Yolanda de Jesús Hernández Delgado1
Palabras clave: ancianos indígenas; redes sociales de apoyo; reciprocidad
México, al igual que el resto del mundo se encuentra inmerso en un proceso de envejecimiento poblacional, el alargamiento de la vida producto de los avances tecnológicos y médicos, la disminución en la tasa de nacimientos y mortalidad han generado que cada día más personas lleguen y experimenten la vejez, “el envejecimiento de la población en México se ha hecho evidente a partir de la última década del siglo XX” (Ham Chande, 2011:141).
1 Maestra en Gerontología, actualmente estudiante del Doctorado en Ciencias Sociales de El Colegio de Jalisco, A.C. y profesora de la Universidad de Guadalajara. Etnogerontología, Vejez en población indígena. yolandageronto@gmail.com.
El Consejo Nacional de Población indica que la esperanza de vida en México para el 2015 era de 74.95 años y para el 2030 pasará a ser de 76.97 años, lo que nos hace pensar en que hombres y mujeres podrán vivir alrededor de 17 años más a partir de que cumplan 60. Lo que significa, que la vejez podría ser una etapa de la vida más prolongada que la infancia que va de los 0 a 9 años, o la adolescencia. La extensión de la vida, la disminución de la mortalidad y por tanto, la coexistencia de un número mayor de adultos mayores han provocado cambios en las dinámicas sociales, lo que ha colocado el proceso de envejecimiento y la vejez en el ojo de diversas disciplinas, este proceso ha de considerarse un fenómeno del siglo XXI, “ya que hasta la década de 1930, la expectativa de vida media al nacer no sobrepasaba, en ningún lugar del planeta, los 50 años de edad. Actualmente en los países desarrollados la expectativa de vida supera los 70 años” (Sánchez, 2000: 14).
La vejez entendida como una construcción social, implica que su experiencia en la vida cotidiana se encuentra determinada por el territorio y momento histórico en el que se instaure. Su configuración se enlaza más allá de la edad cronológica como forma de delimitar las fronteras de periodos del curso de vida, con las condiciones económicas, políticas, culturales del contexto en que se vive, así como por condiciones de salud y marcos legales.
Por ello es necesario considerar la caracterización del proceso de envejecimiento poblacional que impera en América Latina y el Caribe: es un proceso generalizado, ya que en la mayoría de los países de la región, la población de 60 años y más muestra un incremento sustancial, tanto en términos absolutos como relativos. El ritmo del envejecimiento en la región es más rápido de lo que fue históricamente en los países desarrollados, ya que lo que sucedió en Francia en cien años aquí se ha presentado en un cuarto de siglo. Y, el escenario social, económico y cultural en el que el proceso de envejecimiento poblacional se está desarrollando se identifica por la alta incidencia de la pobreza, persistente y aguda inequidad social, baja cobertura de la seguridad social y una probable tendencia hacia el deterioro de las estructuras familiares de apoyo al adulto mayor (Guzmán, 2002: 9-12).
Bajo estas premisas discuten estudiosos, políticos y economistas sobre el problema del envejecimiento poblacional, sin embargo, el alargamiento de la vida de hombres y mujeres no es un problema sino el resultado y logro de los avances en la tecnología y la medicina, se vive como un problema cuando justamente el contexto en el que se envejece presenta desigualdad social,
marginación, pobreza, exclusión social y por tanto un escaso reconocimiento y atención a los sujetos envejecidos.
Respecto a la transición demográfica en México, está ocurriendo de forma más veloz que en regiones más desarrolladas pasando de 2, 709,238 personas adultas mayores en 1970 a 9, 424,000 para el 2010 (Dávila & Hernández, 2011:26), lo que demuestra el acelerado proceso de envejecimiento. El crecimiento venidero de dicha población que el Consejo Nacional de Población estima para el año 2050 es de casi 28.7 millones de mexicanos tendrán 65 y más años, representando el 22.54% de la población total. Se ha pasado de ser poco más de medio millón de ancianos a más de 9 millones de 1910 a 2010, considerando que para inicio del siglo XX la población anciana representaba el 3.4. De acuerdo al Censo 2010 la población total en México era de 112, 336,538 personas de las cuales el 8.9% corresponde a quienes tienen 60 años y más (10.05 millones).
