José Manuel Castellanos Martínez1
Palabras clave: habitar; casa; familia; cotidianidad; valoración/apropiación
La ponencia está compuesta por cuatro apartados. En el primer de ellos expongo la pertinencia del tema y estrategia metodológica. En el segundo apartado doy a conocer las bases teóricas. En el tercero presento algunos de resultados más relevantes. Finalmente planteo un apartado reflexivo a manera de conclusiones
A partir de la segunda mitad del siglo XX, urbanistas y geógrafos, entre otros estudiosos
1 Arquitecto por el Instituto Tecnológico de Jiquilpan; Maestro en Geografía Humana por el Centro de Estudios en Geografía Humana, El Colegio de Michoacán, A. C., Zamora, Michoacán; doctorante en Ciencias Sociales, El Colegio de San Luis, A. C., San Luis Potosí, San Luis Potosí. Líneas de investigación: configuraciones territoriales por procesos urbanos y procesos en el paisaje, joma_casarq@hotmail.com; jose.castellanos@colsan.edu.mx.
del espacio urbano, se han preocupado por el análisis de las ciudades, principalmente por los desequilibrados procesos de crecimiento territorial y poblacional que se dan a interior de estas, con el fin de reorientarlas a una planificación dirigida y metódica. El crecimiento y producción del espacio urbano han tenido mayor valoración por parte del sistema capitalista, lo cual provoca la percepción del espacio como un bien de consumo, sin embargo, lo más importante de estos procesos urbanos es que son construidos a través de prácticas sociales, espaciales, políticas, económicas y culturales, mediante las cuales es posible conocer el sentido de apropiación y valoración (construcción) espacial de un barrio, una colonia o un fraccionamiento al interior de la ciudad. En este sentido es necesario conocer las expresiones que confluyen en el habitar, como la cotidianidad, costumbres, vivencias, los significados, símbolos y valoraciones que tiene un espacio habitado, las relaciones y trasformaciones familiares y espaciales, entre otras. Para dar cuenta de esto, se tomó la casa y la familia como referentes principales en tres tipos de asentamientos con características formales físicas, sociales, económicas culturales y urbanas diferentes; entornos construidos, habitados y desarrollados de forma casi contrastante.
Quienes han realizado investigaciones de Zamora desde la perspectiva urbana, afirman que va en deterioro, aseguran que cada vez son más los problemas urbanos. Por un lado, está la urbanización que moviliza grandes conjuntos inmobiliarios sin una adecuada planeación y, por el otro, el incremento de asentamientos irregulares que avanza de una manera impresionante sobre tierras ejidales, privadas y federales. Así, la “planeación” urbana en Zamora se ha usado como una máscara para llevar a cabo el “ordenamiento territorial” a partir de los intereses políticos y económicos que benefician a la elite capitalista, quien junto con el gobierno hace a un lado las necesidades más apremiantes de la población. En este sentido, conocer el significado y el sentido de habitar es un punto de partida para exponer muchos de los problemas urbanos en Zamora, pues la casa es un lugar de equilibrio entre su interior y su exterior para quienes la habitan. Además, es también un eje central para desarrollar el sistema urbano y sus relaciones socioespaciales. Por esto, el crecimiento de la ciudad no debe entenderse como un conjunto de casas adheridas, de calles, espacios abiertos y comercio, sino como un proceso en crecimiento ordenado, con un modo singular de relacionarse y, también, con una manera singular de ser o de habitar.
Autores zamoranos han destacado la transformación que sufre el espacio urbano en Zamora; por ejemplo Ortiz (1988) sitúa a Zamora en una crítica contextual, donde habla metafóricamente
de las enfermedades o patologías1 que adolece la ciudad. Por su parte, Luis González (1984) pone en la mesa la discusión de los hondos contrastes2 que se viven en el entorno urbano, mientras que Gustavo Verduzco (1992) discute la urbanización como una honda transformación3. A fin de cuentas, este concepto gira en torno a una metamorfosis del espacio urbano, carente de sentido, orden y función.
El habitar lo podemos valorar en su plenitud desde dos puntos de vista. El primero tiene que ver con las valoraciones materiales y económicas determinadas en el medio urbano, el medio geográfico y el medio arquitectónico. El segundo es un conjunto de valoraciones que no se ven, pero están presentes; las construimos a diario pues son valoraciones simbólicas. De esta manera, el habitar es una entidad fundamental de cada individuo, mediante el cual se construye un cuerpo de valoraciones espaciales en el lugar habitado, la casa, el entorno urbano o la propia ciudad. Aunque pareciera que no existe, al desarrollar las actividades cotidianas dentro y fuera de la casa, este habitar es el centro de atención, se construye con cada paso que damos, con cada movimiento y con cada situación que da vida a un espacio. Por lo tanto, el habitar deja de ser un objeto para transformarse en nuestro propio sujeto.
En un contexto de expansión de la mancha urbana de Zamora, caracterizada por la segregación y la falta de planeación, la ejecución del presente trabajo consistió en realizar un acercamiento a habitantes y familias de tres asentamientos humanos en Zamora para conocer su propio sentido y significado al habitar un espacio construido como la casa y su entorno urbano más próximo. De esta manera se conoce el proceso de apropiación espacial en un barrio, una colonia y un fraccionamiento al interior de la ciudad. Para esto fue necesario conocer las expresiones que confluyen en el habitar, como la cotidianidad, costumbres, vivencias, los significados, símbolos y valoraciones que tiene la casa para quienes la habitan, las relaciones y trasformaciones familiares y espaciales, entre otras. Para dar cuenta de esto, se tomó la casa y la familia como referentes principales en tres tipos de asentamientos con características formales físicas, sociales, económicas culturales y urbanas diferentes; entornos construidos, habitados y desarrollados de forma casi contrastante. Dichos asentamientos fueron: la colonia irregular Fernando Amilpa, el fraccionamiento Residencias La Luneta y el Centro de la ciudad percibido y concebido como un barrio.
Aquí la casa es concebida con un doble significado para sus habitantes. Por un lado, me
refiero a la distribución y organización arquitectónica en su función de dar cobijo. Por el otro, se concibe a partir de un sentido de construcción simbólica, de significados, costumbres y valoraciones.
