Isaac de Jesús Palazuelos Rojo1
Palabras clave: juventud; redes sociodigitales; proceso electoral; auto representación mediática.
El presente ensayo estudia el papel de la producción audiovisual como expresión política juvenil, parte de vincular este ejercicio con los alcances masivos de nuevas capacidades de producción, para destacar la participación política juvenil desde dimensiones subjetivas que son plasmadas en plataformas virtuales, principalmente a través de productos audiovisuales. Reflexiona entorno al uso de la imagen como herramienta metodológica de análisis y como dato empírico. Finalmente,
desde un enfoque netnográfico se exploran los elementos citados, en el contexto del proceso electoral 2018 en México.
A mediados de los años noventa internet se convirtió en un medio de comunicación masivo, si bien su nacimiento y desarrollo se extienden desde tres décadas anteriores, no fue hasta esta fecha que adquirió presencia en las prácticas cotidianas y en las mentes de las personas de manera masiva. Para el caso de México, la penetración de internet presenta un desfase con relación a Estados Unidos y Europa, según datos de la AMIPCI, no fue hasta el 2006 que existió una cobertura que superó apenas los veinte millones de usuarios, aunque en la actualidad se reportan arriba de sesenta y cinco millones, cifra que supera el cincuenta por ciento de la población total del país.
Internet se fundó entre utopías comunitarias y formas de dominación hegemónica, fue subvencionado por detentores del poder político militar, pero desarrollado por una cultura tecnomeritocrática con ideales de cambio. En su génesis está la polarización escepticismo romanticismo, que frecuentemente se presenta también en las reflexiones en torno al fenómeno. El análisis de las complejas rutas que ambas dimensiones trazan es importante para entender la relación sujeto estructura, en un contexto, en el que las plataformas virtuales representan nuevos escenarios de interacción social, en los que las imágenes tienen un alto grado de protagonismo.
Por lo tanto, es pertinente explorar las nuevas formas de agenciamiento, presencia acción y/o resistencia política a través de la imagen, por jóvenes que se asumen como actores en contextos democráticos que se transforman con el uso de las tecnologías de comunicación digital. Se considera como referente cercano el caso de las protestas denominadas #YoSoy132 ocurridas durante el proceso electoral federal 2012 en México, en las que un grupo de estudiantes de la Universidad Iberoamericana, en un ejercicio de video activismo subió archivos a YouTube en los que mostraba su enfrentamiento con el entonces candidato a la presidencia de la república Enrique Peña Nieto durante su visita en campaña al campus. Así como otro video que mostraba a los estudiantes involucrados identificándose con sus credenciales, con el motivo de contradecir las versiones de los medios hegemónicos que señalaban que quienes increparon al candidato habían sido personas ajenas a la universidad. Esto derivó en un movimiento social impulsado
desde la red, que dejó ver que los jóvenes en México pueden asumirse como actores políticos, cuyas formas de expresión tienen un vínculo con el uso de tecnologías de comunicación y particularmente con la producción audiovisual.
Lo anterior no es un caso aislado en México, por el contrario, el país vio nacer al EZLN como uno de los primeros casos de reivindicación, cuya legitimidad internacional se dio en respuesta al uso de las tecnologías de información y comunicación, con una alta concentración en la distribución de imágenes que mostraban la situación en la que vivían los indígenas en Chiapas, a la vez que mostraban el proyecto de reivindicación zapatista. Galindo (2006), plantea que este movimiento se distinguió por ser el primero en construirse dentro de un espacio virtual de gran impacto en la comunidad nacional e internacional, a partir de esta eventualidad, la dinámica, acción, organización y participación ciudadana ya no serían iguales respecto a las formas que preceden a la era de internet.
