Elizabeth Calvillo Reynoso 1
Palabras clave: identidades; acciones colectivas.
La reestructuración productiva, que se dio en los años ochenta, implicó profundas transformaciones en las relaciones laborales y en las formas de organizar al trabajo. En estos años, el sector de los servicios comenzó a crecer en todo el mundo (DURAND, 2011). Con dichos cambios de por medio, se hizo evidente que las explicaciones y conceptualizaciones de trabajo quedaban y se hizo necesario repensar la concepción de trabajo y las formas de
1 Licenciada en Ciencias Políticas y Administración Pública por la Universidad Nacional Autónoma de México. Actualmente, cursa el segundo año del posgrado de Estudios Sociales-Línea de concentración en Estudios Laborales en la Universidad Autónoma Metropolitana-Iztapalapa.
estudiarlo(DE LA GARZA, 2012).1 De este modo, en el mundo del trabajo una las preguntas que surgieron fue si ¿esto se traducía en automático a que las nuevas formas de estructurar el trabajo implicaban la imposibilidad de conformar sujetos e identidades colectivas?
Para esta investigación se optó por tomar un estudio de caso que permita realizar una reflexión sobre dichos aspectos. Así, uno de los criterios de selección del caso fue que se tratara de un grupo de trabajadores del sector de los servicios quienes a raíz de los diversos procesos de reestructuración económica hubieran visto trastocado su forma de estructurar el trabajo y proceso de trabajo (PEMEX, 2015). En este sentido después de las primeras revisiones optamos por estudiar configuraciones identitarias y acciones colectivas de los despachadores de gasolina ubicados en un sector estratégico de la economía, el energético (OCDE, 2017).
Dicho sector ha sido reestructurado y afectado por diversas reformas desde los años ochenta (COMISIÓN REGULADORA DE ENRERGIA, 2016). El modelo de servicios y formas de estructurara el trabajo y proceso de trabajo en las estaciones de servicio ha estado cruzado por las diversas modificaciones que se han realizado en dicho sector (FAT, 2012). Al tener en consideración dicho contexto, otro aspecto fundamental de la reflexión teórica-metodológica fue que en 1999 un grupo de despachadores de gasolina de la Estación Santa Úrsula, ubicada al sur de la Ciudad de México, empezó a organizarse por múltiples violaciones a sus condiciones de trabajo (MUÑOZ RÍOS, 2010; FAT, 2012; CHÁVEZ, 2012).
Lo que comenzó como una protesta en una estación de servicio pronto se convirtió en un movimiento que involucró a más despachadores de gasolina también ubicadas en la Ciudad de México (FAT, 2012). Los despachadores entonces decidieron conformar el Sindicato de Casas Comerciales, Oficinas y Expendios, Similares y Conexos del Distrito Federal (STRACC)2 (CHÁVEZ, 2012). Es en este sentido, a 17 años de la conformación de dicha organización, así para poder avanzar en el estudio sobre conformación de identidades y sujetos colectivos en espacios de trabajo está investigación tiene como interrogante central comprender ¿cuáles son los elementos estructurales, históricos, culturales, subjetivos, cognitivos y simbólicos que llevaron a los despachadores de gasolina a organizarse y conformar al STRACC?
Aunque tenemos la claridad de que se pueden retomar e integrar otros debates teóricos para lograr hacer la reconstrucción del caso, este trabajo pretende comenzar una reflexión teórica sobre algunos de los aspectos que pueden servir como guía heurística para estudiar los elementos
simbólicos, cognitivos, culturales y emocionales que comparten los despachadores de gasolina que decidieron organizarse y conformar el STRACC. Buscamos desde esta perspectiva alejarnos de enfoques que coloquen, de manera unilineal y causal, como única explicación las malas condiciones de trabajo como los detonantes de las acciones e identidades colectivas de los despachadores afiliados al STRACC
De este modo, consideramos que explicar el porqué de las acciones colectivas y de las configuraciones identitarias de los despachadores de gasolina nos adentra en el terreno la subjetividad de los sujetos sociales. En este trabajo buscamos construir una propuesta que permita ubicar elementos a considerar para el estudio de la subjetividad. La propuesta que presentamos tiene dos dimensiones: a) la revisión de algunos enfoques de estudio sobre cómo podemos comprenderé y estudiar el sentido de las acciones, la identidad y subjetividad de sujetos sociales; b) una propuesta sobre las cuestiones estructurantes y espacios para la acción.