En este sentido, la investigación resulta importante desde tres puntos de vista. El primero tiene que ver con la forma de apropiación de un espacio construido, por parte de una familia, bajo determinados “lineamientos”, que no necesariamente obedecen a normas de planeación, sino a diferentes maneras de percibir, concebir y vivir un espacio; es decir, una forma de hacerlo propio a través de las practicas no solo espaciales, sino también sociales. El segundo hace referencia a la calidad de vida que puede tener un grupo social o una familia que habita determinado tipo de asentamiento. Este término tiene una relación directa con el desarrollo social y territorial de un espacio, ya que determina cierto grado de satisfacción de las necesidades del hombre, ya sean espaciales, ambientales, identitarias, económicas o cualquiera que tenga que ver con el desarrollo humano. El tercero se refiere a la capacidad de organización colectiva, referido a la familia y al vecindario como un grupo social. Es importante aclarar que estos tres tópicos conforman un sentido y significado de habitar la casa en cada asentamiento, dándose a conocer a través de las vivencias, cotidianidades, costumbres hábitos, experiencias y espacios vividos de los habitantes entrevistados. Los resultados obtenidos sentido y significado de un espacio que ha crecido sin orden, el cual merece ser proyectado, reconocido y planeado como una forma de vida. Se trasciende su apariencia física, ya que de esta manera es posible revelar muchos problemas sociales que ha provocado el crecimiento desordenado en la ciudad.
Resultó fructuoso – con una visión geográfico-arquitectónica, y no de antropólogo ni de historiador, dirigir la investigación a un estudio del habitar la casa, ya que se conoce la urgencia de buscar y encontrar nuevas alternativas para lo que sucede hoy en día con la casa y el asentamiento en Zamora.
Con base a la pregunta principal y a las siguientes preguntas orientadoras se desarrolló la investigación: ¿Qué significado tiene para los habitantes de cada asentamiento vivir en esa zona?,
¿Qué relación existe entre el habitar la casa y habitar el asentamiento?, ¿Cuándo un espacio es realmente habitado?, ¿Cómo ha sido la transformación de las casas y el asentamiento, considerando cambios de materiales, procedimientos de construcción y sobre todo la transformación familiar?
La tesis que sostengo es que el sentido y significado del habitar parte de una conexión que
reúne e interrelaciona las expresiones cotidianas, domésticas, hábitos, dimensiones simbólicas, materiales y valoraciones experimentadas por el individuo en un espacio determinado –la casa, el asentamiento o la ciudad misma–, es decir, el habitar se construye a través de un espacio vivido, mediante prácticas espaciales, representaciones del espacio y los espacios de representación. Así, es posible hacer del habitar un sujeto que toma presencia en el espacio. De esta manera, el habitar interrelaciona un sistema complejo de lugares y objetos a partir del sujeto, quien expresa dimensiones simbólicas y materiales que corresponden al espacio que habita.
Con la finalidad de dar respuesta a las preguntas de investigación planteadas se perfiló una serie de instrumentos de registro capaces de proporcionar la información necesaria para su comprensión a partir del concepto de las “representaciones simbólicas del espacio” de Lefebvre (2013 [1974]). Las cuales pueden comprenderse mediante las prácticas espaciales, las representaciones del espacio y los espacios de representación.
La utilización de ésta triada, conceptual y metodológica, fue la base para conocer el sentido y significado de habitar la casa y su propio entorno.
En primer lugar, La práctica espacial, es donde se conoce lo que se percibe del espacio y una sociedad con condiciones culturales similares, quien produce dicho espacio, lo descifra, lo disfruta, lo reclama y lo apropia desde una realidad cotidiana y urbana. El espacio percibido sería el experimentado subjetivamente, el que se materializa solo a través de las representaciones. Las representaciones del espacio se distinguen de diferentes maneras, ya sea a través de signos o en lo material. Es el mundo objetivo, lo que se mide, lo que se cuantifica y lo que se concibe a través de una cartografía. Los espacios de representación dentro de la casa y su entorno se conocen en su forma espacial y a través de su valoración y su significado en el tiempo. Es decir, espacios que expresan afecto o sentimientos mediante recuerdos codificados o simbolizados de la vida familiar y social a lo largo de su propia historia. Es el espacio vivido (Lefebvre, 2013:92 [1974]).
Se identificaron tres procesos básicos en la composición familiar al interior de la casa con el objetivo de presentar una descripción interna de los habitantes para establecer la relación y el dinamismo que existe entre el habitante y la casa. El primero es la re-configuración familiar, que
tiene que ver con la necesidad de existir y adaptarse al entorno. Abarca aspectos que van más allá de la reproducción biológica, el trabajo, el jefe o jefes del grupo familiar, los integrantes de familia, el género, la generación, las edades y los núcleos familiares que hay dentro de una casa. Además, esto se vincula directamente con lo cotidiano, los valores, las prácticas culturales entre otros aspectos que penetran en la estructura social de la familia. En segundo lugar, está la reproducción social de la familia en el entorno, que abarca también la re-configuración de la vida familiar y, además, la forma de conocerse y verse entre familias, lo cual muchas veces tiene que ver con el status y clase social. Así, la re-configuración familiar es un determinante para desarrollar la reproducción de la familia en el entorno. El tercer elemento es el resguardo familiar: la casa. Es el espacio construido por la familia, los que la habitan, la imaginan, la perciben y la representan, es el lugar de refugio seguro, de estabilidad, seguridad patrimonial e incluso el lugar amado. Así también está conectado tanto a la reproducción social de la familia en el entorno como a la reconfiguración familiar.
Para obtener la historia social de los asentamientos me base en las siguientes técnicas de carácter cualitativo:
Basado en la historia social y apoyado en: La historia oral
La entrevista: Observación Material fotográfico:
Notas de campo y evaluaciones: Consulta de archivo
Me adentré a los asentamientos para conocer a algunas de las familias que ahí habitan, comprender sus formas de expresión, hábitos, actividades cotidianas y los cambios en el grupo social y su espacio. De esta manera la historia social va a dar cuenta de las transformaciones sociales que una estructura grupal puede mostrar en un espacio vivido.
En primer lugar, cabe destacar que es posible posicionar la presente tesis en el enfoque de la geografía cultural en el medio urbano. Dentro de este ámbito de estudio la casa toma un lugar
importante como un espacio construido de la geografía cultural, el cual se puede abordar a partir de dos grandes dimensiones: por un lado, un espacio arquitectónico y artístico, el cual refleja expresiones sociales en su construcción, usos y función; por el otro, un espacio geográfico que ha evolucionado con la inmersión de la mano del habitante, casi siempre la familia, quien asigna significado y sentido al mismo.
Heidegger (1951) y Lefebvre (2013 [1974]) usan términos similares para hacer una descripción conceptual del habitar: producir, por un lado, y construir, por el otro. Términos a partir de los cuales se aborda el habitar, no solo desde la arquitectura, la técnica o la misma creación, sino que van más allá de un proceso de construcción material que abre paso a la dimensión cultural basada en la conducta de los miembros de un grupo social.