En paralelo el videoactivismo se circunscribe en los repertorios de acción del movimiento del 68 y desde entonces, su práctica ha constituido una forma de expresión política. Destacar la producción audiovisual y el uso de redes sociales digitales en estos movimientos, es una ruta contextual para justificar el análisis del uso de imágenes en las expresiones políticas juveniles. De acuerdo con Valenzuela (2015), la protesta social en México y en el mundo desde la década de 1960 ha sido significada por jóvenes, las expresiones más recientes de inconformidad ciudadana se modelan desde una centralidad juvenil. Si bien los movimientos sociales, particularmente aquellos conectados y organizados en redes sociales digitales, no son una expresión exclusiva de los jóvenes, como tampoco sus demandas y objetos se constriñen a las necesidades de la juventud, no obstante, lo que el autor denomina como “avasallante presencia juvenil”, imprime algunas particularidades de orden estético, cultural, performativo y emotivo a las reivindicaciones sociales, principalmente a través del uso de las imágenes.
producción audiovisual hegemónica, sino desde espacios de producción audiovisual más simplificados y al que, como ya se ha señalado, alrededor de la mitad de la población del país tiene acceso. Esta intimidad que existe entre la dimensión antropológica como proceso de captura de datos y la producción audiovisual como proceso de comunicación o entretenimiento, desdibuja las fronteras entre la producción de material audiovisual como herramienta metodológica y como dimensión empírica de análisis. En este sentido, existe una retórica entre la utilización de estas herramientas, como estrategia metodológica para enfrentarse a un campo en el que la producción misma de imágenes es la realidad a estudiar.
Existe también un vínculo etimológico entre las palabras de imagen e imaginario, de la misma manera se presenta la relación entre texto e imagen, la lectura es la proyección de imágenes mentales coproducidas por el lector y estimuladas por un texto. Cuando el antropólogo hace una inmersión en el campo con un marco de referentes conceptuales, lo que hace es partir de una pre-visualización de lo que busca o pretende encontrar. Cuando regresa de campo, independientemente de que usara o no una cámara como instrumento de registro, el investigador es portador de imágenes que ha construido en campo, de manera que en su posterior trabajo de gabinete traduce en texto esas imágenes capturadas mentalmente en campo o con el uso de algún dispositivo análogo o digital de captura audiovisual. El uso de la imagen como cuestión epistemológica supone retos metodológicos al momento de contemplar un posible contraste entre las imágenes captadas por los estudiosos de la realidad social, con las imágenes que producen los grupos estudiados.
Otra cuestión relevante es en torno a la integración de imágenes a un texto para que estas pudieran comunicar en conjunto con lo escrito, dicha integración deberá contribuir a una delimitación imaginaria en el receptor, en función de lo que se desea comunicar, se trata de una propuesta alternativa de comunicación efectiva. Anna Grimshaw (2001) plantea que la antropología audiovisual debe partir de un sustento epistemológico capaz de superar la dicotomía entre texto e imagen. Por tanto, es relevante considerar que las transformaciones que supone la diversificación cotidiana del uso de la cámara vinculado al uso de redes sociales digitales, son una incitación empírica al uso de métodos auto-etnográficos y de teorías fundamentadas, en relación con los estudios que abordan la producción audiovisual, o los que combinan el uso de dispositivos de registro de imagen o video, para analizar campos empíricos en los que los sujetos
producen e interactúan a través de formatos audiovisuales.
De acuerdo Elisenda Ardévol y Nora Muntañola (2004), la utilidad de imágenes etnográficas y su análisis no debe centrarse en un orden estético, sino del conocimiento que se puede construir a partir de estas imágenes vinculadas a otras imágenes y a al campo de estudio. Las autoras señalan que la importancia de la fotografía etnográfica está más allá del registro, pues se trata de una relación entre el investigador, el campo y las herramientas tecnológicas. Este enfoque, destaca el cuestionamiento respecto a si los materiales audiovisuales constituyen una nueva manera de acercarse a la realidad social de los grupos, a la vez que transforman las maneras de ver y de hacer investigación.
De acuerdo con Sergio Martínez Luna, las imágenes tienen un significado y un repertorio cultural implícito, forman parte de una cultura visual en la que el desarrollo de tecnologías de producción audiovisual está directamente vinculado con los imaginarios de la época, además, plantea que la producción y el consumo de las imágenes se articula con procesos de subjetivación capaces de construir socialidad y comunidad. Si bien el concepto de comunidad virtual es un referente cercano ya al agotamiento, la reflexión de Martínez Luna nos invita a reconocer la importancia de la imagen, su fluido desplazamiento por tecnologías comunicacionales en paralelo de una dimensión socio afectiva.
