Formas simbólicas y procesos ideológicos de la narcocultura: Un acercamiento al mundo narco con jóvenes de Tepic, Nayarit


Symbolic forms and ideological processes of narcoculture: An approach to the narco world with young people from Tepic, Nayarit


Diego Armando Hernández Cruz1


Resumen: Se presenta un avance del trabajo de investigación, que tiene por objetivo dar una aproximación a las formas simbólicas y los procesos ideológicos, entendidos éstos como la interiorización y exteriorización de la cultura respectivamente. Con ello se puede entender que las ideas, opiniones, valores y formas de comportamiento de los jóvenes van siendo enfocados a la idealización del mundo de vida narco a partir de la difusión y el gusto del fenomeno llamado narcocultura.


Abstract: An advance of the research work is presented, which aims to give an approximation to the symbolic forms and ideological processes, understood as the interiorization and externalization of culture respectively. With this, it can be understood that the ideas, opinions, values and forms of behavior of young people are being focused on the idealization of the narco life world based on the diffusion and taste of the phenomenon called narcoculture.


Palabras clave: Narcocultura; jóvenes; narcotráfico; formas simbólicas; procesos ideológicos


El presente trabajo tiene por objetivo dar una aproximación a las formas simbólicas y los procesos ideológicos en la narcocultura, para determinar su relación con las formas de comportamiento, ideas, opiniones y construcción de valores que por un lado se interiorizan pero por otro se exteriorizan y se expresan socialmente en sectores sobre todo juveniles, específicamente con jóvenes que se encuentran en actividades ilegales como el narcotráfico y la manera en que la narcocultura influye o no en su actividad cotidiana y su “profesional” en la ciudad de Tepic.

La investigación se encuentra aún en proceso de construcción, sin embargo se pueden apreciar las bases teóricas con las que se realiza dicho trabajo. Basado en estudios sobre juventudes,


1 Estudiante del Doctorado en Ciencias Sociales de la Universidad Autónoma de Nayarit; líneas de investigación en Estudios Culturales, Narcotráfico y Juventud; contacto: di3gohdz@gmail.com

cultura, ideología y formas simbólicas se discute para tratar de comprender el comportamiento, pensamiento, acción y reflexión que al interior de la juventud de Tepic Nayarit, hoy expuesta en una guerra contra el narcotráfico se desarrolla.

Para ello, no sólo se realiza una revisión conceptual sobre los autores que hablan sobre el fenómeno de la narcocultura en México, sino también se ha tenido acceso hasta el momento con un joven sicario o asesino a sueldo originario de Tepic, Nayarit. Mediante una entrevista semiestructurada realizada en diciembre del 2017, el joven quien omito su nombre por razones de seguridad, describe la manera en que incursionó en la actividad delictiva a la edad de 15 años, sus gustos culturales, sus creencias religiosas y la manera en que afronta su situación día con día. Por último, se vierten algunas ideas a manera de conclusión a partir de la información vertida en la entrevista y la construcción de categorías e indicadores que se fueron construyendo a partir de la revisión teórico conceptual.


Cultura, jóvenes y pistolas

Llama la atención que el narcotráfico siendo ilegal en México, la narcocultura no lo sea, aunque algunas radiofusoras en el país, han prohibido la reproducción de música ligada a estas temáticas propias de la violencia y el crimen organizado en México, sus detractores mencionan que este tipo de expresiones artísticas hacen apología a la violencia e incitan a quienes gustan de este tipo de cultura a tomar partido o afinidad con algún cartel o capo de la mafia. Ante tal ilegalización, los consumidores culturales han encontrado nuevas rutas de acceso a los temas más sanguinarios y controversiales. Estos temas se pueden escuchar y también ver debido a la infinidad de producción musical y de videos que se realizan ya entrado el siglo XXI; la violencia explícita e imágenes sanguinarias son mostradas en canales de videos, donde se muestran de manera constante y presuntuosa artículos de lujo como mansiones, autos deportivos, armas de alto poder, y también droga, alcohol y mujeres.

Esta expresión cultural que se da sobre todo en México y en los estados fronterizos de los Estados Unidos, representan una mezcla con la cultura popular mexicana, porque retoma la música de norteño o acordeón, o la tambora muy particular del estado de Sinaloa, la vestimenta de botas y sombrero, pero también reproducen elementos de la cultura del hiperconsumo capitalista como las joyas, los autos lujosos, ropa de diseñador, inclusive los valores y la idiosincrasia de exclusividad,

exclusión y poder características de este tipo de sociedades.

En el caso de los jóvenes, entender los procesos por los cuales transitan desde el punto de vista social, permite resignificar a los sujetos no sólo por sus características etarias, físicas, biológicas o psicológicas, sino más bien a partir de las relaciones sociales que se establecen con el mundo adulto y entre otros sectores juveniles. Muchos jóvenes se refugian en procesos culturales no hegemónicos para situarse en una esfera no institucional, sin embargo, no se desprenden del todo de la cultura madre, o la cultura central, sino más bien retoman algunos aspectos de ésta y la reconfiguran a partir de escenarios violentos propios de una guerra entre carteles de la droga y los cuerpos de seguridad nacional. Estos escenarios han sido descritos sobre todo en canciones o en producciones televisivas que muestran las condiciones en las cuales se erigen las sociedades violentas del México contemporáneo.

