Sergio Iván Arroyave Arrubla1
Palabras clave: Habitar; Afectos; Procesos TDR; vida cotidiana; mujeres
Esta ponencia se basa en resultados de la investigación: Formación de Paisajes experienciales en Río Verde de los Montes 1960-2016, realizada en el municipio de Sonsón Colombia. Un lugar de campesinos mestizos, que se encuentra vinculado a los procesos históricos y socioterritoriales del país y la región como colonización antioqueña, la presencia de guerrillas de izquierda por más de
30 años, enfrentamientos de grupos armados, desplazamientos forzados y retornos de campesinos, además de la producción de café vinculada la economía de mercado.
Río Verde de los Montes se encuentra ubicado en las vertientes orientales de la cordillera central, en las estribaciones del páramo de Sonsón. El acceso a éste sólo puede ser realizado por un camino angosto donde se transita a pie, a caballo o mula. Actualmente viven económicamente de la producción del café, aunque lo hacen a pequeña escala. Son alrededor de 500 familias (aproximadamente), que administrativamente conforman uno de los corregimientos de Sonsón, constituido por 17 veredas (Véase mapa 1 de Ubicación).
En esta investigación se asumió que los paisajes y su formación estaban íntimamente vinculados a los ambientes de vida, en la cotidianidad del habitar. Por tanto, los paisajes emergen tanto de hombres como de mujeres, sin embargo, en lo general son las actividades de los hombres las que más se aprecian en los estudios de paisajes, ya que son los que dejan una huella de mayor tamaño al estar vinculada su labor con el "afuera". Aquí nos ocuparemos de un área importante, no en tamaño, sino en la significación que representa en el habitar campesino, los jardines, es decir, en las formas de territorialización que corresponden a labores femeninas relacionadas con sus emociones y afectos, vinculadas también, a unas racionalidades campesinas.
Este trabajo se basó en perspectivas teóricas posthumanas, bajo la idea de ensamblaje, el cual engloba una amalgama de objetos, seres y acciones que generan y al mismo tiempo son contenidos en un espacio-tiempo (Anderson y Kearnes, 2012; Anderson, et al., 2012; Thrift, 2008). En el ensamblaje encajan tanto procesos de configuración jerárquicos como horizontales que se dan en un mismo espacio tiempo y se hibridan en las realidades generando tales articulaciones, conexiones e interacciones de diferentes tipos; sin embargo, estos autores hacen mayor énfasis en los procesos del segundo tipo (DeLanda, 2006; Deleuze y Guattari, 2010). Es por esa versatilidad del concepto que es retomado en esta investigación. Este concepto nos sirve como referente multiescalar que toma forma concreta en otros conceptos-realidades como son el paisaje, el lugar y el refrán, a partir del habitar.
El lugar conceptualizado tanto desde la geografía como desde la antropología, es una categoría de encuentro y debate de estas dos disciplinas, fue asumido, para esta investigación,
como una espacialidad apropiada, cargada de significado y ligada a lo vivido, a la experiencia cotidiana (Augé, 1993; Ingold, 2000; Massey, 2004). Ingold, lo asocia a procesos de habitar, en el que el lugar surge del entrelazamiento con la vida humana (Ingold, 2000). Massey, más orientada las relaciones de poder, reconoce que el lugar en la geografía, se ha vinculado con la experiencia vivida, el mundo material concreto, lo cotidiano, por lo tanto con la significación, autenticidad y singularidad. El lugar para ella, “es un nodo abierto de relaciones, una articulación, un entramado de flujos, influencias, intercambios, etcétera”, y marca la diferencia con la categoría de espacio a partir de la escala de análisis (Massey, 2004, p. 79).
El refrán, también llamado rittornelo o estribillo(Deleuze y Guattari, 2010), se refiere a las prácticas reiterativas que marcan la experiencia, lo que Ogden ha mencionado de la siguiente forma:
Si utilizamos el rizoma para pensar a través de los procesos materiales y semióticos que enredan los mundos humanos y no humanos [en un ensamblaje], entonces los refranes son figuras que se repiten dentro de este enredo. Bonta y Proverti, en su libro perspicaz sobre Deleuze y Guattari, argumentan que un refrán "no sólo crea y sostiene el territorio, sino también se convierte en el motivo o tema repetible de un paisaje” (Ogden, 2011, p. 45)1
McCormack, habla de que es un concepto que permite pensar la “procesualidad relacional de la experiencia”2 (McCormack, 2010, p. 213) de cómo ésta está íntimamente ligada a lo que él llama territorio existencial, es decir, vivencial que no sólo es representacional.
Por tanto, el refrán como unidad principalmente vinculada al tiempo y a los ritmos campesinos y el lugar, a las espacialidades, no están siempre interrelacionados a partir del habitar. Este concepto permite reflexionar así, sobre los procesos de territorialización de espacios que componen el territorio, que implica un conocimiento experiencial del espacio, que se crea con la reiteración a través del tiempo, de las prácticas y del vivir en un lugar. Igualmente, es un concepto basado en las ideas de Ingold, quien propone que las formas imaginarias o materiales creadas y construidas por los humanos, sólo emergen de las acciones que ocurren en la vida, por lo que no es algo ya dado, edificado de antemano (2000, p. 154).
El habitar por tanto se da a través de las prácticas y las experiencias, acciones en la que se puede identificar las relaciones multiescalares, valoraciones desde los afectos, las emociones y las racionalidades e intereses. Así entonces, tal información se obtuvo a través de la experiencia en campo y del conocer in situ. Esto por medio de herramientas etnográficas como la observación participante, conversaciones libres y entrevistas, además de lecturas del paisaje, que permitieron realizar un análisis de narrativas3, que son partes constitutivas de los procesos territoriales y del habitar, pues estas se encuentran entretejida en la trama misma de la experiencia (Freeman, 2015, p. 34).
