La vigencia del Instituto de Investigaciones Sociales a 90 años de su creación
Palabras del Dr. Miguel Armando López Leyva,
director de Instituto de Investigaciones Sociales de la UNAM,
con motivo del 90 aniversario de su creación.
La vigencia del Instituto de Investigaciones Sociales a 90 años de su creación
Dr. Enrique Graue Wiechers, Rector de la Universidad Nacional Autónoma de México.
Dr. Pablo González Casanova, Investigador Emérito de este Instituto y Exrector de la UNAM.
Dra. Guadalupe Valencia García, Coordinadora de Humanidades de la UNAM.
Miembros de la H. Junta de Gobierno.
Directores y directoras del Subsistema de Humanidades.
Comunidad del Instituto: personal académico y de base.
El Instituto de Investigaciones Sociales fue creado el 11 de abril de 1930. En la exposición de motivos que le dio vida, se planteó la “creación de un centro de verdadera investigación científica” de los grandes asuntos y problemas sociales del país. Esta ha sido su vocación desde el principio, que se corresponde plenamente con uno de los propósitos de la propia Universidad, establecido en su Ley Orgánica: “organizar y realizar investigaciones, principalmente acerca de las condiciones y problemas nacionales”.
Desde su origen, la preocupación por realizar investigaciones que tuvieran impacto en las condiciones de la vida social fue fundamental. Era necesario saber con certeza de donde venían “nuestros males”, “investigar las condiciones de ciertos aspectos obscuros o complicados de nuestra vida social”, tal como se formula en sus “Bases constitutivas”; pero además de eso, de “investigar hechos y recopilar observaciones y datos sobre ellos”, se imponía la tarea de derivar de esos trabajos de investigación “afirmaciones que postulen medios para corregir condiciones desventajosas, atrasadas, injustas, inconvenientes”. El “estudio científico de la realidad social mexicana” pierde sentido sin el “afán de mejorar la vida humana”, sin elevar “las formas de vida económica y cultural de las masas”.
Como primer Instituto creado después de que la Universidad obtuviera su autonomía, el 22 de mayo de 1929, no podía organizarse sin hacer eco de ese atributo para ubicarse a la par de las escuelas y facultades existentes. Lo característico de su perfil fue el sentido abarcador de los estudios que se proponía hacer, reflejado en su división organizativa interna mediante ponencias: Instituciones sociales, Población, Instituciones económicas, e Instituciones jurídicas y políticas. Lo “social” de su carácter primigenio se abría hacia un conjunto de “cortes” que era posible hacer de un problema de esa índole, cortes que responden a campos disciplinarios específicos, tal como los veríamos hoy: sociología, demografía, economía, ciencias jurídicas (o derecho) y ciencias políticas.
La vocación multidisciplinaria del Instituto, se aprecia, está desde su concepción; con el paso de los años prácticamente cada una de estas disciplinas cobraría forma en otros institutos especializados dentro de la UNAM. Sin embargo, dicha vocación no se ha perdido, sino que ha venido mutando; de ser una institución que sumaba distintas lentes de observación que conformaban la visión de la cuestión “social”, hoy trabaja priorizando la interdisciplina, comunicándose con otras entidades dentro de la propia UNAM e instituciones de educación superior, y estableciendo redes de colaboración académica a nivel nacional e internacional. La interdisciplina es necesaria para lograr un mejor conocimiento de los fenómenos del país y del mundo.
La diversidad temática a la que se ha abocado nuestra entidad ha estado presente en su desarrollo durante estas nueve décadas. Si el primer objeto de estudio declarado en 1930 fue el ejido, bajo la conciencia de que era necesario conocer “el resultado que hasta hoy se ha alcanzado en la obra ejidal”, como se decía en 1930, en este 2020 los temas de relevancia que están en la agenda de investigación del Instituto apuntan en varias direcciones, lo que revela la complejidad del campo de lo “social”: gobernanza y políticas públicas, desigualdades, cambio tecnológico y sociedad global, ilegalidades, espacio social y sustentabilidad. En lo particular, dos de estos temas, desigualdades y sustentabilidad, han estado en el foco de atención reciente de esfuerzos mundiales por comprenderlos, atenderlos y formular políticas públicas para mitigar sus indeseables efectos.
El desarrollo del Instituto puede mirarse, además, en las coyunturas de las que ha sido testigo en el país, la región latinoamericana y el mundo, y a las que ha respondido investigando. A través de sus publicaciones, las de sus investigadores, así como de la Revista Mexicana de Sociología en el transcurso de sus 81 años de vida, uno de nuestros mayores orgullos, esta entidad académica ha invertido esfuerzos en explicar un proceso tan dramático como significativo como el movimiento estudiantil de 1968, que tocaba las fibras más sensibles de la autonomía universitaria; en analizar la génesis y desarrollo de los partidos políticos, en especial del hegemónico, que gobernó este país durante siete décadas; en reflexionar sobre el rostro de las dictaduras latinoamericanas de los años setenta, cuya caída progresiva dio pie al estudio de los procesos de democratización en los años noventa. Ejemplos ilustrativos de la riqueza de fenómenos que nos ha tocado observar, examinar, discutir y comprender.