Parece ser que al igual que el narcotráfico y su ilegalidad, la narcocultura genera espectros reflexivos en los jóvenes, donde la búsqueda de elementos que reafirmen su posición anti institucional o fuera de la ley va ligada al respeto, reconocimiento y admiración de grupo por parte de quienes quieren mostrarse socialmente y expresar algo, ya sea en la forma de vestir, de hablar, de preferir cierto tipo de música, pero sobre todo de posicionar una idea, una acción o una opinión sobre el fenómeno del narcotráfico.

Cabe señalar que el joven no es un constructo homogéneo, éste va tomando conciencia de sí, cuerpo identitario que se relaciona según las condiciones, espacios y circunstancias con otros jóvenes. Como asegura Berger (2008) los jóvenes a pesar de su edad cronológica mantienen características específicas, tienden a ser impulsivos, irreverentes, espontáneos, enérgicos, intensos, exploradores, aventureros, vivaces y carentes de todo respeto, son buscadores de acción en vez de tener una rutina estable. En tal sentido, se puede decir que el joven no se puede observar solamente desde una condición biológica, sino más bien desde una perspectiva social que incluye relaciones de poder, económicos, políticas, religiosos o familiares que van construyendo al ser joven.

Para Domínguez (1994) existe una situación de exclusión en la sociedad mexicana, en los jóvenes se orienta a la anti-institucionalización que va desde la familia hasta problemas con la inserción al medio laboral, el abandono escolar, o incluso la precarización en el trabajo sólo por la condición juvenil. El resultado de esta exclusión, se expresa en acciones o expresiones destructivas y autodestructivas en los jóvenes con en el incremento de la violencia, el alcoholismo, la

drogadicción y la inserción a las actividades de riesgo como las pandillas o las actividades ligadas al narcotráfico.

La pobreza, el desempleo, la precarización laboral, la deserción escolar, la disminución del presupuesto a educación como referente potente de movilidad social, la informalidad, la disparidad del ingreso entre ricos y pobres, la migración por motivos económicos o de seguridad, son elementos centrales que funcionan como candados que estrechan las alternativas de los jóvenes (Valenzuela 2012). En tal sentido, una buena parte de la juventud ven en las actividades delincuenciales una salida inmediata a las condiciones de precarización y desempleo en las que se encuentran.

Cabe señalar que la exclusión o las condiciones de explotación no son el único camino para entender la dinámica por la cual transitan los jóvenes en la búsqueda de mejores condiciones de vida. Las actividades de riesgo como las pandillas o las diferentes y variadas actividades que ofrece la empresa del narcotráfico son una opción viable al menos el caso mexicano. Entrado el siglo XXI una nueva generación de jóvenes profesionistas, graduados incluso en las mejores universidades de los Estados Unidos o México, expertos en finanzas, administración de empresas, mercadotecnia y publicidad, han roto el paradigma de que sólo los jóvenes explotados y precarizados laboralmente son los que buscan actividades delictivas o de riesgo; los llamados narcojuniors están ingresando al negocio del narcotráfico. Son hijos de capos, empresarios, funcionarios públicos, y están siguiendo los pasos de sus padres, amigos o familiares, no tan sólo para seguir la ruta del dinero, sino también por la búsqueda de reconocimiento, admiración o respeto, y en muchos de los casos estos elementos no materiales se ven reflejados en prácticas culturales para idealizar alguna hazaña, o un personaje en particular.

Es necesario por tanto, analizar a la juventud en sus prácticas culturales, porque es ahí donde se establecen “espacios de libertad”, entendidos éstos como los espacios donde se sienten incluidos a grupos, en este caso culturales. Se trata de analizar la relación que se establece entre los jóvenes, la narcocultura y la manera en que ésta puede incidir en la construcción del ser joven, sus ideas, sus prácticas, acciones y hasta motivantes que influyen en sus prácticas cotidianas y la manera en que construyen su realidad. A partir de ello, es necesario visualizar las formas simbólicas que se interiorizan en el imaginario del sujeto, y que sirve como fórmula para la acción, en este caso expresada en los procesos ideológicos que acuerpan algunos elementos de la narcocultura ligados

al narcotráfico y las sociedades de consumo. Estos procesos se pueden externalizar a través de prácticas sociales como la forma de vestir, el lenguaje, el comportamiento, las ideas, las opiniones o el consumo de productos como música, teleseries, videos musicales y películas, entre otros.

En palabras de Córdova (2012), la construcción del mundo de vida narco es idealizada por buena parte de la sociedad juvenil en México, a partir de elementos culturales y mediáticos que externalizan, visibilizan y catapultan formas simbólicas como la riqueza, el poder y el éxito inmediato, los cuales sólo son posibles adentrándose en dicha actividad de riesgo. Estos elementos son apropiados y reinterpretados en buena parte de la juventud ya sea porque narran sucesos y acontecimientos de violencia en México, o porque se sienten identificados con personajes que están fuera de la ley y luchan contra el gobierno, esta idea del Robin Hood mexicano, se convierte en un proceso aspiracional de vida.

