Bienvenida por la Dra. Cristina Puga
Miembros del presídium
Asistentes al II Congreso Nacional de Ciencias Sociales
Muy buenas tardes a todos
Ésta es sin duda una celebración de las ciencias sociales. Una fiesta que reúne a profesores, investigadores y estudiantes de posgrado de al menos 70 instituciones del país –y algunas de Latinoamérica – para reflexionar, debatir y compartir avances de investigación sobre cuestiones fundamentales para la comprensión del quehacer propio de las ciencias sociales y de una realidad nacional que atraviesa por una situación particularmente crítica.
Es una celebración porque no se había llevado a cabo un congreso de Ciencias Sociales desde 1999 –y el mismo se dio en una coyuntura particularmente difícil para la academia en la Ciudad de México- porque era ésta una reunión muy deseada por quienes nos dedicamos a éstas disciplinas y porque la iniciativa permite el encuentro de antropólogos, economistas, sociólogos, politólogos, geógrafos, educadores, comunicólogos, administradores públicos y otros profesionales y académicos de las numerosas combinaciones interdisciplinarias en las que hoy confluyen las ciencias sociales, para intercambiar experiencias y nuevo conocimiento y tal vez, así lo esperamos, explorar las posibilidades de trabajo conjunto y de creación de redes que potencien la calidad y pertinencia de su trabajo. Debo decirles que, para mi sorpresa, no es este el segundo congreso en la historia del país. En los años cuarentas, la Sociedad Mexicana de Geografía y estadística organizó dos congresos de ciencias sociales, el segundo de los cuales, organizado conjuntamente con la UNAM, cayó bajo la responsabilidad directa de Don Jesús Silva Hérzog. Lo inauguró, en el Anfiteatro Simón Bolívar de la Escuela Nacional preparatoria el Presidente de la República, Manuel Avila Camacho y entre otros ponentes estuvieron Felix M.Palavicini , Martín Luis Guzmán y Emilio Portes Gil, (un ingeniero fundador del Universal, un escritor ilustre y un expresidente de la república) lo cual sugiere que el término de ciencias sociales era laxo y generoso y nos recuerda que nuestras disciplinas estaban apenas en un periodo de despegue.
A diferencia de aquellos, el presente congreso encuentra unas ciencias sociales en franco proceso de consolidación académica e institucional. La reunión que hoy se inicia da testimonio de una comunidad sociológica –digo sociológica en el más amplio sentido de la palabra- renovada y vigorosa. Una comunidad que ha expandido sus alcances tanto en la formación como en la investigación con la multiplicación de escuelas, facultades, institutos y centros de investigación en todo el país. Comecso se fundó en 1977 con un total de diez instituciones (La lista completa de 10 centros y tres académicos invitados incluía a Víctor Urquidi, director del Colegio de México,Rodolfo Stavenhagen (Centro de Estudios Sociológicos, El Colegio de México-el representante activo era José Luis Reyna), Antonio Delhumeau, (Centro de Estudios Políticos, Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, UNAM) Julio Labastida Martín del Campo (Instituto Investigaciones Sociales, UNAM) Enrique Florescano ( Dirección de Estudios Históricos del INAH), Claude Heller (Departamento de Sociología, Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Azcapotzalco) Adolfo Mir (Departamento de Sociología de la Unidad Iztapalapa de la Universidad Autónoma Metropolitana) Francisco Paoli Bolio (Departamento de Sociología y Ciencias Político-Administrativas, Universidad Iberoamericana) Jesús Arroyo Alejandre (Universidad Autónoma de Guadalajara) Pablo González Casanova, a título personal, Guillermo Bonfil Batalla, a título personal y Raúl Benitez Zenteno, a título personal. El primer Secretario Ejecutivo de la asociación fue Víctor Manuel Durand Ponte.) Hoy cuenta con 62 centros, institutos o facultades de ciencias sociales asociados, pero la cantidad de las escuelas y programas relacionados con las ciencias sociales, rebasa los 250 en el país. Es la nuestra una comunidad sociológica que en la última década ha revisado, reformulado y actualizado los planes de estudio de sus programas de licenciatura, que ha aumentado considerablemente sus posgrados y los ha llevado a estándares competitivos. Conacyt registra 130 posgrados de calidad en Ciencias Sociales, de los cuales 78 son catalogados como “consolidados” y 20 “ de competencia internacional”. Una comunidad que aumentó su participación en el Sistema Nacional de Investigadores de a 340 en el año 2000 a 2187 en 2008: un crecimiento del 543 por ciento en ocho años.
Una comunidad que ha replanteado sus métodos de investigación para dar paso a un mayor eclecticismo en el análisis, a una creciente interdisciplinariedad y a estudios más sólidos, más sustentados en elementos empíricos y en nuevos desarrollos teóricos. Todo lo cual se manifiesta en la masiva cantidad de ponencias de calidad que se registraron en la convocatoria a este congreso.
