Aureliano Ortega Esquivel1
Palabras clave: José Revueltas; marxismo; pensamiento mexicano.
Me tiene por un heterodoxo del marxismo. Pero en realidad no saben lo que soy.
José Revueltas
José Revueltas siempre se consideró a sí mismo un escritor; además, un escritor comunista que desde muy joven y a todo lo largo de su vida desarrolló una importante actividad como militante en distintas organizaciones de izquierda: El Partido Comunista Mexicano (del que fue expulsado en dos ocasiones), el Partido Popular, el Partido Obrero Campesino de México y la Liga Leninista Espartaco. De este modo tenemos en Revueltas, en primera instancia, un escritor; pero
1 Profesor-investigador de la Universidad de Guanajuato.
un escritor comunista y un militante que, en sus propias palabras, desde muy joven “decide luchar de lado del proletariado” y contemporáneamente, “ingresa en el marxismo con un espíritu eminentemente crítico";1 lo que le permite mantenerse a relativa distancia teórica y política del “marxismo vulgar” de “los dogmáticos” del PCM y de cualquier otra organización política de izquierda.2 De lo dicho conservemos justamente esto: hablamos, en principio, de un escritor comunista, a lo que tendremos que agregar que, en calidad de autor comunista, pretende ser, desde muy joven, un pensador marxista: pero tampoco podemos dejar aquí las cosas; se trata de un pensador marxista que se pone a resguardo de “los dogmáticos” porque “persiste en el marxismo con un espíritu eminentemente crítico”. Aunque, quizá, Revueltas no sea solamente eso: un escritor y un militante crítico sin más; ya que su escritura y su militancia —que abarcan casi cincuenta años de historia mexicana— no sólo representa, en el espacio de las letras, una de la obras más importantes de la narrativa mexicana contemporánea, sino, en el resto de los registros en los que cobra forma su escritura (ensayo político, histórico, filosófico y estético, crónica, reportaje, dramaturgia, guiones cinematográficos, reseñas y entrevistas) es preciso reconocer un pensador no sólo agudamente crítico, sino radicalmente original. Es decir; Revueltas no es un “intelectual” mexicano más (aunque esto no sea del todo reconocido) sino alguien a quien inclusive sus detractores reconocen como un verdadero referente esencial de la cultura mexicana y de la cultura política de izquierda; propiamente un “pilar” de la cultura política y del discurso de izquierda en nuestro país.3 Por qué motivos este hecho no ha sido suficientemente reconocido es algo cuya respuesta rebasa el espacio y las posibilidades de este escrito. Sin embargo, en las páginas siguientes trataremos de trazar algunas líneas de análisis sobre las que es posible pensar, en calidad de hipótesis, que el rechazo o la ignorancia en las que permanece la mayor parte de su legado teórico (no así el literario), corresponde al modo oscuramente problemático y contradictorio en el que a lo largo de los primeros años de su vida política e intelectual se verificó su militancia y se construyeron/destruyeron sus relaciones con “la izquierda” mexicana. Con ese fin, dividiremos la vida y la trayectoria intelectual y política del joven Revueltas en dos “momentos” y dos “excursos”, ya que, pensamos, en cada etapa de su vida Revueltas, como respuesta “inquieta” a una situación concreta en la que por distintas razones no se sentía a gusto, fue conformando una posición de discurso crítica y una conducta contestataria y “conflictiva” de la que nunca, o casi nunca, salió airoso.
Como es sabido Revueltas abandonó la escuela antes de los doce años y jamás se matriculó en ninguna institución de educación formal. Su verdadera y única “escuela” fueron los libros, que no faltaban en su propia casa, o bien los que leía ávidamente en la Biblioteca Nacional, cuyas temáticas abarcaban en principio la literatura y la religión, aunque con el tiempo fueron abriéndose hacia la filosofía, la historia, la política, la economía y las ciencias naturales. Revueltas dice de esta primera etapa formativa: «Por mi propio pie llegué al marxismo porque acudí a la Biblioteca Nacional mucho tiempo —unos tres años— en busca de una respuesta a mis preguntas filosóficas y religiosas. Llegué por mi propia conclusión al materialismo y al ateísmo, y de allí evolucioné hasta asumir posiciones socialistas. Entonces me dediqué a buscar un organismo político. Encontré la Juventud Comunista a la cual ingresé, después de haber militado en agrupaciones periféricas como el Socorro Rojo Internacional y la Confederación Sindical Unitaria. De allí en adelante persistí en el marxismo, dentro de una cantidad de circunstancias un tanto críticas y de oposición, porque yo entré al marxismo con un espíritu eminentemente crítico.»4 De lo que se deduce, por una parte, que para nuestro autor las relaciones entre teoría y práctica nunca fueron vías separadas; y, por otra, que a diferencia de la mayoría de sus camaradas Revueltas ya era, antes