François Donatien Siry1
Abstract: The communication proposes to analyze the international dynamics of Mexico throughout a bilateral relation with a European power, in this case France, and centered on the mutual scientific exchanges, allowing a multidisciplinary analysis which combines international relationships and history of science. The main idea is based on an original approach in the cultural diplomacy area in order to give another view to the traditional realistic and
economic theories. Within the new context of the 1990's globalization, with intensive mutations and the US
leadership, France tries to get a part of influence in México, using the soft power of its diplomacy.
Palabras clave: relación bilateral franco-mexicana relación norte-sur; poder Globalización
blando; Diplomacia cultu al;
La exploración de los archivos del Mini terio fra cés de Asuntos Exteriores y de su contraparte
mexicana, la Secretaria de Relaciones
Exteriores, permiten de poner
de relieve y aclarar las
diferentes fases de acercamiento y de alejamiento entre ambos país s. De manera general, se
1 Doctorante en tercer año del Instituto de Investigaciones Históricas de la Universidad Michoacana San Nicolás de Hidalgo, Morelia, Michoacán. Ejes de investigaciones: historia de la ciencia, historia de relaciones internacionales, relaciones científicas franco-mexicanas, siglo XX.
puede clasificar de manera sencilla los documentos relativos a los intercambios entre Francia y México con tres tipos generales de relaciones:
las políticas, es decir la diplomacia oficial incluyendo los aspectos militares y de seguridad,
las económicas, que incluyen las inversiones, negocios, importaciones y exportaciones y son las más perceptibles y que muestran los datos más cuantificables.
los asuntos culturales, dentro lo cual se distinguen las cooperaciones artística, científica, lingüística y de educación.
Durante los casi dos siglos de existencia de intercambios franco-mexicanos, siempre aparecen estos tres tipos de relaciones pero cada uno tiene una importancia diferente según la época. Las relaciones nacientes del siglo XIX estuvieron marcadas de una parte por el mercantilismo marítimo y los acuerdos de navegación (lo que nos enseña el primer “tratado de amistad y de navegación” firmado en 1830 entre ambos países que sirve de reconocimiento oficial del Estado francés por la nueva República), y por otra parte por una doble intervención militar francesa. La segunda, que ocurrió entre 1862 y 1867 bajo la influencia de la política colonialista del Segundo Imperio francés, con una diplomacia liberada del sistema de alianzas del Congreso de Viena, impulsó un cambio político con la injerencia de un emperador, Maximiliano I, y una huella profunda de Francia en el imaginario popular de México o por lo menos en las elites afrancesadas del Porfiriato. El poder duro (o hard power) que manifestó el imperialismo francés en esta época también se repercutió en la economía a través de un papel preponderante en varias industrias mexicanas como el textil, los grandes almacenes nacientes como el Palacio de Hierro o Liverpool y la rama bancaria (al inicio del siglo XX, con un 60% del capital bancario, Francia ocupa el primer rango, ante los Estados Unidos, en los fondos bancarios)1. Lo que marca esta relación bilateral hasta la segunda parte de siglo XX es su asimetría, medida a través del carácter desigual de los intercambios que en gran parte se hicieron en el sentido de Francia hasta México, cuestión que se muestra en las sumas considerables invertidas por franceses o del peso del capital humano. La década sangrienta de los 1910, marcada por la Revolución mexicana por una parte, y el primer conflicto mundial por otra, no sólo ha provocado un alejamiento de las potencias europeas del continente americano, sino también hizo surgir oficialmente los Estados Unidos como nueva superpotencia regional y mundial.
Al salir de los conflictos de las dos guerras mundiales, la necesidad de reconstituir un nuevo sistema internacional sobre nuevas bases abrió una nueva era en la relación entre ambos países, tanto en su forma como en su contenido. Por una parte, se puede hablar paulatinamente de una relación entre dos potencias “medianas”. Mientras que Francia pierde su imperio colonial y su economía vuelve a ser más en más dependiente de una integración continental vía la construcción europea, México crece en población y se multiplicó su PIB por 62. Por otra parte, la regionalización de las economías y el contexto geopolítico congelado de la guerra fría, va contribuir a poner la cultura y por extensión los intercambios científicos y tecnológicos al centro de las discusiones entre Francia y México.
Entre 1965 y 1992, las relaciones franco-mexicanas en término de ciencia, tecnología y cultura se regulan por un acuerdo de cooperación científica firmado en 1965 y otro de cooperación cultural y educativa en 1970. Las décadas 1970 y 1980, ritmadas por reuniones mixtas bilaterales cada dos años3, preparan, con sus defectos iniciales, una cooperación naciente pero perfectible. Las incertidumbres presupuestarias no permiten de concretizar todas las buenas intenciones para ir más allá. El difícil contexto económico y geopolítico de la mitad de los setenta y de la década ochenta no permitió un desarrollo cuantitativo de los intercambios. Poco a poco los recursos financieros insuficientes, la timidez de una diplomacia más regional y el desgaste de las instituciones vigentes van a ser el pretexto de un cambio necesario que se convertirá en un punto de inflexión no solo en las relaciones franco-mexicanas sino en el contexto global. Al final de los años 1980, varios factores favorables, externos e internos, van a contribuir a este nuevo rumbo. Un cambio más radical se operó dentro del cual Francia y México van a llegar a un punto de confluencia en el uso del poder blando de cada uno.