La vejez va a ser vivida y construida a partir del contexto y la ubicación social que ocupa el adulto mayor, se han identificado como determinantes de la vejez: la clase social, el estado civil, la localidad donde se vive, el género y la pertenencia étnica. La relación entre vejez y etnia hace necesaria la reflexión de la vejez a partir de las diferencias, y con ello se ha contribuido desde la etnogerontología que ha permitido considerar a la población envejecida como una población heterogénea, rebasando la edad como única barrera de análisis para acercarse al conocimiento e interpretación de la población envejecida. En el caso mexicano, cada uno de los pueblos indígenas que cohabitan en el país tiene una tipificación de la vejez, de lo que es, de lo que la determina, de lo que significa, y que se va a objetivar en las formas de atender, en lo esperado, lo permitido y no permitido para quienes son identificados como viejos. Pues la edad social se va a circunscribir a determinado espacio y tiempo, a una cultura.
En México siempre ha existido una línea divisoria entre la población mestiza y la población indígena. De acuerdo con el Censo de Población y Vivienda 2010 del total de la población mayor de 3 años 6 millones 913 mil 362 son indígenas, 3 millones 397 mil 199 hombres y 3 millones 516 mil 163 mujeres. Considerando que en México las personas se definen como personas adultas mayores a partir de los sesenta años, según este criterio demográfico 958
mil 259 indígenas mexicanos son adultos mayores, lo que representa el 13.8% del total, mientras que a nivel nacional la población anciana representa para el mismo año el 8.9%, revelando que en los grupos indígenas la población anciana está creciendo muy por encima de la media nacional. “Sin embargo, siguen registrándose grandes diferencias en la esperanza de vida entre los indígenas y los no indígenas; en el país la diferencia es de seis años menos para la población indígena” (Naciones Unidas, 2010:7).
A partir de los datos de la Encuesta Intercensal 2015 la Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas (CDI) registró un total de 12 millones 25 mil 947 indígenas, de los cuales el 10.4% ser ubica en la etapa de la vejez, los ancianos indígenas suman 1 millón 247 mil 673 personas.1 “La mitad de ellos son parte de sólo tres pueblos nahua con 315 mil 370 personas; maya 197 mil 853 y zapoteco 107 mil 724 cuyo porcentaje en relación al total de adultos mayores indígenas es, respectivamente, 25.3%, 16% y 8.6%” (CDI, 2016). Los estados con mayor número de población indígena son Oaxaca, Veracruz, Yucatán, Puebla, Chiapas, México, Hidalgo y Guerrero concentrando el 78.5% de dicha población.
Para el presente trabajo se retoman los datos obtenidos del Censo 2010 ya que se ha logrado recabar mayor información respecto a la presentada por la Encueta Intercensal 2015, luego entonces, de los 958 mil 259 adultos mayores indígenas encontramos que el 15.3% de los hombres no hablan el español, mientras que para el 21.9% de las mujeres ancianas presentan esta “desventaja”. Para el contexto mexicano se vuele una limitante, ya que la falta de acceso al idioma dominante se ha traducido para los indígenas en “desventajas educativas, laborales, económicas, sociales, culturales y políticas; en el despojo de los recursos, las tierras y los territorios, en la explotación y en el olvido que forman parte de la condición subordinada de los grupos étnicos en nuestro país”. (Bonfil, 200:6)
De esta población anciana en materia de atención a la salud, el 59.3% es derechohabiente a alguna institución, el 16.5% en el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), 4.3% en el Instituto de Seguridad y Servicios Sociales de los Trabajadores del Estado (ISSSTE) y sólo el
.6% es derechohabiente ya sea de Petróleos Mexicanos (Pemex), Secretaria de Defensa Nacional (SEDENA) o la marina, la mayoría que representa el 51.7% cuenta con servicio médico por la pertenencia al programa de seguro popular que va dirigido a la población en general sin considerar las necesidades en materia de salud de la población envejecida.
De acuerdo al Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) más de un cuarto de la población indígena envejecida tiene alguna discapacidad, siendo la principal la limitación para caminar o moverse (53.12%), seguida de las limitaciones para ver (26.87%), limitaciones para escuchar (16.26%) y por último la limitación para atender el cuidado personal con 3.7%. En materia de educación se observa un persistente bajo nivel de escolaridad, INEGI indica que 57.2% de la población adulta mayor indígena no cuenta con ningún grado de escolaridad; en cuanto a la educación básica el 51% de los hombres viejos cuenta con ésta, mientras que de las mujeres sólo el 29.6% pudo acceder a ella, lo que da cuenta de la distinción a partir del género en el acceso a la educación durante el curso de vida.