de los veinticinco años, un consumado intelectual. Pero preguntémonos, en el ámbito específico del marxismo qué lee Revueltas durante su etapa como militante comunista. A través de una de las pocas investigaciones verdaderamente objetivas sobre los años de formación de nuestro autor, Jorge Fuentes Morúa5 sigue la pista de algunos de los títulos de tema específicamente marxista que Revueltas trabaja a fondo en esos años, destacando el hecho de que uno de ellos: los Manuscritos de Economía y Filosofía de Karl Marx —para entonces recientemente publicados en alemán (1932), traducidos al español por Alicia Rühle y Héctor Harari y publicados en México por Editorial América en 1938—, fue una lectura definitiva, en cuanto le mostró a un joven e inquieto Revueltas un aspecto del marxismo que justamente la “ortodoxia” marxista-leninista de su tiempo hacía groseramente a un lado: un Marx discretamente humanista cuyo pensamiento no podía prescindir de uno de los recursos básicos de la crítica específicamente revolucionaria: la dialéctica. Pero, justamente, esa dialéctica no dogmática que “sin dejarse intimidar por nada” (Marx) se situaba en las antípodas de la caricatura que de ella habían hecho Stalin y el marxismo soviético, al convertirla en “la ciencia de las leyes generales
del ser y del acaecer” o, en sus versiones más recientes, la “teoría del desarrollo y concatenación universal”.6 Aunque hay otro aspecto a destacar en la lectura revueltiana de los Manuscritos… y de otros textos del joven Marx que también lee: la presencia de Hegel; es decir, de ese tendón teórico-filosófico que desde siempre y de una manera especialísima ha tensado el arco de todo marxismo crítico; pero no solo eso, sino el hecho mismo de ser Hegel, y de ser justamente el joven Marx —y con ambos toda una forma de leer y estudiar filosofía— la que contrasta absolutamente con la pedestre y casi inexistente formación filosófica de los militantes comunistas mexicanos. Si a ello agregamos que entre 1935 y 1939 Revueltas también lee y estudia casi todo el catálogo de las editoriales de izquierda mexicanas, como los del proyecto de publicaciones del Frente Cultural (Librería Navarro) y Editorial América (así como un significativo número de obras de los clásicos del marxismo o autores marxistas contemporáneos publicadas por editoriales argentinas, españolas y chilenas), tenemos a la mano una primera respuesta a nuestra interrogante: desde sus años de formación Revueltas es un lector (casi compulsivo) que conoce de primera mano a Marx, a los clásicos del marxismo y aun a Hegel, a quien a partir de entonces recurre cuando se trata de ilustrar o referirse a la dialéctica o a la constitución y desarrollo de un mundo de la vida atravesado por contradicciones o cesuras, transformaciones y desplazamientos que no caben en la estrecha lógica tradicional o en la metodología positivista de las ciencias sociales: “…porque en la inteligencia y explicación positiva de lo que existe [la dialéctica] abriga a la par la inteligencia de su negación, de su muerte forzosa; porque crítica y revolucionaria por esencia, enfoca todas las formas actuales en pleno movimiento, sin omitir, por tanto, lo que tiene de perecedero y sin dejarse intimidar por nada.”7
En esos años Revueltas todavía no se aventura a escribir textos políticos, y mucho menos teóricos, que vayan más allá de los lugares comunes relativos a la lucha de clases, a la militancia o a ciertos compromisos revolucionarios, así como algunas crónicas y reportajes en las que hace patente su creciente dominio de la palabra escrita y su sólida posición política. En contraste, su producción literaria es abundante y diversa, y aun cuando la mayoría de los textos escritos entre 1938 y 1942 ha quedado por mucho tiempo inédita, en ésta ya se muestran no sólo sus dotes literarias, sino ese gusto (o esa necesidad) por la reflexión y por la hondura que caracteriza al conjunto de su obra, las que, aun de manera un tanto tosca, se pueden asumir como formas de expresión propias de la dialéctica marxista. Aunque insistimos, se trata de una dialéctica que
todavía no abandona las formas convencionales (marxistas-leninistas) de decirse, pero que, en los hechos, está mucho más cerca de Marx —y, como lo reconocerá Henri Lefebvre años más tarde, a Walter Benjamin y los autores de la Teoría crítica—, que del “marxismo” que cultivan los teóricos de los partidos comunistas que “hacen” y “piensan” bajo la égida del estalinismo de la Internacional Comunista.
Con lo dicho, aunque solamente sea propiamente un primer acercamiento a un sólo aspecto de su biografía intelectual, queda claro que el pensamiento de Revueltas no es en forma alguna “como los demás”, y que gracias al trabajo reflexivo y crítico que le permiten sus lecturas y la permanente reflexión sobre su militancia, es capaz de construir una posición de discurso que ya entonces anuncia el derrotero de un marxista crítico.