La diplomacia ambiciosa y abierta de Salinas de Gortari: ¿una ruptura inevitable? ¿Una oportunidad histórica?
Es un lugar común de afirmar que la llegada al poder de la administración de Carlos Salinas de
Gortari en 1989 ha tenido un papel fundamental en la liberalización a ultranza de la economía mexicana, después de décadas de centralismo y de estatismo estable, y sobre todo en la reapertura de la política exterior de México, después de varios años de prudencia y de repliego en su espacio centroamericano. Sin embargo conviene matizar esta alegación por dos elementos que completen este análisis dentro de un entorno más global. Primero este proceso ya empezó, de manera discreta, con la administración del Presidente anterior Miguel de La Madrid, con la integración de México en 1986 como miembro efectivo del GATT4 (ancestro de la Organización Mundial del Comercio) que prepara el país a un cambio de políticas de mercado libre y la liberalización de servicios y capitales. Por otra parte, la fecha de 1989 coincide también con la oportunidad histórica que se abre con el fin de la guerra fría y la disolución brusca del bloque soviético. Lo que el historiador Francis Fukuyama llama con ingenuidad el “fin de la historia” 5 significa el triunfo de un sistema idílico basado sobre el liberalismo económico y la ampliación inexorable del modelo democrático a todo el planeta. El nuevo sistema mundial que toma forma se caracteriza por un liderazgo estadounidense y la emergencia de nuevas potencias comerciales y económicas. Todos los indicadores están encendidos en verde para empezar una nueva era globalización sin precedentes. En este contexto “la política exterior de México, bajo la presidencia de Salinas de Gortari, “adquirió un sesgo económico más marcado”6 e “impulsó una concentración de sus relaciones con Estados Unidos”7. Este alineamiento marcó una ruptura con el tradicional discurso tercermundista y poscolonial de la diplomacia mexicana. Lo que parece cierto es que México buscó mantener relaciones menos conflictuales con su vecino del norte con vistas de lograr los acuerdos comerciales del futuro Tratado de libre comercio en América de Norte (TLCAN). La apuesta hecha por México es de formar parte de los países ganadores de la globalización. Para alcanzarlo, el país pone en paréntesis su cooperación Sur-Sur focalizada en la solidaridad con los países en desarrollo, el altruismo con la crisis humanitaria que ocurrió en América Central en los años 1980 y la defensa de la tradicional doctrina Estrada (principios de no intervención, autodeterminación e igualdad jurídica entre naciones) que ha caracterizado su diplomacia desde los años posrevolucionarios. De las cuatro vertientes fundamentales que constituyen su cooperación internacional para el desarrollo, según la clasificación de Bruno Figueroa Fischer8, las cooperaciones financieras y económicas van a ser privilegiadas, en perjuicio de la educativa y la científico-técnica, hasta culminar a la creación en 1998 de un
Instituto Mexicano de Cooperación Internacional (IMEXCI) que se apoya sobre la base de la Sub-Secretaria de Cooperación International para poner énfasis en los intercambios principalmente económicos. Sin embargo, el IMEXCI tuvo una corta vida política pero reapareció de manera más visible con ambiciones más altas en 2011 bajo el nombre de la Agencia Mexicana de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AMEXCID).
México siempre buscó en su historia una diversificación diplomática y siempre ha preferido tener relaciones multilaterales para poder ofrecer un contrapeso a la influencia de los Estados Unidos. Un ejemplo relevante al nivel económico: en 1992, 70% del negocio se hace con Estados Unidos, de ambas partes. El retiro de la influencia soviética, y por extensión de Cuba y del modelo socialista, ofreció a otros países que tienen una política exterior para promover y difundir sus valores y cultura como Francia un espacio de incidencia. Sin embargo, los acuerdos del TLCAN (o NAFTA en inglés) y la intensificación de la integración del mercado norteamericano generan una casi exclusividad de sus relaciones económicas con los Estados Unidos al inicio de los años 1990, provocando de hecho una verdadera revitalización de la doctrina Monroe al nivel económico. Para las otras naciones que deseaban cooperar más con México, solo quedó un espacio limitado a la cooperación cultural, científica y técnica. Francia que ya tiene años de experiencia en este ámbito con México va aprovechar de este momento para desarrollar esta cooperación bilateral con nuevo impulso y ofrecer a México lo que buscaba: un contrapeso discreto pero eficaz y con interés a largo plazo. En un documento de los archivos de la Dirección general de la investigación, ciencia y desarrollo del Ministerio de Asuntos Exteriores francés, se pone de relieve de manera clara el oportunismo de la diplomacia francesa: “A la fascinación que ejerce el modelo norte-americano sobre México se mezcla la exaltación de un nacionalismo alimentado por un legado cultural excepcional. En este contexto los vínculos con Francia se introducen, incluso antes que con los de España (que han sido deteriorados durante largos años por el franquismo), un determinado reequilibrio/reajuste”9.
