José Luis Sánchez Ramírez1
Palabras clave: Silencio; acción; colectiva; política; EZLN.
Con este trabajo se pretende mostrar la importancia de estudiar el silencio en los fenómenos sociales, específicamente en la protesta, ya que su significado ontológico se ha reconfigurado a través de ella; por lo que se intentará resignificar el silencio teóricamente pues la acción silenciosa que se está llevando a cabo dentro de las manifestaciones sociales le está otorgando esta nueva configuración política.
En muchas partes del mundo se están desarrollando manifestaciones que utilizan los silencios colectivos como acción política debido a la falta del reconocimiento y escucha de la
palabra oral, es por eso que la relevancia del estudio puede ayudar a la reflexión y entendimiento de los procesos y las realidades en diferentes latitudes y contextos donde los silencios colectivos como acción se manifiesten.
El presente trabajo es pertinente en el campo de la comunicación ya que los silencios colectivos como acción política crean sentido a través de mensajes que buscan ser decodificados y comprendidos por los principales interlocutores de las organizaciones y las luchas sociales que formulan las demandas; en el caso de los destinatarios de la protesta social prevalecen las instituciones hegemónicas, principalmente el Estado y los diferentes gobiernos, así como empresas privadas; por lo tanto, el silencio es político en el momento en que se construye antagónica y simbólicamente por la disputa de significación y sentido con la política normativa e instrumental, rompiendo e irrumpiendo en búsqueda de otros mundos posibles.
El análisis se basa en la marcha en silencio por parte del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) que se llevó a cabo el 21 de diciembre de 2012, donde se hacen visibles las características de los silencios colectivos como acción política y horas después publicaran un comunicado: “¿Escucharon? es el sonido de su mundo derrumbándose, es el del nuestro resurgiendo.”
Tomando como punto de partida el planteamiento de Paul Ricoeur (2001) sobre la metáfora viva y la metáfora muerta, se plantea como analogía, el uso de los recursos de protesta social asentados en el lenguaje, donde la palabra oral se presenta como un ejercicio gastado; por lo tanto, el silencio practicado como acción política es una alternativa para que la protesta social sea escuchada y reconocida.
La finalidad de una protesta social es el reconocimiento para que se cumplan las demandas, cuando se dan a conocer mediante la palabra oral, está expuesto a distintas interpretaciones debido a los intereses que existan de por medio, se crean entonces diferentes focos de atención y se utiliza la retórica para tergiversar la esencia del discurso inicial, es por eso que se pierde la eficacia de la acción que da como resultado que la protesta no sea funcional pues la finalidad no se cumple al cambiar la noción del discurso convirtiéndose en metáfora muerta.
Al mismo tiempo, cuando la protesta social es silenciosa también puede interpretarse de diferentes formas, al no comunicarse a través de la palabra, el sentido de la acción es la posibilidad absoluta que se instala en una zona de significados ilimitados, lo cual lleva a la
incertidumbre atrayendo la atención del receptor. Y son estas acciones las que muestran el sentido de la protesta que da como resultado el reconocimiento y la escucha; por lo tanto, la metáfora es viva porque produce una innovación de sentido sobre las ruinas de la palabra.
De esta forma, el silencio se entiende como un lenguaje común de la comunicación e intervención intersubjetiva a través de signos, su expresión, representación y transmisión de significados. El silencio se considera político partiendo del planteamiento de Claude Lefort (2004) como un espacio simbólico que da sentido y visión de futuro a cualquier forma de sociedad.
Se habla de los silencios en plural porque son múltiples cuando se presentan como acción colectiva, política y social, como acontecimientos y tácticas que se encarnan en su práctica; por lo que los silencios son políticos en el momento en que surgen como desacuerdo con la política normativa e instrumental.
Existen diferentes tipos de protestas sociales contrahegemónicas y de resistencia que configuran demandas específicas a través de procesos comunicativos con el objeto de ser vistas y escuchadas en la esfera pública y por las instituciones, mesas de negociación, firma de acuerdos y su cumplimiento a través de distintas estrategias de lucha por los sentidos.