Lefebvre (2013 [1974]) realiza una serie de observaciones para demostrar la posición del habitar en una cotidianidad concebida como la creación del espacio y de la vida social, en consecuencia, es posible sostener que la cotidianidad es otra dimensión, parte del habitar, ineludible en el ser humano, ¡tanto que! para quienes abordan el habitar, es inevitable hacer énfasis en la vida cotidiana. Según el autor, a partir de los componentes cotidianos (el espacio, el tiempo, la praxis, los simbólico y las pluralidades de sentido), es posible conjuntar la cotidianidad como parte del habitar, el cual no se reduce a la suma de éstas prácticas, sino que forma un sistema que relaciona los componentes de un todo. Este sistema de relaciones, es conocido como encadenamientos, los cuales están presentes en un espacio vivido que, con palabras de Lefebvre (1972), va ligado a lo mental, a lo cultural, a lo social y a lo histórico.
Desde la perspectiva existencial de Heidegger, es posible concebir el habitar como una terminología estructurada, donde, si este se posiciona como el centro de la existencia del hombre, el construir y el pensar nunca dejarían de estar presentes mientras exista el ser. Así, la cotidianidad resulta ser una expresión tan esencial y natural en el proceso del habitar, que apenas y nos damos cuenta de lo cotidianos que somos en nuestras manifestaciones como sujetos.
De Certeau (2000 [1990]), definió lo cotidiano como las artes/maneras de hacer, el pensamiento que no se piensa. “Estas maneras de hacer constituyen las mil prácticas a través de las cuales los usuarios se reapropian del espacio organizado mediante una multitud de tácticas articuladas con base en los detalles de lo cotidiano” (De Certeau, (2000: XLIV [1990]).
Ahora bien, si el habitar no es la suma de todas las actividades de cada una de las
dimensiones, como lo aclara Lefebvre (1972), entonces funciona como una categoría de conexión entre todos estos conceptos que han sido tomados de la praxis humana. Es por ello que el habitar toma vida y personalidad en el sujeto interiorizado que expresa sin darse cuenta, desde las más duras hasta sus más sensibles manifestaciones en el espacio. En resumen, solo el habitar es capaz de articular todas las expresiones cotidianas, habituales, sentimentales y materiales. Este sistema de relaciones, es conocido como encadenamientos, los cuales están presentes en un espacio vivido. Por otro lado, es a partir de lo vivido, que se desprende lo percibido y lo concebido del espacio, aquí resulta la triada conceptual, la cual Soja (1996) retoma, ya no a partir del espacio sino, a partir del ser. En este plano se consideraron las contribuciones de Soja (1996) con respecto
al espacio vivido, quien lo define como un tercer espacio.
[…] se piensa en un espacio alternativo a los dos existentes, percibido y concebido, y a su relación dialéctica. Un espacio más profundo, integrado y complejo, donde se articulan todas las variables reales y subjetivas, en el que se manifiesta la trialéctica del ser, a través del equilibrio de la historicidad, de la espacialidad y de la sociabilidad […] (Soja, 1996; 1997).
En este sentido, se logra concretizar estos elementos en un nivel de la vida cotidiana a través de la historia del sujeto en el espacio. Es por ello que el espacio vivido, el tercer espacio, esta modelado, como una forma de subjetivizar el espacio.
Al analizar la casa a partir de la doble trialéctica –del espacio y del ser–, pretendo dar a conocer su concepción, no solo en su forma espacial, sino como un ser privilegiado considerado a la vez una complejidad unida y fragmentada, es decir, aunque está compuesta por diversos sistemas simbólicos y materiales, es solo una estructura que encadena los diferentes sistemas. En el contexto de esta complejidad, la casa nos brinda a un tiempo imágenes dispersas y un cuerpo de imágenes; en este sentido, no muestra sólo los aspectos pintorescos, confortables y físicos, sino que trata de ir más allá de una simple descripción, logrando la narración de hechos o impresiones para llegar a la máxima virtud de la casa, la función de habitar (Bachelard, 2000 [1957]).
A partir de este paradigma fenomenológico de Bachelard (2000 [1957]), asume que la casa tiene un vínculo directo con el habitante. Éste es establecido a partir de los límites materiales, pero
lo más importante, no son los muros que limitan el espacio, son las vivencias, experiencias, hechos y relaciones entre el individuo y el lugar. La conexión y relación de dichas circunstancias y experiencias dentro de la casa es lo que da vida al habitar, no la suma de cada una de éstas. El autor conceptualiza la casa como un espacio puramente destinado al habitar, término referente al sujeto, quien construye su lugar, su ser y su hacer a través de expresiones vividas. A pesar de ser la casa un lugar para habitar, no puede ser construida simbólicamente de manera aislada –quizá en su forma material sí, pero no en el resto de las expresiones–, ya que está dentro de una ciudad y dentro de un entorno espacial y social: el asentamiento.
Al momento de sensibilizar de esta manera la casa, una casa o un conjunto de casas, es posible comprender que esta ha sido construida a la par con su entorno, tanto en lo espacial como en lo social. Un proceso de construcción producción-apropiación entre la casa y el entrono construido y todo lo que estos lugares contienen. Así, es posible utilizar el método científico para describir y representar el habitar a partir de la casa, donde la relación interior-exterior constituye el centro de reflexión para la configuración de un nuevo conocimiento (Sañudo, 2013).
Se insiste en que, tanto el habitar como lo cotidiano no son las prácticas, ni siquiera las prácticas con sentido, sino los encadenamientos de los actos diarios, los cuales forman un todo y permiten su reproducción cíclica (Lefebvre, 1981). Para explicar lo anterior me apoyo en una obra del artista holandés Maurits Escher, titulada Manos del gráfico. Dicha obra representa la elaboración de dos manos en una hoja de papel, donde a partir de las muñecas que permanecen en planos sobre la página, van subiendo en tercera dimensión dos manos, una frente a la otra en una paradójica escena del acto de dibujarse, donde su existencia depende una de la otra. De la misma forma, lo cotidiano y el habitar se van dibujando mutuamente en el espacio social, donde se expresa un comportamiento que obedece a un tiempo, un espacio y a una praxis social.
Habitar en la Fernando Amilpa/Los Espinos
La configuración física de la colonia Fernando Amilpa4 evidencía que no fue planeada como un asentamiento humano más del tejido social y espacial en la ciudad. Fue visualizada –por un grupo de personas dirigidas por un líder– como una zona donde se construirían casas para personas de escasos recursos. La situación económica de las personas que ahí habitarían fue una determinación para definir el tipo de asentamiento y casas a construir. En la actualidad, son casas que nunca se han terminado de construir durante años porque no hubo una planeación por parte de las familias, ni de las autoridades para cubrir la demanda de vivienda que provocó la migración en la segunda mitad del siglo XX en Zamora. Al contrario, fue un asentamiento que trajo al lugar y a la ciudad cuestiones de hacinamiento, mala calidad de construcción debido a los materiales usados –palos, madera, láminas, hules–, contaminación de recursos naturales, insalubridad y contaminación al medio urbano, entre otros factores.
