Luis Alberto Hernández de la Cruz1
Palabras clave: Territorio; Constructivismo; Economía; Cultura
El espacio ha sido, de una u otra forma objeto de múltiples discusiones en la geografía moderna. La geografía clásica analizó al espacio como un soporte cuantificable, entendido solo como un “contenedor” que podía ser descrito, medido, comparado y representado.
Uno de los primeros debates sobre la definición del espacio se dio alrededor del siglo XIX entre Alexander von Humboldt y Karl Ritter. Humboldt buscó articular la diversidad de las experiencias y la unidad del mundo, lo cual implicaba conjuntar los estudios sistemáticos y los de
1 Doctor en Geografía, Sociólogo, Profesor de Tiempo determinado en la Licenciatura de Estudios Socioterritoriales de la UAM- Unidad Cuajimalpa, líneas de investigación territorio, identidades, trabajo y cultura. lhdzdelacruz@gmail.com
síntesis; buscando relacionar la individualidad de un área con la universalidad, de tal modo que fuera posible vincular la subjetividad y la objetividad.
Por otra parte, Ritter privilegió el análisis a escala continental, en donde cada continente es visto como un todo. Para dar cuenta de las relaciones entre fenómenos naturales y humanos, Ritter recurrió a explicaciones basadas en la influencia del medio físico sobre la actividad humana. Esta discusión originó una división entre los estudios geográficos de carácter nomotético e ideográfico (Chicharro, 1987).
El problema central de la geografía clásica fue su dificultad para comprender lo social, así como el desinterés para desarrollar una reflexión teórica, en gran parte debido a la orientación empirista de sus investigaciones. Para 1950 las principales definiciones sobre el espacio fueron influenciadas por una geografía deductiva, que buscó demostrar que los fenómenos espaciales pueden ser analizados estadísticamente y las relaciones que el hombre establece con el medio podían explicarse a partir de la aplicación de leyes generales. Es la etapa de la llamada geografía positivista caracterizada por la elaboración de modelos o leyes universales que brindarían a la geografía el carácter científico.
Esta concepción del espacio, recibió fuertes críticas a mediados de los años sesenta, el argumento principal consistió en señalar que el espacio no está formado, únicamente, por elementos físicos o naturales. A partir de ello la “nueva geografía”, consideró a los procesos sociales como parte de los componentes que constituyen el espacio geográfico (Unwin, 1995).
El contexto material y sus significados, adquirió mayor relevancia en el análisis geográfico desarrollándose nuevas corrientes de pensamiento en donde destacan, el enfoque de la percepción (Lynch, 1960; Ley y Samuels, 1978; Bailly, 1979) el enfoque marxista (Lacoste, 1976; Harvey, 1973, Lefebvre, 1991) y el humanista (Fremont, 1974; Tuan, 1976; Buttimer, 1976).
En esta última corriente, uno de los conceptos que tomo más relevancia fue el de territorio, uno de los objetivos de su recuperación fue en principio reconciliar los argumentos “cientificistas” sobre el espacio con aquellos que buscan señalar la importancia del hombre para entender sus particularidades, lo objetivo con lo subjetivo y el materialismo con el idealismo. El concepto abstracto cuantificable (espacio) sería el punto de partida para analizar las dimensiones simbólicas materializadas en ciertas prácticas de los sujetos, a partir de la reflexión desde este concepto se busca enfatizar el carácter holístico del espacio para conocer las relaciones recíprocas y activas del
hombre con el medio.
El concepto de territorio ha sido apropiado y se ha integrado gradualmente al discurso de diversas ciencias sociales como la Antropología, la Sociología, la Historia o la Economía. En la Geografía, dicho concepto comenzó a ser utilizado por Friedrich Ratzel, en el contexto histórico de la unificación alemana en 1871, y la institucionalización de la geografía como disciplina en las universidades europeas. El territorio, fue definido como una parcela de la superficie terrestre apropiada por un grupo humano, un área con recursos naturales suficientes para su poblamiento, que serían utilizados a partir de las capacidades tecnológicas existentes.