La protesta social es una representación del conflicto dentro de las lógicas de la democracia, es el modo en que ciertos grupos e identidades colectivas luchan por hacer visibles sus demandas, sus repertorios y sus estéticas (…) las protestas sociales están configuradas como lucha por la significación y el sentido de los fenómenos sociales a través de demandas simbólicas que exigen un cambio de sistema y de régimen político. (Magrini, 2010: 33-34)
Por protesta social se entiende que es un espacio de lucha contrahegemónica y creación de sentido que está en constante movimiento, en el que se representan una trama de conflictos, experiencias, vínculos, deseos, reciprocidad, invención, alianza e identidad; dentro de la protesta social se da una suspensión de individualidades que se constituyen en un proceso colectivo que
busca hacerse visible dentro y fuera de la esfera pública, exigiendo un cambio de sistema y formas de hacer política que tienen como horizonte otro mundo de posibles.
Algunas de las demandas y conflictos que se exigen a través de la protesta social han sido por la defensa de la tierra y sus recursos; contra la globalización y las Reformas Neoliberales, estructurales y privatización por los Estados conservadores; en defensa de los derechos humanos y políticos; por el derecho a la libertad de expresión, a la movilización, a la información, a la organización y a la participación política; por el derecho a la diversidad sexual; por la protección del medio ambiente; por demandas independentistas; etc.
Hay demandas de autonomía que han sido solicitadas por distintos grupos de diferentes latitudes como el Movimiento Cocalero en Bolivia, los Sin Tierra en Brasil, los movimientos indígenas en Paraguay, Guatemala, Colombia, Ecuador, la Comunidad Mapuche en Chile y Argentina. Así como el punto de quiebre en las formas de manifestación a partir de las luchas estudiantiles que estallaron con la irrupción del mayo francés del 68´ y que se contagiara en múltiples partes del Mundo.
Las estrategias y tácticas que se han utilizado o llevado a cabo por los distintos grupos que se embarcan en la lucha social han sido: la movilización desde el interior hacia las capitales a través de caminatas, marchas, en transportes utilizados para el trabajo en el campo, ocupar los espacios públicos emblemáticos, llenarlos de presencia indefinida, cortes de rutas, obstaculización de caminos, ocupación de calles, toma de casetas, el “escrache” que consiste en señalar social y públicamente a través de pintas en las casas o lugares de trabajo del destinatario, el uso del cuerpo en el arte-acción o performance, la utilización de las nuevas tecnologías o Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC) para expresar sus demandas en el espacio y en las redes virtuales y multimedias on line en internet, huelgas, paros, el abstencionismo electoral cuando las bases de la democracia no son confiables o no cumplen con las expectativas políticas, la manifestación con hologramas contra la Ley Mordaza en España, el “cacerolazo” que se da a través del ruido (caso emblemático: la protesta del 2001 en Argentina), el uso de la fiesta y el color por parte del movimiento LGBTTTI, las manifestaciones en silencio (Mujeres de Negro en Uruguay, la marcha del 68 en la Ciudad de México, la protesta en Estambul en junio de 2013, llamada “Ciudadanos en pie” contra el gobierno del primer ministro Recep Tayyip Erdogan por sus medidas autoritarias, etc.)
De esta forma, “las protestas que se llevan a cabo en silencio pueden representar el terror o los espacios en el que las palabras sobran. El uso del silencio resulta entonces un recurso de alta significación” (Magrini, 2010: 41-42), y es precisamente lo que nos interesa demostrar en el presente trabajo.
Sin embargo, a través de la violencia y la tortura se ha buscado silenciar, obligar a hablar, controlar y dominar; algunas reacciones del Estado contra las organizaciones sociales han sido a base de represión policial, de la criminalización y penalización de la protesta social; por otro lado, con el uso del silencio es posible alterar la dominación y transgredir las normas estipuladas, abriendo una fuga hacia la escucha y hacia el reconocimiento del otro. Por lo tanto, el silencio al ser polisémico provoca una interrogación enigmática sobre el sentido.
Cabe resaltar que estas luchas y formas de protesta no son eventos aislados, ya que pueden aparecer combinadas, articuladas o mezcladas a una diversidad de métodos y de contextos; por lo que todas dependen del contexto y del contenido del reclamo para darle sentido a las demandas o exigencias.
Asimismo, se busca definir y generar las categorías de análisis de los silencios colectivos como acción política y de las protestas sociales como lugar/espacio de construcción de sentido, para describirlas proporcionándoles dimensiones explicativas en las prácticas ejercidas por el EZLN; para conocer, comprender e interpretar los procesos grupales de organización o incidencia del silencio como acción política en la protesta social, proponiendo diferentes redes de significaciones, símbolos e interés por fenómenos colectivos y reglas que rigen el pensamiento social.
