Juan Esteban Garro Vélez1
Palabras clave: ciudadano; individuo; esfera pública; esfera privada; participación política.
Asumir la democracia como forma de gobierno parece implicar, de manera casi automática, la importancia que encarnan conceptos como ciudadanía, deliberación, esfera pública y participación política. De igual manera, la apuesta por la democracia contemporánea no puede desligarse de la trascendencia que tiene la comunicación en clave del sano desarrollo y mantenimiento del sistema político. De esta forma, la sociedad civil, el Estado y los medios de
1 Estudiante Maestría en Comunicación y Política generación 2016-2018, Universidad Autónoma Metropolitana – Unidad Xochimilco, línea estudios sobre discurso y comunicación política. Psicólogo Universidad de Antioquia, Medellín-Colombia. Politólogo Universidad Eafit, Medellín-Colombia. Mail: estebang88@gmail.com.
comunicación están involucrados constantemente en procesos de transmisión y retransmisión de mensajes originados desde alguno de los tres agentes1.
Es válido afirmar que, en términos generales, la teoría política y el pensamiento alrededor de la democracia deliberativa son las perspectivas normativas que mayor hincapié han hecho en la importancia de la esfera pública y la participación política (Habermas, 1999; Arendt, 2005); la visión de tales perspectivas presenta a un tipo de individuo que se implica en asuntos de gobierno y hace parte, de manera activa, de dicha esfera pública, a través del diálogo para la toma de decisiones colectivas2.
De hecho, Bobbio (1996) afirma que es efectivamente en la esfera política en donde el individuo se convierte en ciudadano, a través de la participación y la implicación política en asuntos sociales. Sin embargo, afirmar a priori dicha posibilidad de participación e implicación es ingenuo en un sentido. Ya que, como atestiguan propuestas históricas y sociológicas (Aries y Duby, 1990; Sennett, 1978) a lo largo de los últimos 200 años las transformaciones sociales, económicas y culturales han terminado por privilegiar un tipo de individuo más replegado sobre su esfera privada y que, en todo caso, parece estar bastante lejos de la concepción tradicional del ciudadano, interesado por la política, que participa y delibera en la esfera pública.
Son serias las implicaciones pedagógicas, prácticas e investigativas para pensar la política contemporánea a la luz de una u otra perspectiva. Pues, por una parte, seguir la línea democrático-deliberativa implica dejar de lado realidades sociales que sugieren síntomas de fatiga y alejamiento ciudadano de formas tradicionales de participación política. Pero por el otro, asumir que el individuo contemporáneo se aleja totalmente de la política para recaer de manera exclusiva sobre la satisfacción de sus intereses próximos, niega la irrupción de nuevas formas de ejercer la ciudadanía y participar políticamente. En todo caso, resulta interesante partir del planteamiento de dos puntos opuestos sobre el mismo ser humano en sociedad, para encontrar en qué momentos coinciden, en cuáles se mantienen alejados, y cómo su relación o distanciamiento afecta la manera en que se puede analizar, transmitir y enseñar la política en la contemporaneidad.
Es preciso advertir, además, que en términos epistemológicos el abordaje de la democracia, la esfera pública y la ciudadanía pertenece a un ámbito de corte normativo, que difiere de las perspectivas de abordaje propuestas por disciplinas como la sociología o la historia.
No es del interés de esta investigación ignorar los límites disciplinares. No obstante, la visión del ser humano bien como ciudadano activo, o individuo apático y alejado de la política representa una categoría conceptual afín a ambas visiones.
Identificar dicha afinidad hace posible componer un terreno de discusión que se inscribe en lo que Magaña (2013), a partir de diferentes teóricos, define cómo el campo de la comunicación política. Pues allí tienen cabida discusiones propias de disciplinas como la antropología, la sociología, la psicología, la filosofía o la historia, a partir de objetos de investigación comunes a los intereses de dos o más disciplinas.