Este análisis permitió reflexionar y sintetizar acerca de las valoraciones y significados de las interacciones desde las acciones comunicativas gestuales, audiovisuales, espaciales y corporales, en la formación de las realidades socioespaciales. Se tomaron elementos del análisis del discurso (Bajtín, et al., 1991; Santander, 2011) y las narrativas (Fina y Georgakopoulou, 2015).
El mantenimiento del jardín en Río Verde de los Montes conlleva un esfuerzo y dedicación considerable por parte de las mujeres, lo que influye que muchas de ellas decidan no tenerlo o, al menos, no le pongan demasiado cuidado. Esto hace que sus casas no sean tan vistosas o consideradas bonitas por sus vecinos. Sin embargo, el jardín es una espacialidad apreciada por los habitantes y muestra una estética particular de cada familia y es el reflejo de valores sociales de orden, cuidado y del papel de la mujer en el hogar.
El jardín no es un espacio funcional, en un sentido económico productivo o racionalista campesino, ya que no contribuye con ninguna especie útil para el consumo humano y la reproducción económica del grupo, su existencia se encuentra vinculada al afecto y al placer de brindar(se) un espacio agradable y confortable, un lugar.4 El jardín es una espacialidad que emerge de la interacción entre la mujer campesina, las plantas y su casa, en el que se generan vínculos similares a lo que Archambault llamó “encuentros afectivos” en su estudio sobre la relación entre plantas y humanos en Mozambique (2016).
Antes de continuar es necesario aclarar que en Río Verde se diferencia entre el jardín, la
huerta y el corral de cebollas (veáse didáctica gráfica 1: El jardín). El primero, ubicado en la parte frontal de la casa, en los corredores y alrededor del patio, está conformado principalmente por flores y otras plantas ornamentales. La huerta, por su parte, está vinculada al espacio trasero de la casa, donde se cultivan árboles frutales, plátano, plantas para el consumo cotidiano y algunas medicinales. Y, finalmente, el corral de cebollas, el cual es un pequeño espacio que no supera el metro cuadrado, encerrado con una malla para proteger la cebolla de rama5 de las gallinas. Es de resaltar, que en muchas viviendas estos tres espacios y las plantas que en ellos se cultivan pueden mezclarse, así, por ejemplo, al lado de flores pueden encontrarse especies para remedios o bebidas
A Sandra Loaiza la conocí cuando visité Río Verde de los Montes en el año 2009, época en la cual yo formaba parte de un proyecto de acompañamiento social al proceso de electrificación rural en el Oriente Antioqueño. Sandra es una campesina mestiza, de 38 años, quien vive con su esposo Luis Ángel Cardona en La Capilla, vereda en la que también habitan su madre Rosmira Loaiza, esposa de Efrén Montes, quien la crío desde muy pequeña, y su hermana Rocío Montes. Sandra ha sido muy activa socialmente entre los campesinos de esta vereda, especialmente en lo relacionado con actividades de la Iglesia católica, pues es la tesorera del comité ProCapilla que fue creado con el fin de recolectar fondos para el mantenimiento de la capilla ya que es totalmente de madera y requiere cuidados especiales, y de atender al sacerdote en sus visitas a Río Verde6. Sandra también es reconocida en la vereda por su gran compromiso y solidaridad con sus vecinos, lo que se hizo evidente en mi estancia cuando varios de los campesinos iban a pedirle favores, que con gusto se los hacía.
En el 2014 hablé con Luis Ángel para que me sirviera de guía en la investigación sobre Paisajes Culturales del Oriente Antioqueño, me hospedé varios días en su casa. Desde ese momento pude tener una mayor cercanía con Sandra y su familia. Posteriormente, durante la fase de campo de la investigación, me hospedé gran parte del tiempo en casa de Sandra y Luis, lo que permitió generar mayor con confianza y observar de forma más detallada sus prácticas cotidianas.
Su jardín es uno de los mejor cultivados y con mayor cantidad de plantas en Río Verde, lo cuida tanto como la huerta o corral de cebollas7, las gallinas y los pollos(véase didáctica gráfica
1: el jardín). Al ver a Sandra cuidar, observar y alegar con algunas de sus plantas, por ser ingratas o zalameras; al escuchar las historias que me contaba sobre cada una de ellas, de dónde y cómo las trajo y las sembró; e igualmente de sus comentarios sobre las flores, colores y sus cambios con el tiempo, entre otros temas, fue que me surgieron los interrogantes sobre las interacciones entre las campesinas y las plantas.
Las conversaciones con Sandra se dieron recorriendo la casa , el jardín y haciendo los “destinos”8,. Se trataban temas sobre afectaciones de la salud de ella debido a los destinos,9 también de las transformaciones de las plantas, en cuanto el proceso de recuperación o decaimiento en relación con los cuidados e interacciones que se tienen. Además, hablamos de los tiempos en los cuales se siembra y se riegan las plantas, en los que se tiene en cuenta o no la influencia de la luna y la radiación solar, y los momentos que dedica al cuidado del jardín. Asimismo hablamos sobre los impactos de la luz eléctrica en la sociabilidad y las relaciones entre las vecinas, el trabajo de la mujer en la casa, las experiencias de tener animales domésticos como gallinas y piscos (guajolotes). De igual forma, dialogamos sobre interacciones entre animales, plantas y campesinos, y el jardín como parte de la espacialidad de la casa, en las que se evidenció el gusto de Sandra por las plantas, y cómo el jardín se encuentra íntimamente interconectado con
la huerta.
Al preguntarle a Sandra por qué le gusta tener jardín, me responde un tanto nerviosa o sorprendida, quizás porque nunca le habían hecho esta pregunta. “Será ganas de trabajar más [risas], eso siempre10 tiene trabajo. Pero uno ve una casa por ahí sin jardín y siempre la ve como feíta, como desconsoladora, en cambio una casa con jardín la ve agradable” Sandra Loaiza (conversación personal 7 febrero 2016).