Primer excurso: dudas y crisis; 1935-1942
En el verano de 1935, después de ser liberado de su segunda reclusión en la colonia penitenciaria de las Islas Marías, Revueltas viaja a Moscú como parte del selecto grupo de comunistas mexicanos que asistirán al VII Congreso de la Internacional Comunista y al VI Congreso de la Internacional de las Juventudes Comunistas. Si nos atenemos a lo que contemporáneamente escribe en cartas y notas, el viaje es todo un éxito social y toda una experiencia formativa para Revueltas, aunque una verdadera tragedia para el PCM, dado que la cambiante línea que le impone la IC y el díctum de su subordinación práctica y doctrinaria al Partido Comunista de los Estados Unidos, lo van a hundir en una de sus más severas crisis.8 Sin embargo, años más tarde, tanto en la novela Los errores como en algunas cartas y entrevistas, Revueltas se refiere a dicho viaje en términos ambiguos y desencantados. Ciertamente “algo” sucedido en el curso de su estancia en Moscú siembra, ya entonces, la semilla de la duda. El hecho de que antes de un año después del VII Congreso y de su estancia en la URSS se van a desencadenar los llamados “Procesos de Moscú”— en cuyo curso Stalin y su camarilla van a deshacerse de toda oposición interna y externa a sus mandatos—, muy probablemente tiene que ver con ello, es decir, con el surgimiento de algunas dudas y desencantos relativos a la “limpidez” del régimen soviético y al socialismo realmente existente. Por supuesto, durante los meses inmediatamente posteriores al viaje no sucede realmente nada que evidencie dichas interrogantes, aunque, sintomáticamente, tanto en cartas personales como en algunos escritos de coyuntura, Revueltas empieza a
manifestar abiertamente su rechazo a dos circunstancias directamente asociadas a la nueva “línea” que los comunistas reciben de Moscú y a su relación con los comunistas mexicanos: por una parte, la asunción completamente acrítica por parte del PCM de la adopción, a contramarcha, de la estrategia del Frente Popular y de la “unidad” de todas las fuerzas “progresistas” en contra del fascismo; no porque Revueltas estuviera en contra de ello con la claridad que el caso requería, sino por el modo descaradamente dogmático en el que en México se “obedecía” la consigna; aunque, por la otra parte, la personal, porque ya entonces se revelan los primeros indicios de una incipiente rebelión en contra de los obstáculos que el PCM dispone sistemáticamente en contra, tanto de la libre expresión de las ideas en el seno de la organización, como de la libertad de propuesta estética —de la ‘poética’, decimos ahora—, de los comunistas que por vocación y convicción cultivaban alguna rama de las artes. Dos brevísimos ejemplos tomados de sus cartas a Olivia Peralta en junio y julio de 1938 describen ese estado; la primera dice: «Me imagino que nuestros queridos compañeros de ruta de las Juventudes [Comunistas] quieren acorralarnos hasta el último reducto. Pero no importa, ellos tiene el papel membretado y nosotros tenemos las masas, vamos a ver quién gana.»9 El segundo: «¿Qué te parece el plan de mi novela? Ahí voy a soltar todo lo que siento sobre una serie de problemas. Problemas nuestros, de todos los comunistas, que a veces callamos o que siempre callamos por temor a nosotros mismos.»10
En 1941 Revueltas publica su primera novela, Los muros de agua, en referencia explícita a su experiencia como recluso en las Islas Marías, sin que ello signifique que se trata de una novela autobiográfica en sentido estricto. El desenlace de la misma, así como el comportamiento ocasionalmente dubitativo y contradictorio, pero, a fin de cuentas, positivo y ejemplar de sus personajes comunistas, no atrae sospecha alguna sobre sus lealtades al Realismo Socialista o su convicción revolucionaria, aunque tampoco es acogida con mayor entusiasmo por la crítica y por sus camaradas. Sin embargo, al año siguiente da a la prensa su primer éxito literario, El luto humano. Novela que le hará acreedor al Premio Nacional de Literatura, que recibe en enero de 1943, casi un año antes de su primera expulsión de PCM, organización que se debate, como parece ser costumbre, en otra profunda crisis. Si bien la novela es un suceso editorial y literario, el tratamiento absolutamente oscuro y desencantado que da a sus personajes, así como una
denuncia abierta a uno de los primeros fracasos económicos y sociales del régimen de la Revolución Mexicana —el sistema de riego del río Nazas, en la zona de La Laguna—, despiertan algunas dudas entre sus camaradas respecto a su “ortodoxia”; mismas que se refrendan y adquieren tonos inquisitoriales en cuanto la discusión pasa de la estética a la política; lo que ya venía sucediendo desde 1938 por sus choques con la dirección de la Juventud Comunista, se refrenda en 1940 a causa del escrito “Las masas tiene derecho a un partido comunista”, estalla abiertamente en el curso de 1943 y culmina con su expulsión del PCM en noviembre de ese año.11 Después de dejar la militancia directa en el que por razones de orden histórico y político debería ser “el auténtico partido de la clase obrera”, Revueltas trata de formar una organización independiente, El Insurgente, que finalmente se acoge al solio de “El Maestro” Vicente Lombardo Toledano, quien “cortejaba” a Revueltas desde hacía tiempo a través del espacio editorial que le concedía en el periódico El Popular y de quien finalmente obtiene su colaboración en los trabajos organizativos que desembocan en la formación de un nuevo partido “de izquierda”, el Partido Popular; organización en la que, formalmente, Revueltas “milita” entre 1947 y 1956. Escribo “milita” entrecomillado porque en realidad la participación de Revueltas en el PP se verifica no más allá de 1950; año en el que estalla el escándalo de Los días terrenales e inicia su distanciamiento del partido y de Lombardo, a quien, a partir de entonces, va a convertir en objeto de sus más agudas críticas.
