Cinthia Jazmín López Nájera1
Palabras clave: activismo; afrodescendencia; discurso; identidad.
A lo largo de la Historia se han denunciado procesos de violencia y luchas para lograr construcciones diversas de las realidades circundantes que han configurado y configuran las nociones de tiempo y espacio social. Dentro de estas lógicas se inscriben transformaciones que van tejiendo relatos específicos de pueblos y naciones enteras. Así, tenemos estructuras particulares de estados, naciones, países y demás territorios que apelan a la unión de individuos bajo un objetivo común, enfocadas al develamiento de identidades particulares y colectivas que
1 Licenciada en Comunicación para el Desarrollo por la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla. Maestrante en Sociología por el Instituto de Ciencias Sociales y Humanidades “Alfonso Vélez Pliego” de la BUAP. Líneas de investigación: identidad, discurso, afrodescendencia. Correo electrónico asumininajera@gmail.com.
permiten una cohesión regulatoria.
Después de la dictadura Porfiriana, comenzó, con mayor fuerza, la búsqueda de la cimentación de una ideología de nación que permitiera mostrar un México fuerte ante la mirada internacional y nacional. El país se encontraba en una disputa por las formas que harían desarrollar a su población, no sólo económicamente, sino también desde los rubros culturales y sociales. En este período, la afrodescendencia tenía ya un papel relevante gracias a algunos estudios acerca de la contribución negra a la formación del pueblo de México1. A mitades del siglo XX, como resultado de los movimientos sociales derivados de la revolución, que las investigaciones sobre el mestizaje lograron posicionarse en la academia como parte del discurso nacional (Vinson &Vaughn, 2004; González Ibarra, 2007; Fernández Martínez, 2011).
En México, la construcción de identidades se funda en un proceso histórico nacionalista de rupturas y acercamientos que tratan de definir la actualidad. Sin embargo, es a través de la historia que podemos dar cuenta de los elementos que constituyeron al país y las realidades presentes. Tradicionalmente se apela a un territorio delimitado, a personas específicas que se relacionan en el lugar definido y a la producción de dichas relaciones que se proclaman como una cultura heterogénea. No obstante, al producir relaciones, también se invisibilizan procesos de alteridad, donde lo que no cabe es negado y olvidado, quizá hasta que aquello mismo crea la realidad establecida por la mayoría. Es así que, en la construcción de identidad nacional2 histórica en México, se instauran diversas vertientes que constituyen a la mexicanidad hoy. Históricamente se ha establecido como cierta la idea de dos raíces, lo blanco y lo indígena, dejando fuera aquello que no entra dentro de estas vertientes. Y es, justamente aquello que no cabe, lo que se inserta como tejido circundante dentro del aparato ideológico identitario, formando territorios claves en la comprensión de los otros ausentes, para el entendimiento de los nosotros presentes. La tercera raíz3 es una negación histórica desde el ámbito sociocultural: la negritud en México, lo negro, el afrodescendiente, el afromexicano, el mulato, el oscuro, el otro.
Y es que en el caso mexicano siempre se ha hablado, en mayor medida, de la construcción de identidades basadas en lo blanco (o lo meramente occidental) y lo indígena, como una lucha dialéctica que continúa permeando en el imaginario colectivo. Sin embargo, no todo lo denominado indígena cabe en lo indígena, más aún cuando se habla de otras raíces que han estado invisibilizadas, las cuales aparecen como resquicios de lo que alguna vez sucedió y no se
tomó más en cuenta. Éstos encuentran forma en los grupos afromexicanos, los inmigrantes sureños, los refugiados europeos y un sinfín de realidades que se mezclan en el tejido transformador dentro de un territorio determinado. Y si, en miras de una lógica capitalista, alguna vez se quitó el velo invisibilizador, sólo se hizo para hacerlos parte de una nación homogénea en la que no existían heterogeneidades, ni diferencias sustanciales (Echeverría, 2010).
Es así como los estudios afromexicanos tienen cabida en un fenómeno que más que negado ha sido estigmatizado desde el discurso hegemónico nacional. La presencia del negro en México se ha inscrito desde la Conquista, la Colonia, la Independencia y el México moderno como una relevancia efímera y carente de significado mayor al de esclavos o reminiscencias del pasado. Es, hasta inicios del siglo XX, que los estudios y consideraciones sobre el asunto han tomado importancia dentro del ámbito académico y social, ya sea como una respuesta ante las demandas, visibles gracias a los grupos activistas, y a los cuestionamientos identitarios inscritos en una lógica globalizante que exige fundamentos sólidos ante un México que no se conforma con ser blanco o indígena, pues es ahora cuando surgen con más fuerza las voces de los que habían sido callados por tanto tiempo.