Naciones Unidas sostiene que los índices de pobreza entre los indígenas son mucho más altos que entre el resto de la población en varios países de América Latina, en el país la diferencia es de 3.3 veces (Naciones Unidas, 2010:13). El Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (CONEVAL) expone que “siete de cada diez personas hablantes de lengua indígena se encuentran en situación de pobreza. La vulnerabilidad que esta situación supone, implica entre otras cosas, la dificultad para acceder a la salud.” (INEGI, 2016: 5). En México 15 de cada 100 indígenas no tienen filiación a servicios de salud, siendo los hombres los más desprotegidos. De la población de 15 años y más 46.9% es económicamente activa (desempeña una actividad laboral o busca trabajo); las actividades en las que se emplea dicha población son: 37.7% empleados u obreros, 28.7% trabajadores por cuenta propia y 11.5% desempeña labores en el campo y como jornaleros o peones.
Es de destacar la mayor participación de mujeres indígenas que trabajan por su cuenta (32.2%), en comparación con las mujeres no hablantes de lengua indígena (19.0%). Mientras que 15 de cada cien hablantes de lengua indígena son trabajadores sin pago, en comparación con dos de cada cien de no hablantes de lengua indígena. (INEGI, 2016: 11)
El Banco Interamericano de Desarrollo asevera que la población indígena tiene menos años de educación especialmente las mujeres, esto se vincula principalmente a trabajos del sector primario y de baja calificación, lo que también contribuye a percibir remuneraciones menores que la población no indígena.
Ante un contexto de pobreza, poco acceso a servicios médicos, dependencia, una enfermedad o bien no poder acceder a un trabajo por la edad, resulta de suma importancia la activación de las redes sociales de apoyo sobre todo las del ámbito informal. Las redes de apoyo logran potencializar las habilidades de quienes la conforman para la toma de decisiones y la estabilidad personal, contando con una base de recursos movilizados por los contactos y la cercanía ofrecidos por la red, “es un mecanismo de afrontamiento para la pobreza y la desventaja social” (Ávila-Toscano, 2009: 71). Las funciones que estas redes de apoyo cumplen se convierten en la alternativa para dar solución o al menos hacer frente a las diversas necesidades de atención que tienen los adultos mayores, no sólo por condiciones biológicas sino que se vienen acarreando a través de su historia de vida y el contexto donde se ha desarrollado en los ámbitos económicos, políticos y sociales. Como se ha descrito con anterioridad, donde el sistema de seguridad social se ha focalizado en el mercado laboral formal, dejando fuera a un número amplio de mexicanos.
Constantemente me preguntaba qué hacen aquellos hombres y mujeres adultos mayores que viven pobres, enfermos, carentes de servicios, lejos de las ciudades, que agotaron sus fuerzas y ahora no pueden trabajar, que los hijos partieron para formar su propia familia o que nunca los tuvieron: ¿cómo es que están sobreviviendo a su vejez?, ¿qué factores les permiten bajo estas duras condiciones vivir día a día?; la respuesta la encontré en las redes sociales de apoyo, aunque he de constatar que meterse a ese tema se vuelve una experiencia maravillosa no solo por el complejo laberinto que implica su conocimiento, la introducción a los conceptos y perspectivas que de ellas se tienen, y por otro lado, implica un análisis respecto a tu construcción y participación en las redes sociales de apoyo de las que formas parte. La vejez no solo es resultado de las pérdidas, ganancias y todo lo que vivimos a lo largo de la vida, en la vejez se siguen entretejiendo factores físicos, psicológicos y sociales que contribuyen en la forma en que se vive.
La investigación respecto al tema ha demostrado los diversos apoyos sociales que las redes de apoyo otorgan a los adultos mayores, lo que trae consigo la mejora de sus condiciones de vida. Los lazos que se forman entre los adultos mayores, su familia y miembros de la comunidad conforma las redes, y ellas se vuelven fuentes protectoras de la salud y bienestar de esta población. Se han identificado como mecanismos que generan seguridad económica a la población adulta mayor, ya que son unas de las fuentes de donde obtienen ingreso el adulto
mayor: participación económica a través de seguir realizando actividades económicas, la seguridad social que se ve reflejada en las pensiones y los apoyos familiares. Para el año 2000, “en más de la mitad de países latinoamericanos casi un 50% de las personas mayores no recibía ingresos ni del sistema de seguridad social ni del trabajo, su soporte económico recaía en las familias y en las redes sociales” Huenchuan & Guzmán, 2006: s/p). Sin duda alguna las redes sociales de apoyo son parte fundamental en el proceso de envejecimiento, no solo como apoyo al adulto mayor sino, como una manera en que él se sienta integrado y parte de una estructura social que no solo le proporcione dinero o bienes materiales sino, que lo escuche, lo acompañe y pueda compartir su vida, sin embargo, esto también se está viendo amenazado por la transición que se ha experimentado de las zonas rurales a las urbanas, el proceso migratorio que vive nuestro país hacia el extranjero y dentro del país, la modificación de la familia extendida a familias nucleares, la infraestructura de vivienda y la incorporación de la mujer a ámbito laboral.
