Jorge A. Bustamante, su contribución a los estudios sobre migraciones y fronteras
Dra. Laura Velasco
Departamento de Estudios Culturales
El COLEF
Jorge A. Bustamante, su contribución a los estudios sobre migraciones y fronteras[1]
Jorge Bustamante fundó el primer Centro de Estudios Fronterizos de América Latina en 1982[2]. Su legado es tangible en una institución consolidada de investigación, con sedes en 6 ciudades de la frontera mexicana y una amplia presencia en el ámbito académico nacional e internacional. Estas notas, sin embargo, están orientadas a destacar su contribución intelectual a los estudios sobre migraciones y fronteras.
En América Latina, en los años sesenta y setenta del siglo XX, la sociología de la migración se debatió entre las perspectivas neoclásica (Todaro 1969), histórica estructural (Singer 1972) y de la modernización (Germani 1969), abocadas principalmente al estudio de las migraciones masivas del campo a la ciudad, en el marco de la industrialización y de los cambios sociales y culturales que marcaron la urbanización latinoamericana. La huella de esta producción en el estudio de la migración internacional es visible, entre otros aspectos, en las unidades de análisis privilegiadas -tales como la familia y la comunidad local- así como en los marcos analíticos de orden nacional, otorgando un peso importante a los programas de ajuste económico que afectaron a las sociedades campesinas.
Por su inicio temprano, México es una excepción en la historia de la emigración inernacional en los países latinoamericanos. No obstante que en la primera parte del siglo XX ya existían los estudios pioneros de Manuel Gamio y Paul Taylor, el campo de estudio de la migración mexicana a Estados Unidos se desarrolló hasta la década de 1980, alimentado por diversas disciplinas, entre ellas la sociología y la antropología. Un ejemplo clásico de la interdisciplina es el libro de Return to Aztlán de Massey et al. (1987), que presentó la perspectiva teórica de la acumulación causal y develó el papel de las redes sociales como mecanismo de reproducción de la migración a lo largo del tiempo. Los estudios realizados por el equipo de Massey, Durand, Alarcón y González (1987) combinan los enfoques antropológico y sociológico para estudiar las comunidades de origen, y observar las consecuencias de los tratados laborales entre países en la creación de redes sociales de acumulación de capitales y el efecto de las políticas migratorias en la ampliación de tales redes por los migrantes sin documentos (Massey et al. 1987). Esta obra tuvo un impacto importante en los estudios migratorios en México durante la década de los noventa, colocando a las redes de migrantes como el mecanismo más importante de la reproducción de la migración, alejándose de los estudios push-pull en la migración internacional. Sin embargo, como lo señaló Zolberg (1999), en la década de los noventa la literatura sobre migración era escéptica sobre la efectividad de las políticas migratorias en las formas y dinámicas de los flujos migratorios, en particular para los que provenían de países con fronteras continuas, como el caso de México. En este contexto, el trabajo de Jorge Bustamante (2000) retomó diversos elementos de la historia migratoria y fronteriza entre México y Estados Unidos, entre ellos la temprana racialización de los inmigrantes mexicanos (Zolberg 1999; Andreas 2003, Alonso 1994), dada la anexión de territorio mexicano durante el siglo XIX y la temprana “ilegalización” de la migración mexicana surgida, contradictoriamente, en el propio programa de Braceros y que dio origen a la expresión “wetbacks” (Ngai 2005).
Al observar los efectos de las políticas migratorias de Estados Unidos en el orden social migratorio mexicano, la contribución de Bustamante (1989) [3] se extiende a la conceptualización de la región fronteriza entre ambos países como espacio adyacente y asimétrico, pero de alta interacción social. El cierre de los programas laborales en la década de 1960 y las consecuentes expulsiones de trabajadores contratados temporalmente[4] dieron lugar a una oleada de estudios que centraron su interés en las consecuencias sociales del retorno de migrantes mexicanos y llamaron la atención sobre la urgencia de inversiones que permitieran mitigar el creciente desempleo en la región fronteriza (Fernández, 1980) y de estudiar la frontera norte de México.
En la década de 1980 los estudios fronterizos mexicanos pronto se enfocaron en tres líneas de indagación: a) los impactos de la migración en la tardía urbanización e industrialización de las regiones fronterizas (Fernández-Kelly 1984; Alegría 1989); b) la emergencia de una cultura fronteriza ligada a la interacción transfronteriza y a la inmigración atraída por la pujante industria maquiladora (Iglesias, 1985;Valenzuela 1988, García Canclini 1990), con gran influencia de la producción académica de los estudiosos chicanos (Vélez- Ibáñez 1996), y c) el estudio de la frontera como espacio de circulación y cruce sin documentos (Bustamante, 1989, 2000).
Los aportes de Jorge Bustamante se inscriben en esas tres líneas, con derivaciones que atañen tanto a a los estudios fronterizos como a los de las migraciones internacionales. En relación a la conceptualización de la frontera existía una polémica implícita sobre su definición como una región binacional por su adyacencia o bien transfronteriza por su interacción. Al respecto, Bustamante, adoptando un enfoque weberiano, acuñó el concepto de frontera como espacio relacional con interacciones transfronterizas de distinto orden, marcadas por la asimetría (Bustamante 1989), dado que respondía a las lógicas nacionales respectivas a la vez que a las relaciones empíricas regionalmente localizadas entre ambos países[5]. En relación con la migración, mientras los estudios vigentes en la década de 1980 y parte de los noventa se enfocaban en las localidades de origen o destino[6], Bustamante se enfocó en el cruce cladestino, la movilidad circular y el control fronterizo por parte de Estados Unidos. Este planteamiento caracterizó la producción intelectual de Bustamante y sentó las bases para la comprensión de la tensión entre la fluidez de las interacciones cotidianas fronterizas, con fuerte impacto en la cultura, y por otra parte en el cierre de la frontera para los migrantes pobres sin documentos. En esta segunda línea, el cruce clandestino, la circulación y el control estatal fueron vistos como procesos constitutivos de la frontera misma.
