Mariana Flores Castillo1
Palabras clave: cartografía; literatura; migración; América Latina.
La morada móvil es una característica epocal que marca los desplazamientos migratorios de finales del siglo XX y principios del XXI. En este marco socio histórico es que ya no podemos hablar de proyectos, identidades, ni viajes lineales. Para referirme a los movimientos migratorios es necesario problematizar la idea misma de viaje, la cual supone ir de punto A a punto B,
percepción que permea en la concepción teórica de las migraciones. Se trata más bien de espirales y ondulaciones, no hay certezas de los puntos de llagada ni partida, lo cual propicia que los procesos de llegada y partida estén imbricados y no necesariamente diferenciados.
¿Cómo es qué podemos mapear estas ondulaciones y moradas móviles en la literatura?
¿Qué implica “la llegada” y su representación en la literatura de la nueva narrativa latinoamericana?
Uno de los elementos que constitutivos de la cartografía de llegada como categoría de análisis en la literatura es el concepto heterotopía1, la cual la ubico como efecto de la escritura, es decir, la forma en que los textos analizados desde su escritura las producen. Esta perspectiva atiende a la forma en que la escritura produce espacios, producción que busco situar a partir de los itinerarios geográficos e identitarios de los personajes.
La cartografía de llegada implica un método de observación que busca lo que sucede en los márgenes. Si bien se trata de un concepto que nos remite a cómo se ha utilizado desde la geografía, me interesa proponerlo como categoría para la observación desde la sociología, observar cómo se produce el proceso de llegada en tanto hecho social desde la escritura.
Como mencioné, la llegada en las novelas que analizo es un proceso de contradicción, y de exclusión, de tránsitos y desbordes identitarios constantes, lo cual constituye y despliega subjetividades nómades, me interesan los itinerarios de estas subjetividades, los cuales miro a partir de los personajes, en tanto efectos de sentido. Quiero analizar la manera en que recorren y se sitúan, particularmente en heterotopías, ello implica producción de espacios de contradicción, exclusión y desbordes identitarios, y como ya lo señalaba Foucault (1999), estos espacios se enmarcan en un contexto de simultaneidad y de yuxtaposición.
Para construir la categoría de “cartografía de llegada” considero el concepto de heterotopía, a partir del tercer principio que las constituye: “La heterotopia tiene el poder de yuxtaponer en un solo lugar real varios espacios, varios emplazamientos que son por sí mismos incompatibles.” (Foucault, 1999: 437). Lo heterotópico refiere al porvenir, a la complejidad, a la incertidumbre y a la simultaneidad, es decir a una constelación de acontecimientos imbricados, me interesa la manera en que estos se producen desde la escritura.
Y por eso al otro día de mi llegada a El Paso ya me encontraba en Juárez, caminando por el mercado, con mi jean ancho y sucio, mis zapatos gruesos, mi camisa de franela y el sombrero vaquero que me acababa de comprar (…) Caminaba entre prostitutas, entrando y saliendo de ´La Flor del Valle, ´El Gallito´. “El Vaquero”, el “Club Pedregal”, “Las Piscas”, “La Capital”, “El Puerto”; bailando con María Félix una de Los Tigres del Norte, con Silvia Pinal otra de la Banda El Recodo, con Angélica María la de Los Tucanes de Tijuana…” (Ildelfonso, 2005:16)
Como podemos observar en el fragmento anterior la cartografía de llegada en tanto categoría implica establecer los vectores de los elementos que conforman dichas heterotopías, para establecer la manera en que emergen y se producen desde la escritura, cuando se construye el proceso de llegada, en este caso tenemos elementos del lugar de origen (Perú), el paisaje de El Paso y personajes de la cultura popular mexicana. La cartografía de llegada situa y sistematiza estos elementos en los textos literarios, qué elementos son recurrentes y cómo es que se conforman estas heterotopías, concretamente en el proceso de llegada. Estos vectores surgen a partir de la observación y análisis de los personajes del corpus, en tanto efectos de sentido que producen espacios, específicamente rastrearé los espacios que según lo señalado por Foucault indiquen heterotopías, entendidas fundamentalmente como desbordes y desplazamientos tanto identitarios como geográficos.
Esta técnica de observación me permite situar una topografía de producción de espacios de llegada. La topología es la técnica de observación que registra los lugares de producción de subjetividades de llegada, es decir el movimiento en estas producciones. La cartografía me permite trazar/representar la simultaneidad en la producción de estos lugares, es también la cartografía una técnica de representación de topografías de llegada.
Lo anterior implica elaborar un mapa de las lógicas (no) identitarias del sujeto desplazado/en desplazamiento. Una de las aportaciones que busco en esta investigación es la ultilización del método cartográfico en las ciencias sociales, el cual constituye un método crítico a la manera en que se han percibido los procesos identitarios desde una lógica positivista.
Vladimir Montoya (2007) señala que la matematización de la perspectiva cartográfica implicó la adopción de un punto de vista fijo, es decir, una mirada soberana fuera de la
representación, lo cual invisibiliza (aparentemente) el lugar de la observación, en oposición a ello propone concebir por un lado el mapa como discurso, es decir, la cartografía crítica de John Harley, la cual propone un distanciamiento del pensamiento positivista; una ruptura con la epistemología univocal y propone ver el mapa como construcción social, subjetiva y colectiva; por el otro, el mapa como mensaje social, desmitificarlo el mapa como producto científico, en este sentido la cartografía crítica coloca a los sujetos como constructores de su propio itinerario, no a partir de una mirada omnipresente y “fuera de”, sino in situ. Bajo estas consideraciones es que busco mapear estos recorridos, a partir de la construcción de subjetividades.