Llama la atención un estudio realizado por la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso), cuando a los jóvenes se les preguntó con qué profesión se sienten identificados, los resultados más altos demostraron que narcotraficantes y sicarios, por encima de profesiones como profesor, policía, militar o empresario. La investigación fue realizada en ocho Estados de México como Baja California, Chihuahua, Colima, Durango, Estado de México, Guerrero, Tabasco y Tamaulipas. El 23% de los jóvenes entrevistados dijeron que a ellos, sus amigos o personas de su edad les gustaría parecerse a los narcotraficantes o sicarios. A estas preferencias les siguió la de ser empresario con un 17%, profesor con un 12.4%, policía o militar con un 10.7% y la menos popular, funcionario de gobierno con el 4.4%, (Santa Cruz Carrillo, 2013).

Surgen reflexiones en la manera en que los jóvenes se están visualizando ante la falta de empleo y oportunidades de estudio truncadas. Aunque no sólo estos factores pueden incidir, muchos jóvenes de clase media o acomodada en el país se sienten narcos, o quisieran ser como los narcos, o como menciona Córdova (2012: 226) es “la “fascinación” de los placeres y la vida deslumbrante de “los mafiosos””. Por su parte, el estudio realizado por Subsecretaría de Prevención y Participación Ciudadana Federal en la zona serrana del estado de Chihuahua presentó que el 90% de los jóvenes encuestados consideran que su ideal de vida es ser “motero” quien trabaja con la “mota”, término conocido en México a la mariguana, o también quisiera ser capo, debido a que es sinónimo de “vivir bien” (González, 2017). Se menciona que los jóvenes entrevistados entre 17 a 20 años aspiran a tener respeto entre la comunidad, tener una troca (camioneta) y cargar un cuerno

de chivo (Ak-47).

Ante ello existe una tendencia en el cual existen procesos ideológicos y formas simbólicas que están siendo apropiadas y resignificadas por los jóvenes que gustan de la narcocultura, modificando ideas, opiniones, valores y comportamientos que se reflejan en las actividades cotidianas de este sector de la población. Por ejemplo, existe una empatía por los artistas de narcocorridos, sobre todo en sus videos musicales, personificando matones, o grandes capos que visten a la moda, usan joyas, andan en carros deportivos, muestran armas con incrustaciones de joyas o chapeadas en oro, incluso algunos videos se muestra como inhalan cocaína, beben cerveza o whisky, se hacen acompañar de mujeres jóvenes y exuberantes en sus atributos físicos. En los videos generalmente se muestran ranchos muy grandes o fincas con caballos.

Como lo afirma Nery Córdova:


Los mecanismos impuestos o aprendidos por las necesidades de sobrevivencia y la reproducción como células y moléculas de poder, enfrentadas entre sí y contra la legalidad del sistema, obligó a los grupos del crimen organizado a construir un soterrado esquema de pautas de comportamiento. Se trata de una representación ideológica, formalizada y sistematizada, de la desviación. Se sintieron exigidos por la dinámica sorda, clandestina, corrosiva y perturbadora de sus acciones —y en el entorno de sus creencias, fábulas, justificaciones, costumbres y hábitos—, a delinear sobre la marcha un transgresivo sistema ideológico particular, sui generis, que ha conformado su propia escala de valores, directrices y reglas no escritas. (Córdova, 2012: 226)


Tal parece que esta escala de valores propios del narcotráfico, se fueron reflejando en las diversas expresiones culturales como la música, las novelas, las teleseries, la moda, la arquitectura, el consumo suntuario, las prácticas y creencias religiosas, el lenguaje, incluso en las historias orales de la población. Estos elementos que se les puede relacionar con formas simbólicas, expresan riqueza, poder, religiosidad, respeto, inteligencia, audacia, astucia, valentía, honor entre otros y están presentes en la música, los videos, las teleseries y toda producción cultural ligada a la narcocultura. Las formas simbólicas se interiorizaron en el imaginario colectivo e individual de los sujetos, reafirmando expectativas de vida, éstas ligadas al mundo de lujo y placeres, que sólo el

narcotráfico puede dar. Ante ello, jóvenes que quieren ser narcos, que aparentan ser narcos, que hablan el lenguaje de los narcos, que imitan a sus artistas favoritos, cargando armas de juguete, cubriéndose el rostro, o aspirando cocaína reflejan los procesos ideológicos que en la práctica se exteriorizan socialmente.

En este trabajo se retoma el concepto de narcocultura como un constructo social, que deberá considerar factores de poder, simbólicos, ideológicos e identitarios, donde la participación de las industrias culturales toma relevancia en la definición del ser joven y de sus prácticas cotidianas en la sociedad contemporánea. La narcocultura por tanto se convierte en el puente entre el “mundo oscuro”, poco visible e ilegal del narcotráfico con respecto a la sociedad cada vez más ávida de información sobre los acontecimientos, digamos con un alto grado de morbo sobre las temáticas del narcotráfico, sus hazañas, contiendas, estilos y formas de vida, que con el paso del tiempo se convierten en historias, mitos y relatos populares cotidianos.