Al margen de la opinión, inevitablemente negativa, que podamos hoy en día tener sobre la
obra teórica y política de Lombardo, en su tiempo —y “su tiempo” abarca más de cuarenta años de historia mexicana, entre 1920 y 1968— el fundador de la CTM y del Partido Popular (después Partido Popular Socialista) fue reconocido como el intelectual más destacado de la izquierda, como un líder indiscutible de la clase obrera mexicana y como un marxista consumado. No siendo posible en este espacio entrar en pormenores, en justo reconocer el hecho de que Lombardo es, ciertamente, un intelectual que cuenta con una sólida formación académica y una vastísima cultura general; que, en efecto, participa en las luchas del proletariado mexicano de manera audaz y decidida y logra para aquel la formación de importantes sindicatos y centrales de trabajadores; que consolida la postura intelectual de “la izquierda” a través de la difusión periodística y la cátedra; y que, finalmente, es capaz de discutir contra la derecha universitaria y gubernamental desde posiciones que en aquella circunstancia pasan normalmente por “marxistas”
o “materialistas históricas y dialécticas”, aunque en verdad se trate de un emplaste ecléctico de dialéctica idealista, materialismo mecanicista, humanismo burgués, positivismo cientificista, evolucionismo spenceriano y personalismo a la Max Scheler.12 No es Lombardo, en sentido estricto, un marxista “de cátedra”, sin embargo, su marxismo, en todo caso, no es muy distinto al que cultiva la academia a través de profesores-funcionarios como Narciso Bassols, aunque, más bien, parece ser una copia muy ceñida a lo que por marxismo-leninismo nos receta en esos años la Academia de Ciencias de Moscú.13 Tomemos, como una pequeña muestra de su eclecticismo cientificista —y masivamente antidialéctico— un fragmento tomado del artículo “Análisis de la idea de orden”, de 1937: «El orden es un concepto que acompaña a la razón y que le es esencial. Sin la idea de que las cosas guardan relación entre sí, el acto de discurrir el entendimiento carecería de base y de método: juzgar no sólo es comparar ideas, sino descubrir la conexión que existe entre ellas, conocer el orden de los hechos, de los fenómenos a que las ideas se refieren. Pensar equivale a clasificar, a ordenar, y como todo acto normal obedece a un juicio previo, puede decirse que la conducta humana tiene por objeto la realización de la observación del orden.»14 Bien, dejemos ahora en paz la filiación teórica de Lombardo y simplemente comparemos con ésta el virtual “elogio del desorden” que caracteriza el pensamiento de Revueltas y que podemos ilustrar con esta frase: «¿Cómo explicarnos ese fenómeno asombroso, de que el artista sea necesariamente un sublevado, un destructor, un partidario del caos?» Lo destacable, en todo caso, es que nuestra comparación no es anecdótica, sino apunta hacia lo estructural, hacia el tipo de marxismo que cultiva “El Maestro” de la izquierda mexicana y el que se empeña en cultivar Revueltas, un marxismo que, en esos años, ha dejado de ser un mero esbozo, o una “inquietud” dialéctico-literaria, para convertirse en un verdadero problema de orden teórico y político para el que, por el momento, Revueltas no tiene solución.
Es justamente ese impasse teórico, político y personal el que le estalla en pleno rostro en los meses que corren entre la publicación de Los días terrenales y la abrupta clausura de la temporada escénica de otra obra de escándalo: El cuadrante de la soledad; esto es: noviembre de 1949 y junio de 1950. Los pormenores del suceso son vergonzantes y tortuosos no sólo para Revueltas, sino para los que participan en la discusión; inclusive Pablo Neruda, quien, amparado en su “autoridad” de poeta y comunista, no duda en reprender a quien considera un descarriado; la oveja negrísima de una familia de artistas “comprometidos” y ejemplarmente consecuentes.
Aunque lo importante para nosotros no es el oportunismo de Neruda, sino el fondo de ideas que están en juego, tanto como la forma en la que se construyen los argumentos de las partes; o mejor, de la parte acusatoria, ya que Revueltas, después de un débil intento de defensa, deja que las cosas corran en su contra. ¿Cuál es ese fondo de ideas? ¿Qué calidad argumentativa contienen las invectivas y juicios que se le dirigen? Caracterizados sumariamente podemos reconocer el estatuto de las ideas que, por una parte, la parte acusatoria, la conservación dogmática de la ortodoxia estalinista en su versión estética: el zdanovismo o “Realismo socialista” y sus cada vez más frecuentes críticas; y por otra, la que desde hace más de quince años mantiene a un solitario Revueltas, quien desde muy pronto, ya cabila sobre la