Sergio Jacinto Alejo López1, Marcos Jacobo Estrada Ruiz2 y
Evangelina Tapia Tovar3
Palabras clave: Adolescentes; Conductas de riesgo; Educación media superior; Deserción escolar
Hablar de términos como la violencia, la educación y la exclusión social es hablar de un campo problemático, ya que hay un número importante de opiniones que crean controversias por las
1 Doctor en Ciencias de la Educación, Profesor de Tiempo Completo. Dpto. de Ingeniería Agroindustrial, División de Ciencias de la Salud e Ingenierías, Campus Celaya Salvatierra, Universidad de Guanajuato. Línea de investigación: Estudios en la educación, la cultura la historia y el arte. E mail: jacintosergio@hotmail.com
2Doctor en Educación. Profesor de Tiempo Completo. Dpto. de Educación, División de Ciencias Sociales y Humanidades, Campus Guanajuato, Universidad de Guanajuato. Línea de investigación: Estudios en la educación, la cultura la historia y el arte. E mail: estrada.ruiz.marcosj@gmail.com
3 Doctora en Ciencias Sociales y Humanidades. Estudios Culturales. Dpto. de Sociología y Antropología. Universidad Autónoma de Aguascalientes. Línea de investigación: Estudios Culturales, Cultura de la Corrupción, Estudios de Vida Cotidiana. E mail. etapia@correo.uaa.mx
distintas perspectivas de sus dimensiones, sus causas y consecuencias, están en disputa por el dominio de costumbres y valores dentro de una sociedad, generalmente posicionados en dos grupos de ideas, quienes desean conservar esos hábitos y valores, y quienes desean cambiarlos, ya sea de manera radical o progresiva. La significación de violencia, educación y exclusión presuponen estar ligadas a un proceso de socialización en la vida contemporánea, debido a que la sociedad es la fuente alimentadora de patrones de comportamiento, paradigmas e identidades de grupos e individuos. Las nuevas generaciones de jóvenes y el papel de la escuela son fundamentales para la transmisión de procesos de socialización mediante su formación. Valores como la competitividad, el individualismo, el cortoplacismo y el consumismo generalmente opuestas a cosmovisiones como el colaboracionismo y la sustentabilidad, son valores extraídos por los jóvenes de segmentos de la sociedad no solo de la familia y la escuela, sino también de territorios virtuales principalmente, así como de otras instituciones públicas y privadas que operan en su medio de vida; muchos puntos de vista en los jóvenes son consecuencia del momento histórico y geográfico que se van consolidando como sus verdades. La violencia y la exclusión social son referentes ciertos, reconocidos y verdaderos, adquiriendo una significación específica y no neutral para esa sociedad determinada. La presente investigación conoce de las opiniones de estudiantes del semestre terminal en tres escuelas del Nivel Medio Superior de la Universidad de Guanajuato, empleando un cuestionario y discusión en grupos focales. Los resultados muestran una notable preocupación entre la relación de la deserción con la violencia escolar, intrafamiliar y del ambiente social del estudiante.
La violencia tiene que ver con la negación de derechos como la igualdad y la asequibilidad de recursos, para el caso de la vida escolar y lograr una educación para la paz entre otros puntos, se debe dar atención tanto al currículum explicito como al currículum oculto en la “enseñanza y aprendizaje de normas, valores, hábitos y disposiciones” (Grasa, 1990: 101) y vivirse con el ejemplo. Por ello la responsabilidad de los educadores de favorecer valores de la tolerancia, la participación, la empatía y la solidaridad hacia los otrospara contrarrestar la violencia como la xenofobia y la marginalidad social en el caso de los jóvenes.