El foco en el fenómeno de los cruces clandestinos y la movilidad circular dio origen a una novedosa visión de las fronteras geopolíticas como espacios de asimetría y desigualdad (Bustamante 2000), a consecuencia de niveles de desarrollo económico asimétrico, cuyos principales indicadores fueron el diferencial salarial y el control unilateral de la frontera por parte de Estados Unidos. El estudio de los controles sobre los cruces fronterizos, así como las dinámicas, magnitudes y condiciones de cruce, se convirtieron en un programa de investigación con una metodología novedosa a nivel continental para el estudio de los flujos migratorios, primero con los migrantes indocumentados, y posteriormente ampliado a potenciales cruzadores y migrantes de retorno.
En 1987 Bustamante creó el proyecto Cañón Zapata[7], para calcular el número de cruces de migrantes hacia Estados Unidos mediante una técnica bastante original, basada en el registro fotográfico desde una colina de la ciudad de Tijuana (Bustamante 2000), mientras que de forma paralela se realizaban entrevistas en los sitios de cruce más comunes en varias ciudades fronterizas con Estados Unidos. Por primera vez la relación entre el cruce indocumentado y los controles fronterizos se volvió un tema de investigación sistemática en México, y se inició la distinción de otras movilidades transfronterizas irregulares como los commuters sin visas de trabajo o visa abusers (Bustamante 2000:18). Este proyecto fue la semilla de la actual Encuesta sobre Migración en la Frontera Norte (EMIF Norte) en 1993. A través de una muestra probabilística representativa en espacio y tiempo, la EMIF constituye el proyecto más ambicioso a nivel continental sobre la medición y caracterización de flujos migratorias internacionales. A la fecha cuenta con una batería de bases de datos de casi tres décadas, incluyendo flujos migratorios de sur norte y norte sur en la frontera México-Estados Unidos, y a partir de 2004 se amplió a la frontera México-Guatemala (EMIF Sur). Esta encuesta dio pie a importantes políticas públicas, como la creación del Programa Paisano y el Grupo Beta para la protección de los migrantes en el cruce, entre otras. Pero más allá de sus diversas consecuencias puntuales de política, este proyecto permitió, a partir de la década de 1990, contar con datos confiables, producidos con una metodología científica por un centro de investigación mexicano, y no depender de los datos del entonces Servicio de Inmigración y Naturalización (INS) para el registro sistemático de procesos que son cruciales para México.
A más de tres décadas, los aportes de Jorge Bustamante contribuyen a clarificar la relación de los actuales regímenes de control migratorio y fronterizo con las dinámicas y condiciones de las movilidades humanas, cada vez más complejas y diversas frente al incremento de las desigualdades, la violencia y las crisis políticas en el continente. Jorge Bustamante influyó la política migratoria desde la academia, reivindicando constantemente la importancia y el papel de la ciencia para brindar conocimientos específicos y confiables. Además de sus aportes conceptuales, la construcción de las EMIF constituye un legado que va más allá de la propia institución y que pertenece a los logros de la ciencia en México.
[1] Estas notas se basan en Velasco, L. 2021. “Migration, Borders and Identity”, en Xóchitl Bada y Liliana Rivera Sánchez (edits.), The Oxford Handbook of Sociology of Latin America . Oxford University Press, donde se pueden encontrar las referencias a los trabajos citados. En cuanto a los trabajaos citados de Jorge A. Bustamante, se trata de: Bustamante, J. (1989). Frontera México-Estados Unidos: Reflexiones para un marco teórico. Frontera Norte, 1(1), 7–24, y Bustamante, J. (2000). Migración irregular de México a Estados Unidos: Diez años de investigación del Proyecto Cañón Zapata. Frontera Norte, 12(23), 7–49.
[2] CEFNOMEX. Centro de Estudios Fronterizos del Norte de México. En 1986, cambió su nombre a El Colegio de la Frontera Norte.
[3] Los temas fronterizos empezaban a cobrar interés académico a fines de los años setenta, como se puede constatar en la reseña que hace el propio Bustamante (1989:7-24) del Primer Simposio Nacional sobre Estudio Fronterizos, organizado por El Colegio de México y celebrado en Monterrey en 1979. Para entonces (1976) Bustamante había publicado ya Espaldas mojadas: Materia prima para la expansión del capital norteamericano, El Colegio de México, Cuadernos del CES, núm. 9. México, D.F.
[4] El programa de Braceros funcionó de 1942 a 1964 a través de la contratación de trabajadores mexicanos para trabajar en la agricultura, principalmente.
[5] Ver al respecto Alegría (1989) quien demostró que las dinámicas fronterizas respondían más a las respectivas dinámicas nacionales que a las de una región integrada, por lo que dominaba más la asimetría que la interacción regional en la estructuración urbana fronteriza.
[6] Simultáneamente iniciaba la reflexión sobre las consecuencias de la amnistía de 1986 (IRCA) en la migración por reunificación familiar.
[7] Nombre del lugar por donde cruzaba un gran número de personas sin documentos desde la ciudad de Tijuana, donde no existía barda fronteriza en esa época. La realización de entrevistas se extendió hasta 1998 (Bustamante, 2000)
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