Es imposible ignorar la inmensa complejidad que se deriva del estudio del individuo, por ello se hace énfasis en que esta idea se acota al campo de la comunicación política, y de forma precisa, a la discusión teórica en torno a ideas como las de esfera pública, participación política y democracia. Así las cosas, es probable que la literatura científica del campo de la comunicación política presente evidencias sobre presupuestos teóricos que permitan problematizar la idea de ciudadano propia de la teoría política, o bien, criticar con fundamentos las tesis sobre la apatía e indiferencia políticas propias del individuo contemporáneo, construidas desde perspectivas históricas y sociológicas y que defienden autores como Sennett (1978) o Lipovetsky (1994).
Debe añadirse que el campo de la comunicación política es relevancia para éste tipo de rastreo, en la medida en que del mismo se desprenden, no solo consecuencias prácticas en términos comunicacionales, materializadas en campañas electorales, gubernamentales o pedagógicas, sino porque es un terreno en el que se privilegia la importancia de la comunicación en los procesos políticos contemporáneos, de suerte que permite evaluar, a la par, características sociales, individuales, postulados teóricos y apuestas comunicativas en relación con la política.
Pese a que es fácil reconocer como ideal el diálogo constante entre la sociedad y el Estado para alimentar el diseño y ejecución de decisiones gubernamentales, no lo es tanto aceptar la necesidad de volver la mirada sobre los protagonistas de dicho diálogo, en especial los ciudadanos, para constatar que tan cerca se puede estar del deber ser al que se aspira.
Precisamente, a fin de encontrar puntos de diálogo o contraste es importante, en primer lugar, llamar la atención sobre modelos teóricos que suponen la existencia de una sociedad
politizada, integrada por ciudadanos participativos, que deliberan para intervenir sobre el Estado, que exigen no solo ser informados, sino además ser escuchados por las instituciones gubernamentales, y que concretan así el objetivo de una sociedad que participa de forma mediada o directa de la adopción de políticas públicas (Sánchez, 2005).
Ya que, a todo este andamiaje teórico político, pueden oponérsele concepciones sobre el individuo y la sociedad que exigen un matiz conceptual con profundas consecuencias prácticas. Por ejemplo, autores como Lipovetsky (1994, 2002), Bauman (1999, 2001) Maffessoli (2009), Maigret (2005) o Sennett (1978), defienden tesis vinculadas a la transformación de la sociedad, que privilegian descripciones relacionadas con el individualismo, la preeminencia cada vez mayor de la esfera privada, reivindicaciones micropolíticas y agremiaciones sociales delimitadas según procesos identitarios muy específicos.
Fenómenos que en todo caso dan cuenta de formas sociales y culturales poco relacionadas con los ciudadanos ideales, o los sujetos otrora agrupados por causas políticas masificadas. De hecho, Lipovetsky (2002) indica lo paradójica que resulta la conducta apática e indiferente de la sociedad actual, a pesar de que cuenta con un considerable número de canales y formas de participación política directa e indirecta.
De suerte que es válido preguntar, si la discusión que parece adivinarse ha encontrado un correlato en la producción académica de la comunicación política, y de ser así, ahondar en qué tipo de visión es la que se privilegia y de que forma. O si más bien, se encuentra un tipo de individuo ubicado en el medio de la concepción ideal de ciudadano y la más descriptiva y realista de individuo.
Objetivo general
Reflexionar sobre el tipo de consecuencias teóricas que se desprenden de la definición y uso de los conceptos de ciudadano, individuo, esfera pública y esfera privada en la discusión académica de la comunicación política contemporánea.
Objetivos específicos
Definir el tipo de ciudadano propuesto desde la teoría política por la democracia contemporánea de corte participativo y deliberativo.
Retomar descripciones puntuales sobre el concepto de individuo contemporáneo en relación con las esferas pública y privada, propuestas desde la historia y la sociología.
Analizar la manera en que aparecen, en revistas científicas arbitradas y representativas del campo de la comunicación política de los últimos cinco años, conceptos como ciudadano, individuo, esfera pública y esfera privada.
Realizar una reconstrucción crítica de los hallazgos teóricos, en función de establecer qué tipo de concepción sobre el individuo, el ciudadano y las esferas pública y privada hacen parte del campo de la comunicación política.