Sin embargo, es de gran importancia dejar claro que no nos interesa la recepción, los efectos o si es eficaz y exitoso el silencio como acción política; sino reconocer que existe una disputa de sentido a través de distintas alternativas que no se están tomando en cuenta.
El impacto de las formas contemporáneas de acción colectiva no puede ser medido (…) desde el momento en que se alteran los códigos culturales dominantes, su mera existencia supone una inversión de los sistemas simbólicos incorporados en las relaciones de poder. Los conceptos de éxito y fracaso carecen de sentido si nos referimos al cambio simbólico. (Melucci, 2002: 103-104)
La protesta social es una acción colectiva, y toda acción es un acto de creación e imaginación envuelta en la identidad, en el lenguaje y en la historia siempre en acto y en relación con otros, no existen acciones simples, ya que la acción siempre supone múltiples sentidos y determinaciones, es intersubjetiva.
Las figuraciones del tiempo en su resguardo simbólico cobran vigencia en el trayecto de los procesos para dar su forma y su vigor a los movimientos colectivos, a las identidades de los actores que surgen en los momentos decisivos para la transformación de las expresiones y los sustentos del poder político. (Mier, 2004: 126)
Toda acción colectiva se funda en vínculos, el sujeto se constituye a través del otro, involucra una trama de relaciones, intercambio, interacción, solidaridad, correspondencia y reciprocidad. La acción supone corporalidad, estar presente.
El sentido de totalidad que experimentan los miembros de un grupo o una institución, y con ello la experiencia de “pertenencia”, involucra la aprehensión del grupo social o de la colectividad bajo la metáfora del propio cuerpo, su visibilidad como organismo, como dominio unitario, como conglomerado de identidades recíprocamente sustentado. (Mier, 2004:127)
Aunado a la acción colectiva entendemos que “la cohesión se apuntala sobre significaciones convencionales, generalizadas uniformes e intercambiables que dan sentido a las identidades individuales y colectivas, afirman un tiempo y un trabajo narrativo comunes, hacen equiparables todas las experiencias” (Mier, 2004:157).
Hablar de colectividad refiere en sí una definición política, es un dispositivo simbólico entre muchos más que conforman las sociedades. Se trata de uno de los distintos conflictos que crean sentido de unidad y diferencia en la representación política, que concierne al conjunto estructural de la sociedad y no sólo a la esfera política.
Así, lo político no es localizable en la sociedad porque ésta se instituye y articula de su
definición política, “una sociedad política remite a la dinámica de las relaciones sociales, de su estilo, del modo según el cual los miembros de una determinada sociedad entran en relación, encarando su lugar en el mundo natural y humano, incluso su identidad singular.” (Poltier, 2005: 48)
Podríamos decir que lo político es la esencia de una sociedad, mientras que la política es una parte “corporal” de su existencia, una actividad particular. La acción política no debe verse como política normativa, conjunto de instituciones de la democracia, de competencia electoral y sistema de partidos; sino como una aspiración de lo político que aborda los fenómenos sociales y políticos como construcciones antagónicas de orden simbólico y disputa por la significación y sentidos.
Para Claude Lefort, “la política es un subsistema o modo de acción, y lo político es la dimensión fundante o configurante de la sociedad.” (Marchart, 2009: 123), y añade:
Lo político puede operar como condición de posibilidad de la política, lo político es una presencia simbólica cuya existencia en tanto ausencia real hace posible el cambio político. La política y lo político sirven de condiciones mutuas de (im)posibilidad debido a su juego de hacer presente/ausenciar. (Marchart, 2009:125)
Desde este aspecto hay una oposición clara entre ciencia y filosofía, ciencia y pensamiento, la politique y le politique, o bien la política y lo político:
Para la ciencia, el conocimiento encuentra su seguridad en la definición de modelos de funcionamiento; se ejerce conforme a un ideal de objetividad que pone al sujeto a soberana distancia de lo social (…) En cambio, el pensamiento que hace suya la cuestión de la institución de lo social es simultáneamente confrontado con la de su propia institución. No podría limitarse a una comparación entre estructuras y sistemas, puesto que es sensible a una elaboración de la coexistencia que da sentido, produce referencias de lo verdadero y lo falso, de lo justo y lo injusto, de lo imaginario y lo real, que instaura los horizontes de una experiencia de las relaciones del hombre con el hombre y con el mundo. (Lefort, 2004: 61-62)
El Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) apareció por primera vez el 1 de enero de 1994, día en que entraba en vigor el Tratado de Libre Comercio (TLC) firmado por México- Estados Unidos-Canadá. El EZLN mandaba una “Declaración de Guerra” al Estado mexicano exigiendo demandas básicas como trabajo, tierra, techo, alimentación, salud, educación, independencia, libertad, democracia, justicia y paz. Se hicieron visibles haciendo uso de pasamontañas, colores rojo y negro en su uniforme como símbolos del sector obrero en sus luchas de huelga y vestimenta militar combinada con ropa tradicional de la región que ayuda a “la construcción de significados y la utilización de símbolos que permita asignar un sentido a las relaciones sociales” (Chihu y López, 2007: 135). Al mismo tiempo declaraban que no iban a dejar de luchar hasta lograr el cumplimiento de sus demandas y hasta que México sea un país en el que haya justicia y democracia.
