Honrar la vida, Mercedes Olivera Bustamante (1934-2022)
Alain Basail Rodríguez*
Mercedes Olivera honró la vida a lo largo de toda su trascendente trayectoria biográfica. Una de sus virtudes fundamentales fue darles siempre la bienvenida a las luchas por la libertad de todas las personas y, en particular, de las mujeres. Su batallar contra las injusticas de cualquier naturaleza y en cualquier parte del mundo fue una manera consecuente de entretejer su propia rebeldía y libertad de acción y pensamiento. Ella abrazó las luchas estudiantiles, de los revolucionarios cubanos, centroamericanos y latinoamericanos. Se comprometió con las causas de los más pobres de la tierra, con quienes su suerte echó en la defensa de sus derechos a la vida y al territorio, de los acasillados, de los indígenas y afrodescendientes y de los zapatistas. Siempre erguida, no calló ni consintió ante los arbitrios de poder alguno y denunció todas las formas de explotación, discriminación y enajenación. Nunca presumió ni se sometió a las pequeñas vanidades intelectuales. Su existencia fue un modo de ser libre luchando por la dignidad y la autonomía de los pueblos indígenas, la liberación y la reexistencia de otras mujeres y otros hombres.
A la celebración durante las horas que siguieron a su muerte concurrieron familiares, vecinas, amigas, colegas, estudiantes, compañeras y colaboradoras de todas partes. Entre las voces desgarradas que honraron su vida y su obra estaban las de mujeres indígenas que viajaron a San Cristóbal de Las Casas desde sus comunidades en Aguacatenango (Venustiano Carranza) y La Grandeza (Amatenango del Valle) para agradecer a la “abuelita” su acompañamiento, su caminar juntas en la defensa de sus derechos a la propiedad de la tierra; doña Chonita, la mayor de todas, agradeció que le permitieran compartir su “palabrita” para despedir a su amiga antes de romper en llanto, justo después de encender su veladora y hablar con ella para darle fuerzas en su viaje. Otras y otros reconocieron a viva voz que sus propias liberaciones y realizaciones personales fueron acompañadas por doña Meche o por Meche desde los años setenta, en algunos casos, cuando colaboraron con la notable investigación que denunció el sistema de acasillamiento en las fincas de Simojovel y Huitiupán en Chiapas.[1] No faltó como testigo una gran estrella de rosas rojas para reconocer que las luchas de hoy asumen reivindicaciones feministas o no son verdaderamente revolucionarias. Tampoco, el recuerdo evocado por Jorge Santiago, fundador de Desarrollo Económico y Social de los Mexicanos Indígenas (DESMI), de cómo Mercedes dejó constancia en su diario de campo de un encuentro con teólogos de la liberación y pueblo creyente sostenido muchos años atrás, y manifestó su sana envidia por la fuerza de la fe que estos compartían. Tras la profunda conmoción de mujeres y hombres sencillos y sinceros emergía el misterioso significado de los vínculos entrañables cultivados con el compromiso político, la calidez humana, la sensibilidad, el respeto especial y la enorme generosidad de Mercedes. Ese misterio de tocar el alma y el corazón de tantas y tan diversas personas es revelador del sentido profundo de ser una buena persona y una intelectual pública cuyos grandes aportes al conocimiento tienen que entenderse imbricados con su propia historia personal, la praxis política y el activismo en amplios movimientos sociales con las mujeres como agentes de procesos libertarios y de transformación en las relaciones sociales.
El legado intelectual de Mercedes Olivera es monumental.[2] Sus aportes teóricos, metodológicos, pedagógicos y sus hallazgos empíricos no pueden deslindarse de su trabajo de base en comunidades y ejidos, de su labor fundacional de espacios para el encuentro, la formación, la defensa y la acción pública de las mujeres como el Centro de Investigación y Acción para la Mujer Latinoamericana (CIAM) en 1989 y el Centro de Derechos de la Mujer de Chiapas (CDMCH) en 2004. Su estilo para plantear y reflexionar sobre las contradicciones entre la militancia, el activismo y la academia, partía de un claro posicionamiento político feminista para distanciarse de la academia desarraigada, de los oportunismos políticos y del utilitarismo de las ciencias sociales. La riqueza de sus reflexiones teóricas e investigaciones se evidenció en su trabajo como etnohistoriadora. Quizá su tesis doctoral, editada bajo el título Pillis y macehuales: las formaciones sociales y los modos de producción de tecali del siglo XII al XVI por la Casa Chata en 1978, es una de sus obras más sólidas y una de sus mayores contribuciones al conocimiento de las características de la sociedad indígena antes de la conquista.[3] Luego, advirtió los caminos que debían tomar la antropología y las ciencias sociales con una metodología feminista para trabajar por la autodeterminación de las mujeres y de los pueblos.