Según lo esbozado, cuatro son las categorías clave que sirven como derrotero para el desarrollo de la investigación. Por un lado, esfera pública y ciudadano, que se inscriben en la teoría político- normativa de la democracia de corte deliberativo. Por el otro, la esfera privada y el individuo, que pueden nutrirse desde una tradición de corte descriptivo y desarrollada en buena medida por teóricos de la sociología y la historia.
Debe aclararse que esta división en dos dimensiones no se presenta como tajante y definitiva3, y obedece sólo a intereses analíticos, en clave de delimitar las fuentes a consultar, construir una pregunta que guíe la investigación y poder identificar en últimas si la comunicación política crea una reflexión en torno al individuo, o asume, como ha hecho la teoría política, a un ciudadano activo y participativo de la esfera pública. Además, el establecimiento de subcategorías de análisis permitirá mostrar como pueden concebirse tanto al ciudadano como al individuo desde un espectro amplio, que se cierra en los puntos en que estas dos dimensiones coinciden.
Así mismo, y según se ha comentado previamente, el ejercicio de investigación no ignora los límites disciplinares que marcan las distancias epistemológicas entre ambas dimensiones; más bien se parte de las propuestas que para cada dimensión se han desarrollado a propósito del individuo en relación con la política; y de cómo se enmarca la acción de éste en un contexto más
amplio que ha coincidido en llamarse esfera pública. Se ha advertido también, que una alternativa para salvar las distancias epistemológicas es la de observar concepciones a propósito de objetos comunes en un campo que da cabida al diálogo interdisciplinar, para el caso, la comunicación política.
Así las cosas, para el estudio de las categorías de esfera pública y ciudadano, es un paso obligado la revisión de las propuestas de Hannah Arendt y Jürgen Habermas. Ambos autores han sido reconocidos por Bobbio (1996), Sánchez (2005), Rabotnikof (1997) y Magaña (2013) como los principales representantes de la reflexión a propósito de la esfera pública en la contemporaneidad.
En un sentido amplio, podría decirse que la perspectiva de Arendt (2005), además de ser un antecedente ineludible sobre el tema, ya que la autora hace una revisión desde el modelo más clásico de esfera pública, propio de la Grecia antigua, permite también encontrar una posición clara sobre la diferencia entre la esfera pública y la privada, las transformaciones de las mismas con la irrupción de la sociedad y la intimidad en la modernidad, así como el anhelo por restituir el valor del diálogo sobre asuntos comunes y la deliberación pública.
Habermas (1999), hace posible acercarse al tema desde una caracterización también histórica, pues vuelve sobre la esfera pública burguesa de los siglos XVIII y XIX. La reflexión del filósofo se enfoca en lo que representó la escisión, cada vez más marcada entre sociedad civil y Estado, y en como la esfera pública permitió que las demandas de la primera afectarán las decisiones del segundo, en una suerte de racionalización del poder; ello gracias a la crítica vehiculizada a través de la plataforma que implicaron para ese momento los medios de comunicación, la prensa específicamente. Habermas no deja de lado tampoco las implicaciones del desarrollo de la llamada sociedad de masas de la primera mitad del siglo XX y la manera en que esta misma modificó la práctica previa del ejercicio de la razón en la esfera pública.
Ambos autores reconocen un hecho que es relevante para los intereses del presente ejercicio, a saber, la modificación derivada de procesos sociales e históricos de la idea original de esfera pública. De igual manera, y en consonancia con su visión filosófico-normativa, no dejan de advertir la trascendencia que para la democracia tiene una esfera pública vital, en la que circulan de forma libre las ideas y los argumentos, tiene cabida la publicidad de las acciones de gobierno, y el debate es un ejercicio público en aras de racionalizar el poder y hacer cada vez más preciso el
desempeño estatal; una aspiración muy propia, advierte Sánchez (2005), del liberalismo democrático decimonónico.
Aunque ninguno de los dos filósofos dedica un apartado especial para hablar del tipo de ciudadano que integra la esfera pública, deducir sus características no es una tarea tan compleja. En todo caso, puede argumentarse que se trata de un ciudadano interesado por la deliberación, que busca que su voz sea escuchada en la esfera pública para construir a través del intercambio de ideas, a la sazón de Habermas, una razón última que encarna la verdad y direcciona la intervención del Estado.