Por lo que el intercambio simbólico de los individuos en su vida cotidiana sirve para identificarse como parte de grupos significativos que se constituyen en el proceso de un modelo bipolar de “latencia” y “visibilidad” de acción colectiva:
La latencia crea nuevos códigos culturales y hace que los individuos los practiquen (…) la visibilidad muestra la oposición a la lógica que lleva a la toma de decisiones en la política pública. Al mismo tiempo, la movilización pública indica al resto de la sociedad que el problema específico se asocia a la lógica general del sistema y que son posibles los modelos culturales alternativos. (Melucci, 2002: 74)
Por lo que buscan hacerse presentes, latentes y visibles a través de la acción colectiva irrumpiendo y apropiándose del espacio público para que sus acciones sean reconocidas y escuchadas.
Mientras transcurría el año de 1994, mandaban una Segunda Declaración donde decían que no se rendirían e invitaron a la Sociedad Civil a decidir con libertad y democracia la forma de gobierno para resolver las demandas plasmadas en los 11 puntos mencionados, pero se les ignoró. Y así, “las palabras se incendian apenas las rozan la imaginación o la fantasía; más son incapaces de guardar su fuego” (Paz, 2005: 35). Un año después, exigían el reconocimiento de las
características propias en su organización social, cultural y política autónoma.
Ya en la Cuarta Declaración de la Selva Lacandona (1996), mencionaron que la lucha es por la liberación nacional a base de la palabra, del diálogo; cabe resaltar que la palabra siempre ha sido importante en el discurso zapatista, pero es hasta este año que le ponen especial énfasis al uso del silencio como acción política, “la flor de la palabra no muere, aunque en silencio caminen nuestros pasos. En silencio se siembra la palabra. Para que florezca a gritos se calla.” (EZLN 1996)
La metáfora no engendra un orden nuevo si no es en cuanto produce desviaciones en un orden anterior. Es decir, la metáfora está en constante movimiento, se tiene que cambiar de la muerta a la viva, necesita resucitar; “la metáfora comporta una información porque redescribe la realidad. Ofrece una transgresión categorial, siendo un intermedio de deconstrucción entre descripción y redescripción.” (Ricoeur, 2001: 35)
Una de las vías por las cuales se ha luchado para hacerse visibles, reconocidos y atendidos es bajo el mismo procedimiento del uso de la contrainformación. Si el control de la información permite el control político en beneficio de los poderes transnacionales, la contrainformación puede colaborar en un proceso integral de liberación nacional y, si la materia prima de la comunicación es la información, la disputa debe darse también en ese terreno, que es una de las tácticas que ha utilizado el EZLN en sus inicios llamando a la prensa internacional y dar la batalla desde la mediatización del conflicto. No se trata sólo de desarticular los discursos oficiales, sino también de proponer alternativas, metáforas vivas, instalar nuevas agendas y construir otro modelo de expresividad, que por cierto, ésta debe ser una beta de las nuevas generaciones de los comunicólogos. De este modo, la contrainformación supone, constitutivamente, un enfrentamiento: no sólo contra el discurso oficial y la metáfora muerta, sino fundamentalmente contra el orden establecido.