Lo que veía, lo veía con toda claridad. Pero no sabía qué miraba. No podía encajarlo en nada. Seguía viviendo como en una nube; no obstante había ciertas cosas que sí sabía. Conocía el nombre de la ciudad a la que había llegado tren. Era Salisbury. Prácticamente fue la primera ciudad inglesa que conocí, la primera de la que me hice una idea, gracias a una reproducción del cuadro de la catedral, de Constable, que aparecía en libro del tercer nivel de lectura. Allá lejos, en mi isla tropical, antes de cumplir diez años. (Nailpaul, 1997: 13)
“No podía encajarlo en nada” ésta es una primera impresión, descrita en El enigma de la llegada de N.S. Nailpaul, la incapacidad de relacionar lo que se mira con lo conocido. De esto trata esta investigación, de la manera en que durante “la llegada” como hecho social, se ponen en práctica una serie de referentes y de imágenes pre establecidas para estructurar y dotar de sentido al lugar al que se llega, para hacer encajar el entorno, incorporarlo en medio de un contexto de incertidumbre.
El proceso de llegada se compone de dos etapas: a) contacto y b) contraste, este corte es arbitrario pero necesario para poder sistematizar e identificar ítems que señalen subjetividades de llegada. (Olsson, 2005)
El sistema de contacto es un proceso de comparación entre la imagen preestablecida del lugar de destino y las primeras impresiones a la llegada; es probable que a partir de esto exista un proceso de “desmitificación de la tierra prometida”. El sistema de contraste implica comparar la experiencia entre la realidad vivida en el país de llegada y los recuerdos del país de origen;
también puede ser entendido como un proceso de configuración de un tercer espacio, es decir, la manera en que el sujeto se identifica a sí mismo en el lugar de acogida, la manera en que reproduce su lugar de origen a partir de relaciones sociales y la forma en que se comunica con éste; el marco de desenvolvimiento y producción de relaciones sociales, económicas y espaciales tiene lugar en un un tercer espacio, que no es el de origen ni el de acogida “el lugar de origen retrocede en el tiempo y el espacio; no obstante en el nuevo espacio, el inmigrante es inherentemente un extraño y para el sujeto diaspórico la nueva patria nunca es del todo su propio lugar, el lugar que fundamente las prácticas culturales”. (Briseño y Castillo, 2009, p. 86)
Pueblo, lo que se dice pueblo no había. Y me alegré, porque conocer gente me hubiera puesto nervioso. Al cabo de tanto tiempo en Inglaterra, aún experimentaba ese nerviosismo en los sitios nuevos, era crudeza de las reacciones, y seguía sintiéndome en terreno ajeno, sintiendo mi propia extrañeza, mi soledad. Y cada excursión por una parte distinta de la región —lo que para otros pudiera suponer una aventura— para mí era como arrancarse una vieja costra. (Nailpaul, 1997: p. 14)
En el caso del personaje de El enigma de la llegada, da cuenta de dos tipos de desplazamientos: el geográfico y el identitario, es así que una cartografía de la llegada sugiere situar las rutas de las subjetividades involucradas en los desplazamientos identitarios y geográficos, posteriores al trayecto migratorio. Este proceso de llegada está situado en contextos urbanos, una característica que debe ser tomada en cuenta, pues el territorio urbano como relación social y crisol de las desigualdades derivadas del capitalismo tardío complejiza estos desplazamientos. Es así que me propongo mirar a los sujetos representados en el corpus como flâneurs: viajeros y observadores; topógrafos urbanos, con capacidad de mapear su experiencia de paseo identitario, y con capacidad de aislamiento, de estar en el fuera y dentro. Me propongo registrar los desplazamientos identitarios planteados en el corpus, siempre de manera relacional a un territorio urbano específico.2
El desplazamiento implica re-escritura reterritorializar, se resignifican los universales — nacionalismo, pertenencia, hogar, familia—, la cartografía de llegada implica mapear esos procesos de reescritura y reterritorialización “sentir nuestras identidades es un trabajo de nuestra
imaginación, una ficción, una historia específica significativa” (Chambers, 1995: 47).
Las identidades conformadas y desbordadas en estos procesos pueden crear nuevas interpretaciones del ser nacional o de un “ser donde se vive”, ello ha sido analizado por Beatriz Preciado con los términos “identity cartography” y “critical cartography”. La primera “concerned with seeking, defining and classifying the identities of bodies” (Preciado, 2008), es decir, la “identity cartography” pretende categorizar y esencializar los cuerpos sin que guarden relación a su territorialidad, ello configura en la narrativa una figura historiográfica que permanece y que no se desborda ni desplaza subjetividades.
Para esta investigación resulta relevante el término “critical cartography”, la cual supone dejar de lado la escritura como topografía que dé cuenta de representaciones establecidas y acabadas, sino “to sketch out a map of the modes of production of subjectivity” (Preciado, 2008). Las producciones de subjetividades en desplazamiento, en situación de llegada y la manera en que éstas son representadas, abordadas y también producidas en la literatura es lo que interesa a esta investigación: mapear la producción de subjetividades de llegada.
La discusión del transnacionalismo se centra en la posibilidad de las multilocalizaciones. Es decir, en los procesos sociales, culturales y económicos en los que están involucrados más de dos territorios. Esta conceptualización de lo transnacional está relacionada con la producción de un espacio social que retoma constantemente elementos del lugar de origen pero adaptados y cimentados en relación a las necesidades del lugar de llegada. Autores también enmarcan la discusión del transnacionalismo como un estado de nueva conciencia la cual da cuenta del conocimiento de la multilocalización propia, es decir, el dar cuenta de la pertenencia e interacción con más de un espacio social, concretamente, habitar más de un territorio nacional.
“Cada centímetro que recorrían mis manos me traía a la memoria mi polvorienta casucha, y cuando pasaba la aspiradora me acordaba de la escoba de suya que utilizaba para barrer la suciedad que dejaban las gallinas y los cerdos” (Nelson, 2010: 104). Esta conciencia transnacional, la podemos ver en El regreso de una wetback, y tiene que ver con el saberse inmerso en procesos simultáneos. El transnacionalimo es un proceso constituido por heterotopías pues implica la coexistencia de dos espacios y pertenencias, aparentemente distantes y disímiles.