Es precisamente este punto el que permite señalar lo oportunos que resultan los desarrollos de la sociología y la historia. Ya que, pese a que es evidente que pocas objeciones pueden hacerse a una teoría que entiende la democracia como un proceso histórico que puede desarrollarse hasta niveles cada vez más ideales según el deber ser, si resulta útil detenerse a pensar si existe en el mundo real un correlato de ese tipo de ciudadano ideal, sin el cual es difícil sostener las aspiraciones de éste tipo de esfera pública.
El testimonio sobre como puede concebirse al ciudadano en la contemporaneidad viene precisamente, según se decía, de desarrollos adelantados en disciplinas como la sociología y la historia. Esta segunda dimensión de análisis permite acercarse a la idea de individuo a través de la esfera privada. Aries y Duby (1990) dan cuenta, en Historia de la vida privada, de la forma en que dicha esfera fue constituyéndose a lo largo de la historia de occidente, y se destaca el papel cada vez más protagónico que va adquiriendo el individuo en dicho proceso. Al nivel en que difícilmente puede pensarse la historia de la vida privada y de la intimidad si se pierde de vista al individuo.
Por su parte Sennett (1978), evidencia como desde el S. XVIII, tras la entrada en crisis de la sociedad cortesana y nobiliaria, la familia nuclear comienza a tomar cada vez más relevancia, en especial, con el desplazamiento masivo a los centros urbanos y el crecimiento exponencial de las ciudades. La personalización de la política, la constitución de comunidades de sentido herméticas, el aislamiento social, el régimen impuesto de la intimidad, son ideas que permiten a Sennett argumentar el fortalecimiento de la esfera privada en detrimento de la esfera pública, y por supuesto, afirmar la relevancia que en las sociedades urbanas de la segunda mitad del S. XX adquiere el individuo.
Desde esta última óptica, Lipovetsky defiende la identificación de “un individualismo puro, desprovisto de valores sociales y morales, sin referentes comunes que se aleja del homo economicus, la familia, la revolución y el arte” (2002, p. 50). Sin embargo, Maffessoli insiste por su parte en que puede identificarse “una adopción y apetencia eventual por lo político” (2009,
115) que muestra, no la desaparición total de la política y la alta deliberación de la Grecia clásica, sino más bien una profunda transformación de la actitud que lo sujetos asumen frente a la misma. A las revoluciones sociales presentes hasta finales de la década del 70 les ha sobrevenido un abandono generalizado de la esfera pública (Lipovetsky 2002; Maffessoli, 2009; Maigret, 2005), de la forma en que ésta fuera entendida y caracterizada por Arendt (2005).
Por lo que se alienta la capacidad del individuo y potencia la posibilidad de un sin fin de elecciones singulares, -deportes, tecnologías Psi, turismo, moda, religión y sexo- dando forma a denuncias propias del siglo XXI que ven con preocupación la creciente apatía política, hiper acentuación del Yo, la caída en desuso de grandes relatos y referentes sociales cohesionadores, fragmentación de lazos sociales, la virtualización de lo humano y vacíos de las relaciones. Denuncias que parecen mostrar la renuencia a aceptar formas sociales y culturales emergentes, “reemprender ad nauseam las sempiternas discusiones sobre la ciudadanía, el contrato social, la República Una e Indivisible, equivale a no percibir las nuevas mitologías posmodernas” (Maffessoli, 2009, p. 115).
Existen también posturas teóricas que parecieran inclinarse por ubicar al sujeto en un plano más colectivo, ya que reconocen que los procesos de construcción individual de la identidad implican un intercambio entre la reafirmación del propio Yo y la construcción del mismo a partir de la relación con otros individuos (Yañez, 1997).