autonomía del militante; y, con mayor razón, del militante comunista que además escribe, compone, versifica o pinta. Pero ¿qué oponen en concreto sus críticos a Revueltas? En primer lugar, Neruda acusa a Revueltas de que, en su novela «…se estanca el veneno de una época pasada, con un misticismo destructor que conduce a la nada y a la muerte.»15 Lo que prepara el juicio sumarísimo de otro “ortodoxo”: Antonio Rodríguez: «De hoy en adelante, el apellido Revueltas no es uno. Silvestre, el músico, es el Revueltas del pueblo, que el pueblo recordará como uno de sus verdaderos defensores y amigos. Pepe, el escritor, es el Revueltas de la parte más corrompida de la sociedad. La odia, pero en el fondo intenta desarmar a los que lucha contra ella…»16 Rodríguez no para ahí, porque en seguida lo acusa de “existencialista”, una postura que, considera el crítico portugués, evidencia no la lucha luminosa por el socialismo, sino una trama sin futuro que comparte con su par, o su cómplice, Jean-Paul Sartre, y que tiene como base «la misma descomposición social»17. Finalmente, o no tanto, Enrique Ramírez y Ramírez, en el artículo aparecido en El Popular en el mes de mayo de 1950 y más tarde reproducido en El Nacional bajo el título “Sobre una literatura de extravío”, después de anatematizar el pecado mortal de que Revueltas “filosofa”, hilvana una retahíla de descalificaciones doctrinarias que su víctima, en principio, combate, para finalmente, en retirada, escribir una carta de respuesta y de un muy discutible “arrepentimiento” dirigida a Ramírez y, sintomáticamente, a Lombardo.18 Pero citemos algunos pasajes de lo dicho por Ramírez y Ramírez porque en ellos se concentran todas, todas las limitaciones y despropósitos teóricos del marxismo-leninismo y de su apéndice estético, el Realismo socialista, y, contemporáneamente todas, todas las aberraciones prácticas del estalinismo y el dogmatismo de la época; por ser un texto representativo de todo ello citamos en extenso: «En este libro reciente,
Revueltas filosofa con insistencia, con monotonía. Ha hecho no un tratado, pero sí un libelo filosófico o filosofante, para decirlo con más propiedad. Filosofa sobre todo y a propósito de todo. Sobre el universo, la materia, la realidad, el hombre, la muerte, la vida, la verdad, la razón, la justicia, la enfermedad, etcétera. Su afán, en este sentido, es incansable. Insaciable (…) La trama novelística, el relato, la aparición y el carácter de los personajes, están subordinados por entero a las necesidades del alegato filosófico. El ambiente, los hechos, la acción, son secundarios o casuales; lo importante, lo predeterminado, son las teorías.»19 A lo que Revueltas apunta al margen: «Analizar hasta qué punto tiene razón ERyR»20 Pero las cosas no terminan ahí. Como si Ramírez y Ramírez estuviera exponiendo la “negación determinada” de las lecciones que sobre el “humanismo” y la “ciencia” recibiera de su maestro Lombardo Toledano
—y que éste escribiera casi veinte años antes, sin haber agregado hasta entonces siquiera alguna coma—, Ramírez anatematiza: «He aquí, pues, la concepción central de la filosofía de Revueltas. Haciendo a un lado, hasta donde ello es posible, la altisonante retórica que la encubre, esa concepción contiene los siguientes puntos fundamentales: 1] No existen verdades absolutas. 2] Los hombres se inventan absolutos (Dios, justicia, libertad, amor, etcétera) para defenderse del infinito. 3] El hombre es un ser inútil. 4] El hombre no tiene ninguna finalidad, ninguna razón de vivir. 5] Las diferencias de clases y la lucha de clases no han permitido al hombre conquistar su verdadera estirpe de “materia que piensa” y “sufre por ser parte de un infinito mutable, y parte que muere”. 6] Hay que hacer a los hombres “libremente desdichados”; hay que arrebatarles toda esperanza, “para hacerlos hombres”. 7] Pretender que los hombres sean felices es querer rebajarlos a la condición de los animales sin razón. 8] Debemos crear un mundo de hombres “desesperanzados y solitarios”. 9] Cada hombre, en lo individual, es responsable por las culpas de todos los hombres.»21 Aun cuando el anatema se extiende algunos párrafos más en los que Ramírez acusa a Revueltas de “ironía y acritud hacia el marxismo” y, en suma, de “dar armas al enemigo o, de plano, pasarse a sus filas” creo que con lo dicho basta para consignar el hecho de que la discusión ideológica sobre Los días terrenales constituye una “instantánea”, una imagen harto elocuente de aquello a lo que Revueltas se enfrenta en ese entonces y, después de algunos años de silencio, volverá a enfrentar con mayor experiencia, más teoría y todavía más filosofía, con más marxismo no dogmático y nuevas y más filosas armas críticas.