Para dar cuenta de la poca presencia del pueblo negro mexicano a nivel institucional, basta con observar la contabilización que de ellos se ha tenido, no solo como forma de medición. Sino como herramienta de gestión de políticas públicas. El Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) ha sido el eje rector de mediciones geográficas, sociales y económicas legítimas que el Estado Mexicano hace uso en sus planes y acciones sociales desde 1983. Las estadísticas que el INEGI proporciona sobre las etnicidades en el país han sido una de las principales formas en las que las políticas públicas se han puesto en marcha. Sin embargo, uno de los parteaguas para la modificación de los instrumentos de medición estadística fueron las peticiones y demandas por parte de colectivos y organizaciones afrodescedientes, que desde el año 2005 se han hecho al órgano gubernamental, como una forma de inclusión de la afrodescendencia en las categorías étnicas.
Históricamente las estadísticas sobre etnicidad se basaban en el reconocimiento de pueblos indígenas, pero nunca habían considerado a los pueblos o personas negras, ni de otra etnia. Así mismo, la forma de medición étnica se basaba en el uso de una lengua indígena por parte del individuo encuestado para ser catalogado como indígena o no. Acción que violaba el
artículo 1.2 del Convenio 169 de la Organización Internacional del Trabajo (1989), en el que se señala el derecho de autoadscripción identitaria individual o colectiva; convenio que fue aprobado en el Senado mexicano desde el 11 de julio de 1990.
Por esto, la Red por el Reconocimiento Constitucional de los Pueblos Negros4 trabajó
junto con el INEGI en una prueba piloto para encuestar a poblaciones de la Costa Chica con la premisa de la autoadscripción afromexicana. Antes, se realizó una campaña en la que se “les dijo que tenían que asumirse como afromexicanos para que llegaran las políticas públicas” (N’zinga Strickland, 2001; Amaro, 2017). Los primeros resultados de la prueba piloto arrojaron que la palabra afromexicano representaba un sesgo, puesto que la palabra remitía semánticamente a mexicano, situación que obligó a reformular la pregunta principal; aunado al desconocimiento por parte de los encuestados de la palabra y su significado.
Con base en esta prueba, el INEGI realizó la Encuesta Intercensal 20155 en donde por vez
primera incluyó a los afrodescendientes tomando en cuenta la autoadscripción con la pregunta De acuerdo con su cultura, historia y tradiciones, ¿usted se considera negra (o), es decir, afromexicana (o), o afrodescendiente? En total 1, 381,853 (676, 924 hombres y 704, 929 mujeres) se consideran afrodescendientes, lo que representa el 1.2% de la población mexicana, es decir, uno de cada 100 mexicanos es afrodescendiente (INEGI, 2015).
Imagen 1
Uno de los datos importantes arrojados en la encuesta señala que la mayor población afrodescendiente se localiza en regiones urbanas, en México, seguida de las comunidades de la Costa Chica y Veracruz. Este factor resulta de vital importancia para comprender las migraciones a las ciudades como parte de la demografía afromexicana. Una de las hipótesis es que el origen de las comunidades afrodescendientes está relacionado con un alto porcentaje de marginación, como en el caso de Guerrero, Estado que ocupa el sitio número 1 a nivel nacional con un índice de marginación de 2.556, denominado un grado muy alto. Lo mismo ocurre con Oaxaca y Veracruz, quienes ocupan el sitio número 3 y 4 respectivamente (CONAPO, 2016).
Imagen 2
Siguiendo con los resultados, en cuanto al porcentaje estatal de población afro, la mayor parte de esta población se encuentra en los Estados de Guerrero, Oaxaca y Veracruz, representando el 6.5%, 4.9% y 3.3% de sus habitantes, respectivamente. Estados de la República como México, Distrito Federal, Baja California Sur y Nuevo León presentan un alto número de afrodescendientes, lo que refuerza la idea de la migración interna como parte de una búsqueda de mejores oportunidades (Encuesta Intercensal, 2017).