¿Por qué el método de la cartografía para el análisis de un corpus? La cartografía en tanto mapeo no necesariamente comparativo de la construcción de subjetividades da cuenta y visibiliza
la simultaneidad, en este caso, de construcción de la llegada en sus diversos niveles. Por ejemplo, uno de los ítems que da cuenta de estos niveles en la llegada es el cuerpo y cómo se representan en el corpus, los cuerpos son mapa y memoria del proceso migratorio, dejan ver los anhelos de la partida; las vejaciones del trayecto y la manera en que éstas se asumen, maquillan, exponen o transforman en el lugar de destino. Desde una perspectiva de producción espacial, el cuerpo es el primer territorio pues en él se cristalizan las relaciones sociales y de poder. “…Abre lentamente la boca y muerde despacito los labios cerrados de él. A Elías el mapa de su país que lleva en la piel empieza a desaparecerle, a enrollársele como enrolla un arquitecto un plano que quizá nunca más volverá a usar”. (Quesada, 2002: 59)
Como el personaje de Roberto Quesada en Big Banana, es que el método cartográfico no busca rastrear similitudes, divergencias o estabilidades en las representaciones, sino dar cuenta de sus multilocalizaciones en su carácter de simultaneidad, la manera en que la escritura elabora mapas, y cómo es que los personajes en tanto efectos de sentido lo llevan a cuestas.
El método cartográfico me permitirá proponer una reconstrucción de los itinerarios y puntos de intersección de los personajes del corpus, es decir, la manera en que dialogan con los lugares. Se trata de hacer visible, sociológicamente estos recorridos, es decir, qué problemas plantean en relación al desplazamiento como fenómeno social. Para ello me enfocaré a situar procesos de re significación de los sujetos desplazados/en desplazamiento en el corpus, en relación a sus recorridos; trazar los itinerarios de los personajes durante la llegada; y registrar las simultaneidades de construcción de subjetividades.
Se trata de trazar una cartografía en dos niveles: 1) situar el corpus en el contexto de la nueva narrativa latinoamericana; y 2) plantear ítems y asideros conceptuales en los textos analizados, y así interpretar los procesos de llegada en relación a un contexto de producción del corpus específico: “la nueva narrativa latinoamericana”. Para el segundo punto planteo ubicar el proceso de llegada a partir de las subjetividades de los personajes protagónicos en las novelas.
La cartografía implica una perspectiva espacial, se relaciona con los lugares y con el territorio que se disputa y se resignifica3 ¿cómo se relacionan los personajes de la novela, subjetividades en desplazamiento, con el territorio?, cómo sucede esto en el contacto (hogar, equipaje) y en el contraste (prácticas transnacionales, nostalgia y extranjería).
Esta metodología permite establecer la relación de los personajes con el espacio a partir
de dos momentos: contacto y contraste. Estos dos momentos son atravesados por prácticas transnacionales y de desterritorialización, que para efectos analíticos se rastrean estos dos momentos, contacto y contraste. El primero marcado por el equipaje cultural y la noción de hogar que los personajes llevan a cuestas en la llegada; y la segunda parte por la reconfiguración del anclaje y la pérdida o redistribución de los elementos de existencia social, es decir, la manera en que se manifiesta el arraigo o el desarraigo.
La idea de ruina y dejación, de estar fuera de lugar, era algo que experimentaba hacia mí mismo, algo vinculado a mí: un hombre de otro hemisferio, con otra educación, que venía a descansar, mediada su vida, a la casa de una finca semi abandonada, una finca llena de recuerdos de su pasado eduardiano con escasa relación con el presente (…) Me sentía desanclado y extraño. Todo cuando veía en esos primeros días, mientras me familiarizaba con lo que me rodeaba, todo cuanto veía en mi paseo diario…agudizaba aquella sensación. Me daba la impresión de que mi presencia en aquel antiguo valle formaba parte de una especie de cataclismo, en el curso de la historia de la región. (Nailpaul, 1997: 22)
Resulta relevante la relación que lo narrado guarda con los lugares y los espacios. Paradójicamente, en la globalización nos encotramos ante la producción de localidades, “mundos existenciales constituidos por asociaciones relativamente estables, historias relativamente conocidas y compartidas, y espacios y lugares recorridos y elegibles colectivamente”(Appadurai, 1997: 11), debido a la creciente movilidad, y por tanto a la reinterpretación y reapropiación que se hace de los lugares, la producción de las subjetividades locales no está en concordancia con los intereses del Estado-Nación, pues ante esta heterogeneidad de localidades resulta dificil la regulación de la vida pública; el isomorfismo de gente, territorio y soberanía que constituye al Estado-nación moderno se ve amenzado, ¿cómo se produce territorio desde la escritura?, si partimos que éste ya no es lugar de soberanía y control estatal, ¿de qué características, lealtades y filiaciones se está dotando desde la escritura del corpus analizado?
Un primer acercamiento a la manera de cómo se re territorializa desde la escritura implica tomar en cuenta que los sistemas de oposición —contacto y contraste— responden a una elaboración previa del lugar de destino. Para que exista un proceso de reelaboración de la Tierra
Prometida o su desmitificación son necesarias características qué contrastar y que oponer a la experiencia de la llegada, esto constituye un primer paso de cual se parte para territorializar desde la escritura.
En la primera orilla de este proceso ubico a la expectativa como motor y como elemento constitutivo y transformador del proyecto migratorio, en el cual confluyen las condiciones materiales y simbólicas no tangibles materialmente, pero que conforman una cultura migratoria.
La expectativa es el inicio y a la vez la continuidad de una tradición migratoria, es la síntesis e interiorización de símbolos ya conformados en torno a la necesidad de migrar; por ello, la expectativa y su formación son resultados históricos y entramados simbólicos y son transversales al proyecto migratorio. Se puede definir como una esperanza de realizar o concretar algo, como la posibilidad casi razonable de que algo suceda, incluso va más allá, se trata de algo que supera la esperanza: es la construcción de un lugar al que no se ha llegado pero que opera como motor y ello es suficiente para emprender el viaje. La utopía operante no se limita a la construcción de una esperanza, sino que consiste en construir un lugar distinto al que se habita y al cual se quiere llegar a partir de un capital cultural específico, encarnado en un contexto histórico y social particular.
