¿Son ciencias las ciencias sociales? ¡Qué otra cosa podrían ser!
El pasado 8 de marzo la doctora Cristina Puga, coordinadora del proyecto de investigación del COMECSO sobre el estado de las ciencias sociales en el país, invitó a un panel en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM, en donde preguntaba «¿Las ciencias sociales son ciencias?». Lo que sigue se basa en la participación del autor en dicho panel, la cual se centró específicamente en la antropología sociocultural (etnología), pero probablemente tenga cierta validez para otras ciencias sociales y humanas.
En una licenciatura en antropología no se forman, como a veces se oye decir, investigadores (para ello están los posgrados), pero se introduce a los estudiantes a una disciplina científica, es decir, a un cierto tipo de conocimiento, familiarizándolos con los procesos de generación de este conocimiento. Por consiguiente, una manera de acercarse a la pregunta sobre si las ciencias sociales son ciencias, consiste en comparar el conocimiento antropológico-científico con otras formas de conocimiento sobre fenómenos sociales y culturales.
¿Qué es lo que NO es el conocimiento antropológico científico?
a) El conocimiento antropológico no es doctrina. Sí es una tradición en la que se acumula con el tiempo cierto fondo de conocimiento para cuyo manejo hay especialistas particularmente calificados y experimentados. Pero no es un conocimiento que tiene autoridades a modo de instituciones religiosas o políticas que se basan en un catálogo inamovible de verdades no cuestionables. A diferencia de la doctrina, la antropología es un conocimiento que vive de la crítica permanente –en buena medida también porque su objeto de estudio, la diversidad planetaria de sociedades y culturas, se transforma constantemente.
b) El conocimiento antropológico no es filosofía. A diferencia de ésta última, que crea visiones de conjunto, la ciencia existe solamente en forma de disciplinas (divisiones históricamente surgidas y cambiantes), cada una de las cuales es parcial, o sea, aborda únicamente un aspecto de la realidad o, por decirlo de otra manera, aborda la realidad desde una perspectiva singular. Tal limitación es también la causa por la cual cualquier problema de conocimiento o práctico necesita de la concurrencia de varias disciplinas. Además, la ciencia solamente describe y analiza lo realmente existente. No dispone, a diferencia de la filosofía y la teología, de bases que le permitan –más allá del limitado campo de la «ética profesional»- establecer imperativos para la acción. Solamente puede advertir que, en caso de que alguien quisiera optar por una acción determinada, probablemente las consecuencias serían tales y tales.
c) La antropología no es literatura en el sentido de literatura de ficción en la que muy frecuentemente el/a mismo/a autor/a es, de hecho, el tema central. A pesar de que sería conveniente que más antropóloga/os tuviéramos dotes literarios, y a pesar de corrientes posmodernas hayan querido sustituir el estudio de la realidad sociocultural por la introspección del estudioso, la escritura antropológica debe dar cuenta de la realidad observable –por lo que debe privilegiarse la claridad sobre la elegancia, consignarse con precisión la fuente de cada dato y de cada idea, basar cada argumento y conclusión en los hechos empíricos constatables e incluir la referencia a la subjetividad propia solo en la medida en que esto contribuya a aclarar la percepción y la representación de lo observado.
d) La antropología no es periodismo o crónica. Por más que la antropología pueda beneficiarse del trabajo de periodistas y cronistas de todo tipo, el simple «estar allí», el entrevistar a actores sociales, el recopilar y transcribir opiniones de representantes de determinados sectores sociales, no es antropología. Puede ser una base para el conocimiento antropológico –aquella parte, que a veces se ha llamado «etnografía», para diferenciar la descripción de la que parte la etnología, que no describe, sino que explica lo descrito.
e) La antropología no es instrumento de justificación de decisiones. Desde luego, el conocimiento antropológico puede ser –y ¡ojalá lo fuera más a menudo!- base para la toma de decisiones en instituciones públicas, sociales y privadas. Como tal, empero, el conocimiento antropológico describe, analiza, explica, interpreta (objetivamente-teóricamente, se entiende, no subjetivamente-artísticamente). Buenas decisiones se basan en un conocimiento adecuado, y ciertas decisiones, por ejemplo, de políticas públicas, en conocimientos científicos. Pero esto no es lo mismo que generar conocimiento para legitimar decisiones ya tomadas –por más que la ciencia es utilizada, una y otra vez, en este sentido ideológico.[1]
e) La antropología no es simple mercancía. Se dice «simple», porque en el sistema capitalista reinante, casi todo se vuelve mercancía, es decir, es reducido a su valor de cambio. La gran mayoría de la/os antropóloga/os tienen que vender su fuerza de trabajo, para poder vivir, y en las condiciones generales existentes, esta situación se refleja de un modo u otro en su manera de identificar problemas sociales y culturales y de transformarlos en cognitivos, de analizarlos, de sacar conclusiones teóricas y prácticas y de comunicar éstas últimas. Aún así, el conocimiento científico, y, por consiguiente, el antropológico, goza de una cierta autonomía que, sin embargo, nunca se halla garantizada, sino que se tiene que conquistar y mantener. El que la antropología pueda reconocer en el presente los contornos de una sociedad diferente, acaso más humana, depende también de su capacidad de resistencia a su mercantilización.
