Las ciencias sociales y humanas ante la “Agenda Ciudadana de Ciencia, Tecnología e Innovación”
Esteban Krotz
La Agenda Ciudadana de Ciencia, Tecnología e Innovación es un esfuerzo innovador para hacer más presente en la opinión pública el tema de la investigación científica y tecnológica y de su papel crucial para el desarrollo del país.
Sin embargo, desde el punto de vista de las ciencias sociales y humanas hay que constatar que tanto el proceso de votación ciudadana convocado para expresar la preferencia por uno de diez problemas nacionales propuestos como clave para el futuro del país (en lo que sigue: ACCTI)[1] como el documento Hacia una Agenda Nacional en Ciencia, Tecnología e Innovación[2] (en lo que sigue: HANCTI) hacen patente un concepto demasiado limitado de ciencia y que su aproximación a la problemática deja fuera del campo de visión varios elementos importantes. En lo que sigue se indica desde una perspectiva de las ciencias sociales y humanas seis aspectos que necesitan una atención más equilibrada e integral.[3]
a) Entre los diez “retos” enlistados en ACCTI, lamentablemente están ausentes la mayoría de los problemas para los cuales el ciudadano común y corriente busca solución urgente: la carencia de empleo digno y lo bajo de las remuneraciones, la violencia pública creciente y la inseguridad en todas partes, la falta de acceso efectivo a la justicia, la lacerante desigualdad, el racismo y la corrupción, así como algunos problemas derivados de la vida en las grandes urbes tales como el transporte diario. Obviamente, cualquier lista de retos es una selección, pero ¿no hubiera sido importante poder articular mejor y más explícitamente las necesidades sentidas de la ciudadanía, especialmente de la de menores recursos económicos y políticos, con los diez temas de la investigación científica?
b) Solamente dos de los diez retos están claramente identificados como problemas “sociales”: educación y migración. Pero en la descripción de la primera temática, parece haber poca conciencia del dramatismo de la situación real, que ha sido puesto de relieve hace poco por el Instituto Nacional de Evaluación Educativa, cuando se señalan promedios escalofriantes, según los cuales siete de cada cien primarias ni siquiera cuenta con baños, poco más de una quinta parte carece de agua y el 20% de energía eléctrica, para no hablar de bibliotecas, computadoras, internet…[4] Con respecto a la migración parece aceptarse como inevitable la expulsión de brazos y cerebros del país y los desplazamientos internos generados por la miseria en el campo y solamente tener que encontrar maneras de “regular estos procesos para evitar crisis humanitarias” – ¿no hubiera sido mejor mostrar cómo la investigación científica podría contribuir a evitarlos?
c) En la presentación de temas como los de las adicciones o la seguridad alimenticia, solamente son mencionados los aspectos individual, médico y psicológico, mientras que la dimensión sociocultural es eclipsada. ¿No hace recordar esto tantos y tantos “programas de desarrollo” internacionales y nacionales, donde los problemas son identificados como problemas fundamentalmente de tipo “técnico”, para los cuales algunos especialistas buscan una solución para luego “aplicarla” a los afectados – lo que ha convertido el Tercer Mundo en un gigantesco cementerio de proyectos fallidos que, sin embargo, tienen que pagarse todavía décadas después? ¿Cómo es posible pensar que se puede abordar estos y otros retos del conocimiento sin más y mejores estudios sobre sociedad y cultura, costumbres y hábitos, estructuras de poder y mecanismos de movilización, creencias y saberes populares (y todo esto en el marco de las tensas relaciones interculturales)?