Desde la academia impulsó la construcción de espacios de formación e investigación para encausar otros sentidos críticos dentro de las instituciones como seminarios, cátedras y posgrados enfocados en los estudios de la situación de las mujeres, en el feminismo y en la investigación acción participativa para el cambio. Ocupó puestos académicos y responsabilidades institucionales en la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH), el Instituto Nacional Indigenista (INI), la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), la Universidad Autónoma de Chiapas (UNACH) y, desde el 2005, en el Centro de Estudios Superiores de México y Centroamérica de la Universidad de Ciencias y Artes de Chiapas (CESMECA-UNICACH). Impartió clases, conferencias y talleres en innumerables universidades latinoamericanas y europeas donde fue ampliamente reconocida por sus aportes. Aceptó recibir el doctorado honoris causa por la UNICACH en el año 2012 en nombre de las mujeres campesinas y marginales para continuar la denuncia de sus situaciones de opresión y de las estructuras de las desigualdades e impulsar el reconocimiento institucional de un proyecto de posgrados en estudios e intervención feministas, donde trabajó incansablemente, en equipo, desde antes de su inauguración en 2015. En esa misma ceremonia de investidura resonaron sendos laudatios de Rosalva Aída Hernández, destacada intelectual y antropóloga feminista mexicana, y María Guadalupe García, lideresa de Mamá Maquín (MMQ), la organización de mujeres guatemaltecas refugiadas en Chiapas que posteriormente retornaron a su país con las que amorosamente colaboró Mercedes.[4]
Quien haya convivido o trabajado con Mercedes Olivera sabe de su exigencia, de sus regaños, de sus críticas constructivas, de sus gestos tiernos y duros a la vez, de su empeño porque todos fuéramos mejores, de su alegría de vivir, de reír, de portar huipiles hermosos, de bailar, comer y cocinar. No era difícil tener diferencias con ella, tampoco platicar con naturalidad y encontrar las mediaciones para resolver las cosas. Quienes colaboraron con Mercedes y quienes no, reconocen su implicación sin condiciones, su congruencia política, sus fuertes convicciones, su lealtad y fidelidad, su vocación altruista, su enormidad como maestra, su gran generosidad, su responsabilidad y compromiso con la transformación social desde una perspectiva marxista, un pensamiento crítico de las estructuras de poder y un pensamiento radical ante las causas y raíces estructurales de los malestares y las violencias en nuestras sociedades. Ojalá pudiéramos emular tanta pasión, fuerza y coraje como la de Mercedes Olivera para perseverar y trabajar incansablemente sembrando esperanzas como ella.
Con las primeras luces del alba del 7 de agosto suspiró por última vez Mercedes Olivera, una de las grandes intelectuales públicas de Nuestra/Madre América. Sobrevive un legado de gran relevancia y notoriedad. También, un ejemplo de intelectual orgánica con las luchas feministas y de los pueblos. Trasciende un símbolo de la resistencia al que sus compañeras llaman La Siempreviva. Quien sufriera vejámenes y humillaciones en vida, hostilidades y persecuciones políticas y largas enfermedades, siempre se puso de pie e increíblemente volvió a florecer abrazando su propio dolor y el dolor del mundo. La Siempreviva perdurará porque entendió que para merecer la vida hay que honrarla día a día, de sol a sol, desde abajo y a la izquierda, tanto como vivirla con plenitud y dignidad.
Referencias
* Investigador de Tiempo Completo Titular C del Centro de Estudios Superiores de México y Centroamérica (CESMECA) de la Universidad de Ciencias y Artes de Chiapas (UNICACH).
[1] Un resultado muy relevante del Proyecto Simojovel del Instituto de Investigaciones Antropológicas de la Universidad Nacional Autónoma de México fue: “Sobre la explotación, y opresión de las mujeres acasilladas en Chiapas” [1976]. En Mercedes Olivera, Feminismo popular y revolución. Entre la militancia y la antropología. Antología esencial. Ciudad Autónoma de Buenos Aires: Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO), 2019, pp.205-222. http://biblioteca.clacso.edu.ar/clacso/se/20191205112859/Mercedes-Olivera-Antologia-Esencial.pdf
[2] Ver la mencionada Antología esencial publicada por CLACSO que, por cierto, le entregó a propuesta de los centros miembros de México el Premio CLACSO de Ciencias Sociales a finales de 2018.
[3] Ver la reciente y cuidada edición con un excelente prólogo de Andrés Fábregas Puig: Mercedes Olivera, Pillis y macehuales: las formaciones sociales y los modos de producción de tecali del siglo XII al XVI. Ciudad de México: Juan Pablos Editor / UNICACH-CESMECA, 2020.
[4] En febrero de 2018, Mercedes Olivera hizo pública una carta de renuncia al Doctorado Honoris Causa como muestra de su congruencia ética y política. Ver la Antología mencionada, pp.811-813.
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