Formas simbólicas en la narcocultura

Thompson (2002) menciona que las formas simbólicas son acciones, expresiones y textos, construcciones significativas que requieren una interpretación de los investigadores para acercarse de mejor forma al fenómeno de estudio. Para efectos de este trabajo estos procesos repercuten en la naturalización e idealización de la actividad del narco en diversos sectores de la población. Algunos autores señalan que las formas simbólicas se interiorizan dentro del sentido común del individuo o colectivos y se refleja en sus ideas, opiniones, valores, actitudes y comportamientos expresadas en la cotidianidad social (Valenzuela, 2003; Córdova, 2012; Wilches 2014; Sosa 2014;

Alba, 2015).

Por otro lado, la última fase dentro de los estudios de la cultura se encuentra la simbólica, iniciada por Geertz en los años 70s, menciona que la concepción simbólica de la cultura vino a interiorizarla en los sujetos. Esto quiere decir que ya no sólo se basa en la versión antropológica de la cultura sino más bien adentrándose al pensamiento humano y su relación con las formas simbólicas que al igual que la cultura, no viven de manera abstracta sino como menciona Giménez (2007) existen en mundos culturales concretos que implican una referencia a contextos históricos y espaciales específicos.

Por tanto, la cultura se concibe como una dimensión analítica de la vida social aunque

relativamente autónoma, regida por una lógica semiótica propia, a diferencia de las dimensiones económicas o políticas, sin embargo no se deja de lado las relaciones de poder que dentro del marco cultural existen y se profundizan.

Para Giménez (2007) la cultura es entonces un conjunto de hechos simbólicos presentes en una sociedad, es un proceso de continua actualización y trasformación de modelos simbólicos a través de la práctica individual y colectiva en contextos históricamente específicos y socialmente estructurados.

Geertz menciona que (2003: 51) “la cultura se comprende mejor no como complejos de esquemas concretos de la conducta (costumbres, usanzas, tradiciones, conjuntos de hábitos) como ha ocurrido en general hasta hoy, sino como una serie de mecanismos de control, (planes, recetas, formulas, reglas, instrucciones) que gobiernan la conducta”. Por tanto, el hombre depende de esos mecanismos para ordenarla.

Giménez (2007) realiza una diferenciación en la manera en que se ha estudiado la cultura, por un lado, menciona las formas exteriorizadas, éstas pueden ser las prácticas, los rituales, es todo aquello que se refleja en la acción. Geertz (2003) por su parte les llama “modelos para”; mientras que las formas interiorizadas de la cultura son “modelos de” y se relacionan con lo simbólico, definen y caracterizan la ideología, los conocimientos mentales, los esquemas cognitivos en el cual un grupo de personas internalizan la cultura y la van jerarquizando en pautas de significado.

Por otra parte, las prácticas culturales ligadas al narcotráfico adquieren un sentido de pertenencia en diversos sectores sobre todo juveniles. Córdova (2012) argumenta que todo ello proviene de los estratos delictivos, que se amplían y dispersan en un mundo globalizado que “han generado y segregado un modo simbólico de percepción ideológica y cultural que ha contribuido para plasmar las justificaciones y los artificios morales de su autolegitimación” (Córdova, 2012: 226).

Una de las formas simbólicas más ilustrativas de la narcocultura son los ritos de corte religioso. Mailhold (2012) señala que esta expresión se usa muchas de las veces para la protección del narcotraficante. Es Jesús Malverde, a quien se le considera el santo de los narcos, sobre todo en el Pacifico mexicano, ante ello Córdova (2012: 221) menciona que “El símbolo cristaliza y sacraliza a la fuerza y al poder de la transgresión y la desviación social”.

Mailhold (2012) agrega que la narcocultura tiene diversos elementos simbólicos, es una

cultura popular que otorga sentido de lealtad. Esto se puede observar en diversos trabajos musicales, donde se resalta la fidelidad de un grupo o cartel elevándolo a grado de familia entre sus miembros. Es un producto de la modernidad capitalista donde antepone el consumo en la idea de que éste te hará “libre”, te dotará de prestigio, status social y respeto. Se puede decir que en la sociedad capitalista, las personas son medidas no por sus capacidades intelectuales o afectivas, sino por su nivel adquisitivo y de consumo.

La narcocultura rescata el valor suntuario de las mercancías exponiendo autos de último modelo, casas, aviones, animales exóticos, joyas, ropa de marca, en diversas muestras artísticas ya sea en canciones, videos, fotos, series o películas como parte del éxito o de las “bondades” que deja la actividad del narcotráfico.

Mailhold (2012) afirma que la narcocultura es premoderna por sus valores de compadrazgo, y posmoderna porque exalta el vivir el momento, consumir al máximo y gozar el presente a costa de todo. Por ello se entiende la famosa frase que se convierte en consigna de quienes entran al mundo del narcotráfico: “es mejor vivir tres años como rey que toda la vida como buey”.

La narcocultura se enorgullece del machismo, tal vez por ello es que en México, tiene gran eco y resonancia dado la composición del sistema patriarcal en nuestra sociedad. En el caso de la mujer puede tener diversos tipos de participaciones: por un lado la mujer trofeo o la mujer mercancía quien es usada para fines estéticos o sexuales dentro de la narcocultura, pero también está la mujer emancipada que puede salir adelante incluso en el mundo del narcotráfico gobernado por hombres. Las telenovelas como Rosario Tijeras o La Reyna del Sur, plasman estas posibilidades, dotar a las mujeres de éxito económico, respeto y reconocimiento social en un mundo construido por hombres y pistolas.