Desde la formación del asentamiento, las familias del lugar se han abierto a un hacer colectivo. Sin dominarlo y sin planearlo, han realizado acciones de apoyo mutuo, autogestión y participación. De acuerdo con Lefebvre (2013:24 [1974]) “estos múltiples, diversos y contradictorios intereses de los ciudadanos no podrán resolverse sino con una confrontación que exigiría la intervención constante de dichos interesados, lo cual conduce a una posesión y gestión colectiva del espacio”. Así, se han valido del ejercicio de la participación como un derecho en sus formas de vida. También es una particularidad, no solo de esta colonia, sino de todos los
asentamientos de este tipo, ver desorden social, delincuencia, inseguridad, hacinamiento y además que sean zonas de expulsión de vandalismo a toda la ciudad.
Lo “peorcito” de Zamora, así catalogaban el al asentamiento en su fundación (en 1969) y durante un tiempo, pero con la esperanza de tener un lugar propio, las familias comenzaron a vivir en el entonces asentamiento de paracaidistas, donde no se garantizaban ni las condiciones mínimas para vivir. Los habitantes recuerdan un entorno lodoso, lleno de hierbas, arboles enormes, principalmente sabinos y sauces surcando el bordo del rio, donde construyeron las mal llamadas “casas” con palos cubiertos con hules, lonas o laminas. Las parcelas anegadas rodeaban la zona federal y por si fuera poco, los drenajes descargaban a la intemperie del rio, creando un foco de infección para estas familias y hasta para el suelo agrícola, ya que dicha agua se utilizaba para el riego, principalmente de las tierras de la hacienda Los Espinos. A pesar de estas condiciones, los habitantes se organizaban según con un criterio particular para desarrollar la vida diaria. Al respecto, sostiene Rapaport (2003:93) que “la forma de organización espontanea es a menudo mal entendida por miembros de grupos que la consideran una representación de desorden por ser alborotada o caótica”. Pero esto no tiene sentido, ya que todos los entornos reflejan la cultura –son paisajes culturales–, y la cultura, siendo un sistema representa un orden y condiciona las elecciones sistemáticas que contribuyen a conformar los paisajes culturales.
Conforme fueron creciendo las familias, se volvió algo cotidiano la contaminación del río, la gente tiraba basura, animales muertos, los drenajes descargados hacia el río, y todo ello debido a los problemas de la falta de planeación por parte de las autoridades, mas no de organización por parte de los vecinos. Esto tuvo consecuencias para los agricultores, para los habitantes de los Espinos y para el ayuntamiento.
Aquí la espontaneidad es una característica que se refleja en hechos espaciales y sociales, como apartar un pedazo de tierra o apartar algo para ganárselo. Es decir, no fue solo ir a vivir por gusto en malas condiciones, sino la obligación cuidar una propiedad ganada en una lucha. Es claro que en los primeros años de la fundación de Los Espinos no se trataba de vender lotes, ni de obtenerlos regalados, sino que existió una apropiación del entorno construida desde el habitar, que partió de lo más pequeño, como resguardar un pedazo de tierra, el reflejo de la verdadera necesidad de una casa. En la ocupación del suelo se empleó cualquier elemento que sirviera para definir el estar ahí o el tener presencia. La simulación de viviendas dispuestas en estas condiciones tenía esta
trascendental función. Los ranchos5 surgen sin responder aparentemente a ningún orden establecido, pero el cauce del río era su alineamiento y los bordes, el área de lotes, quizá un criterio muy básico, pero suficiente razón para ellos, tanto como para tener ese alineamiento aún en la actualidad. Un lugar cotidiano que se fue ganando con expresiones cotidianas hasta lograr domesticarlo y hacerlo propio, así se desarrolló la espontaneidad.
En la actualidad, el interés por la organización vecinal ha recaído en una apatía total. Los intereses colectivos de la colonia, difieren entre las familias, recaen en un pequeño grupo de personas lideradas por un jefe de colonia, pero lo interesante es que todos los integrantes de ese grupo son parte de las familias que comenzaron a habitar en Los Espinos desde su fundación. No se integra nadie más, ya que el resto de los vecinos es gente nueva, quien llegó de otros lugares o forman parte de nuevas generaciones. Según Bachelard (2000:29-30 [1957]):
[…] debemos demostrar que la casa es uno de los mayores poderes de integración para los pensamientos, los recuerdos y los sueños del hombre. En esa integración, el principio unificador es el ensueño. El pasado, el presente y el porvenir dan a la casa dinamismos diferentes. La casa en la vida del hombre suplanta contingencias, multiplica sus consejos de continuidad.
“Sin la casa el hombre sería un ser disperso. Lo sostiene a través de las tormentas del cielo y de las tormentas de la vida” (Bachelard (2000 [1957]). En este contexto se encontraron algunas diferencias y similitudes en las formas de concebir la casa, lo cual lleva a diferentes formas de habitarla. El 100 % de los entrevistados, recuerdan con orgullo y sentimiento el sufrimiento y las carencias que vivieron en lo económico, en salud, la marginación y desprecio por parte de personas con mayores recursos. Pero los habitantes de la colonia expresan la imagen de este lugar de una manera emotiva, desde los aspectos materiales y sistemas constructivos, hasta los rasgos sentimentales, simbólicos, expresivos y el sentido de valoración. Claro que, gracias a la casa, un gran número de nuestros recuerdos tienen albergue. “Y si esa casa se complica un poco, si tiene sótano y guardilla, rincones y corredores, nuestros recuerdos hallan refugios cada vez más caracterizados” (Bachelard, 2000: 31 [1957]).
Según Sañudo (2013) hablar del espacio doméstico permite hablar de entidades físicas,
simbólicas y sociales del habitar, las cuales son prioritarias en la construcción de la relación hombre-espacio, además, el autor cita a Edward T. Hall, quien afirma, el hombre guarda distancias, relaciones y comportamientos en su actuar cotidiano, con los otros y con el espacio, y en este juego constante de relaciones construye sistemas, códigos, elementos primarios de relación que le permiten adaptarse al territorio. La adaptación de los habitantes en la zona federal fue una construcción cotidiana a través de las necesidades que surgían, por ejemplo, la necesidad de agua limpia no fue el único problema en el asentamiento, sino también el agua contaminada que había en el río. Era un verdadero foco de infección, tanto para la colonia como para la ciudad. La ausencia de calle era otra situación difícil que afectaba las actividades cotidianas y domesticas de las familias, pues en ese momento era imposible caminar sobre el río casi seco y contaminado. No se podía andar en bicicletas y mucho menos vehículos. Lo único que comunicaba las casas entre vecinos eran vigas, tablas o palos provisionales que colocaban de puentes para cruzar el cauce, donde todas las casas descargaban las tuberías de drenaje. Sin agua, sin drenaje, sin una calle o vía de comunicación y mucho menos energía eléctrica, comenzaban a habitar las familias en el asentamiento de paracaidistas. Sin embargo, se adaptaban al medio de acuerdo a sus necesidades y de esta manera lo fueron transformando y con él, su estilo de vida.