Imagen 3
Sobre la situación sociodemográfica, en 2017 se publicó “Perfil sociodemográfico de la población afrodescendiente en México”, donde se hacía un recuento de los datos obtenidos en la Encuesta Intercensal 2015. No obstante, una de las principales críticas por parte de la academia fue la generación de indicadores demográficos creados a partir de los datos de solo cinco entidades con municipios con 10% o más de población afrodescendiente, es decir, tomaron los datos de 100 municipios y los compararon con los datos nacionales. Lo que significa que la muestra examinada incluye solo al 18% de la población total afromexicana, el 0.18% de la población nacional (Saldívar, 2017). Esto ha sido justificado “debido a que la presencia afrodescendiente es baja y sus indicadores tendrían poca precisión” (Encuesta Intercensal, 2017:9). Es por esto que los resultados mostrados deben ser ponderados tomando en cuenta que los municipios seleccionados, en su mayoría, presentan un grado de marginación, mientras que las cifras para la parte afrodescendiente están basadas en la extensión total del territorio nacional, donde no existen diferentes contextos socioeconómicos.
Hablar del 1.2% de una población nacional invisibilizada tiene que ver con el aporte estatal y social que se le da a la cultura afro. Ser afrodescendiente en un país como México significa enfrentarse a retos internos y externos, desde la negación histórica, hasta los conflictos
identitarios que surgen a través de la socialización. Es por esto que se considera de vital importancia voltear la mirada hacia esas culturas que han sido relegadas a papeles secundarios y que hoy en día no cuentan con las herramientas necesarias para constituirse como fuerza cultural y social dentro del mapa multiétnico que es México.
Desde el área jurídica, la cuestión afrodescendiente tiene un amplio camino que recorrer, pues, aunque se apele al Art. 2º de la Constitución Mexicana que especifica la formación pluricultural del país, este artículo solo reconoce a las comunidades indígenas, pero no a las afrodescendientes. Solamente en las constituciones de los Estados de Oaxaca y Guerrero reconocen, a partir de 1998, a esta población llamándola “grupo étnico afrodescendiente”, pero sin una demarcación específica como la tienen los grupos étnicos indígenas de los mismos Estados. Esta falta de reconocimiento legal dentro del marco legal mexicano ha impedido a la población afrodescendiente acceder, como grupo diferenciado, a programas sociales, la cual suele ser una de las principales exigencias de los movimientos que se han generado con objetivos de ser sujetos de derecho, reconocidos con una etnicidad propia (Lara Millán, 2017).
Particularmente, el surgimiento de movimientos sociales pro afrodescendencia se han presentado con mayor fuerza en Guerrero, Oaxaca y Veracruz, no solo como una medida legal de inclusión, también como una forma de palear la discriminación que viven día a día. Estos grupos han logrado generar una serie de acciones sociales para la conservación de su historia y sus tradiciones, una de ha sido la inauguración de diferentes exposiciones en museos locales de estos Estados, como forma de reconocimiento histórico cultural de la afromexicanidad. Así mismo, en 1997 se inauguró el Museo de las Culturas Afromestizas Vicente Guerrero Saldaña7, primer museo en México dedicado a la afrodescendencia.
Continuando con la lucha por el reconocimiento, en 2003 se crea la “Ley Federal para Prevenir y Eliminar la Discriminación” así como la institución gubernamental a cargo de esto, el Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación (CONAPRED). Esta institución se encarga de “promover políticas y medidas tendientes a contribuir al desarrollo cultural y social y avanzar en la inclusión social y garantizar el derecho a la igualdad”. Este organismo se encarga de velar los derechos de las etnias del país, no exclusivamente de la afrodescendiente. Aun así, contribuye con investigaciones sobre la cuestión afrodescendiente como medio de información gubernamental sobre este grupo (SRE, 2007).
Las acciones por el reconocimiento afromexicano se han enmarcado en una serie de movimientos históricos internacionales por el reconocimiento negro. Uno de los primeros en sentar los fundamentos sobre la reflexión de sujeto negro en el continente americano fue el movimiento de la Négritude en Haití y el Caribe, apoyado por el senegalés Léopold Sédar Senghor y Aimé Césaire. A partir de 1934 pusieron en circulación un movimiento político, ideológico y social que buscaba el reconocimiento de los valores del mundo negro a través de la literatura, el arte y diferentes acciones académicas que restituyeran el valor de los afrodescendientes a nivel mundial. Este movimiento contó con diversas personalidades a nivel mundial, se extendió por toda África, Europa y América, siendo un grito por la negación de la negación de lo negro. Senghor, significó a la negritud como “fruto de la Revolución, por acción y reacción”, “… el enraizamiento del ser y la confirmación del ser: de su ser negro. La negritud no es otra que la personalidad africana, los negros africanos de lengua inglesa, la personalidad negra descubierta y proclamada por el movimiento americano del Nuevo Negro”8 (Gassama, 1980).