La visibilidad política de los movimientos sociales consiste en reconfigurar el reparto de lo sensible que define lo común del colectivo, en introducir sujetos y objetos nuevos, en volver visible aquello que no lo era y hacer que sean entendidos como hablantes aquellos que no eran percibidos más que como animales ruidosos. (AAVV, 2012: 81)
El reconocimiento del protagonismo y la invisibilidad; la palabra y el silencio; lo cotidiano y lo extraordinario constituyen un punto de partida ineludible para explorar las historias de los municipios zapatistas; “la palabra divide al mundo y provoca la ruptura (y la unión) de los significados; lo mismo hace con el rostro, distingue la singularidad del individuo y hace posible su reconocimiento por los demás.” (Le Breton, 2006: 135)
De esta forma el EZLN cambió el aislamiento, el encierro y la clandestinidad por el encuentro grupal, la visibilidad, la construcción de identidad y el contacto con los otros llevando a cabo el silencio como acción política. Después de que el gobierno mexicano faltó a su palabra e incumplió el primer acuerdo al que se había llegado: el reconocimiento de los derechos indígenas1; se puede leer en la Sexta Declaración:
Mientras el gobierno amontonaba palabras huecas y se apresuraba a discutir con un rival que se le escabullía continuamente, los zapatistas hicimos del silencio un arma de lucha que no conocía y contra la que nada podía hacer, y con nuestro silencio se estrellaron una y otra vez las punzantes mentiras, las balas, las bombas, los golpes. Así como después de los combates de enero de 94 descubrimos en la palabra un arma, ahora lo hicimos con el silencio. Mientras el gobierno ofreció a todos la amenaza, la muerte y la destrucción, nosotros pudimos aprendernos y enseñarnos y enseñar otra forma de lucha, y que, con la razón, la verdad y la historia, se puede pelear y ganar…callando. (EZLN, 2005)
Otro de los elementos importantes del EZLN es el uso de la máscara o pasamontañas que crea otro tipo de narrativas sociales:
Aparece como el revés del tiempo, permite que el sentido se renueve. La máscara actúa a modo de catalizador, no sólo cubre el rostro, sino que en ese mismo gesto se revelan también diferentes facetas de un cuerpo social. Así, la máscara deconstruye de inmediato las relaciones objetivas, interfiere en los esquemas perceptivos y avasalla el fundamento de la inteligibilidad normativa o normatizada del otro (…) La máscara interrumpe el reconocimiento del “sujeto”, impulsando un conjunto de artificios, vestimentas, accesorios y comportamientos que construyen un personaje en la superficie del cuerpo
(…) La máscara modifica el régimen simbólico de la política oficial y de la normalidad cotidiana; permite incorporar nuevas subjetividades dentro de un contexto determinado, es decir, de un espacio-tiempo que suspende el orden de las identidades. (AAVV, 2012: 186)
Ante este catalizador del pasamontañas y el anonimato instaurado por los zapatistas se ha creado una identidad bajo los mismos símbolos representados en un mismo cuerpo social con demandas afines desde abajo que se diferencian de otro tipo de máscaras de los de arriba, que aunque los de arriba se presentan con su rostro públicamente, se sabe que no muestran el rostro real:
Los de arriba y los de abajo; ambos poseen máscaras, hablan, callan y ejercen el silencio. Esta cara, la más irracional que el Estado mexicano haya tenido en toda su historia, oculta su horripilante imagen detrás de una máscara. Y el sonido de la sangre que cobra día a día, se calla tras un silencio. Pero hay de máscaras a máscaras y de silencios a silencios…Somos nosotros la oscuridad que brilla, el silencio que habla, la máscara que muestra, la resistencia que vive…Pareciera evidente que las máscaras ocultan y los silencios callan. Pero en verdad que las máscaras también muestran y los silencios hablan. (EZLN 1998)
Por lo tanto, los pasamontañas de los zapatistas son metáforas vivas en el sentido de que se utilizan por la distorsión del sentido literal de las palabras, “sólo las metáforas auténticas, las metáforas vivas, son al mismo tiempo acontecimiento y sentido” (Ricoeur, 2001: 135); es decir, son la significación emergente del lenguaje que busca identificación y sentido a través de la irrupción y desconocimiento facial.