El Instituto ha cambiado no sólo en sus énfasis temáticos, abordados desde el rigor de las varias disciplinas que en él convergen y de las preocupaciones metodológicas que ahí se reflejan, y en la diversidad de coyunturas de las que se ha hecho eco indagando con acuciosidad. Como organización académica plural, en la que conviven distintas voces y expresiones del mundo académico, ha cambiado en su forma institucional, en sus prácticas y normas que lo rigen, siempre de la mano de las orientaciones generales que la Universidad nos marca. La vida colegiada es uno de los rasgos característicos de esas orientaciones que ayudan a encauzar la pluralidad y a resolver diferendos con un sentido de imparcialidad. La consulta a la comunidad académica se ha convertido en una condición indispensable en estos días para que la toma de decisiones transcurra con la legitimidad necesaria para que surta efectos benéficos. Y, desde luego, la mayor transparencia posible en los asuntos que conciernen a todos y todas es requisito inescapable para el desarrollo institucional.
Estas transformaciones presentan a la sociedad a un Instituto maduro, con una trayectoria en la que se vinculan las tradiciones de la sociología en sus diversas ramas con los nuevos abordajes de la realidad que dialogan con otras disciplinas de las ciencias sociales. He aquí una de sus mayores fortalezas: contemporizar lo existente con lo novedoso, lo que fuimos y lo que queremos ser. Solo de esa combinación surge lo que somos, nuestra identidad, nuestro anclaje en la vida académica, nuestro sentido de pertenencia. Justo por ello es que resulta de extraordinaria relevancia lograr un acoplamiento adecuado entre las nuevas generaciones de investigadores y las anteriores, que siguen siendo mayoría en el Instituto, que lo han forjado y a las que hay que reconocerles su papel en esta historia de 90 años.
La celebración por nuestro aniversario nos obliga, además de hablar de lo que hemos sido, a preguntarnos por el futuro, por los desafíos que se avizoran. Es claro que nos corresponde reflexionar con mayor ahínco en el papel del conocimiento que producimos. En estos tiempos que parecen más inciertos que nunca, las ciencias sociales se enfrentan a tensiones, de distintas procedencias, que pretenden cuestionar el papel que desempeñan en la sociedad. No deja de resultar paradójico que hoy que se hace más necesaria que nunca su intervención para evaluar causas, efectos y significados de los fenómenos y procesos que experimentamos, existan tendencias que parecen restarle importancia. Esto se ha hecho visible en esta época en la cual la pandemia ha alterado nuestros modos de vida y rutinas laborales. Justo en este punto se encuentra un segundo desafío: adaptarnos o ajustarnos en nuestras formas de trabajo y colaboración académicas, en nuestras formas de interactuar en los distintos niveles en los que participamos como universitarios (investigadores, docentes, difusores) y en los temas y líneas de investigación que cultivamos. Cada colega podrá seguir indagando y escribiendo con plena libertad acerca de lo que es su interés académico, pero a nadie le pasará desapercibido que las circunstancias en adelante deberán ser vistas con otros ojos después de la pandemia.
Un desafío adicional, que va más allá de nuestras fronteras académicas pero que nos implica, se encuentra en promover la articulación de las agendas de investigación de las entidades y centros que nos dedicamos a las ciencias sociales, como una manera de proyectar nuestras fortalezas y desarrollar nuestros potenciales. Las ciencias sociales siguen teniendo mucho que decir y aportar, pero su voz se disipará si no privilegiamos nuestros puntos en común. El número especial de la Revista Mexicana de Sociología, que presentaremos como parte de nuestros festejos, apunta en esa dirección: reconocer que somos distintos por origen, trayectoria, formatos organizativos, desarrollo institucional y personal académico, y que la investigación se desarrolla a través de distintos énfasis temáticos y enfoques metodológicos. A pesar de esta diversidad, entre las agendas hay puntos de convergencia que abren espacios de colaboración y diálogo, y nos pueden dar mayor presencia en la esfera pública.
El Instituto es, pues, reflejo de la historia, de la propia y de la de su entorno, y es fiel a los objetivos con los que la Universidad lo creó. Justo sobre el papel de la investigación científica en la UNAM Lucio Mendieta y Núñez escribió lo siguiente: “La misión de la Universidad, en este aspecto de sus funciones, consiste precisamente en cultivar y madurar sus propios frutos y sembrar la semilla del saber, de la ciencia y de la cultura en su propia sementera”. A 90 años de creado, el Instituto refrenda su compromiso con el conocimiento científico de primer nivel y, desde luego, con la Universidad de la Nación.
Muchas gracias.
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