No obstante, la mediación entre la realidad interior —del individuo— y la exterior —el grupo o los grupos a que pueda pertenecer— no se traduce en agremiaciones sociales amplias, sino más bien en lo que Maffessoli (2004) ha atinado en llamar tribus urbanas. Agrupaciones que si bien desmienten tesis propias del individualismo más puro, muestran a la par vínculos sociales poco influenciados por las grandes instituciones de antaño (familia, iglesia, sindicato) y materializadas en múltiples colectivos sociales a los que el individuo puede matricular su construcción identitaria, permitiendo hablar no tanto de una atomización social en individuos sino más de una atomización en grupos. Como resultado, “(…) las reivindicaciones se volvieron
micro-políticas y se relacionan con las costumbres y los conflictos que atañen a las identidades” (Maigret, 2005, p. 366).
Es innegable, a la luz de lo expuesto, que el individuo adquiere características muy particulares en la contemporaneidad, que si bien no lo convierten en un elemento totalmente aislado del engranaje social, sí hacen que sus posibilidades de agremiación y construcción de identidad sean bastante delimitadas y se expliquen en gran medida por dispositivos económicos y culturales muy propios de América y Occidente, como la migración hacia centros urbanos o la particular arquitectura de las ciudades y la llamada sociedad de consumo.
Pueden ahora identificarse dos posturas teóricas, cada una con sus aspiraciones y regímenes epistemológicos particulares, pero que toman como referentes para la reflexión los mismos objetos. Se insiste en que, más allá de dichos objetos comunes a partir de los cuales han emprendido el análisis, la división entre perspectivas es analítica y en ningún caso se busca terminar afirmando cual de las dos visiones es correcta. De hecho, realizar el rastreo desde dos orillas contrarias, permite verificar que puntos de confluencia existen entre ambas caracterizaciones, y como el diálogo entre ambas puede nutrir una visión alternativa.
Así mismo, se parte de las dos dimensiones enunciadas para ver la forma en que han influenciado la investigación en un terreno académico propicio para el debate interdisciplinar y la confluencia de perspectivas como es el de la comunicación política.
Es importante referir de nuevo que se entiende la comunicación política como un campo, que según la descripción de Magaña (2013), ha permitido la confluencia disciplinar alrededor de objetos comunes y de interés académico para diferentes ciencias sociales.
De igual forma, se privilegia la propuesta de modelo tripartito de la comunicación política de Mazzoleni (2010), quien destaca como los agentes del proceso comunicativo en la política a:
1. las instituciones de gobierno, 2. los medios de comunicación y, 3. los ciudadanos. El interés de la investigación hace preciso que el énfasis reflexivo y analítico recaiga sobre estos últimos.
Así las cosas, la producción académica presente en las revistas científicas de comunicación política constituye una arena ideal para observar que tipo de individuos o ciudadanos aparecen en la investigación del campo, si se privilegia alguna de las dos dimensiones desde las cuales se parte, o se proponen unas alternativas, y si de alguna manera se concilian
visiones normativas y descriptivas sobre la democracia en relación con la deliberación y la participación política.
El enfoque del que se parte para el desarrollo del proyecto es de corte cualitativo, y según su naturaleza se destacan dos tipos de fuentes: por un lado, libros escritos por autoridades académicas y legitimadas para la discusión en alguna de las dos dimensiones de análisis esbozadas en el apartado anterior4; que sirven para introducir y dar un marco teórico a la reflexión, así como identificar y desarrollar conceptos clave que habrán de convertirse en categorías de análisis.
El segundo tipo de fuentes son aquellas que integran el corpus de análisis y sirven para rastrear la discusión frente a los cuatro conceptos clave que se han enunciado previamente. Tales fuentes aluden a artículos de investigación publicados en revistas indexadas y especializadas del campo de la comunicación política. Lo cual no impide la eventual consulta de artículos que sean sistemáticamente referenciados por otros autores y hayan aparecido en revistas pertenecientes a otro campo o disciplina.
El criterio para la selección de las revistas se basa, además de su indexación, en indicadores bibliométricos que señalan el impacto que un artículo o revista ha tenido en alguna comunidad académica. Criterio que resulta bastante funcional sí se tiene en cuenta que uno de los objetivos específicos de la investigación es conocer de primera mano que tipo de discusiones se han establecido en el campo de la comunicación política.
