Las ciencias sociales y la construcción del futuro*
Una tensión que recorre la historia de las ciencias sociales desde sus orígenes, y que en el México de hoy constituye uno de los mayores desafíos para la comunidad académica, se refiere a la compleja articulación entre la pertinencia científica y la relevancia pública del conocimiento.
Es un hecho que las ciencias sociales experimentan una creciente presión para generar conocimientos que tengan utilidad práctica para la sociedad, es decir, que contribuyan de algún modo tangible al desarrollo social y económico del país. Frente a ello, la comunidad de las ciencias sociales se encuentra en una situación paradójica: a la vez que tiene una mayor demanda de intervención en el diseño de políticas públicas y en el desarrollo de instrumentos para la toma de decisiones, parece no tener siempre la disposición para hacerlo o la capacidad para abordar esa demanda desde plataformas cognoscitivas integradas en programas de investigación de amplio aliento.
En los resultados preliminares del estudio que realiza COMECSO, sobre el estado actual de las ciencias sociales en México, estamos encontrando un crecimiento espectacular en el número de centros académicos dedicados a las ciencias sociales, pero también una gran diversidad regional y enormes disparidades en términos de acceso a recursos, trayectorias de institucionalización y niveles de internalización de las normas y valores característicos de las comunidades científicas. En los extremos de estas disparidades se puede advertir, por un lado, el rechazo a la posibilidad de una ciencia social cuyos resultados sirvan como insumos para la toma de decisiones públicas, esgrimido desde los remanentes de un discurso elaborado para consumo del propio gremio y para la autoafirmación ritual de las propias certidumbres, y en el extremo opuesto una visión de las ciencias sociales entendidas como “área de servicio al cliente”, un tipo de conocimiento que depende del mercado de las legitimaciones, basado en la fragmentación del saber, la hiperespecialización metodológica y el abandono de la búsqueda de explicaciones fundamentadas en pretensiones de cientificidad y autonomía intelectual.
Sin embargo, hay motivos para un razonable optimismo. Por una parte, las ciencias sociales conforman un campo del saber con un alto contenido crítico, el cual no se agota en la crítica del poder y la dominación, en la denuncia de la injusticia y la desigualdad; abarca todo ello, pero además la crítica constituye un imperativo epistémico que moldea las propias estrategias cognitivas y se extiende hasta los propios fundamentos del saber científico social para tomar distancia de todos los supuestos asumidos. La reflexividad es una condición intrínseca de las ciencias sociales y un poderoso instrumento de vigilancia epistemológica. Por otro lado, en todas las regiones del país se pueden encontrar ejemplos notables de comunidades académicas que, aun en las condiciones más adversas, son capaces de responder con creatividad y rigor académico a las nuevas exigencias del entorno.
Ciertamente hay una demanda creciente de “conocimiento útil” y es indispensable que las ciencias sociales pongan su saber especializado al servicio de la comunidad y de sus problemas, que intervengan en las tareas prácticas de la sociedad, que contribuyan a la resolución de problemas concretos y que elaboren instrumentos de intervención con fines específicos. Se trata de un compromiso de participación en la generación de conocimiento que sirva como insumo en la toma de decisiones.
Pero además, hay otro tipo de demanda que proviene de los actores y los movimientos sociales, así como de los segmentos más críticos e informados de la sociedad. Aquí las ciencias sociales tienen una responsabilidad distinta que es la de orientar a la opinión pública, de ayudar a que se expresen los actores sociales, es decir, de contribuir a incrementar su capacidad de reconocimiento e interlocución. En este plano lo que se pretende no es la eficiencia ingenieril de la ciencia instrumental sino la eficacia del conocimiento para encarnar en acción, para alentar y facilitar el diálogo racional entre los actores sociales, para iluminar los argumentos de la lucha por la justicia y la convivencia civilizada.
Sin embargo, esos compromisos ineludibles de las ciencias sociales deberían estar siempre subordinados a la tarea de comprender y explicar los fenómenos sociales.
En este plano, el compromiso primordial es el desarrollo del conocimiento dentro de los marcos y las reglas de las disciplinas científicas. Mientras que en los otros dos ámbitos el producto del trabajo intelectual está presidido por el imperativo de los beneficios inmediatos, en este terreno lo importante del conocimiento es su contribución al debate científico dentro de las disciplinas y los campos de especialización.
En el fondo, la eficacia y la relevancia de las ciencias sociales en el plano instrumental e intelectual dependen de su capacidad para generar conocimiento sólidamente fundamentado de acuerdo con las normas de producción, validación y comunicación de la ciencia. Este proyecto cognoscitivo es el territorio común que nos permite, a pesar de las diferencias de orden conceptual, metodológico o incluso político, formar parte de una misma comunidad epistémica y una misma red institucional. El México de hoy demanda una ciencia social activa, crítica y rigurosa. La construcción del futuro requiere de una comunidad científico social a la altura de las exigencias de intervención en las tareas públicas, de orientación intelectual y de generación de conocimiento especializado dentro de las normas científicas.
*Fragmento del discurso de bienvenida pronunciado en el acto inaugural del IV Congreso Nacional de Ciencias Sociales, en San Cristóbal de Las Casas, Chiapas, el 24 de marzo de 2014.
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Maravilloso texto y discurso. Enhorabuena por el COMECSO y sus espacios de difusión del conocimiento.
Veo que el tema sigue presente en nuestras preocupaciones. Sin embargo, en el planteamiento de Oscar, la paradoja con la que abre su reflexión en mi opinión se resuelve poco a poco a medida que expone -así sea de manera general-los resultados de la investigación sobre las ciencias sociales en México. Esperamos conocer muy pronto todo lo que reveló la investigación. Felicidades.
Hola Óscar. qué gusto! mi opinión carece de todo rigor científco-social. Pero en mi experiencia, requerimos de más científicos sociales involucrados en cuestiones ambienales. En este tema son hegemónicas las ciencias naturales, pese a que tales cuestiones se desencadenan (en cuanto a lo que preocupa actualmente) de las activiades humanas. No nos abandonen!! Abrazo, Gerardo
Me uno al coro de blogueros lúcidos que me anteceden. Maravilloso y enhorabuena. Yo también estoy a la espera de los resultados de esta investigación del COMECSO realizada por doctores tan brillantes. Especialmente espero los resultados relativos al Sistema Nacional de Investigadores y al Colegio de la Frontera Norte. No veo el momento de formar parte de esta comunidad epistémica y de abrazar «las normas de producción, validación y comunicación de la ciencia» de las que nos habla el autor. Y una vez más, enhorabuena.
Coincido con Oscar en la forma en que describe la tensión que existe en el quehacer del científico social. Una breve contribución adicional a su reflexión: la tarea del científico social es en mi opinión «construir científicamente el problema» es decir definirlo. Por ejemplo, si la migración no documentada se define como ilegal, la respuesta de la política pública es policía, si se define como un problema laboral son acuerdos institucionales. ¿Cómo colocar en la agenda esta construcción del problema es una tara distinta a la de la investigación. En mi opinión el trabajo «encargado» por dependencias públicas es otro tipo de actividad «la consultoría» la pregunta es si queremos ser o formar «profesionales» o «científicos sociales» el tema da para mucho. Un abrazo Oscar y felicidades por tu labor en COMECSO