La globalidad de la cultura visual ha deslocalizado el argot, este se redistribuye en redes de códigos y símbolos interconectados en una nueva cultura mediática que recupera diversos canales comunicativos. El espacio público se reintegra desde estas múltiples narrativas que se desenvuelven con mayor fluidez en las redes digitales. Las meta narrativas de la identidad nacional resurgen de manera satírica, se trata de expresiones que recuperan iconos de la cultura occidental para construir representaciones críticas de las condiciones políticas y sociales del país, a partir de la experiencia cotidiana, desde un vínculo afectivo con base en códigos de sentido común asociados a la cultura global.
El investigador Carlos Y. Flores reflexiona el ejercicio de la antropología visual a partir de la distancia o cercanía con el sujeto antropológico, señala que en dicha disciplina el papel de la fotografía se asocia a procesos coloniales y neocoloniales en los que la imagen juega un papel
importante en las relaciones de poder, así como en la definición del otro desde posiciones de dominación subalternidad, en nombre de la modernidad, tanto el uso de la imagen como el de los medios contribuyó a la construcción de instituciones paternalistas, homogeneizadoras. Sin embargo, el autor destaca también la emergencia de nuevas experiencias antropológicas vinculadas a formas dialógicas de producción-consumo de imágenes. Esta experiencia compartida se asocia con la oportunidad de construir narrativas propias de identidad, con herramientas de producción, distribución y consumo digital, de material audiovisual. Se trata de articulaciones discursivas que reafirman el poder, la autonomía e identidad de individuos, grupos o pueblos.
Smith Marquard (2008) propone que los estudios de cultura visual constituyen un campo de estudio ético y político a través de una metodología que se basa en la interacción entre sujeto, objeto y medio. A su vez, representan una manera propia de significar y de darse a entender, implican también un encuentro crítico con los aparatos de visión, a la vez que permiten designar tanto las luchas individuales o comunitarias por la circulación, producción y consumo de la imagen política, como la resistencia por la identidad étnica, racial o de género.
De acuerdo con Kozinetz (2002), la netnografía integra las características de la etnografía al estudio de las interacciones virtuales de la cibercultura, se vale de los espacios públicos en internet, de sitios digitales de interacción virtual y de la información disponible de los internautas para el estudio del comportamiento de los grupos en internet. Retomando el concepto de acontecimientos aumentados en Toret (2013), se reconocen las interacciones digitales, particularmente la producción audiovisual, como contenedores e intensificadores de las eventualidades de relevancia en la vida social y política, es a través de estas que se pueden revivir las experiencias de los sujetos involucrados.
Dicho material es de una peculiar narrativa pues constituyen datos (o materia de datos) que voluntariamente los sujetos ponen a disposición en las redes. Es a través de estos productos de auto representación que el investigador puede intimar con la visión de los sujetos de estudio, pues se infiere que los internautas no plasman opiniones ni captan imágenes o videos como
espectadores, su labor no es un ejercicio periodístico ni documental sino un ejercicio de expresión de lo vivido. Por lo tanto, la producción audiovisual constituye una categoría importante de análisis, ya que el uso de medios digitales facilita construir representaciones propias que se diferencian de las narrativas elaboradas por medios tradicionales. Se trata de una forma de comunicación que posee ciertos grados de autonomía, así como alcances multitudinarios.
Este fenómeno requiere de nuevas miradas que estén preparadas para captar de manera oportuna sus peculiaridades, aunque es necesario reconocer su vínculo con viejas formas de interacción social, por ello, Kozinets (2010) propone retomar algunos fundamentos de la etnografía clásica y readaptarlos a las interacciones del ciberespacio, el autor señala que la netnografía es una forma de investigación participante en comunidades (virtuales), al igual que la inmersión en el ciberespacio se trata de una forma de trabajo de campo. El autor señala que la netnografía permite analizar y revelar la presentación que hacen de sí mismos los agentes y los grupos para construirse una personalidad-identidad en las plataformas digitales. La presencia numérica de las personas en los espacios virtuales justifica la visión de una necesidad analítica, no solamente como datos agrupados sino como nuevas formas específicas de comportamiento en línea.