Para expresar la desaprobación de una conducta queda el recurso al silencio, para así anular la posibilidad del lenguaje frente aquel que precisamente parece insensible al valor de la relación social (...) En su manifestación más extrema, apareja una puesta al margen de la sociedad, un rechazo a tomar en cuenta la existencia del otro (…) al no querer sumergirse en la comunicación habitual, rechaza la herramienta. La pena, la rebelión, el
duelo hacen del silencio un buen recurso frente a lo insoportable. (Le Breton 2006:64-65 y 77)
En el comunicado Arriba y abajo, máscaras y silencios (1998) describen a la cúpula (los de arriba) a partir de un conjunto de máscaras que utilizan para ocultar el silencio: la de la “modernidad”, que oculta el rostro de una economía empobrecida de los marginados; la de la “reconversión industrial”, que disimula la verdadera campaña de exterminio en contra de los sostenes fundamentales de la soberanía nacional; “la de macroeconomía” que se basa en el modelo neoliberal; la del “chauvinismo”, que esconde la destrucción de la nación que lleva a cabo el gobierno; y la de la “objetividad intelectual”. Asimismo, los de arriba también son los encargados de distribuir “grandes cantidades de máscaras y silencios para los de abajo". Estas ofertas encubiertas se reproducen en máscaras de anonimato, apatía, individualismo, aislamiento, cinismo, etc., las cuales por designación natural se acompañan de rencor, impotencia, avasallamiento, desesperación, soledad, resignación y rabia. "Nuevas formas de lucha van creando sus propias máscaras y van forjando sus silencios", es decir, se construyen representaciones que propician el ocultamiento de los propósitos de los sujetos.
Vienen entonces los silencios. El del rencor en contra de todo o de nadie, que se concreta en el que está al alcance. El de la impotencia de sentirse demasiado pequeño ante una máquina avasallante, inasible y, sin embargo, omnipresente. El de la desesperación de verse y saberse solo, sin una sospecha siquiera de que las cosas podrán ser mejores mañana. El de la resignación que asume lo inevitable de la injusticia y del papel de víctima mientras el victimario borra su rostro al concretarse en el patrón, el policía, el varón, el mestizo, el ladrón, el vecino, el otro-siempre-el-otro. Y el silencio de la rabia explota en cualquier momento, un silencio que se acumula y crece en situaciones absurdas, inesperadas, incomprensibles. (EZLN, 1998)
Los zapatistas dejaron pasar largos periodos sin aparecer o dar comunicados provocando comentarios y creencias como que el silencio de Marcos es un reflejo de la confusión y rendición del movimiento, así como también sobre divisiones y rupturas internas. El vacío del lenguaje
desde el discurso zapatista presenta un horizonte, una construcción de aprendizaje y no una carencia. Es la máscara de la resistencia. Hablan callando, están sin estar y se muestran a través de una máscara, pusieron en práctica un funcionamiento específico del discurso con el uso del silencio como acción política.
El 21 de diciembre de 2012 más de 40 mil bases de apoyo reaparecieron marchando silenciosamente en ciudades chiapanecas, procedentes de los cinco caracoles zapatistas: ocuparon las plazas centrales de Ocosingo, San Cristóbal de Las Casas, Palenque, Altamirano y Las Margaritas. Los 28 destacamentos (de acuerdo a la numeración que llevaban los grupos en sus pasamontañas) marcharon de forma organizada. Aquí, la metáfora sirve como razón para sustituir con la palabra figurada la palabra literal faltante o simplemente ausente que construye otra forma de estar presente a través del silencio.
El acontecimiento irrumpió con la cotidianidad, lo simbólico surgió desde su reaparición pues eligieron el último día del ciclo maya, el 13 Baktún; para muchos tendría que ser el fin del mundo y para otros el inicio de una nueva era, el cambio de piel, la renovación.
Del mismo modo, en todas las plazas los zapatistas colocaron templetes a los que subieron con el puño en alto los tzeltales, tzotziles, choles, tojolabales, zoques, mames y mestizos con sus tradicionales paliacates y pasamontañas, demostraron disciplina y organicidad, en filas y a través del silencio como acción política dijeron “aquí estamos”.
Ese día lo que se escucharon fueron sus pasos, su caminar silencioso recorriendo cinco plazas, su andar digno y rebelde por las calles y su puño en alto. “El silencio es, en ocasiones, tan intenso que suena como si fuera la rúbrica de un lugar, una sustancia casi tangible cuya presencia invade el espacio y se impone de manera abrumadora.” (Le Breton, 2006: 111)
Es por eso que el silencio pasa a ser una práctica de acción política, no vista como el orden tradicional institucionalizado, sino como construcción de orden simbólico a través del antagonismo y la disputa por su significación y sentido.