En cuanto a las formas de habitar se refiere, es posible identificar tres momentos en el asentamiento, o bien tres etapas de desarrollo. La primera ocurre en el momento de la invasión y construcción de casas paracaidistas en el viejo río Duero, la cual duró aproximadamente 10 años. La tercera es la época en la que actualmente se vive desde la segunda mitad de la década de los noventa. Existe una segunda etapa, es una etapa de transición entre estos dos momentos, en este periodo se buscó la superación social a través de su imposición ante las normativas que, hasta la actualidad, han sido ignoradas.
Según Bachelard:
[…] la casa es una expresión, una imagen de la existencia del hombre. Esta imagen poética echa raíces en nosotros mismos. La hemos recibido, pero tenemos la impresión que hubiéramos podido crearla, que hubiéramos debido crearla. Se convierte en un ser nuevo en nuestra lengua, nos expresa convirtiéndonos en lo que expresa, o dicho de otro modo, es a la vez un devenir de expresión y un devenir de nuestro ser. Aquí, la expresión crea ser
(Bachelard, 2000: 12 [1957]).
Así, la casa expresa la forma de habitar, de ser. Esto significa vivirla, construirla, sentirla y pensarla, está totalmente asociada con lo cotidiano. Una casa se define entonces por su modalidad constructiva, con esto no me refiero solamente a su figura geométrica, a las técnicas o materiales de construcción, sino a la capacidad de interacciones sociales que encierra. Es la familia quien desarrolla estas interacciones a través del tiempo con el trabajo reunido de sus integrantes o con el auxilio de un albañil. Esta serie de relaciones al momento de construir la casa, da forma a la misma, ya que territorialmente no es un espacio físico acotado, sino una construcción cultural (García, 1976:73).
Rescatando el razonamiento anterior, es importante resaltar que, entre los entrevistados y sus familias, la autogestión del terreno para invadir la zona federal fue determinante para desarrollar la autoconstrucción de sus casas. A pesar de ejecutar el mismo proceso de autoconstrucción, los que no fueron parte de la invasión de paracaidistas, familias más jóvenes, han tenido un beneficio de seguridad en sus casas cuando contratan albañiles que trabajan con ingenieros o arquitectos, por quienes reciben asesorías y aprenden de cierta manera patrones de organización espacial y construcción.
Así, la autoconstrucción de las casas se caracteriza por la falta de cualquier mecanismo formal y técnico. Es una práctica que genera espacios carentes de confort tanto material como funcional, sin embargo, rica en expresiones sociales, culturales y simbólicas entre las familias. Es un proceso ejecutado por etapas. Algunas casas permanecieron por mucho tiempo incompletas y la mayoría nunca se ha terminado de construir. Conforme se transformaba y crecía la familia, las necesidades eran otras, por lo tanto, se ampliaba la casa y no solo en espacio o cantidad, sino también en calidad. Empleaban otros materiales como el tabique, la piedra braza, las mezclas de mortero y el concreto. Construían las casas con mayor firmeza, aunque no dejaban de ser espacios construidos de manera espontánea. Los habitantes necesitaban cada vez más espacios, así la casa fue modificada a través de la adaptación de cuartos, debido a esto la distribución de la casa no fue del todo buena. Con esto pretende dar a conocer que la autoconstrucción no se limita sólo al espacio material, sino que trasciende a la familia, sus relaciones sociales y expresiones simbólicas, es una construcción socioespacial.
Como ya se ha ejemplificado, la configuración del mobiliario, de los objetos, la ornamentación y los lugares de la casa es una imagen fiel a las necesidades, recuerdos y experiencias vividas durante este proceso. Existe una tendencia a la acumulación objetos, tanto que se ve el amontonamiento de éstos y se pierde el sentido de organización desde la perspectiva del otro, pero desde la visión del habitante etiqueta un orden, incluso una jerarquía, un destino y sentido estricto.
Habitar en el centro
Hablar sobre el Centro de la ciudad como un barrio lleno de historia, es hacer referencia a un lugar único de encuentro, diferente al resto de los asentamientos de la ciudad. Se trata de un lugar donde confluye la heterogeneidad cultural y la diversidad socioespacial; una diversidad que ha construido la historia del lugar como cuna de procesos políticos, eclesiales, comerciales, sociales, culturales e incluso simbólicos. Como en tiempos pasados, en la actualidad esta zona de Zamora es el corazón de la ciudad, ya que la mayoría de los procesos comerciales y servicios, incluidos los políticos, administrativos y eclesiales, ocurren dentro de sus límites o muy cercanos a éstos, sin embargo, quizá su funcionalidad ha experimentado sendos cambios.
A pesar de la gran cantidad de casas que existían en el Centro hacia la década de los años cincuenta, actualmente se observa que los espacios predominantes son los comercios. Todos los habitantes entrevistados tienen presente el verdadero problema que causa la desaparición de la vida de vecindario en el Centro, conllevando a la falta de interacción social por ausencia de la familia y de la casa, la herencia. El cambio de uso de suelo de la casa, la venta del inmueble y/o demolición directa, constituyeron las formas de transformación que abrieron paso a una nueva funcionalidad marcada por edificios de comercios y servicios.
Según Lefebvre (2013:15 [1974]) “el espacio de representación es de la imaginación, y lo simbólico dentro de una existencia material, es donde se encuentran los lugares de la pasión y de la acción”. Por esto, la plaza principal y los portales en el Centro – como espacios de representación
– son recordados como un centro natural de reunión, ya que no había cines como los de ahora, ni centros comerciales o cafés; sin embargo, toda la gente se congregaba en la plaza y acudían a los portales llenos de puestos de dulces, comida, etcétera. Otro de los espacios reconocidos y recordados con mucha estima es el viejo Río Duero y su puente sobre la calle Madero a un costado
del hotel Fénix. Un lugar con bastantes significados, un espacio de paso entre Zamora y Jacona, un lugar reconocido para que los campesinos dejaran a sus animales, un recurso que alimentaba a la población a tal punto de ver la pesca como una actividad cotidiana; pero sobre todo un elemento que representaba el límite de la ciudad y la puerta de entrada o salida. Aunque en la actualidad esta zona de la ciudad ha quedado totalmente urbanizada, la transformación material rara vez oculta por completo la huella del paisaje natural.