Las relaciones laborales de los despachadores de gasolina están inmersas dentro del periodo de reestructuración capitalista, lo cual, como afirma Enrique De la Garza, tiene dos dimensiones: aquella que implica la introducción de nuevas tecnologías, para el trabajo clásico; y por otro lado, la precarización de las relaciones de trabajo (De la Garza, 1998). Dentro de los grandes cambios en el mundo del trabajo se encuentra el crecimiento exponencial del sector de los servicios. Tan sólo, hasta el segundo trimestre del 2016, “en la Ciudad de México, de un total de había “8, 830,676 de los cuales 4, 417,259 se encuentran dentro de la población económicamente activa y de éstos 1, 949,12 personas trabajan en el sector de los servicios” (STYPS, noviembre de 2016). Dentro de las profesiones ubicadas dentro del rubro de los servicios se encuentra la de los despachadores de gasolina (Villatoro, 2016).
Por tanto, los cambios en el terreno de las relaciones laborales para el estudio de caso propuesto implican pensar en las dimensiones que van desde cómo se asume, se percibe y se vive con y en el trabajo. La lógica, dinámica y en conjunto el proceso de trabajo de los despachadores de gasolina situación que, sin duda, no puede explicarse sin que haya una reconstrucción de las formas variadas en las que se está estructurando el trabajo en dicho sector. Al ubicar las relaciones laborales de los despachadores de gasolina en este contexto nos preguntamos por qué
un grupo decidió organizarse y cómo es que se han construido identidades.
En este apartado, buscamos retomar algunas concepciones teóricas que nos permitan comprender a través de la conceptualización de identidades, representaciones sociales y desde el paradigma configuracioncita cómo a través caracterizar y ubicar las objetivaciones de la subjetividad que los sujetos de estudio dan a su actuar podemos avanzar en la reconstrucción de explicaciones que nos permitan estudiar formas de acción colectiva dentro de un espacio de trabajo no clásico (De la Garza, 2012).
Identidades y Acciones Colectivas
La primer consideración teórica que se retoma en este trabajo es que hablar de identidades y acciones colectivas nos remite discusiones teóricas más amplias, las cuales van desde el espectro que intenta ubicar si las estructuras son las que determinan la acción o si es en la interacción en donde se delimitan a éstas (BOURDIEU et al., 1975; GIDDENS, 1998; ALEXANDER, 1989). En este sentido, es que en este trabajo partimos de que no se puede explicar la realidad social desde posturas estructuralistas o que sólo se restrinjan a lo meramente interactivo. Así, la postura de la que se parte es más bien de la necesidad de reconstruir la totalidad de una caso concreto en el que para comprender las formas de identidades y acciones colectivas se debe ver las configuraciones entre estructuras-subjetividades y acciones (ADORNO, 2001; ZEMELMAN, 2011; DE LA GARZA, 1988).
De esta forma, las identidades colectivas son el resultado de las diversas formas en las que los individuos se relacionan entre sí dentro de un grupo o de un colectivo social. Así, las identidades no deben concebirse como esencia inmutable sino como un proceso activo y complejo históricamente situado y resultante de conflictos y lucha (GIMÉNEZ, 1992: 196–201). Las identidades implican interacción, en tanto que uno se reconoce en la diferencia con los otros, al respecto, como afirma Gilberto Giménez “la identidad del individuo se define principalmente
—aunque no exclusivamente— por la pluralidad de sus pertenencias sociales. [...] ¿Pero qué significa la pertenencia social? Implica la inclusión de la personalidad individual en una colectividad hacia la cual se experimenta un sentimiento de lealtad […] mediante la apropiación e interiorización al menos parcial del complejo simbólico-cultural que funge como emblema de la colectividad en cuestión” (GIMÉNEZ, 1997: 13).
Es así que, en el día a día, construimos nuestra identidad través de la diferencia, a través del sentido que damos a nuestra existencia, la cual, está embebida de las miles de experiencias y encuentros sociales. Pero, como afirma Albeto Melucci, no se trata de que todos tengamos una sola identidad sino, más bien, todos nos movemos en distintos espacios y en cada uno se entablan diferentes tipos de relaciones e interacciones que nos dan la posibilidad de identificarnos respecto a otros y dar sentido a nuestro actuar (MELUCCI, 1999).
