Adriana Padierna Beltrán1 y Carlos Alberto Esparza Hernández2
Palabras clave: lenguaje digital; evolución; humanización; lenguaje; meme.
Actualmente es imposible pensar en los avances tecnológicos sin considerar sus repercusiones en la sociedad y sus interacciones. Las plataformas digitales han abierto un mundo de posibilidades para distintas actividades humanas, pero también presentan una serie de limitantes para la interacción humana que da pie a nuevas necesidades, principalmente comunicativas y sociales. Dichas necesidades han derivado en diversas soluciones o tendencias en el lenguaje digital, como son las contracciones, la preponderancia de elementos visuales en la comunicación — entiéndase emoticones o emojis — y la adopción de símbolos culturales para transmitir mensajes, conocidos
como memes.
El ser humano es un animal primordialmente social, el cual ha basado gran parte de su evolución y progreso en el lenguaje, que a su vez retroalimenta la percepción de la realidad de las sociedades. La actividad humana, a partir de las tecnologías usadas día con día, da pie a nuevos códigos y lenguajes de programación, así como una nueva jerga dentro de distintas plataformas digitales y la viralización de los memes o imágenes macro. Estos últimos han comenzado a formar lo que llamaremos un nuevo lenguaje digital, que responde a la necesidad natural de buscar un idioma común, el cual nos permite acercarnos a un entendimiento global de la realidad, así como cooperar, aprender y construir conocimiento nuevo entre miembros de culturas con idiomas previamente distintos diferentes.
Desde el momento de nuestro nacimiento hasta el último día de nuestras vidas, es casi imposible separar al hombre del lenguaje; éste es “el vehículo mediante el cual establecemos y vivimos nuestras más importantes relaciones humanas, al tiempo que sirve como instrumento fundamental para efectuar las más corrientes transacciones cotidianas” (Grumperz y Bennet, 1981: 13). En este sentido, mucho del valor del lenguaje radica en su versatilidad, tanto para facilitar tareas mundanas como ayudar a encontrar un significado para nuestra propia existencia. Al adentrarnos en las particularidades de cómo funciona el lenguaje descubrimos detalles de nuestra propia humanidad. Tal parece que describir al hombre y al lenguaje resulta en describir lo mismo.
Grandes pensadores lo han expresado ya de diversas maneras, como Octavio Paz al destacar que “la palabra es el hombre mismo” (Paz, 1972: 8) o Steven Pinker al describir al lenguaje como “una ventana hacia la naturaleza humana” (Pinker, 2005). El lenguaje más allá de ser simplemente una creación cultural se ha convertido en una forma de distinguir y entender al ser humano, sus relaciones y su evolución tanto social como cognitiva. Basta mirar los trabajos de filósofos como Kierkegaard, Russell o Locke como ejemplos de la relevancia del lenguaje al momento de reflexionar acerca de la naturaleza humana.
Más allá de términos metafísicos y epistémicos, el lenguaje ha tenido un rol fundamental en la evolución del hombre; Yuval Harari expone que “Homo sapiens conquistó el mundo gracias, por encima de todo, a su lenguaje único” (Harari, 2013: 32), con el cual se dio la
‘revolución cognitiva’. Dicha revolución implicó el detonante para dejar de ser un animal más y por el contrario evolucionar hasta lo que somos hoy en día. Sin embargo, ya varios estudios han demostrado que sí existen diversos ejemplos de comunicación entre distintas especies de animales e incluso ejemplos de lenguaje y códigos simples usados por dichas especies. Esto nos lleva a preguntarnos, ¿qué es lo que hace al lenguaje humano tan especial? John J. Grumperz y Adrian Bennet, en su libro Lenguaje y cultura (1981: 35) comienzan con un análisis de las diferencias entre lenguaje humano y animal, mencionando a Gregory Bateson como uno de los estudiosos con más amplio conocimiento del tema; Bateson señala que la comunicación entre animales se compone de signos acerca de estados individuales, mientras que la comunicación humana hace referencia a cosas particulares. De manera más concreta, un animal comunica una sensación asociada a una situación o estado, como un gato que maúlla pidiendo comida apela a su condición de dependencia a su amo y hace conocida su sensación de hambre. Por su lado, el hombre ha desarrollado el lenguaje de manera que puede hacer referencias específicas de su entorno, sus conocimientos o experiencias pasadas, así como asociaciones complejas a sentimientos e intenciones. Bateson categoriza a la comunicación animal como icónica, con relaciones simples y directas entre mensajes y señales, mientras que otorga al lenguaje humano la categoría de digital, con mensajes construidos a partir de distintos elementos, teniendo como resultado relaciones entre signos y mensajes completamente arbitrarias. Las letras y vocales en realidad son sólo sonidos, desprovistos de significado, y sólo al unirlos en combinaciones particulares (y arbitrarias) es que se logra un significado, dependiente de un universo previo de conocimientos. Ahí entra la importancia de la gramática como un universo de reglas que da sentido a cada lenguaje o dialecto particular.
Si bien es lógico asumir que el lenguaje humano se desarrolló a partir de un modelo icónico simple, como la comunicación animal, es la propia evolución de los diferentes idiomas, sus similitudes y diferencias, lo que llama la atención como evidencia de la evolución humana. Desde 1872, pensadores como Wilhem Von Humboldt se interesaron por la diferencia de idiomas. Humboldt consideraba estas diferencias un reflejo del desarrollo de cada cultura y con él nació la lingüística moderna.