Es un concepto que en su origen estuvo asociado a la superficie terrestre, como un elemento que permite entender algunas de las formas que animales y elementos biológicos delimitan y se apropian de su entorno (Ratzel, 1988). Estas dos últimas características permitieron su aplicación teórica y metodológica en las diversas formas de saber geográfico, desde el ámbito político se ha relacionado con la circunscripción administrativa, intrínsecamente vinculada a la construcción del Estado y al ejercicio del poder (Delaney, 2005; Raffestin, 1980). Desde el ámbito económico se ha relacionado con el derecho al control y a la explotación de los recursos físicos, intangibles y humanos que permitan la reproducción material del grupo (Sassen, 1998; Haesbert, 2011). Por otro lado, en lo referente a la cultura, se entiende desde los elementos simbólicos y de significado que caracterizan a ciertas sociedades (Kramsch, 1999; Claval, 2003)1.
El territorio tal y como lo definiremos más adelante a diferencia de otras nociones que intentan explicar los fenómenos espaciales como lugar o paisaje, es una forma de acercamiento que nos permite, por un lado, observar algunas de los elementos empíricos de nuestro espacio de estudio y por otro caracterizar las particularidades simbólicas que conforman al espacio socializado.
En este sentido, es una categoría metodológica y teórica que permite, describir algunas de las particularidades del comportamiento de los seres humanos con el espacio y también explicar las relaciones que establecen con los distintos elementos que constituyen su espacialidad, relacionados con los ámbitos, culturales, ambientales, políticos o económicos (Esquema 1).
Es decir, de la descripción y análisis de los elementos abióticos y bióticos que conforman un ecosistema en un espacio en específico, podemos entender también cómo estos elementos se
configuran o no algunas de las particularidades simbólicas, que influyen en la construcción de una cultura o también entender hasta donde estos elementos subjetivos transforman el entorno físico en el que habitan.
Es importante enfatizar los tipos de análisis que se pueden realizar a partir del concepto de territorio y cada una de las dimensiones que lo componen:
Análisis de carácter estructural, en donde el énfasis se centre en la búsqueda de correlaciones e interdependencias que expliquen las relaciones entre la estructura y las acciones particulares de los sujetos y a partir de lo cual se puedan formular nuevas hipótesis.
Análisis desde los sujetos y sus subjetividades, que busque entender las formas en las que producen o significan su realidad espacial y configuran las dimensiones simbólicas y culturales relacionadas con su comportamiento. Con este tipo de análisis podemos entender los códigos y mecanismos simbólicos que caracterizan a un espacio y que permiten que sea significado.
Análisis interrelacional que busque conocer las formas en las que interactúan o se relacionan las estructuras y las subjetividades con la espacialidad e
historicidad particular, sin privilegiar una dimensión sobre otra, tomando como punto de referencia alguna de las dimensiones que conforman a un territorio (físico, político, económico, cultura) y analizar a partir del objetivo de investigación las formas en las que estas dimensiones se relacionan o no en la resolución de nuestro problema.
La propuesta de análisis que se presenta en este trabajo considera que la interrelación entre estructuras y subjetividades colectivas e individuales permiten la construcción social del territorio. Partimos de la premisa que los sujetos significan y constituyen su realidad a partir de las interacciones entre ellos y el espacio que les rodea, en este proceso la dimensión socio-histórica incide también en la configuración de las características básicas de los territorios.
Consideramos que el territorio se conforma de una estructura (física, económica, política) a partir de la cual los sujetos significan y al mismo tiempo construyen su territorialidad (símbolos, cultura).
De esta forma los sujetos se apropian/construyen/reconstruyen sus territorios diariamente a partir de las diversas interacciones y relaciones sociales que efectúan día a día. Para esta propuesta es muy importante tener claridad en el objetivo general que se busca en la investigación ya que ella influye en la dimensión especifica por la cual se iniciara el análisis socioterritorial.
