CONSEJO MEXICANO DE CIENCIAS SOCIALES

Sobre el alunizaje chino y las bibliotecas universitarias mexicanas

Ene 07, 2014
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La tercera llegada a la luna lograda a mediados de diciembre por un sistema científico y tecnológico nacional, en este caso del primero del Sur, el chino, hizo surgir en no pocos lugares del Norte la angustiante preocupación de que podría haber más pioneros fuera de su control.

¿Estará México entre los candidatos?

Una anécdota, cuya veracidad no se ha podido comprobar, pero que se contaba durante los primeros años de existencia del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología, puede servir para contestar esta pregunta.

Se relata que en los años setenta del siglo pasado, una delegación de físicos o químicos occidentales pudo visitar, probablemente como consecuencia de la llamada diplomacia del ping-pong, varias instituciones académicas chinas. Ya en aquel tiempo existían muchas críticas de empresas del entonces llamado «mundo libre» a causa de la masiva imitación china de sus productos y patentes. A pesar de esta situación difícilmente negable, la delegación mencionada obtuvo la impresión de que sí era posible reconocer la emergencia de una tecnociencia china propia, limitada sin duda, pero de muy buena calidad y altamente creativa.

Sin embargo, los laboratorios inspeccionados no parecían nada fuera de lo normal, incluso bastante modestos para generar los resultados observados – por lo que llegaron a la conclusión de que sus anfitriones les estaban ocultando parte de sus instalaciones. Pero, poco antes del término de su viaje, éstos últimos les aclararon que lo que habían visto, era solamente la mitad de la infraestructura de investigación y que se les iba a mostrar al final la parte faltante. ¡Qué tan grande fue su sorpresa cuando finalmente se les llevó no a laboratorios con instrumentos y aparatos más sofisticados o novedosos, sino a una ¡enorme y bien organizada hemeroteca, en la que no solo se encontraban las colecciones completas de las revistas especializadas más famosas, sino también de muchas otras poco conocidas, además de un conjunto igualmente extraordinario de manuales y enciclopedias (por cierto, muchos de estos materiales en forma de fotocopias engargoladas que a cualquier biblioteca universitaria mexicana orgullosamente «certificada» le daría pena conservar)!

Es sabido que en las ciencias sociales y humanas, las revistas ocupan un lugar distinto del que tienen para las ciencias naturales, y que para las primeras el libro individual y colectivo tiene una importancia mayor que para estas últimas. Igualmente se sabe que sus textos son casi siempre individuales y no colectivos (por lo que su número es mucho mayor) y que, dado que las palabras escogidas para la expresión de una idea no se dejan aprisionar por el esquema estandarizado de la mayoría de los artículos científico-naturales, para una investigación siempre hace falta revisar textos en varios idiomas. Pero si para las ciencias naturales la situación es semejante como la que se puede observar en la mayoría de las universidades y centros de investigación mexicanos (lo que sigue se refiere únicamente a las bibliotecas de instituciones públicas, pues las privadas muchas veces ni pretenden tenerlas), nadie tiene por qué preocuparse de que México podría ir por el camino chino.

Para empezar, ¿alguien conoce una biblioteca universitaria mexicana fuera del altiplano central a la que acudan investigadores extranjeros interesados o especializados en la región en la que se halla la universidad en cuestión? Por lo general no lo hacen, pues aparte de unos folletos o reportes, en sus lugares de origen cuentan con bibliografía y hemerografía sociológica, económica, etnológica, histórica, cultural, lingüística mucho más completa que las universidades mexicanas han acumulado a pesar de las décadas de su existencia.

La primera mirada en las localidades hace esperar tal situación, pues en no pocas de ellas, las llamadas bibliotecas universitarias (siempre cerradas los fines de semana y durante los períodos vacacionales)son cuartitos repletos de libros y colecciones comúnmente incompletas de revistas, y en los sitios donde arquitectos aficionados han querido «dejar huella», se trata de edificios poco funcionales y sin planeación; unos y otros no suelen contar con iluminación ni clima artificial adecuadas, ni con suficientes tomas de corriente para conectar laptops, ni con fotocopiadoras ni escáneres para los usuarios, y la conexión inalámbrica a la internet suele operar con la velocidad de un modem telefónico (si es que funciona); el mobiliario y el ambiente evocan a menudo más una celda de castigo que un lugar agradable para disfrutar de modo pausado y reflexivo del fascinante patrimonio científico y cultural de la humanidad…

Preguntas como las que siguen se han recogido durante varios años recientes de boca de estudiantes, docentes, investigadores y académicos visitantes en varias universidades y centros de investigación del Sur-Sureste mexicano, región particularmente deprimida no solo, pero también en términos académico-científicos:

•          ¿Por qué la solicitud de libros es posible solamente en contadas ocasiones durante el año y a través del llenado de fichas decimonónicas, y por qué el/a solicitante nunca es informada/o cuando finalmente llega el libro, cosa que puede tardar uno o dos años – cuando hasta estudiantes de preparatoria saben que hay empresas a las que se pide un libro con dos o tres datos, y éste llega a la semana?

•          ¿Qué hay detrás del impedimento no poco frecuente para que profesores e investigadores consigan directamente materiales bibliográficos y aprovechando descuentos de diversos tipos, mediante tortuosos «procedimientos de adquisición» a través de empleados poco entrenados y de oscuros «distribuidores», que rápidamente declaran «agotados» libros que no han sido editados en la capital, Norteamérica o Europa Central, y que son reacios a adquirir materiales digitales?