A lo largo del transcurso de la vida necesitamos como seres sociales de otros, requerimos cuidado, guía, alimento, amor, y más; nos es necesario contar con diversas redes de apoyo que nos proporcionen no solo herramientas necesarias para nuestro desarrollo personal, también necesitamos reconocimiento y cariño. Durante la vejez estas necesidades persisten, y ante situaciones particulares se incrementa la necesidad de contar con redes de apoyo, las cuales también sufren cambios durante esta etapa, ya que puede contraerse o expandirse. La muerte de seres queridos, de nuestros padres y amigos va reduciendo nuestra red. En algunas etapas otorgamos más apoyo, y en otras somos nosotros quienes lo recibimos. Situaciones económicas, enfermedades, accidentes, crisis del ciclo vital de la familia: divorcios, nacimiento de hijos, convertirse en abuela, la jubilación, la viudez, el trabajo, todo ello reconfigura nuestras redes.
Las redes sociales de apoyo son aquellas relaciones interpersonales que se construyen a lo largo de la vida y las cuales proporcionan a la población en general beneficios de tipo material, emocional, cognitivo e instrumental; durante la vejez se intensifica su importancia como soporte sobre todo ante la presencia de vulnerabilidad derivada de la inseguridad económica, problemas de salud, dependencia, “las redes sociales no sólo constituyen un sostén para compensar carencias de orden material; nos atrevemos a afirmar que su mayor repercusión en la calidad de vida se debe al grado de satisfacción o insatisfacción de los mayores con la vida misma” (Huenchuan & Sosa, 2002: 110-111). Las redes sociales de apoyo les proporcionan a hombres y
mujeres envejecidos seguridad económica, protección, apoyo en las actividades de la vida diaria tanto en actividades del hogar como individuales, cuidado y cariño contribuyendo a mantener la percepción y sentido.
Estos mecanismos de afrontamiento pueden ser constituidos por los familiares de las personas mayores como son sus hijos, sus parejas, hermanos entro otros familiares, así como aquellas personas que no tienen algún lazo sanguíneo: amigos y vecinos o grupos de personas organizadas en favor de proporcionar algún servicio a este grupo poblacional y los programas y servicios que instituciones gubernamentales o privadas proporcionan en su beneficio por parte de personas profesionistas. Se entiende como redes sociales de apoyo al conjunto de relaciones interpersonales que va construyendo una persona a lo largo de su vida con su entorno social, basado en la reciprocidad, permitiendo cubrir las necesidades no cubiertas por el sistema formal; mejorando o conservando su bienestar material, físico y emocional al tiempo en que se fomenta la identidad. “A partir de la interacción recíproca establecida entre las personas se instaura un entramado de entregas sociales representadas en los favores ofrecidos como medio de expresión del apoyo, que surte sus efectos tanto en lo afectivo como en lo económico” (Ávila-Toscano, 2009: 66).
Dentro de la literatura sobre las redes sociales de apoyo se han distinguido aquellas de las que proviene el apoyo: fuentes formales e informales. El sistema formal se integra aquellas que se desprenden de una organización burocrática, con objetivos específicos y regularmente implementados por profesionistas. Aquí podemos ubicar los programas sociales, instituciones públicas y privadas, asociaciones civiles. Destacan: el Instituto Nacional de las Personas Adultas Mayores (INAPAM), instituciones de seguridad social: Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), Instituto de Seguridad y Servicios Sociales de los Trabajadores del Estado (ISSSTE), Servicios de Salud de Petróleos Mexicanos, Secretaria de la Defensa Nacional (SEDENA) , hospitales y centros de salud gubernamentales, residencias y centros de atención para el adulto mayor del Instituto para el Desarrollo Integral de la Familia (DIF), el programa federal de pensión universal no contributiva para adultos mayores así como las diversas asociaciones civiles que atienden desde diferentes enfoques de intervención a los adultos mayores.
En México se han llevado a cabo diversas acciones institucionales que buscan dar atención a las problemáticas que enfrentan los adultos mayores, sin embargo, ha sido insuficiente.