En estas interacciones las estructuras objetivas del espacio y los significados individuales, permiten que los habitantes reconozcan su relación con los elementos que les rodean y al mismo tiempo predeterminan las particularidades económicas (actividades o labores) que se pueden realizar en ese territorio.
El territorio, por lo tanto, lo entendemos como:
Una forma de apropiación del espacio
Un producto que muestra la capacidad que tienen los sujetos para transformar la naturaleza que les rodea y también sus propias relaciones sociales.
Un medio para reconocer la imbricación histórica de la relación naturaleza y cultura.
Un fundamento en el cual se construye parte de nuestra subjetividad.
El territorio, por lo tanto, puede analizarse como producto de diversos procesos, es apropiado y valorizado como soporte de las actividades productivas y en el convergen las
dimensiones subjetivas vinculadas al desarrollo de una cultura propia. A partir del análisis de estos elementos, podríamos comprender y explicar las relaciones entre las estructuras sociales y la subjetividad de los actores relacionadas con un fenómeno en particular.
En términos generales nuestra propuesta parte en primer lugar del análisis de los elementos estructurales que son significados por los sujetos para poder entender las particularidades socioterritoriales. Del conocimiento de los elementos objetivos establecemos las relaciones que constituyen el sentido a partir del cual los sujetos interpretan y configuran la realidad.
El análisis socioterritorial parte de entender:
La realidad, material y concreta, es decir cuál es la dimensión del territorio en la que se ubica nuestro objetivo de estudio.
Las representaciones colectivas, sociales y culturales relacionadas o no con la pregunta de investigación.
Las formas en las que se interrelacionan las estructuras y las subjetividades con la espacialidad e historicidad particular de nuestro problema de investigación (véase Esquema 2).
A partir de la definición clara de estos elementos podemos entender cuáles tienen mayor importancia en la configuración de nuestro problema de análisis y al mismo tiempo desarrollar una mejor estrategia metodológica.
De esta manera partimos de la importancia de entender los elementos objetivos y subjetivos, materiales e inmateriales que cada grupo social e individualmente se construye en y por su territorio. El territorio por lo tanto es una construcción, un producto de la historia, en la que convergen elementos geográficos, además de la infraestructura económica y la superestructura político-ideológica y los significados que cada actor social hace del entorno en el que vive (Di Meo, 1991).
El territorio sería entonces el resultado de la apropiación y valorización del espacio; en el primer caso enfatiza la relación utilitaria del espacio (por ejemplo, en términos de explotación económica o de ventajas geopolíticas), mientras que en el segundo se destaca el papel del territorio como espacio de sedimentación simbólico cultural, como objeto de inversiones estético-afectivas
o como soporte de identidades individuales y colectivas (Giménez, 2000:24).
El territorio es una estructura material en la que convergen elementos físicos, sociales y económicos, además de elementos simbólicos significados por sus habitantes los cuales se traducen en componentes culturales que conforman una identidad. Por lo tanto “el territorio es resultado de una triple operación de reificación, de estructuración y de dominación del espacio por parte de la sociedad. Que refleja el reconocimiento colectivo del espacio, de un espacio modelado por la naturaleza y por lo socioeconómico” (Di Meo, 1991: 144).
En ese juego de relaciones recíprocas constantemente destaca la importancia de lo subjetivo junto a lo objetivo, de lo material y lo no material, de lo individual, lo social, lo espacial y lo temporal (Esquema 3).
Es decir, un territorio es producto de una combinación compleja de fuerzas y de acciones mecánicas, físicas, químicas y orgánicas. El territorio reordena al espacio, en relación con los sistemas informacionales que dispone el hombre al pertenecer a una cultura. La producción territorial está constituida por mallas, nudos y redes que representan invariablemente instrumentos que todo grupo humano utiliza para constituirse (Raffestin, 1986).