Es a través de la lingüística que hemos distinguido el importante papel del lenguaje para proveer al ser humano antiguo la capacidad no solo de transmitir información valiosa de un
individuo a otro, sino también de cooperar con ellos. La invención del lenguaje corresponde a la necesidad del ser humano de comunicarse de una forma más eficiente con sus similares. Esto ha evolucionado desde sonidos guturales hasta sistemas de escritura, habla e incluso metaforizaciones. Con el aumento en conocimiento, la diversificación de actividades humanas y el acercamiento a distintos grupos humanos, podemos observar al lenguaje transformarse rápidamente para adaptarse a nuestras necesidades, “parece ser que el lenguaje ‘evoluciona’ por medios no genéticos y a una velocidad más rápida en órdenes de magnitud que la evolución genética.” (Dawkins, 1989: 215). Podemos considerar al lenguaje como la herramienta y el resultado del aprendizaje social, donde las ideas se acumulan y esto permite el progreso. Sin embargo, ¿qué necesitamos del lenguaje para continuar avanzando y construyendo sobre lo que hemos aprendido? El lenguaje necesita resumir de manera cada vez más eficiente el cúmulo de este conocimiento milenario para transmitir ‘lo que sigue’, los nuevos conocimientos, la nueva realidad.
Mark Pagel explica cómo “el lenguaje evolucionó para llenar el vacío de ‘ver las mismas cosas’, compensar vivencias distintas para permitir la cooperación” (Pagel, 2011). De esta forma, Pagel propone que el lenguaje nos permite afectar o reprogramar a otros y transformar nuestra realidad, tanto física (pidiendo cambios, etc.) como psicológicamente. Un grado máximo de esta cooperación se refleja en lo que Harari llama la característica realmente única de nuestro lenguaje: la transmisión de ficciones, de información inexistente creada por individuos y compartidas por todo un grupo de personas.
Ahora bien, el lenguaje desarrollado, como característica propia de la humanidad, evoluciona con la misma. Es esto lo propuesto por Humboldt, estudiar al lenguaje y sus cambios a través del tiempo como una fotografía de la evolución de las sociedades. Desde este punto de vista, los cambios en el lenguaje corresponden a cambios en nuestras necesidades y nuestro estilo de vida. Steven Pinker, al asociar nuestros hábitos expresivos con nuestra naturaleza, menciona que “cómo expresamos algo revela nuestros hábitos de pensamiento- o forma hábitos de pensamiento” (Pinker, 2005). Este es el enfoque de la sociolingüística, disciplina que estudia y reconoce el efecto de las sociedades en el lenguaje, cómo el contexto físico, histórico y cultural dan forma al léxico y, de forma inversa, cómo el lenguaje afecta a las sociedades.
La teoría controversial y ampliamente debatida de si nuestro sistema lingüístico afecta
nuestra manera de percibir el mundo es conocida dentro de la etnolingüística y la sociolingüística como las hipótesis de Sapir-Whorf. Dichas teorías se popularizaron en los años cuarenta, en gran parte inspiradas en el trabajo etnográfico de Humboldt y Franz Boas. Si bien en su momento fueron teorías ampliamente criticadas, es válido rescatar el planteamiento de Sapir de cómo el lenguaje organiza nuestras ideas e influye en nuestra percepción de la realidad (Schaff, 1967: 95). Esta concepción del papel del lenguaje se ha visto reforzada en estudios más recientes, como los mencionados por Guy Deutscher en su artículo Does your langague shape how you think? para el New York Times (Agosto, 2010), quien justamente comienza citando el trabajo de Whorf. El problema con las afirmaciones de Whorf fue que, a diferencia de Sapir, no procuró alejarse de las generalizaciones y propuso un acercamiento más definitivo, en el cual la lengua nativa de una persona limita su entendimiento del mundo. Deutscher, más adelante en su artículo, toma una posición más parecida a la de Sapir en su momento al citar ejemplos de cómo, si bien las personas son capaces de entender conceptos más allá de las limitaciones de su idioma natal, su percepción del mundo conlleva una especie de filtro generado a partir del lenguaje. Este filtro u orden mental impuesto por el lenguaje no nos habla de una limitación cognitiva, sino de una retroalimentación entre experiencia humana, cultura y lenguaje. Durante este ejercicio surgen procesos más complejos o elegantes, como la narrativa. Omar Rincón, en gran similitud a Harari, propone en este sentido a la narración como “una estrategia de constitución de subjetividad y colectividad, de producción de conocimiento y memoria” (Rincón, et al. 2010: 5). Entendemos esto como un proceso tanto social como individual, esencialmente humano y congruente con la función histórica del lenguaje.
El auge de la tecnología ha permitido un acercamiento sin precedentes entre diversas culturas y grupos humanos, así como un sinfín de posibilidades comunicativas. Ha permitido nuevas transacciones y eficientando o facilitado otras. Es de esperarse que con estas nuevas condiciones y posibilidades, también surjan nuevas necesidades sociales y lingüísticas.