Comenzaré reflexionando sobre dos ideas de la cita anterior, que indican el inicio de la experiencia y de las interacciones de Sandra con las plantas en la emergencia de la espacialidad del jardín. Primero, es el hecho de trabajar más como respuesta a la pregunta sobre el gusto, que no es posible expresar fácilmente en palabras. En su comentario es importante tener en cuenta, además, las risas mientras habla y de la expresión "será", que indica que no tiene seguridad de la respuesta y que la experiencia no tiene necesariamente una racionalización, sino que se vincula más a los sentimientos, emociones y expresiones de la campesina en su cotidianidad, es decir, al no tener un argumento para hablar sobre el gusto y dedicación al jardín lo relaciona con “trabajar más”, frase que debe entenderse en un sentido sarcástico, ya que indica que tiene mucho trabajo, pero aun así destina tiempo a su cuidado.
El segundo elemento es la acción de visitar las casas, refiriéndose principalmente a la de sus vecinos. En estas visitas Sandra reflexiona sobre la importancia del jardín como elemento estético de la vivienda. Una casa sin jardín es considerada para ella “feita y desconsoladora”. Tales palabras dejan ver una valoración estética, como experiencia sensible y cognitiva, que se transforma en un sentimiento ocasionado por una relación particular entre ella y el espacio. Visitar una vivienda sin jardín hace que Sandra se le bajen los ánimos, que se sienta incomoda en el lugar, por eso su decisión de generar transformaciones de los alrededores de su casa o una parte de estos y convertirlos en espacios agradables y acogedores.
Esto da a entender la importancia del jardín en el ámbito vecinal, es decir, éste no es sólo un espacio individual de placer y regocijo para la campesina o para la familia, también lo es para los visitantes o los transeúntes, para los miembros de la vereda. Sandra deja entrever la importancia del jardín como espacialidad enunciativa del individuo, la campesina, y de su familia, pues éste evidencia orden, limpieza, acogida; y también genera interpretaciones sobre el papel de la mujer en el hogar: se considera que una esposa trabajadora y dedicada a la casa por lo
general tiene un jardín bien cuidado. Además, los jardines bonitos son motivo de admiración y orgullo personal frente a otras mujeres.
Retomando, la coproducción del jardín expresa estéticas propias de los campesinos, que equivalen a lo que se considera un espacio agradable y apto para vivir o ser visitado. Esto requiere siempre de coproducción, es decir, que ese espacio se encuentra dentro de ese proceso continuo de transformación, que Ingold llama habitar (2000), que permite, a través de experiencias de interacción, la emergencia de la espacialidad del jardín. Esta coproducción se da a partir de la articulación de la campesina, los vecinos, los sentimientos de agrado o descontento por el espacio, las plantas y su gusto por ellas, el trabajo y la casa. Todo esto ocurre mediante la elaboración de prácticas que implican trabajar más, en el sentido de que son labores añadidas a las que desempeña en su función de ama de casa, como acomodar espacios de la vivienda, preparar la tierra, sembrar y conseguir nuevas “matas” o “pies”11, descartar o sacar las muertas, desyerbar, abonar, podar, entre otras labores.
Prácticas en las que se establecen interacciones entre la campesina, las plantas, el suelo, la pulpa de café usada como abono y los espacios alrededor de la casa. En ocasiones, también la interacción se extiende hasta el monte, rastrojos y cañadas, espacios de donde son traídas algunas de las plantas como la Josefina, que florece por época de Semana Santa. Todo ello implica la realización de movimientos cotidianos de la campesina, como agacharse constantemente, andar más en la casa, pues se debe desplazar al jardín y allí recorrerlo. También, hay que considerar los desplazamientos que realiza a lugares diferentes, como a casas vecinas, en el pueblo o en el monte, en donde Sandra está siempre atenta a nuevas “matas” que podría llevarse para enriquecer su jardín. Por lo tanto, el mantenimiento del jardín implica también actividades de colección y recolección de matas o pies.
El jardín se halla enmarcado en las labores de coproducción de la casa como espacialidad territorializada. Esto lo podríamos entender desde Tuan, quien propone entender el lugar desde tres tipos de espacio inseparables en la experiencia humana: el pragmático, el conceptual de las valoraciones, y el mítico, como esquema en que se mueven y articulan tales conceptos (2001, p. 17). Así entonces, el jardín surge como experiencia estética y sensible de territorios y paisajes vividos y valorados por los campesinos. El último tipo de espacio, el mítico, entendido como elemento original o estructura ya dada, que es la base de la creación de los otros dos espacios, no
se ajustaría a la realidad estudiada desde la perspectiva que se plantea la investigación, pues yo propongo espacios sujetos a cambios y transformaciones. Así entonces, es más adecuado concebir los tres espacios de prácticas, valoraciones y conceptos, como elementos interconectados que se transforman mutuamente de acuerdo a los vínculos que se tejen en el ensamblaje.
Para seguir discutiendo esto, voy a pasar a la exposición de la siguiente experiencia sobre el aprendizaje de la creación y el cuidado del jardín. En ésta, Sandra dejar ver, desde su propia vivencia, las formas en que coproduce esta espacialidad, la cual comienza para ella en la visita a casas vecinas, pues no fue en el hogar de sus padres donde aprendió a tomarle afecto a las plantas, como se expresa en este diálogo:
yo: ¿Con quién aprendió?
Sandra: No, a mi mamá nunca le gustaron las matas. No sé, uno que va como aprendiendo.
yo: Pero doña Rosmira [la mamá] tiene jardín en la casa.
Sandra: Pero es porque nosotros se lo hemos sembrado, porque a ella no le gusta. Uno ve por ahí las casas con jardín y se ven bonitas, entonces a uno también le gusta tener. (Sandra Loaiza, conversación personal, 7 febrero 2016)
La transmisión de conocimiento, como lo muestra la conversación, no se da en esta ocasión de madre a hija sino por un gustó propio, por algo que Sandra valora como bello, agradable y que le gusta reproducir en su casa. Esta reproducción no es exacta, pues ningún jardín de Río Verde es igual a otro, a pesar de que todos están en un mismo contexto socioespacial, cada uno tiene su singularidad, sus formas de organización, cuidados y algunas especies diferentes, esto depende mucho de los gustos de cada campesina y de los espacios de la casa. Sin embargo, la reproducción, entendida como imitación de la espacialidad en cuanto a la generación de sentirse bien, es la forma en que este gusto individual se hace colectivo.