La experiencia de vida en las distintas civilizaciones a través de la historia de la humanidad,
muestra que maldades como la intolerancia, violencia y exclusión no encajan en la identidad cultural por ningún lado. Esto tiene que ver con asuntos de un sobreconsumo de bienes y servicios que abre cada vez la brecha entre ricos y pobres, motivado de manera despiadada por la sed de ganancias de los oferentes del mercado y la escasa capacidad de compra para su satisfacción material de parte de los compradores. Destacando la influencia decisiva de los medios de comunicación, sobre una población expuesta al consumo de bienes que no tiene acceso y por ello el empleo de la violencia. En esta visión, la violencia global del mundo está ligada con la violencia particular de las vidas locales. Para la construcción de una cultura antiviolencia es necesario partir desde los mundos particulares de las personas, desde el control de la propia conciencia y la confianza en sí mismo. Este es el punto de partida para establecer estrategias de integración y comprensión de los demás; por ejemplo, es posible construir identidades más generales más amplias, matizando el valor de la autoestima en la explicación y comprensión del éxito escolar y que muy poco se ha investigado. La incertidumbre, los prejuicios y lo desconocido engendra temores en las mentes de los individuos de las sociedades contemporáneas, y esto a su vez crea campos fecundos para los comportamientos estereotipados a causa de la falta de confianza en sí mismo por la masificación de demandas y aspiraciones que el sistema social no tiene capacidad de satisfacer (Tedesco, 1999).
El componente puntual de la educación es la concientización del mundo inmediato y debe estar precedida de una reflexión del medio de vida concreto del hombre concreto, a quien uno quiere ayudar a educar; si falta esta reflexión, se pueden adoptar métodos educativos que reduzcan al hombre a objeto; debe tener en cuenta el lugar preciso, el momento y el contexto del sujeto, “podríamos cuestionar también, que tanto tiene que ver con la subjetividad de las personas, de cómo se identifican con la violencia como forma de expresión y de vida, de la única posibilidad de sobrevivencia” (Alejo, 2013: 33). En este sentido la violencia establece la desigualdad en una forma natural de vivir y convivir, como la que sufrimos los mexicanos en la actualidad en un contexto de precariedad económica, moral y cultural. La violencia entonces se aprecia como una “relación de poder, vinculo o forma de relación social por la cual uno de los términos ejerce su poder acumulado sobre el otro” (Poujol, 2016: 128).
Por su parte la exclusión, es un concepto ligado a la violencia mediante distintas formas de ruptura con la convivencia social, se da según Castel “por el estado de todos los que se encuentran
colocados fuera de los circuitos vivos de los trueques sociales” (1995:3, citado por Cortazzo, 1998:2). De acuerdo con Rosanvallon, “ser excluido quiere decir no contar para nada, no ser considerado como útil a la sociedad, ser descartado de la participación” (1995, b: 39, citado por Cortazzo, 1998: 2). El concepto de exclusión está ligado a la pobreza, y para contrarrestarla fundamentalmente se deben establecer políticas económicas como la creación de empleos; sin embargo la pobreza cada vez deja de ser importante y se hace invisible e insensible en muchas decisiones gubernamentales.
En un sentido amplio el concepto de exclusión lleva a hablar de inclusión, son dos caras de una misma moneda, la una aunque opuesta a la otra fundamenta su razón de ser. Una definición convincente de inclusión/exclusión social la refieren Lindbland y Popkewitz a la participación en la producción de los bienes sociales (públicos) y en la participación en la formación o creación de significados y el ejercicio del poder; es decir, como y cuanto se participa en relación a las normas o a los estándares sociales. Otra visión es cómo los principios de la razón disponen de las distinciones, diferenciaciones y categorías del conocimiento, produciendo de esa manera divisiones que funcionan para cualificar o descalificar a los individuos para la acción y participación (1999, citado por Torres y Jiménez, 2015). La exclusión deja una huella imborrable, para sobrevivir de parte del excluyente se requiere sustancialmente del excluido, de su hambre y de sus fuerzas para servir, de su ignorancia y su conocimiento para obedecer, de sus miedos para depender, de su dolor para creer y esperar.
Comprendemos el significado de la exclusión como una manera de violencia para el control social, es decir, como “un conjunto de instrumentos de que se vale el poder político para dirigir la sociedad” (Carrillo, 1996: 31), se trata de “una extensión del proceso de socialización. Se refiere a los medios y métodos utilizados para inducir a una persona a actuar de conformidad con las expectaciones de un grupo particular o de la sociedad total” (Cohen, 1990: 96). El control social implica la presencia de un ente colectivo superior y de un grupo subordinado a este. Su relación se da mediante procesos de aprendizaje y aplicación de conocimientos y habilidades de acuerdo a valoraciones y normas dictadas por el grupo dominante, es una relación de dominio para extender el poder y así regular el trabajo de una manera obligatoria o conveniente. Pensamos en la exclusión como una evolución del control capitalista industrial tradicional basado en relaciones sociales de opresión. En las nuevas formas de vida social aparece un nuevo capitalismo con una imponente
maquinaria desintegradora de lazos que antes nos daban cohesión, pero ahora hay una ruptura de ligaduras, es decir:
La exclusión social provoca, desde este punto de vista, una modificación fundamental en la estructura de la sociedad, que estaría pasando de una organización vertical, basada en relaciones sociales de explotación entre los que ocupan posiciones superiores frente a los que ocupan las posiciones inferiores, a una organización horizontal, donde lo importante lo es tanto el lugar en la jerarquía sino la distancia con respecto al centro de la sociedad. (Tedesco, 1999: 3).