•          ¿Cómo es posible que una universidad pueda obtener y mantener una costosa certificación «de calidad» para sus estudios de posgrado o programas de investigación, a pesar de que durante un año entero no adquiere ni un solo libro «por falta de presupuesto»?

•          ¿Algún investigador, docente o estudiante conoce los criterios vigentes en su institución para contratar –y a qué precio y bajo qué condiciones- bancos de datos y acceso a revistas y libros en línea? ¿Alguien conoce la razón por la cual se cuida como secreto de estado las vías de acceso a muchos de estos bancos a pesar de que, al menos en el Sur-Sureste, ninguna universidad cuenta, a casi dos décadas de haberse creado, con el Internet 2?

•          ¿Cómo es posible que, a pesar de que hace más de treinta años la Universidad de Colima iniciara un pionero proyecto de discos compactos, en muchas universidades no exista hoy todavía un sistema ágil de inventario y de préstamo de materiales en cd, dvd, usb – para no hablar de libros electrónicos y de los aparatos y el software para leerlos y, mucho menos de las instalaciones para copiar, enviar, imprimir estos materiales sin complicadas y tardadas «negociaciones»?

•          ¿Será verdad que hay investigadora/es universitaria/os nunca sido consultada/os con respecto a sus necesidades de libros y revistas, pero que tienen que justificarse una y otra vez ante empleados administrativos acerca del número de títulos y de los lapsos de préstamo que necesitan para escribir un texto, impartir una clase, asesorar una tesis o preparar una conferencia?

•          ¿Será fidedigna la información de que cierta biblioteca universitaria haya recogido los materiales prestados antes de las vacaciones para «tenerlos todos ordenaditos en sus lugares» durante las mismas?

•          ¿Habrá referido una pesadilla la investigadora que contó que se utiliza el sistema electrónico de préstamo para imponer un riguroso procedimiento de descarte de «libros poco usados», por lo que ya no se hallan en los anaqueles el tercer volumen de El Capital, varios diálogos de Platón, la primera edición peruana de la principal obra de Mariátegui y ningún original francés de Lévi-Strauss?

•          ¿Acaso fue un mal chiste del colega frustrado por la inanición de la historia en la educación media y por la eliminación de la filosofía en la educación media superior, cuando relató que un jefe «académico» y un empleado bibliotecario coincidieron en rechazar su solicitud de diversas obras de Heidegger en idioma original con las palabras «¡Cuestan mucho y nadie las va a leer aparte de Usted!» y «¡No se preocupe, tenemos un ríder con varios fragmentos en inglés de ese cuate!»?

 

Si los colegas de física y química, medicina y geología, biología y astronomía, ciencia de materiales y nanotecnología tienen preguntas semejantes a las anteriores, realmente no hay de qué preocuparse de que de repente pueda haber noticias sobre un alunizaje mexicano: el trinomio «educación-libros-lectura» generado por la Revolución Mexicana (ver Estela Morales C., en: Cuadernos Americanos, n. 135)ya no es más que una reminiscencia lejana. Y quienes se dedican a las ciencias sociales y humanas ya sabrán que la investigación básica necesaria para configurar instituciones para aprovechar la naturaleza de un modo sostenible, para mejorar la educación básica, para avanzar con la democracia y reformar de raíz el sistema judicial -por no hablar de buscar caminos para acabar con el hambre en el país-, no está entre las prioridades del sistema universitario mexicano ni de los responsables para asegurar la existencia y el buen funcionamiento de sus bibliotecas. Además, mientras que para la creación de un programa docente sea más relevante la adecuación formal del plan de estudios a la moda pedagógica y a los requisitos estandarizados del momento, que asegurar la abundancia de libros y revistas para fomentar el pensamiento crítico ilustrado, quedará asegurada por mucho tiempo la situación descrita.

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6 Comentarios

  1. Excelente contribución, Dr. Krotz. Sus reflexiones van hacia el punto de la indiferencia y el desconocimiento de muchos, así que ese es el mérito. Que bueno que esta haya sido la primer entrada en el blog de COMECSO en 2014.

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  2. Pingback: VOCEAS 2014-76 Sobre el alunizaje chino y las bibliotecas universitarias mexicanas | Colegio de Etnólogos y Antropólogos Sociales, A.C. (CEAS)

  3. Muy interesante trabajo. Recuerdo muchas molestías de este tipo para realizar una investigación. Saludos a mi antiguo profesor de Antropología en la ENAH.

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  4. Tengo más de 20 años coordinando el trabajo archivístico en diferentes archivos del sector público,en la ciudad de México, actualmente vivo en la ciudad de Mérida y me he percatado que lo que comenta el Dr. krotz en su ponencia tiene mucho de verdad, no sólo en ésta ciudad, también varias ciudades de otros estados de nuestro país. Me parece que las leyes federales en materia de archivos y de transparencia no han sido suficientes para dignificar los centros de acceso a la información (bibliotecas y archivos)en nuestro país,por lo que me gustaría contribuir con la elaboración de una guía general que actualice las existentes y recoja la información sobre bibliotecas y archivos en esta ciudad de Mérida.

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  5. Como siempre, las reflexiones de Esteban Krotz me hacen pensar. Bueno, al menos en la Universidad Rafael Landívar tenemos una bien organizada y útil biblioteca, pero mucho se debe a su apasionado director. No obstante, seguimos lejos de estar al día en ese rubro.

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  6. Pingback: Pasos hacia el pensar latinoamericano propio II: educación concientizadora y liberadora Revista Común

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