CONSEJO MEXICANO DE CIENCIAS SOCIALES

Cecilia Menjívar, la influyente socióloga que ha salvado vidas

Leisy J. Abrego*
Viernes, 10 de julio de 2020

[Texto tomado de El Faro]

La prolongada presencia de niñas salvadoreñas en las jaulas administradas por “la migra” estadounidense subraya la necesidad de contar con el importante trabajo de la socióloga Cecilia Menjívar y dimensionar su más reciente éxito profesional: su elección como presidenta de la Asociación Estadounidense de Sociología. La académica ha demostrado que la calidad del trabajo, la valentía y la persistencia logran superar los obstáculos que impone una sociedad que valora tan poco a la mujer latina y que tolera la prisión para nuestras niñas inocentes. Para celebrar la elección de esta destacada representante de nuestra intelectualidad, El Faro Académico, apartándose de su formato habitual, ha solicitado a otra destacada compatriota, la profesora Leisy Abrego, de la Universidad de California en Los Ángeles (UCLA), que explique la naturaleza de las contribuciones de la doctora Menjívar.

La Asociación Estadounidense de Sociología (ASA por sus siglas en inglés) eligió el pasado 1 de junio a la socióloga y catedrática salvadoreña Cecilia Menjívar como presidenta. En el pasado, esta importante asociación de 11 000 miembros ya había reconocido la excelencia del trabajo de la doctora Menjívar, premiando sus libros y artículos de investigación, y su liderazgo y servicio.

Cecilia Menjívar es una profesional extraordinariamente productiva. Su pensamiento claro ha producido un corpus de trabajo que reorienta su campo de estudio y tiene un impacto profundo en la sociedad. Sus hallazgos y teorías la colocan en la vanguardia de la investigación sobre temas como las prácticas y utilidad de las redes sociales entre migrantes, el fenómeno de la migración, y temas de género y violencia.

Cuando publicó su primer libro Fragmented Ties: Salvadoran Immigrant Networks in America (2000), los sociólogos hablaban sobre las redes sociales como el factor que mejor explicaba el ascenso social de ciertos grupos étnicos. Ella mostró las limitaciones de esta teoría. Su estudio de los salvadoreños recién llegados a San Francisco demostró que el estatus legal y el género de los migrantes son factores más poderosos que las redes sociales para determinan el acceso a recursos. Es decir, que las redes benefician a migrantes cuando sus contactos tienen papeles legales y capital, pero en el caso de salvadoreños sin papeles y sin capital, las redes sociales son menos útiles y más complicadas.

Fragmented Ties recibió varios premios importantes, incluyendo el reconocimiento de la revista Contemporary Sociology en 2017 como uno de los 12 libros más influyentes sobre la familia en los últimos quince años.

El libro abrió las puertas a una nueva línea de investigación que examinó de manera más crítica el papel de las redes sociales entre los inmigrantes pobres, racializados e indocumentados. Fue particularmente influyente al proponer un nuevo enfoque que establece el estatus legal como un marcador central de estratificación entre migrantes. Esta línea de investigación ha resultado particularmente fructífera para la doctora Menjívar en las últimas dos décadas. Ella usa el concepto de “legalidad liminal” para captar las experiencias de personas con Estatus Protegido Temporal (TPS por sus siglas en inglés). Otros autores citan frecuentemente este concepto, que ha sido el punto de partida para nuevos subcampos de estudio.

Además, ha escrito extensamente sobre la violencia. Su trabajo empírico sobreCentroamérica y los y las centroamericanas en Estados Unidos le ha permitido desarrollar una definición amplia de la violencia. En su segundo libro, Eterna Violencia: Vidas de las mujeres ladinas en Guatemala, publicado en Guatemala por Ediciones del Pensativo y FLACSO-Guatemala en el 2014, Menjívar define su visión integral de la violencia:

Aunque los vínculos causales directos entre las causas de la violencia y el sufrimiento son difíciles de establecer, especialmente cuando se trata de formas de violencia que no siempre se reconocen como tales, el hecho de vivir en un contexto en el cual se conjugan múltiples formas de violencia que moldean las vidas de las mujeres en el oriente de Guatemala, tiene efectos palpables. Utilizaré como ejemplo un fragmento de lo que narró una de mis entrevistadas para ilustrar este punto. Hortencia tenía treinta y cuatro años cuando la conocí, nunca había ido a la escuela pero había aprendido a leer y a escribir en un programa de alfabetización para adultos, se ganaba la vida vendiendo comida en la calle, era viuda y madre de cinco hijos (uno había muerto durante la infancia). Pagaba Q50 (unos US$10 en 1995) al mes por el alquiler mensual de una pequeña casa de adobe, más la luz. Su pequeña vivienda, de techo bajo, tenía pocos muebles: dos camas, un pequeño armario, una silla y una mesa en el cuarto principal. Hortencia quería contar cómo había logrado amueblar su casa:

Hubo un tiempo en que ni siquiera tenía cama pero gracias a Dios, las cosas que tengo aquí se las debo a los Bomberos Voluntarios. Hace un año, hicieron una rifa y mi hijo pequeño quería comprar un boleto. Acababa de vender Q2 de tostadas en el parque y le dije que era todo lo que tenía. Él quería, cómo quería comprar el boleto, así que le dije, está bien, andá y colaborá con los bomberos. Imagine mi sorpresa cuando anunciaron que mi niño había ganado el premio mayor. ¡Era una refrigeradora! Creí que era una broma y hasta lloré. Le pregunté a mi vecina y me dijo que había oído la noticia en el radio, así que era cierto. ¡En ese entonces vivía en una casa que no tenía agua (potable) ni luz y mi niño se había ganado una refrigeradora! Cuando fuí a recibir el premio estaba temblando; ni siquiera podía caminar. Así que mi prima tuvo que acompañarme. Fueron tan amables que hasta me la llevaron a la casa. Hasta tomaron fotos. Me dijeron: “mire señora, si necesita comprar otras cosas venda la refrigeradora y compre lo que le haga falta. Aquí están todos los papeles de la refri”. Así que vendí la refrigeradora. Compré la cama, el armario, la televisión. Quería comprarle una televisión a mis hijos porque antes veían las caricaturas desde las ventanas de la gente, y a veces la gente les decía que se fueran, usted sabe cómo la gente se porta con los patojos pobres; los tratan peor que si fueran animales. Ahora en esta casa pueden ver la televisión cuando quieran y ahora tengo un armario para guardar la ropa.

Las palabras de Hortencia no contienen ninguna referencia a la violencia directa o al daño físico ocasionado por una bala, por ejemplo, pero capturan la violencia multifacética que se manifiesta mediante la pobreza y la falta de acceso a salarios decentes y a servicios sociales, así como el maltrato y las humillaciones que los pobres deben sufrir y que forman parte de las experiencias cotidianas de las mujeres ladinas que llegué a conocer en oriente. La violencia expresada en las palabras de Hortencia se entrelaza con manifestaciones más directas de violencia, como aquéllas que se infligen mediante insultos y en ocasiones, mediante la agresión física. Descubrí que la historia de Hortencia no era inusual.

Un punto clave en mi análisis es el hecho de que las diferentes manifestaciones de violencia se construyen mutuamente. Por lo tanto, las injusticias que engendra un régimen despótico y que se manifiestan mediante un conflicto político abierto, también se manifiestan en los microprocesos de la vida, además de vincularse con la violencia estructural que existe y que da lugar a profundas inequidades en el acceso a trabajos bien remunerados y servicios sociales. Al mismo tiempo, estas inequidades alimentan y moldean diferentes expresiones de la vida cotidiana y formas simbólicas de violencia, que incluyen la exclusión social, la humillación, el desprecio, la pérdida de la autoestima, y el maltrato, las cuales constituyen los marcos simbólicos que rigen las acciones de las personas y les permiten interpretar el mundo que los rodea. Estas formas de violencia se unen a la violencia de género para crear un contexto que causa, y también normaliza, el sufrimiento en las vidas de las mujeres. Es en este contexto de “violencia social” (Kleinman 2000: 226) que los asesinatos de mujeres, el fenómeno llamado feminicidio, puede ocurrir.

Su definición de violencia fue fundamental en nuestra publicación en 2012, “Violencia legal: La ley de inmigración y las vidas de los inmigrantes centroamericanos,” en la Revista Estadounidense de Sociología (AJS por sus siglas en inglés). En ese artículo, sostenemos que las políticas de inmigración de los Estados Unidos tienen consecuencias profundamente dañinas en áreas clave de la vida de los inmigrantes, desde el momento en que salen de sus países.