Es un hecho que el lenguaje, al igual que el ser humano, evoluciona a la par que este último lo hace, pues como se ha mostrado anteriormente ambos son correlativos. Ahora bien, el lenguaje es una herramienta creada por el hombre para lograr el objetivo de comunicación y como toda
herramienta en su proceso de evolución es perfeccionada para cumplir de mejor forma su objetivo y solventar nuevas necesidades que surgen. Nuevas necesidades dan pie a tecnologías distintas que, tras una fase de adaptación del usuario, comienzan a mostrar indicios de humanización. Basta analizar la historia para observar cómo el lenguaje se ha adaptado a lo largo de los siglos a tecnologías que poco a poco retoman elementos más humanos. Es posible mencionar la escritura, pasando a la imprenta, telegrama, radio, televisión, entre otros, cada uno mejorando los niveles de comunicación expresados desde sus propias limitantes.
En este sentido, la tecnología actual que modifica el paradigma general de la sociedad, desde la economía, política, cultura y comunicación misma parece ser clara. Chris Freeman y Francisco Louca (2001) parafrasean al presidente de la Reserva Federal de los Estados Unidos, Alan Greenspan, quien al referirse a este nuevo paradigma menciona a las computadoras, telecomunicaciones y el Internet, al igual que aquellos que, como los autores mencionan, disputan lo revolucionario de otros momentos históricos reconocen en la existencia de una revolución basada en las computadoras electrónicas, software, micro electrónicos, el Internet y los celulares (Freeman y Louçã: 301).
El auge de la electrónica, los microchips y el fuerte enfoque en telecomunicaciones con el desarrollo del Internet ha determinado la evolución de la época actual. El lenguaje no está exento de este cambio, siendo que se ha adaptado y modificado con base en las restricciones que el espacio digital presenta. Las características propias de la naturaleza de los digital y el Internet parecen diferir de autor en autor; sin embargo, algunas palabras clave son constantes en los trabajos entorno a estos conceptos. Heather Brooke (2016) al describir la revolución digital utiliza términos como ‘transparencia’, ‘abundancia comunicativa’ e ‘interconexión global’; por otro lado, Rainie y Wellman en su libro Networked (2012) utilizan sobre todo la palabra ‘conectividad’ e introducen el término ‘individualismo conectado’, al referirse a la revolución que se manifiesta en este momento; José van Dijck en diversos de sus textos sobre el mundo digital y redes sociales aborda frecuentemente términos como ‘apertura’, ‘conectividad’ y ‘social’.
Todas estas palabras tienen un fuerte enfoque en cuanto a lo social, es decir, todas se relacionan de una u otra forma con el contacto humano. Así pues, es importante recordar que la función esencial del lenguaje es facilitar la comunicación, y al ser esto una de las mayores ofertas
del mundo digital pareciera que como nunca antes se está dando una revolución del lenguaje a la par del tecnológico. No en vano el inventor de la World Wide Web, Tim Berners-Lee, parafraseado por Crystal, resalta que “el sueño de la comunicación entre las personas a través de un saber compartido debe estar al alcance de los grupos de cualquier tamaño, de manera que interactúen electrónicamente con tanta facilidad como lo hacen ahora en persona” (Crystal, 2002: p.8). Resulta relevante abordar específicamente el Internet puesto que éste puede identificarse como una de las piezas clave de esta revolución, inclusive en términos de la comunicación podría identificarse como el corazón mismo. Manuel Castells señala que el Internet es a la revolución digital lo que la red eléctrica a la revolución industrial, “Internet es el tejido de nuestras vidas” (Castells, 2001: 15) inicia contundente su texto.
Además de tener muy presente el Internet, debemos considerar los aparatos específicos que facilitan el proceso comunicativo, es decir todos los monitores o ‘pantallas negras’ que fungen de mediadores entre los interlocutores. Para los primeros estudios de este tipo de comunicación se utilizó la terminología de Comunicación Mediada por Ordenador (CMO), aunque en la actualidad estos aparatos van más allá de los ordenadores y posiblemente continuarán apareciendo nuevos gadgets tecnologías que reemplacen a los actuales. Celulares, tabletas, computadores, wearables, entre otros, son algunos de los medios utilizados hoy en día para la comunicación digital y no se puede prescindir de las cualidades propias de ellos para identificar cómo el medio ha propiciado las formas de comunicación dentro de sus propias reglas, al nivel de ir creando poco a poco su propio lenguaje. Ahora bien, tal como Mitchell Stephens describe “todas las nuevas formas de comunicación son atacadas durante siglos en sus primeras épocas. De hecho, tienden a ser atacadas hasta el momento en que empiezan a ser reemplazadas (entonces comienzan a ser queridas)” (Stepehens, 1998:10). De esta forma, apenas comenzó la popularización del Internet — y los diversos gadgets para su uso — surgieron dos vertientes principales en cuanto a su impacto social.
