México y la antropología en Centroamérica: ¿colaboración o indiferencia?
Durante los días 18 al 22 del pasado mes de febrero, se celebró en la ciudad de Guatemala, Guatemala, el IX Congreso Centroamericano de Antropología, alojado en la Escuela de Historia de la Universidad de San Carlos. Desde que en octubre de 1994 se llevara a cabo el Primer Congreso Centroamericano de Antropología en San José, Costa Rica, han transcurrido 19 años. Las relaciones entre los antropólogos centroamericanos y los mexicanos han sido largas y fructíferas, incluyendo la formación de destacados colegas de Centroamérica que estudiaron en la Escuela Nacional de Antropología e Historia. Particularmente, se han estrechado las relaciones entre los antropólogos que vivimos en el Sur-Sureste de México y nuestros pares centroamericanos.
En esta ocasión, el Congreso dedicó sus temas centrales a reflexionar sobre la cuestión territorial, los recursos naturales y las sociedades locales, dedicándose la reunión a los antropólogos Carlos René García Escobar de Guatemala y Rolando Quesada Sancho (ya finado) de Costa Rica. La temática no podía ser más oportuna. Tanto el Sur-Sureste de México como Centroamérica han experimentado cambios cualitativos importantes en el lapso de estos últimos 19 años. Lo que fueron fronteras abiertas entre México y Centroamérica hacia las décadas que cubren los años 1950-1990, se transformaron en espacios vigilados al aumentar los flujos migratorios.
El final de las guerras centroamericanas trajo consigo la intensificación de la migración hacia los Estados Unidos. Si al principio era la población Centroamericana la emigrante, muy pronto se unieron los Oaxaqueños y los Chiapanecos, y más recientemente, los Tabasqueños, que emigran en considerables contingentes hacia el Norte. En Chiapas, aún opera el llamado “tren de la muerte” que atraviesa el país cargado de inmigrantes centroamericanos que arriesgan la vida en el trayecto. Sus condiciones de desplazamiento son inhumanas. Estos flujos le han dado otras características a una frontera, la de México con Guatemala y con Belice, que otrora era amable, para convertirla en un ámbito de violencia. Así mismo, los recursos naturales, sobre todo el agua, son ahora codiciados por los mercados. Hasta las mineras canadienses que arrasan con todo están presentes en estados como Chiapas. Las selvas, en ambos lados de la frontera, van cayendo día a día, para satisfacer las demandas de los mercados e introducir productos vendibles que, en poco tiempo, dejan yerma la tierra. En el estado de Chiapas, que en 1900 alcanzaba los dos millones de hectáreas de selva, apenas alcanza una superficie actual de cien mil hectáreas. Los mantos freáticos se contaminan todos los días, asolando a las sociedades locales, la fauna y las condiciones de vida en general. Las propias sociedades locales se transforman con celeridad bajo la influencia de los flujos migratorios. Las otrora aldeas indígenas son en su mayoría un conglomerado urbano desordenado, sobre todo, del lado mexicano. En países como Guatemala, los pueblos originarios están más apegados a sus formas de ser, sin que estén parados en el tiempo, sino en una transformación que no ha significado su desaparición. La urbanización es un hecho notable tanto en el Sur-Sureste de México como en los países Centroamericanos. Son procesos que corren paralelos, con sus características propias, pero también con similitudes importantes.
Los antropólogos mexicanos tendrían que atender con mayor atención los procesos de Centroamérica. En el IX Congreso Centroamericano de Antropología, fuera de los antropólogos y antropólogas que vivimos en el Sur-Sureste de nuestro país, es notoria la ausencia -¿indiferencia?- de los colegas de México hacia la problemática centroamericana. En 2015, el X Congreso Centroamericano de Antropología se celebrará en Chetumal, bajo la hospitalidad de la Universidad de Quintana Roo. Será un importante momento para refrendar la presencia de la antropología como una ciencia crítica, preocupada por el devenir del abigarrado conjunto de pueblos que configuran el universo humano del Sur, con mayúsculas.
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Agradezco la difusión de los textos presentados en el blog de COMECSO que nos permite a los lectores conocer y actualizarse sobre los acercamientos a otras realidades sociales del país y en este caso de centroamérica. Saluods
Soy antropólogo social y trabajo el tema de migración. Cuando propuse como proyecto de tesis de maestría que los conflictos armados eran fundamentales para entender la dinámica migratoria de tránsito que se observa en México, simplemente me dijeron que no, que eso era muy lejano es más que no habían datos… Mis datos etnograficos decían que ehabía una generación que en efecto salia por los conflictos armados, pero por la nueva generación la que nación en tiempos de la posguerra salía por una nueva guerra heredada… Espero que con la reflexión del maestro Fábregas aperturen sus horizones reflexivos Saludos
Muchas felicidades por ponernos al tanto de lo que sucedió en el el IX Congreso Centroamericano de Antropología, que se llevó a cabo en la ciudad de Guatemala, Guatemala.
Estoy de acuerdo contigo, en la necesidad de trabajar con nuestros colegas centroamericanos y compartir los conocimientos de nuestros pueblos. Saludos Teresa Freitas
Hola Andres escribe Hugo Rojas, alumno del doctorado de la UIA.
En realidad los limites fronterizos no están tan vigilados como tú siguieres.
Yo estoy realizando mi tesis sobre la región de soconusco y mi trabajo de campo se basó en el comercio fronterizo por vías acostumbradas y formales o sus mezclas.
El cruce fronterizo tanto de personas y de mercancías depende del tipo de migrantes, la mercancia etc….. la frontera y sus limites no son iguales para todos, ni todos experimentan los mismos tipos de violencia.
En mi trabajo se describiré cómo inocentes verduras que fluyen de
Guatemala a México se convierten en objetos que encarnan lo que
significa lo guatemalteco. En los intercambios en las que están
involucradas las verduras, los mexicanos de Tapachula las clasifican
según sus condiciones sanitarias relacionándolas con su nacionalidad.
En mi trabajo de campo, al dar seguimiento a los itinerarios
mercantiles de un grupo de comerciantes y sus verduras de Guatemala
hacia México, noté que los vegetales, al igual que las personas, se
les asignaban propiedades de insalubridad encadenadas a su
nacionalidad.
Se trata de hortalizas de uso común en las cocinas de ambos lados de
la frontera; zanahorias, cebollas, coles, lechugas y tubérculos como
las papas cultivadas en Guatemala. Del lado mexicano las verduras son
evaluadas por una serie de significados, entre ellos los relacionados
con la carencia de hábitos de limpieza de los guatemaltecos. Del lado
guatemalteco estas mismas verduras son producto de una nueva ética
laboral ¿industriosa¿ resultado de la transformación de agricultores y
comerciantes católicos al cristianismo y protestantismo.
El objetivo es distinguir cómo los imaginarios relacionados con la
nacionalidad influyen en la creación del valor de las hortalizas y la
estimación de su precio.
Desde mi punto de vista, no se pueden realizar generalizaciones sin tomar en cuenta casos específicos.
saludos