobierno de España[16]. Tales iniciativas han supuesto además el reconocimiento de que el impacto académico debe influir en el ámbito socio-político.

Consciente ya de estos problemas en 2014, la Comisión Europea comenzó a matizar mucho más las diferencias entre la divulgación académica de la investigación (publicaciones, actividades de comunicación de la ciencia), la transferencia (que incluye patentes, productos, programas a implementar) y el impacto social, que se evidencia en las mejoras de las condiciones de vida de los ciudadanos. Una de las conclusiones más importantes fue que la evaluación de la innovación e impacto social requería de la participación ciudadana como parte interesada en el propio desarrollo científico, algo que los proyectos de investigación debían de contemplar tanto en sus tres apartados (excelencia, impacto e implementación). Todos los programas de Horizonte 2020 señalaron entonces la importancia de medir la ‘innovación social’ y el impacto de maneras distintas, incluyendo la generación de nuevos conocimientos, técnicas, formas de hacer y artefactos, abordando problemas y retos concretos relevantes para la sociedad europea, así como la escalabilidad de los proyectos financiados. Es decir, era fundamental que los investigadores pudiesen identificar los modelos apropiados de impacto con arreglo a los proyectos presentados. Por su parte, los evaluadores de los distintos paneles debían de estar familiarizados con esos diversos modelos de impacto, tangibles e intangibles. Los proyectos pasaron a tener que incluir indicadores de impacto, tanto cuantitativos como cualitativos, provenientes del valor que la investigación pudiera generar en los hábitos de consumo, el comportamiento social, etc.,  y reconociendo además la variación temporal según el área de investigación[17].

En 2015, la lista de «Objetivos de Desarrollo Sostenible» (ODS), adoptados por la Asamblea General de las Naciones Unidas, identificó una serie de problemas globales que suponían desafíos directos en el ámbito de las humanidades y ciencias sociales. Si bien el conocimiento científico se mostraba clave para entender y atender estos problemas, la cooperación entre distintos campos científicos aparecía ahora como una necesidad real; cooperación que debía de garantizar no solo el crecimiento económico sino la estabilidad social, la gobernabilidad en democracia, así como narrativas de integración que fuesen más allá de visibilizar a determinados colectivos y contribuyesen a integrar sus potenciales fortalezas en el tejido de la sociedad europea.

A partir de ese momento, otro de los desafíos más importantes de Horizonte 2020 fue la mejor integración interdisciplinar. La Comisión Europea contaba con varios indicadores para medir la integración de las humanidades y ciencias sociales en otros ámbitos científicos. Los principales eran: la proporción de socios SSH, con al menos dos disciplinas distintas participantes; con una parte del presupuesto dirigida específicamente a esos socios SSH, y una reglamentación de la participación por encima de 10% dentro de cada proyecto marcado en Horizonte 2020. Si se revisan los informes de la Comisión, desde 2014 la integración de SSH aumentó de un 40% a un 56% en 2017. En febrero 2019, la Comisión publicó el último informe sobre los proyectos de 2017, cuando se marcaron el 37.5% de todos los temas como susceptibles de integración SSH. Aunque el informe manifiesta un incremento del 71% al 86% de participación SSH, la otra cara de la moneda es que entre un cuarto y una tercera parte de los proyectos financiados no tuvieron participación de esas áreas[18]. Por otra parte, solo unos pocos campos SSH (economía, ciencias políticas, administración pública y derecho, así como educación y comunicación) estuvieron representados como socios en 2017 (Swinnen, Lemaire y Kania 2019: 25), como se puede ver en el gráfico inferior[19]:

Por lo visto hasta ahora, queda claro que todavía queda mucho camino por recorrer en la línea de lograr una verdadera integración de las ciencias sociales y las humanidades en el panorama investigador europeo. En la entrada de mañana, se examinan algunas nuevas propuestas que tratan de poner en valor las ciencias sociales y humanidades en el conjunto de la investigación científica.

Hacia una verdadera integración de las ciencias sociales y las humanidades (II)
[Publicado en blog Universídad]

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