Al respecto Gilberto Giménez menciona que Melucci elabora una tipología elemental que distingue analíticamente cuatro posibles configuraciones indetitarias: a) identidades segregadas, cuando el actor se identifica y afirma su diferencia independientemente de todo reconocimiento por parte de otros; b) identidades heterodirigidas, cuando el actor es identificado y reconocido como diferente por los demás, pero él mismo posee una débil capacidad de reconocimiento autónomo; c) identidades etiquetadas, cuando el actor se auto identifica en forma autónoma, aunque su diversidad ha sido formada por otros; d) identidades desviantes, en cuyo caso existe una adhesión completa a las normas y modelos de comportamiento que proceden de afuera, de los demás; pero la imposibilidad de ponerlas en práctica nos induce a rechazarlos mediante la exasperación de nuestra diversidad (GIMÉNEZ, 1997a).
Sin embargo, como señalan Melucci y Giménez, se puede hacer una distinción entre las identidades que cada sujeto asumen en los distintos espacios de vida y las identidades colectivas. De este enfoque, identidades colectivas implica concebir actores colectivos sin que eso lleve implícito considerarlos dejar de considerarlos actores o sujetos individuales (GIMÉNEZ, 1997a). Así, en muchos casos las identidades colectivas construyen una prerrequisito para la acción colectiva, “pero de aquí no se infiere que toda identidad colectiva genere siempre una acción colectiva, ni que ésta tenga siempre por fuente obligada una identidad colectiva” (GIMÉNEZ, 1997b: 12)
Entonces, en qué sentido podemos retomar los estudios sobre identidades para el caso de estudio propuesto. En este sentido, la propuesta está encaminada a comprender que la identidad “es el valor central en torno al cual cada individuo organiza su relación con el mundo y con los demás sujetos, en el sentido del <<sí mismo>> (GIMÉNEZ, 1997a). Mientras que por otro lado, sería necesario ver las construcciones indetitarias colectivas y tipo de acciones han emprendido los despachadores de gasolina para comprender el sentido que se ha dado a cada o bien como se
construyen posibilidades para la acción que le permiten delinear un proyecto de vida (ZEMELMAN, 2012).
Lo anterior sin perder de vista que lo simbólico involucra un conjunto de procesos sociales, representaciones y orientaciones para la acción, de significación y comunicación, donde se ponen se busca comprender y explicarla articulación de símbolos en diferentes niveles; la producción de sentido, representaciones y visiones del mundo; la interpretación, el reconocimiento o interconocimiento social; y los dispositivos de poder involucrados en dicho proceso (GEERTZ, 1996; GIMÉNEZ, 2005).
El estudio de las identidades y acciones colectivas implica hacer una reconstrucción de elementos culturales, entendidos como el conjunto de hechos simbólicos y como los significados históricamente trasferidos, conferidos e involucrados en el actuar de un sujeto social (GIMÉNEZ, 2005). De esta forma hacer una revisión de la situación concreta de las posiciones, las interacciones las distinción <<del otros>> y <<el nosotros>> y de las aspiraciones de los despachadores de gasolina nos lleva a explicar y comprender (BERGER & LUCKMANN, 2003; DE LA GARZA, 1988): ¿cuáles han sido los motivos y aspiraciones que les permitieron construir una distinción entre el <<otros y el nosotros>> de los despachadores de gasolina?
Representaciones Sociales
Según lo que hemos revisado hasta este punto, las identidades de los sujetos sociales emergen de la confrontación con las otras identidades, en un proceso continúo y a través de la interacción social. Sin embargo, esto no implica, como afirma Giménez, un proceso plano, sino que, más bien, pone en juego las relaciones desiguales y las contradicciones. De este modo, si se consideran a los sujetos sociales y a la construcción de sus identidades como producto de la interacción hemos de preguntarnos cómo es que lo simbólico-cultural-identitario se construye. Esto no coloca en el tema de las representaciones sociales, las cuales, en sentido genérico se pueden entender como aquellos elementos que son creados y recreados de los cuales los sujetos sociales se apropian o bien que interioriza y en función de lo cual construye la realidad social (JODELET, 2008).