El control social, laboral, gubernamental, escolar y hasta familiar en muchos casos, se realiza ahora por medios menos personalizados y apoyados por el desarrollo de las tecnologías, se han desgastado cada vez los espacios geográficos tradicionales, las formas de organización institucional y empresarial, la manera de comunicación, etc. el control es más virtual y difuso, por ello el predominio de redes y clústeres de todo tipo, en donde no hay autoridades dominadoras visibles y concretas, sino se trata de un conglomerado organizado mediante marcas en donde no queda claro desde la sociedad el mando y el poder de las decisiones. Una de las banderas distintivas es la exclusión como forma de violencia: la invisibilidad, la insensibilidad y el olvido hacia los más desfavorecidos, ya sean pobres, desempleados, niños, ancianos, mujeres; incluyendo el medio ambiente y la ecología. La indiferencia y el desinterés gubernamental por los jóvenes agudizando una condición de exclusión social en un contexto de carencia de oportunidades, “respecto de los problemas que atañen a los jóvenes: deserción escolar, consumo de drogas, desempleo, escasez de vivienda, violencia intrafamiliar, sexualidad, sida, aborto” (Monsiváis, 2005: 1). Entonces nos preguntamos ¿Cómo se genera la relación de la violencia y la exclusión en la escuela y es causa de deserción sobre todo en el bachillerato que es donde se forman los jóvenes?
Existen distintos enfoques teóricos de la deserción/retención escolar, como el de Stefani (1993), acerca de las decisiones sobre la deserción a causa de las creencias y actitudes de un individuo; el modelo de Sapdy (1970), sobre la causalidad del ambiente escolar, así como los antecedentes
familiares; el modelo de Schiefelbein (2007), desde la determinación del costo beneficio económico de las decisiones en la retención o la deserción. Sobresale el modelo teórico de Tinto, en el que el abandono es visto desde un “comportamiento individual” y dependiente de las “metas individuales” de los alumnos, su diversidad de fines y proyectos ante la intención de ingresar a una institución educativa o a la falta de claridad de metas durante la trayectoria académica. “Lo mismo puede pasar con un estudiante que ve restringidas o limitadas sus metas en la institución o aquel estudiante cuyas metas educativas superan a las de que puede ofrecer la institución” (Tinto, 1989: 2). Observamos que entre las causas de la deserción escolar que muchos jóvenes enfrentan, se identifican distintos tipos de violencia como es el consumo de drogas; esto se ocasiona porque “hay una ruptura de las relaciones sociales con los amigos, de la afiliación no sólo institucional –que quizá nunca se tuvo– sino de sociabilidad juvenil, que será un vacío y una ausencia que todos arrastran tras el abandono de la escuela” (Estrada, 2014: 444).
Hay preguntas que requieren un análisis y explicaciones, para reconocer que es lo que está en conflicto o disputa al excluir, de saber qué tipo de exclusión o inclusión es la que se trata, así como los valores para determinar el fracaso y los espacios y condiciones inseguras, más puntualmente Escudero cuestiona:
¿De qué son excluidos los sujetos que decimos que fracasan y por qué su exclusión es cuestionable? ¿Puede ser útil identificar posibles zonas entre la inclusión aceptable, la inclusión insuficiente y la exclusión definitiva? ¿Desde qué sistemas de referencias, qué criterios y con qué procedimientos se determina su fracaso? ¿Cuáles son las condiciones estructurales y las posibles dinámicas que provocan zonas de riesgo de exclusión, inclusión incompleta o, en casos extremos, exclusiones severas? (2005: 4).