Con base en la negritud y el movimiento del Nuevo Negro, uno que reivindicaba la
importancia en el mundo acerca de su ser, en las décadas de los sesentas y setentas, el Back Pride, movimiento político proveniente de la población afroamericana, permitió la creación de organismos e instituciones en Estados Unidos proclives a fomentar el reconocimiento, defensa y acciones sociales pro afroamericanas en aquel país. Movimientos similares continuaron apareciendo en América Latina, sobre todo en Colombia, Brasil y México, pero superados por la tradición histórica de las islas caribeñas. La importancia del tema en Latinoamérica partía de la fundación de naciones mestizas en las que el miedo de nombrar la presencia africana estaba ligado a la mención del racismo, eso solo sucedía en el occidente decadente (Vinson &Vaughn, 2004; Vázquez Fernández, 2008).
Actualmente, el panorama internacional ha ayudado a los movimientos afrodescendientes mexicanos a instalarse en una agenda gubernamental. Las Naciones Unidas, a través de la UNESCO, en 1994 inició el proyecto “La Ruta del Esclavo: resistencia, libertad, patrimonio” como una forma de “romper el silencio sobre la trata negrera y la esclavitud que implicaron a todos los continentes y provocaron trastornos considerables que modelaron en consecuencia nuestras sociedades modernas”. Además, en 2014, como resultado de la petición de la Carta de Salvador de 20119, la Asamblea General de la ONU proclamó el “Decenio Internacional para los
Afrodescendientes” que comprende el periodo de 2015-2024, el cual tiene como objetivo “reforzar las acciones y medidas que garantizan el pleno ejercicio de los derechos económicos, sociales, culturales, civiles y políticos de los afrodescendientes, así como su participación plena y equitativa en la sociedad” (ONU, 2017). Aunadas a estas acciones, diversas naciones con presencia afrodescendiente realizan congresos, encuentros y discusiones sobre las acciones llevadas a cabo en favor de esta etnia como parte de la acción permanente afrodiaspórica10.
Las organizaciones afrodescendientes en México han sido parte de estos movimientos, proponiendo y aportando herramientas desde la localidad para generar diálogos benéficos para sus representados. Sin embargo, es importante señalar que, dentro de los primeros movimientos afrodescendientes en México en los años ochenta, la organización de la población fue, en gran medida, sustentada por afrodescendientes extranjeros, sobre todo caribeños. Tal es el caso del padre Glyn Jemmott, sacerdote de Trinidad y Tobago quien trabajó desde la década de los ochentas en comunidades de Oaxaca y quien organizó en 1997 el primer encuentro de pueblos negros de la Costa Chica11, encuentro que tuvo como objetivo reflexionar sobre la cuestión identitaria afrodescendiente. Posteriormente estas reuniones generarían una asociación civil llamada México Negro A. C., misma que ha sido centro de investigaciones académicas y críticas por su acción social en favor de la cultura e identidad negra (Vinson &Vaughn, 2004; Lara Millán, 2017).
Así como México Negro, hoy en día existen múltiples asociaciones que se encuentran trabajando desde el ámbito jurídico, cultural y social para dar paso a nuevas formas de concepción de lo negro en México, de lo afromexicano. El problema con ello, como en todo tipo de organizaciones humanas, es el tema de la diversidad de opiniones. En el caso específico de este estudio, se presenta el trabajo de campo realizado en los estados de Guerrero y Veracruz, en el caso del primero, se muestra el papel de Sergio Peñaloza, presidente de México Negro, como portavoz de las exigencias del pueblo cuileño12, mientras que en Veracruz se recogen las voces de activistas de diversas procedencias que se dieron cita en el XVIII Encuentro de Pueblos Negros, del 17 al 18 de noviembre de 2017, en el municipio de Cuitláhuac. En ellos, se observará las diferentes perspectivas que se tienen de la lucha por el reconocimiento afromexicano y la generación de discursos identitarios que se han gestado a través de las acciones afirmativas llevadas a cabo por individuos y asociaciones que de ambos estados
El estado de Guerrero se ubica en el sureste de la República Mexicana. Está constituido por ocho regiones, Sierra, Tierra Caliente, Norte, La Montaña, Centro, Costa Grande, Acapulco y Costa Chica. En esta última se localiza el municipio de Cuajinicuilapa, lugar que es conocido por parte de las investigaciones de Aguirre Beltrán sobre la población negra de México. Ahí, se encuentra la base del movimiento México Negro, representado por Sergio Peñaloza, quien es respetado, cuestionado y conocido por toda la región, sobre todo por los eventos que lleva a cabo cada año con el fin de promover la cultura afro: los encuentros de pueblos negros. Los encuentros permiten diálogos entre activistas, académicos y pobladores que buscan satisfacer sus dudas sobre su propio origen, la historia de sus antepasados y lo que les depara como comunidad.