En dicha construcción se pone en juego la subjetividad de los sujetos sociales quienes objetivan dichas disposiciones en esquemas de acción, prácticas sociales y formas convivencia.
Es así que “las formas y figuras de la subjetividad son creadas y moldeadas en el devenir histórico por las condiciones sociales y las instituciones llamadas <<equipamientos colectivos de subjetivación>> que son de orden religiosos, político, técnico, artístico, etcétera. Pero, no basta con tener claro las cuestiones subjetivas que se objetivan en prácticas sociales, según afirma Denisse Jodelet quien esté interesado en las representaciones sociales debe recurrir a la noción del “proceso de subjetivación como objeto de un trabajo de reflexión y elección, en el marco de técnicas del sí mismo y del conocimiento de sí mismo practicadas” (JODELET, 2008: p. 42)
Así, desde el enfoque de representaciones sociales, Jodelet plantea que se debe considerar a los sujetos como pensantes y actuantes, ubicar la estructuración social y las estrategias simbólicas que determinas posiciones y relaciones, al mismo ser percibido a través de luchas indetitarias donde se involucra a dominación y el reconocimiento del o de los otros. Así, al retomar la noción de sujeto social y el paradigma de la subjetividad se debe recurrir y tomar en cuenta “propone recurrir, por una parte, a nociones como la de experiencia vivida, y por la otra parte a la objetivación bajo la forma de evidencia cotidiana y a la interiorización referida al proceso por el cual las normas y los valores que son integrados en el espacio interior de los individuos.” (JODELET, 2008: pp. 47-48).
Por tanto, Jodelet en su propuesta de representaciones sociales enlaza el plano de producción de conocimientos y de significados; contenidos representacionales imputables a las formas de subjetivación ligadas a los marcos sociales e históricos. Así, ubica a los individuos en espacios concretos en los que para definir su acción transformadora involucran tres esferas de pertenencia (JODELET, 2008: 52–53).
Subjetividad: opera a nivel individual, cognitivo y emocional, procesos de los cuales el sujeto se apropia y partir de los que construye tales representaciones. Su estudio permite acceder a significados que los sujetos individuales o colectivos atribuyen a un objeto localizado en sus entorno social y material, y examinar cómo tales significados están articulados a su sensibilidad, sus intereses, sus deseos, y sus emociones, así como también a su funcionamiento cognitivo.
Intersubjetividad: pasa por el cuerpo, contribuye a establecer representaciones elaboradas en la interacción entre sujetos, negociada y producidas en común a través de la
comunicación verbal. En esta esfera es donde se da la compresión y construcción de significados compartidos en torno a un objeto de interés común o de acuerdo negociado.
Trans-subjetividad: abarca a individuos y a los grupos, se sitúa en relación con la subjetividad e intersubjetividad y remite a todo los que es común para los miembros de un mismo colectivo. En virtud de su circulación, las representaciones generadas superan el marco de las interacciones y son asumidas por los sujetos bajo el modo de la adhesión o de la sumisión.
Según lo que hemos revisado hasta este punto, las identidades de los sujetos sociales emergen de la confrontación con las otras identidades, en un proceso continúo y a través de la interacción social. Sin embargo, esto no implica, como afirma Giménez, un proceso plano sino más bien “la posibilidad del análisis de los significados y del proceso de construcción de los mismos es la objetivación y reificación, la de significado objetivo, pero también la del análisis de la conciencia y las representaciones colectivas” (DE LA GARZA, 2010a: 16).
De este modo, si se consideran a los sujetos sociales y a la construcción de sus identidades como producto de la interacción en el que la representación de la identidad es un marco interpretativo que permite vincular entre sí las experiencias pasadas, presentes y futuras en la unidad de una biografía o de una memoria colectiva. (GIMÉNEZ, 2013).
Por tanto, desde el concepto de representaciones sociales, como guía teórica-conceptual, buscaremos “comprender la forma de conocimiento socialmente elaborado y compartido que contribuye a la construcción de una realidad común” (GIMÉNEZ, 1997b), es decir, un eje central de la investigación sería estudiar las prácticas y representaciones sociales de los despachadores de gasolina para explicar las partes constitutivas que dan sentido a su organización en el STRACC. Con base en las revisiones que hemos hecho en este apartado, las preguntas de investigación son:
¿cuáles fueron y son los conocimientos compartidos que llevaron a los despachadores de gasolina a tomar la decisión de organizarse?
