¿Cómo continuar?
Itzayana Montserrat González Trejo
El 2019 estaba por terminar. No recuerdo si fue en noviembre o diciembre, pero el punto es que mientras navegaba por internet me topé con un meme que incluía la palabra “Coronavirus.” No le di importancia, ya que no entendía a qué se refería y no me llamó tanto como para investigar.
Al iniciar el 2020 todo parecía habitual. El ciclo escolar estaba por iniciar y yo estaba dispuesta a dar todo de mí para que mis planes funcionaran. Así que en esos primeros días fui a la biblioteca, tomé prestado un libro y justo un día antes de que se nos negara el acceso a las instalaciones, realicé lo que yo creí sería la primera tarea por entregar. Justo el metro estaba por llegar a la estación final (Ciudad Universitaria), cuando una frase llamó mi atención: “dicen que acaban de tomar la Facultad”. En ese momento mi cuerpo se estremeció y pedí que no fuera mi Facultad o que al menos pudiese establecer una conexión a internet para ver si se había comentado algo en el grupo de la escuela. Pero no sucedió. De forma ilusa apresuré el paso por si no era mi lugar de estudio, llegar a tiempo a mi primer clase, pero fue decepcionante cuando encontré a varias personas afuera de las instalaciones mientras estas eran custodiadas por chicas encapuchadas. La preocupación por el préstamo del libro inició, ya que pasado el primer mes no se sabía en qué pararía toda esa situación, después llegó la pandemia y el pánico empezó a invadir a muchos.
Al inicio traté de mostrarme fuerte, dado que los hijos de mis primos habían venido a pasar algunos días con nosotros (antes de que se declarase la emergencia sanitaria y el confinamiento), pero la tensión aumentaba conforme pasaban los días. Las noticias no ayudaban mucho, se reportaban muertos, los más vulnerables eran los ancianos, las medidas de seguridad incluían no salir de casa. Las clases serían por medios digitales. Para este momento no sabía qué pasaría con mis clases por la toma de la Facultad, así que opté por ayudar a mis primos con sus tareas. Poco después, algunos profesores se pusieron en contacto conmigo continuar el semestre, como una alternativa no obligatoria. Así que intenté continuar con mi vida académica.
Fue complicado enfocarme en las tareas y clases, porque no quería que los niños de la casa se sintieran solos o preocupados más de lo que ya estaban. Sus padres trabajaban como taxistas y empezaron a sufrir los estragos de que muchos dejasen de salir de casa. Yo trataba de involucrarme lo más posible en sus tareas o en algún juego para que se distrajeran. Aunado a lo anterior se sumó que el hijo de mi hermano, un pequeño de apenas 2 años, enfermó y tuvo que ser hospitalizado: presentaba algunos problemas respiratorios y se sospechaba lo peor. Pasamos dos días y una noche fuera del hospital esperando noticias, porque el único medio de contacto era mi cuñada, quien no podía salir a informarnos muy seguido porque se quedaba a acompañar a mi sobrino. Además, tuvo que ser aislada con él hasta confirmar que los resultados de las pruebas COVID fuesen negativas. Afortunadamente lo fueron, pero ahora la angustia se trasladaba a los supuestos posibles de enfermedad.
Pocas veces en lo que va de mi vida he visto tan abatido a mi hermano, tan vulnerable, frágil y sin posibilidad de consuelo. Todo lo que podía hacer era tratar de no ser imprudente. Cuando por fin se nos informó que darían de alta al pequeño humano pudimos respirar con mayor tranquilidad, hasta que lo vimos salir en compañía de su mamá, con ese semblante un tanto apagado al igual que su voz. Fue desgarrador verlo así, pero también se notaba cierta resistencia a la adversidad, al despedirse de los policías que custodiaban la salida y al saludar a su papá, a mi y a mi hermana, pero en especial a mi hermano, ya que ambos se extrañaron tanto que ese reencuentro marcó una pauta para no querer separarse otra vez.
Todo ha sido y sigue siendo difícil, ya que las crisis emocionales, pérdidas de familiares, conocidos, y otros tantos problemas dentro de la familia, también se han hecho más presentes que nunca, así que espero seguir de pie y ser fuerte para quien me necesite, porque si todos nos derrumbamos nada quedará.
Aún quedan cosas por decir, pero… no me siento lista para externarlas.
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