Se busca además mantener una suerte de equilibrio geográfico, por lo que se recurre no solo a indicadores bibliométricos que señalan el mayor impacto de las revistas provenientes de Estados Unidos y Europa, sino también a bases de datos latinoamericanas que construyen indicadores propios para analizar el impacto de sus revistas en la región. De suerte que, al final, son seleccionadas las dos primeras revistas de comunicación política según indicador de impacto sugerido por el ranking de web of science, y las dos primeras revistas según el mismo indicador, sugeridas por Scielo para la región de Latinoamérica.
Los números seleccionados para el análisis son aquellos publicados por las revistas en los últimos cinco años. Ello por dos motivos, por un lado, la actualidad de la discusión que implica
este rango de tiempo, por el otro, porque la revisión inicial señala una ruptura fundamental en el análisis de la esfera pública, los procesos de ciudadanía y la imbricación de estos con la esfera privada, a partir de la irrupción de internet, debido sobretodo a que se identifica un ecosistema comunicativo diferente, es el momento de consolidación de la web 2.0 y de mayor crecimiento en el acceso y uso a las redes socio digitales. De igual forma, esto no impide la consulta de artículos que sean constantemente referenciados sin importar el momento de su publicación o la revista de la que procedan.
La información consultada tanto en los libros como en los artículos es llevada a una matriz bibliográfica (ejemplos al final del texto), con el fin de, por un lado, sistematizar tal información según categorías clave para la investigación. Pero además, crear posibilidades de análisis cuantitativas para definir, si más allá de la discusión planteada, pueden encontrarse otro tipo de patrones o particularidades en el campo académico en que se hace la revisión, según las revistas, el lugar de procedencia y fecha de publicación de las mismas, metodología, la temática a la que se adscriben, entre otras.
Es relevante destacar que la sistematización de la información implica tres momentos diferentes: 1. Consolidar categorías de análisis a partir del marco teórico y la información reflejada por la matriz bibliográfica. 2. Asentar la información de todos los artículos de las cuatro revistas seleccionadas en la matriz bibliográfica de Excel (según las categorías señaladas en azul en el ejemplo). Esto permitirá, por una parte, elaborar un análisis multivariado a partir de la discusión identificada en el campo, y por otra, identificar los artículos clave que dan lugar al tercer momento. 3. Tomar una muestra más reducida de artículos posterior a toda la información sistematizada. El principal criterio de selección de dichos artículos es el de su relación directa con por los menos una de las dimensiones descritas en el apartado anterior, estos artículos servirán a un análisis cualitativo (celdas M a la Q), que se relaciona con el marco teórico, las categorías construidas en el primer momento y la definición de subcategorías que nutran la reflexión conceptual.
Dicha reflexión busca, por tanto, aprovechar los adelantos en investigación, pero al mismo tiempo interrogarlos a partir del marco conceptual y teórico definido. Por tanto, es posible establecer como objetivo el de realizar un trabajo meta teórico, buscando que el proceso de análisis y reconstrucción de las teorías estudiadas facilite al máximo el diálogo crítico e
interdisciplinar con el corpus de análisis elegido. Según estos presupuestos, se define un enfoque investigativo histórico hermenéutico (López Parra, 2001).
El estado del arte es entonces el tipo de investigación que mayor utilidad ofrece a los alcances planteados, entendiéndolo como un rastreo documental en el que se materializa un momento del saber acumulado, a la par que se hace una descripción y contextualización de ese mismo conocimiento de una forma crítica y sistemática, en clave de síntesis, articulación y reconstrucción de posturas teóricas identificadas (Vélez y Galeano, 2002). Estas fases han convenido en llamarse heurística o de recolección de fuentes de información y hermenéutica o de análisis (Hoyos, 2000; Vélez y Galeano, 2002).
Libros (primer momento de análisis)
Artículos en revistas indexadas (segundo y tercer momento de análisis)
Arendt, H. (2005). La esfera pública y la privada. En H. Arendt, La condición humana (págs. 51- 106). Barcelona: Paidós.