Trabajo y Mundos de Vida: una propuesta de estudio desde la perspectiva configuracioncita
Si, como afirma Jodelet, las representaciones sociales involucran la relación de un objeto y de un sujeto; y la identidad, desde las aportaciones de Giménez, implican lo simbólico e interactivo de las relaciones sociales, cómo podemos articular ambas perceptivas. Al respecto, Enrique de la
Garza, aporta algunos elementos adicionales al mencionar que en la confrontación de identidades de sujetos históricos tiene un aspecto central la identificación de intereses comunes frente a los de otros hombres, por lo que ésta nace del proceso de la experiencia en diferentes espacios. Pero ello no implica un sistema sino un procesos donde se incluyen como elementos de análisis las contradicciones, donde los sujetos no dan sentido a la acción sólo en función de la interacción y de sus posición en las estructuras sino que para actuar pasan por el proceso de dar sentido y decidir el curso de la acción (DE LA GARZA, 1992).
De la Garza plantea como firma de análisis al paradigma configuracioncita, el cual parte del análisis de la situación concreta, y donde la subjetividad en otras palabras puede reconocer la discontinuidad, la incoherencia y la contradicción; la identidad es entendida como forma específica de subjetividad en tanto sentido de pertenencia colectiva, con signos compartidos, su memoria colectiva, sus mitos fundacionales, su lenguaje, su estilo de vida, sus modelos de comportamiento y en niveles superiores sus proyectos y enemigos compartidos; por ende, aceptar la pregunta sobre identidad implica especificar para qué espacios de acción (DE LA GARZA, 1998).
Es dentro de esta noción de espacios para la acción que traemos a la reflexión teórica el concepto de espacio social. En este punto nos preguntamos cómo involucrar la noción de espacio, no desde una perspectiva geográfica que remita a territorio sino como espacio de posibilidades para la acción(GIMÉNEZ, 2001). De la Garza plantea que existen diversos espacios de existencia, para y de los trabajadores, que pueden o no estar articulados, en embargo, en algunos casos los sujetos sociales pueden articulan lo no articulado (DE LA GARZA, 1998).
Pierre Bourdieu hace aportaciones al respecto al configurar el concepto de <<Campo>> al cual define como espacio social en es desde donde se ordenan ciertas conductas, estructuras y preposiciones para la acción (BOURDIEU, 1999). Así, desde la perspectiva de Bourdieu, el espacio social se construye de tal forma que los agentes o los grupos contribuyen en él en función de su posición según los principios de diferenciación con base la disputa por el: capital económico, cultural y simbólico. Así, el espacio de las posiciones sociales se reproduce en un espacio de toma de posiciones a través del espació de disposiciones (o del habitus), o dicho de otro modo, al sistema de desviaciones diferenciales que define las diferentes posiciones en las dimensiones mayores del espacio social (BOURDIEU, 1999)
De este modo, como señala Gilberto Giménez, el campo social implica una esfera de la vida social que se ha ido autonomizado progresivamente través de la historia entorno a ciertas relaciones sociales, de intereses y de recursos propios diferentes a los de otros campos. El capo sería en este sentido una una configuración de relaciones objetivas entre posiciones diferenciadas, socialmente definidas y en gran medida independientes de la existencia física de los sujetos sociales que las ocupan (GIMÉNEZ, 1997a). De este modo, desde el concepto de campo de Bourdieu se pone en juego una concepción de espacio donde éste sólo existe a través de los sujetos sociales que juegan en él y donde los recursos simbólicos, cultural, cognitivo y económicos entran en juego en construyendo un capo de campos (GIMENEZ, 1997a).
Por tanto, se pueden repensar las identidades y acciones colectivas en distintos niveles de análisis que incluyan y vislumbran desde: los elementos no pensados, donde se construyen nuevos esquemas de razonamiento y sentido común; lo impensable, que pasa por lo todo aquello que no nos hubiésemos atrevido a hacer en otras circunstancias; y la identificación del objeto legítimo de las reivindicaciones que surgen en dicho proceso (BOURDIEU, 1984: 196).