Las instrucciones y las notas del Profesor Alain Rouquié, embajador en México entre
1990 y 1992 muestran las ambiciones francesas y la voluntad de tener México como socio durable. El diplomático escribe al momento de tomar su carga que Francia se comprometió en los años 1980 a una cooperación que “debe dar ejemplo, en particular relativo al dialogo norte-sur”. Todavía se habla técnicamente de un ejemplo de dialogo norte sur para caracterizar las relaciones
franco-mexicanas; sin embargo este término va desaparecer rápidamente, primero porque México justamente se acerca como miembro de la OCDE y por la política liberal de Salinas de Gortari de los países industrializados occidentales, y en segunda parte porque el concepto mismo de “norte sur”, pendiente de un contexto poscolonial, se mueve dentro de la nueva configuración internacional con la emergencia de nuevos conceptos y terminologías dentro los cuales México se define tanto como “país en desarrollo avanzado” o “país emergente”.
El cambio de discurso de Francia ante México
Francia empieza los años 1990 bajo el segundo mandato del socialista de François Mitterrand y con una política exterior en redefinición y un cuestionamiento de sus grandes orientaciones del pasado. Francia está en busca de su influencia perdida y quiere seguir siendo modelo civilizatorio, por lo que en el contexto del mundo bipolar de la guerra fría es una voz perceptible. En un famoso discurso pronunciado en La Baule el 21 de junio de 1990 el presidente Mitterrand condiciona los apoyos financieros franceses a los países que necesitan una ayuda humanitaria o solidaria condicionándolos a la transición democrática. Sin embargo es más el pragmatismo que la defensa de principios universales que caracteriza la diplomacia de un país cuya derecha republicana está próxima al regreso en dos tiempos al poder, primero con una cohabitación en 1993 entre el gobierno de Edouard Balladur y con el presidente Mitterrand cada vez más retirado, y a partir de 1995 con la elección del gaullista Jacques Chirac a la magistratura suprema. El Presidente Chirac promueve una mundialización regulada con respecto a la diversidad de las culturas y una política hibrida, sutil y matizada10ante el liderazgo de los Estados Unidos, postura que culminará durante su segundo mandato al rechazo de la política intervencionista del presidente estadounidense George W. Bush en Irak y encontrará un respeto y respaldo en los países “emergentes” y “en desarrollo”. La globalización económica tuvo dos consecuencias mayores en Francia en los años 1990: una aceleración del proyecto de la Unión Europea dentro lo cual tiene esperanza de recuperar a largo plazo un estatuto de superpotencia, y la multipolaridad de su nueva diplomacia, lo que el historiador y especialista de relaciones internacionales Maurice Vaïsse llama el “dilema francés” entre la potencia y la influencia”. En este contexto, América Latina reaparece en el horizonte diplomático francés, y dos países de esta región del mundo, Brasil y México, están marcados por el Quai d’Orsay11 como prioritarios. A continuación, el otro
aspecto que cabe subrayar en esta década de reacercamiento es la primera cumbre entre la Unión Europea y los países latino-americanos que se tendrá en Rio en junio 1999.
En 1992 dos notas de la dirección América del ministerio de asuntos exterior francés relativos a esta cuestión marcan este cambio de percepción con la aparición de la terminología “relación norte-norte” para evocar la que existe entre Francia y México. La primera nota, relativa a la cooperación científica y técnica franco-mexicana, dice claramente que el año 1992 constituye un hito en la cooperación técnica y científica franco-mexicana con la firma de un nuevo acuerdo cuadro y que en este contexto la “principal preocupación para México es de tener con nosotros una relación norte-norte”. La nota aclara que la repuesta francesa debe traducirse por nuevas formas de cooperación orientada hasta “operaciones de mutuos beneficios”, y “no más de pura asistencia técnica”. Francia redefine su estrategia con México impulsando la cooperación industrial (con el programa de posgrados), la investigación-formación (lo que será efectivo con el programada ECOS Nord a partir de 1994) y el medioambiente, manteniendo al mismo tiempo sus interacciones tradicionales especialmente en la salud, la cooperación administrativa y la educación (con la red de las Alianzas Francesas). La segunda nota, del 21 de julio 1992 y dedicada a la visita del presidente Carlos Salinas de Gortari en Francia, recuerda el carácter muy institucionalizado de la cooperación franco-mexicana por una serie de acuerdos y apoyada en varios organismos como el Instituto francés de América Latina (IFAL), el Centro de Estudios Mexicanos y Centroamericanos (CEMCA) y el Centro Científico y Tecnológico (CST). También se insiste sobre el deseo de los mexicanos de revitalizar las relaciones culturales y técnicas, sobre todo que desde 1991 se llegó a un acuerdo en relación al litigio del famoso Códice Aubin12 que congeló los intercambios culturales en los años 1980. Es preciso señalar que con un presupuesto de 60 millones de francos en 1992, México ocupa el segundo rango, después de Brasil, de la cooperación francesa en América latina. Las ambiciones mexicanas tienen su reflejo en la diplomacia francesa cuando dicen de manera clara y oficial que ahora la prioridad con México es de “hacer mayor hincapié en una relación norte-norte”.