Por lo tanto, el territorio es una categoría que representa un sistema socioespacial conformado de manera dinámica por elementos económico-sociales y características culturales que permiten a los sujetos relacionarse de diversas maneras con el territorio que habitan. El territorio no es solamente un escenario o contenedor de los modos de producción y de la organización del flujo de mercancías, sino también es un espacio de significados, producto de un entramado de relaciones simbólicas. En este sentido, en el territorio confluyen dos importantes dimensiones; la primera relacionada con los aspectos político-económicos, desde la cual el territorio es un espacio estratégico de la actividad económica y por otro lado, la dimensión cultural en la que se destaca los elementos simbólicos que lo constituyen en objeto de apego y lo constituyen como un espacio de valorización social.
Esta propuesta ha sido aplicada en el análisis de diversos fenómenos económicos y culturales, así como en realidades espaciales tanto rurales como urbanas. Por ejemplo en una investigación realizada en el 20142 en la cual se buscó entender algunas de las formas en las que los jóvenes significan el mundo rural, el objetivo principal fue conocer algunos elementos que inciden en las
formas de habitar el mundo rural entre los jóvenes de dos municipios del Valle de Tehuacán, Altepexi y Ajalpan3, analizamos la forma como sujetos y territorio se relacionan y caracterizan algunas particularidades del mundo rural contemporáneo.
Partimos de la premisa teórica que el territorio rural es, a la vez, un centro de significado, y también el contexto externo de las acciones y metodológicamente a través de los testimonios orales materializamos el significado de las experiencias de vida, así el territorio lo definimos como un espacio vital, el espacio de la experiencia cotidiana, el espacio de la experiencia histórica, un ámbito de identidad del grupo humano que la habita.
En este análisis consideramos muy importante observar las interacciones entre las diferentes dimensiones que lo constituyen, pero realizamos un especial énfasis en la estructuración de lo social y de lo individual, frente al entorno físico. En este proceso colocamos en el centro de la reflexión la experiencia del individuo y del grupo, para poder comprender el comportamiento y las formas de sentir de las personas en relación con sus territorios de residencia.
En nuestros hallazgos encontramos que en el proceso de significación y de apego con espacio resaltan tres vínculos entre los jóvenes: el territorio, la familia y el trabajo. La incorporación de elementos culturales de tipo urbano en la vestimenta de los pobladores jóvenes marca una diferencia entre la gente de ciudad y la gente de campo. Los jóvenes viven en el campo pero su estilo de vida es urbano.
Los roles sociales se transforman y adquieren otros sentidos, por ejemplo, las mujeres jóvenes tienen ahora acceso a los estudios y al trabajo; el ser mujer ya no sólo está relacionado únicamente con ser ama de casa o madre. Una de las características que distinguen a estos territorios rurales es que la pluriactividad que los configuró permite que algunas mujeres trabajen desde edades muy tempranas en comercios que se instalaron con la llegada de las empresas avícolas.
Para algunos abuelos la lengua y el cultivo del maíz son prácticas que afirman su identidad, para los jóvenes de los municipios la agricultura ha dejado de tener sentido, así como la lengua y la reivindicación del campesino. Esto no significa que menosprecien la vida de sus abuelos o padres, pero su percepción sobre lo rural está influida por una historia en la que el trabajo en el campo es considerado una actividad desvalorizada, mientras que la maquila de confección es para muchos un trabajo con más beneficios y con un estatus diferente. Sin embargo, esto no anula su pertenencia al mundo rural sino que se plantea en otro sentido.
Estas formas de relacionarse con el territorio son reflejo de la historia que cada generación ha vivido. En el caso de los abuelos y su relación más estrecha con la tierra está vinculada con los discursos que en su momento permeaban al campo mexicano, el cual era considerado el motor del desarrollo y quienes laboraban en él eran pobladores comprometidos con el proyecto de nación, esto implicaba ser reconocidos como un sector de la sociedad muy importante, que se distanciaba también de la imagen del indígena, remplazada por el campesino productor.
