Andrés Fábregas, una sabiduría sonriente
Fragmento del discurso de Victoria Novelo en la ceremonia de investidura de Andrés Fábregas como Doctor Honoris Causa por la Universidad de Ciencias y Artes de Chiapas (UNICACH), realizada el 22 de mayo en las instalaciones del CESMECA
Muy distinguidos y estimados y estimadas autoridades universitarias, colegas, familiares y amigos:
El motivo que nos reúne hoy aquí es sumamente feliz (y miren que encontrar en estos tiempos ese vital y amoroso sentimiento en nuestro adolorido país es casi un milagro). Y que nuestro queridísimo colega y amigo reciba el doctorado honoris causa precisamente en la institución de la que fue primer rector y además en la tierra que lo oyó llorar por primera vez cuando llegó al mundo, le añade más valor subjetivo a esta ocasión.
Cuando me informaron que yo debía hacer la presentación en este recinto, en mi película mental reapareció con nitidez la imagen del primer encuentro que tuve con nuestro homenajeado de hoy. Fue hace 48 años en la Escuela Nacional de Antropología e Historia en la ciudad de México cuando recién ingresada como alumna, conocí, por intermedio de nuestro mutuo amigo José Lameiras (q.e.p.d) a un muchachón alto y fornido, de buen ver, con un físico de rudo deportista, de risa fácil, copete largo que se acomodaba continuamente, algo tímido pero que se le quitaba al hablar con esa recia y contundente voz que lo caracteriza. Era el presidente de la sociedad de alumnos. Muy pronto supe por qué lo habían elegido y conocí sus dotes de organizador, orador, analista, y líder. Era 1967 y ya ensayábamos la solidaridad estudiantil de la ENAH con un movimiento de huelga de los compañeros de la escuela de antropología de la Universidad Veracruzana en Xalapa como preparándonos para muy cercanos eventos estudiantiles que nos marcarían de por vida. Iniciaba Andrés, iniciábamos todos entonces, un camino que tenía la mente puesta en la justicia como meta de un proceso de transformación social que no sabíamos cómo iba a ser pero que tenía que ser.
Casi cincuenta años después de ese primer encuentro, hoy tenemos frente a nosotros a un Andrés Fábregas Puig, igual de fortachón, simpático y sonriente que es doctor en antropología y que tiene méritos y experiencia académica y de investigación reconocidos nacional e internacionalmente. Su prolífica trayectoria académica se ha traducido, además de los múltiples reconocimientos, en la publicación de resultados de investigación originales que han contribuido grandemente a la antropología de México y a la admiración y hasta enamoramiento intelectual de sus legiones de alumnos. Cuenta también con una enorme experiencia administrativa por su desempeño en cargos de dirección de instituciones, departamentos y centros de docencia e investigación que ha ayudado a crear y a consolidar.
En su amplísimo curriculum académico figura que ha sido docente en universidades del país y del extranjero: en la Universidad Iberoamericana, la UAM-I, la Pontificia Universidad Católica del Ecuador, la Universidad de Costa Rica, la Universidad de Salamanca, España; el Colegio de Jalisco, El Colegio de Michoacán, el Colegio de San Luis, el CIESAS en varias de sus sedes; la Escuela Nacional de Antropología del Norte de México, la Universidad Autónoma de Yucatán, la Universidad Benito Juárez de Oaxaca y hasta en un Centro Internacional de Estudios Místicos en el Ayuntamiento de Ávila, España donde disertó sobre nahualismo, uno de sus primeros temas. Cuando no estaba de moda la consigna de la “eficiencia terminal”, Andrés graduaba a todos sus estudiantes; no ganaba puntos con eso, pero si adeptos a la causa de saber hacer buena antropología. Y es que Andrés, además de ser un estupendo maestro es un abanderado convencido del trabajo de campo, no solo como método de aproximación al estudio de situaciones sociales, sino como la única posibilidad de encuentro con la realidad desconocida. Y a sus estudiantes los ha guiado en este camino mostrándoles cómo ver, cómo fijarse en lo que sucede delante o al lado de ellos, y aprender a percibir lo que está más allá de la vista, o sea, cómo transitar por el camino de la observación antropológica que escudriña y pregunta y relaciona.
Como líder, creador, fundador, gestor y director de organismos de docencia e investigación de educación superior, se ha preocupado por insertar a las instituciones en contextos internacionales así como por mantener relaciones académicas con instituciones universitarias y asociaciones profesionales de antropología en Centroamérica, países de Europa, fundamentalmente España, y América Latina donde se le reconoce ampliamente.