Las mismas fuentes ponen también de relieve el cambio diplomático de México. El
embajador francés Alain Rouquié escribe que en los años 1980 “México, en sí mismo preocupado ante todo por sus problemas económicos y políticos interiores, en cierta medida ha reducido sus interacciones en la escena internacional”, pero que “sus nuevas orientaciones exteriores, la
amplitud de sus reformas internas desafían hoy [Francia] de dar un nuevo aliento a nuestras relaciones. La llegada al poder de la nueva administración de Salinas de Gortari, su pragmatismo y su voluntad de renovación deberían incitarnos a marcar nuestros intereses por este país y mantener con él un dialogo permanente”. El concepto muy goffmananio utilizado por el embajador de “escena internacional”13 es significativo porque es una marca implícita de consideración por el papel internacional no secundario de México y la posibilidad de ser parte del grupo reducido de países actores que influyen o incluso que deciden Otro informe, procedente de una misión de inspección de la Dirección General de la cooperación y del desarrollo industrial del ministerio14, insiste sobre la “notable recuperación económica de México” en 1993 y del “crecimiento de su prestigio internacional”, suficiente ahora para atraer hasta 20 billones de dólares de inversiones cada año y jugar un papel central en su zona geográfica. Con un PIB de 300 billones de dólares, una deuda que ha bajado a 36% del PIB, un crecimiento anual de 3% y una inflación limitada a 12%15 los inspectores del ministerio estiman que estamos listos ahora para un verdadero “cofinanciamiento” de la cooperación” y subrayan que es lo que desea México para acercarse del “primer mundo” y no ser más tratado “como un país asistido”. Los mexicanos quieren tratar con Francia en igualdad de condiciones, sentirse como un verdadero socio y es más fácil de actuar así en el campo de la cooperación intelectual que con los negocios. Con lucidez, los diplomáticos franceses sugieren con México una reasignación en beneficio a la política cultural porque “todavía se necesita mucho para tener un lugar mínimo en los asuntos económicos”. En este sentido, un aumento de los medios otorgados a la cooperación científica se ha recomendado, pero sin pasar por alto el problema de los becarios, que han bajado drásticamente en este sector (de los famosos 100 becarios anuales en la década de los setenta a 16 en el año 1993). Con un presupuesto de 21,2 millones de francos en 1992, la cooperación científica y técnica se dedica por un 75% a la cooperación tecnológica (que en verdad conciernen proyectos híbridos entre las áreas de la ciencia y la de la tecnología, como el agua, la salud, el medioambiente). Otra parte que representa el 20% se dedica a las ciencias humanas y sociales que era en este tiempo competencia exclusiva del CEMCA16. Otro aspecto que cabe mencionar es que una parte de la cooperación científica no pasa por las instituciones gubernamentales, pero directamente de varios organismos: el ORSTOM (Office de la Recherche Scientifique et Techique Outre-Mer) que se dedica a proyectos en agricultura, biodiversidad y agroalimentaria, es el
organismo más implicado en esta cooperación y tiene 30 millones de francos de presupuesto en México. En comparación, el Centre National pour la Recherche Scientifique (CNRS) con 0,2 millones, el Institut national de la santé et de la recherche médicale (INSERM) con 0,3, y el Centre international pour la recherche agronomique et le développement (CIRAD) con 1,3 millones operan cada uno un cambio de estrategia. Sin mencionar los acuerdos entre universidades francesas y mexicanos y los medios crecientes para los intercambios necesarios llevarlos a cabo, tenemos de facto dos tipos de redes académicas que crecen: las oficiales, verticales, procedentes de la cooperación inter-gubernamental y las redes horizontales, autónomas, resultados de la propias iniciativas de investigadores.
Del lado mexicano, existe hoy en día una real voluntad en tanto que es fuerte el afán de diversificar un constante y exclusivo primer plano con Estados Unidos”. Francia reconoce el papel de México en los discursos internacionales. La posición abierta de Francia sobre los sujetos que preocupan el Tercer Mundo y lo de la deuda en particular, encuentra el interés de la diplomacia mexicana.
El sexenio de Salinas de Gortari hubo también repercusión positivas en el desarrollo de la ciencia en México por varios factores favorables: el aumento de los científicos en México, largo trabajo iniciado desde los años 1950, la diversificación de sus instituciones con el crecimiento de muchas universidades y un peso menos preponderante (pero que sigue también relevante en términos de publicaciones) de la UNAM, la reforma del CONACyT bajo la dirección de Fausto Alzati entre 1991-1994 que pone fin a la burocracia extrema de este organismo que desde su creación en diciembre de 1970 se impone como el interlocutor entre la comunidad científica y el Estado. También se realice el programa de becas PACIME o la firma de muchos acuerdos bilaterales de cooperación. Es una edad de oro, desgraciadamente de corto plazo, en que aumentaron los presupuestos dedicados a la ciencia y a la enseñanza superior.