Las tertulias zamoranas también fueron motivo de construcción de lugares y de la vida de vecindario en el Centro. Una actividad tradicional de la ciudad y cotidiana que impulsaba la reunión entre algunos vecinos al interior de sus propias casas con objeto de convivencia social y recreación cultural.
Poco a poco se transformó todo, a partir de la pavimentación de las calles, aunque no fue el motivo principal, comenzó a cambiar todo en el Centro, construcciones, formas de ver el barrio, expresiones cotidianas, costumbres, tradiciones. En particular, la mayoría de las personas entrevistadas, sistematizan su experiencia dando a conocer que la lucha por conservar su pasado ha sido emotiva, pero esta emoción parece estar reprimida con situaciones que indignan a los mismos habitantes del lugar.
Es importante aclarar que en un principio pretendí manejar la idea de entrevistar a personas que habitan en casas tradicionales en el Centro de la ciudad debido a que los habitantes de este tipo de casas suelen tener arraigo por el lugar y sobre todo mucho amor a su casa. Sin embargo, no sólo este tipo de sujetos comparten estos ideales, sino también quienes viven en casas no tan ostentosas ni tan tradicionales, pero que tienen toda una vida en el barrio. Situación que se confirma a partir de las entrevistas aplicadas a personas que han vivido en el Centro toda su vida o, al menos, sesenta y cinco años. Estos habitantes han tenido la oportunidad de ver diferentes ciclos por los que ha pasado su familia. En resumen, se habla de familias consolidadas en el Centro de la ciudad, incluso se puede afirmar que han comenzado un proceso de expansión familiar en el ámbito social y espacial.
Una de las características principales de este tipo de personas es que han habitado la casa que dejaron los padres y/o los abuelos, por lo tanto, algunas de ellas habitan en casas que tienen al menos un siglo de antigüedad. En este sentido es posible percibir que se toma la imagen de la casa antigua y conservada como el resultado de una familia duradera, un sistema relacional y de
reconocimiento que encierra en sí mismo la capacidad de coexistir a las transformaciones sociales y espaciales que trae consigo la modernidad.
La jerarquía que el padre obtiene ante la familia es otro aspecto influyente sobre los hijos, ya que es el depositario de una tradición, valores, principios, prestigio y apellido, todo esto por encima de los aspectos materiales.
En la actualidad se presentan cambios en la organización familiar, principalmente a partir del aumento del número de madres o mujeres insertas en la vida profesional, empresarial y comercial, debido a que las oportunidades de estudio y superación han sido más fáciles para las nuevas generaciones. Esta situación es influyente en la forma de concebir la familia, la casa y por supuesto la forma de relacionarse entre hermanos, padres, hijos y esposos. Con esto, las nuevas generaciones viven principios generados por la modernidad a flor de piel y por lo tanto tienen otra visión de la casa, percibida más como una estructura material que como una estructura relacional y simbólica. Un dato interesante es que, a pesar de haber muchas casas grandes en el Centro, casi siempre han albergado un solo núcleo familiar, a excepción de algunas de ellas que por dos o tres generaciones han albergado como máximo dos núcleos familiares en una sola casa.
También existen familias en las que ha influido la casa o bienes materiales como elementos de desintegración familiar. Pelear o querer la herencia es un motivo de ambición cuando no se ha vivido con principios de unión familiar. Según las entrevistas, este tipo de situaciones son mínimas, pero existen, principalmente en los límites del Centro.
A partir de esto, es posible observar algunos elementos que han influido en la organización familiar de la casa del Centro. El primero de estos elementos es la herencia. Para las personas entrevistadas, la herencia cumple un papel importante en torno a la familia desde dos puntos de vista. Por un lado, la seguridad de conservar la casa y la familia, es decir, la estabilidad que brinda a sus herederos el patrimonio familiar y la seguridad de conservarlo para mantener la esencia de familia. Por el otro, el fin de proyectar a la familia en el tiempo y el espacio, materializándola en la casa. Todos los entrevistados, a excepción de dos, resultaron ser herederos de la casa en la que habitan, pero son pocos los que ven la casa como un recuerdo de sus padres, donde todos sus hermanos pueden habitar en el momento que deseen.
El segundo elemento que ha influido en la organización y caracterización familiar del Centro es el apellido. Por ejemplo, algunas de las familias entrevistadas colocan nombre y apellido
a su casa con fines de reconocimiento social, histórico o prestigio. Aunque otras no llevan el nombre escrito en las puertas de entrada, son elemento de reconocimiento familiar. Aquí el apellido se hace presente no solamente en el linaje familiar para su propio reconocimiento, sino en el espacio que han habitado gran parte de los integrantes de estas familias, casas que han albergado al menos dos, tres generaciones o hasta cuatro en pocas de ellas. Se puede percibir cierto grado de orgullo por el apellido, al punto que es posible considerarlo como un tipo de patrimonio inmaterial, un elemento que no se ve y tampoco se pierde ni se descuida.
Un tercer elemento es la influencia de los padres en los hijos, lo valores, creencias y principios, como una manera de continuar con un legado o una misma visión familiar. Y finalmente un cuarto elemento que influye tanto en la casa como en la familia y forma parte de los tres anteriores, es el interés del capital sobre el valor simbólico de la casa y viceversa.
Al entrar Zamora en el famoso periodo de crecimiento territorial imparable, resultado de las inmigraciones en conjunto con el aumento de la población originaria, comienza a surgir una población totalmente heterogénea, la cual descubriría diferentes expresiones y manifestaciones de su forma de vida en los elementos arquitectónicos, sus formas y espacios. Éstas son situaciones de difícil control, los estilos de vida y las formas de habitar, por esto el proceso de urbanización tuvo mucho que ver con la transformación del habitar el Centro. Con la transformación de los espacios privados y públicos se modifica la relación vecinal y los lugares (y viceversa) como la calle, la casa y la plaza cambian los usos originales a comerciales. La socialización entre vecinos desaparece y con ello el vecindario y la vida doméstica. Con el paso del tiempo se consolida el sector del comercio y servicios en el Centro. Aumenta el número de tiendas en el barrio, pequeños centros comerciales, pero disminuye el número de familias residentes y por ende sus casas.
Durante esta transformación se vive otro momento histórico y otra forma de habitar un mismo espacio. Ahora alberga un mundo cambiante, una explanada vacía en donde ocurren todas las cosas posibles: manifestaciones, actividades religiosas, políticas, culturales y civiles. Están presentes los que quieren disfrutar de un evento o los que viven del comercio –fijo, semifijo y ambulante–, los que simplemente quieren ir a pasear, lo que pasan por el lugar, los curiosos y por supuesto, en una pequeña minoría, los que viven ahí; los sin casa y los residentes con casa.