Por un lado se encuentran autores como Marisol Aguilar Mier (2013), Jens Allwood (2017), Flavio A. Nascimbene y Lamberto Vento (2000) quienes afirman que algunas de las nuevas prácticas digitales fomentan una desconexión o inclusive deshumanización, en donde la mediación de una máquina elimina el factor humano y las nuevas tecnologías utilizadas como herramientas de comunicación — y otros procesos sociales — pueden convertirse en un arma de
doble filo. En contraste, pensadores como David Crystal (2002), Henry Jenkins (2008) y Manuel Castells (2001) sostienen que la llegada del Internet, con sus cualidades específicas, permiten a los individuos conectarse no solo de más formas, sino inclusive de maneras más profundas que anteriormente, abriendo posibilidades de socialización hasta ahora inimaginadas. La realidad es que la simple existencia de un debate como éste ya resalta la relevancia social que el Internet ha alcanzado. Ernesto Antonio Parrilla resume el alto valor de este deba de forma concisa al expresar:
“…si bien estos cambios en el lenguaje han despertado el debate sobre si se trata de evolución o involución, no se puede discutir la practicidad y el ingenio en ciertos casos frente a la transformación de la lengua y la mutación hacia nuevas formas –la substitución de letras, la abreviación indiscriminada, la aparición de nuevos términos, entre algunos ejemplos–, o bien la tendencia a universalizar símbolos (los emoticones), que se entienden en cualquier parte del mundo más allá de la lengua que se hable y las creencias (políticas, religiosas, culturales) que se tengan”. (Parrilla, 2007: 132)
Es precisamente la aparición de estas nuevas formas y tendencias que menciona Padilla las que representan el surgimiento de un lenguaje particular dentro del mundo digital, en este caso el lenguaje se ha visto particularmente afectado a diferencia de revoluciones anteriores ya que como se ha mencionado anteriormente de forma superficial y como el siguiente postulado de David Crystal explica “el lenguaje es el corazón de Internet; la actividad de la Red es interactividad” (Crystal, 2002: 272). Comprender el surgimiento de esta forma propia de comunicación implica conocer las características del medio, el cual ha guiado a los usuarios a adaptar formas comunicativas anteriores y desarrollar nuevas con el fin de solventar sus necesidades.
Dichas cualidades del medio se han clasificado de formas distintas; el mismo autor inglés, por ejemplo, escribe “Internet es un medio electrónico, global e interactivo, y cada una de estas propiedades tiene consecuencias para el tipo de lenguaje que allí se encuentra” (Crystal, 2002: 37). En este mismo sentido, y de forma previsora, Sheizaf Rafaeli en su diálogo con John
E. Newhagen propone hace más de 20 años cinco cualidades de la comunicación en Internet:
“multimedia, hipertextualidad, sin ruta1, sincronía, e interactividad” (Newhagen, 1996: 0) a esto Newhagen menciona lo que para él representan las cualidades diferenciales del Internet: la digitalización y su arquitectura no linear (Newhagen, 1996: 0). De forma más específica, abordando como tal al proceso dentro del medio Toranzo y Loreto identifican cualidades de la CMO como “el anonimato, el distanciamiento físico, el tiempo y la ausencia de comunicación no verbal (CNV)” (Moral Toranzo y Loreto, 2003: 134).
Estas descripciones de las características del Internet permiten entender las consecuencias en la modificación del lenguaje. Para ello basta tomar algunas y ejemplificar las necesidades de una evolución o adaptación al medio. En cuanto a la digitalización — que puede sumarse a lo ‘electrónico’ — del medio, Newhagen explica
La digitalización democratiza la información y valora todas las unidades binarias como iguales, ya sea 0 o 1, sin importar los sistemas de símbolos mayores que representan, tales como texto, discurso, u íconos. El programador puede crear clases de datos, donde una imagen puede heredar características del texto. Esta técnica hace la manipulación de datos altamente eficiente. (Newhagen, 1996: 0)
De esta explicación resulta clave notar la última palabra: eficiente. El Internet al ser naturalmente un medio más veloz y saturado de información requiere de eficiencia en la comunicación; además, los valores de elementos previos en el lenguaje como puede ser el texto contra la imagen desaparecen, pues en último término todo se reduce a la estructura binaria de 1 y 0 utilizada por los programadores.
Otra de las cualidades mencionadas por los autores que es posible de ejemplificar es el distanciamiento físico y falta de comunicación no verbal. No debemos olvidar que la comunicación digital se realiza a través de mediadores que son aparatos electrónicos, en este sentido no existe más una conversación cara a cara, sino monitor a monitor. De la misma forma otros niveles comunicativos como la voz con su tono o velocidad están ausentes en varias de las conversaciones digitales. Sin embargo, las implementaciones virtuales como redes sociales han implementado medios que suman estos niveles perdidos, tal es el caso de las notas de voz o videollamadas. Esta falta de contacto físico y comunicación verbal se ha visto complementada
con la propiedad multimedia del medio, lo cual es una forma de completar mayores niveles de comunicación, en los cuales se hagan interpretaciones virtuales de la comunicación humana tradicional. El hecho de que todo pueda ser convertido a números — 1 y 0 — abre la posibilidad de integrar texto, audio, animación, video, realidad virtual y un sinfín de elementos que se complementan entre sí para comunicar mensajes más acertados con menores recursos, eligiendo cada tipo de contenido de acuerdo a la necesidad específica de la conversación. Cada emisor puede sumar más símbolos a su mensaje al unir texto, voz, imágenes o tener una conversación en vivo a través de su pantalla con el receptor para lograr una comunicación humana tradicional o incluso más completa al recurrir a los aparatos tecnológicos a su disposición.