El acuerdo-marco de 1992 y su efecto de palanca
Para “profundizar” y “dar un nuevo impulso” a las relaciones científicas y tecnológicas bilaterales, los gobiernos de Francia y México deciden de común acuerdo firmar un nuevo
acuerdo-marco de cooperación franco-mexicana, que integra los convenios de cooperación científica y tecnológica de 1965 y cultural de 1970 y que en su preámbulo “favorece la cooperación económica”. Este preámbulo al acuerdo tiene nuevos elementos si lo comparamos a los de 1965 y 1970. El documento empieza diciendo que las partes “teniendo en cuenta el nivel de desarrollo económico de cada uno”, significa de manera indirecta los progresos económicos realizados por México y una nueva humildad de la diplomacia francesa, más abierta a un dialogo “favor por favor”, equilibrado y justo: “la participación de Francia y de México en las relaciones internacionales favorecen al establecimiento de un nuevo orden mundial más equitativo”. La huella del contexto de globalización es claramente visible en el párrafo 1 cuando ambas partes dicen que “son convencidos de que el crecimiento económico y el progreso social están indisociablemente vinculados a estabilidad económica y social y del desarrollo de las instituciones democráticas”. Esta percepción coincide con las definiciones comunes de lo que los franceses llaman la “mundialización”, versión continental del anglicismo “globalización”, para calificar el “proceso histórico de extensión del sistema capitalista à todo el espacio geográfico mundial”17, según las palabras de Michel Foucault la “hipermodernidad” o “la nueva epistémé”18. Marcan también el triunfo del modelo democrático, sin embargo de corto plazo. Y todavía las palabras marcan la euforia del nuevo crecimiento económico de la “aldea global” un poco ingenuo de Marshall McLuhan, de los cambios transcendentes al nivel de los medios audiovisuales, telefónicos, telemáticos, la digitalización de los archivos e imágenes, la grabación de los sonidos a costo reducido. Todavía no se menciona (sino por la mera y sintética expresión utilizada al final del preámbulo del acuerdo “promover el dialogo de las culturas”) de la otra cara de la mundialización: sus riesgos y sus incidentes, como la amenaza que ejerce sobre culturas y los idiomas, el aumento de desequilibrios económicos y sociales y la occidentalización forzada fuente de confrontación cultural. El acuerdo intensifica la institucionalización de la cooperación política y económica, con una comisión mixta bilateral anual y la ampliación de instrumentos financieros bilaterales. Se definen sectores prioritarios para la parte científica y tecnológica. El interés para México es real: la investigación francesa es la quinta potencia mundial en términos de gastos con un 2,2% del PIB desde los años 1990 (mientras que México solo dedica en eso 0,4% de su PIB según las cifras oficiales de la UNESCO) y la sexta en términos de publicaciones (con 4,1% de la publicaciones internacionales). Para ambas partes, la cooperación permite de
adquirir nuevas competencias, utilizar nuevos campos de experimentación, creación de redes de alto nivel y financiar la movilidad.
Las instrucciones para el embajador en Francia en 1994 reafirman el papel de contrapeso cultural de Francia en México. “Francia debe asegurarse un fuerte regional entre la América anglosajona y el mundo latino-americano. En este contexto, el objetivo [de Francia] es de adaptar su herramienta cultural y su cooperación ampliada y los medios financieros otorgados por eso al ascenso de un país que espera mucho de Francia. El CEMCA, uno de los tres ejes principales que articulan la cooperación científica y técnica, es la institución más visionaria para adaptarse con el nuevo pacto económico. La hoja de ruta del embajador precisa claramente de adaptar esta institución, que concentra hasta esta fecha la cooperación bilateral en ciencias humanas y sociales, a una ampliación de sus actividades a investigaciones sobre el México contemporáneo y con una mejor integración y coordinación con las universidades. Por su lado, la segunda eje, la cooperación “científica”, es decir en ciencias duras y exactas, pasa con el papel central del CONACyT que tiene acuerdos con las instituciones mayores de investigaciones francesas: el CNRS, el INSERM y el ORSTOM que se transformará a finales de los años en 1990 en el actual Institut de recherche développement (IRD) que tiene una antena en la ciudad de México. Desde los años 1970, estos acuerdos desarrollaron programas de formación doctoral de especialización de ingenieros por fines de reforzar la colaboración franco-mexicana en torno a las empresas francesas que invierten en México. El acuerdo CONACyT-CEDI selecciona desde 1976, 50 becarios al año para estancias en Francia. La tecnología, tercer eje de esta cooperación, se opera bajo un organismo que existe desde 1956, el centro científico y técnico, cuales proyectos muestra la frontera hibrida entre ciencia y tecnología: medioambiente, agua, urbanismo, transportes, industria, salud y medicina. Este documento insiste en su conclusión en la voluntad francesa de desarrollar su poder blando en México con la necesidad de iniciar programas (los futuros PCP que se inicia en 1993 y ECOS Nord) que tienen una “influencia durable en las universidades mexicanas” y que “reequilibran la cooperación universitaria hacia Europa”, lo que implícitamente significa ofrecer un contrapeso intelectual al arraigo norteamericano de México.