El ejercicio profesional del Dr. Fábregas como investigador, docente y funcionario se ha caracterizado por su liderazgo intelectual, su preocupación por la formación de grupos de investigación sobre todo para proponer soluciones a problemas estratégicos del país para lo cual la antropología reflexiva que practica ha sido central. Para quienes conocen su bibliografía, sabrán que es especialista en análisis antropológicos de la región que combina la etnohistoria con la antropología social; caben ahí sus libros titulados Configuraciones Regionales que contiene su reflexión de 40 años de investigación antropológica “con el marco regional como referencia y con problemáticas que abarcan el estudio de formas de poder, formación de identidades (que incluye la religiosidad), el nacionalismo y el localismo…” (en Entrevista con Tere Ejea, ENAH, 2015). Y caben también sus estudios comparativos en la Sierra de Ávila (España) y los Altos de Jalisco. Son muy importantes sus reflexiones teóricas sobre la antropología a la que desmenuza a partir de sus orígenes y desarrollos, sus concepciones humanistas, la deuda de la antropología crítica con Karl Marx, la centralidad de las concepciones sobre el trabajo como fuerza motriz de la historia y del poder como conformador de estructuras y organizaciones políticas históricas, así como la relación entre cultura e historia. Sus análisis sobre las propuestas de explicación de la realidad de muchos autores que forman parte de la historia de la antropología, en general y en México, conforman textos de ineludible lectura para antropólogos maduros y en formación por su erudición y su profundo sentido didáctico. Son muy importantes sus acotaciones y anotaciones sobre el pensamiento de Lawrence Krader que influyó en una antropología crítica y de quien Andrés tradujo su ensayo Marx as Ethnologist.
Pero no todo han sido clases, libros y conferencias en la vida de nuestro homenajeado. En una etapa de su vida entregó mucha energía a los trabajos de solidaridad con las luchas de Centroamérica, especialmente Nicaragua y El Salvador y también participó en las primeras pláticas de paz posteriores al levantamiento del EZLN en 1994. Como integrante y presidente del Colegio de Etnólogos y Antropólogos Sociales encabezó a un equipo que pugnaba por la salida de nuestro país del Instituto Lingüístico de Verano por sus acciones extralingüísticas y consolidó relaciones solidarias con personajes que luchaban por lo mismo; en este tema resultó sobresaliente la relación entablada con Monseñor Proaño en Ecuador y un grupo de antropólogos ecuatorianos y organizaciones indígenas del mismo país.
Andrés Fábregas Puig no es solamente un intelectual destacado, dedicado y fructífero; es también esposo, padre, hijo, nieto, amigo, viajero; admirador y alegre consumidor del buen comer y beber, aficionado al cine y la música además de empedernido lector y extraordinario conversador; en algún momento fue también extra de cine. Construir una vida así implica mucho trabajo que afortunadamente se acompañó de una educación y un entorno favorables; es decir capaces de estimular la inteligencia, la creatividad y la curiosidad. También implicó hacer decisiones radicales como cuando terminando la preparatoria emigró de su natal Chiapas a la ciudad de México, primero a estudiar Ingeniería en la UNAM y allí iniciar su práctica del basquetbol que abandonó junto con la ingeniería para inscribirse en la Escuela Nacional de Antropología e Historia en 1965.
La ENAH era, además de un hervidero de ideas socialistas y contraculturales resultado de las discusiones sobre la revolución cubana y los movimientos libertarios en las posesiones coloniales europeas, un concentrado envidiable de buenos profesores entre los que figuraban Ángel Palerm, Paul Kirchhoff, Carlos Navarrete, Johanna Faulhaber, Luis González y González, Guillermo Bonfil, Arturo Warman, José Luis Lorenzo, Carlos Martínez Marin, Jorge A. Vivó, Jaime Litvak, Roberto J. Weitlaner, Leonardo Manrique, Moisés Romero. Dos de estos profesores serían sus más cercanos mentores intelectuales, Palerm y Bonfil, si bien mantuvo relaciones de amistad y enseñanza con todos los demás. Otro tipo de aprendizaje y de interrelación con la antropología internacional partió de su relación con Phil Weigand mientras estudiaba en la Universidad del Estado de Nueva York y de su estancia previa en la Escuela de Graduados de la Universidad Iberoamericana donde mucho aprendió de las discusiones informales en el café donde analizaban propuestas de muchos antropólogos.
Dice Andrés que con Palerm aprendió lo que hoy se llama “leer el paisaje” en caminatas interminables. Pero yo creo que ya desde su infancia le había sido mostrada esa posibilidad. Su abuelo materno lo llevó a viajar por Chiapas; de niño había recorrido el Grijalva en cayuco, conoció las cuevas de Teopisca y de San Cristóbal y se había subido a las avionetas que transportaban café en un Chiapas sin carreteras y su abuelo le enseñaba como ver el paisaje desde la ventanilla.
