Un comentario sobre la antropología social en México
La antropología en general y la antropología social en particular, tienen una larga presencia en México. Desde las clases de antropología impartidas en el siglo XIX por personajes como el Dr. Nicolás León, la importancia del Museo Nacional y la edición de libros y revistas, la antropología cubrió espacios académicos y culturales importantes durante la larga estadía de Porfirio Díaz en el poder. Entrado el siglo XX, pero con el XIX continuándose en las primeras décadas del nuevo siglo, se fundó la Escuela Internacional de Arqueología y Etnología en 1911. Ese recinto es uno de los antecedentes importantes de la actual Escuela Nacional de Antropología e Historia, nacida dentro de los proyectos nacionalistas del Estado Nacional Mexicano emergido de la Revolución de 1910.
La antropología social es una rama de las ciencias antropológicas que se originó en Inglaterra en franca contraposición con la antropología cultural de origen norteamericano. En México, la antropología social se consolidó como una disciplina “sociocultural” que fue responsabilizada de diseñar y conducir un proceso de aculturación inducida para asimilar a las poblaciones indígenas a una sociedad nacional que se concebía como un resultado del mestizaje. La antropología del siglo XX en México es hija ideológica de la Revolución Mexicana de 1910 y fue concebida como un instrumento del Estado para el logro y consolidación de una sociedad nacional de cultura nacional. Los círculos políticos de la época, sobre todo en los tiempos del General Lázaro Cárdenas, concibieron la variedad lingüística y cultural del país, como una formidable barrera para lograr la consolidación de la Nación. Así surgió el indigenismo asimilacionista como una de las primeras políticas de Estado en el siglo XX mexicano. El estado de Chiapas se concibió como el laboratorio para la puesta en práctica del indigenismo, fundándose en 1951 el primer Centro Coordinador Indigenista del país en la llamada por Gonzalo Aguirre Beltrán, región intercultural de refugio de los Altos de Chiapas.
Unos años antes, en 1948, se había establecido formalmente el Instituto Nacional Indigenista como la agencia especializada del Estado Mexicano para inducir el proceso de aculturación. Al frente de esa institución se nombró a Alfonso Caso, que sería el forjador de la generación de indigenistas mexicanos como Gonzalo Aguirre Beltrán, Alfonso Villa Rojas, Julio de la Fuente, Arturo Romano, Carlo Antonio Castro, Maurilio Muñoz, entre otros. Durante un largo período de tiempo, el indigenismo mexicano no sólo se constituyó en el eje de la práctica antropológica del país, sino que alentó el estudio de los pueblos indígenas como un tema casi exclusivo de la antropología social y de los antropólogos en el país. La primera crítica sistemáticamente elaborada del indigenismo se publicó en un libro colectivo firmado por Arturo Warman, Guillermo Bonfil, Mercedes Olivera, Margarita Nolasco y Enrique Valencia, titulado De eso que llaman antropología mexicana (México, editorial Nuestro Tiempo, 1970), que constituyó un punto de llegada y otro de arranque en la antropología mexicana. Sin duda, el movimiento estudiantil de 1968 fue un contexto determinante en la redacción de ese libro. El libro se publicó justo en los inicios de una década en la que se desató un proceso de diversificación en la antropología mexicana.
Es en la década de los 1970 que se inician nuevos centros de enseñanza de la antropología a la par que se fortalecen los que existían en universidades como la de Veracruz y la de Yucatán. Es la década en que se funda el Departamento de Antropología de la UAM-Iztapalapa, se consolida el CIESAS como el centro de investigaciones antropológicas más importantes del país, desde donde llegaron notables impulsos a la etnohistoria y a la diversificación temática de la antropología. Se alentaron proyectos de investigación en ramas como la antropología de la política, la antropología urbana, la antropología de la religión, el estudio antropológico de la educación y otros temas tradicionalmente olvidados por los antropólogos, aunque siempre hubo excepciones. Esa década de los 1970 inició no sólo la diversificación de la enseñanza sino la apertura de la antropología a nuevos temas, además de la revitalización de los estudios regionales que Manuel Gamio iniciara en los años 1920. Se transitó de la casi homogenización de la antropología mexicana alrededor del indigenismo a la heterogeneidad actual. Problemas como el de la forja de las identidades, la migración, la antropología del deporte, el estudio político, la cibercultura, los estudios de género, constituyen campos que en los inicios de la antropología en el siglo XX estaban débilmente contemplados.
En la actualidad, la enseñanza de la antropología en México se ha consolidado con espléndidos postgrados y con nuevas escuelas reunidas en lo que se llama la RED-MIFA (Red Mexicana Formadora de Antropólogos) que congrega a las escuelas y centros de investigación superiores que enseñan antropología y que investigan en antropología. Sin duda, México es un país que mantiene un liderazgo importante en la enseñanza y en la práctica de esta añeja disciplina.
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Me gusto mucho gracias por compartirlo
Agradezco a Adriano su comentario.
Yo quiero estudiar la carrera de antropología social en la UAEM. todos me preguntan que es eso, o me dicen que terminare en la calle. no se si apruebe, si no lo hago, supongo que no hay tanto problema, a trabajar, pero si lo hago el problema seria que ellos tengan razón.
ke tiene ke ver la antropologia kon los pueblos indigenas.
Buen, hacer la carrear de Antropologia hoy en dia es muy ridiculo, ya que la esencia de La Antropologia se perdio.