Cuando Sandra menciona en su comentario“uno va aprendiendo”, se refiere a que es un conocimiento que adquiere sola, por medio de estar en continua interacción con las plantas y el suelo, pues son muchos los ensayos e intentos que ella ha hecho a lo largo de su vida, en los
cuales puede que le prendan12 o no las matas (como se verá más adelante en el relato sobre el cambio de jardín). También este ir aprendiendo implica, a su vez, adquirir el gusto por tener un jardín, pues como Sandra dijo varias veces en las conversaciones “es muy trabajoso"(diario de campo).
Otra de las características a reflexionar es el poder lograr lo que le gusta, lo que implica en este caso invertir tiempo, esfuerzo, y simultáneamente tener una afición por las plantas, por lo tanto interactuar cotidianamente con ellas.
Por lo tanto el gusto, el disfrute, los esfuerzos y los conocimientos se encuentran entrelazados, donde no es posible determinar cuál tiene mayor influencia en la coproducción del jardín. Es decir, es un proceso en el que los conocimientos surgen y permiten al mismo tiempo el hacer y el crear (Ingold, 2000; Thrift, 2008), acciones de las cuales emerge el jardín de manera relacional entre algunas campesinas y las plantas.
En los relatos de Sandra, y al tomar como ejemplo el fragmento arriba expuesto, es posible identificar cierta influencia o afectación del jardín sobre la mujer campesina, a través de las sensaciones y emociones que le generan y la llevan al querer reproducirlas, el ver y sentirse bien en el espacio, como lo dice "uno ve por ahí las casas… y se ven bonitas”, esto la impulsa a querer replicar lo bello y tener el gusto de tenerlo en su propio espacio, de ser como su vecino en la generación de su propio bienestar.
Para Sandra es tan alta la valoración de tener jardín en la vivienda que, en compañía de su hermana Rocío, coproduce el de la casa de su madre. Pues como dice en la conversación, “a ella no le gusta”, lo cual refuerza la idea de que la coproducción del jardín, y por ende éste como espacialidad de la casa, es una cuestión de gustos individuales y no de una imposición cultural en la que todas las casas lo deben tener. Gustos que se encuentran relacionados con los afectos, la estética y el sentirse bien en un espacio y que pasan de una generación a otra, en esta experiencia, de hijas a madre.
Por lo tanto, en esta práctica de coproducción espacial se articulan Sandra, Rocío y su madre Rosmira en la transformación de la casa de la última campesina menciona. Mientras ocurren las interacciones propias de las labores de mantenimiento del jardín, en las que intervienen las campesinas, las plantas y la tierra en un espacio-tiempo del día a día, también ocurren interacciones de socialización entre las mujeres de esta familia en cada visita a la casa de
la mamá, la cual se encuentra en el caserío de La Capilla, muy cerca a sus viviendas. Socialización en la que se dan cuenta de los estados de ánimo y salud entre ellas y sus familiares, e igualmente conversan sobre los acontecimientos actuales de la vereda, Río Verde, Argelia o Sonsón, entre otros temas.
El Jardín de Sandra se diferencia espacialmente de las huertas13, en la que principalmente
tiene plantas de uso medicinal o de plantas de autoconsumo, y del corral de las cebollas. Sin embargo, en los últimos años Sandra en algunos espacios han fusionado plantas de jardín con plantas de la huerta, como sábila, toronjil, albahaca, habichuela, entre otras, con matas de flores.
Foto 1 La huerta de Sandra. Sergio Arroyave, 2015
Mientras conversábamos sobre la diversidad de especies que tenía en su huerta y jardín, le pregunté por una tomatera que tenía cuando los visité en la primera temporada de campo (véase foto 2 La huerta), y me respondió: “Se secó, hay veces que se ponen muy bonitas, pero otras veces que no”. (Sandra. Conversación personal 7 febrero 2016). Esto da a entender que las plantas no dependen enteramente de los cuidados que ella les da. Unas veces crecen y “otras no”, esto es que todos los procesos de siembra no son exitosos, pues no es posible saber si las “matas” van a responder o no a los cuidados, si se van a morir o a estar bonitas. Sin embargo, Sandra continúa la práctica con plantas, ya que siempre está intentando nuevas formas de cultivarlas y
cuidarlas para tratar de evitar que se mueran y estén siempre bonitas, como ella dice “es que a unas el sol las quema, a otras es como por falta de agua u otras es qué si son ingratas, entonces, para el jardín hay que bregar mucho”. Práctica que conlleva experimentar, no en el sentido de tener un control de todas las variables para obtener un resultado, sino como acciones y ensayos inherentes al proceso experiencial de las interacciones o “tejido de la experiencia” como lo plantea McCormack (2010, p. 206), lo cual, permite la generación de diversas posibilidades de resultados y afectaciones. Es decir, al continuo de acciones que se realizan, improvisan e intentan a modo de ensayos y hacen parte de la emergencia y generación de una espacialidad, en este caso, el jardín.
Lo anterior nos lleva a la siguiente reflexión, en cuanto a las afectaciones e interacciones entre la campesina y sus plantas. Esto sucedió mientras caminábamos por los alrededores de su casa, Sandra señaló una planta marchita que colgaba del techo, sembrada en una olla vieja, y dijo en un tono de incertidumbre y un poco de desconsuelo: “Y ésta yo no sé, es que los besos de por sí son muy traicioneros, ellos están bien bonitos y cuando uno menos piensa se van pudriendo” (Sandra Loaiza. Conversación personal 7 febrero 2016).