Los medios de comunicación a partir de la apropiación de las temáticas relacionadas al mundo del narcotráfico, decodifican para sus fines comerciales, su aspecto, ideas y valores de dicha actividad, el morbo como la llave para desarrollar dichas producciones. Se puede observar al narcotraficante apuesto y adinerado en las teleseries, en el cual puede poseer cualquier mujer ya que cuenta además de sus atributos físicos, el poder que le da el dinero y las armas. De esta manera se puede entender que la narcocultura no es un concepto estático que expresa las narrativas del mundo narco, sino que se adecua a la idiosincrasia de la sociedad mexicana o latinoamericana, modifica y traslada al consumidor en diversas formas simbólicas, entre ellas el éxito, el poder y el

placer.

Ricardo Legarda en el diario La tribuna (2015), argumentó que las narconovelas

contribuyen a la idealización y aspiración de convertirse en narcotraficante entre los jóvenes de la clase baja, estos productos transmiten que existe una vía más fácil para conseguir dinero y poder. Se les propicia con ello, aspiraciones, anhelos y deseos del estilo de vida propio de los narcotraficantes (Tribuna, 2015: 13) “no que aspiraran a ser narcotraficantes, sino lo que está de fondo, la economía y el poder todo ello bajo un mensaje claro de que para tener lo que quiero se vale hacer de todo, aunque se trata de destruir, quebrantar o asesinar”.

Para efectos de este trabajo las formas simbólicas son elementos tanto físicos (autos, armas, joyas, ropa), individuos (héroes, artistas, sicarios) y objetos abstractos (respeto, reconocimiento, valentía) por citar algunos, que se interiorizan en el sujeto, expresando algo de manera figurada y poco directa, pero que sin embargo posibilitan y fortalecen la construcción de identidades e imaginarios colectivos, crean expectativas, idealizan y van caracterizando al sujeto a partir de una práctica cultural.


Procesos ideológicos

Se puede decir que la narcocultura crea valores, ideas, opiniones y comportamientos, muchos de ellos relacionados a un pensamiento o ideología, que en términos de Hall (2010) deja tras de sí un sentido común en la población, y éste se convierte en pensamiento popular un “buen sentido”. Se puede entender entonces que la narcocultura está siendo aceptada o al menos identificada no sólo por sectores juveniles afines a esta expresión, sino también por grandes sectores de la población que aunque no gusten de dichas expresiones culturales, las identifican y reconocen canciones, artistas de televisión, cantantes, accesorios o símbolos.

Thompson (2002) afirma que la ideología en los tiempos de los medios de comunicación, está profundamente moldeada por la difusión de las formas simbólicas a través de éstos mismos. El autor advierte que el significado trasmitido de manera simbólica sirve para establecer y sostener relaciones de dominación y por tanto reafirmar relaciones de poder. Se puede agregar que en el caso del narcomundo, estas relaciones de poder se establecen bajo dos aspectos: por un lado la violencia que ejercen los cárteles de la droga y el poder de fuego de los mismos; y por otro las relaciones de dominación que se pueden establecer en la narcocultura, siendo muchas de las veces

el dinero, el medio con el cual se transita hacia el poder.

Tomando de referencia que en las sociedades capitalistas el dinero todo lo compra, es éste el que se expone como fórmula de éxito mediante el hiperconsumo. De esta manera algunos elementos simbólicos que emergen a partir de la narcocultura se tienen que ser visibles y ostentosos ante los ojos de la sociedad.

Siguiendo la dinámica de la ideología, menciona Van Dijk (1980) que ésta trastoca los aspectos más relevantes de la vida social como la escuela, la cultura, la religión, la política y el arte. Mantiene una doble función en el mensaje, una es la información contenida, y la otra es la información procesada en el receptor. El esquema planteado por Van Dijk (1980) menciona que la ideología pasa por un cierto tipo de escalas iniciándose en las ideas, posteriormente éstas ideas se convierten en opiniones, a su vez son recreadas a partir de un sistema de valores que repercute en comportamientos. Para fines de este trabajo, se tomará de referencia este planteamiento para ligarlo con los aspectos que tienen que ver con la narcocultura y la manera en que este proceso de cognición es asimilado en los sujetos jóvenes.

Las actitudes organizan y clasifican la información cognitiva. Es entonces, la ideología para Van Dijk (1980) más que un aparato al servicio del poder, es quien organiza nuestros pensamientos y acciones en la vida diaria, en la vida cotidiana, es un instrumento para interpretar el mundo y para vivir en él.

En el caso de Wolf (2001) la ideología son configuraciones o esquemas unificados que se desarrollan para ratificar o manifestar el poder. Para Geertz (2003) ésta tiene una explicación moral, sostiene a los individuos frente las tensiones de la vida permanente, ya al negarlas directamente o a legitimarlas en términos de valores superiores. Se puede decir que la narcocultura tiene características ideológicas dada su construcción moral de valores, su explicación del mundo, las creencias que en ella se desenvuelven, las actitudes que se forman los que con ella conviven, pero además de una justificación tanto de la actividad delictiva como de la producción de la narcocultura, en la primera refieren que es una actividad empresarial, y en la segunda que es parte de la cultura popular mexicana.