En agosto 1994, un acuerdo complementario al acuerdo marco de 1992 fue firmado entre los gobiernos de México y Francia por fin de contar con un sistema de cooperación que permitiese a los profesores e investigadores mexicanos y franceses desarrollar proyectos
conjuntos de investigación y docencia, con base en el beneficio mutuo y presupuestos dedicados a la ejecución de dicho acuerdo equitativos. A pesar un dispositivo institucional que parece un poco fragmentado entre varios centros de investigación, Francia trata de desarrollar con México la imagen positiva de su ciencia y su atractividad. Su objetivo es claramente de desarrollar nuevas redes a largo tiempo y contribuir al crecimiento de “sociedades del conocimiento”.
El lanzamiento del programa ECOS en México
En el torno del nuevo cuadro jurídico del acuerdo de 1992 sobre la ciencia y la tecnología, México y Francia inician para poner efectivo dos nuevos programas. El Programa de cooperación de posgrados, pensado en los años 1980 pero sin presupuesto para concretizar el proyecto, puede por fin iniciarse en 1993 para llevar a cabo acciones conjuntas de formación e investigación con finalidad industrial y en el marco de convenciones asociando empresas. Por otra parte, el programa ECOS Nord19 iniciado con México en 1994 no sólo marca una etapa de racionalización en la historia de los intercambios científicos franco-mexicanos, sino también en la historia global bilateral de ambos países, ya que se muestra una voluntad común de abrir una relación de larga duración en una área en que existe la intención de realizar intercambios equitativos. Del lado francés, ECOS Nord20 es parte de un dispositivo de actores científicos presentes en México desde largo tiempo. Su particularidad es de orientar los apoyos a los movimientos de científicos y también de dar hincapié a las cooperaciones de tipo académicas. Este instrumento de cooperación institucional qua asocia los ministerios franceses de asuntos exteriores y de enseñanza superior y por otra parte el CONACYT, la Secretaria de Educación Pública y la ANUIES21, es un observatorio privilegio en el cual se puede medir de manera general la intensificación de las investigaciones científicas, cada vez más institucionalizadas. También es un prisma para observar la globalización de los intercambios marcada por una generación de profesores investigadores más en más viajadores. Por fin, los archivos de este programa permiten de contemplar y ser testigo de la abertura a nuevos horizontes de las instituciones públicas mexicanas y el regreso de un “tropismo mexicano” de la política cultural francesa. Al final del siglo XX Francia sigue luciendo como referencia artística, científica, cultural y literaria dotándose de los medios adecuados para lograrlo con una presencia diplomática en cada parte del mundo (tercera potencia diplomática con 168 embajadas abiertas y 16 otros embajadores en las organizaciones
multilaterales) y con sus redes de promoción y de difusión de la cultura francesa, especialmente de la francofonia, como lo simbolizan las Alianzas francesas. Del lado mexicano, el programa ha sido acogido con entusiasmo y con un impacto positivo inmediato, ya que permite a nuevos laboratorios de iniciar con un homólogo francés un proyecto de 4 años por lo cual la movilidad internacional está financiada. Permite también un reforzamiento institucional22, sirve de matriz para otras cooperaciones en el marco de la nueva política exterior de México de los años 1990. Contemporáneo de la entrada en vigor del Tratado de Libre Comercio de América, este programa de cooperación con Francia puede analizarse como parte una contraparte de este compromiso para México: Francia aparece como un interlocutor idóneo no sólo por la calidad general de su ciencia sino por su imagen ambigua heredada del gaullismo, demarcada de los Estados Unidos sin estar opuestos a ellos. En fin, el programa permite de apoyar el financiamiento de tesis doctorales, lo que fue la prioridad de México en la enseñanza superior en los años 1990.
Al analizar los archivos de ECOS Nord23, se pone de relieve varias evoluciones en el campo científico desde los años 1990 y varias preguntas: A Través ECOS Nord, se puede ver un nuevo paisaje científico en México y también una evolución significativa de la importancia de un área científica. Por otra parte, se observa cómo se percibe las evoluciones mayores a través del programa por ejemplo la emergencia de la tecnociencia, la propensión a la pluridisciplinaridad, el crecimiento de “metaproyectos” que incluyen varios laboratorios en diversas áreas científicas y utilizan varios fundos. Lo anterior, detona una pregunta ¿Cuál es el papel del Estado en este desarrollo de redes académicas más en más transnacionales?
Por la parte científica, la época estudiada permite de ver una evolución importante con el nacimiento de la era de la “tecnociencia”. Al estudiar los 250 proyectos del programa sobre 20 años, se puede claramente ver cómo han evolucionado las temáticas de investigación de alto nivel y la repartición entre las áreas de la ciencia, hasta la complejidad de los títulos de proyectos de investigaciones cada vez más pluridisciplinarios.