Los silencios colectivos como acción política son táctica y no necesariamente estrategia, ya que no cuentan con un lugar propio y fijo, no están enraizados, buscan el cambio a través del tiempo, del acontecimiento, de ocasiones inesperadas, momentos inoportunos e instantáneos que irrumpen y dislocan lo homogéneo y lo establecido. La estrategia, por otro lado, se basa en un lugar que sirva de base y de control de todo lo que hay externo a ella; es decir, que la estrategia es
estática y sirve sólo para administrar, vigilar, medir, controlar y manipular las relaciones de fuerzas que se encuentran en su exterior.
Táctica es la acción calculada que determina la ausencia de un lugar propio. Por tanto, ninguna delimitación de la exterioridad le proporciona una condición de autonomía. No tiene más lugar que el del otro, es movimiento. Aprovecha las ocasiones y depende de ellas, no acumula los beneficios, no guarda lo que gana. Este no lugar le permite la movilidad, pero con una docilidad respecto a los azares del tiempo, para tomar al vuelo las posibilidades que ofrece el instante. La táctica es un arte del débil; le resulta posible estar allí donde no se le espera, es astuta, se introduce por sorpresa dentro de un orden. (De Certau, 2010: 42-45)
En suma, las estrategias se basan en resistir por mantener el orden establecido de un lugar a través de un tiempo estático; mientras las tácticas buscan aprovechar y utilizar el tiempo de manera oportuna para sacudir los cimientos de un poder. Otra característica es que los silencios colectivos como acción política son acontecimientos y devenir; es decir, que:
El acontecimiento muestra lo que una época tiene de intolerable, pero también hace emerger nuevas posibilidades de vida que abre a su vez un proceso de experimentación y de creación que deriva en un cambio en el orden del sentido (…) un acontecimiento no es la solución de un problema, sino la apertura de posibles. (Lazzarato, 2006:44-45)
Por lo que el 1 de enero de 1994 y el 21 de diciembre de 2012 quedarán marcados como acontecimientos que se llevaron a cabo por un grupo que decidió levantarse en búsqueda de un cambio de sentido, por otro mundo de posibles y nuevas formas de hacer política desde la colectividad, el vínculo y la identidad desde abajo:
Lo político propiamente dicho como el surgimiento intempestivo, sin causa determinante reconocible, de un acontecimiento colectivo, de una masa de acciones confrontadas con el riesgo y cuya concurrencia heterogénea, múltiple involucra las representaciones, edades y
afectos de la espera, para proyectarse sobre una trama compleja de acciones, para dar su fisonomía inteligible y su dimensión vivida a un acontecimiento. (Mier, 2000: 70)
Por lo tanto, los silencios colectivos como acción política son líneas de fuga, acontecimiento y devenir practicados por sujetos heterogéneos que, aunque previamente no se conozcan entre sí, buscan la misma finalidad de un objetivo común; crean “irrupción de un tiempo liso e inmensurable que tiene una dimensión impersonal, intempestiva y se presenta como series; desterritorializa las identidades previas, con la modificación de los sentidos, lenguajes y emociones” (Deleuze, 2005).
Como se puede observar desde sus características, los silencios como acción política son múltiples, ya que no están enraizados, no se pueden prever y no son estáticos, siempre surgen y se expresan de distintos modos que dependen del contexto y el tipo de demandas, o mejor dicho, de las formas en que se les han negado su reconocimiento.
El silencio no es sólo un signo de lo presente sino del acontecimiento inminente o de la certeza de lo ineludible por venir, así como de la presencia tangible de la desaparición, es por consiguiente el signo temporal del horror, de lo atemorizante que se extiende desde el pasado hacia el futuro. Ahí donde la acción alienta lo indecible, lo meramente conjetural de toda significación aparece una ambigüedad esencial: se significa al mismo tiempo la ausencia, lo prohibido, lo amenazante, y también lo potencial, lo inimaginable, la realización de la promesa abierta de las redenciones, alienta la plenitud de la realización siempre postergada de los deseos. (Mier, 2004:136)
Si bien, se puede observar que el EZLN sigue en el proceso de encontrar la escucha de sus demandas; han utilizado el pasamontañas, el anonimato, el silencio y la apertura de la Escuelita Zapatista en el 2013 como acciones políticas para que se les escuche, reconozca y se llegue al diálogo y negociación. Una de sus acciones más recientes en conjunto con el Congreso Nacional Indígena es la irrupción en el escenario político mexicano para participar en las elecciones presidenciales de 2018 con una candidata independiente y vocera del Concejo Indígena de Gobierno: María de Jesús Patricio Martínez; donde la intención no es la de ocupar el poder, sino
de mostrar que hay otras formas de hacer política a través de la organización y desde abajo, en “un mundo donde quepan muchos mundos”; pero esta es una tarea de reflexión y análisis para trabajos futuros.
