Premio a la Trayectoria Académica AMECIP 2020
Sobre el Premio a la Trayectoria Académica AMECIP 2020
Cristina Puga
8 de diciembre de 2020
Agradezco a la Asociación Mexicana de Ciencias Políticas (AMECIP) el otorgamiento de esta distinción. Es un gran honor el recibirla y el hacerlo me proporciona una triple satisfacción.
Triple, porque es la primera vez que el premio se otorga, lo cual agranda mi agradecimiento y mi compromiso; triple, por la buena decisión de la AMECIP de premiar a una mujer en esta primera entrega. Somos aún pocas las politólogas de mi generación aunque, cada vez hay más brillantes e innovadoras politólogas jóvenes. Pero, por lo mismo, mi tercer motivo de satisfacción es que fueron colegas de disciplina y profesión quienes me propusieron y votaron por mí a pesar de que con seguridad había otras politólogas con merecimientos semejantes o mayores. Les agradezco el haberme proporcionado esta agradable sorpresa y darme la oportunidad de platicar con ustedes esta mañana así sea brevemente.
Quisiera pensar que más allá de trabajos publicados o distinciones adquiridas, una parte importante del reconocimiento a mi trayectoria tiene que ver con la formación de científicos sociales en general y de politólogos en particular. Con variantes de responsabilidad académica y administrativa, esa ha sido mi labor principal a lo largo de más de cuarenta años y hoy puedo presumir de muchos excelentes académicos, funcionarios, políticos y dirigentes de instituciones diversas que fueron mis alumnos y que, en muchas ocasiones, siguen contándose entre mis mejores amigos. Uno de los placeres de la docencia es advertir que rinde frutos a mediano y largo plazo y que aquél estudiante que se distinguió en mis clases de sistema político mexicano, que hizo una tesis original, que conocí en el Consejo Técnico de la Facultad, en el seminario de posgrado sobre acción colectiva, o en el arduo trabajo de la tesis de doctorado, hoy coordina una investigación, dirige un área académica o incluso es rector en una universidad del país; a lo mejor es Presidente Municipal, diputado, senador o subsecretario, articulista en algún periódico o en un blog de amplia difusión, autor de un libro bien reseñado. Esa, para mi, es la primera aportación que los académicos hacemos al país: la formación de nuevos cuadros bien preparados, con valores de integridad, de respeto por la verdad y, para el caso de la ciencia política, defensores de la democracia y constructores de una sociedad mejor.
Aunque soy maestra y doctora en ciencia política mis temas se han inclinado hacia la sociología política –más centrada en actores y procesos que en instituciones y luchas por el poder. Organización empresarial, sociedad civil, asociacionismo, todos ligados al tema de la participación. A partir de ellos he participado en numerosos grupos de trabajo en donde he consolidado redes de colaboración, discusión inteligente y amistad duradera. Formo actualmente parte de un proyecto de investigación que analiza las formas de gobernanza producidas en algunas ciudades yucatecas a consecuencia del COVID. Este proyecto implica un esfuerzo para analizar cambios sociales y políticos en el momento mismo en que ocurren, como producto de la acción coordinada de gobiernos locales y actores de la sociedad civil . El proyecto ha servido al mismo tiempo, para comprobar la fortaleza de aquellas acciones y políticas públicas (aún muy pocas en nuestro país) en cuya planeación y puesta en práctica interviene directamente la sociedad a través de procesos participativos en los que se toma en cuenta el conocimiento y experiencia de los distintos actores. La colaboración real entre gobierno y sociedad civil es el núcleo de los procesos de gobernanza.
Paralelamente, en los últimos quince o veinte años años, he estudiado el desarrollo y consolidación en el país de las ciencias sociales. Ha sido mi preocupación la defensa del estatus científico de nuestras disciplinas cuya búsqueda de conocimiento siempre ha estado jaloneada por las ideologías y las demandas sociales perentorias. Hoy más que nunca, las ciencias sociales en general y la ciencia política en particular, tienen enfrente, además de muchos otros pendientes, la difícil tarea de defender el avance de la democracia en nuestro país con el significado amplio de libertad de expresión, participación ciudadana, crítica al ejercicio del poder, tolerancia, deliberación y búsqueda de consensos. Más allá de etiquetas definitorias –populismo, neoliberalismo, autoritarismo– o de dicotomías fáciles (amigo-enemigo; aliado-adversario) que eliminan de un plumazo la discusión y el análisis, la ciencia política busca, y este congreso es ejemplo de ello, una reflexión basada en el diálogo, en la búsqueda objetiva de datos, en la sistematización de la información relevante y en la aplicación de conceptos explicativos, para avanzar en la identificación de los procesos y proponer caminos novedosos y rectificaciones oportunas.
En esta línea de las Ciencias Sociales, participo en otro ambicioso proyecto sobre las modalidades y consecuencias de la ciencia social aplicada, lo cual remite a las formas de producir conocimiento, a la importancia de las organizaciones académicas, al financiamiento de los proyectos, al concepto de “utilidad” cuando se refiere a la ciencia. Todo lo cual es materia de polémicas interesantes y ha dado lugar a enfoques diversos acerca no sólo de la ciencia social, sino de las ciencias en general. Al igual que en el caso anterior, el tema tiene actualidad primero porque hay una demanda social y gubernamental de investigación útil –término controversial acerca del cual insisto en que la mayor utilidad de la producción de conocimiento es su transmisión a las siguientes generaciones– y porque además estamos en vísperas de la aprobación de una Ley que regirá el trabajo científico por los próximos 10 o 20 años.
En efecto, de acuerdo con las reformas al articulo 3º constitucional, antes de fin de año deberíamos contar con una nueva Ley de Ciencia y Tecnología que, sin embargo, no ha sido ni siquiera presentada al Legislativo para su revisión y sobre la cual los científicos –los duros, los sociales, ustedes o yo-– no hemos dicho aún nada.
Una rama nueva y prometedora de la ciencia política recién expuesta por Michael Saward en el VII Congreso Nacional de Ciencias Sociales hace un mes (https://www.youtube.com/watch?v=1Pkxbb66ecc) es la del diseño institucional, fundado en una concepción flexible e innovadora de la democracia. Este es uno de esos espacios en los que el diseño puede ponerse a prueba. Los invito a informarse sobre la ley (la nueva no existe así que hay que revisar tanto la anterior como los proyectos elaborados por otros grupos que ya circulan en el medio ) y a pensar, desde la ciencia política, en cual puede ser el mejor diseño para garantizar un escenario científico que sea democrático, creativo, participativo, inclusivo geográfica y sectorialmente y que dé garantías a la producción de conocimiento y a su utilización en beneficio de la sociedad.
Ya les robé mucho tiempo. Agradezco nuevamente este premio que inyecta nuevo carburante a mi trayectoria académica y les deseo un muy feliz y provechoso congreso.
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