Y hoy en día se sabe que la familia, la sociedad, el Estado y el mercado deben participar de forma conjunta en la atención a este grupo poblacional, pues de manera individualizada los logros serán pocos. Se reconoce que la familia sigue siendo la principal fuente de apoyo social de los adultos mayores. Las redes informales se cimientan a partir de redes personales y comunitarias que no tienen una estructura de programa de apoyo, y que se van construyendo en la convivencia, los lazos familiares y cercanos del día a día. Dentro de estas redes se encuentran las redes familiares, que son la base de las diversas redes sociales de apoyo,
Pueden ser los hijos y el cónyuge en primera instancia, los colaterales y ascendentes sean hermanos, primos, familia política o nietos; con respecto al envejecimiento, son las personas que cohabitan con los adultos mayores y los parientes que residen distanciados de ellos pero que conservan relaciones a partir de un lazo de parentesco legal o consanguíneo. (Montes de Oca, 2004: 57).
Esta red de apoyo continua siendo en nuestro país quien proporciona prácticamente la atención a los adultos mayores, es la cohabitación uno de los apoyos principalmente otorgados por ella. Sin embargo, existe hoy en día la duda de si la unidad básica de la sociedad continuará siendo la principal proveedora de apoyo social a los adultos mayores, ya que se han identificado tres hechos; Guzmán indica en primer lugar los cambios demográficos –baja fecundidad- que tendrá efectos en la disminución del número de miembros de la familia y potenciales proveedores; en segundo lugar, ya que los apoyos familiares se basan en la mujer, su creciente participación en la vía económica y la tendencia a su independencia en el plano social hace dudar de la continuidad del modelo de cuidado y finalmente el cambio de la cohabitación debido a “los cambios en la nupcialidad y el aumento de las necesidades de una creciente población de la cuarta edad y demandante de recursos médicos” (Guzmán, Huenchuan, & Montes de Oca, 2003: 12), así como la migración.
Encontramos también, la red no familiar de amigos y vecinos que es una fuente de apoyo importante, donde los vínculos se establecen por intereses comunes y actividades compartidas. Los apoyos que se brindan son más públicos, la red de amigos es esencial para el cuidado fuera del ámbito del hogar. “Se menciona en la literatura gerontológica que hay un patrón jerárquico
de preferencia ante el trabajo de cuidado o la búsqueda de asistencia. Las personas mayores recurrirán primero a la esposa, luego a los hijos, después a los parientes y finalmente a los amigos” (Montes de Oca, 2003: 36). Finalmente, se ubica la red comunitaria, donde el sentido comunitario es un referente en el que transcurre la vida cotidiana y sobre el cual se organizan actividades y se re significa el sentido de la vida en la vejez, pueden proporcionar una identidad colectiva a las personas adultas mayores a través de su participación en grupos organizados. Se caracteriza por una determinación de territorialidad y el sentido de comunidad o sentido de pertenencia. Las formas de apoyo que reciben o dan los adultos mayores en las redes comunitarias casi nunca son materiales, tiene que ver más con apoyo emocional y cognoscitivo.
La investigación respecto a las redes sociales de apoyo ha permitido identificar diversos componentes que permiten su evaluación, uno de ellos es a nivel estructural que se refiere a las propiedades de la red en su conjunto, la estructura de estas redes sociales de apoyo parte fundamental para visualizar de forma general aquellos posibles vínculos dadores de apoyo social, siendo las siguientes las características según Clemente (2003): el tamaño que indica el número de personas que conforman la red. Hay indicaciones de que las redes de tamaño mediano son más efectivas que las pequeñas o las muy numerosas. La densidad que corresponde al grado de conexión entre los miembros independientes del informante, un nivel de densidad medio favorece la máxima efectividad del grupo al permitir cotejamiento de impresiones. La composición o distribución que alude a la proporción total de los miembros de la red está localizada en cada cuadrante y en cada círculo. La dispersión que es la distancia geográfica entre los miembros, lo que genera la facilidad o complejidad del acceso a la red. La homogeneidad o heterogeneidad: abarca tanto la demografía como a lo sociocultural (edad, sexo, cultura y nivel socioeconómico, etc.), similitud o diferencia de características sociales, culturales y demográficas entre los miembros de una red, con ventajas e inconvenientes en términos de identidad. Y los atributos de vínculos específicos: el compromiso y fuerza de la relación, durabilidad e historia en común. (35-36).