El papel de la escuela es complejo, ya que reproduce en sus espacios formativos la exclusión social, ya sea en los contenidos educativos para lograr su legitimación, en las formas de enseñar del docente, en su administración y gestión, esto se debe a las diferencias culturales que tienen las personas con la cultura escolar dominante y así como se excluyen personas también se excluyen los saberes, “dejando fuera saberes personales y comunitarios, tanto por los saberes mismos como por los modos de adquirirlos y construirlos” (Moreno, 2011: 181).
La educación media superior (EMS) en México enfrenta problemas como la cobertura, equidad, aprendizajes y deserción. El debate sobre la EMS se reavivó a partir de 2008 con la Reforma Integral de la Educación Media Superior (RIEMS), que planteó unificar un Sistema Nacional de Bachillerato para dar un marco común a la diversidad y heterogeneidad de las opciones y modalidades existentes, con la declaración de obligatoriedad de este nivel educativo, quedó al descubierto una realidad inocultable a causa de circunstancias que llevan a que una cantidad importante de estudiantes abandonen sus estudios (Estrada, 2014: 432).
La EMS atiende a 4.4 millones de jóvenes, de los que el 91.3% corresponde a los bachilleratos y el 8.7% a la educación profesional técnica, incluidos los planteles del Colegio Nacional de Educación Profesional Técnica (Conalep) (SEP., 2015). De acuerdo con el Informe Final de la Evaluación de Impacto del Programa Construye T (2013), la elevada tasa de deserción escolar de los estudiantes que ingresan a este nivel educativo y de acuerdo a datos de la Secretaría de Educación Pública, solo 57% de los jóvenes que se encuentran en edad de asistir a escuelas de EMS lo hace; de cada 10 alumnos que ingresan 4 desertan antes de concluir y solo 60% de los que continúan obtienen finalmente el grado escolar (SEP, 2011). La EMS es una etapa clave dentro de la estructura de oportunidades para la vida futura de los jóvenes y la deserción escolar no solo tiene consecuencias para aspirar a la educación superior, también como lo menciona Navarrete en “el éxito laboral a largo plazo, la independencia económica y el desarrollo de conductas de riesgo como la participación en delitos y actos violentos, los embarazos prematuros y las adicciones” (2007, citado por el Informe Final de la Evaluación de Impacto del Programa Construye T, 2013:3).
De acuerdo con la Tercera Encuesta Nacional sobre Exclusión, Intolerancia y Violencia en Escuelas de Educación Media Superior (2014), respecto a la percepción que tienen de la escuela en relación con la violencia, la población que expresó la presencia de una o más situaciones de tristeza o malestar en el último mes constituye 76.2% de los entrevistados. Dicha cifra asciende a alrededor de 80.1% de las mujeres encuestadas, frente a 72.2% de los varones. La encuesta indagó también sobre posibles malestares que podrían experimentar los estudiantes dentro del hogar, así como sobre la conducta de los padres. De hecho, 4.4% reportó “nunca sentirse feliz en casa”. Proporciones mayores expresan “ser muy criticados en su hogar” (24.6%) o piensa que su familia
está decepcionada de él/ella (18%). El 40.8% de los encuestados reportó haber vivido en el último año al menos un evento de violencia psicológica en el hogar, y 27.9% al menos un evento de violencia física, reportando proporciones similares entre hombres y mujeres. El 30.3% del estudiantado no considera la escuela como un lugar seguro. Esta percepción es ligeramente más alta entre los varones que entre las mujeres (33.1% y 27.6%, respectivamente). Incluso, 35.2% de los estudiantes considera que su escuela es un lugar peligroso. Respecto a la violencia psicológica en el hogar, 40.8% de los encuestados reportó haber vivido en el último año al menos un evento y 27.9% al menos un evento de violencia física, reportando proporciones similares entre hombres y mujeres. El 4.6% de los estudiantes reportó “haber sido lastimado al grado de no ir a la escuela”, mientras que se reportaron proporciones superiores al 15% en relación con los indicadores “te han aventado algún objeto” y “te han sacudido, empujado o abofeteado” (SEP, 2014). Para un estudiante de bachillerato la escuela y la familia son los centros de convivencia centrales, porque en la escuela no solo aprende contenidos curriculares, sino también a reconocerse como un sujeto social y en la familia, porque ahí encuentra sus más grandes sentimientos de afecto.
