CONSEJO MEXICANO DE CIENCIAS SOCIALES

Samantha Conde

Soy estudiante de la primera generación de Negocios Internacionales en la ENES Juriquilla. Actualmente somos dos estudiantes de 4º semestre. Creo que soy una persona que piensa de más las situaciones, lo cual algunas veces me hace sentir extremadamente cansada. Entonces para evitar sobre-analizar las situaciones trato de distraerme. Siempre busco estar haciendo algo, ya sea leer, estudiar, entrenar, salir con amigos, limpiar, hacer ejercicio, cuidar a mi hermano menor. Por las actividades que hacía, la mayor parte del tiempo me encontraba fuera de casa.

Cuando anunciaron que íbamos a estar en cuarentena me preocupé porque iba a tener que poner en pausa muchas de las actividades que me ayudaban a mantenerme distraída, dejando de lado el temor al virus y la salud de mis seres queridos. En la universidad nos dijeron que sólo nos ausentaríamos dos semanas. Obviamente sabíamos que sería más que eso, así que traté de mentalizarme para aceptar mi nueva situación.

Pensé erróneamente que por estar en cuarentena iba a tener mucho tiempo libre, pero estaba más ocupada que antes. Mi hermano de 9 años, igual que yo, comenzó con clases virtuales y debido al trabajo de mi mamá era yo quien tenía que ayudarlo al mismo tiempo que tomaba mis clases y preparaba el desayuno. Después de las clases lo ayudaba a hacer su tarea, jugaba un poco con él para que pudiera distraerse y juntos limpiábamos la casa.

Al comienzo del semestre en línea los profesores comenzaron a dejar más tareas de las que dejaban de forma presencial. Había ocasiones en las que sólo dormía 3 horas. Al ser tan pocos estudiantes no podíamos faltar a clase o incumplir con las entregas. Obviamente me sentía cansada, pero no tanto, tal vez mi cuerpo sabía que no podía permitirse estar cansado o tal vez era yo la que se negaba a permitirse descansar.

Al poco tiempo de iniciar la cuarentena mi tío se contagió de Covid-19 y falleció. Él era una de las personas más importantes en mi vida y hasta la fecha me duele no haberme despedido. Cuando lo internaron nadie podía visitarlo. Murió solo en el hospital. Al día siguiente de su muerte yo tenía una reunión importante de la escuela, así que decidí conectarme y continuar con mi vida.

Casi a final de semestre los profesores preguntaron nuestra opinión sobre las clases en línea. Les dijimos que considerábamos que era más difícil que las presenciales por las tareas. Decidieron que ya no iban a ser tan exigentes y nos dejaron el fin de semana libre, sin tareas y nos dijeron que descansáramos, que nos lo merecíamos. Cuando desperté al día siguiente tenia un dolor muy fuerte en mi abdomen. Fui al doctor y me dijo que podría ser apendicitis. Para conocer una segunda opinión fui a una clínica privada donde me repitieron que podría ser apendicitis, pero para estar seguros tenían que hacerme una radiografía, análisis de orina y sangre.

Los estudios costaban $6,000 aproximadamente, precio que no quise pagar porque no quería sentir que había tirado mi dinero si resultaba que no era mi apéndice lo que estaba mal. Fui al IMSS y estuve esperando mi consulta casi 4 horas. Cuando la doctora me revisó me dijo que tenia que ir a urgencias, que era muy probable me quitarían el apéndice, pero que antes me tenían que hacer estudios para estar seguros.

Estuve en urgencias hasta las 5 de la mañana esperando a que me atendieran. Todo ese tiempo estuve pensando que me podría contagiar de Covid-19 en los hospitales que visité y que podría contagiar a mi familia. Sentí que las personas que estaban esperando conmigo su consulta estaban exagerando, que tal vez mi dolor no era tan insoportable como para no aguantarme y exponerme al virus. Decidí regresar a mi casa a dormir y hacerme los estudios en otro lugar en cuanto fuera posible.

Cuando regresé a la clínica con mis estudios la doctora me dijo que mi apéndice estaba bien, que tenía estrés. Me explicó que cada persona reacciona diferente al estrés. Me dio a entender que me obligo a soportarlo y que a la mínima señal de que puedo descansar me enfermo.

Me di cuenta que no soy una máquina, necesito descansar y permitirme tener momentos de tristeza. Puede parecer que el estado de ánimo y las emociones son insignificantes y un estorbo, pero para una buena vida es necesario prestarles atención y darnos un descanso no esta mal. No tenemos que sentir culpa por no controlar las situaciones ni nuestros sentimientos. No siempre se puede con todo sin ayuda.

Al parecer esto no sólo se aplica a mi. Según la OMS la pandemia ha provocado una crisis de salud mental en América Latina a una escala nunca antes vista. Nos hace falta educación emocional.

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