El caso centroamericano nos da un punto de partida fructífero para examinar cómo el contexto legal de la recepción vulnerabiliza a los inmigrantes contemporáneos. Los inmigrantes guatemaltecos, hondureños y salvadoreños tienen múltiples estados legales resultantes de una serie de decisiones de política exterior e inmigración de los EE. UU. Esto pone de relieve las consecuencias de leyes específicas sobre grupos e individuos. Basando nuestro análisis en las experiencias de los inmigrantes, usamos una lente teórica que hace visibles diferentes formas de violencia inherentes a la implementación de la ley, particularmente cuando estas se normalizan y aceptan. Al igual que los centroamericanos, muchos inmigrantes en los Estados Unidos y en otros países receptores importantes en todo el mundo enfrentan situaciones similares.

[…]Las categorías de inmigración en las que se clasifican los inmigrantes contemporáneos han creado la posibilidad de una expansión dramática de la «ilegalidad» que observamos, categorías que determinan los derechos de los inmigrantes, su posición en la sociedad, y también su trato.  Más aún, estigmatizados por etiquetas erradas, los inmigrantes frecuentemente internalizan su estatus, aceptan estas condiciones como normales y pueden llegar a sentir que son merecedores de maltrato. Nuestro argumento, entonces, no es simplemente que los inmigrantes son un grupo especialmente vulnerable o que las leyes actuales privan de derechos a los inmigrantes contemporáneos. Este punto ya ha sido examinado y discutido efectivamente por otros autores. Nuestro argumento es que los inmigrantes en estados legales débiles experimentan como una forma de violencia el sistema multifacético de las leyes de inmigración y su implementación con el apoyo de una vasta infraestructura tecnológica y burocracia estatal. Esto se debe al desdibujamiento de las fronteras entre las leyes de inmigración y el derecho penal lo que conduce a una exclusión progresiva de los inmigrantes de espacios e instituciones sociales «normales». Esta transformación tiene consecuencias inmediatas y de largo plazo que, acumulativamente, pueden contribuir a frustrar su incorporación a la sociedad de acogida.

Ya citado por cientos de investigadores, el concepto de violencia legal obliga a que las nuevas investigaciones consideren las desigualdades estructurales y simbólicas que se legitiman a través del sistema legal.

Cecilia Menjívar ha sido ampliamente reconocida como una de las académicas de inmigración más influyentes de nuestros tiempos, así como una de las pioneras más notables del campo interdisciplinario de los estudios centroamericanos. Entre las distinciones que ha recibido se encuentra su nombramiento como profesora distinguida Dorothy L. Meier del departamento de sociología de la Universidad de California, Los Ángeles (UCLA), donde ejerce como catedrática. Ha ganado decenas de premios, incluyendo los prestigiosos premios Carnegie y Guggenheim por su trabajo longitudinal con migrantes en el estado de Arizona.

Fuera de la academia, su investigación también tiene una gran incidencia. Ha trabajado con numerosos abogados para proporcionar testimonio experto pro bono en nombre de innumerables inmigrantes y solicitantes de asilo. Cuando el presidente Obama aceleró la deportación de migrantes centroamericanos, ella trabajó con grupos de abogados y utilizó su conocimiento sociológico para educar a miembros de la comunidad legal en todo el país, ayudando en el proceso a informar estrategias legales y de defensa para abordar la crisis. Así logró informar el cambio en prácticas de asilo.

Antes, las mujeres sobrevivientes de violencia doméstica no calificaban para la condición de refugiadas o asiladas porque no se les consideraba parte de lo que el lenguaje legal estadounidense se denomina “clase social especial” que amerita protección legal. Sin embargo, los argumentos de Menjívar, basados ​​en su propia investigación con migrantes centroamericanas en los Estados Unidos y con mujeres en Guatemala, El Salvador y Honduras, han llevado a clasificarlas como “clase especial”, lo que les permite solicitar asilo y obtenerlo.

No es una exageración, entonces, decir que su trabajo ha salvado vidas.

Sus publicaciones más recientes detallan cómo a pesar de que en El Salvador, Guatemala y Honduras existen leyes que protegen a las mujeres en contra de la violencia de género, simplemente no funcionan y no reducen los casos de violencia. De esta manera su trabajo continúa abriendo posibilidades de asilo para más mujeres que huyen sus países en busca de seguridad en el exterior.

El hecho de que sea reconocida nacionalmente en Estados Unidos es un logro tanto para ella, como para el largo camino hacia la justicia para las comunidades centroamericanas.

*Leisy J. Abrego es profesora y directora del programa Chicana/o and Central American Studies en la Universidad de California en Los Ángeles (UCLA).

[Texto tomado de El Faro]

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