Lo que las redes sociales de apoyo proporcionan puede entenderse a partir de las funciones que cumplen en la vida de los adultos mayores, las redes desempeñan diversas acciones y en grados varios, estas funciones se basan en el “tipo prevalente de intercambio interpersonal entre los miembros de la red” (Clemente, 2003:36), este intercambio es el tipo de apoyo social
que se brindan. Las necesidades que se buscan cubrir son el afecto, afiliación, identidad, seguridad, pertenencia y aprobación, y es a partir de ello que se hace una diferenciación de las funciones de las redes a partir de los apoyos que otorgan, aunque es necesario indicar que la existencia de una red social no asegura que las personas puedan acceder a algún apoyo.
La función de las relaciones sociales, o apoyo social, hace referencia a las interacciones personales dentro de dicha estructura, al contenido relacional de las mismas –apoyo instrumental, emocional, vinculación social o desarrollo de roles sociales, influencia social, e incluso la tensión social o efectos negativos de las relaciones sociales–. El flujo de apoyo social opera sobre el bienestar a través de la estructura de la red social. (Escobar, Puga & Martín, 2008: 639)
Las funciones que mantienen las redes sociales de apoyo son: compañía social que es la realización de actividades conjuntas o simplemente el estar juntos; el apoyo emocional que son intercambios que connotan una actitud emocional positiva, clima de comprensión, simpatía, empatía, estímulo y apoyo; es el poder contar con la resonancia emocional y la buena voluntad del otro. Es característica de las amistades intimas y las relaciones familiares cercanas con un nivel bajo de ambivalencia. Esta función se diferencia de la primera por el grado de confianza o intimidad entre las personas. De acuerdo a algunas investigaciones se hace referencia a apoyos emocionales a: expresiones de cariño, preocupación por el otro, visitas periódicas, ser escuchado (Salinas, Manrique & Téllez, 2008:5). El poder hablar con alguien. De acuerdo a Guzmán, Huenchuan & Montes de Oca (2003) Guía cognitiva y consejo, son las interacciones con el fin de compartir información personal o social, aclarar expectativas y proveer modelos de desempeño de rol. Dentro de los apoyos aquí otorgados están el intercambio de experiencias, la transmisión de información (significado), al dar consejos que permiten entender una situación. La regulación o control social que permite que a través de las interacciones se recuerden y reafirmen las prescripciones sociales, correspondientes a los diferentes roles, neutralizan las desviaciones colectivas, permiten una disipación de la frustración y la violencia, y favorecen la resolución de conflictos. Que dentro de la clasificación de apoyo social ha sido encasillado en el apoyo cognitivo. La ayuda material y de servicios, que comprende la colaboración específica sobre la
base de conocimientos expertos o ayuda física, así como la implicación de flujo de recursos monetarios (dinero efectivo de forma regular o no, remesas, regalos, etc.), y no monetario bajo la forma de otras formas de ayuda material (comida, ropa, pago de servicios, etc.), acciones o materiales proporcionados por otras personas y que sirven para resolver problemas prácticos y/o facilitan la realización de tareas cotidianas: ayudar en las tareas domésticas, cuidar niños, prestar dinero. (7) Y finalmente, el acceso a nuevos contactos que posibilitan la conexión con otras personas y redes que hasta entonces no eran parte de la red del individuo. Cada miembro de la red puede cumplir una o varias de estas funciones.
Los resultados que hoy se presentan no centraron su atención en las funciones que las redes sociales de apoyo cumplen en dirección a los adultos mayores, sino partiendo del principio de reciprocidad se ha buscado hacer visible que hombres y mujeres envejecidos dentro de las diversas redes sociales de apoyo en las que se mueve también cumplen funciones de apoyo en beneficio de los demás.
Cuando se habla de apoyos se fija la acción en quien la recibe; pero, visto globalmente, se trata de un intercambio en que se provee y se recibe apoyo. No se trata de procesos enteramente definidos en que uno da al otro en función de lo que recibe de éste, sino en un complejo sistema basado en normas y valores que premian ciertas conductas y penalizan otras y en el cual el equilibrio hacia la suma cero que caracterizaría a un intercambio balanceado es algo indeterminado, entre otras razones porque no es posible establecer un valor preciso de lo intercambiado. (Guzmán & Huenchuan, 2003:9)
En la población indígena se ha identificado la reciprocidad como aquellas redes que se van construyendo en ámbitos locales que permiten compensar el desequilibro económico pero que tampoco ha permitido superar la situación de pobreza en la que viven los pueblos indígenas, “los intercambios recíprocos están consagrados por la tradición, por la repetición, por lo que cambian lentamente y a partir de la reelaboración de otros previos” (Warman, 2003:2). Son estrategias que permiten la reproducción de los pueblos indígenas, a partir de la reciprocidad como una forma de transacción, es “el intercambio de favores y de regalos que es consecuencia y parte integral de una relación social. El tipo de intercambio que domina en las sociedades
primitivas y tribales es la reciprocidad y la redistribución” (Lomnitz, 1975:25), pues permite conservar o mejor el nivel de vida para poblaciones sin una base económica sólida.