En este caso los procesos ideológicos se pueden entender como la externalización de las formas simbólicas, en el sentido de su práctica. Después de asimilar e interiorizar las formas simbólicas, se hace necesario hacerlas visibles, para ello las ideas conforman un puente ideológico

en constante construcción y reflexión, donde son elaboradas en opiniones del propio sujeto, y éstas a su vez van construyendo un grupo de valores que le dan sentido al comportamiento, sobre todo en espacios públicos.


Violencia y narcotráfico en Nayarit

En el estado de Nayarit la violencia llegó a las calles, según un portal de noticias locales llamado Nayarit en Línea (Tello, 2010), se registraron para el año del 2009, 197 muertes relacionadas con el narcotráfico. Por su parte en el año 2010 la cifra incrementó a 382 siendo 30 de ellas víctimas inocentes acaecidas en el fuego cruzado. Todo empezó en una de las principales avenidas de la ciudad de Tepic, donde camionetas baleadas, cuerpos en el asfalto y heridos siendo trasladados, pero sobre todo una psicosis en la ciudad, sería el inicio de una guerra por el control del territorio entre los grupos del Cártel de Sinaloa y los Beltrán Leyva.

El año 2011 fue el año con mayor número de muertes, se registraron 587 homicidios, mientras que para el año 2012 hubo 283 muertes. Para el año 2013 hubo un reajuste de las bandas del narcotráfico, entre los Beltrán Leyva y el Cartel de Sinaloa, siendo los primeros quienes se quedarían con el mercado local de la droga o también conocida como la “plaza”, (Loera, 2014).

En el caso de Tepic, los hechos de violencia entre cárteles en las calles, causaron en la población un temor generalizado; las personas ya no salían de sus casas a realizar su actividad rutinaria por temor de que quedase en medio de una contienda entre bandas rivales; al igual que muchos comercios tuvieron que cerrar, no solamente por los enfrentamientos entre grupos rivales a plena luz del día, sino también por el incremento de secuestros y extorsiones contra la población, (Loera, 2014).

Si bien la violencia fue disminuyendo, habría que decir que la paz narca tenía consecuencias, con la llegada de nuevo gobierno de extracción priista Roberto Sandoval Castañeda y de su mano derecha quien posteriormente fuera el fiscal de Nayarit Edgar Veytia lograron pacificar el territorio. Sin embargo, historias de despojo, torturas, desapariciones, vejaciones, encarcelamientos y robos por parte de autoridades y su brazo armado la Policía Nayarit era de todos conocidos.

La violencia nunca se fue en su totalidad del territorio nayarita, tan es así que en medidos nacionales e internacionales trasmitían imágenes sobre las operaciones de la Marina en contra del

llamado H2, quien dirigía la plaza y quien era parte del grupo de los Beltrán Leyva. En el caso del H2 su muerte se hizo tan popular en febrero del 2017 debido a la manera en que fueron ejecutados por las fuerzas federales disparándoles desde un helicóptero de la Marina, esta acción miliar fue grabada por un usuario de las redes sociales en el cual en algunos minutos ya era trending topic a nivel mundial. Un mes después de la muerte del H2, era detenido en los Estados Unidos Edgar Veytia por producción y tráfico de droga. Algo que a la postre sería una de las ultimas muestras fehacientes del gobierno de Sandoval y su coalición con los grupos del narcotráfico en Nayarit.


Narcocultura en Nayarit

Actualmente no existe un concepto de narcocultura que permita entender la dinámica de este fenómeno a profundidad, muchos trabajos se han quedado en un orden descriptivo de las prácticas culturales, sin embargo hay indicios para suponer que las formas simbólicas proveen esquemas ideológicos que sostienen las prácticas de riesgo dentro del mundo del narcotráfico, las cuales se trasladan a las expresiones artísticas creando puentes de difusión del mensaje narco en diversas canciones, su estilo de vida, los riesgos, las contiendas. Las historias de vida de éxito o tragedia son sinterizadas en varios trabajos artísticos o televisivos, mostrando una parte de las condiciones materiales de la realidad y contexto mexicano.

Si bien existen diversas aportaciones sobre todo de orden periodístico, fueron poniendo nombre y apellido a las narrativas y expresiones musicales ligadas al contrabando de droga. En el orden académico, fueron tomando lo que la prensa relataba y esquematizándolo de tal manera que el término de narcocultura se encaminó a ligarlo con acciones culturales, expresiones artísticas y la difusión o producción mediática de las industrias televisivas y musicales.

Por tanto, la narcocultura crea representaciones e imaginarios sociales, muchas de las veces vinculados a anhelos y simpatías individuales y sociales. Su poder como generador de formas simbólicas le ha permitido crear procesos que van desmitificando al narcotraficante, quien pasa de un hombre violento o delincuente, a un individuo que ayuda a la población, exitoso económicamente y dotado de un poder que sólo el narcotráfico le pudo dar.