La EMS de la Universidad de Guanajuato está organizada a través del Colegio del Nivel Medio Superior, y es el antecedente para ingresar a estudios de licenciatura como un bachillerato general para cursar cualquier licenciatura. El plan de estudios está organizado por materias obligatorias y optativas, las mismas se organizan en siete áreas, es decir en ciencias naturales, ciencias sociales y humanidades, matemáticas, comunicación, administración, artes y las que se consideran actividades formativas y se basa en el enfoque por competencias (Universidad de Guanajuato, 2016). Las intenciones formativas son: “Ofrecer una cultura general básica que comprenda aspectos de la ciencia, de las humanidades y de la técnica, a partir de la cual se adquieran los elementos fundamentales para la construcción de nuevos conocimientos” (Colegio del Nivel Medio Superior, 2010: 137). Tiene dos núcleos de formación, uno básico donde se ubican las competencias genéricas y disciplinares básicas, y un núcleo propedéutico donde se desarrollan competencias genéricas y disciplinares extendidas (Estrada y Alejo, 2017).
La presente investigación conoce de las opiniones de estudiantes del semestre terminal en tres escuelas del Nivel Medio Superior de la Universidad de Guanajuato (NMS) del último grado
escolar, privilegiando la equidad de género. Se utilizó un cuestionario con preguntas abiertas para comprender y explicar el fenómeno de la deserción, y así poder conocer indicios de causales de alguna forma de violencia. Dicho cuestionario fue el insumo para establecer el formato de los grupos de discusión; además se les pidió a los estudiantes realizar un breve análisis de sus respuestas, destacando las coincidencias, así como las diferencias, procurando recuperar elementos de exclusión escolar. Se tomaron como base algunas categorías propuestas por el estudio realizado en Guanajuato, “Apropiación del conocimiento generado sobre abandono escolar y cultura juvenil en instituciones de Educación Media Superior”, del cual es responsable Marcos Jacobo Estrada Ruiz (2017), con el fin de identificar la importancia de la violencia en la vida estudiantil en el bachillerato y conocer patrones de exclusión social y de la deserción escolar. En el presente trabajo se analizan desde la perspectiva de los estudiantes el significado de la deserción, lo que piensan de aquellos que dejan la escuela, la importancia de la familia en este contexto y de las recomendaciones que hacen para solucionar el problema de la deserción. La población estuvo conformada por 17 estudiantes de la ENMS de la ciudad de León, 16 estudiantes de la ENMS de la ciudad de Silao y 21 estudiantes de la ENMS de la ciudad de Salvatierra, los criterios de selección se basaron en la distribución geográfica y posibilidad de gestión para la realización del trabajo de campo.
En los resultados se recogen algunas respuestas de los alumnos a cinco preguntas principales que a muestran la opinión sobre este tema e inciden en la problemática central de la violencia, la deserción escolar y la exclusión social, nos apoyamos de los juicios de investigadores y teóricos con la finalidad de explicar con mayor claridad las opiniones expresadas.
Acerca del significado de la palabra deserción y específicamente relacionada a la escuela.
Los estudiantes de las tres escuelas de bachillerato relacionan la palabra deserción con abandonar, dejar, darse por vencido, no regresar, no concluir, desertar, desechar y hasta huir. La refieren en un contexto de discriminación, reprobación, falta de interés y de necesidad tanto personal social y familiar, concretamente con la finalidad de dedicarse a hacer otras actividades. Menciona un alumno entrevistado de la ENMS de Salvatierra:
Pues es cuando abandonas, en este caso, una escuela y en relación con mis amigos puede ser porque otra escuela les gusta más o conviene más o ya no tienen la posibilidad de estudiar. No luchar por lo que quieres, solo porque te cueste lograrlo. Es como abandonar algún lugar del que perteneces o una decepción el fallar en algo, es un desierto, solo y enorme, buscar lo fácil, de alguna forma debilidad.
Se denota en las expresiones analizadas acerca de la concepción de los estudiantes de la palabra deserción, una comprensión por la situación de desgracia, también hay reclamo por no haber dado todo el empeño y esfuerzo, y se percibe una cortadura o separación de la pertenencia e identidad del grupo escolar. La deserción escolar es una forma de violencia cuando va en contra de la voluntad del estudiante afectado y éste no es escuchado, no es invitado a hacer una reflexión consiente y conjunta con las autoridades y docentes, sino que es olvidado, y así legitimado como un suceso cotidiano, como lo dicen Castillo y Pacheco, es una violencia “pasiva que asume la forma de indiferencia” (2008: 839).