El giro de los años 1990 se hace manifiesto también en las frenéticas consecuencias de la revolución de los medios de comunicación, desde el inicio de la red Internet hasta la regularización de los vuelos atlánticos directos que permiten una reducción del tiempo de viaje entre países. Este elemento clave de la nueva globalización permite intercambios más accesibles y seguros con gastos de transportes racionalizados. Se acabó la era de los vuelos peligrosos. Las
líneas aéreas comerciales directas a precios económicos entre Francia y México, iniciado desde el primer vuelo Air France Paris-México en 1952, aumentan en calidad y en cantidad, con el impulso del turismo en México. Fruta de la globalización y también del optimismo del periodo de crecimiento económico de los años 1990, el programa ECOS nació simultáneamente a un programa científico similar de la Unión Europea, la America Latina Formation Academy (ALFA), que implica un sistema de cooperación más complejo con varios países europeos. Así la cooperación científica mexicana con europea, toma forma con una faceta multilateral importante y la intensificación de sus componentes bilaterales (acuerdos de cooperación también entre la SEP, el CONACyT y la ANUIES con Alemania e Inglaterra) dentro lo cual ECOS Nord, gracias a la diplomacia cultural y blanda de Francia, va a ser el apoyo el más relevante. Con una convocatoria anual que financia cada año entre 10 y 15 nuevos proyectos plurianuales de investigación conjunta, este programa permite de financiar hasta 100 misiones científicas cada año e incluye formación doctoral con estancia de doctorantes mexicanos y francés por cada proyecto y la defensa de 12 a 15 tesis de doctorado de ambas partes a partir de 1995. Al nivel cualitativo, los informes del programa, que sean los de la ANUIES o los del comité ECOS Nord en Francia permiten de destacar resultados en términos de seminarios y coloquios organizados, un promedio de 40 publicaciones de artículos a nivel internacional y un número similar de comunicaciones orales. Los objetivos de aportar u reconocimiento internacional a equipos mexicanos y de provocar un efecto de palanca para consolidar las redes existentes y creer otras de mayor amplitud se alcanzan mediante un contexto presupuestario favorable y único. La cooperación científica que presenta los proyectos seleccionados por el programa es un indicador pertinente de la evolución de la ciencia que sea en México sino también de manera global. La repartición entre las áreas científicas es en primer lugar determinada por las prioridades mutuales de cada país, pero indica también las tendencias generales evolutivas de la ciencia. Predominan los proyectos en agronomía, botánica, salud y ciencias físicas y químicas como resultados de una cooperación orientada por ambas partes en el medioambiente y las aplicaciones industriales. Pero aparecen proyectos novadores que implican la utilización de nuevas tecnología como las nanociencias, la microbiología, las biotecnologías, las ciencias automatizadas y la informatización que genera modelización en las áreas de las ciencias de la tierra, de la ecología. Las ciencias humanas y sociales aparecen más en más conectadas a otras ciencias, efecto de una
pluridisciplinaridad naciente. Más allá que las áreas tradicionales que son la sociología, la historia, la geografía o la filosofía, aparecen nuevos campos de investigación más precisos y conectados a varios sectores profesionales como el desarrollo urbano, las políticas públicas, la economía del conocimiento, las reivindicaciones identitarias y el regionalismo.
Unos de los beneficiarios del programa son justamente las provincias y las regiones en México. A partir de un núcleo inicial muy parisino del lado francés y muy centrado sobre la UNAM y el CINVESTAV-Instituto Politécnico Nacional por la parte mexicana, paulatinamente han participado instituciones de otros estados. La parte de las instituciones de enseñanza superior del Distrito Federal en los proyectos presentados y seleccionados paso de más de 65% en 1994 a menos de 30% 15 años después.
En el contexto de una globalización intensa al nivel global y de un acercamiento estrecho con Estados Unidos, Francia, gracias a su diplomacia científica y cultural, ofrece a México una cooperación alternativa, intelectual y a largo plazo con bases mutuas en las cuales México acta como un socio desarrollado y sin complejos. La revolución tecnológica y de los medios de comunicación de los noventa ha favorecido esta cooperación, del mismo modo que la posibilidad de viajar más fácilmente de un continente a otro. Sin embargo las distancias geográfica, cultural y geográfica, a pesar de todas las buenas intenciones, siempre son un freno para ir más allá. Los primeros años del siglo XXI no fueron tan optimistas que las de la década 1990 y la relación bilateral franco-mexicana trato de mantenerse con las mismas herramientas institucionales. Un nuevo impulso ocurrió en el año 2015 con la firma de nuevos acuerdos y las visitas de Estado de los presidentes François Hollande en México y Enrique Peña Nieto en Francia. Mientras tanto, se espera también u nuevo soplo presupuestario para ponerlos en práctica.