Por otro parte, los hijos de estos campesinos trataron de mantener este discurso, sin embargo, las condiciones económicas y sociales eran muy diferentes a las de sus padres. El ideal de que la vida rural era una muestra del desarrollo no correspondía con la realidad inmediata. Para esta generación, esto implicó una recomposición en los elementos de apego hacia el territorio, mientras que para sus padres la tierra y el pueblo eran los elementos de arraigo más importantes, para ellos la familia se constituye como el elemento principal que los une al territorio.
En segundo lugar, prevalece el trabajo, pero ahora se caracteriza por la transición hacia el empleo en diversas actividades, buscando en primer lugar el bienestar familiar. Para ellos, el campo es un lugar adecuado para vivir, ya que es tranquilo, pero en términos económicos la producción agrícola ya no es la única opción de empleo en la región.
En las historias de los jóvenes observamos que el principal vínculo con el territorio es a través del trabajo en la maquila, varios de los entrevistados consideran que es el empleo que les permite acceder a un nivel de vida mejor que el de sus padres o abuelos. El salario y los bienes que consumen, les permiten distanciarse del estigma de indígena y campesino que ha marcado su historia. A diferencia de sus abuelos y padres consideran que el campo es un lugar aburrido, en ocasiones atrasado, a diferencia de la ciudad en donde existen espacios de diversión. De igual manera el trabajo en la agricultura comparación con el de la maquila es percibido como una característica del pasado que mantuvo a sus abuelos y padres alejados de ciertos bienes y servicios que actualmente son necesarios para diferenciarse de otros habitantes jóvenes de la región, como aquellos que viven en la sierra que en algunos testimonios son considerados como “atrasados” y que hablan “diferente”.
Por otro lado, este mismo enfoque se utilizó para analizar algunas particularidades de los vínculos cooperativos y redes de trabajo de foros y músicos más representativos de la Ciudad de México, relacionados con géneros musicales underground4. Nos centramos en el estudio de las
redes de dos foros en específico, los cuales definimos como territorios sonoros y culturales a partir de los siguientes elementos:
Los vínculos afectivos que generan los músicos con el territorio sonoro son producto de la interacción entre la ejecución de su “espectáculo” y el público que les escucha, donde intervienen algunos elementos particulares del espacio en el cual se presentan. Los elementos simbólicos están articulados con estructuras objetivas del espacio.
En la articulación de estos procesos, la apropiación del territorio no es de manera lineal, sino que es más bien un proceso en el cual confluyen múltiples elementos, entre ellos, la historia particular de los individuos y de los territorios, las formas en las que establecen relaciones con el público, el entorno y el tipo de actividades artísticas.
Es decir, estos foros no son solo espacios físicos donde se presentan grupos y se consume alcohol, sino, a partir de esta estructura objetiva, las personas que los visitan crean diversos significados individuales que configuran ciertos vínculos de reciprocidad.
Encontramos que las redes que se conforman entre los territorios y los músicos tienen la función de proveer contactos que pueden conocer, por ejemplo, con quién dirigirse para tocar en algún evento, saber de algún estudio de calidad y a buen precio, saber de algún diseñador interesado en colaborar con el grupo, o algún trabajo asalariado.
Nuestro análisis nos permitió entender que este tipo de territorios y músico ejemplifican algunas de las características de la actividad colectiva, ya que, para algunos de estos artistas, la filosofía de la autogestión y la creación musical independiente es un elemento primordial en su quehacer cotidiano, con el cual buscan la creación de bienes simbólicos, que, por un lado, subviertan la lógica comercial a partir de la producción y difusión con medios alternativos (aprovechamiento de los avances tecnológicos para la producción y divulgación de su obra). Y por otro, diferenciarse por su “autenticidad” frente a lo masivo y ya conocido (con el tipo de género musical ejecutado, en los espacios donde se presenten, en el tipo de espectáculo que desarrollan o la preferencia por disqueras independientes o por la producción “artesanal” o virtual de sus obras). La red y los vínculos cooperativos que construyen se fundamentan en principio por compartir parte de esta filosofía que da pie a relaciones que pueden ser duraderas o bien modificarse
con el paso del tiempo; en este sentido, la red siempre es dinámica y está en constante cambio.