Finalmente, un elemento más a tomar en cuenta para entender la modificación del lenguaje en el discurso digital es lo global del medio, lo cual se relaciona con su interactividad. Al ser una tecnología que conecta un sinfín de usuarios de manera simultánea requiere de un lenguaje que permita mayor universalidad y contenido simbólico compartido. Al tener el mismo tipo de símbolos promueve la conversación e interacciones digitales entre usuarios. El lenguaje ha requerido de buscar formas de alcanzar la casi universalidad donde sin importar culturas, idiomas y geografía — esta última particularmente señalada como desaparecida en el mundo digital — se puedan codificar y decodificar los mensajes. Alternativas han surgido, enfocadas principalmente a emociones y gestos ‘universales’ que son representados para ser usados entre plataformas.
En este sentido, y a más de 20 años de la aparición y popularización del Internet, sería un error afirmar que se está perdiendo el factor humano en ella, de lo que se debe hablar no es de una pérdida, sino de una modificación. Podría decirse que el lenguaje digital es la adaptación del lenguaje común para aprovechar las oportunidades y sobrellevar las limitantes de las plataformas digitales. Se refiere también al desarrollo de una simbología común de miembros de una comunidad que puede o no compartir una ubicación geográfica y/o un idioma tradicional común. Es una manera particular de entender/ interpretar la realidad a través (o como es percibida desde y para) las redes sociales / el internet. De manera práctica nos referimos a abreviaciones, distorsiones comunes de palabras, emoticones, emojis, memes, gifs. En sus formas más desarrolladas, diálogos ya armados, imágenes macro, sucesiones de frases y/o elementos visuales.
La escritura fue la primera forma de conservar el lenguaje humano más allá de generaciones, así como las narrativas como manera de preservar la cultura, los valores e historia de los pueblos. Así mismo, el lenguaje escrito ha permitido desarrollar reglas sintácticas y gramaticales que permiten tanto trazar el origen de una lengua como conocer su evolución y transformación a través de los tiempos y su uso por distintos grupos sociales. Actualmente, las plataformas tecnológicas de interacción social han dado pie a nuevos usos del lenguaje, hasta ahora reconocidos como una deformación del mismo. Sin embargo, es posible que en realidad estemos siendo testigos de una evolución acelerada del lenguaje escrito, adaptándose a nuevas necesidades comunicativas y sociales.
Desde los primeros estudios histórico-comparativos del lenguaje se pudo determinar que las lenguas evolucionan con el paso del tiempo y además lo hacen de acuerdo a pautas sistemáticas y regulares (Gumperz, et al. 1981: 99). Si bien, esto fue visto en su momento como algo obvio en la actualidad, al enfrentarse al desarrollo de una nueva gramática digital, la principal preocupación tiende a ser la preservación de las reglas actuales del lenguaje escrito. Hoy en día existe el miedo de que las lenguas e idiomas formales se estén perdiendo debido a sus deformaciones prácticas en las plataformas digitales; Sin embargo, el lenguaje en realidad está evolucionando para las necesidades de la sociedad actual, donde todo es más inmediato y saturado de información, con un creciente número de referentes culturales de gran alcance. Si bien es válido abogar por la preservación de la gramática tradicional como una versión formal del lenguaje escrito, se ha dejado de lado el estudio de este nuevo léxico y gramática desarrollado en plataformas digitales como una evolución natural del lenguaje y, más bien, los esfuerzos se han centrado en descubrir si el empleo de este lenguaje digital por parte de las generaciones más jóvenes significa un impedimento de sus habilidades lingüísticas.
Mientras que inicialmente el Internet se limitaba exclusivamente a lenguaje escrito —a través de aplicaciones como el correo electrónico, chats, procesadores de texto, entre otros— el cual carece de mayores niveles de comunicación como el lenguaje corporal o el tono en la voz, el avance paulatino de su uso ha ido desarrollando sustitutos o adaptaciones de estos niveles perdidos. Al irse desarrollando características para personalizar las conversaciones o el texto — como la posibilidad de cambiar el color, tamaño y fuente del texto— o demostrar emoción con
signos de puntuación para simular imágenes o expresiones de emoción y, más adelante, con emoticones, se han ido desarrollando medidas justamente para compensar la falta de interacción cara a cara.
Para entender por qué la gramática digital ha evolucionado de esta manera particular es necesario tener en cuenta las condiciones o características de las plataformas en las que se da y las necesidades comunicativas y sociales de los usuarios. Si bien, en un principio el uso de tecnologías era una práctica individual y más bien solitaria, o se daba de manera formal para intercambios de tinte académico y profesional, actualmente abarca casi todos los aspectos de la vida cotidiana de casi cualquier individuo y esto, irremediablemente, incluye interacciones informales, con una o más personas y de tinte personal. En cuanto al contexto físico o las restricciones del medio tenemos un espacio relativamente reducido, como puede ser la pantalla de una computadora personal o un celular. Tomemos en cuenta también la inmediatez, las conversaciones se llevan a cabo en tiempo real, a menudo también a la par de otras actividades. Esto significa que la comunicación debe ser rápida, eficiente, disminuyendo el riesgo de malas interpretaciones y con la emocionalidad adecuada.