De las razones por las que un estudiante pueda dejar la escuela.
Los estudiantes señalan que se debe al desinterés en los estudios, falta de convicción, falta de dinero, indisciplina, incomprensión de los padres y problemas familiares, embarazos, porque no se desea continuar con los estudios, las malas influencias de las amistades, adeudo excesivo de materias, falta de oportunidades, carga académica, horarios e injusticias de los maestros. Se retoman estas opiniones de tres estudiantes entrevistados:
Pues su entorno familiar no se encuentra estable y por ello puede abandonar la escuela y además hay algunos que les da flojera y no le gusta estudiar y porque se involucró en negocios ilícitos (venta de droga), tienen una forma de pensar diferente o problemas emocionales o porque su falta de responsabilidad le lleva pensar que no nació para el estudio, a que simplemente “no se le da”.
Porque no tienes la aptitud de tener buenos resultados de obtener conocimientos ya sea por tener un buen empleo (ganar dinero) y no tienen aptitud para estudiar sino trabajar. En ocasiones puede ser por no tener todos los recursos necesarios.
Corrupción directiva/académica, falta de transporte, malos horarios escolares o que las personas grandes de edad, fueron a que no contara con los recursos monetarios.
Las razones de deserción que manifiestan los estudiantes son múltiples, ya sean de carácter institucional, académico, emocional, económico, familiar, personal, etc., y está relacionada con el desafío de afrontar necesidades humanas básicas y culturales. La violencia en un enfoque cultural es referida por Galthung “dentro del ámbito simbólico de nuestra existencia (materializado en religión e ideología, lengua y arte, ciencias empíricas y ciencias formales-lógica, matemáticas-), que puede utilizarse para justificar o legitimar violencia directa o estructural” (2003:7). En este sentido la violencia cultural aparece en la escuela, pero no se aprecia como tal, sino se opaca la realidad para no ver los hechos como violentos y otorgar de esta manera la razón.
Acerca de los sentimientos del estudiante que abandona la escuela.
Los estudiantes expresan que el sentimiento imperante en los alumnos desertores y que dependiendo si quien abandonó la escuela quería seguir con sus estudios o no, en caso de que haya sido su decisión propia el abandono estuvo bien a su opinión, pero en general piensan que se siente mal, confundido, estresado, desubicado, sin compromiso. Veamos sus comentarios:
Dependiendo de la situación, si fue por gusto, tal vez se siente a gusto, fue por voluntad propia, pues liberado, tranquilo, pero si no tal vez piensa que perdió su oportunidad, puede ser que al inicio tal vez disfruta, pero con el tiempo se arrepiente porque en sí no tiene nada, pues sin futuro, sus planes y proyectos a largo plazo son destruidos, vergüenza frente a sus padres, muy triste, mal, impotente, ya que su proyecto de vida se ve truncado.
Depende, tristes. No tienes nada de responsabilidad, a veces depende mucho del motivo por el que lo abandona, pero cuando es por el mismo creó que se han de sentir muy mal porque truncan su proyecto de vida. No se siente bien consigo mismo. Una persona cabizbaja con miedo por no ser alguien en la vida y perder sus sueños.
Decepcionado de sí mismo, frustrado e incapaz. Arrepentido por haber tomado una decisión que sin lugar a dudas cambiaron su vida. Si fue por decisión propia en cierto sentido libre de lo contrario, pienso que se sentirían desanimados Supongo
que mal, porque abandonar la escuela implica tener que trabajar, y es difícil hacerlo cuando no se tiene buena preparación, que no sirve para nada, que es burro.