El encuentro es justamente el proceso de análisis y reflexión del proceso en que vivimos y de ahí que pueden surgir algunas alternativas de solución, pero consensadas de las comunidades que participan en el encuentro (…) Entre encuentro y encuentro lo que nos queda es gestionar los mandatos del encuentro y por otro lado la participación en los eventos a los que nos inviten algunas organizaciones sociales, algunas dependencias gubernamentales o educativas que realicen alguna actividad que nos apoye por la lucha del reconocimiento, pues nosotros estamos ahí para contribuir, para asistir a eso ¿no? Sergio Peñaloza.
El activismo cuileño se ve alimentado de otras expresiones culturales de la Costa Chica que buscan reivindicar las tradiciones afrodescendientes como una forma de identidad. Una de ellas es la creación de grupos dancísticos de jóvenes y adultos, donde las principales danzas prevalecientes son la de los Diablos y la de los Moros, ambas arraigadas en las tradiciones históricas del pueblo negro guerrerense. A través de estas expresiones, la población joven ha ido recuperando las historias de su pasado y la población va auto reconociéndose como diferencia étnica y social.
El movimiento negro de la costa chica debe entenderse como un movimiento de los estados de Guerrero y Oaxaca, que ha ido progresando desde hace veinte años. Antes de este tipo
de reuniones los habitantes costeños se reconocían como morenos, negros o mulatos, pero sólo por adscripción externa, es decir, porque así los denominaban habitantes de otras regiones (Vinson &Vaughn, 2004). En el caso de esta investigación en curso, el enfoque se presenta en el estado de Guerrero, pues Oaxaca y sus regiones como Jamiltepec o Pinotepa Nacional que se autodefinen como costeños, afroindígenas y afromestizos13, existen más asociaciones y activistas en defensa y en reconocimiento por la cuestión afromexicana, tantos que merece el estudio en un caso aparte.
Uno de los factores más importantes en el activismo negro en Guerrero se basa en la cooperación e integración de diferentes personalidades de diversos campos, desde la vinculación con políticos y académicos, donde estos últimos han resultado de vital importancia, como antropólogos e historiadores del INAH y la UNAM, para aportar piezas clave en el conocimiento de la historia del pueblo negro de la Costa Chica. De hecho, gran parte de la historia que ahora las personas soteñas conocen sobre sus antepasados fue contribución de Aguirre Beltrán (1989) y del resto de académicos que, décadas después, incursionarían en el terreno. Sin embargo, la crítica prevalece por parte de algunos habitantes con frases como “vienen a decirnos lo que somos” “nosotros debimos haber escrito nuestra historia para que no se perdiera y no viniera a ser contada por otros”, estos argumentos suponen una separación bien entendida como lo que somos nosotros negros y los que no son de aquí.
Expresiones como estas fueron hechas durante el trabajo de campo que se realizó en Cuajinicuilapa y El Pitayo, poblaciones afrodescendientes, que más que eso se sienten y se sabe negras, como lo afirmaba Maribel, mujer de 51 años que decía “yo no sé qué es afrodescendiente, lo que sé es que yo soy negra como mi padre y como mis abuelos”. Otros más argumentaban que “afrodescendiente es lo que dijeron la otra vez en la junta cuando la encuesta y pues es lo mismo que negro ¿no?” preguntaba un hombre de aproximadamente 30 años de Cuaji, donde se realizó la encuesta intercensal en 2015. Justamente, la palabra afrodescendiente responde a una construcción identitaria gestada en la academia y esparcida por los activistas, quienes, en miras de conseguir más espacios públicos para la visibilización del pueblo negro, han adoptado la palabra afrodescendiente como parte de su discurso identitario y que poco a poco se va estableciendo en el discurso de los habitantes de la Costa Chica.
El trabajo en Guerrero por parte de los activistas negros ha continuado a pesar de la
delincuencia propia del Estado y el juego político que se ha dado entre miembros de las organizaciones que luchan por el reconocimiento afrodescendiente. Estas disputas y desbalances han evitado que se avance en algunos puntos cruciales para la lucha y la defensa de los derechos negros. Sin embargo, el trabajo por la visibilización y la divulgación del trabajo que se ha hecho en favor de los pueblos afros en Guerrero ha llegado a muchos más municipios y lugares apartados gracias a la labor ejercida en redes sociales y de boca en boca por las expresiones culturales.