Esta experiencia con los besos comienza con la siembra, luego le siguen los cuidados e intentos de Sandra para que estos prendan y florezcan. Pero es el final de su interacción sobre la que quiero reflexionar, pues en ella se reconoce y se pone en evidencia la facultad de afectar por la planta al humano que la sembró cuando se rompe la relación establecida al podrirse la mata. Esto da a entender es que la campesina le reconoce agencia al beso, en el sentido de poder “traicionar”, y así afectar emocionalmente a la campesina, pues cuando sucede la muerte de una planta siente rabia o desconsuelo, expresado en varias conversaciones. Igualmente, convive con el sentimiento de incertidumbre, pues en cualquier momento la planta puede cambiar de estar bien a mal, al igual que sucedió con la tomatera, no es algo que la campesina a través de sus cuidados pueda ejercer control sobre las plantas. Esta interacción entre campesina y beso está influida por las valoraciones de lo bonito o lo feo, de sentimientos como agradecimiento de la planta al ponerse linda, o no necesitar muchos cuidados, así como de traición, como ya se mencionó.
La siguiente vivencia que trataré es el cambio de jardín, como experiencias de crisis y renovación en la interacción con las plantas, como lo comenta Sandra en los dos apartados
siguientes:
…A veces uno siembra matas, así en las vasijas y se ponen muy feas, y le da a uno el desconsuelo, ¡no qué pereza! Entonces descansa uno unos diítas y luego vuelve otra vez y las siembra. Más que todo las flores, porque éstas así, las más verdes no se acaban tan rápido, entonces no las deja uno acabar. Pero, así como los besitos, las conchitas, esas maticas, sí que son tan delicaítas si las deja uno, o cuando uno tiene begonias, también, son muy delicadas, ésas se mueren muy rápido. Cuando las begonias se mueren, uno se desconsuela y descansa de ellas un tiempo para luego volver a seguir. (Sandra Loaiza. Conversación personal, 7 febrero 2016)
Así como pasa con plantas como la begonia, pasa con todo el jardín, como me dijo Sandra. El sentimiento de rabia puede durar varios meses hasta volver a renovarlo, como lo ha hecho en diferentes ocasiones, una de ellas la contó de la siguiente manera:
Estuve bregando y bregando con esas matas [ refiriéndose a unos cartuchos que había traído del monte], las pasaba de un lado al otro, las metía en materas, las entré a la casa, luego las saqué al sol y nada Iván, nada. Un día comenzaron a decaer, hasta que me dio una rabia con ellas, y fui y las tiré al camino con matera y todo” (diario de campo, 5 noviembre 2015)
En estos dos fragmentos, contados por Sandra, se evidencia la relación dinámica en el que el jardín no es permanente. En la coproducción del jardín además del espacio y las plantas, también se afecta el campesino desde lo corporal y lo afectivo, como lo dice Sandra “qué desconsuelo” o el “qué pereza”, sentimientos que llevan a la decisión de terminar con el jardín y “descansar”, en la que la interacción con las plantas se vuelve una carga, con la que no está a gusto y decide romper en un momento dado ese encuentro afectivo (Archambault, 2016) que caracteriza la relación entre campesina y planta.
La experiencia de cambio de jardín comienza unida al sentimiento de desconsuelo o decepción de la relación, el “qué pereza”, lo dice Sandra, como expresión de la incapacidad e
impotencia, de que no dan resultado deseados los cuidados que ella le ha dado a las plantas, lo que la lleva a la decisión de terminar el jardín o la relación con algunas plantas, pues no siempre acaba con la totalidad de éste.
El momento intermedio es el descanso, tiempo de pausa y ausencia de la relación, en el que Sandra siente oportuno alejarse para dejar los sentimientos de rabia, desespero e impotencia que la desgastaron. Pero la experiencia no termina allí, sino con la renovación de las interacciones entre la campesina y las plantas, por lo tanto, con un nuevo jardín, aunque no siempre son las mismas especies, pues a veces los resentimientos permanecen, ni se siembra en los mismos sitios, esto con una intención de renovación y de experimentación de que allí le puedan “pegar” mejor las plantas, o para ensayar nuevas formas de embellecimiento de la vivienda.
De estos relatos arriba mencionados, también, se puede inferir que para Sandra hay dos tipos de plantas en su jardín: las de flores y las verdes. El primer tipo son de colores, más delicadas; el segundo, es la categoría de plantas que no florecen de manera tan vistosa o frecuente, su belleza radica en la forma y el color verde de sus hojas, estas especies tienen la característica de que son más resistentes que las del primer tipo. Para esta clasificación Sandra tiene en cuenta la durabilidad o el tiempo de vida de la planta. Si bien las plantas que exigen mayor compromiso y dedicación son las que florecen, las otras también generan emociones de gusto, o de frustración y pérdida en el proceso de tener un jardín.
Las emociones de rabias, desconsuelos y frustraciones generadas en la interacción con las plantas, ocurren porque la campesina asume que la planta debe valorar y responder a su trabajo y afecto, no traicionándola o siendo ingrata con ella. Emociones y sentimientos que pueden llegar hasta el punto de realizar el acto de lanzarlas al camino, que es el espacio público por donde transita gran parte de la población y a la vez, expulsándolas de su espacio íntimo de la casa.
En estos fragmentos de la conversación con Sandra, que nos narran el cambio de jardín, se entrevé también la relación de la mujer y el bosque para la obtención de plantas consideradas bonitas, verdes, y que se conectan con la espacialidad de la casa. Es una práctica que plantea el reto de “ser capaz que me pegue” o prendan, de sacar una especie de su hábitat para darle un valor estético y embellecer su espacio cotidiano. Actividad que trae consigo la relación con la planta, hasta el punto de entablar una interacción con ella y conocer donde se comporta y le va
mejor en el jardín, qué tipo de tierra, o cantidad de agua y sol requiere.