De este modo, se plantea que un elemento central para la construcción de una propuesta teórca-metodologica sobre sujetos sociales, identidades y acciones colectivas debe considerar que las subjetividad no debe ser entendida como algo incognoscible sino que debe considerarse “como un proceso en el que se ponen en juego estructuras subjetivas parciales (cognitivas, valorativas, de la personalidad, estéticas, sentimentales, discursivas y de formas de razonamiento) en diferentes niveles de abstracción y profundidad que se reconfigura para una situación” (DE LA GARZA, 1998).
Así, las identidades colectivas pueden o no ser una condición previa indispensable del movimiento social, por tanto, se debe considerar que las acciones colectivas pueden surgir de identidades difusas “aglutinadas por un evento colectivamente impactante en el sentido subjetivo y en el propio movimiento darse decantaciones y asimilaciones difíciles de concebir en la vida cotidiana la identificación de amigos y enemigos, formas de lucha, demandas, organización y proyecto” (DE LA GARZA, 2010: 95).
Sin embargo, como De la Garza afirma, no todo es pura subjetividad o interacción, por tanto, se deben considerar a las estructuras, que si bien no determinan presionan. Una consideración adicional sería que al estudiar las identidades y las acciones colectivas se pueden
identificar que pueden combinar aspectos y situaciones tanto nuevas como algunas que ya existían previamente (DE LA GARZA, 1992). Por tanto, el estudiar las identidades y las acciones colectivas -con una intención de la reconstruir la totalidad del caso- implica, por un lado comprender que se pude hablar de estructuras en muchos niveles (relaciones sociales, la cultura, la personalidad, etc.), y por el otro, que en ciertos puntos sujetos dan significados a los conflictos estructurales a través de una visión del mundo, es decir, la mediación entre estructura y acción colectiva (DE LA GARZA, 1992: 39).
Por tanto, una parte fundamental será comprender y reconstruir la conformación de sujetos colectivos con capacidad de tomar acciones. Del mismo modo, a partir del supuesto de la reconstrucción de totalidad, donde se asume que la realidad está en movimiento (ZEMELMAN, 2011), planteamos que la realidad social no se da de forma aislada ni definitiva sino que, más bien, hay relaciones sociales de diversos tipos que habría que desentrañar para explicar el caso concreto propuesto para este estudio (DE LA GARZA, 1988: 33). Así, un elemento central de la investigación se relaciona con comprender y explicar: ¿cuáles fueron los aspectos desencadenantes del proceso de organización de los despachadores de gasolina? y ¿por qué los despachadores de gasolina permanecen organizados en el STRACC?
Las identidades y acciones colectivas pueden considerarse como una prolongación (o profundización) de la teoría de la acción, en la medida en que es la identidad la que permite a los actores ordenar sus preferencias y escoger, en consecuencia, ciertas alternativas de acción (GIMÉNEZ, 1997a: 24). Por tanto, estudiar las acciones colectivas implica considerar que:
Las luchas [colectivas] ponen en juego la estructuración de lo social donde se coloca el acento sobe las estrategias simbólicas que determinan posiciones y relaciones, y construyen, para cada clase, grupo o medio social, un ser percibido constitutivo de su identidad. […] En consecuencia, del individuo que manifiesta su pertenencia grupal, a la afirmación identitaria de una colectividad mediante procesos simbólicos que rigen las relaciones sociales (JODELET, 2008: 46).
De este modo se parte del supuesto de que las identidades implican interacción en tanto que nos reconocemos en la diferencia con los otros. Así, buscamos reconstruir y analizar la situación concreta y las posiciones que en interacción llevaron a los despachadores a dar vida, organizarse y articular su afiliación en el STRACC. Sin perder de vista que lo simbólico involucra un conjunto de procesos sociales, representaciones y orientaciones para la acción, de significación y comunicación, donde se ponen en juego: la articulación de símbolos en diferentes niveles; la producción de sentido, representaciones y visiones del mundo; la interpretación, el reconocimiento o interconocimiento social; y los dispositivos de poder involucrados en dicho proceso (GIMÉNEZ, 2005). Entrar en el terreno de las identidades implica comprender que existen configuraciones estructurales y objetivaciones (relaciones sociales, artefactos o instituciones); pero también, costumbres, rituales, mitos, reglas y códigos para dar significados (DE LA GARZA, 2010).