Desde luego, las ciencias sociales son ciencias, y la antropología es una de ellas. Pero, como lo muestran las cinco equivocaciones enlistadas, más pronto que tarde, la antropología puede perder su carácter científico, ser domesticada, ideologizada, vuelta «light» –y, así, en vez de generar conocimiento que identifique las causas de la situación y conocimiento nuevo sobre fenómenos emergentes, hacer creer en lo perdurable del presente y lo inevitable de sus males. Esto no es solamente un problema del/a científico/a social individual. Es también un problema de las instituciones en las que se desarrolla, usa, modifica el conocimiento científico-social. Un área particularmente sensible de dichas instituciones son los programas de formación de los futuros especialistas en ciencias sociales. Actualmente, se observa una llamativa insistencia en acotar dichos programas de formación, hacerlos más «productivos» en términos cuantitativos y financieros, constreñir el pensamiento crítico, disminuir la exigencia teórica –como si el objetivo fuera formar técnicos en aplicación de instrumentos (por lo general: más cuantitativos que cualitativos) de recopilación de información en función de los intereses específicos de los empleadores en turno.
Por ello, la pregunta sobre si las ciencias sociales son ciencias, no es solamente una pregunta «académica», correspondiente al ámbito de la filosofía de la ciencia. Es también una pregunta sobre cómo son vistas las ciencias sociales desde el poder y sobre cómo podrían verse de otro modo para cambiar las estructuras de poder actualmente vigentes.[2]
[1]Pablo González Casanova señaló en su conferencia magistral en el II Congreso Nacional de Ciencias Sociales (Oaxaca, octubre de 2009) la existencia de dos modos de hacer economía en el país: uno es la producción de justificaciones para el mantenimiento del estatus quo, el otro la búsqueda de las causas de la situación (conocimiento que obviamente puede ser utilizado para intentar su cambio).
[2]Puede verse para esto «Hacia la recuperación del lugar de las ciencias sociales en la sociedad de conocimiento en México». En: Revista Mexicana de Sociología, vol. 71, número especial, noviembre de 2009, pp. 75-104. URL: <http://www.ejournal.unam.mx/rms/2009-5/RMS009000504.pdf>y «Las ciencias sociales frente al ‘Triángulo de las Bermudas’: una hipótesis sobre las transformaciones recientesde la investigación científica y la educación superior en México». En: Revista de El Colegio de San Luis,Nueva época, año I, enero-junio de 2011, pp. 19-46. URL: <http://www.colsan.edu.mx/revistacolegio/archivos/revista01.pdf#page=19>.
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Me parece una muy buena reflexión, sobretodo esta última parte debido a que las ciencias sociales son igualmente una forma de poder y de resistencia al poder burocrático que mide toda la producción bajo un sesgo productivista, lo mejor de las Ciencias Sociales radica en ser una forma de conciencia.
Cito:
Si algo puede considerarse la antropología es, no una ciencia, ni siquiera en el sentido «débil», idiográfico o in fieri de la palabra, sino una disciplina dialéctica. «Disciplina» porque está academizada desde hace un siglo, y dispone de una tradición temática, nocional y metodológica, aunque sea conflictiva. «Dialéctica» porque su discurso no es demostrativo, sino dialógico: porque no puede pretender establecer un saber definitivo, sino evaluar la probabilidad de lo contradictorio, proponiendo a lo sumo conclusiones provisionales (Alberto Cardín).
Hasta aquí la cita.
Está claro que no coincidimos.
Foucault dijo en cierta ocasión algo así como de qué disciplina quieren que nos burlemos diciendo de ella que es una ciencia. Y Adolfo Sánchez Vázquez ya impugnó con sobrada competencia la coartada de la objetividad.