En el caso del estado de Veracruz, la lucha por los derechos afrodescendientes ha sido menos mediática que en Guerrero, pero ha resultado una forma local de aprehensión identitaria desde la definición de un sujeto que se sabe afrodescendiente. El estado bordea el Golfo de México e históricamente, el puerto de Veracruz fue el lugar de entrada de las personas hechas esclavas en África, así como de muchas otras personas provenientes de diferentes latitudes. Por esta mezcla de razas y de etnias, el estado ha sido uno de los principales referentes de diversidad, aunque no por ello de asimilación. Es en esta región que las luchas negras se gestaron desde los palenques fundados por negros que escapaban de las formas de esclavitud o que simplemente, una vez siendo liberados, se afincaban en ciertos lugares de difícil acceso (Aguirre Beltrán, 1989).
La cuenca del Papaloapan ha sido señalada como uno de los principales sitios en los que, por su geografía, permitió el asentamiento de palenques de negros libres, aunque también de indígenas y otras etnias (Zea, 1979). Sin embargo, llama la atención Yanga, una población localizada en la zona centro del estado que fue la primera en ser declarada población libre durante la Nueva España, fundada en 1609 y reconocida en 1630, en esta población históricamente negra, la gente conoce la historia del negro Yanga quien luchó para liberarse del yugo esclavista, historia que se expandió por toda la zona, hasta ser conocidos los pobladores del lugar como lo “negros de Yanga”, orgullo que los identifica con un pasado, algunos historiadores lo ponen en duda, relacionado a la realeza africana (Maceda, 2008). Sea como fuese, hoy en día la población reconoce los aportes de los negros a la cultura y aunque pase desapercibida la estadía de los mismos, existen voces que recuerdan aquello que parece olvidarse.
Justamente, son profesores, en su mayoría, los que se han unido para hacer caravanas
culturales y organizar grupos culturales que permitan la conservación de algunas danzas e historias de la zona, como una manera de recordar lo que son y generar identidades que permitan reconocerse como parte de algo más grande. El XVIII Encuentro de Pueblos Negro realizado en Mataclara, localidad situada a 20 minutos de Yanga, fue una oportunidad para reunir a todos aquellos representantes de sectores que están en pie de lucha por el pueblo negro, no como activistas consolidados en una asociación en específica, sino como aportes sustanciales que comienzan a deslumbrarse por el impacto futuro que podría tener el pueblo en Veracruz. En este evento se escucharon las voces de abogados, profesores, académicos y pobladores que expresaron sus demandas sociales basados en una identidad negra. Es decir, tomando como referencia las luchas indigenistas, han decidido tomar el estandarte de población negra para tener mayor fuerza en los reclamos al gobierno, a quién exigen el cumplimiento de obras sociales en la región.
Una parte de la cultura, de la identidad se constituye a través del lenguaje y, especialmente el discurso narrativo es el medio que permite la creación y el desarrollo de la interpretación del mundo. La atención del papel de los activistas como líderes de opinión, o no, en las distintas comunidades y sectores afromexicanos, permite leer discursos identitarios que se propagan desde una nueva retórica colectiva. El activismo no solo se coloca dentro de la esfera de la demanda social, sino que deja ver la necesidad de propuestas identitarias que se han ido gestando en la cultura afromexicana. Todo el tiempo se significa el ser, lo que se es y lo que no, como parte de esta estructura discursiva de identidad. Cada día se construye una nueva forma de pensarnos y repensarnos con los otros y con nosotros, para los habitantes de las poblaciones negras esta cuestión está siendo reflexionada y repensada desde la mirada de los activistas y los líderes comunitarios que se autodefinen como negros, afroindígenas, afromestizos, jarochos o afrodescendientes.
Y es justamente la palabra afrodescendiente la cual está dando un empuje social y legal de la lucha de los derechos por el reconocimiento del pueblo negro. Una de las principales acciones del activismo consiste en informar a la sociedad sobre la situación de la negritud en México, no entendida como en Haití, sino como una forma de reivindicación del autoreconocimiento. En las regiones de Cuajinicuilapa y de Yanga y Mataclara, la gente entrevistada ha recogido el sentir de
los activistas “necesitamos ser escuchados” “necesitamos ser reconocidos” “nosotros somos afrodescendientes y merecemos el mismo trato que los demás”, fueron las consignas que se escuchaban en la calle durante el encuentro de pueblos negros en Veracruz y en el discurso de la gente de a pie en Cuajinicuilapa y el Pitayo.
Lo que trajo el activismo es algo que era vital en la lucha “necesitamos que las personas defiendan lo que somos y que se enteren de lo que significan para una nación como México, parte de su historia y su cultura”, fragmento recogido de la entrevista hecha a Dolores, una chica de 19 años que pertenece a una agrupación dancística de Veracruz donde el danzón define “su afrodescendencia” como una parte sustancial de quién es. Particularmente los discursos más repetidos sobre la identidad negra en Veracruz se dieron a partir de las conferencias que daban los académicos, reforzados por los comentarios de campo de los activistas quienes explicaban los obstáculos que se debían superar para poder ser reconocidos como pueblo afrodescendiente.