Aries, P. y Duby, G. (1990) Historia de la vida privada, vol. 3, Taurus, Madrid. Bauman, S. (2001). La sociedad individualizada. Madrid. Cátedra.
Bar-Tal, D. (1990). Groups Beliefs. A conception for analysing group structure, processes and behaviour. New York: Springer Verlang.
Bobbio, Norberto (1996). Estado, gobierno y sociedad: Por una teoría general de la política. Trad. de José F. Fernández Santillán. Fondo de Cultura Económica. México, 244 pp.
Dalh, R. (1999). La democracia una guía para los ciudadanos. Taurus, España. Habermas, J. (1999). Historia y crítica de la opinión pública. España: Gustavo Gili.
Kymlicka, Will y Norman, Wayne J. (1997) el retorno de la ciudadanía. Una revisión de la producción reciente en teoría de la ciudadanía. En: La Política: Revista de estudios sobre el estado y la sociedad. Nº 3, 1997, págs. 5-40
Lipovetsky, G. (1994). El Crepúsculo del deber: La ética indolora de los nuevos tiempos democráticos. Barcelona: Anagrama.
Lipovetsky, G. (1994). La Era del vacío: Ensayos sobre el individualismo contemporáneo.
Barcelona: Anagrama.
Locke, J. (2004) Segundo tratado sobre el gobierno civil. Madrid: Alianza Editorial. Sartori, G. (1992) “Democracia”, en: Elementos de Teoría Política. Madrid: Alianza. 29-69.
Maffessoli, M. (2004). El tiempo de las tribus: El ocaso del individualismo en las sociedades posmodernas. México: Siglo XXI editores.
Maffessoli, M. (2009). Iconologías: Nuestras idolatrías Posmodernas. Barcelona: Ediciones Península.
Magaña, Ricardo. (2013). La comunicación política, un campo de estudio complejo: reflexiones para su aprehensión (Tesis doctoral). Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), Ciudad de México.
Maigret, É. (2005). El espacio público contemporáneo y las reivindicaciones micro-políticas. En É. Maigret, Sociología de la comunicación y de los medios. Bogotá: Fondo de cultura económica.
Mazzoleni, G. (2010). La comunicación política. España: Alianza.
Sánchez Ruiz, E. (2005) Medios de comunicación y democracia. Bogotá: Grupo Editorial Norma, 2005, 133 páginas.
Sennett, Richard. (1978). El declive del hombre público. Barcelona: Península.
Yañez, C. (1997). Identidad: aproximaciones al concepto. Revista colombiana de sociología.
Universidad Nacional de Colombia, 3 (2), 27-34.
Notas
1Más adelante se ampliará esta idea de modelo tripartito en el campo de la comunicación política, específicamente, a partir de la propuesta de Mazzoleni (2010), quien además ofrece una visión particular sobre las formas de relacionamiento entre estos tres agentes.
Esta apreciación inicial, hace necesario advertir que la definición del término ciudadano no está ligada tanto a preceptos jurídico-normativos o de requerimientos legales, que una vez cumplidos, le otorgan a un individuo el título genérico de ciudadano. Más bien, la de ciudadano viene a ser una categoría que habla de acciones particulares que puede potencialmente realizar un individuo. Así mismo, frente a ideas que defienden una concepción de ciudadanía ampliada (Kymlicka y Norman, 1997), se propone un estudio del ciudadano desde una dimensión eminentemente política, para ser específicos, en lo que concierne a su participación política en la esfera pública.
De hecho autores como Arendt (2005) o Habermas (1999) proponen, cada uno, la existencia de una esfera intermedia entre la pública y la privada, debido precisamente a la complejidad que implica esta división tajante.
A saber, la dimensión integrada por los conceptos esfera pública y ciudadanía y la integrada por los conceptos esfera privada e individuo. Ambas dimensiones se nutren con la identificación de subcategorías. Se hace una salvedad importante, tales subcategorías aparecen en un momento posterior a la revisión de la literatura en los tres diferentes momentos de la investigación (como se explica más adelante), y no previamente. Esto con el fin de poder tener una visión amplia del panorama conceptual y no dejar de lado términos que podrían resultar relevantes para el momento del análisis y la reflexión.