La unidad familiar es la institución de reciprocidad y solidaridad por excelencia, y se constituye por parientes cercanos que conforman un hogar, considerándolo no solo como una unidad residencial, sino económica y social. Familia nuclear, familia nuclear ampliada donde se incluye a los padres, hijos solteros, el heredero de la casa su cónyuge y descendencia. Cada grupo étnico determina las normas para la composición de la unidad familiar. “La autoridad dentro de la unidad familiar indígena es abrumadoramente patriarcal y se concentra en el varón más viejo, que es titular de la propiedad agraria y representante de todos frente a otras familias e instituciones tradicionales y algunas públicas”(Warman, 2003:225). Se deben entender los patrones de herencia específicas para cada uno de los grupos indígenas existentes en México.
Las funciones de las unidades familiares son infinitas y no han sido completamente especificadas. Si se agrupan por su propósito encontramos:
Actividades que persiguen el sustento y la reproducción biológica: alimentación, cuidado de la salud, el abrigo personal, brindar una morada, estabilidad emocional, todo ello con el fin de la reproducción de la vida, que se pueden englobar en el trabajo reproductivo, y que dichas actividades están social y culturalmente establecidas, hasta en la forma de hacerlo.
Actividades que persiguen la permanencia y reproducción de la familia dentro de un orden más amplio. Creencias, lenguas, educación, religión, formas y cortesías para la interacción personal y con otras unidades similares, respecto a la ley y a las autoridades, costumbres para la selección del cónyuge, en fin, las normas de convivencia se aprenden y practican en la unidad familiar.
Actividades que contribuyan a la reproducción económica eficaz, considerando la producción y consumo, la orientación al auto abasto de alimentos.
El acceso a la tierra, la combinación de esfuerzo de los integrantes de la unidad que no reciben un salario sino una participación en el consumo, el aprovechamiento del trabajo femenino e infantil en las múltiples actividades económicas, el ahora o de costos de producción en dinero aprovechando insumos domésticos, la conservación y almacenamiento total o de una porción de la producción de alimentos para su consumo
directo. (Warman, 2003:225).
Así las prácticas productivas se combinan con el consumo para lograr satisfacer las necesidades tanto individuales como del grupo familiar. La distribución de esfuerzos y satisfactores no es igualitaria dentro de las unidades familiares, pero se considera justa y equitativa.
Los hombres y niños reciben un tratamiento preferencial sobre las mujeres en alimentos y gastos. El jefe de familia recibe o se arroga privilegios especiales, algunos de ellos para el consumo de bebidas alcohólicas. Los infantes y enfermos reciben atención temporal especial. (Warman, 2003: 227)
Siendo las mujeres las más afectadas, pues la reciprocidad no implica igualdad sino la diferenciación legitimada. La parentela o parentesco es otra de las unidades de reciprocidad, pues las unidades reproductivas se agrupan para acceder a ciertos servicios o la conjunción de esfuerzos, pues se hace necesaria la vinculación con otras unidades para fundar nuevas familias. Así, la parentela se conforma por los lazos de consanguinidad, predominando un parentesco bilateral: línea paterna y materna.
Conforme a los límites establecidos por el grado de afinidad y las normas preferenciales en el parentesco se establece una red de reciprocidad por la que circulan herencias y regalos, se otorgan prestamos de bienes o dinero sin lucro o pago y se crean redes migratorias, se brinda apoyo en emergencias o calamidades, se ofrece protección frente a persecuciones o amenazas y a veces se comparten las venganzas. (Warman, 2003:229)
Existe una jerarquía entre una o varias unidades familiares según los recursos que posee y el liderazgo que tenga. Se tiene lealtad al parentesco, y pueden identificarse como unidades corporativas dentro de las comunidades indígenas a partir de la organización de representación y poder. “Las redes de reciprocidad no sólo impactan a sus integrantes directos, se extienden a las relaciones entre estos y su entorno con consecuencias económicas, políticas y hasta vitales
cuando la violencia es un factor presente en la vida comunal” (Warman, 2003:231).