Pero digamos un par de cosas más sobre ese “marxismo” con el que Ramírez y Ramírez
“mide” el tamaño de los pecados de Revueltas. Sobre el primer bloque de reclamos, los que se anudan en torno al hecho de que el autor de Los días terrenales “filosofa” —habida cuenta de que, además, “filosofa” sobre casi todo: “el universo, la materia, la realidad, el hombre, la muerte, la vida, la verdad, la razón, la justicia, la enfermedad, etcétera”— , y, asociado a éste, el hecho de que esa filosofía deja en segundo plano “el ambiente, “los hechos” la “acción” (cosa que, además, es rotundamente falsa), las preocupaciones de Ramírez parecen concentran en lo siguiente: que todos sus asuntos «están subordinados por entero a las necesidades del alegato filosófico»22 Podemos concluir que la falta de Revueltas consiste en que no escribe una novela ajustada a un “ambiente” unos “hechos” y una “acción”, es decir, una novela como “deben ser” las novelas, sino una no-novela que se resuelve como “alegato filosófico”. Bien, a partir de su dicho podemos afirmar, por nuestra cuenta, que el concepto de ‘novela’ que postula Rodríguez es muy pobre, y que, ajustados a su criterio, tendríamos que dejar fuera del género “novela” obras como El sobrino de Rameau de Diderot, el Fausto de Goethe, Los endemoniados de Dostoyevsky o, como ejemplo contemporáneo, La montaña mágica de Mann. Aunque eso parece no preocuparle gran cosa a Ramírez: su recelo se ampara en el hecho de que una novela no se concentre en “la acción” sino en “el pensamiento”; con lo que desnuda por completo el desprecio que “los marxistas”, por cuya boca habla, tienen por el pensamiento. En el segundo bloque de observaciones críticas son perceptibles tres motivos básicos: el primero tiene que ver con la negación revueltiana de lo absoluto, de que existan “verdades absolutas”; lo que parece preocuparle hondamente a Ramírez, quien, en el curso de su crítica alega airadamente por la realidad incuestionable de absolutos, de la verdad de lo absoluto, lo que ejemplifica con “Dios, la verdad, la justicia, el amor…”; a lo que en las notas al margen que escribiera Revueltas como primera respuesta a los ataques de Ramírez puede leerse: «La verdad absoluta en tanto que verdad objetiva. Ver Lafargue: la idea de la justicia y el bien. Las ideas abstractas: dios, justicia, etcétera, nunca pueden alcanzar categoría objetiva, es decir, llegar a ser verdades absolutas’»23 Pero el fondo del asunto parece ser este: Ramírez afirma, sin tapujos, que nos son los hombres quienes “se inventan absolutos” para “defenderse del infinito”, sino que éstos, los absolutos, existe per se; no son entelequias sino realidades; lo que en un pretendido “materialista dialéctico” suena, por decir lo menos, muy extraño. El segundo bloque se construye entorno del conjunto de afirmaciones revueltianas sobre la “inutilidad” del hombre, su carencia de “fines”, el que la vida
no parezca tener “sentido”; lo que, en efecto, es calificado inmediatamente de “nihilismo” porque choca directamente con las enseñanzas de Lombardo y con la tradición humanista específicamente burguesa; cosa de la que Ramírez no parece darse cuenta alguna y que merece esta respuesta de Revueltas: «¡No! El hombre no tiene destino. Eso es completamente claro. La angustia a que yo me refiero es absolutamente distinta a la ‘existencial’. Digamos, es el júbilo de la angustia, la alegría de la desazón.»24 El hombre no puede tener “destino”, como reflexiona Revueltas en distintos lugares, porque es él mismo, con su pensamiento y con su acción, el que se construye no un destino sino una historia propia. No verlo así es pensar, una vez más, como “materialista vulgar”, como lo hacen quienes afirman que todo está sujeto a “leyes” y que la libertad y la felicidad son el desenlace inexorable del progreso. Finalmente, el tercer bloque de reproches se articula en torno a las conclusiones que Revueltas extrae de todo esto: el hombre, no teniendo “destino” y siendo su derrotero obra de sí mismo y para sí mismo, debe ser sacudido para, diríamos con el favor de Kant, “despertar de su sueño dogmático”, es decir, “hacerse hombre” a través de la lucha y “la esperanza de los desesperanzados” (como diría Benjamin), porque para Revueltas no hay otra forma de abandonar el sopor de lo que no duda en llamar despectivamente una “felicidad animal” —esto es, la manifestación más evidente de la enajenación— que su encuentro con la realidad cruda, que el Shock benjaminiano.
Segundo excurso. El valor autocrítico y formativo de una retirada táctica
Es un hecho insoslayable que el “affaire” de Los días terrenales sorprendió a Revueltas “mal parado”, como se dice en el lenguaje del Pancracio. Como se ha mostrado, en un primer momento Revueltas piensa como posible una defensa y una contra argumentación, de la que son evidencia las “Notas” de las que aquí citamos algunos fragmentos. Sin embargo, lo masivo, lo contundente y lo desproporcionado de la crítica le obligan a retirarse de la lucha. En junio de 1950, después de un éxito sin precedentes en al ámbito teatral mexicano, Revueltas decide retirar de la escena El cuadrante de la soledad, al tiempo que solicita a su editor sacar de circulación la edición príncipe de Los días terrenales. Existen, como evidencias de esa retirada táctica, además de un número importante de escritos “autocríticos”, publicados, o no, a lo largo de los siguientes años, la carta dirigida a Vicente Lombardo Toledano y Enrique Ramírez y Ramírez en julio de 1950 cuyo título no deja de ser sintomático: “Esquema sobre las cuestiones del materialismo dialéctico y la
estética a propósito de Los días terrenales”. En ésta, sus comentadores no encuentran sino “arrepentimiento”, la aceptación irrestricta del Realismo Socialista como única manifestación de la estética “marxista” y el reconocimiento explícito de que Los días terrenales nunca debió escribirse. Se trata, en toda la línea, de una “autocrítica” que conserva un sorprendente parecido a las que en el curso de los años treinta caracterizaron los célebres Procesos de Moscú, mediante los que Stalin y su grupo acosaron, juzgaron y finalmente enviaron al patíbulo a decenas de antiguos bolcheviques. O bien, a aquellas “autocríticas” a las que por lo menos en dos ocasiones se viera orillado Georg Lukács para conservar, acaso, la posibilidad de seguir estudiando y escribiendo. El ciclo “autocrítico” de Revueltas parte del “Esquema…” de julio de 1950 y se prolonga por lo menos siete años más, cuando, en la llamada “Carta de Budapest” —escrita después de un viaje por los países “socialistas” a lo largo de 1957 al calor del “Informe secreto” al XX Congreso del PCUS, de la crítica al “culto a la personalidad” y de una primera manifestación de desestalinización en la política y el arte— nuestro autor construye un sólido y denso alegato a favor del arte y la libertad de creación, sobre todo, cuando estos se articulan con la lucha específicamente comunista por la transformación del mundo. A partir de ahí, la recuperación de sus antiguas posiciones, de su rebeldía y de su búsqueda de recursos no dogmáticos para la creación artística y la militancia ya no conocerá sino un camino sin retorno.