Hernández (2015) menciona que cerca de un millón de personas actúan directa o indirectamente en la actividad del narcotráfico, esto lleva a pensar la capacidad del narcotráfico en México. Sin embargo, en el caso de la narcocultura aún no se tienen datos precisos sobre el

consumo de estas expresiones culturales, pero se pueden crear algunas estimaciones; por ejemplo, Alfredo Ríos, mejor conocido como El Komander cantante de narcocorridos, tiene más de 11 millones 200 mil seguidores en sus redes sociales, cerca del 12 por ciento de la población total en México.

En Nayarit este artista se ha presentado en dos ocasiones en la ciudad de Tepic, la primera fue el 1 de junio del 2014 en la Plaza Monumental de don Antonio; y la segunda, fue el 5 de septiembre del 2015 en el Auditorio de la Gente, espacio construido y administrado por el gobierno estatal de Nayarit.

En canciones como Mafia Nueva, del año 2010. Se puede leer entre líneas el destino prescrito que tienen algunos jóvenes para enlistarse en el narcotráfico: pueden iniciar desde los 13 años, manipulando armas, siempre enfocados en la obtención de los bienes de lujo y una vida con comodidades como elementos simbólicos más rescatables.

También en el Auditorio de la Gente se presentó otro exponente de los narcocorridos, Gerardo Ortiz donde en las redes sociales tiene 11 millones de seguidores. Interpreta el tema de La última sombra, del año 2010. Considerada una de las canciones más violentas e icónicas dentro del género. Se hace referencia al Cártel de Sinaloa, especialmente a los jefes de dicha agrupación, tanto el Mayo Zambada como Guzmán Loera alias el Chapo. En la canción hace referencia a que el individuo está dispuesto a matar al precio que sea necesario por la defensa del grupo y la familia. Se evidencia aquí algunos elementos simbólicos, como por ejemplo el respeto por los mayores, pero también la cohesión y la lealtad de grupo.

En una primera aproximación al trabajo de campo se identificaron en Nayarit al menos 26 grupos de narcocorridos, que podrían denominarse de nueva generación o de la corriente del movimiento alterado. Éstos se presentan en bares o antros, sobre todo en Tepic. Llaman la atención sus nombres, ya que toman la parte simbólica de mando y poder que demuestran los carteles y sus células delictivas: la Nueva clika, Fuerza imperial, Armani norteño, Nueva sentencia. Cabe señalar que este grupo tiene diversos temas a jefes de la plaza en Tepic como el H2 o el H9 asesinados por fuerzas federales en febrero del 2017. Otros grupos de narcocorridos son Legión 380, Nueva era, Zona de arranque, Alta gerencia, Impacto violento, Último Legado, Nueva Línea, por citar algunos de ellos.

Mención aparte tiene la muerte de un músico en agosto del 2017. El portal Nayarit en Línea

en Tello (2017) publicó que el músico conocido como el “guachis” habría matado a un agente de investigación, quien posteriormente fue abatido por las fuerzas de seguridad. El músico era integrante de la banda de música 501. Si bien la noticia hizo gran revuelo sobre todo en las redes sociales, el cuestionamiento es ¿Por qué alguien que se dedica a la música, tiene un arma y la hace accionar contra la policía? Lo que cabe pensar es la relación que podrían tener algunos grupos musicales con bandas del crimen organizado o carteles de la droga.

Existen diversos bares, cantinas, restaurantes, botaneros donde bandas en vivo tocan corridos. Hay otras denominadas antros o discos como el Apolos, Colomba, Los perros, el Mitote, el bebedero, el 300, el Malecón, Lienzo Charro el Dorado o también la Feria Nacional de Nayarit donde se han presentado diversos artistas del género narcocorridos como Remy Valenzuela, Calibre 50, Fidel Rueda, Alfredo Olivas entre otros.

Nayarit está en un proceso de adaptación de la violencia propia de su incremento, pero también en un auge de producción cultural ligada a las temáticas del narcotráfico. Cada vez más grupos locales persiguen las temáticas de violencia y criminalidad, de igual manera su público ávido de conocer nuevos sucesos e historias abarrotan los centros de espectáculo.


La entrevista

Nos propusimos adentrarnos al mundo del narcotráfico, para entender la compleja vida, pero sobre todo la manera en que piensan los jóvenes a partir de relacionarse con la narcocultura y sus actividades de riesgo. En un primer momento se logró contactar a un sujeto. Joven de 26 años originario de Tepic Nayarit, quien lleva cerca de 10 años en el mundo del narcotráfico, no sólo como repartidor de droga sino también como sicario. Le gustan los corridos de la vieja escuela, le desagrada el movimiento alterado y los corridos sanguinarios. Menciona que nada tiene que ver la vida de lujos y placeres de los corridos con la vida real, porque la vida de los jóvenes no les importa a los jefes, es muy difícil escalar en la pirámide del narcotráfico, además de que exhorta a los jóvenes a no tomar ese camino. Arrepentido está de haber ingresado al narcotráfico, sin embargo, ya no puede salirse porque la paga con su vida.

