Cátedra Kissinger: ¿encubrimiento académico de la memoria histórica?
La lucha del hombre contra el poder es la lucha de la memoria contra el olvido
Milan Kundera
A la par de las estrategias neoliberales que pretenden transformar por doquier las universidades en invernaderos de profesionistas despolitizados y de profesores prestos a planear sus actividades ante todo como mecanismos para lograr salarios decorosos, parecen estar surgiendo también nuevas formas de utilizar las universidades para encubrir la memoria histórica y falsear el sentido de la realidad. Por lo menos ésta es la reacción que surge ante la confirmación hecha pública hace poco, del inicio, en el semestre de invierno próximo a iniciarse, de una cátedra universitaria patrocinada, titulada originalmente «relaciones internacionales y derecho internacional público, con atención especial a las políticas de seguridad», y re-nombrada, a causa de múltiples protestas, «para la gobernanza y la seguridad internacional». Dicha cátedra se impartirá en la universidad pública de Bonn y contará con un presupuesto anual mayor de cinco millones de pesos, durante al menos cinco años, provenientes de fondos de los Ministerios Federales de Defensa y de Relaciones Exteriores (y esto a pesar de que existen en el país dos universidades de las fuerzas armadas).
Lo más llamativo es que dicha cátedra llevaría, a modo de homenaje con motivo de sus noventa años de vida, el nombre del Sr. Henry Kissinger, por lo que el rector de dicha universidad se congratuló de que dicha cátedra «…impulsará la investigación y la docencia en los campos de las relaciones internacionales y el orden mundial del derecho internacional público… y marcará la pauta en el campo de la política internacional de seguridad».
¿Henry Kissinger como patrono, ejemplo, símbolo del respeto entre los pueblos y el derecho internacional – y a tal grado que se funde una cátedra universitaria con su nombre y en su honor para marcar pautas en la política internacional?
Conviene recordar que dicho personaje fue Consejero de Seguridad Nacional (1969-1973) y Secretario de Estado (1973-1977) de los Estados Unidos, bajo los presidentes Nixon (1969-1974) y Ford (1974-1977), y que como tal fue al menos co-responsable de crímenes de guerra y de graves violaciones de los derechos humanos en muchas partes del mundo, las encubría o las autorizaba.
Una carta de protesta puesta en circulación por el consejo científico de Attac-Alemania, denuncia no solamente el papel de Kissinger en el alargamiento de la guerra de Vietnam, en la expansión de ésta hacia Camboya y Laos y en los bombardeos indiscriminados de objetivos civiles en Vietnam del Norte durante los años setenta. También señala que dicho personaje estuvo directamente involucrado en la planificación de la guerra económica internacional contra el legal y legítimo gobierno chileno de la Unidad Popular y la preparación del golpe militar del 11 de septiembre de 1973, que terminó con la muerte del presidente Salvador Allende e inició los horrendos 17 años de la dictadura pinochetista. Igualmente se refiere a la aprobación por parte de Kissinger de las horrorosas medidas represivas de la junta militar argentina después del golpe de estado de 1976 y el fomento de estrategias del mismo tipo en otras partes de América Latina («plan Condor»).
Como es sabido, los esfuerzos del juez español Baltasar Garzón, quien logró en 1998 al menos el arresto domiciliario temporal del dictador Pinochet en Gran Bretaña, no han tenido éxito con relación a la invocación del principio de justicia universal en el caso de Kissinger; al contrario, éste, como se recordará también, incluso logró obtener, en medio de múltiples protestas, el premio nobel de la paz de 1973, en atención a sus supuestos esfuerzos relativos a la terminación de la guerra de Vietnam – a cuya intensificación había contribuido previamente, por lo que su contraparte vietnamita Le Duc Tho, agraciado con el mismo premio, se negó a recibir dicho premio.