“Viajar es escribir” (Chambers, 1995: 25) es a través de la escritura que los personajes del corpus se desplazan, dan cuenta de sus recorridos geográficos e intersubjetivos, aquellos que me interesa cartografiar; los procesos de llegada en dos niveles:
El primer proceso se refiere a llegar a un lugar/espacio en el que nunca se ha estado antes. La recién llegada.
El segundo nivel del proceso de llegada tiene que ver con “llegar” a una nueva situación, a un nuevo espacio social que no siempre está condicionado por un espacio físico/geográfico nuevo, sino por un desplazamiento de la autodesignación ante un marco social que ha cambiado en relación con otro anterior.
Por ejemplo, para el primer punto tenemos la llegada a un lugar en el que nunca se ha estado, tal como lo plantea Denia Nelson en su novela El regreso de una wetback, y las descripciones que Alejandra, personaje principal, realiza de la ciudad de Nueva York que
demuestran un proceso de resignificación de unas coordenadas nuevas.
Me había pasado la noche sin conciliar el sueño, dividiéndome entre la culpabilidad de que mi padre hubiera hecho el sacrificio de empeñar su única parcela, y lo bien que me sentía al vivir tan cómodamente como ahora. No era lo mismo acostarse sobre la amplia cama, que sobre el catre lleno de pulgas; tampoco era igual caminar durante largas horas para acarrear agua, que zambullirse en agua tibia y perfumada en la tina de baño. En poco tiempo nuestro paladar estaba acostumbrado a diferentes sabores, y deseábamos la variedad a la hora de comer. Las tortillas con frijoles y sal comenzaban a parecernos demasiado simples. (Nelson, 2010: 68)
La llegada en sus dos dimensiones señala un proceso de resignificación, en tanto coordenadas geográficas; y como un espacio social nuevo que se ocupa desde un cambio en la auto designación del “yo en el mundo”. Por ello hablar de llegada no implica ni describe el fin de un proceso, sino por el contrario, un proceso en sí mismo que no tiene principio o fin claro, un “estás llegando y ya te tienes que ir”.
Esta conceptualización de “la llegada” que propongo apunta hacia la provisionalidad de los espacios que se ocupan en ambos niveles, la cual está en un marco de cambio de conciencia; Iain Chambers (1995) lo señala como un cambio de percepción enmarcado en “la era de la incertidumbre”; Gloría Anzaldúa (1987) habla de la conciencia de la Nueva Mestiza. Ambos apuntan hacia una posibilidad de multilocalización, derivada de una lógica cultural que tiene que ver con las grandes movilidades humanas del siglo XX y que cimientan los imaginarios de las movilidades del siglo XXI.
La manera en que se ha abordado la cuestión del sujeto y de procesos de subjetivación ha sido una problemática abordada desde diversas posiciones teóricas y disciplinarias. Me interesa la perspectiva posestructuralista, desde la cual se cuestiona la noción de sujeto y su capacidad de significación, es decir la manera en que el sujeto se construye está profundamente marcada por los movimientos migratorios del siglo XX. Resulta relevante cómo la reflexión sobre las subjetividades desplazadas se ha cruzado con la ensayística latinoamericana de la primera mitad del siglo pasado, particularmente en la propuesta de Cornejo-Polar de “sujeto heterogéneo” que
conforma una explicación disfórica de la migración4. En su texto “Una heterogeneidad no dialéctica…” Cornejo-Polar (1996) señala la existencia de una retórica de la migración, marcada principalmente por las impresiones de la llegada —en sus dos momentos, contraste y contacto—.
Es importante subrayar que desde muy antiguo y hasta hoy existe algo así como una retórica de la migración que pone énfasis en sentimientos de desgarramiento y nostalgia y que normalmente comprende el punto de llegada —la ciudad— como un espacio hostil, aunque de algún modo fascinante o simplemente necesario, a la vez que sitúa en el origen campesino una positividad casi sin fisuras, con frecuencia vinculada a una naturaleza que es señal de plenitud y signo de identidades primordiales. (Cornejo Polar, 1996: 839)
La noción de un sujeto heterogéneo atiende a las subjetividades entre mundos, en constante desplazamiento en relación a definiciones y anclajes de sentido, se trata de una manera de concebir al sujeto dejando fuera posiciones esencialistas o inmanentes.
Desde este planteamiento, el sujeto desplazado/en desplazamiento en la literatura maneja una pluralidad de códigos que, pese a formar parte de un solo rumbo argumentativo, no se confunden, preservan buena parte de su autonomía. En este sentido es que la retórica de la migración plasmada en la literatura está marcada por triunfo y nostalgia, posturas contradictorias que se complementan en esta retórica, y no es posible fijar límites entre estas dos posiciones; es por esta razón que este autor propone la construcción de un espacio donde ambos sentidos puedan traslaparse, y las “nuevas” identidades, entendidas como configuraciones de pertenencia a una comunidad específica, pueden convivir con las antiguas, es decir, las conformadas en el lugar de origen pueden convivir con las del lugar de llegada (Cornejo Polar, 1996): “Me sentía agobiada por la sensación de no pertenecer a ningún lugar, mientras mi hermano y mi primo disfrutaban comiendo bocadillos de queso, con la conciencia totalmente bloqueada como defensa para superar los traumas. A mi mente venían repetidamente las escenas de la pobreza de Mala Laja, el pavor en la cárcel, el pánico de la huída…” (Nelson, 2010: 92).
El fragmento anterior de El regreso de una wetback, podemos observar que lo caracteriza una narrativa bifronte, es decir, que no intenta sintetizar experiencias en un espacio de resolución armónica, sino donde conviven el allá y el acá, el ayer y el hoy, como parte del discurso
descentrado que caracteriza al discurso migrante, aquel que acoge más de una experiencia de vida. La capacidad y la condición de acoger más de una experiencia de vida en la retórica de la migración será lo que se caracterice como multiplicidad identitaria (Cornejo Polar, 1996).