Pero volvamos al “Esquema…”. Leído éste a la letra, no habría opción alguna: Revueltas está sincera y profundamente “arrepentido” no sólo de escribir una novela condenable, de haber corrompido los principios supremos del Realismo Socialista, de haber intentado articular “vergonzantemente” los “principios” de la dialéctica materialista con los “principios nihilistas de la llamada filosofía existencial” y de haber traicionado a sus camaradas, al Partido Popular y al movimiento socialista mundial; para lo que se sirve de los mismos “principios” y del mismo lenguaje “marxista” de la condena de Ramírez y Ramírez. Sin embargo, leído ahora entre líneas, el “Esquema…” de Revueltas constituye un refrendo obscuro, pero inobjetablemente teórico, de los motivos políticos y estéticos que en su momento animaron la escritura de Los días terrenales; ya que éste, construido en nueve parágrafos, dedica exclusivamente tres de ellos, los últimos, a su “autocrítica, dirigiendo los seis primeros a la revisión a conciencia y haciendo gala de erudición marxista y literaria, la totalidad de los elementos teóricos e ideológicos con los que entonces cuenta; los que precisamente lo ubican en el espacio de la duda porque interrogan qué significan
el arte y la creación artística en el horizonte de la revolución. En efecto, el “Esquema…” puede entenderse, en principio, como resumen de las posiciones políticas y estéticas readquiridas por efecto de su “autocrítica”, pero no necesariamente en su positividad —la que se escribe y argumenta a través del lenguaje formal del marxismo-leninismo— sino justamente en su contrario dialéctico, en sus limitaciones mecanicistas, en su determinismo metafísico, en sus contradicciones discursivas, en su rotunda negatividad, aunque cargada ésta de fina erudición y sangrienta ironía.
Para concluir, y como ejemplo de lo dicho, tomadas del “Esquema…” reproducimos aquí dos sentencias que se nos antojan antológicas; la primera dice: «IX. La crítica enderezada por Enrique Ramírez y Ramírez contra Los días terrenales es una crítica científica, exacta y positiva, con la cual no puede menos el autor estar absolutamente de acuerdo.»25 Lo que sitúa el ejercicio autocrítico de Revueltas en el horizonte de la normalidad dogmática y enajenada en la que trascurren los días y los años del marxismo mexicano al promediar el siglo XX. Sin embargo, la segunda consigna: «La crítica de Enrique Ramírez y Ramírez representa uno de los pasos más decisivos en el desarrollo de la literatura mexicana y de lengua española. Por primera vez se enfoca el trabajo literario de creación artística, no como un fenómeno individual, aislado, sino como un fenómeno colectivo, en el cual se interesan las mejores fuerzas progresistas de la sociedad. Puede decirse que en nuestro país y en nuestra lengua ha sido Ramírez y Ramírez el introductor de la crítica literaria dialéctica, científica, marxista, enderezada no a archivar datos y caracterizar tendencias, sino, como debe ser, a corregir errores y señalar cual es el camino justo. Este hecho debe ser recibido con júbilo por todo lo que representa para la creación artística del futuro, no sólo literaria, sino artística en general»26
[Imagino la reacción de Lombardo y Ramírez, que no eran nada tontos, al leer el desenlace del “Esquema…”: “Este desgraciado volvió a vernos la cara”]
Guanajuato, invierno de 2018
Afanasiev, Victor, Fundamentos de filosofía, México, Fondo de Cultura Popular, 1969,
Bartra, Roger, “¿Lombardo o Revueltas?”, en Nexos, Sociedad, Ciencia, Literatura. N° 54, junio
de 1982
Fuentes Morúa, Jorge, José Revueltas. Una biografía intelectual., Miguel Ángel Porrúa, 2001 Marx, Carlos “Postfacio a la segunda edición alemana de El Capital”, en El capital. Crítica de la
economía política, México, FCE, 1972
Ortega, Adolfo, “José Revueltas. “El realismo y el progreso en la literatura mexicana”, Entrevista, mayo de 1975, en, Revueltas, Andrea, Compiladora, Conversaciones con José Revueltas, México, ERA, 2001
Revueltas, José, Dialéctica de la conciencia, México, Era, 1982,
-------- Ensayo sobre un proletariado sin cabeza, México, Era, 1981
-------- Escritos políticos I (El fracaso histórico del partido comunista en México), México. Era, 1984
-------- Cuestionamientos e intenciones, México, Era, 1978
-------- Las evocaciones requeridas I. (Memorias, diarios, correspondencia), Prólogo de José Emilio Pacheco, México, Era, 1987.