El silencio es una práctica de acción política comprendida como el sentido de su motivación, propósito, planificación, organicidad, voluntad, vínculo y significados de intereses comunes de un grupo determinado; el silencio como acción política es una práctica que se utiliza debido a la imposibilidad de resolver problemas por el camino del diálogo y la falta del cumplimiento del logos. El silencio como acción política siempre es de carácter social ya que para hacerse escuchar se necesita de la organización colectiva que tienen horizontes en común, así como la heterogeneidad y conflicto para disputar el sentido; por lo tanto, debe haber siempre un receptor para que se cumpla su objetivo.
En medio de tanto flujo de información, de bullicio y ruido, el logos se ha ido gastando, justificándose con que “las palabras se las lleva el viento” y que todo acuerdo tiene que ser avalado a través del proceso contractual escrito y firmado; de igual forma, en la protesta social no cumple su objetivo debido a la diferencia de intereses en torno al bien común.
Es por eso que, así como surgen tácticas para la obtención y ejercicio del poder en cualquier relación social, también se van reconfigurando nuevas transformaciones de lucha y resistencia para contrarrestar las injusticias en un mismo tiempo y espacio. Insisto, debe quedar claro que existen otras alternativas en la negociación de demandas en la protesta social, aunque el panorama se vea obscuro siempre se debe buscar la luz que alumbre el sendero del andar mutuo.
Es cierto que para que se cumplan las demandas, primero tienen que ser escuchadas y reconocidas, pero cuando se finge su atención, las palabras son solo palabras y su peso ya no es suficiente. Es claro que el EZLN se ha percatado de esta ineficacia por lo que ha sido un referente creativo dentro de las luchas sociales.
El silencio como acción política es acontecimiento y devenir que se lleva a cabo en colectividad, cualquier grupo lo puede llevar a la práctica y no habría de ser vista como una acción individual, ya que lo que se busca es la organización e identificación de intereses comunes después de un largo proceso de conflicto y disputa por la significación y sentido.
El silencio no se debe relacionar más como algo negativo o vacío del lenguaje; el silencio como acción política es una herramienta para que se abra el diálogo, se escuchen las demandas y haya acuerdo en las negociaciones a través del reconocimiento de las necesidades de cada grupo para una mejor convivencia en un mundo cada vez más inhabitable.
Debido a los diferentes contextos en los que se desarrollan las protestas sociales, las acciones silenciosas tendrán distintas consecuencias dependiendo del escenario en el que se encuentre. Sí el oxímoron me lo permite: el EZLN habla callando, están sin estar, muestran a través de una máscara y del cuerpo su identidad, defienden lo que aun no tienen, y al final, la resistencia y la lucha incansable demostrará que la organización social terminará con la individualidad anómica.
El que calla ha dejado de otorgar, hoy, los que callan exigen; la organización, la solidaridad y el silencio como acción política llevan el ritmo de la revolución acompañado de la melodía de la emancipación.
Por lo tanto, se deben estudiar los nuevos lenguajes que permitan la redescripción de la experiencia común, inventar nuevas metáforas basadas en la poiesis, llamadas más tarde a entrar en el dominio de las herramientas lingüísticas comunes y de la racionalidad consensual. Hay política si la comunidad de la capacidad argumentativa y la capacidad metafórica es susceptible de suceder en cualquier momento y por obra de quien sea; la visibilización es un reconocimiento común, una declaración de pertenencia a un colectivo, una acción política existente dentro de lo político, y ahí, también podemos encontrar el silencio.
AAVV. 2012. Perder la forma humana. Una imagen sísmica de los años ochenta en América Latina. Madrid: Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía.
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1 Convenio 169 de la OIT: identificación de los pueblos indígenas y tribales, gozar plenamente de los derechos humanos y libertades fundamentales, la no discriminación, reconocimiento de la cultura y otras características específicas de los pueblos indígenas y tribales, consulta y participación, derecho a decidir las prioridades para el desarrollo.