Las estrategias creativas y las redes sociales y culturales son constituidas para autogenerar
empleos, las cuales parten en principio de un núcleo de “amistad”, en el que se hacen intercambios de contactos que eventualmente se expanden y van creando nuevos circuitos de apoyo. En principio, parece ser que estas estrategias de empleo en el campo musical se concentran espacialmente, sin embargo, muchos de los territorios y músicos están interconectados, más que por su cercanía geográfica, por las redes de amistad o reconocimiento entre el público y los músicos que se presentan en estos territorios.
En los casos ejemplificados observamos el empleo de una noción de territorio que busca dar cuenta de los elementos estructurales y subjetivos que lo conforman, los objetivos de cada investigación, aunque de naturaleza distinta y con preguntas particulares buscan entender un problema a partir de una dimensión específica, en los casos señalados la dimensión cultural y subjetiva es el eje a partir del cual se busca entender estas realidades espaciales. El analizar desde esta dimensión y al aplicar la visión socioterritorial implica también observar las relaciones con los otros elementos físicos, económicos, históricos que influyen en la configuración de cada uno de los hallazgos.
La aplicación del enfoque socioterritorial permite identificar algunas de las dimensiones simbólicas y estructurales que configuran a los territorios, lo que posibilita abordar de manera más amplia los fenómenos espaciales, además de construir una visión integradora de los procesos y fenómenos. En este sentido es una propuesta que permite conocer:
Algunas de las interrelaciones que se dan entre las estructuras y las subjetividades con la espacialidad e historicidad particular.
Las formas en que los sujetos significan e interaccionan con el territorio y al mismo tiempo la influencia que tiene esté sobre las relaciones que conforman los sujetos.
Las dimensiones territoriales que influyen directamente en nuestro problema de investigación.
Presentar una imagen más completa y precisa del fenómeno socioespacial.
El protagonismo que los sujetos tienen en la conformación y definición de su espacio.
Para la aplicación de este enfoque el punto de partida más importante es la pregunta o el
objetivo de investigación, ya que esto nos permite situarnos en una dimensión específica de observación (física, económica, política, cultural). A partir de esto podemos observar la influencia o no, de otros elementos para responder a nuestros objetivos de investigación
En este sentido, tener claridad sobre la pregunta, los objetivos y la dimensión de partida nos permitirá desarrollar la estrategia metodológica más acorde con estos elementos. Al avanzar en el proceso de investigación podemos ir reconociendo que otras dimensiones o elementos socioterritoriales están relacionados con la respuesta a nuestra pregunta, lo que implica entender las relaciones de lo subjetivo junto a lo objetivo, de lo material y lo simbólico, de lo individual y lo social, de lo espacial y lo temporal. Es decir, una visión en la que el todo también está en las partes y no sólo las partes en el todo, rechazando toda forma de simplificación.
Entre las limitaciones que encontramos podemos destacar:
Los resultados en principio no pueden ser generalizables.
Analizar solo desde una dimensión al espacio.
Enfocarse excesivamente en los sujetos. descuidando observar la forma en que otros elementos estructurales intervienen en el objeto de análisis.
Excluir la posibilidad de aplicar enfoques y metodologías de otras ciencias sociales.
Carecer de una definición integradora del territorio
Las limitaciones en tiempo y recursos para la aplicación y seguimiento de este enfoque.