En paralelo con las transformaciones de carácter académico a las que he hecho referencia, en el país se han suscitado cambios políticos y sociales que han revalorado la importancia profesional de las ciencias sociales. Nuestros egresados encuentran hoy nuevos espacios de trabajo en los gobiernos municipales, las comisiones electorales de los estados, los centros de desarrollo infantil y de readaptación juvenil; las organizaciones no gubernamentales, los partidos políticos, los noticiarios radiofónicos y las revistas especializadas. Por lo mismo la enseñanza profesional ha debido modificarse para incorporar elementos regionales y locales y para desarrollar en los estudiantes capacidades adicionales (cómputo, derecho civil, idiomas) que los recomienden en el mercado de trabajo.
No todo es, sin embargo, miel sobre hojuelas. Las ciencias sociales están aparentemente condenadas a una permanente defensa de su legitimidad – tanto frente a aquellos que se sorprenden de que sus hijos quieran ser antropólogos, politólogos o geógrafos y preguntan, no sin razón que si de eso se come, como de los científicos del otro lado que dudan de nuestros resultados y nuestras formas de trabajo, y también, desafortunadamente, frente a quienes otorgan financiamientos y presupuestos que, invariablemente son menores para las ciencias sociales que para cualquier otra disciplina científica.
Quienes escatiman presupuesto a la investigación social o salarios dignos a sus egresados quizá olvidan que algunos de los cambios más significativos que se han producido en México en los últimos veinte años – la transición democrática , la defensa de los derechos humanos; la ley de transparencia- han estado a cargo de egresados de las ciencias sociales, y que es entre sus investigadores y académicos que se mantiene la tradición crítica que alimenta la transformación de las instituciones en el país. Un mayor reconocimiento a las ciencias sociales debería expresarse por mayores recursos a la investigación y por su aprovechamiento por parte de un sector público que, con frecuencia, utiliza, como base para sus políticas, información deficiente o mal interpretada.
No faltan, por otro lado, obstáculos de parte de los propios científicos sociales que afectan la consolidación de la investigación social y la formación de nuevos profesionistas. Resentimos la falta de consensos en torno a los estándares de calidad exigibles en los productos académicos; resentimos la ausencia de mecanismos sociales e institucionales al interior de nuestros grupos de trabajo que garanticen la formación y renovación de liderazgos académicos, problema al que se suma el de la “fuga” de académicos hacia puestos públicos o a la ciudad de México, con la consecuencia de una exagerada dificultad para echar a andar proyectos, y de la falta de continuidad en los mismos; persiste la tensión entre investigación básica y aplicada que lleva a que algunos investigadores rechacen involucrarse en investigaciones orientadas a la toma de decisiones , mientras que otros, a veces a partir de una vocación mesiánica , desatienden el rigor conceptual y metodológico para responder a las demandas pragmáticas de los actores. A estos problemas atribuibles a los propios académicos se suma la carencia de recursos en universidades y centros de investigación en diversas ciudades del país que se manifiesta en exiguos presupuestos para la investigación, acervos bibliotecarios insuficientes; formación deficiente en idiomas y cómputo; escaso apoyo para la participación en congresos y conferencias; ausencia de conferencistas y profesores invitados nacionales y extranjeros, falta de apoyos para prácticas de campo, todo lo cual impone serias restricciones al desarrollo de una ciencia social con calidad internacional. Finalmente, a pesar de que hay un creciente compromiso con problemas locales y regionales, la investigación generada en las regiones difícilmente trasciende el ámbito de las mismas y menos aún establece un diálogo constructivo con investigaciones realizadas en otros lugares del país y del mundo.
Todo lo dicho subraya la importancia de la reunión que inauguramos en esta tarde. El tema elegido para el congreso “La contribución de las ciencias sociales al desarrollo de México” nos invita simultáneamente a un recuento de logros y a un inventario de lagunas de investigación o de formación. Sin duda las ciencias sociales hemos hecho aportes significativos en muchos momentos de la historia reciente de México y en la solución de innumerables problemas. Sin duda también subsisten enormes carencias y áreas conflictivas, al mismo tiempo que han aparecido nuevos problemas que demandan nuevos esfuerzos de investigación, de análisis y de imaginación sociológica. Quienes desde COMECSO, la UABJO, la UNAM, el CIESAS y Acceciso propusimos este congreso, creemos que el propósito de lograr una ciencia social más penetrante en sus juicios y en sus efectos tiene que ver con el trabajo colectivo e interdisciplinario, con la formación de redes, con la atención a las diferencias y coincidencias regionales y con el reconocimiento de un gran número de nuevos problemas que se vuelven tema de reflexión e investigación: la migración, los nuevos actores sociales, las nuevas manifestaciones de la desigualdad, la innovación tecnológica, la construcción de la democracia y. por supuesto, las alternativas del desarrollo. Durante los próximos tres días, este congreso aspira a crear un espacio propicio para el diálogo académico, para la construcción de vínculos entre investigadores, profesores, estudiantes y profesionales de las ciencias sociales de todo el país y para el impulso de una ciencia social más sólida, más actualizada y más comprometida con un mundo mejor.
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