Para seguir con el refrán de la coproducción del jardín, continuaremos con los relatos de doña Sara Henao, desde hace 26 años vive en La Capilla, y toda su vida ha habitado en Río Verde. Doña Sara está casada con don Guillermo Valencia y viven en la que antes era la casa de Marco Perilla, la tienda más grande de Río Verde de los Montes a mediados del siglo XX, ahora sólo es una tienda en la que se vende licor. Doña Sara se ocupa de la casa y su jardín, ninguno de sus hijos vive con ella, ya que la mayoría de ellos se encuentran fuera de Río Verde, sin embargo, regresan casi siempre a fin de año para pasar Noche Buena y el 31 de diciembre.
Doña Sara comenzó a relacionarse con el jardín en la casa de sus padres cuando era una niña (como veremos más adelante en profundidad), pero desde que se trasladó a vivir de San Jerónimo para Cabuyal14, cuando se casó, fue que hizo el suyo. De éste se trajo gran parte para la Capilla, pues como dice ella "aquí no había, me tocó traer las vasijas y matas para hacer el jardín, me traje todas esas ollas en una carga de caballo". (Sara Henao, conversación personal, 31 enero 2016)
Después de dos intentos fallidos para conversar con doña Sara, por lo que no se encontraba en la casa, al tercer día la encontré en la cocina calentando algo. Saludé, entré y al instante entró su esposo, don Guillermo Valencia, todo desesperado y salió nuevamente, no entendí qué pasaba. Luego doña Sara me dijo que se le “voló” una vaca que compró. Después de que don Guillermo salió, hablamos sobre el jardín, de los hijos y de cuando llegó a La Capilla. Hablamos de lo feliz que se encontraba en Río Verde y que no le gustaría irse para el pueblo. Mientras conversábamos seguía cocinando la comida, calentando los frijoles, pendiente de las tajadas de plátano maduro para que no se le quemaran; igualmente revisaba cada tanto el arroz y fritaba una carne, todo en su fogón de leña.
La primera experiencia de doña Sara que expondré es sobre la siembra, la cual vincula en las interacciones la luna como materialidad y las plantas.
La influencia de la luna, según los campesinos y campesinas, es para todos los seres vivientes incluyéndose ellos, en especial afecta a las mujeres en el periodo postparto, conocido como “dieta”, que dura aproximadamente 40 días. Tiempo en el que se resguardan la madre y el hijo, pues no pueden recibir el sereno ni rayos de luna, así que no les es permitido salir en las noches, las rendijas de las paredes de cancel de madera son tapadas al igual que los pequeños huecos de los techos de zinc. Es de aclarar que las interacciones y efectos de la luna en las plantas, no es sólo para las de jardín, también se da en cultivos vinculados al ensamblaje que trasciende lo local, como el café, en el que algunos campesinos acostumbran tener en cuenta las fases de la luna para la siembra, como don Antonio Martínez, esto en contra de lo que dicen los técnicos de la Federación Nacional de Cafeteros de Colombia (FNC).
Esta afectación de la luna ocurre para todas las plantas en general, si se pretende aprovechar el tallo o las hojas, se debe sembrar en creciente, si se quiere que florezca, se debe sembrar en menguante, como lo dice doña Sara:
Hay unos que lo hacen en cualquier tiempo, yo siempre busco la menguante, y sí, se mantienen muy florecidas. Si uno las siembra en creciente se crecen así muy grandotas, crecen muy lindas, pero sin flor y se demoran mucho para florecer. Pero en menguante florecen chiquiticas. (Sara Henao, conversación personal, 31 enero 2016)
Doña Sara hace la aclaración que no todas las campesinas que poseen jardín tienen en cuenta las fases de la luna como marcador temporal para la siembra, por ejemplo, Sandra, que sabe de esto, dice que para ella es lo mismo sembrar en cualquier tiempo. Sin embargo, doña Sara sí lo hace y le ha dado buenos resultados, pues argumenta desde su experiencia los efectos de la luna sobre el crecimiento y florecimiento de las plantas. Por lo tanto, para ella como para otras campesinas, el tiempo de sembrar está influenciado por la luna.
Los dos resultados que pueden ocurrir de acuerdo a la luna, son considerados como buenos para un jardín desde el punto de vista estético, de embellecer su casa, aunque depende del gusto de la campesina, si quiere flores grandes o pequeñas, y el tiempo de su florecimiento. Para doña Sara es preferible buscar la menguante y tener su jardín florecido, aunque las flores no sean grandes.
La práctica principal de esta experiencia es la siembra, que se sincroniza con la luna a partir de la observación y el conocimiento de en qué fase se encuentra. Sin embargo, las fases de luna nueva y llena no son utilizadas por los campesinos para sembrar, pues no se consideran que afecten las plantas como lo hacen las otras fases.
La próxima experiencia, que aquí trataré, es la relacionada con el aprendizaje de doña Sara, qué a diferencia de Sandra, adquirió el gusto desde su casa: “yo no sé quién me enseñó a tener jardín, desde que yo estaba en la casa soltera, a mi mamá también le gustaba el jardín. Puede ser que le aprendí a mi mamá." (Sara. Conversación personal, 31 enero 2016)
La experiencia comienza en su casa de soltera en la que estaba como hija, un primer espacio-tiempo de aprendizaje, relación con el jardín y su madre, el cual finaliza con su matrimonio. Luego de este acontecimiento con el cual se inserta dentro de otro espacio-tiempo de relaciones sociales, donde tiene una vivienda y se encuentra sola en el mantenimiento de ésta, comienza así un nuevo periodo de aprendizaje con las plantas, del que surgen nuevos
conocimientos que se crean en la interacción con el terreno, las plantas y la forma de hacer las prácticas por parte de la campesina en su nuevo hogar.
La experiencia de la transmisión de conocimiento, de la madre a la hija, se da porque tenían sentimientos en común, de querer y disfrutar de las plantas del jardín, como lo dice doña Sara: “a mi mamá también le gustaba”. Pero cuando ella dice “puede ser”, también está reconociendo que ese aprendizaje no sólo fue debido a su madre, sino ella misma lo fue adquiriendo desde su experiencia.