También desde el núcleo familiar había conocido el ámbito intelectual, su padre Andrés Fábregas Roca, además de lector compulsivo, era narrador de los relatos de la guerra civil española donde había participado como comunista catalán. Ya emigrado y vecino de Tuxtla Gutiérrez abría las puertas de su casa a la brillante intelectualidad local, poetas, teatreros, escritores. También enseñó a sus hijos a cantar La Internacional cada día primero del año. Pero sobre todo y para Andrés en particular, el legado de su padre fue el espíritu crítico y el valor del espíritu de lucha. Las mujeres de la familia, madre y abuela mexicana y nanas zoques también dejaron su impronta, el gusto por la vida, por la música, la marimba y las huertas con sus olores y sabores. Me parece que su interés profesional por los temas de la interculturalidad tienen también sus raíces en su propia familia donde “lo catalán”, “lo mexicano”, “lo chiapaneco” y “lo zoque” se combinaban en la cotidianeidad de Andrés. No sé qué tan lícito sea, pero extrapolaré estas vivencias con un pensamiento de Andrés sobre la práctica antropológica:
“En México hemos desarrollado una antropología preocupada por los problemas del país. El “otro” para el antropólogo mexicano es un reflejo de la variedad en la que uno está contextualizado. El concepto del “otro” es un resultado de las antropologías colonialistas que vieron en los pueblos dominados a una cultura extraña. Pero nosotros nos estudiamos a nosotros mismos cuando estamos en un estadio de futbol, en una comunidad campesina o en un poblado totonaco. En todos los casos terminamos haciendo referencia al país y su compleja problemática.” (en entrevista con Tere Ejea, ENAH, marzo 2015 para Cuicuilco). Y en esta práctica, las investigaciones de Andrés como la de sus viejos maestros y tutores tiene como ingrediente básico del oficio al trabajo de campo del que es un incansable practicante, aun en los difíciles tiempos presentes en que los presupuestos institucionales para la investigación se han visto muy mermados, por no hablar de los peligros actuales que acechan al trabajador de campo.
Considero que, si bien resumidos, el repaso de los talentos y merecimientos intelectuales y personales del Dr. Andrés Fábregas Puig, justifica ampliamente la propuesta del Centro de Estudios Superiores de México y Centroamérica y la decisión del Consejo Universitario de la Universidad de Ciencias y Artes de Chiapas de otorgarle el Doctorado Honoris Causa. Los aquí reunidos como parte de la comunidad académica y del círculo de amigos y familiares celebramos y felicitamos a las autoridades universitarias del Consejo y de su presidente el señor Rector por la decisión de reconocer de esta manera la trascendente obra de Andrés Fábregas Puig distinguido miembro de la antropología mexicana. Y desde luego lo felicitamos a él, el nuevo doctor honoris causa de manera efusiva y entusiasta.
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Pingback: Andrés Fábregas Puig recibe Doctorado Honoris Causa | COMECSO
Le agradezco a la Doctora Victoria Novelo el haber aceptado ser mi madrina en la ceremonia de entrega del Honoris Causa que recibí y le agradezco también el hermoso texto que me dedicó. A mis colegas de COMECSO, al Dr. Oscar Contreras, le agredezco su amabilidad de publicar en el blog el texto de la Doctora Novelo. Y a la comunidad académica del CESMECA y de la Universidad de Ciencias y Artes de Chiapas, mi agradecimiento por la iniciativa que fructificó en el Doctorado Honoris Causa. ¡Gracias a todos y todas!
Andrés Fábregas Puig
ANDRÉS FUE UN ENTRAÑABLE MAESTRO EN LA IBERO. SU ENTUSIASMO, INQUIETUDES, APERTURA Y GOZO POR Y PARA LA VIDA CONTRIBUYERON A REFORZAR MI PERMANENCIA EN LA CARRERA. SALUDOS.
Me sumo de manera entusiasta a las palabras de la Dra. Novelo, que hacen justicia a una trayectoria ejemplar, como la del Dr. Andrés Fábregas. Desde el otro lado del Atlántico, desde la Cataluña natal del padre de Andrés, envío mi felicitación al homenajeado y a la Universidad de Ciencias y Artes de Chiapas por el nombramiento. La fértil semilla sembrada por el Dr. Fábregas fructifica a ambos lados del Oceano.
Es una distinción más que merecida a quien ha sido maestro, en toda la extensión de la palabra, de muchos de nosotros más allá de las aulas, su compromiso con la antropología es palpable a través de su generosidad intelectual y trato humano hacia todo aquel que se acerca a él en busca de orientación, opinión, consejo, colaboración. Estimado Dr. Andrés ¡Muchas, pero muchas, felicidades! Efraín Eric Poot Capetillo.
Merecido reconocimiento a un hombre comprometido con la Antropología y las mejores causas sociales. Andres, aún conservo una copia de los trabajos de Krader con las correcciones del autor a mano, pero lo más importante, los recuerdo por la pasión con que los enseñabas. Hermosas palabras de Victoria. Felicidades. Luis Alfonso Ramírez
Maestro Andrès Fàbregas Puig, fue toda una bendiciòn el poder haber escuchado sus magistrales càtedras.
Que siga iuminando al mundo entero de su sabiduria. Abrazos desde la tierra de «Dario y Sandino». Bienvenido desde siempre, GRAN MAESTRO DE LAS AMÈRICAS.