La trascendencia de las casas radica en su capacidad para subsistir a cambios en el modo de vida. La representación, en la mayoría de éstos, es inseparable a su ocupante y creador. Quizá por
la cultura y la belleza que reflejan en todos los sentidos, muchas casas del Centro, transmiten con mayor presencia los significados de sus propios espacios. Esto se hace visible desde el ingreso hasta la última parte de la casa.
Durante cierto tiempo la casa tuvo una extensión al entorno exterior, cuando aún había vecindario, sin embargo, al verse afectado el barrio, muchas de las familias han adquirido casas en otras zonas de la ciudad o incluso en otras ciudades, además, la vida colectiva se alteró. Los residentes del lugar suelen llevar una forma de vida “de encierro” al interior de sus propias casas, sin tener una relación cercana con el vecindario.
Aunque son las mismas casas, los mismos espacios y las mismas familias que habitan en algunos lugares del Centro, son las nuevas generaciones quienes le dan un nuevo carácter a la casa, ya sea casa rica o casa pobre. Las viejas familias tradicionales optaban por tener una relación vecinal armónica y directa, por esto no tenían impedimento alguno por compartir su casa para sus relaciones sociales más cercanas y el desarrollo de sus expresiones cotidianas en espacios como la sala, el patio, el comedor, etcétera. Situación que hoy no suele suceder, las familias prefieren cerrarse en todos los sentidos al mundo exterior. Dejan fuera del alcance de la vista los hechos pertenecientes a su propio espacio tanto social como material, es decir, un mundo más privado dentro del universo.
Habitar en Residencias La Luneta
La mayoría de los habitantes entrevistados en este fraccionamiento han tenido un sentido de identidad cultural delimitado, en el cual no existe algún tipo de aprehensión por el espacio que habitan, ya que las condiciones económicas de consumo y ofertas de empleo es lo que mueve en mayor medida los intereses de estas familias.
Es importante mencionar que, en la documentación para la autorización del fraccionamiento, este se planteó como una zona habitacional para viviendas de clase media y popular, pero de manera contrastante en el mismo documento se promueve con el nombre de Residencias La Luneta, moderna zona urbana. En realidad, aludía a una moderna zona residencial con más opciones de vivienda para las personas con mejores recursos económicos, dejando así limitadas las posibilidades a personas de clase baja.
Es un área de la ciudad que no ha logrado construir su propia memoria cotidiana de forma
colectiva, ni tampoco conformar una esencia particular de relaciones vecinales. Es una zona solitaria con la ausencia de espacios de reunión y la falta de apropiación del espacio público. Aunque casi todos los entrevistados tienen otra visión del lugar, sienten un gran beneficio en todos los aspectos de vida a nivel ciudad, porque al iniciar la construcción del fraccionamiento se percibía un asentamiento fuera de Zamora, pero con el tiempo y el crecimiento de la mancha urbana, La Luneta se posicionó de tal manera que facilita a las familias desarrollar sus actividades diarias fuera de lo doméstico debido a los libres y rápidos accesos a toda la ciudad. Es interesante ver que, en La Luneta, a diferencia del Centro, la mayor parte de las familias entrevistadas no mezclan en sus narraciones sentimientos profundos con los vecinos y mucho menos con el entorno, resaltan más los argumentos que dan prioridad al lugar por la cercanía con sus empleos o con las zonas importantes de la ciudad. Se ven lazos fuertes entre el habitante y su casa, aunque si se presentan mejores oportunidades donde “le vaya bien” a la familia, la casa puede ser sustituida por otra.
Aquí, la casa aparece como un elemento de estabilidad económica y previsión social o familiar, por lo tanto, ha sido y continúa siendo un asunto de familia, por ser su lugar de resguardo, ya que ahí se da la re-configuración y reproducción familiar. Además, la casa resulta ser un espacio de sociabilidad, donde se desarrolla la vida familiar. Tanto la casa como la familia están definidas por el status y la riqueza. Las diferencias socioeconómicas se plasman en la casa, en las soluciones a los problemas de la vida cotidiana y en las posesiones o propiedades que tiene una familia.
A pesar de la diversidad familiar que hay en La Luneta y los cambios de vida que se han dado, estas familias han sabido llevar de la mano esa visión tradicional y conservadora, en donde la familia no funciona sin el padre y la madre juntos, aún con el modo de vida moderno y capitalista (que está muy marcado en este fraccionamiento) en el que se desarrollan como personas. Dos grandes ideologías confluyen dentro de estos grupos domésticos.
La transformación de los espacios, al interior de casa, no ha diferido mucho desde su construcción hasta la actualidad, ya que la casa desde siempre fue proyectada y planeada para la familia que la habita. Sin embargo, la familia si se ha transformado, al igual que los usos en los espacios. El espacio público se convierte en una zona de peligro y permanecen a puerta cerrada con muros ciegos como una forma de cerrarse totalmente a lo público, a los transeúntes, a la inseguridad y sobre todo como una forma de mantenerse a salvo. Antes que obedecer a una función o a un valor simbólico de recuerdo, los espacios resaltan la organización estética y decorativa
articulada entre el mueble el objeto y el espacio.
Finalmente, el proceso de la construcción de la casa no difiere mucho del proceso de construcción de las relaciones entre el individuo y el lugar habitado, es decir, si la edificación de la casa fue rápida el individuo se adapta de la misma manera al lugar, pero también suele des- adaptarse de la misma forma en caso de ser necesario. Por esto no se perciben relaciones afectivas con el espacio, sino más bien se adaptan a él por cuestiones de comodidad, funcionalidad, por gustos o, en pocos casos, por necesidad.
De esta manera, el acercamiento al sentido de habitar la casa zamorana en los tres asentamientos abordados, arrojó una serie de argumentos que destacan la variedad de problemáticas urbanas dentro de la ciudad, entre estas están: la causa de la segregación social, el hacinamiento, la mala planeación de asentamientos formales, el origen de una trama y estructura urbana malogradas, la fragmentación espacial, la falta de consciencia social y la escasa capacidad de la autoridad administrativa, entre muchos otros.
El conocimiento de las vivencias, cotidianidades, costumbres hábitos, experiencias y espacios de aquellos entrevistados ofreció la identificación de dos situaciones acerca del sentido y significado de habitar un espacio construido como la casa en Zamora: 1) se percibió, a través de conocer el habitar cotidiano, la forma en que el habitante se apropia de un espacio geográfico y arquitectónico y su entorno socioespacial; y 2) al conocer esta apropiación se muestra la autorización y ejecución negligente de estrategias aplicadas al espacio urbano en la ciudad, las cuales en lugar proyectar funcionalmente la trama urbana, la distorsionan y dañan la calidad de vida de la sociedad, es entonces cuando se abre paso a un accionar colectivo por motivos de solidaridad o necesidad.