Esta comunicación trata de demostrar el interés creciente y reciente al componente científico en la política exterior de los Estados. Este interés no es de moda. Está vinculado no solo a la globalización moderna sino a los nuevos desafíos globales y durables que surgieron con este proceso: las epidemias o pandemias, la defensa de la biodiversidad y de las culturas, la escasez de energía, el cambio climático, el problema creciente de la gestión del agua y lo de la alimentación. Es pertinente preguntarse si ¿la ciencia es un componente clave para la diplomacia
de influencia de un Estado? A pesar que México todavía no dispone de los medios presupuestarios necesarios para lograr plenamente a este desafío, ya ha entendido el papel clave de su cooperación técnica y científica como factor de dialogo y paz entre los pueblos y como vector del desarrollo. El punto de acuerdo entre las diplomacias culturales francesa y mexicana es notable y ejemplar. Se puede hablar de una verdadera armonización entre la universalidad de la ciencia, los retos mayores para resolver problemas de dimensión planetaria o transnacional y los intereses y prioridades de cada Estado.
Archivos del Ministerio de Asuntos Exteriores de la República francesa, Paris La Courneuve, Francia
Archivos de la embajada francesa en México, Nantes, Francia
Archivos de la Secretaria de Asuntos Exteriores de los Estados Unidos de México, Tlatelolco, México
Archivos de la oficina del comité ECOS Nord, Universidad Paris XIII, Francia
Archivos de la Asociación Nacional de Universidades e Instituciones de Educación Superior (ANUIES), Ciudad de México, México
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Notas
1 MEYER Jean, “Dos siglos, dos naciones: México y Francia (1810-2010)”, CIDE, 2012
2 Datos oficiales del Banco mundial
3 Entre 1984 y 1987, las reuniones mixtas franco-mexicanas son anuales y fusionan en una sesión única las reuniones mixtas científicas y tecnológicas, las económicas (ambas iniciadas por acuerdos de 1965) y también las culturales creadas en al marco del acuerdo de cooperación cultural entre Francia y México de 1970.
4 Acuerdo General sobre Aranceles y Comercio
5 FUKUYAMA Francis , 1992, « El fin de la historia y el último hombre», introducción
6 OJEDA REVAH Mario, 2015, “México contemporáneo. Tomo 5: la política internacional”, p. 326
7 GARCIA ELIZONDO Humberto, diciembre 1996, « La política exterior de México entre dependencia y diversificación »
8 FIGUEROA FISCHER Bruno, “Cien años de cooperación internacional con México. 1900-2000: solidaridad, intereses y geopolítica”, Secretaria de Relaciones Exteriores, Acervo Histórico Diplomático, 2016
9 Instrucciones al nuevo embajador de Francia en México, archivos de la DGRCID, MAEDI, julio 1989
10 Francia «nación occidental aliada pero no alineada » de los Estados Unidos, según la formulación del canciller y autor Hubert Védrine.
11 Expresión francesa común para designar el Ministerio de Asuntos Exteriores, cuya terminología oficial cambia casi a cada gobierno.
12 Manuscrito del siglo XVI, « recuperado » por infracción en Paris por un periodista mexicano en 1982.
13 Ver por eso los trabajos recientes de Guillaume Devin (CNRS) sobre la aplicación de la sociología de Erving Goffman en las relaciones internacionales
14 Informe de misión de inspección en México, DGCID, por J. Bernière y J.C. Chavert
15 Cifras oficiales del Banco mundial, 1993
16 Centro de Estudios sobre México y América Central, nombre oficial desde 1982 de la Misión Arqueológica francesa en México creada por el etnólogo Guy Stresser-Péan en 1960, cuyas actividades se han extendido a la etnología, antropología y las ciencias sociales.
17 CARROUÉ Laurent, “L’internalisation de l’économie et son Prix”, Penser la Terre, Stratégies et citoyens le réveil des géographes, Autrement, Paris, 1995
18 Termino que Michel FOUCAULT utilizo por primera vez en “La arqueología del saber en 1969
19 ECOS es un término cuya paternidad pertenece a su fundador, el Dr. Pierre Jaisson, y es un acrónimo de un comité ad hoc de “evaluación e orientación de la cooperación científica”
20 En 1997, ECOS se divide en dos zonas geográficas: ECOS Sud (sur) con los programas bilaterales entre Francia y Argentina, Chile y Uruguay, ECOS Nord, es decir “norte” porque que corresponde a la zona
septentrional de América latina, es decir México, y también Colombia y Venezuela que integran el programa a finales de los 1990.
21 Se utilizara los siglos « CONACyT » para el Consejo Nacional de Ciencias y Tecnología y « ANUIES » para la Asociación Nacional de Universidades e Instituciones de Educación Superior
22 ROMERO SERRANO Cosett, « La cooperación internacional como instrumento para el fortalecimiento
de las instituciones de educación superior en México : el caso del acuerdo México-Francia », tesis de maestría, Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora, 2006
23 Archivos del Comité ECOS Nord, Université Paris XIII, Francia / Informes de la ANUIES sobre el acuerdo México-Francia (agosto 1994-mayo 2005), informe de resultados del acuerdo México-Francia SEP-CONACyT-ANUIES-ECOS Nord, descripción de resultados de 1994 a 2010, Lic. Argelia Merith de León, octubre 2011, ANUIES.