Si bien en el fragmento no es posible identificar los sentimientos o emociones sobre el aprendizaje de las labores del jardín, éstos se percibieron mejor en los gestos de su cara cuando se refería a cada una de sus plantas, lo bellas que son para ella, además de mostrar cierto orgullo y felicidad a partir de sonreír cuando señalaba y hablaba de sus plantas.
La siguiente experiencia permitirá reflexionar el jardín de doña Sara como espacio- tiempo, en el que se une el pasado y el presente, a través de los recuerdos de historias sobre plantas, un lugar territorializado, cargado de valoraciones que han emergido de las interacciones de la campesina con las plantas. Lo veremos a partir de un caso individual, de traerse una flor de otro lugar; y desde una experiencia colectiva, de varias vecinas que al mismo tiempo trasladaron y sembraron en sus jardines plantas de hortensia.
Cuando doña Sara comenzó a relatarme sobre las plantas y las historias de sus procedencias, se salió de la cocina, en la cual nos encontrábamos, al jardín. En este lugar, doña Sara comienza a señalarme con el dedo y posteriormente a tocar las plantas a las cuales se refería:
Vea esta Copa de oro la traje de allí abajo, de Puente Roto, de una casa sola, la traje y la sembré. La hortensia la traje cuando el hermano mío se fue, Néstor Henao, de allí arriba del Roble, subí una vez con Alba Liliana, la nuera mía y Gloria la vecina, y les dije: ¡ay muchachas qué matica tan linda que hay aquí! Y yo no sé por qué no se la han llevado. Y entonces cada una nos trajimos de a mata y no me pegó sino a mí la matica de hortensia. Es que cuando pega eso ya es estable, dura mucho.
Yo: ¿Y por qué a las otras no les pegó?
Seguramente, yo no sé, Gloria bregó mucho con esa matica de hortensia y no le pegó. Y Alba Liliana tampoco." (Sara Henao, conversación personal, 31 enero 2016)
La conversación se caracterizó por considerar al jardín como espacio-tiempo de recuerdos, en el que la memoria de doña Sara se activaba con cada mata. Ella narraba elocuente y alegremente el tiempo que llevaba tal o cuál mata, de dónde y cómo las había traído, si le “pegaron” o no, y las dificultades que le dieron. El fragmento, arriba citado, habla de las experiencias con la Copa de Oro y la Hortensia, pero igual hubiera sido para las Chaquiras, los Norvios o los Besos. Doña Sara habla, también, de un espacio-tiempo relacionado con caminar Río Verde, y en ese transitar estar observando, atenta para traerse a su casa matas que le agraden, de espacios deshabitados, como son la casa abandonada y la casa que dejó su hermano. Igualmente, es muy frecuente identificar matas atractivas en jardines de vecinos, en estos casos ella le pide a la campesina, ama de casa, que le regale un piecito de la mata deseada.
Se puede hablar de dos momentos en el relato de la experiencia de conseguir las plantas de su jardín. El primero, nos habla de la interacción con la Copa de Oro, la cual comienza con el pasar por la casa abandonada de Puente Roto, lugar de paso por el que se transita siempre para ir de La Capilla al pueblo de Argelia. Aunque no lo dice, es posible inferir que ocurrió en una de las venidas, de este poblado a su casa, que se trajo consigo la mata, es decir, no fue específicamente por ella, sino, como lo narra fue más un evento inesperado donde aprovechó la situación y se trajo la planta y la sembró en su jardín.
El segundo momento, de su interacción con la hortensia, comienza al visitar a su hermano, ver las matas que dejó y expresarles a sus amigas vecinas del por qué deberían llevárselas. Aquí, al igual que con la copa de oro fue una ocasión no planeada, que se aprovecha para enriquecer el jardín. El traerse la mata de hortensia para su casa sirve como marcador temporal para recordar el cuándo se fue su hermano, o al revés, la ida de su hermano sirve como evento en el tiempo de cuándo comenzó su interacción con esta planta.
El momento intermedio de los relatos de la experiencia con estas dos matas, está en traerlas a su casa, en la vivencia con la Copa de oro fue una acción individual y de la hortensia fue una acción colectiva de tres campesinas. El acto de traer plantas significa el tránsito de un lugar abandonado a uno habitado, el cual marca la transición de unas interacciones anteriores entre campesina y mata que ya han finalizado, y el comienzo de una nueva relación de la planta con otra campesina, en este caso doña Sara y sus vecinas.
El final de la experiencia con la planta Copa de oro es el establecimiento de la interacción a partir de la siembra, el fin de la experiencia del relato es el inicio de la vida de la planta en el jardín. En el caso de la Hortensia, doña Sara cuenta que ésta sólo le pegó a ella, a sus otras compañeras por más que trabajaron, como dice "Alba Liliana bregó mucho", al final ninguna fue capaz. Es decir, la coproducción del jardín no depende enteramente de la capacidad, disponibilidad, trabajo y tiempo que le invierte la campesina, sino que también depende de la planta y el cómo se adapte o no al nuevo ambiente, y además de las interrelaciones que se establezcan entre la tierra, la planta, la ubicación en el jardín, el sol y la campesina, como se había planteado también en los relatos de Sandra.