La obtención de resultados en cada uno de los asentamientos se diferencía precisamente en la riqueza y cantidad de información, ya que éstos expresan la construcción del habitar en la casa y su entorno, percibida desde la perspectiva urbana, arquitectónica, social y geográfica. En este sentido, se concreta que la casa merece ser proyectada, reconocida y planeada como una forma de vida, ya que a través de distintas perspectivas en esta investigación podemos ver más allá de su apariencia física, pues así se revelaron muchos problemas sociales que ha provocado el crecimiento
desordenado en la ciudad.
Es preocupante la fluidez y flexibilidad con la que se da el crecimiento urbano desordenado. Hasta ahora, este proceso de dispersión de asentamientos humanos y, por ende, la construcción de casas al por mayor se caracteriza por la falta de planeación urbana, lo cual genera impactos negativos en el entorno de la ciudad, en la casa y, además, en la sociedad.
Uno de los principales problemas de la mala planeación en la ciudad es que nunca se ha visualizado la expansión urbana en conjunto. Aun con los mecanismos legales vigentes para el municipio de Zamora, que no son pocos, la planeación en el municipio carece de sentido, lógica y orden, ya que estos instrumentos lamentablemente son modificados y adaptados, por diferentes actores y grupos con poder político y económico, para dirigir el crecimiento urbano a su antojo previendo sus propios intereses económicos. Esto da cuenta de la autorización de fraccionamientos residenciales en suelos no aptos para la construcción, así como las invasiones de asentamientos informales carca de éstos. De esta manera se lleva a la práctica la segregación social, fragmentación territorial y por su puesto una mala calidad de vida en las familias habitantes de los asentamientos humanos anteriormente mencionados.
A partir de la lógica de formación de asentamientos humanos, se puede comprender el vínculo generado entre la casa y la ciudad, así también las problemáticas surgidas en diferentes escalas que afectan a un colectivo desde sus lógicas particulares. De esta manera, la formación y construcción de un asentamiento humano es clave para el desarrollo y consolidación socioespacial del mismo. Dicho proceso marca la diferencia de los problemas sociales, espaciales y económicos en diferentes entornos urbanos, pues son lógicas de planeación determinadas a partir del nivel de informalidad o formalidad con el que se construye el espacio.
En este sentido puede surgir la siguiente pregunta ¿Qué relación tiene la planeación urbana y el crecimiento urbano desordenado con la casa, la familia, el habitar y todo lo que conllevan? Precisamente, el tema de interés partió de este contexto, ya que el elemento material más importante de cualquier asentamiento humano es la casa, la cual es habitada por la familia. Así, la casa es el escenario en el que por excelencia el individuo habita, esto encierra todo lo que haga referencia al término habitar. Por esta razón no se discuten temas centrales de la planeación urbana en el desarrollo del argumento, sino me centro en la construcción del espacio (la casa) a partir de un entorno urbano (el asentamiento) con una “planeación” y desarrollo urbano particulares, en la
misma ciudad, procesados por determinado grupo social. Así, el habitar se relaciona estrechamente con la planeación urbana desde dos puntos de vista, el material – que genera significado – y el simbólico – que genera sentido –.
Para determinar si puede haber o no una regulación en la planeación urbana y el crecimiento urbano desordenado en Zamora, es necesario tener presente que las problemáticas se intensifican con la segregación social y los nuevos fragmentos espaciales. Esto se da en Zamora bajo un aparente orden y marco normativo vigente, pero no efectivo ni si quiera ejecutado y mucho menos planeado legalmente. En este sentido es necesario discutir ampliamente el papel de la gobernanza en el proceso de planificar el espacio urbano –lo que podría llevar a un amplio trabajo de investigación–, pero más importante que esta discusión de gobernanza, es ejecutar dicha planificación y hacerla visible en la ciudad, por lo tanto, el papel que asume el Estado en este proceso es determinante para posibilitar una regulación del crecimiento urbano, no solo en Zamora, sino en todas las ciudades.
Así, el ordenamiento territorial y la planeación urbana podrían tener una regulación en Zamora a través de tres estrategias principales. En primer lugar, es necesario definir y, más que nada, administrar adecuadamente la zonificación urbana para controlar las provisiones, usos, destinos y reservas del suelo en el municipio. En segundo lugar, fomentar la cultura de la planeación urbana en el ejercicio de la administración pública. En tercer lugar, y desde mi punto de vista el más importante, propiciar la mayor participación social posible en la planeación y ordenamiento urbano, así como en la solución de problemas existentes. Además, es necesario procurar el mayor equilibrio posible entre la oferta y la demanda de viviendas y terminar con la continua autorización de invasiones irregulares para incrementar la calidad de vida en la población. Demostrar la presencia de problemáticas en el entorno de la casa a través de múltiples realidades o experiencias cotidianas y habituales, fue el objetivo de abordarla desde el habitar, como un espacio simbólico y material, con sentido y significado, el cual ordena y configura la vida cotidiana en el entorno que nos movemos y vivimos. Además, guarda dentro de sí el elemento más
importante de la organización física y social, la familia.
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Notas
1 De desastre habláremos para tratar de explicar las variables que han hecho de Zamora, en 1988, no sólo una ciudad de una fealdad esplendorosa sino, sobre todo, una ciudad en la que se ha deteriorado en un grado importante la calidad de la vida (Ortiz, 1988).
2 No tiene un cinturón de miseria porque aquí los habitantes apretujados en casuchas de mala muerte no
circunvalan el resto de la ciudad, no forman cinto, hacen brazos […], en la misma ciudad donde crecen tales tentáculos de mugre y miseria, se inauguran frecuentemente colonias bien arboladas con calles de firmes de concreto, con servicios de agua, luz y drenaje y con habitaciones furibundamente modernas en términos de arquitectura y en términos de muebles y decoración. Por lo demás no pasa un mes sin el derrumbe de alguna de las casas típicas […] (González, 1984:185-186).
3 El fenómeno de urbanización ha sido importante porque implica una honda transformación de la estructura de producción, la cual se manifiesta, entre otras reacciones, a través de la existencia de nuevas demandas
laborales, de las migraciones rural-urbanas y de la inserción de la población campesina en un marco de actividades no agrícolas.
4 Un asentamiento irregular iniciado en 1969 sobre los márgenes del cauce del viejo Río Duero. Fue la invasión de una zona federal.
5 El término rancho, ranchos o “ranchito” hace referencia a un tipo de casa o vivienda provisional construida con pocos recursos (palos, cartón, hule, lámina, tablas, entre otros). Generalmente sin acceso a los servicios
públicos básicos (energía eléctrica, agua entubada y drenaje), lo que hace que las condiciones de vida sean
– precarias – insalubres, inestables e inseguras.