En suma, bajo esta consideración en este trabajo partimos de que las identidades y acciones colectivas no son un fenómeno unitario e integrador sino un resultado de las formas en las que se expresan viven y relacionan los sujetos sociales (MELUCCI, 1999). Así, las identidades y acciones colectivas, como plantea Inés Montarcé, implican la formación de configuraciones subjetivas que en algunos casos se construyen en contextos de conflicto, por tanto, pueden tener un papel fundamental en la movilización colectiva, o bien, ser resultado de la vivencia de procesos organizativos que pueden tener orientaciones transformadoras de distintos tipos: sociales, políticas, simbólicas, culturales (MONTARCÉ, 2015).
Por tanto, partimos de que las identidades y acciones colectiva no son sólo una serie de datos objetivos sino más bien la selección, jerarquización y operación simbólica de rasgos sociales que objetivamente operada de los individuos sobre la imagen que cada quien tiene de
<<sí mismo>> en el proceso de interacción (GIMÉNEZ, 1992: 187). Las identidades emergen y se afirman en la confrontación con otras identidades en el proceso de interacción social. Es así que la propuesta de estudio sobre identidades y acciones colectivas que guía este trabajo está encaminada a comprender que éstas son el valor central en torno al cual cada individuo organiza su relación con el mundo y con los demás sujetos, en el sentido del «sí mismo» sobre el cual los sujetos deciden su acción (GIMÉNEZ, 1997).
También, el surgimiento de las identidades supone una continuidad de las relaciones
sociales en la vida del individuo. Por tanto, las identidades colectivas no planean sobre los individuos si no que resulta del modo en que los individuos se relacionan entre sí dentro de un grupo o de un colectivo social en un proceso activo y complejo históricamente situado y resultante de conflictos y luchas (GIMÉNEZ, 1992). De este modo las acciones colectivas pueden surgir de identidades difusas “aglutinadas por un evento colectivamente impactante en el sentido subjetivo y en el propio movimiento darse decantaciones y asimilaciones difíciles de concebir en la vida cotidiana la identificación de amigos y enemigos, formas de lucha, demandas, organización y proyecto” (DE LA GARZA, 2010b: 95).
Así, tanto las identidades como en las acciones colectivas involucran un conjunto de procesos sociales, representaciones y orientaciones para la acción, de significación y comunicación, donde se ponen en juego: la articulación de símbolos en diferentes niveles; la producción de sentido, representaciones y visiones del mundo; la interpretación, el reconocimiento o interconocimiento social; y los dispositivos de poder involucrados en dicho proceso (GIMÉNEZ, 2005).
Entrar en el terreno de estudios de las identidades y acciones colectivas implica comprender que existen configuraciones estructurales y objetivaciones (relaciones sociales, artefactos o instituciones); pero también, costumbres, rituales, mitos, reglas y códigos para dar significados (DE LA GARZA, 2010b). Y, a su vez, éstas involucran elementos culturales entendidos como el conjunto de hechos simbólicos y como los significados históricamente trasferidos, conferidos e involucrados en el actuar de un sujeto social (GIMÉNEZ, 2005).
Por tanto, en las nociones sobre identidades y acciones colectivas pueden “considerarse como una forma o un espacio específico de subjetividad que adquiere una estabilidad dinámica y que refiere a un sentido de pertenencia colectivo, a la conformación de un nosotros imaginario, y la movilización de códigos comunes, la posibilidad de pasar de la primera persona del singular a la primera del plural en determinadas situaciones” (RETAMOZO, 2010: 110).
Con dichas bases como guía en esta investigación se ha planteado como objetivos: a) ubicar los aspectos desencadenantes del proceso de organización sindical de los despachadores de gasolina; b) reconstruir y definir los elementos que permiten explicar cómo se construyó y qué es lo que ha permitido que se mantenga la identidad y los espacios para las acciones colectivas despachadores de las gasolineras afiliados al STRACC.