Si el Dr. Krotz, a estas alturas del siglo XXI, cree en el traje de tela invisible de los científicos sociales, es un síntoma interesante. Si es incapaz de ver lo que ocurre al interior del dispositivo académico y científico social circundante, eso es preocupante.
Sólo tiene que revisar los CV de los científicos sociales del SNI (secc. V) con 20 libros en 20 años, incluidos promedios anuales de 2 capítulos, 2 artículos, 2 cursos, 2 tesis, 4 congresos, 1 proyecto de investigación, etc., para darse cuenta que corren malos tiempos para las CCSS. O para ir defendiéndola tan ingenuamente como usted lo hace.
Como podrá suponer, yo hubiera esperado un planteamiento más crítico y científico en alguien que presume de hacer Ciencia Social.
No obstante, prometo seguirlo leyendo. Un mal día lo tiene cualquiera, incluso los científicos sociales, que los hay brillantes, profesionales y honorables… y usted es un buen ejemplo.
Me gusta la reflexión de Krotz para estos tiempos, pero si la respuesta de Guillermo va en el tono de que los científicos sociales están insertos en el sistema económico, tal vez la producción académica en «tiempo y forma» le parezca poco, pero se le olvida que a «los intelectuales» les cobran impuestos como empresarios ¿son buenos o malos tiempos?
Ciertamente qué pueden ser las ciencias sociales sino ciencias y la antropología una de ellas. Me parece que los señalamientos del Dr. Krotz son en verdad ilustrativos para todos quienes han dudado y siguen dudando si la Antropología es o no una de las ciencias sociales. Lo relevante es que el Dr. Krotz, aunque de manera sucinta, pero de modo claro, presenta una reflexión atinada sobre las confrontaciones a las que la ciencia Antropológica se ha visto sometida frente a los procesos de la dinámica economicista actual de la realidad neoliberal, cuya tendencia es convertir a todas las ciencias, sociales o no, en técnicas para crear personas deshumanizadas pero competitivas para en el mercado. Basta ver estar y conocer las diversas realidades, para darnos cuentas de la tendencia polarizante hacia el aumento de los pobres y la concentración de quienes más tienen, y los impactos de este proceso en las sociedades nacionales
Mis congratulaciones al Dr. Krotz por sus reflexiones realmente ilustrativas para quienes aún creemos en la ciencia antropológicas y que ha aportado y sigue haciéndolo sobre la realidad sociale de la que se ocupan sus distintas perspectivas anlíticas.
Weber justificó la viabilidad científica de las ciencias sociales en el momento en que la (cursiva) Economía buscaba una definición en la naciente institucionalización de las ciencias sociales. Muchos más tarde, Lourdes Arizpe, ejemplo entre otros, de la antropología mundial involucrada en el análisis actual de reclamos urgentes, comentaba con preocupación la tendencia del neopositivismo en querer sustituir las ideas por los números.
Los caminos de la antropología han sido diversos según los contextos, ¿con qué lidian lo-as, antropólogo-as en otras partes del mundo apartir de esa arrogante pretensión?
Pingback: VOCEAS 2013-114 “¿Son ciencias las ciencias sociales? ¡Qué otra cosa podrían ser!” | Colegio de Etnólogos y Antropólogos Sociales, A.C. (CEAS)
El problema al que se enfrenta krotz es bastante complejo como para abordarlo en dos cuartillas. Lo que él hace es brillante, pese a lo sucinta que debe ser la reflexión. Lo importante es que la discusión debe ponerla en negativo, porque es más fácil decir lo que no es la antropología, que lo que sí es. Se equivocan por igual krotz y sus detractores cuando piensan a La Ciencia (así en singular) como una suerte de club o contingente al cual se puede pertenecer si se cumplen ciertos requisitos. No existe LA Ciencia, sino diversas formas de construir, socializar y validar conocimientos, que se reconocen entre ellas como parte de una misma tradición cognitiva. el problema se duplica cuando se habla, otra vez, de antropología en singular. No hay tal, hay una cauda de estudios diversos, unos de reflexiones introspectivas, otros con datos de fuentes etnográficas, unos más, como lo que hace garcía canclini, con mezclas bizarras de semiótica, encuestas, entrevistas e interpretaciones artísticas. Una de las figuras tutelares de la disciplina, Claude Levi-Strauss, escribió la mayor parte de sus textos sin recabar información etnográfica directa, y eso nunca le demeritó su gran valía intelectual. No importa si se es o no ciencia, lo que importa es seguir produciendo textos que nos ayuden a la mejor comprensión de la vida social.