d) Las tres observaciones anteriores tienen que ver, ciertamente, con un enfoque demasiado centrado en las ciencias naturales y la tecnología. Más preocupante, empero, es la fijación de HANCTI en los mecanismos del mercado y la posibilidad de “vender” a quien pueda pagar los productos de la investigación científica – lo que parece ser el único criterio de su utilidad. Desde luego, la Agenda tiene que destacar el posible aprovechamiento práctico y el posible significado económico de la investigación científica y tecnológica. Pero ¿no hace falta en México más todavía que la ciencia aplicada, la ciencia básica? Aparte de esto hay que subrayar que en las formulaciones de la Agenda aparecen la misma identificación de “ciencia” con “ciencia natural” y la misma óptica centrada en el mercado que han estado permeando desde los años ochenta cada vez más fuertemente las políticas públicas relativas a la ciencia en México y los mecanismos y criterios de la evaluación académica – en abierto detrimento de las ciencias sociales y humanas. Si bien se trata de que el fomento público de la investigación científica también derive en una mejoría del nivel de vida de los ciudadanos y especialmente de los más necesitados, ¿no es obvio que muchos de los problemas actuales no serán resueltos por las fuerzas del mercado, sino que necesitarán de la intervención directa e informada de las instituciones estatales, de organismos de la sociedad civil, de organizaciones no gubernamentales – que son precisamente los principales usuarios de la investigación social y cultural?[5]
e) Casi todas las observaciones y propuestas de HANCTI con respecto a las políticas públicas se refieren a los órganos federales de administración de ciencia y tecnología. Esto, sin embargo, deja de lado dos aspectos que cualquier consideración integral del sistema de ciencia y tecnología tiene que tomar en cuenta – y, por tanto, también cualquier propuesta para mejorar el sistema vigente. Uno de estos aspectos es la organización interna de las instituciones académicas, en cuya mayoría la dedicación a la investigación científica sigue desarrollándose en condiciones infraestructurales, legales, contables y de evaluación institucional muy precarias y donde las instancias colegiadas de dirección se han mostrado renuentes o incapaces para plantear perspectivas reales de investigación científica y tecnológica del nivel requerido. El otro aspecto por considerar es que muchos elementos de organización y de planeación impuestos durante los años pasados supuestamente para incrementar la “sinergia” en la investigación, se revelan en la práctica cotidiana como mecanismos de control burocrático y, por consiguiente, también como bloqueos de ideas científicas nuevas, de iniciativas académicas innovadoras, de proyectos de investigación de largo aliento. Pero ¿puede pensarse en definir retos cognitivos para resolver problemas nacionales críticos sin acudir siempre también a los estudios sociales y culturales de la ciencia, al análisis sociocientífico y cultural de las instituciones y comunidades científicas, las formas de organización y las propuestas de los creadores del conocimiento nuevo, los cuales tienen que acomodarse a diario a las usanzas de una planta académica envejecida, a autonomías universitarias postizas, a requerimientos supuestamente académicos pero definidos de hecho por contadores y actuarios?
f) Esta última consideración encaja en la preocupación por la consolidación de la “nueva universidad” expresada hace ya algún tiempo por Pablo González Casanova.[6] En HANCTI abundan las referencias teleológicas no explicadas a “rezagos” por superar y a “modernizaciones” pendientes. ¿Qué significan estas palabras en el contexto de la imposición creciente de un modelo gerencial en las universidades, donde la lógica empresarial confunde la buena ciencia con el crecimiento anual del número de “productos”, donde se premia la venta de resultados de la investigación a sectores sociales pudientes o sin alternativas como “generación de recursos propios”, donde las evaluaciones supuestamente cualitativas no son más que conteos de resultados estandarizados, donde los mecanismos de la evaluación burocrática han suplantado los criterios disciplinarios específicos de la búsqueda de conocimiento nuevo, donde la preocupación principal del investigador ya no es la selección de una hipótesis equivocada o el uso de una técnica de investigación arriesgada sino el reporte anual mal llenado? ¿No se asoma aquí el peligro nada abstracto de una domesticación de la investigación científica que finalmente atenta contra su propia naturaleza?
La Agenda, en sus dos versiones, es un esfuerzo loable y es desearse que impulse un mayor acercamiento entre ciencia y política, instituciones académicas y tomadores de decisiones, necesidades de las mayorías poblacionales y programas de investigación científica y tecnológica. Pero necesita correcciones urgentes por su concepto reduccionista de la ciencia y por el peligro de confundir la utilidad de los resultados de la investigación científica y tecnológica con el precio que “el mercado” estaría dispuesto a pagar por ellos.
[1] Ver <http://www.agendaciudadana.mx/>.
[2]Ver <http://www.foroconsultivo.org.mx/documentos/agenda_nal_cti_extenso_260912.pdf>.
[3]En lo que sigue, “universidad” es usado de modo genérico para instituciones académicas donde se desarrolla algún tipo de investigación científica y tecnológica.
[4] Ver: <http://educacionadebate.org/wp-content/uploads/2012/11/La-Educaci%C3%B3n-en-M%C3%A9xico-Presentaci%C3%B3n-Mario_Rueda_en_la_C%C3%A1mara_de_Senadores.pdf>.