Esta realidad encontrada en Veracruz no fue diferente a la de Guerrero, donde las personas se identificaban como negros o afromestizos gracias a la continua labor de los grupos reivindicadores de la Costa Chica que realizan espectáculos, talleres y reuniones para dar a conocer la cultura afro. Otro factor importante coincide con la difusión de las actividades del pueblo negro mexicano a través de las redes sociales. El uso principal de Facebook para difundir la información principal de cada agrupación ya sea activista o cultural va formando una rede de comunicación digital que ha permitido llegar más allá de las fronteras regionales. En una de las charlas cotidianas salía la plática sobre la afrodescendencia, principalmente en jóvenes, quienes nunca en su vida habían escuchada de la tercera raíz o de la negritud sino hasta que lo vieron alguna vez publicada en las redes sociales de los activistas, padres de sus amigos, o sus propios amigos quienes se reivindicaban como negros, afros, o jarochos a través de las diferentes actividades culturales.
Ahí, como en muchos otros sitios, las luchas de resistencia14 identitaria se gestan ante el
olvido, la negación y la discriminación que se han encargado de ejercer una violencia simbólica en contra de su identidad. Sin embargo, el trabajo activista comienza a surtir efecto, las personas se comienzan a identificar como afrodescendientes o negros, y cada día van surgiendo más y más autodenominaciones, pero todas con base en la raíz africana y la conciencia de su papel en la constitución de la historia mexicana. Ahora el trabajo se centra, como se señalará en el XVIII
Encuentro, en unir fuerzas y fijar metas más claras que permitan, primero un reconocimiento constitucional, para poder partir desde el ámbito legal y continuar con la construcción de la identidad negra en México. Así como esto, la presente investigación sigue en proceso.
Aguirre Beltrán, Gonzalo. (1989). La población negra de México. Estudio Etnohistórico. Fondo de Cultura Económica: México, DF.
Consejo Nacional de Población. (2016). Índice de Marginación por Entidad Federativa y Municipio 2015. México: Secretaria de Gobernación.
Echeverría, Bolívar. (2010). Modernidad y blanquitud. Ediciones Era: México, DF.
Encuesta Intercensal 2015. (2017). Perfil Sociodemográfico de la Población Afrodescendiente en México. Instituto Nacional de Estadística y Geografía. México: INEGI
Fernández Martínez, M. (2011). “Cantos de negritud”. Archipielago. Revista cultural de nuestra América, 20(77).
Gassama, Makhily. (1980). Léopold Sédar Senghor et la Négritude. Ethiopiques, révue socialiste de culture négro-africaine. (22)57-64.
INEGI. (2015) Encuesta Intercensal 2015. México: Instituto Nacional de Geografía y Estadística. Lara Millán, G. (2017). Construcción del sujeto de derecho afrodescendiente en México,
reflexiones desde el pacífico sur mexicano. Revista Diálogo Andino. (52), 57-76.
Maceda Martínez, Andrés. (2008). Yanga, una historia compartida. Xalapa: Servicios Editoriales.
Malca, H. Q. (2003). “Las nuevas diásporas de los afromexicanos y algunos de sus efectos en las culturas locales”. Memoria y Sociedad, 7(15), 229-237.
N’zinga Strickland, Lula. (2001). “Negro, mexicano e invisible” en
<www.etnianegrapanama.org/comentarios.html> acceso 18 julio 2006.
Ochoa Serrano, Álvaro (1997). Afrodescendientes. Sobre piel canela. México: Gobierno del Estado de Michoacán, El Colegio de Michoacán.
Organización Internacional del Trabajo (1989) Convenio sobre pueblos indígenas y tribales.
Ginebra, 76ª reunión CIT (27 junio 1989).
Organización de las Naciones Unidas. (2017). Decenio Internacional para los Afrodescendientes
en <www.un.org> acceso 29 de septiembre 2017.
Saldívar, Emiko. (2017). La representación estadística de la negritud en México: entre el dato duro y la realidad. En Diversidad Cultural en Interculturalidad (Presidencia). Coloquio Nacional ¿Cómo queremos llamarnos? Horizonte INEGI 2020. Ciudad de México, México.
Secretaría de Relaciones Exteriores. (2007) Derechos humanos: agenda internacional de México. Boletín informativo, 31 de mayo de 2007. México, Dirección General de Derechos Humanos y Democracia, 2 p.