Me interesa captar esta retórica del sujeto desplazado/en desplazamiento a partir de los personajes que habitan el corpus literario, en sus diversos niveles de desplazamiento y llegada; esta necesidad de analizar estas subjetividades específicas define la manera en que me acercaré a las novelas y crónicas del corpus, será a partir de los personajes en tanto topógrafos de su recorrido de llegada. Me interesa seguirles los pasos. Lo urbano como escenario de contradicción, la llegada a este contexto, como espacio donde se configuran heterotopías.
Buena parte del atractivo de vivir en la ciudad deriva de la posibilidad de acceder cotidianamente a esas heterotopías que nos confrontan con lo ajeno y lo distinto. Frecuentar barrios como el Raval barcelonés o el East End londinense nos transporta a realidades y costumbres de países lejanos. Sólo se necesita caminar por las calles de esos barrios para que las comunidades de origen chino, latinoamericano, magrebí o paquistaní que confluyen en ellos nos evoquen o sugieran otros modos posibles de ser y relacionarnos. Estos espacios heterogéneos nos permiten entrar en contacto con necesidades y trayectorias de vida negadas por los grupos hegemónicos; no hay que olvidar que la mayoría de esos barrios suelen ser espacios de pobreza y exclusión. (Díaz, 2015: 35)
El sujeto desplazado/en desplazamiento, es heterogéneo, con una retórica migrante (del aquí y del allá) que se inscribe en un contexto urbano de llegada permanente, caracterizado por las heterotopías, es el que observa, es el hombre de mundo no por ocio sino porque fue desplazado. Es el paseante, el que contrasta desde el allá, el aquí:
Ese mismo día Elena invisible caminaba por las calles de New Orleans cuando una vieja teja cayó del techo y por poco la mata. Elena retrocedió unos pies para ver mejor al involuntario cuasi homicida y descubrió, en una mezcla de espanto y admiración, que sobre el techo empedrado de la vieja casa de la cuadra francesa habían cinco hombres trabajando…supuso porque no podía verlos. Eran invisibles…comenzó a caminar, entró a los restoranes … en las cocinas vio que los platos se lavaban solos, las escobas andaban solas…por todos lados había gente invisible. Elena comprendió de golpe que el país completo estaba lleno de gente igual que ella…5 (Estrada, 2012: 245)
El modelo de análisis para el corpus consiste en rastrear los pasos de los personajes, a partir de su llegada en las etapas de contacto y contraste. Que a su vez tienen dos facetas/niveles transversales: llegada y (re) llegada.
Para situar el corpus que utilizaré para esta investigación considero las siguientes características: da cuenta del flujo migratorio proveniente de América Latina hacia los Estados Unidos; 2) la trama está enfocada en el proceso de llegada a un contexto urbano; los protagonistas son sujetos desplazados/en desplazamiento y así lo enuncian; y son obras escritas por autores que podemos situar en la “hornada de los 60”, lo cual implica una construcción específica de la identidad y la formulación en torno a ésta.
Me interesa situar mi reflexión en el hecho de que literatura produce conocimiento histórico y sociológico debido a la forma en que despliega su escritura, es decir, “la literatura está dotada de una aptitud histórica, sociológica, antropológica” (Jablonka, 2016: 11) no suscribo la trampa señalada por Jablonka de que las ciencias sociales están desprovistas de una dimensión literaria, y de que la literatura no produce conocimiento. Me interesa discutir cómo la literatura no corresponde únicamente al orden de la ficción, pues produce conocimiento sobre lo real, no sólo lo representa, también trata de explicarlo lo cual conlleva un ejercicio sociológico e histórico al buscar causalidades, consecuencias y las palabras adecuadas para plasmar procesos. Vale la pena partir del hecho de que ambas, aunque por distintos medios, buscan explicar lo real y conocer; establecen cruces y el distinguirlos provee la posibilidad de construir modelos de análisis e interpretación en torno a la escritura de ambas.
Como mencioné, me interesa como se produce el espacio desde la escritura, y es el objetivo de esta propuesta construir un método de observación —cartografía de llegada— que permitan ubicar esta producción. Específicamente busco ver como se construye espacialidad desde la escritura en lo que se le denomina La nueva narrativa latinoamericana, por las características que ésta presenta en tanto a su posicionamiento con la idea de nación y pertenencia.
Fernando Aínsa (2012) señala la emergencia de una nueva ficción que rompe con los esquemas de verdugos, héroes y víctimas, y con ello la ruptura del modelo del escritor nacionalista. Existe un desgaste de la literatura política que enfatizaba el compromiso, la figura del héroe y las posiciones radicales; estamos ante “nuevos realismos” correspondientes a nuevas realidades socioculturales, en que la narrativa expresa polifonía temática y estilística. Sin embargo, la irrupción de la violencia social en contextos latinoamericanos a finales del siglo XX y lo que va del XXI —pero que corresponde a una construcción histórica de la misma desde la colonia—, no deja de hacerse presente en la narrativa. La violencia permanece, pero distinta en sus expresiones, y en la narrativa ha dado lugar a descarnados relatos, polifónicos y desgarradores. (Aínsa, 2012)
Se trata de una narrativa sin compromiso político, que produce realidades individuales y privadas; y que diluye cualquier proyecto continental (Fornet, 2005) o bien, como lo señala Francisca Noguerol (2011), se trata de utopías intersticiales que responden al fracaso de los grandes proyectos utópicos nacionalistas de mediados del siglo XX. Este planteamiento tiene que ver con el desencanto que da lugar a contra utopías que “denuncian los males que azotan nuestra civilización sin alejarse de la realidad” (Noguerol, 2011: 64), , un hiperrealismo racional. Un desencanto que no llama a la inacción, sino a la necesidad de recuperar el sentido a través de nuevas estrategias vitales y estéticas, así como a “la salvación por la escritura y con ella, por la memoria y el arte” (Noguerol, 2011: 64), la salvación como alternativa al fracaso de los proyectos utópicos latinoamericanos.