Kozinets (2010) plantea que existe una gran diferencia entre la etnografía tradicional y la netnografía, ya que las interacciones virtuales son significativamente distintas a las experiencias sociales cara a cara. Particularmente en lo que respecta a la netnografía, dicha diferencia se plasma en términos de accesibilidad a los campos de estudio. Para el autor en la netnografía la captura de datos en el diario de campo puede diferir, así como el empleo de herramientas de análisis de los mismos, ya que estos se encuentran naturalmente digitalizados. Señala que en términos de ética se trata de un campo totalmente diferenciado, ya que esta misma accesibilidad de los datos supone que las directrices del conocimiento informado se presten a una amplia interpretación. Esto supone un dilema ético distinto.
Describe además que los estudios iniciales sobre la socialidad en línea trataban de apuntar hacia una serie de carencias con relación a un detrimento en la comunicación, derivado de la pérdida de la interacción cara a cara, sin embargo, Kozinets (2010) ha destacado que las interacciones en espacios virtuales constituyen nuevas formas de comunicación, con nuevos símbolos que proponen una transformación del lenguaje, lejos de empobrecerse se complejiza.
Así, la netnografía según Kozinets (2010) estudia fenómenos complejos en acción, los cuales atraen la atención investigativa a partir de una multitud de abstracciones e ideas fundamentadas, prácticas sociales, relaciones, lenguajes y sistemas de símbolos. Apunta que, si bien no se puede diferenciar plenamente entre las realidades fuera y dentro de línea, si se puede destacar una serie de particularidades propias de la interacción en línea.
Finalmente, Kozinets (2010) sugiere que, con la frecuencia y el transcurso del tiempo, tanto el intercambio de información de las identidades como las relaciones de poder se hacen visibles en internet. Explica que la información socio cultural impregna cada intercambio, produciendo un tipo de atracción que genera intercambios, los cuales se convierten en elementos emocionales de afiliación ricos en significado. De acuerdo con el autor la netnografía permite una aproximación tanto a las innovaciones como a las adaptaciones hechas por los miembros de la comunidad para abordar las limitaciones del medio textual. De esta manera, Kozinets (2010) plantea que las rutinas del habla, el vocabulario, las abreviaturas, la sintaxis, la semántica, y las estrategias de toma de turnos distinguen el registro etnográfico de la comunidad en línea, así como la variedad de lenguaje que se ha adaptado a una situación de comunicación particular.
Carmona (2017) implementó este método en estudios urbanos dando cuenta de las transformaciones en la interacción de la vida cotidiana, en paralelo con la implementación de nuevas formas de ver para captar esta diversificación de interacciones desplegadas en internet. Para la autora, las plataformas digitales no solo suponen nuevas formas de socialización, sino que, al mismo tiempo se vuelven contenedores de información útil al investigador, pues le permiten una aproximación a la construcción de imaginarios y subjetividades. Retomando a Kozinets (2010), Carmona (2017) propone que la netnografía puede ir del seguimiento, pasando por la participación hasta llegar a una forma de autoetnografía.
De manera muy atinada, Carmona (2017) resalta la necesidad de explorar las relaciones entre los sujetos y el medio digital, conocer los espacios destinados para el encuentro entre los sujetos y el objeto o dispositivo de comunicación digital, adentrarse densamente en la cultura y en los códigos de lenguaje que le son propios a la plataforma digital que se quiere estudiar, así como la observación participante. Citando a Turpo (2008), la autora extiende las siguientes recomendaciones para el netnógrafo: a) establecer relaciones con los miembros de la comunidad, evitando darse a conocer como investigador; b) estudiar el lenguaje, los símbolos y las normas
de la comunidad (empaparse de los códigos lingüísticos y éticos de aquéllos a quienes pretende estudiar); c) evitar la deshonestidad y el engaño (así como abrirse de una forma más natural a como lo harían cara a cara); d) Identificar a los distintos tipos de miembros que pueblan la comunidad, para saber cuál es el peso de sus opiniones: líderes de opinión (nivel de integración máximo), visitantes habituales (nivel de integración alto), visitantes esporádicos (nivel de integración bajo) y visitantes puntuales en busca de una información concreta (nivel de integración nulo).