El enfoque desarrollado en este documento es una propuesta que parte del presupuesto que para analizar los fenómenos socioespaciales debemos entender los diversos elementos que convergen y se relacionan. En esta propuesta el enfoque socioterritorial permite observar la importancia de analizar y estudiar a los territorios desde la visión de los sujetos, enfatizando las distintas interrelaciones estructurales e históricas que se dan en su conformación. Este enfoque nos aproxima al conocimiento de dos de las dimensiones más importantes que constituyen una realidad territorial: los elementos estructurales, como son los aspectos ecológicos, económicos y políticos y por otro lado los elementos culturales, materializados en las prácticas cotidianas y las tradiciones, con lo
cual se genera una visión más dinámica de los fenómenos espaciales.
Una perspectiva de este tipo contribuye a la comprensión de los mecanismos que conforman las formas de construcción del territorio. Por otro lado, también nos permite comprender que las características económicas y sociales de los territorios son producto de la articulación de diferentes elementos locales los cuales están relacionados con otros procesos que suceden a escalas diferentes. Los ejemplos presentados permiten observar la importancia de los diversos vínculos histórico-económicos que configuran las particularidades de los territorios. Hablar desde una realidad socio-espacial específica, implica analizar las transformaciones ligadas a una pluralidad de actividades, las cuales modifican esencialmente dos esferas: al espacio y las relaciones sociales. Para comprender esta dinámica hay que centrarse en la experiencia de los sujetos, el territorio en este sentido, es producto de la capacidad que tienen para transformar con su trabajo la naturaleza que les rodea y también sus propias relaciones sociales, que interactúan e influyen en su
constitución.
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Notas
1 El geógrafo norteamericano Jean Gottmann, en su obra The significance of territory en 1973 señaló que el territorio para los geógrafos es una parte del espacio definida por límites (líneas), que posee un sistema de leyes y una unidad de gobierno, a partir de lo cual la respectiva localización y características internas son descritas y
explicadas, y que, por lo tanto, define la división territorial del mundo dentro de la historia de la humanidad (Schneider y Peyré, 2006). Otra importante obra en el debate sobre el territorio, Human territoriality del geógrafo norteamericano Robert Sack (1986), examina la territorialidad humana en la perspectiva de las motivaciones humanas. Territorialidad como la base del poder, el autor parte de la definición sobre la territorialidad humana que es una consecuencia del comportamiento animal y, por lo tanto, instintiva y agresiva.
2 Para conocer el contexto y los resultados de este trabajo véase Hernández, Luis (2015) Formas de Habitar el mundo rural entre los jóvenes en México en Revista Extensão Rural, DEAER – CCR – UFSM, Santa
Maria, v.22, n.2, abr./jun.
3 En el trabajo de campo se realizaron 24 entrevistas a los pobladores de los municipios mencionados de las cuales 10 correspondieron a jóvenes de entre 15 y 29 años. Con base en la información de estas entrevistas en específico intentamos identificar los cambios y acontecimientos más importantes en la vida de los habitantes, así fueron los propios habitantes quienes señalaron los factores que creían más relevantes y dieron cuenta de los hechos trascendentes que han transformado tanto su territorio como a ellos mismos. Consideramos entender a lo rural como un espacio que se encuentra en una continua transformación cultural y económica. Las transformaciones de los procesos de trabajo y producción modifican las formas de socialización, las instituciones sociales, los patrones, valores socioculturales y los modos de vida. Lo rural es una dimensión de lo social, una construcción, en la que convergen tiempo e historia. Esto implica colocar en el centro de la reflexión a los sujetos y partir del supuesto de que los territorios rurales –al igual que todos los procesos sociales- están en constante transformación por lo que existe una relación intrínseca entre historia-sujetos y cambio.
4 Para conocer el contexto y los resultados de este trabajo véase Hernández, Luis (2017) Territorios sonoros y músicos underground en la Ciudad de México: vínculos cooperativos y redes de trabajo. Cuadernos de Música, Artes Visuales y Artes Escénicas, [S.l.], v. 12, n. 2.