La exclusión se da como una manera de violencia, por el rompimiento de la relación formativa del profesor con el alumno, por ejemplo, generalmente con la reprobación, se recurre a explicaciones de culpabilidad y responsabilidad exclusiva del alumno afectado. Los estudiantes dan un sentido de remordimiento y arrepentimiento a la deserción, como una deuda moral consigo mismo. Hay la violencia institucional cuando se les deja a los alumnos en el desamparo no solo escolar, sino también social de acuerdo con Castillo y Pacheco, “cuando los estudiantes y familiares manifiestan sus quejas y no son escuchados por las autoridades educativas, que niegan el problema y de esta manera protegen a los agresores y exponen a sus víctimas, esta situación se replica en la familia” (2008: 839). Entre las causas de exclusión es la estigmatización y estandarización de los alumnos por parte del docente al establecer comparaciones en su práctica, bajo la creencia de que aprenden las cosas del mismo modo y al mismo tiempo, conduciéndose por su apariencia y conducta. Expresan los estudiantes sobre el sentimiento de los alumnos que has abandonado la escuela:
Por necesidad de tener un trabajo por la falta de economía, por un embarazo, adicciones, falta de recursos. Porque no le gusta, porque no es capaz de asumir toda esa responsabilidad, por economía, por influencia, porque va mal académicamente por decisión propia. Por falta de apoyo económico y moral.
También el no querer estudiar, bulling, problemas familiares, problemas económicos, falta de interés, se sienten muy presionados por los requisitos de la materia. Por falta de recursos económicos, problemas familiares, problemas de adicciones.
Muchas veces la violencia no aparece como una causal directa y objetiva, sino se genera de manera oculta y discreta, se trata de una violencia interpretada socialmente de modo imperceptible y por lo tanto incuestionable, sometida muchas veces por sentimientos y reconocimientos profundos, semejante a la concepción de violencia simbólica, comprendida por Bourdieu como “la transfiguración de las relaciones de dominación y de sumisión en relaciones afectivas, en la transformación del poder en carisma o en el encanto adecuado para suscitar una fascinación
afectiva” (1997: 172). Esta visión natural de la violencia mediante la dominación, es expresada como una forma de tolerancia y que no se reconocen fácilmente, señalan Castillo y Pacheco “se convierten en formas de socialización porque están veladamente permitidas y refrendadas por la propia institución” (2008: 839). Debido a motivos carismáticos y de respeto hacia la institución, o bien por no tener claridad de los verdaderos motivos de la deserción.
Sobre las maneras que incide la familia en la deserción del estudiante.
Los estudiantes mencionan el apoyo y sustento que da la familia; sin embargo, reconocen la posibilidad de haber familias que no dan la atención necesaria o bien tengan conductas muy dominantes sobre el joven que deja la escuela.
Mucho en su economía familiar en que se enfrente a situaciones que quieran un estudio como para pedir trabajo para mantenerse el mismo o a su familia. Pues la familia es una guía para llevarte a un buen camino para el futuro. Pues tal vez los defraude por que la familia se esmera para que salga adelante (dependiendo). Tal vez sienta que los defraude. No podrá tomar grandes oportunidades en la vida.
Realmente tiene una gran importancia para el desarrollo del joven a algunos su familia no los deja continuar con sus estudios, por la economía los obligan a abandonar los estudios, si tienes su apoyo no desertaras. En aspectos da tristeza ya que se terminan las esperanzas de joven en ser una persona por conocimiento.
La estructura familiar ha sufrido cambios muy intensos en las últimas décadas, que afectan hondamente la construcción de significados de los jóvenes, impulsados por la globalidad y las tecnologías de la comunicación e información, independiente del estatus socioeconómico. Tal parece que el rol de la familia como centro de afecto, comunicación y seguridad de muchos jóvenes se va diluyendo, debido a situaciones de separación, divorcio, migración, trabajo, etc., ocasionando pérdida de presencia en la vida cotidiana juvenil. Esta fractura en el núcleo familiar tiene honda repercusión en el éxito escolar, favoreciendo la deserción y la exclusión social. Menciona Zarzuri que “para muchos docentes la familia no hace acto de presencia en la vida de los jóvenes, dejando a estos en el abandono; transitando la vida en forma solitaria, permitiendo de este modo, la construcción de una cierta «autonomía juvenil por deficiencia»” (2013:203).
De las recomendaciones que harían a la escuela para lograr que no haya deserción.
Los estudiantes señalan que se debe dar apoyo a los jóvenes como son pláticas, fomentar proyectos que despierten habilidades y talleres para talentos y actividades, destacan algunos la necesidad de becas económicas o bien de actividades motivacionales:
A los jóvenes que no le gusta, hacerles ver que es necesario seguir su estudios para así ser alguien en la vida y que con alguna manera hacer que se motiven más para seguir en la escuela y exigir un poquito menos, hay varias personas que se estresan mucho por eso”
Hay que ser más democráticos, que se apoye y ayude a todos, no solo a los más inteligentes. También dar más orientación más que nada por si no la tienen en casa, ayuda provisional si lo necesitan, etc. y mejorar la calidad de los maestros para ayudar a los alumnos rezagados. Implementar medidas como dar más de 3 oportunidades en el extra y que la mínima aprobatoria es 6.