Vaughn, Bobby. (2005). “Afro-México: Blacks, Indígenas, Politics, and the Greater Diaspora” en Anani Dzidzienyo y Suzanne Oboler (eds.) Neither enemies nor friends (New York: Palgrave Macmillan).
Vázquez Fernández, Salvador. (2008). “Las raíces del olvido. Un estado de la cuestión sobre el estudio de las poblaciones de origen africano en México”. Los estudios afroamericanos y africanos en América Latina: herencia, presencia y visiones del otro. CLACSO, Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales Centro de Estudios Avanzados, Programa de Estudios Africanos. Revisado el 26 de diciembre de 2016 en http://biblioteca.clacso.edu.ar/clacso/coediciones/20100823033021/11vaz.pdf
Vinson, Ben y Bobby Vaughn. (2004). Afroméxico. Herramientas para la historia. México: Fondo de Cultura Económica, CIDE.
Zea, Leopoldo. (1979). “Negritud e indigenismo”. Cuadernos de Cultura Latinoamericana.
México, UNAM (89):10
Notas
1 En 1920, Alfonso del Toro publica “Influenza de la raza negra en la formación del pueblo mexicano” aportando un valioso estudio antropológicos sobre la afrodescendencia.
2 Proceso que ha sido ampliamente debatido desde los estudios coloniales y decoloniales como barrera, pero también como punto de partida en la comprensión de la mexicanidad asentada en un origen pluridiverso.
3 Término acuñado por el antropólogo, pionero en estudios afromexicanos, Gonzalo Aguirre Beltrán quien publicó en 1948 la primera investigación académica sobre pueblos de ascendencia africana en México.
4 Red conformada en 2009 por grupos activistas de Coahuila, Chiapas, Guanajuato, Michoacán, San Luis Potosí, Morelos, Tabasco, Oaxaca, Guerrero y Veracruz. África A.C., PUMC-UNAM, Oaxaca Púrpura A.C., Socpinda A.C., Grupo Cultural Costa Chica A.C., Xquenda A.C., Consejera Afro/Sai, Negras Moreleñas Cooperativa, Pescadores de Corralero Cooperativa, Pescadores de El Ciruelo, Radio, Mujeres Artesanas de Morelos, Las Florecitas del Ciruelo, Fandango de Negros A.C., Delegados al Foro de Consulta/Sai Cultura, Turismo y Biodiversidad A.C., Artistas Visuales de Oaxaca son algunos de los grupos que integran la red (Red por el Reconocimiento Constitucional del Pueblo Negro, 2013).
5 Realizada entre el 2 y el 27 de marzo.
6 De los 3, 533, 251 habitantes de Guerrero, el 13.73% de la población de 15 años o más es analfabeta, el 13.03% no tienen drenaje ni excusado, el 2.40% no tienen servicios de luz, 15.64% no cuentan con agua potable y el 53.29% sobrevive con ingresos de hasta 2 salarios mínimos (CONAPO, 2016). Solo por dar un ejemplo de la situación en el Estado.
7 Ubicado en Cuauhtémoc s/n Col. Cuajicuinalpa Centro, C.P. 41940, Cuajinicuilapa, Gro., México.
8 “La Négritude est fruit de la Révolution, par action et réaction” “Elle est enracinement en soi et confirmation de soi: de son etre. La Négritude n’est rien d’autre que l’africaine personality des Négro- Africains de langue anglaise. Rien d’autre que cette personnalité noire découverte et proclamée par le mouvement américain du New Negro” (Gassama, 1980).
9 La Carta de Salvador es un documento elaborado en el Encuentro AFRO XXI en el año internacional de las y los afrodescendientes, realizada en Salvador de Bahía, Brasil. Las propuestas del documento se centraban en tres puntos: institución de un decenio afrodescendiente con perspectiva global que permita la reparación histórica afrodiaspórica, la creación de un fondo de desarrollo para implementar intervenciones transformadoras para afrodescendientes del mundo y un centro de memoria histórica (ONU, 2017).
10 Relativa a la afrodescendencia que se encuentra fuera del continente africano.
11 La Costa Chica comprende comunidades de Oaxaca y Guerrero.
12 Originario de la región de Cuajinicuilapa, Guerrero.
13 Según el informe del Coloquio Nacional ¿Cómo queremos llamarnos? Horizonte Censo INEGI 2020, realizado por la UNAM en abril de 2017.
14 Actualmente se está trabajando en la investigación para definir una teoría que ayude a definir la resistencia como una forma de conservación de la cultura ante las diferencias externas.