Cuando se le preguntó cómo fue la manera en que se fue relacionando con la vida del narcotráfico, él nos comenta:

-Un amigo me dijo que, si queríamos manejar carros, y pues se me hizo fácil y ya empecé,

y estaba en la secundaria, y pues nomas nos prestaban los carros desde las nueve de la mañana, y nos decían que a tal hora lo entregáramos en tal lugar. Y así nada más empezando a llevar los carros y pues estábamos chicos y por andarnos paseando lo traíamos. Pero no sabíamos que llevamos, nomás nos decían que a las nueve entregarlo.

-Yo nunca había tenido un carro, en ese tiempo era lo máximo andarme paseando con mis amigos. Ya hasta que un día nos pasamos de la hora, no entregamos el carro, y ya nos andaban buscando hasta tránsito y la policía, entonces dije “ah cabrón” pues ellos nada mas no lo prestaron, pues resulta que los carros que llevábamos traían mercancía y no sabíamos nosotros, porque no nos pagaban nada. Nada más con los puros carros, nunca habríamos, nunca esculcábamos la cajuela-

-Sí, siempre andas con los amigos, y los acompañas, y se te hace fácil decirle pues ya estoy

aquí.


- ¿Entonces quedarías como cobarde?

-Si se aguitarían, y lo peor es que te tachen de miedoso, y en la calle siempre quieres ser de

los que mandan y la fregada.

- ¿Tú eres religioso, crees en algo?

-Yo soy fe de la Santa muerte.

-Platícame un poco por favor.

-Lo que pasa es que una ocasión a mí me levantaron y prácticamente ya me iban a matar, y yo no sé cómo estuvo, pero volteé al suelo y vi una cadena, no me quería acercar ni nada, en ese momento me pusieron unas patadas y caí de ese lado y volteé al suelo y era la imagen de la santita, fue cuando yo le pedí a ella, que no me mataran, que si de verdad existía que me hiciera el favor que yo iba a ser devoto de ella, yo no le pedí dinero solamente que me sacara de allí. Y gracias a Dios si la pude librar, tuvieron que contactar a mi patrón, al gobernador de aquí en ese tiempo que era Ney González, solamente las grandes palancas.

-Pues que no se dejen engañar por lo que les enseñan los corridos y la tele, que hagan las cosas bien, que se pongan a estudiar, porque en esta vida no se sabe si uno va a durar una hora, un día, un mes, mejor que le echen ganas a estudiar, porque no sabes si te van a pagar o no, sólo juegan contigo, en realidad eres un títere más, ahí te reemplazan, te matan a ti y traen a otro, el que sigue.


Conclusiones

Se puede concluir que dentro del marco de la narcocultura existen elementos de carácter simbólico e ideológico que se ven reflejados en la entrevista. Por una parte, la búsqueda de respeto en todo momento, de aceptación social e inclusión en donde un inicio era la búsqueda y obtención de objetos físicos como el carro o el dinero. Se puede ver la conformación de grupo que cohesiona y fortalece las amistades entre los jóvenes. En tal sentido los amigos tienen mucho mayor influencia en las actividades “ilícitas” o de riesgo, y van encauzando a sus pares a realizarlas.

Más que los objetos físicos como podrían ser los autos, las joyas, las casas, los aviones, los accesorios o cualquier objeto que se muestra dentro del mundo de la narcocultura, objetos que se entrelazan con el mundo también del narcotráfico del cual se podría creer, que los jóvenes ingresan única y exclusivamente a por ello. La información que vierte el joven entrevistado es que al menos en su caso, él nunca buscó eso, aunque en una primera etapa de adolecente sí, por el contrario existe una búsqueda constante de elementos abstractos como la valentía, el respeto, el poder, la aceptación, la inclusión, el elitismo. Estos códigos van dando forma a la categoría de análisis que tiene que ver con las formas simbólicas discutida más arriba.

Por otra parte, dentro del marco de los procesos ideológicos, se puede apreciar que existen marcadas prácticas de devoción religiosa, en el caso a la Santa Muerte, lo que va construyendo una manera de pensar y vivir que se refleja en sus prácticas cotidianas. El consumo de cierto tipo de música influye en el comportamiento y la manera de actuar en los espacios públicos, de igual manera las series o para en este caso en especial la película de Cara Cortada, sin embargo, hace mención que toda esta industria televisiva y musical vende un mundo fácil y exitoso, sin embargo la realidad es difícil, cruel y sanguinaria de la cual ya no es posible salirse.

Me parece que existe una construcción ideológica dentro del marco del narcotráfico, debido a que hay una idealización, pero sobre todo una justificación de la actividad del narcotráfico como necesaria para sobrevivir, pero además estos procesos justificativos se envuelven en la cotidianidad y naturalización de la guerra, la violencia y la vida de lujos y excesos.

Estamos ante la presencia de un esquema empresarial que busca mediante el marketing que generan las industrias culturales y mediáticas posicionarse en el mercado como algo atractivo sobre todo para la población joven. En ese sentido, la narcocultura ha pasado de ser únicamente una expresión artística que narraba acontecimientos, vestía a la moda, consumía artículos de lujo, a ser un elemento que transita por relaciones de poder, éste que se mezcla con las historias de éxito y fortuna tan atractivas para los jóvenes de hoy en día.


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