Para realmente entender el lenguaje digital, John McWhorter (2013), en su análisis particular del texting o texteo —comunicación vía mensaje de texto por celular—, propone separar completamente el nuevo fenómeno digital del lenguaje escrito y más bien lo compara con la conversación oral. McWhorter explica cómo la literatura o el lenguaje escrito supone más bien una actividad reflexiva y consciente, casi artística, mientras la conversación oral es algo mucho más primitivo e inherente al ser humano, cuyo objetivo principal es la funcionalidad y en la nueva era tecnológica se ha traducido en forma de texting o, en nuestros términos, lenguaje digital. Más aún lingüistas han identificado que en la comunicación oral casual se habla en oraciones de entre siete y diez palabras, un modelo muy acorde a cómo se dan los intercambios en plataformas digitales.
Lo que hasta ahora ha caracterizado al léxico y gramática digital es el uso de abreviaciones o siglas principalmente en inglés —aunque se encuentran también en conversaciones en otros idiomas—, deformaciones de palabras para detonar una entonación particular y la combinación de elementos gráficos con texto, así como oraciones breves y flexibilidad en el uso de la puntuación, ya sea siendo ignorada o sirviendo como apoyo para
enfatizar algo o marcar una pausa. Centrándose en un análisis ahora únicamente de las particularidades del léxico y gramática digital, McWhorter (2013) analiza contracciones como lol (laugh out loud, en español, reír en voz alta) y su significado práctico. En este ejemplo lol no significa literalmente que algo es gracioso o en efecto hubo una carcajada, sino es una expresión de empatía, buen humor, o una actitud en general positiva o amigable. Así pues, es argumentable que la mayoría de las particularidades del lenguaje escrito digital cumplen un propósito más sutil, comparable con las entonaciones, micro expresiones y gestos dentro del lenguaje no verbal como parte de una conversación cara a cara.
¿Por qué es importante enfatizar una emoción o una actitud dentro de las conversaciones dentro de plataformas digitales? En una época en la que la mayoría de nuestras interacciones están mediadas por la tecnología es fundamental preservar la naturaleza humana dentro de nuestras interacciones. Al ser el hombre un animal primordialmente gregario es de gran importancia cuidar nuestras interacciones de manera que sean emocional y socialmente satisfactorias. El traducir, de cierta manera, aspectos emocionales a nuestras conversaciones digitales nos permite asegurar que el mensaje específico que queremos transmitir, en sus diversos niveles de significado, se entendido de manera correcta, o lo más acertadamente posible y generará el tipo de respuesta deseado.
De esta manera, desde su trinchera, el lenguaje digital escrito usa modificaciones en su forma y combinaciones para ampliar las posibilidades comunicativas y los niveles de significado necesarios para llevar a cabo interacciones sociales lo más cercanamente posible a las interacciones cara a cara. Esto es llevado a otro nivel en el momento en el que incorporamos imágenes o videos, que logran transmitir conceptos o sentimientos mucho más específicos de manera aún más inmediata.
Así como la escritura y el uso del lenguaje escrito se ha adaptado al mundo digital con deformaciones lingüísticas y particularmente abreviaciones, han surgido adaptaciones de otros elementos comunicativos como la fotografía y el video que buscan su lugar en la interacción digital con el fin de lograr una comunicación más completa y compleja, inclusive, parecen existir nuevas formas de comunicación antes no utilizadas. Recordando nuevamente que el medio digital
en lo que respecta a la comunicación se desarrolla a través de aparatos tecnológicos específicos, lo cual fue llamado en los primeros estudios como Comunicación Mediada por Ordenador (CMO), actualmente estos aparatos van mucho más allá de los ordenadores. Celulares, tabletas, computadores, wearables, entre otros, son algunos de los medios utilizados para la comunicación digital y no se puede prescindir de las cualidades propias de ellos para identificar cómo el medio ha propiciado las formas de comunicación dentro de sus propias reglas, la popularizada conclusión de Marshall McLuhan lo resume “el medio es el mensaje”. Así pues, parece que estos medios por su versatilidad y particularmente su bajo coste —económico, energético, etcétera— al transmitir información han privilegiado la imagen por sobre el texto.
En este sentido, se ha aprovechado este privilegio tecnológico para dar paso a una gama más amplia de contenidos a diferencia de tecnologías anteriores como la radio, televisión o imprenta. Por un lado, y como se abordó anteriormente, el texto sigue presente en la comunicación aunque con ligeras variaciones. David Crystal en su estudio hace más de 15 años de hecho dedica un capítulo completo a “el lenguaje del correo electrónico” y “el lenguaje de los grupos de chat”, mientras que concentra en un solo capítulo y de forma muy general “el lenguaje de los mundos virtuales” (Crystal, 2002). Sin embargo, una década y media después donde los desarrollos tecnológicos han avanzado vertiginosamente, así como las formas de utilizar estas tecnologías, este estudio basado meramente en el texto no resulta suficiente.
Abordando únicamente el caso de las redes sociales, uno de los medios que ha privilegiado por sobre lo demás el fomento de la socialización virtual y por ende de la interactividad y comunicación, parece claro que el enfoque no está puesto en la escritura, sino en las imágenes. Así, se ha buscado llevar expresiones más humanas de la comunicación como el lenguaje corporal a través de la implementación de símbolos como los emoticones, stickers, fotografías, animaciones y video. Solo en Facebook, para el año 2011, crecía en una tasa estimada de 1 a 2 billones de imágenes por semana (Were, 2013: 214), esto antes de la introducción de más elementos como el video en vivo o los gráficos push and hold, los cuales permiten mayor detalle en la comunicación. De la misma forma Instagram, la red social que se concentra meramente en el contenido gráfico ya sean imágenes o videos, es la que más ha crecido en los últimos años; tan solo de 2012 a la fecha ha crecido en un 2000% su base de usuarios, con más de 700 millones en total y solo en los primeros 4 meses de 2017 100 millones se sumaron
(Galera, 2017).