[5] Uno de los lugares donde más claramente se revela el enfoque “naturalista” y mercadocéntrico de la Agenda, que supuestamente habla en nombre de todas las ciencias, es el numeral XII.17, donde se propone a secas “modificar el Reglamento del SNI para incorporar, como un indicador de evaluación, el desarrollo de proyectos de CTI y el patentamiento, es decir, que la evaluación no quede acotada únicamente a las publicaciones.” (HANCTI:62).
[6]Pablo González Casanova, “La nueva universidad”, en Fírgoa, 22 deoctubre de 2003, <http://firgoa.usc.es/drupal/node/10372>.
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Excelente el análisis que ofrece Esteban Krotz de la Agenda ciudadana. Es difícil no coincidir con lo que señala y detalla. Las fallas de la Agenda son urgentes de discutir y de modificar. Si el Estado Nacional abre el espacio para ello, estaríamos ante una prueba esperanzadora de que está dispuesto a escuchar y no a simular que escucha. La simulación es una de las características más sobresalientes de los círculos de poder en México y de ello no está excenta la Agenda. ¿Es esta última, otra más de las simulaciones acostumbradas o indica que algo está cambiando en el país? En todo caso, los organismos que aglutinan a los científicos tendrían que tomar el liderazgo de una discusión que importa, y mucho, no solo para el futuro de la investigación científica sino del propio país.
Me parece muy interesante el documento que hizo Esteban Krotz y comparto algunos de los temas que menciona, pero difiero fuertemente en otros. Por un lado creo que es muy útil iniciar una discusión que busque un enfoque integral y equilibrado, pero creo que es un error iniciarlo adjudicándose el papel de «voz oficial» de las «ciencias sociales y humanas». Para empezar, tanto el HANCTI como el ACCTI tuvieron la participación de científicos de todas las áreas, incluyendo las ciencias sociales y las humanidades. Por supuesto que ambas iniciativas pueden y deben mejorarse en muchos aspectos y algunas partes de los 6 puntos mencionados por Krotz efectivamente van en esa dirección. Hay otros aspectos que definitivamente considero que están fuera de foco.
Por ejemplo, esta es la primera vez que en nuestro país se hace el ejercicio de la ACCTI y CUALQUIER selección de retos (ya sean 10 o 20) podrá ser criticada como se hace en el primer punto. Si Krotz o alguna otra persona tiene una mejor selección, me gustaría conocerla. Sólo habrá que tener en cuenta que tanto el empleo (bien o mal remunerado), la desigualdad, el acceso efectivo a la justicia, la violencia pública y la corrupción no pueden ser resueltos por el sistema de CTI. Eso requiere de muchas soluciones fuera del sistema y no tiene sentido ni es correcto incluirlas.
Por otro lado no es cierto, como se dice en el segundo punto, que sólo dos retos están identificados como problemas sociales. El acceso al agua potable es un problema social, la salud pública es un problema social, la seguridad alimenticia es un problema social, la salud mental y las adicciones son problemas sociales, etc etc.
No podemos partir de la falsa idea de que existe un divorcio entre las áreas científicas (y aquí incluyo a las ciencias sociales y las humanidades) ni entre los problemas que puede atender el sistema CTI y los problemas de la Nación.
En el Museo del Mundo Maya:
Muy positivo este discurso de Enrique Peña Nieto, sobre todo cuando dice que «Es tiempo de hacer que la economía tenga mayor crecimiento pero de manera sustentable, con base en nuevas tecnologías con energías limpias». Ahora lo que falta, porque infinidad de buenas intenciones nunca se realizan, es que se pongan manos a la obra y empecemos por tomar en cuenta lo generado de Desarrollos Tecnológicos Mexicanos; sobre todo si éstos han merecido Patentes de Invención que sabemos garantizan lo novedoso de los mismos. En primerísimo lugar habrá que ordenarle al Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (CONACYT) que cuente con gente capaz de hacer este tipo de apreciaciones, no que siga reinando ahí la burocracia obsoleta que no entiende de estas cuestiones. Ojalá y ahora sí vayamos a más los mexicanos a través de atender lo que hacemos los tecnólogos locales, y así modifiquemos esto que nunca nos ha funcionado bien. http://www.youtube.com/watch?v=6fw_OzDZYBY
Muy importantes las Ciencias Sociales y Humanas, pero habrá que ubicarlas en su debido lugar y reconocer que ellas no Generan Riqueza de forma directa. ¡Producir algo Útil y Valioso, y negociarlo, es lo urgente que debemos apoyar e impulsar, en primer término! La administración y los planes sociales y humanos vienen después de la Producción. http://www.youtube.com/watch?v=6fw_OzDZYBY
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