Es de sobra conocido que, desde sus inicios, las ciencias sociales han tenido dificultades para deslindarse de los intereses abiertos y ocultos de sus patrocinadores, por lo que el tema de su «objetividad» ha sido centro de un debate interminable. Indudablemente, el objetivo de las ciencias sociales, la descripción y explicación de la realidad sociocultural, solamente se puede lograr de manera asintótica; pero es obvio también que no se debe nombrar fenómenos con palabras que evocan exactamente su contrario. En esto, la tradición de las ciencias sociales latinoamericanas ha sido luminosa, ya que desde que se hicieron presentes en la escena mundial con la propuesta de la teoría de la dependencia, quedaba claro que no se trataba de mejorar algún detalle de las ciencias sociales entonces dominantes, sino de develar su contenido ideológico (en el sentido de oscurecedor y legitimador de las relaciones de dominación y explotación existentes) y de generar perspectivas más acordes con la realidad y con las aspiraciones de una vida humana digna de las grandes mayorías empobrecidas. Inicióse así la crítica de la colonialidad, que hoy por hoy no solamente sigue hipotecando las relaciones sociales, sino también el conocimiento sociocientífico en los países del Sur.
Aunque es debatible que sea el Ministerio de Defensa del tercer país exportador de armas a nivel mundial el que financie cátedras universitarias sobre el derecho internacional en una ciudad colmada de instituciones dedicadas a la «cooperación internacional para el desarrollo», esto es, al fin y al cabo, un problema interno de Alemania, de su sistema universitario y de su aparato militar.
Lo que no resulta tolerable es que el nombre de un personaje tan claramente vinculado con el más palmario desprecio por los principios fundamentales del derecho internacional y de los derechos humanos durante los años setenta del siglo pasado y plenamente identificado con el carácter antidemocrático e intervencionista de un gobierno federal estadounidense tan desprestigiado que acabó en renuncia forzada, pretenda ser usado ahora para enmascarar estructuras y procesos completamente contrarios a la idea de un derecho internacional público, de relaciones internacionales basadas en el respeto entre los pueblos y en la vigencia planetaria de los derechos humanos.
En este sentido, exigir la anulación del proyecto de la cátedra Kissinger, como lo promueve, por ejemplo, Attac-Alemania, no constituye una venganza tardía contra un antiguo político, cuyo furor anticomunista condescendió con la muerte, la tortura, el encarcelamiento y la desaparición de miles de personas en todo el mundo, amén del empoderamiento de dictaduras atroces. Más bien se trata de no permitir que la institución académica, mediante el otorgamiento de un aire de «cientificidad objetiva», sea pervertida para encubrir esta clase de opciones políticas contrarias a los derechos humanos y a los principios de un orden internacional basado en el respeto mutuo. Al mismo tiempo, se hace patente la necesidad de seguir desarrollando –precisamente en las universidades y centros de investigación social–la idea y la práctica de los derechos humanos y de los principios básicos del orden internacional.
El no sumarse a la protesta conllevaría el peligro de tener que estar pronto ante condecoraciones para supuestos defensores de los derechos humanos que lleven como nombre «Medalla ESMA», «Orden Villa Grimaldi» o «Gran Cruz de Guantánamo»…
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Y qué decir del famoso Informe Kissinger sobre las Consecuencias del Crecimiento Mundial de la Población para la Seguridad de los Estados Unidos y sus Intereses de Ultramar (1975). Nada más faltaría que se abriera una cátedra en su honor patrocinada por el CONAPO o similares. Interesante notas de Esteban como siempre.
Saludos a Esteban en poner en duda los nombres de las cátedras. Que finalmente son las cátedras del dinero que lo paga con el que denomina Don Pablo González Casanova de Complejo Científico-militar-industrial. Con el dinero suficiente podremos tener en México Catedra Gustavo Días Ordaz, Luis Echeverría, Carlos Salinas, apostando a la desmemoria y el olvido regidos por los recursos pecuniarios que lo hagan posible.