Por su parte, Hine (2004) desarrolla la noción de etnografía virtual para hablar de nuevas posibilidades dentro del campo mismo de la etnografía, involucrando formas creativas, cuestionando la presencia física como fundamento y apelando por el estudio de las interacciones sociales en los mismos términos en que estas ocurren. El enfoque de dicha autora apuesta ya no por un distanciamiento con respecto a los sujetos de estudio, sino por una compenetración mayor dada en el aprendizaje (por parte del investigador) de las herramientas de comunicación digital usadas por los sujetos que pretende estudiar. Asimismo, propone el estudio de las dimensiones off line como una estrategia complementaria de análisis.
De acuerdo con la autora (Hine, 2004) la etnografía virtual se encarga de fenómenos que son de una naturaleza trans-local, si bien este es un aspecto sobre el cual no profundiza del todo, considero es uno de los elementos más relevantes de su propuesta metodológica, por ello, resalto la pertinencia de vincularlo con otras propuestas de etnografía multilocal, por mi parte señalaré que toda etnografía virtual o netnografía puede tener un vínculo directo con la etnografía multilocal. De acuerdo con Marcus (2001, p. 111-123), este tipo de etnografía consiste en destacar la descripción de los nexos entre agencia y estructura, desde el estudio de los símbolos y la cotidianidad a partir de concepciones diferenciadas del espacio; recurre a elementos multilocales del entorno ampliando los límites del campo, pero sin suplantar el contexto original del trabajo etnográfico; usa diferentes grados de conocimiento porque los sitios son heterogéneos y tratados con distintos niveles de interés o relevancia; conjunta varios sitios de interés en un mismo contexto etnográfico, independientemente de las variaciones en su accesibilidad; desarrolla de facto un ejercicio comparativo; trabaja con objetos de estudio emergentes cuyos lugares, formas, interacciones y límites no tienen una definición previa; describe y analiza fenómenos móviles, multilocalizados y conectados de manera compleja; toma importancia con
estudios multilocales de espacios y tiempos complejos que abordan conceptos teóricos como el de ciborg.
Para Hine (2004) la etnografía virtual sustituye el lugar por las conexiones, estas adquieren mayor importancia, de manera que el trabajo del etnógrafo virtual debe dar cuenta de los tejidos, los flujos y los conectores que dan forma al fenómeno virtual estudiado, así como las transformaciones que los vínculos y las conectividades provocan en dicha realidad. De esta manera, para la autora las redes adquieren un estatus como forma comunicativa, como una característica (fundamental) en la experiencia cotidiana de los sujetos, fungen como un espacio en donde se forman comunidades, espacio que se sustenta tanto en sus múltiples usos como en las diversas interpretaciones que de él se hacen, por tanto, internet define una adaptación compleja con las formas tradicionales u off line de interacción, destacando el flujo, el dinamismo y la movilidad social.
Otro aspecto fundamental de las propuestas de Kozinets (2010) y de Hine (2004), aunque mayormente en la segunda, es el carácter complejo de los fenómenos emergentes vinculados a internet. De tal manera que la autora destaca en esta complejidad una imposibilidad que conduce a repensar (o acaso dejar atrás) conceptos como el de informante, cultura o lugar, como si se tratase de aspectos de los que se pueda dar cuenta en su completud, estas realidades pierden el valor objetivo, característica ante la cual la autora propone destacar los elementos que resultan más relevantes y estratégicas para el análisis, esto puede interpretarse como una construcción abstracta del objeto, una construcción que no depende de un tiempo o un espacio definido, sino de vínculos, flujos y conexiones móviles que constituyen un cuerpo abstracto como objeto de estudio.
Los procesos de identificación mutua, la distribución de información así como la organización ciudadana, construidas entre la calle y el ciberespacio durante la última década en México; han jugado un papel importante en la formación de redes de solidaridad y de movilizaciones políticas, con una peculiar participación de juventudes que emergen como agentes de transformación, pero que al mismo tiempo son excluidas, confinadas en contextos precarios en los que pueden experimentar diversas formas de marginalidad, pues esta es la situación de una gran mayoría de
hombres y mujeres jóvenes cuyas vidas desvanecen víctimas de la exclusión, la precarización, la violencia.