Nos interesa conocer los motivos y causas que llevaron a los despachadores de gasolina a organizarse en un sindicato por los que no tenemos la intención reducir las explicaciones sobre la sindicalización a cuestiones estructurales, tales como: análisis de clase social o las malas condiciones de trabajo. Así, la propuesta teórico-metodológica parte de intentar reconstruir la totalidad del caso, lo que implica comprender que:
la realidad tiene una dimensión de sentido, entendido éste como códigos acumulados con el fin de construir significados concretos para la situación concreta. El sentido no es simplemente lo que expresa a otra realidad, sino un nivel de ésta; de tal forma que en la explicación de un fenómeno resulta vital el ámbito de cómo se construyen los significados que guían la acción. De esta manera, la experiencia y el dato empírico no son simplemente el reporte de lo dado, sino la propia interacción entre sujeto y objeto; el dato está siempre subjetivado en un contexto objetivado y sobre el mismo influyen tanto la teoría como los significados del investigador y de los sujetos investigados (DE LA GARZA, 2012a: 235).
La totalidad adquirirá la forma de articulación entre las áreas de relaciones sociales a través de conceptos ordenadores (DE LA GARZA, 2012a). Por lo tanto, una parte fundamental de la investigación es plantear una distinción entre “cuáles son los elementos articulados y cuáles son los elementos articulantes, pero desde el ángulo de naturaleza de los sujetos que ocupan espacio delimitados por la articulación por niveles” (ZEMELMAN, 2012: 89). Así, la investigación implica categorías analíticas y conceptos ordenadores que integran el corpus teórico, al cual, no se le debe ver de manera rígida ya que éstos no tienen un contenido único sino muchos contenidos y/o posibilidades de contenidos (ZEMELMAN, 2011).
De esta forma, el pesar epistémico -con el que deseamos construir esta investigación- más que usar las concepciones teóricas como esquemas de análisis comparativo buscará utilizar a éstas como guía heurística que nos permita “colocarnos frente a la realidad que pretendemos estudiar” (ZEMELMAN, 2011). Para realizar esta investigación tomamos dos referencias sobre como pensar la teoría y construir el conocimiento.
El primero se relaciona con el método concreto-abstracto-concreto que implica la construcción de la teoría en dos etapas: la de investigación y la de exposición (DE LA GARZA,
1988). Donde, como alternativa al método hipotético-deductivo, la construcción de teoría se ve como un proceso en el que se pueden encontrar y reconocer discontinuidades y conflicto con el objetivo construir el conocimiento y entender la realidad, más no de justificar o de comprobar hipótesis. Por tanto, en esta perspectiva, el concepto central es el de la reconstrucción de la totalidad concreta entendida como “la reivindicación del sujeto o mejor dicho del concepto de sujeto-objeto que sintetizaba estructura, subjetividad y acción” (DE LA GARZA, 2012a: 232).
El segundo referente sería la perspectiva configuracionista entendida como una red de relaciones entre conceptos que parte del análisis de la situación concreta, donde la subjetividad puede reconocer la discontinuidad, la incoherencia y la contradicción; la identidad es entendida como forma específica de subjetividad en tanto sentido de pertenencia colectiva, con signos compartidos, su memoria colectiva, sus mitos fundacionales, su lenguaje, su estilo de vida, sus modelos de comportamiento y en niveles superiores sus proyectos y enemigos compartidos; donde se pueden aceptar que la pregunta sobre identidad implica especificar para qué espacios de acción (DE LA GARZA, 1998:87).
Así, la articulación teórico-metodológica para la investigación sobre identidades y acciones colectivas de los despachadores de gasolina en espacios de trabajo parte de hacer una reconstrucción ¿cómo se ha puesto en juego las estructuras y subjetividades -experiencias y vivencias- en el trabajo, proceso de trabajo y relaciones laborales de los despachadores de gasolina?
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Notas
1 Tanto Enrique de la Garza como Raúl Nieto hacen interesantes señalamientos sobre la concepción que se tenía del trabajo al subrayar que: a) el marxismo estructuralista había dado una concepción muy cerrada sobre el trabajo al dejar fuera la compresión de este como una relación social; b) desde la teoría marxista se había descuidado a la subjetividad como aspecto clave inmerso en las relaciones de trabajo (DE LA GARZA, 2012; NIETO, 2016). Ambas aportaciones nos llevan a pensar el trabajo en un sentido más amplio.
2 El STRACC es un sindicato con jurisdicción en la Ciudad de México que agrupa principalmente a trabajadores de sector servicios, entre ellos despachadores de gasolina y trabajadores de casas comerciales y oficinas de la central de abastos (FAT, 2012).