Además del claro enfoque que las plataformas de comunicación en Internet
están teniendo hacia el uso de gráficos para completar aquellos elementos perdidos en el proceso comunicativo, como el lenguaje no verbal, es posible identificar la creatividad de los usuarios para superar las necesidades en su proceso de comunicación. Así lo explican Félix Moral Toranzo y Rocío García Loreto quienes mencionan “un buen ejemplo de que los usuarios de la CMO frecuentemente superan las limitaciones técnicas de la Red y la ausencia de la CNV ha sido la aparición de un nuevo lenguaje o argot en la Red: el lenguaje de los denominados smileys o
«emoticones»” (Moral Toranzo y Loreto, 2003: 135).
El ejemplo propuesto por Toranzo y Loreto resulta especialmente ilustrativo ya que los emoticones fueron de las primeras evoluciones del lenguaje propias del mundo digital que continúan hasta nuestros días, aunque de una forma más refinada pero bajo el mismo concepto. Los emoticones surgieron como combinaciones de caracteres de texto combinados de forma que visualmente representaran gestos particulares del rostro humano; de esta forma, una conversación digital, dígase por ejemplo a través de un chat, permitía expresar mayor cantidad de información más allá de las palabras, pues con simbolismos compartidos por receptor y emisor estos nuevos elementos propuestos por los usuarios en sus intercambios sociales cumplían también con la función de compensar las sutilezas del lenguaje no verbal físico en la transmisión de emociones particulares. Ahora bien, estos símbolos fueron adaptándose hasta adquirir cada vez características más humanas, pasando únicamente de trazos propios del lenguaje escrito a representaciones al estilo caricatura de los rostros hasta finalmente adoptar inclusive cualidades como el tono de piel o color de cabello.
Tabla 1. Evolución de los emoticones (basado en Facebook y WhatsApp)
Variaciones de esta misma lógica comunicativa gráfica fueron surgiendo dependiendo de plataformas específicas. Así, Snapchat implementó los Bitmojis, más personalizados para representar al individuo en específico que los utilizara, mientras que Facebook recurrió a los stickers, una gama mayor de gráficos con los cuales inclusive se puede comercializar al usar personajes de la cultura popular. En estos casos, las palabras significarían una limitante ante las posibilidades y necesidades comunicativas. Incluso personas que no son por naturaleza expresivas físicamente pueden apoyarse de un “catálogo de emociones” para transmitir casi de manera exacta lo que desean.
Existe un caso particularmente interesante no solo por el gran crecimiento y dominio en el ámbito social de la red social Facebook, sino por las implicaciones en cuanto a una comunicación global bajo los mismos símbolos: la implementación de reacciones. Esta plataforma a lo largo de su breve historia ha ido en un proceso paulatino hacia la humanización; desde la implementación de emojis, stickers, pasando por la integración de GIFs nativos y en 2016 proporcionando a sus usuarios una nueva forma de interactuar en los contenidos, al pasar del sencillo e icónico botón de ‘like’ a las reacciones. Estas últimas no representan únicamente una evolución tecnológica y gráfica, sino también social pues se basan en representaciones que podrían decirse universales. Al representar el amor, risa, sorpresa, enojo y tristeza, pareciese que de cierta forma retoman los conceptos de Paul Ekman (2004) quien identificó al menos 5 emociones universales: alegría, tristeza, desagrado, ira y miedo.
Gráfico 1. Reacciones de Facebook
Así como los emoticones y las reacciones, más innovaciones gráficas se han sumado a la comunicación digital. Tal es el caso de los GIFs y videos, contenidos que permiten comunicar no solo con una imagen, sino con una secuencia de las mismas, por ende proporcionando mayor cantidad de información. De esta forma, el poder mostrar la imagen de algo, complementando o
incluso saltándose la abstracción de una palabra, nos acerca a una comunicación más eficiente, completa e inclusive con tintes de globalidad, otra de las cualidades del medio digital.
Hasta ahora hemos analizado la nueva gramática en el discurso digital y el uso de imágenes, emoticones y reacciones de manera individual, sin embargo, éstos convergen y alcanzan su máxima expresión en lo que llamamos memes. Si bien esto puede estudiarse, como se ha hecho en la mayoría de los análisis académicos, como un elemento independiente, al tomar en cuenta sus distintas formas y su universo de posibilidades, vemos que puede también tomarse como sistemas lingüísticos que incluyen o conectan al resto de los elemento del lenguaje digital.
Por lo general, cuando hablamos de meme nos referimos a “un término popular para describir el rápido consumo y propagación de una idea particular presentada como un texto escrito, imagen, lenguaje, ‘movimiento’ o alguna otra unidad de ‘cosa’ cultural” (Knobel y Lankshear en García, 2014: pa.16), o como “partes o elementos muy contagiosos y comúnmente humorísticos de la cultura digital o de Internet, creados y compartidos por los usuarios” (Chen en García, 2014: pa.6). Sin embargo, estas definiciones resultan un tanto reduccionistas si no se toman en cuenta las implicaciones de un sistema de significados, el cual incluye distintas combinaciones de elementos de la comunicación digital moderna.