También las ciencias sociales son un campo de batalla y el proyecto hegemónico neoliberal intenta colonizar los últios reductos del pensamiento crítico, pronto veremos el premio Reagan a la paz mundial y en México podríamos improvisar el premio Vicente Fox a la cultura o la cátedra humanitaria Felipe Calderón
Interesante y a la vez inquietante noticia, magníficamente glosada por el Dr. Krotz. Ciertamente, Kissinger es un híbrido de macarra y genocida, que tras permitir el lanzamiento de napalm y del agente naranja al pueblo y a la naturaleza vietnamita (al vietcong), la caterva de imbéciles nórdicos le otorgaron el Nobel de la Paz en 1973, cuando aún no había acabado la guerra del Vietnam. Y como el lejano Nobel ya se olvidó, se ve que grupos de presión impulsan una cátedra en Alemania. Porque Kissinger nació en Alemania en el seno de una familia judía que huyó a los Estados Unidos cuando las atrocidades del nazismo estaban en su apogeo. Aunque de nada le sirvió esa experiencia, porque él mismo se dedicó años después a bendecir atrocidades, dictadores y genocidios. No hay que leer a Alfredo Jalife en La Jornada para saber cuál es la lógica y quiénes están detrás de los rastreros intereses que patrocinan semejante cátedra.
Sin embargo, aún reconociendo la brillantez y acendrada perspicacia del Dr. Krotz, me extraña que no aluda al intervencionismo de Estados Unidos en México cuando Kissinger tenía puestos gubernamentales relevantes o que para hacer el símil de una hipotética cátedra nos ponga trágicos ejemplos de Argentina o Cuba. Sólo hay que ver el nombre que lleva alguna que otra biblioteca de Centros Conacyt o lo que hacen algunas Universidades Autónomas o no autónomas en México para darse cuenta que la descabellada e insultante cátedra Kissinger a la seguridad internacional (él que fue catedrático en Harvard, no como todos nosotros) responde a un patrón muy extendido que se manifiesta con mayor o menor estridencia en México o en Alemania, Qatar o China.
Insisto, felicito al Dr. Krotz por ponernos al día en atrocidades académicas que ocurren en la civilizada Alemania; pero no acabo de entender por qué irse a Argentina en lugar de ilustrarnos con una cátedra inspirada en los numerosos casos grotescos que de seguro conoce del panorama nacional. En fin, supongo que es la inclinación al exotismo que toda antropología que se precie almacena en su ADN. Por lo demás, este Kissinger es y será un macarra… de Harvard para más INRI.
Muy bien el texto de Esteba Krotz acerca de una acción que por lo menos es innoble. Es del todo inconcebible que una universidad, esté en donde esté, le ponga nombre a un programa suyo usando al de personajes siniestros como Kissinger. En 1968 solíamos poner esos nombres pero en los retretes. Así, había en los baños de ciencias política en la UNAM un «aula Gustavo Diaz Ordáz» y por supuesto, el cagadero más grande llevó el nombre de Henry Kissinger. Que tiempos vivimos. Que ignorancia de las clases en el poder. Que cinismo, además, ostentado como virtud. Por ello, celebramos el texto de Krotz que da en el clavo. No podemos perder el sentido crítico y menos en estos tiempos en los que la memoria constituye un peligro para el poder. Pero hay otro aceirto en el texto: la reivindicación de lo que hacemos en América Latina. Es desde nuestras trincheras, así sean académicas, en donde se produce la crítica al estado de cosas imperante. Bien que Krotz lo recuerde y además con un lenguaje que no deja lugar a las ambigüedades.
Gracias Esteban,
hoy en Chile muchas Facultades de Economía y «Negocios» no tienen pudor en poner los nombres de poderosos empresarios «benefactores» en salas y bibliotecas; celebrando e instalando así la lógica neoliberal en el centro del pensamiento y la enseñanza universitaria.
abrazo,
Francisca Márquez
Depto. Antropología
Universidad Alberto Hurtado
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En verdad Kissinger es ejemplo de inmensa impunidad en la ejecución de crímenes de lesa humanidad. ¿existe, éticamente algo peor que un nazi? Si, un judío que irrespeta la memoria de las víctimas de Hitler, comportándose como un nazi.
Recomiendo de Christopher Hitchens, «The Case Against Henry Kissinger», Crimes Against Humanity, Harper´s Magazine, Marzo de 2001.
Abrazo y solidaridad,
John Saxe Fernández
UNAM, México.