Desde la perspectiva de los alumnos según con frecuencia los docentes establecen condiciones de diferencia, y colocan a algunos alumnos en una lista de candidatos expulsado en esta situación los “estudiantes están casi condenados a reprobar la asignatura que el docente imparte, lo que al acumular varias materias no aprobadas lo llevará a ser dado de baja por cuestiones de irregularidad académica” (Alegría, 2016: 408).
Pero sobre todo depende desde mi punto de vista que si hace movimientos o acciones suficientes, lo que falta en si es interés por parte de los alumnos. Motivarlos para que tengan una buen autoestima y no termine con sus estudios. Que los maestros tengan una relación más estrecha con la familia del joven y detectar carencias o problemas. Que haya pláticas entre docente- alumno, para superar la decepción y que pongan materias más interesantes que no tengan nada que ver con psicología que son las más tediosas y aburridas.
De varias maneras hacerles saber a los jóvenes las complicaciones que implica la deserción y que hay otras maneras para no dejar de estudiar. Como por ejemplo, se involucren un poco más con los alumnos dándoles tips para que tengan mejores maneras de estudio y pueda irles mejor en sus materias buscando la forma correcta de estudiar.
También se desarrolla un tipo de violencia institucional referida a la estigmatización de los alumnos, la estandarización de un currículum único y la imposición del castigo como medida disciplinar, en donde los alumnos, los docentes, los directivos, los padres de familia, etc., no tienen conciencia de ello. Pérez y Gálvez, la llaman violencia sistémica, porque considera normales y hasta benéficas las acciones “que se ejercen sobre ellos en la vida escolar quedando ocultas las relaciones de poder y dominación a la que son sometidos” (2011: 1). La agresión e intimidación en la escuela no se reduce a una violencia física, sino también a los abusos de autoridad por parte de quienes tienen el poder, al imponer una presión psicológica y económica.
La violencia escolar muchas veces no aparece viva y real en la voz de los jóvenes como una causalidad de la deserción, no de manera significativa, para ellos solo hay un abandono, por razones estructurales de recursos, políticas institucionales, desinterés personal de los alumnos afectados como la reprobación, situaciones de drogas y agresiones, etc. La violencia escolar, puede tomar formas disfrazadas de una violencia callada e incluso permitida, es cuestión de exclusión social, de marginalidad y de ruptura en donde los estudiantes más desfavorecidos son los primeros en desaparecer de las planas institucionales. Hay una disrupción en la cultura escolar con la deserción, hay juicios de los compañeros estudiantes “los que se quedan”, y que no caen en el abandono escolar, una actitud de comprensión inclinada a compasión. En una actitud solidaridad de los estudiantes entrevistados, solicitan o recomiendan medidas institucionales menos estrictas y controles académicos más tolerantes. Reiteran entre las casualidades de la deserción la pobreza, los pocos recursos accesibles y asequibles en sus hogares, como es la necesidad de trabajar. También demandan ser escuchados y participar en decisiones desde el hogar y la escuela, y prefieren los ambientes escolares agradables y seguros, útiles para la convivencia y su formación, ven a la escuela como un espacio digno de sus propias trasformaciones juveniles, pero también manifiestan respeto por quienes no lo consideran así y que por su decisión deciden el abandono escolar.
El bachillerato está siendo a ojos de algunos estudiantes un espacio no atractivo para su formación, en eso quienes fueron entrevistados justifican la deserción y la explican desde razones como lo vocacional, necesidad de trabajar, problemas familiares y falta de apoyo institucional entre los motivos más importantes. Hay un consenso generalizado de considerar el estudio como parte
esencial de su proyecto de vida; en este sentido la concepción y representación de la violencia no aparece ligada directamente al docente, sino más bien se aprecia una ausencia de éste y en algunos comentarios se llega a cuestionar su calidad pedagógica. Por último, en este trabajo los estudiantes manifiestan sentimientos de tristeza, soledad, fracaso, etc., entre algunas preocupaciones en su estadía en la escuela afectando su desarrollo psicosocial, particularmente en las mujeres.
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