Notas
1 “José Revueltas. “El realismo y el progreso en la literatura mexicana”. Entrevista de Adolfo Ortega, mayo de 1977, Conversaciones con José Revueltas, México, ERA, 2001. P. 116; Ver asimismo: http://www.elrevolucionario.org/rev.php?articulo1866
Entrevistas… Historia de México, “los dogmáticos”
2 A lo largo de sus intervenciones teóricas y políticas Revueltas utilizó regularmente la categoría de ‘marxismo vulgar’ para referirse al marxismo doctrinario e ideológico que privó desde siempre entre los militantes y las organizaciones de izquierda en nuestro país. Sin embargo, en sus últimos escritos (1969- 1975) ensayó, apoyado en Karel Kosik, la aplicación de categorías alternativas como “reflexión acrítica” o “pensamiento acríticamente reflexivo”. Las razones las expone Revueltas en una larga nota introductoria a uno de sus cuadernos de apuntes y dice: «Nota previa: Cada vez se hace más necesario un término que sustituya a la noción de ‘marxismo vulgar’. Se trata, ante todo, del marxismo devenido ideología, es decir, en una falsa conciencia. Si bien la palabra vulgar abarca en extensión a este tipo de marxismo, resulta en cambio harto estrecha para su comprensión total: hay en el marxismo ideologizado algo más que reducciones vulgares. El término de ‘reflexión acrítica’, que usa Kosik, conviene mucho más; pero parece convenir sólo en tanto que aplicación positiva. Deja pendiente, en cambio, su contrario: reflexión crítica, puesto que el que pareciera convenirle, razón dialéctica, también es algo más, o mucho más, que la simple crítica reflexiva. El desarrollo de la crítica del marxismo vulgar creará por sí mismo el término. Con estas reservas, pues, seguiremos sirviéndonos de las dos expresiones: marxismo vulgar y reflexión acrítica o pensamiento acríticamente reflexivo.» J. Revueltas, Dialéctica de la conciencia, México, Era, 1982, p. 164; subrayados de JR). Con un espíritu eminentemente revueltiano, y a la espera de que la crítica
marxista creará algún día el término adecuado, en este trabajo se conserva el término ‘dogmático’ como complementario de ‘vulgar’, dado que el dogmatismo aparece, sintéticamente, como la consecuencia teórico-práctica inmediata de la vulgarización o la ideologización de un pensamiento y una acción que, por su condición de dogmáticos, han de venido del todo acríticos o acríticamente reflexivos.
3 Ver, Roger Bartra, “¿Lombardo o Revueltas?”, en Nexos, Sociedad, Ciencia, Literatura. N° 54, junio de 1982, pp. 9-16
4 “José Revueltas. “El realismo y el progreso en la literatura mexicana”. Entrevista de Adolfo Ortega, mayo de 1977, Conversaciones con José Revueltas, México, ERA, 2001. Ver asimismo:
http://www.elrevolucionario.org/rev.php?articulo1866
5 Jorge Fuentes Morúa, José Revueltas. Una biografía intelectual., Miguel Ángel Porrúa, 2001
6 Ver, V. Afanasiev, Fundamentos de filosofía, México, Fondo de Cultura Popular, 1969, pp. 100-178
7 Marx, Carlos “Postfacio a la segunda edición alemana de El Capital”, en El capital. Crítica de la economía política, México, FCE, 1972, p. XXIV
8 Ver, J. Revueltas, Ensayo sobre un proletariado sin cabeza, México, Era, 1981,
9 Evocaciones, 1, p. 157
10 Ib. p. 172
11 Sobre los sucesos políticos que culminan con su expulsión de PCM en noviembre de 1943, es preciso ver: “Una ruta a discusión”, “Las masas tiene derecho a un partido comunista” y “Sobre la crisis del partido”, todos ellos en j. Revueltas, Escritos políticos I (El fracaso histórico del partido comunista en México), México, Era, 1984
12 Ver, V. Lombardo Toledano, Escritos filosóficos, México, Nuevo México, 1937
13 Lombardo cita en sus trabajos filosóficos tanto al Stalin de Los fundamentos del leninismo como a sus sicarios intelectuales, como A. Deborin, quien años antes fue comisionado para condenar teórica y filosóficamente el libro “maldito” de G. Lukacs Historia y conciencia de clase. Ver, Lombardo, op. cit., pp. 70-71
14 Lombardo, Escritos filosóficos, p. 59, subrayados nuestros.
15 Ver, J. Revueltas, Cuestionamientos e intenciones, México, Era, 1978, p. 329
16 A. Rodríguez (Juan Almagre), “El arte en México”, El Nacional, 11 de junio de 1950, en J. Revueltas, Cuestionamientos e intenciones, México, Era, 1978, p. 331
17 ib. p. 332
18 J. Revueltas, “Esquema sobre las cuestiones del materialismo dialéctico y la estética a propósito de Los días terrenales”, en J. Revueltas, Cuestionamientos…, pp. 32-46
19 Los fragmentos de Ramírez, y los comentarios de Revueltas, han sido tomados de la extensa Nota 12 de Cuestionamientos..., pp. 333-340.
20 ib.
21 ib. p. 335
22 ib.
23 ib. p. 335-336
24 ib. p. 337.
25 ib., p. 334
26 ib. p. 44-45