Para dar cuenta de este proceso se elaboró una página en facebook con el título: “Netnografía: proceso electoral 2018 en México”. Este sitio ha sido útil en el ejercicio netnográfico por múltiples razones, la principal es que ha fungido como un contenedor de las diversas interacciones dispersas que acontecen en múltiples sitios en internet y que se vinculan con el objeto de estudio, de esta manera, se han elaborado exploraciones en diversos canales de YouTube, fan page de facebook o perfiles en Twitter, todos los elementos relevantes para el análisis encontrados en dicha exploración se comparten en la página con la intención de reunirlos en un mismo sitio. Por otra parte, ha servido también para atraer la atención de posibles sujetos de estudio de entre los cuales se han detectado y contactado a algunos para ser entrevistados, asimismo, las entrevistas realizadas se han transmitido en vivo en la página.
Recientemente se hizo viral la negación por parte de los diputados y los partidos políticos, frente a la propuesta de usar el dinero de las campañas electorales en la reconstrucción de viviendas y reparación de daños materiales causados por los terremotos ocurridos en el país durante los meses de agosto y septiembre. Como parte de la indignación en redes circularon una imagen en la que algunos de los integrantes de la cámara alta sostenían un cartelón, en la edición de la imagen se había sustituido la frase original de los cartones por la expresión: “No donaremos a damnificados”.
Si bien la imagen puede resultar falsa debido a esta alteración, la realidad es que se corresponde con el posicionamiento real de los políticos, lo interesante en este sentido es dar cuenta de la circulación de la imagen, que viaja entre las instancias encargadas de tomar decisiones que articulan un discurso vertical de arriba hacia abajo y la vida cotidiana que, en una reapropiación de las imágenes difundidas por los medios hegemónicos, son capaces de expresar aquello que experimentan, aquello que sienten. Su propia narrativa de una realidad que los excluye y los margina.
Otro elemento interesante de la netnografía realizada hasta el momento tiene que ver con la identificación de algunos de los nodos comunicativos más importantes en el debate, por ejemplo, ha emergido el youtuber “Campechaneando” como uno de los internautas de mayor influencia entre los seguidores de la candidatura de Andrés Manuel López Obrador.
Campechaneando utiliza un formato sencillo de producción audiovisual, en la gran mayoría de sus videos se muestra el mismo frente a la cámara en un plano medio usando como fondo una imagen representativa del tema que discutirá en su cápsula. Sus discusiones se limitan a describir acontecimientos que contradicen las narrativas de candidatos, políticos y partidos de oposición a MORENA, se enfoca en resaltar su incoherencia discursiva a partir de evidenciar los acontecimientos y datos que los contradicen, mediante un ejercicio de edición va integrando fragmentos de discursos y otros sucesos que evidencian su argumentación. Los videos de este youtuber llegan a aproximarse a los cien mil compartidas y reproducciones, se le ha identificado como un nodo importante en donde se desarrolla la participación y el encuentro de otros internautas, sus videos son portadores de múltiples opiniones de carácter cualitativo de internautas distribuidos en distintas partes de México.
Se ha detectado también que el videoactivismo se impone como una estrategia útil para contrarrestar la información proporcionada por los medios legítimos o tradicionales, muchos de estos videos se limitan a un formato básico en el que los internautas colocan su teléfono o computadora en un sitio estático enfocándose a sí mismos generalmente en planos medios, para dar inicio a transmisiones en vivo en las que contrarrestan las representaciones elaboradas por los medios a partir de una auto representación, este ejercicio es útil para informar a las personas desde distintos enfoques que fomentan procesos de subjetivación en los diversos internautas que al consumirlos desarrollan nuevas perspectivas críticas, dando cuenta de que se puede pensar y actuar de una manera distinta frente al proceso electoral.