A partir de los años noventa del siglo XX, comienzan a emerger una necesidad y una ansiedad de fijar un nuevo canon para la narrativa latinoamericana, lo que da lugar al surgimiento de antologías que intentan poner a dialogar entre sí a distintos autores, para crear corpus y dar coherencia a textos sin aparente relación entre sí6. Dentro de estas antologías emerge una
narrativa que se caracteriza por escribir sobre distintos espacios urbanos sin que exista una línea de coherencia nacional entre lo que se narra y la biografía del autor.
Esta multiterritorialización evita cualquier referencia a “lo mexicano”, “lo chileno”; “lo colombiano” , incluso a “lo latinoamericano”; ello pudiera indicar una ausencia de crítica, política, social o económica, tal como lo señala Jorge Fornet (2005), o bien una respuesta sintomática de procesos de migración y desplazamiento que se intensificaron en el siglo XX, un viraje en la manera de pensar el territorio y la pertenencia a partir de la escritura, es así que “la ciudad, esa especie de archiciudad posmoderna, se construye no tanto como un espacio de lo exótico sino como el sitio que legitima esa suerte de ciudadanía universal” (Fornet, 2005: 11). Es en este escenario urbano donde tendrá lugar un nuevo sujeto en la narrativa latinoamericana.
¿cómo podemos ubicar a literatura con temática migratoria y de desplazamiento en este contexto narrativo?
La irrupción del sujeto desplazado/en desplazamiento en la narrativa ha constituido uno de los grandes temas en la literatura contemporánea, el acto de desplazarse da pie a tejer innumerables tramas y tensiones. Se habla de literatura de la migración, “como aquella que trata explícitamente la temática migratoria y que es protagonizada y/o narrada por un migrante, es decir, aquella que representa las experiencias y los imaginarios del migrante, independientemente de la biografía del autor empírico” (Olsson, 2005: 132), ello ha dado lugar a una incipiente y nutrida tradición sobre “lo migrante” en la literatura reciente, pues "entender y definir la América Latina implica trazar un nuevo mapa que incluya esos desplazamientos, a esos migrantes que van del Sur al Norte, del campo a las ciudades, a pie, en balsas o en yolas, e incluso por internet. Todos están dotando de un rostro distinto, y modificando las fronteras del continente en que vivimos, y es necesario un nuevo atlas que dé cuenta de ello” (Fornet, 2005: 21).
La irrupción de “lo migrante” y “lo fronterizo” en la literatura reciente, va en dos sentidos, por un lado, la incorporación de la temática en las escrituras contemporáneas, es decir, la construcción de tramas en torno a realidades de desplazamiento, migración y frontera, “la narrativa de los últimos años (…) postula una identidad mutante, que es urbana, se vuelve fronteriza, híbrida, apocalíptica, multiterritorial, universal, posnacional, etc.” (Esteban y Montoya; 2011: 10), lo que Rosi Braidotti (2000) caracteriza como identidad nómade, una identidad en construcción y lo que Amelia Viteri (2014) señala como desbordes identitarios, es
decir, las categorías identitarias nacionales son desbordadas en contextos de desplazamiento y migración, lo que da lugar a sus renegociaciones como proceso constante.
En este sentido es que la literatura latinoamericana reciente hereda una tradición extraterritorial que la marca política y culturalmente desde sus inicios, que no es ajena a los procesos globalizadores y "tematiza en sus obras el replanteamiento de categorías identitarias como formulación de la identidad, la puesta en crisis de su sentido de pertenencia, tanto a una tradición narrativa como a un proyecto político o literario nacional para conectarse de otra manera a territorios y tradiciones múltiples” (Esteban y Montoya; 2011: 11). Me interesa el replanteamiento de categorías identitarias —particularmente en el momento de llegada—como proceso de formulación de identidades, y cómo esto se erige en temática de la literatura cuyo tema son los procesos migratorios.
Otra faceta de “lo migrante” y “lo fronterizo” en la literatura reciente tiene que ver con el proceso de producción, y con la multiterritorialidad de este proceso. Nos encontramos ante una generación de autores latinoamericanos —nacidos a partir de 1960— especialmente activos en su reivindicación de un espacio propio. Se caracterizan por su rechazo a las secuelas del realismo mágico y los principios de amenidad y narratividad que convirtieran en éxitos de venta a la generación anterior (Noguerol, 2008). La clave para explicar en conjunto la producción narrativa latinoamericana reciente es la extraterritorialidad: “la creación literaria se revela ajena al prurito nacionalista a partir del cual se la analizó desde la época de la independencia, aún vigente en múltiples foros académicos y que rechaza la literatura universalista como parte del patrimonio cultural del subcontinente” (Noguerol, 2008: 20).
Camilo se vio entonces, entrando al Free Way, doblando por otra carretera, cruzando condados, pasando Tucson, deteniéndose en grifos a mirar el crepúsculo rojo en el horizonte de montañas, luego volviendo a atravesar desiertos, letreros, carros abandonados en la carretera, coyotes, mientras en sus audífonos escuchaba a Creedence Clear Water Revival, a The Smashing Pumpkins, y de noche llegaba a Los Angeles; luego al amanecer del otro día entrando a San Francisco, con la música de The Cranberries en las orejas, con la voz de Sara repitióndole “te quiero”…después imaginando la cara de José al leer la carta que le dejó, carta a la que le puso por título Yoknapatawpa, donde le
narraba, a modo de un cuento, sus últimos cinco días…” (Ildelfonso, 2005: 104)
En este fragmento de Miguel Ildefonso (2005) podemos observar la coexistencia de elementos distantes entre sí, multilocalizados sin una línea de coherencia en términos del planteamiento moderno de lo nacional; que se de forma simultánea; y que constituyen un proceso de subjetivación, la manera particular en que se interioriza la llegada, en este caso al desierto de Texas. Ello responde a una tradición literaria en español definida por la desterritorialización de los autores: “un eclecticismo enemigo de cualquier tipo de esencialismo patriótico, y por la visión de América como crisol de culturas, lo que supone la defensa de la hibridación y la inmersión sin complejos de esta narrativa en el amplio aspecto de la cultura occidental” (Noguerol, 2008: 20).
