En la calle no hay cuarentena
En la calle no hay cuarentena.
Lecciones de la pandemia que visibilizó
a las personas en situación de calle
Alí Ruiz Coronel
Redacto este texto en el gerundio de la cuarentena mientras un nuevo virus escribe la historia de la humanidad en presente progresivo. El virus está aquí, ahora, infectando lo cotidiano. De ahí la pertinencia del reto que nos impone esta urgencia analítica, explicativa y propositiva pues, como admitió Ferdinand Braudel, “La ciencia social casi tiene horror del acontecimiento. No sin razón: el tiempo corto es la más caprichosa, la más engañosa de las duraciones […] El acontecimiento es explosivo, tonante. Echa tanto humo que llena la conciencia de los contemporáneos” (1970: 66 y 64).
Imposibilitado a la experimentación en condiciones artificiales, el científico social requiere de la larga duración para encontrar patrones, comprobar hipótesis y disecar retrospectivamente procesos consumados. Aspira también a poder así distanciar su subjetividad de lo estudiado. Solo considerando los ciclos que anidan en la larga duración, le es posible abordar problemas como la progresión demográfica, el crecimiento económico, una revolución o el impacto de una pandemia. Por eso no es fácil para los científicos sociales responder, desde la coyuntura del acontecimiento, las preguntas que inspiran estas reflexiones: ¿qué está pasando?, ¿qué sigue?, ¿qué debemos hacer?
En nuestra vivencia de la pandemia colisionan la corta y la larga duración: experimentamos la vivacidad del acontecimiento y presentimos su trascendencia histórica sin poder aún corroborarla. De entre las ciencias sociales, es la antropología la que más hábilmente transita entre ambas temporalidades. Dos de sus disciplinas, la arqueología y la antropología física, florecen en la larga duración; las otras dos, la lingüística y la etnología, en la corta duración. Así, intrínsecamente, la antropología asume la dialéctica del tiempo social: la complementariedad y oposición entre la vertiginosidad del acontecimiento y la regularidad en los periodos de largo aliento.
El método de investigación característico de la antropología, la etnografía (Hammersley y Atkinson, 1994), supone que los acontecimientos observables están repletos de significaciones y relaciones que traslucen las realidades subyacentes en la larga duración y le dan continuidad, por eso son la materia prima de sus investigaciones. Sin duda, la pandemia es un acontecimiento histórico y, por ello, exhibe las marcas de la pluralidad del tiempo social: la novedad del acontecimiento y la recursividad de los procesos de larga duración que componen el tiempo de la estructura social. Es una especie de fluoroscopía1 social en la que la súbita intrusión de un agente ilumina tanto la estructura como la dinámica social y abre la posibilidad de diagnóstico y de cambio.
Ya el antropólogo Max Gluckman (2012) describió abundantemente el potencial que tienen los acontecimientos, y particularmente los acontecimientos de conflicto, para develar las facciones ocultas de las estructuras sociales. Es en esas situaciones de riesgo y tensión donde se ponen en evidencia sus fracturas internas, sus divergencias y debilidades. Pero también sus fortalezas, su capacidad de recomposición y de adaptación. Más que las causas del conflicto, la interpretación que los actores hacen de él y, sobre todo, las estrategias que consideran adecuadas para resolverlo, ponen a la vista del investigador todo el engranaje de la maquinaria social y cultural en acción. El conflicto es el motor del cambio y, por tanto, la sustancia de la dinámica social. El conflicto es posibilidad.
Es por eso que el método del análisis situacional ideado por Gluckman nos parece tan adecuado para abordar la situación de conflicto, de crisis, impuesta por la pandemia. Enfocado no en el equilibrio, sino en el conflicto, no en el tiempo perenne de la estructura, sino en su proceso dinámico, centrado no en el individuo ni en la sociedad, sino en su interrelación, este método reconoce la complejidad social y propone a la situación social como una unidad que permite restringir la complejidad a un campo analizable etnográficamente por el antropólogo. De acuerdo con esta perspectiva, el estudio etnográfico de la situación de calle, en el contexto de la pandemia, podría llevar por el camino inductivo al estudio antropológico de la sociedad, de la que forma parte, y evidenciar las cuadraturas macroestructurales en las que anida. Esto es lo que se pretende hacer en las páginas siguientes.
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