Otro aspecto relevante es la síntesis de información útil para informar o persuadir la orientación del voto a partir de una sola imagen, en conocimiento de que los discursos proyectados en videos no proporcionan la información concreta en formatos breves -o no tan breves como el de una sola imagen fija ya que se puede argumentar también que tanto el formato como la duración de los videos en vivo son breves en comparación al viejo formato televisivo de noticias-, se realizan imágenes que resaltan la figura de un político o una situación acompañado de una texto corto con fuentes de gran tamaño y color llamativo que pueden ser leídos en menos de un minuto y que presenta una argumento en concreto capaz de influenciar la orientación política de los internautas o proporcionarles un dato relevante e inmediato para su propia reflexión.
Estas imágenes mantienen un formato muy similar al de los carteles físicos usados tradicionalmente por las campañas y colocados en espacios públicos, lo que resulta novedoso es que se trata de un contra cartel que manteniendo el mismo formato proporciona información en contra de la imagen del actor político que presentan, al mismo tiempo estos carteles pueden ser distribuidos de manera masiva a costos reducidos, nos encontramos frente a la emergencia de una mediatización que facilita las contra campañas, que al mismo tiempo desancla el formato de campaña electoral de una tendencia hacia la popularidad subjetiva sin apelar a argumentaciones racionales, es decir, los carteles tradicionales colocados en peldaños en la urbe buscaban resaltar una cualidad moral o popular de los candidatos, mientras que los contra carteles colocados y distribuidos en la red apelan a una fallas o ausencias de capacidades racionales en términos de administración o gestión pública.
Este dato es de gran relevancia al discutir las transformaciones de los procesos democráticos pues es de sorprender que antes de que los candidatos dejaran de subestimar a la población y dejaran de apelar a cualidades morales para su promoción, fueron los mismos ciudadanos que en su contestación a través de las facilidades comunicativas que ofrecen las plataformas virtuales, se han dedicado a señalar sus carencias racionales y su incumplimiento en términos de gobernabilidad. En general durante el ejercicio netnográfico se ha detectado un revestimiento de racionalidad instrumental expresada a través de formas subjetivas y performativas plasmadas en imágenes y otras producciones audiovisuales, que bien se realizan en función de la promoción de un candidato o en el señalamiento de otro, no a partir de sus defectos morales o falta de popularidad, sino a partir de señalar tanto incumplimientos como desempeños favorables en términos de su gestión y responsabilidades como gobernantes o actores políticos.
El 2012 se constituyó como una arena de lucha mediática en la que por una parte los medios tradicionales desplegaron una serie de estrategias para colocar al candidato del PRI como preferente, mientras la sociedad civil organizada y particularmente los sectores jóvenes intervinieron de formas creativas, principalmente a través de la producción audiovisual generando y multiplicando los espacios de enunciación, demostrando un deseo de participación dialógica, un deseo de emancipación de procesos impositivos que lejos de constituir verdaderas
democracias los dejan al margen de la participación no solo en la toma de decisiones, sino en la construcción misma de las representaciones sociales, de los deseos y del sentir del pueblo.
La sociedad contemporánea experimenta procesos de híper tecnificación en los que la producción y el desarrollo tecnológico como base material de las relaciones sociales juega un papel fundamental, las condiciones materiales de la vida contemporánea son cada vez más complejas y tecnificadas, de manera que la producción de tales condiciones no puede jugar un papel secundario en las reflexiones. Asimismo, su centralidad y protagonismo en los procesos de dominación y resistencia exige una mirada desde la antropología visual.
Es probable que la producción de sentido por parte de los dueños de medios de producción haya perdido fuerza, aunque las tecnologías de comunicación tengan ciertas imposiciones estéticas y de conducta diseñadas de arriba hacia abajo que sin duda son compartidas por los usuarios, se puede argumentar la existencia o más bien una mayor presencia, de procesos de resignificación y consumo activo, por lo tanto, las tecnologías de comunicación devienen como dispositivos culturales, en medida que los sujetos les otorgan el atributo de involucrarse en sus propios procesos de apropiación y transformación del entorno social. La naturaleza que adquiere la producción de los nuevos dispositivos tecnológicos que hacen la vida posible, tiende a fragmentar el ejercicio del poder en términos discursivos y facilita la ampliación de los espacios de enunciación subalterna.
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