Diego Fonseca y Aileen El-Kadi, señalan de forma contundente: “Ya no hay identidades. Hay identificaciones” (2012: 6) para referirse al abordaje que la nueva narrativa latinoamericana realiza sobre la configuración de identidades en contextos migratorios, como una de las temáticas centrales de ésta. Identificarse implica generar empatía con otro, reflejarse y distinguir características en lo externo parecidas o iguales a las propias. Se puede identificar con diversas situaciones y entornos a la vez, tiene un sentido de fugacidad, de corta duración. El proceso de identificación cambia constantemente:
—You speak really good english. Where are you from?
—Bolivia (Chile, México, Argentina, Cuba, all of the above)7
“La plaza donde había ejecutado a Túpac Amaru dejaba de ver un poco de luz en el cielo; las nubes cargadas, negras por un lado, rojas por donde el sol se ocultaba. De un segundo piso salía una canción de Pink Floyd.” (Ildelfonso, 2005: 120).
El Paso de Miguel Ildelfonso (2005) se trata de un conjunto de relatos que hablan de lo fronterizo y es una escritura fronteriza en cuanto a géneros literarios. Los mapas que retrata Miguel Idelfonso de sus personajes tienen que ver con la condición de extranjería y con la nostalgia. En la obra de Ildelfonso se hace presente lo que Cornejo Polar llama: retórica migrante
y lo que Canclini refiere como el “desacomodo entre representaciones y escenario” (2014: 55). El paso retrata la llegada en dos aristas: la llegada de estudiantes a la ciudad de Texas y en una segunda parte, la llegada del retorno, es decir cuando el personaje principal vuelve de nueva cuenta a Perú.
El recorrido que despliega Ildelfonso en su escritura es por bares, amores y personajes de la cultura y la contracultura peruana, mexicana, y americana, ello posibilita cruces y los hace posibles gracias a la escritura que utiliza, se trata de heterotopías constantes en las que elementos que son incompatibles conviven de forma simultanea:
Se presenta el paisaje fronterizo como un lugar donde todo es posible, el encuentro con personajes famosos deja ver las expectativas que históricamente se han construido en torno a Estados Unidos como lugar de destino, con el sueño americano. Los personajes famosos en la novela constituyen una exacerbación de los estereotipos, característica del género fronterizo.
La frontera que se retrata en El Paso es una frontera porosa, predomina el desarraigo
¿cómo es la llegada? No se termina de llegar ni de irse. Se está en “el paso” de manera permanente, flotando como el camión que sale en la primera parte, el personaje ¿muere cuando llega a Lima? “Ya no estaba en El Paso. Ya no estaba en Lima. Ya no estaba aquí ni allá, ni arriba ni abajo: estaba en ninguna parte. Y desde ese mismo lugar es que ahora escribo esto” (Ildelfonso, 2005: 14)
Y por eso al otro día de mi llegada a El Paso ya me encontraba en Juárez, caminando por el mercado, con mi jean ancho y sucio, mis zapatos gruesos, mi camisa de franela y el sombrero vaquero que me acababa de comprar (…) Caminaba entre prostitutas, entrando y saliendo de ´La Flor del Valle, ´El Gallito´. “El Vaquero”, el “Club Pedregal”, “Las Piscas”, “La Capital”, “El Puerto”; bailando con María Félix una de Los Tigres del Norte, con Silvia Pinal otra de la Banda El Recodo, con Angélica María la de Los Tucanes de Tijuana…”. (Ildelfonso, 2005: 16)
La cartografía de llegada implica también rastrear los vectores que que constituyen heterotopías en los procesos de desbordes identitarios, “…tu nuevo nuevo nombre será Mary Beth Motgomery… a partir de hoy eres de California, tu familia vive allá, eres americana de
nacimiento… Extendiendo la mano me entregó una tarjetita verde en la que aparecía mi fotografía…una extraña sensación como de fiebre me invadió al verme en aquel documento con un nombre tan extraño” (Nelson, 2010: 108-109).
Bauman (2017) utiliza la figura del peregrino para explicar la manera en que las identidades han transitado de la modernidad a la posmodernidad, o en términos de Viteri, se han desbordado y adaptado. “For pilgrims through time, the truth is elsewhere, always some distance away. Wherever the pilgrim is now is not where he ought to be, not where he dreams of being. The glory of the future debases the present.”
La multiplicidad de llegadas y desplazamientos identitarios son paradojas constitutivas del proceso de globalización, pues dan cuenta de su heterogeneidad y de las desigualdades que éste produce.
A diferencia de los peregrinos de la modernidad quienes caminaban sobre un mundo sólido y percibían la vida como una historia continua, tanto que los viajes y recorridos pasados podían ser preservados en la arena, hoy en día la linealidad de esos viajes es cuestionada y problematizada por la intensidad y cantidad de los desplazamientos geográficos e identitarios que se realizan en el marco de una era de incertidumbre. “Mary Beth Montgomery se despertaba todas las mañanas en medio de la confusión y por las tardes lograba ser Alejandra Paniagua Díaz y volvía al catre porque no podía explicarle a nadie lo que me sucedía” (Nelson, 2010: 139). Este fragmento trata sobre la llegada de Alejandra Paniagua, personaje protagónico de El regreso de una wetback, pero durante el retorno, es decir, llegar al lugar de donde se partió (Mala Laja, comunidad rural en Honduras), llega siendo otra, se trata de un desborde identitario. Lo que vemos en este fragmento es lo que la cartografía de llegada busca rastrear y analizar, las simultaneidades y las subjetividades que se mezclan y desbordan de manera constante, y que coexisten en relación a la negociación con la identidad en desplazamiento.