Hasta ahora, el estudio de imágenes o contenido de propagación viral, conocidos como memes, se ha estudiado a partir de la memética, propuesta por Dawkins (1993) y Blackmoore (2000), donde el elemento principal - el meme- se transmite de una consciencia a otra, variando ligeramente, principalmente por imitación y con tres características: fidelidad, fecundidad y longevidad. La definición de Dawkins presenta al meme como una unidad individual, no dependiente o relacionada a un contexto, esta es la definición hasta ahora más usada o aceptada; sin embargo, autores recientes han comenzado a entender al meme como parte de un sistema, una entidad dependiente o relativa a un contexto (Canizzaro, 2016: 571). La mayoría de los trabajos académicos concernientes a estos elementos de la cultura y el lenguaje digital los han analizado y presentado como elementos individuales, que funcionan por sí mismos. Si bien esto es válido, una comprensión más profunda proviene de lo propuesto por Sara Canizzaro, en el cual un análisis de los memes e imágenes macro, en conjunto con el léxico y gramática particular
desarrollados en redes sociales, como elementos dentro de un mismo sistema comunicativo nos revelan una cultura digital con una actitud particular hacia el mundo, la sociedad y las interacciones llevadas a cabo día con día. En este sentido, podemos tomar de la definición de Dawkins al meme más bien como un sistema o conjunto de partículas culturales, con funciones y relaciones semánticas, sintácticas y pragmáticas, además de replicarse y trascender dentro del imaginario colectivo de las sociedades.
Más allá de sus cualidades técnicas de producción, incluidas en todos los elementos, los memes como sistema cumplen un rol fundamental en el proceso comunicativo, pues se vuelven un código compartido para cualquier interlocutor. Sin importar culturas (siempre y cuando comprendan un contexto digital), idiomas u otras características, el meme, o sistema memético, es un símbolo reconocible por cualquiera y, por tanto, abre la posibilidad a un lenguaje realmente universal, tal como las expresiones faciales de Ekman pero con expresiones aún más completas, complejas y valiosas, dentro del nuevo medio digital, permitiendo la transmisión de todo esto a bajo costo, de forma veloz y eficiente.
¿Por qué los memes resultan tan importantes en el lenguaje digital? Podríamos decir que los memes como conjunto de elementos culturales y aprovechando todas las posibilidades de las plataformas digitales —combinando texto, imágenes y video en distintas formas— son el epítome de la evolución del lenguaje, resumiendo de manera eficiente información o conocimientos previos para transmitir algo nuevo. Del mismo modo, el sistema lingüístico contenido por los memes conlleva, en su mayoría, elementos comprendidos por la totalidad o mayoría de los usuarios, abriendo mayores posibilidades de cooperación y formación de vínculos.
Intentar descifrar hacia dónde continuará la evolución lingüística es casi tan complicado como determinar qué nuevo gadget saldrá al mercado para revolucionar el sector tecnológico. El lenguaje es una herramienta más de la cual el ser humano se ha valido para desarrollar sus capacidades sociales y acelerar su proceso evolutivo como especie. La revolución tecnológica ha implicado un impulso particular al lenguaje, cambiando las formas de entender cómo funciona la comunicación. Por supuesto esto genera incertidumbre y muchas preguntas en cuanto a lo que hasta ahora conocemos; sin embargo, cerrarse a la idea de que los cambios que está sufriendo
nuestra forma de relacionarnos con otros implica una involución sería negar la naturaleza humana misma que constantemente está en cambios de todo tipo para alcanzar nuevas metas.
Entender el entorno digital y la evolución de éste permitirá también prever —en cierta medida— hacia dónde evolucionará el lenguaje y qué nuevas formas de expresión surgirán. El abanico de opciones es tan amplio como la imaginación humana misma. Más allá de enfrentarse al cambio, la propuesta de este trabajo es abrir una visión distinta a lo que está pasando con el entorno digital y particularmente el Internet. Las nuevas expresiones que se han desarrollado en este medio hacen lucir la capacidad creativa y creadora de la humanidad para extender más allá de lo imaginado las interacciones sociales. El concepto de ‘ser humano’ no es más que eso: un concepto, y como tal se reformula en cada época según los estándares de la misma. Hoy el ser humano no puede ser entendido en términos antiguos. El ser humano actual es uno que se funde con la tecnología, que a través de ella expande sus limitaciones y encuentra espacios para ‘ser más humano junto con los otros’. El internet ha permitido como nunca antes esto, cada día parece que nos acercamos más a un lenguaje compartido universal, donde más allá de culturas y ambientes distintos podamos entendernos y compartir mensajes.
Es indispensable dejar que el lenguaje digital encuentre su propio espacio; así como la escritura complementa el lenguaje hablado, las nuevas formaciones de lenguaje a través del medio digital ofrecen mayores posibilidades de comunicación. No destruyen lo anterior, sino que lo potencializan. Las nuevas formas de discurso están en su etapa temprana y solo el tiempo dirá qué tanto de ellas permanece por su utilidad a la socialización y cuáles desaparecen. Finalmente, solo aquello que nos haga más humanos y tenga la capacidad de evolucionar con nosotros y aportar a esta evolución se seguirá desarrollando.
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Notas
1 ‘Packet Switching’ en texto original.