Los siguientes fragmentos se exponen con el propósito de reflexionar sobre las emociones y los afectos, generados en las interacciones entre las plantas y la campesina en el jardín. Al preguntarle por los cuidados y la tierra que utiliza, doña Sara me respondió:
Sí, yo la arreglo bastante y abono todas con lo mismo [refiriéndose a la preparación de la tierra para las matas]. Hay una más agradecidas que otras, que se emberracan más, por ejemplo, el Norvio es muy alentado, diario florecido, y este Geranio, como es de lindo y no pega si no una que otra matica. (Sara Henao, conversación personal, 31 enero 2016)
Ser agradecidas, en este caso, se refiere a esas plantas que le reconocen a la campesina la labor de cultivo a partir de su vigorosidad o florecimiento. Se expresan afectos y sentimientos, cuando doña Sara habla del geranio es el suyo, el que tiene en su jardín, mencionándolo con cierto aire de orgullo, pues reconoce la belleza de esta planta, "el geranio como es de lindo". Pero al mismo tiempo expresa la dificultad de que no siempre es posible tenerlo en el jardín "no pega sino una que otra mata", frase que dice en tono de pesar, de querer que no fuera así, pero es algo que no puede cambiar desde las interacciones y conocimientos que tiene con y sobre la planta.
El segundo fragmento se refiere a los cuidados que tiene la campesina con las plantas, el cual comprende la práctica de abonar en el momento preciso, así, como al hecho de estar pendiente del momento oportuno en que se deben quitar las hojas y al tiempo que esa práctica requiera. Todos, temas que doña Rosa relacionó cuando le pregunté sobre si consideraba que para tener un bonito jardín era necesario el amor:
Mapa 1. Río Verde de los Montes
Sonsón Antioquia Colombia
Claro, uno les pone curia a las maticas, si no se les abona a tiempo, resignaos, siempre tiene que joder uno con eso. Hay que estar pendientes, es que mire que a esas maticas uno se demora 3 o 4 días para quitarle las hojas secas. (Sara Henao, conversación personal, 31 enero 2016).
Si bien la curia es más una habilidad que un sentimiento o afecto, la campesina la vincula directamente al amor, cuidado, esmero y observación que adquiere ella en la constante interacción con las plantas. Habilidad que está impulsada o argumentada en los afectos que tiene sobre el jardín y la casa, la satisfacción de verla bonita, e igualmente de entretenerse en eso que llama "joda", esos esfuerzos que debe de hacer para tener el jardín.
Para concluir, es preciso llegar a una reflexión sobre las experiencias de estas dos campesinas, en las cuales se mostraron diferencias, tales como las formas de aprendizaje en coproducir el jardín. Por un lado, Sandra emprendió un camino en solitario, a diferencia de doña Sara que aprendió en la casa con su madre. Pero pese a estas dos diferencias tienen algo en común, que la motivación de la interacción con las plantas y la emergencia del jardín es creada desde el gusto de las dos campesinas.
Igualmente es similar, más no igual, el reconocimiento de la agencia de las plantas, pues éstas, les ocasionan rabias, desconsuelos, alegrías y satisfacción entre otras emociones y sentimientos, que son muestras de las interacciones dinámicas entre las campesinas y las plantas.
Didáctica gráfica 1. El Jardín en Río Verde de los Montes
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Notas
1 Traducción propia.
2 Traducción propia.
3 Se toman las Narrativas como elementos del lenguaje, el cual es considerado como parte constitutiva de la realidad y no meramente un reflejo, y por lo tanto, desde el punto de vista metodológico las reflexiones sobre la realidad material son al mismo tiempo sobre los discursos (Escobar, 2010).
4 El lugar ha sido conceptualizado tanto desde la geografía como desde la antropología y es una categoría de encuentro y debate de estas dos disciplinas. Para esta investigación se entenderá este término, desde un sentido general, pues a pesar de las diferencias teóricas y conceptuales dentro de estas disciplinas posee
características comunes. El lugar como un espacio ocupado, cargado de significado ligado a lo vivido, a la experiencia cotidiana (Augé, 1993; Ingold, 2000; Massey, 2004). Ingold, por su parte, lo asocia a procesos de habitar, en el que el lugar surge del entrelazamiento con la vida humana (Ingold, 2000). Massey, más orientada las relaciones de poder, reconoce que el lugar, en la geografía, se ha vinculado con la experiencia vivida, el mundo material concreto, lo cotidiano, por lo tanto con la significación, autenticidad y singularidad. El lugar para ella, “es un nodo abierto de relaciones, una articulación, un entramado de flujos, influencias, intercambios, etcétera”; y marca la diferencia con la categoría de espacio a partir de la escala de análisis (Massey, 2004, p. 79).
5 Conocida en algunas partes de México como cebolla de verdeo, nombre científico Allium fistulosum
6 El sacerdote visita Río Verde el primer viernes de cada mes y viene desde Argelia.
7 Este corral de cebollas de rama es muy característico en las casas en Río Verde, es de resaltar la connotación de corral lo que expresa el cuidado y la importancia que esta tiene para los campesinos ya que la cebolla es un ingrediente fundamental que da sabor a la comida.
8 La palabra destinos es usada, muy frecuentemente en la zona cafetera Andina Colombiana, para designar las labores domésticas que siempre se deben hacer como: cocinar, lavar, barrer, trapear, planchar, entre otras.
9 Estas afectaciones en la salud son debidas a la reiteración de prácticas de algunos destinos que implican
la exposición del cuerpo a cambios fuertes de temperaturas como el estar acalorada por barrer el patio y luego trapear, entre otras actividades.
10 En Colombia la palabra siempre, en algunos contextos, es usada como adverbio para significar definitivamente o decididamente (RAE, s/f).
11 Mata es el término utilizado por los campesinos para designar las plantas que son diferentes a los árboles, así se le llama a una mata de begonia, que es ornamental, de tomate o una de plátano e incluso a los arbustos de café.
Se le llama pies a los segmentos que son cortados de las plantas que no necesitan para su reproducción semillas. Esto es muy común para las plantas medicinales y las de jardín.
12 Se utiliza el término “prendan” para expresar que las matas sembradas se adaptaron bien al terreno y crecen fuertes.
13 En la casa de Sandra hay dos huertas, una, de caña, plátano y árboles frutales que se encuentran en la parte posterior de la casa; y otra de plantas medicinales y comestibles que está a un lado del patio de cemento.
14 Cabuyal es un lugar que los campesinos diferencian de San Jerónimo pero que administrativamente
hacen parte de la misma vereda.