Para construir cartografía de llegada como categoría de análisis, de la mano del concepto de heterotopía, recupero también el concepto de desbordede la identidad (Viteri, 2014) como problematización de las identidades y de la manera en que se internalizan los desplazamientos, lo cual que deriva en una constante negociación de las identidades. Por otro lado, incorporo la categoría de subjetividad nómade desarrollado por Rosi Braidotti (2000), en la que la subjetividad es entendida como proceso inacabado, más que como una identidad esencial,
monolítica o sustancial: “Junto con la tarjeta también le entregué todo lo que yo era, fue como una muerte súbita, me sentí huérfana y miserable, casi al borde de un abismo” (Nelson, 2010: 135), este es el justo momento en que Mary Beth Montgomery en El regreso de una wetback, muere para retornar a Alejandra Paniagua, pero ya posible este regreso.
Existe una diferencia sustantiva implica que el punto de partida, tanto como el de llegada son inexactos y contingentes, “exige vivir en lenguas, historias e identidades que están sometidas a una constante mutación. Siempre en tránsito la promesa de una vuelta a casa” Chambers (1995: 19). Esta situación implica que el hogar o morada adquiere otro sentido, se trata de un hábitat móvil y así concebir un tiempo y espacio que propician una apertura crítica que cuestiona de forma constante la línea de coherencia entre identidad, lugar y pertenencia. “Ya no tenía que esforzarme por dejar mi verdadera identidad, pues Alejandra Paniagua Díaz había quedado sepultada y estaba en proceso de extinción bajo la fuerte identidad de Mary Beth Montgomery” (Nelson, 2015: 116)
En este sentido es que no pueden entenderse los movimientos migratorios sólo como movilidades del centro a la periferia, pues esta perspectiva guarda relación con una percepción de linealidad y esencialismo en la movilidad humana. Nos encontramos ante la incertidumbre y las constantes variaciones de estos movimientos, situación que es impulsada por la compresión/flexibilización del espacio tiempo (Bauman, 2001), la cual implica polarizar las condiciones y motivos de los desplazamientos pero no los homogeniza, “el poscolonialismo es quizás el signo de una conciencia creciente según la cual ya no es factible sustraer una cultura, una historia, un lenguaje, una identidad, de las corrientes transformadoras de un mundo crecientemente metropolitano. Es imposible volver a casa [to go home again]” (Chambers, 2005: 109).
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Notas
1 Esta ponencia forma parte de mi investigación doctoral, la cual considera otros elementos que conforman la cartografía de llegada, para fines de esta presentación, me enfocaré en el análisis de las novelas, solamente en torno al concepto de heterotopía.
2 Este flâneur, hombre (sic) de mundo, pero fundamentalmente un observador que se caracteriza principalmente por la yuxtaposición que implica entre el observar conscientemente y ocultarse; mostrarse
y no ser visto, a la vez que es sujeto y centro del mundo y de la cotidianidad que la rodea, cotidianidad que él hace. Su mirar es un lente dotado de conciencia, capaz de sumergirse en la modernidad, representada por La Gran Ciudad, por la urbanidad. Este personaje descrito por Baudelaire es el caminante, el paseante que deambula, producto del ocio y del “tedio vital”; símbolo de la modernidad en su carácter fragmentario. Existe una relación entre el flâneur y movimiento, entendido como el desenvolvimiento a través del espacio: la ciudad. Vid. C. Baudelaire (2015). El pintor de la vida moderna. (trad. Martín Schifino). Barcelona. Taurus/Penguin Random House, p. 13 (e-book).
3 Los espacios se producen por las simultaneidades en las relaciones de poder, las cuales establecen normas, definen límites sociales y espaciales. El espacio tiene un origen relacional, se define, mantiene y altera por el efecto de las relaciones desiguales del poder. El territorio en cambio “el espacio apropiado por un grupo social para asegurar su reproducción y la satisfacción de sus necesidades vitales, que pueden
ser materiales o simbólicas” (Giménez, 2004: 315) En esta investigación entiendo “lugar” como aquello que se define a partir de prácticas socioespaciales, las relaciones de poder y de exclusión (McDowell, 2000: 15).
4 Existen dos vertientes teóricas sobre nomadismo y migración. La primera es la visión disfórica, la cual contempla la necesidad, el desgarro psíquico/cultural; y el trauma de la pérdida de un mundo, por ejemplo,
la teoría de la heterogeneidad y del sujeto migrante de Cornejo Polar, la cual ha tenido una notable influencia en los estudios latinoamericanos en las dos últimas décadas en la línea de la teoría poscolonial y los estudios de la subalternidad. Por otro lado está la visión eufórica, que celebra de la desterritorialización, y está asociada al deseo. Estas teorías se ubican en el post estructuralismo y en las teorías de la posmodernidad, por ejemplo, el sujeto nómade de Rosi Braidotti; la teoría de la hibridez cultural Latinoamericana de García Canclini y las teorías que vinculan nuevos paradigmas identitarios y cognitivos, como Appadurai con su planteamiento de "esfera pública en diáspora". Cfr. Julio Prieto. “De nómadas y sujetos migrantes: Arguedas, Cornejo Polar”, Eilson (un ensayo de arqueología crítica). En Andrea Castro y Anna Forné (comps), De nómadas y migrantes. Desplazamientos en la literatura, el cine y el alrte hispanoamericanos. Argentina, Beatriz Viterbo Editora, p. 18
5 Oscar Estrada (2012). Invisibles. Una novela de migración y brujería. Nueva York: Casasola Editores, p. 245.
6 Cuentos con walkman (1993) y McOndo (1996) fueron las antologías más relevantes, debido a que contenían una declaración de principios en cuanto a una incipiente narrativa que reivindicaba una Latinoamérica mestiza, global, hija de la televisión, la moda, la música, el cine y el periodismo en la que los escritores ya no se sentían obligados a representar ideologías o países. En la misma línea se encuentra el manifiesto de escritores mexicanos de la “generación del crack”. Vid. Jorge Fornet (2005), op. cit.; y Francisca Noguerol (2008) Narrar sin fronteras. En Jesús Montoya, Ángel Esteban (eds.) Entre lo local y lo global. La narrativa latinoamericana en el cambio de siglo (1990-2006). Iberoamericana Vervuert. España, 2008.
7 Edmundo Paz Soldán y Alberto Fuguet (eds.) (2000). Se habla español: voces latinas en USA. Miami. Alfaguara, p. 10