Como podemos observar tanto para la población indígena como para los adultos mayores se ha identificado como estrategias de supervivencia la activación de redes sociales de apoyo que les permiten compensar el desequilibrio económico en el que se encuentran y les permiten permanecer.
A partir de ello, y como resultado de romper con la idea de que los adultos mayores solo reciben apoyo es que nace el interés por conocer desde la narrativa de personas adultas mayores que apoyos otorgan ellos a las diferentes redes de las que forman parte, en este caso son adultos mayores otomíes que viven en San Antonio el Grande ubicado en el estado de Hidalgo específicamente en Huehuetla que pertenece a la Sierra de Tenango, y donde convergen pobladores de diversos grupos indígenas: otomíes, tepehuas y totonacas, sumando un total de 17,044 personas que corresponden al 72.3% de la población total del municipio que es de 23,563 personas. Del total de población 1,489 son personas de 65 años y más indígenas. (CDI, 2010)
Se trata de un estudio etnográfico, que buscó recuperar la secuencia de acciones, comportamiento y cercanía con un grupo de 13 adultos mayores de los cuales 7 son mujeres, a quienes a través de la entrevista semiestructurada ellos compartieron sus funciones dentro de algunas de las redes sociales de apoyo de las que forman parte. Estar en el lugar con ellos, recorrer su comunidad y acercarse a su vida cotidiana permitió constatar sus relatos, y darles un sentido más cercano, a partir de conocer las cosas tangibles de las que ellos hablan. De los participantes se puede decir que llegamos a ellos a partir de la identificación como ancianos a partir de otros miembros de la comunidad. Dos de ellos estaban casados pero se entrevistaron sin su pareja; tres mujeres y dos hombres perdieron sus respectivos maridos y/o esposas. Casi todos ellos(as) tuvieron hijos, excepto una de las mujeres, sin embargo, ella cuido a los hijos del hombre con quien hizo vida en pareja y los considera como hijos propios. Ninguno de ellos cuenta con educación primaria terminada. La principal ocupación fue el campo, a excepción de uno de ellos quien siendo joven, emigró a la ciudad de México, donde desempeñó labores limpieza de la vía pública y aprendió otros oficios, actualmente se dedica ocasionalmente a la carpintería.
En cuanto a cohabitación, son en total cuatro parejas que viven juntas, sólo dos entrevistados comparten su casa con sus hijos y/o nietos, y los restantes tres viven solos. Siete de
ellos trabajan y reciben apoyo por parte de algún programa gubernamental para cubrir sus necesidades diarias, cuatro sólo tienen el apoyo institucional como forma de sobrevivencia y uno solo cuenta con lo que percibe por su trabajo como carpintero. En cuanto a la condición de tenencia de la tierra, cuatro de ellos no son propietarios de “algún pedazo de tierra” para sembrar. El común de las viviendas de esta comunidad es, que todas ellas se fueron construyendo poco a poco alrededor del paso de la calle principal, y de ahí surgieron como pequeñas arterias, numerosas veredas que fueron dando forma a la comunidad.
Con base en la caracterización de las diferentes redes sociales de apoyo es que se presentan los resultados de la investigación, sin embargo, es necesario señalar en primer lugar que dentro del grupo poblacional de adultos mayores también existe un intercambio de apoyos, aquí los hemos condensado como apoyo entre congéneres, y atraviesan el tipo de relación que tiene. De esa forma se puede identificar a los cónyuges con quienes se cohabita, con quienes comparten los días, así que resulta importante la identificación que hacen los entrevistados sobre el apoyo que reciben de su pareja. Ante problemas de salud, o discapacidad se observa que uno y otro se cuida, y que contrario con lo que se piensa, algunos de los hombres indígenas también llevan a cabo actividades de reproducción, pues como dice Erasto: “aquí nosotros nos la arreglamos, cuando ella está enferma yo soy el que hace la tortilla y la comida, o cuando soy yo el que está enfermo es ella la que me atiende”.
Ya en un espacio más abierto, entre personas envejecidas se puede identificar la conformación de una red, entre las amistades o vecinos de la misma edad, Quintila es una mujer viuda que vive en la parte más alta de la comunidad, vive sola pues hace poco murió su esposo, sin embargo, en las visitas que le realice siempre se encontraba acompañada por otra mujer a la que se le notaba la edad, y con quien platicaba y reía. Ambas indicaban que al igual que se hacen compañía, se ayudan entre sí. “A veces cocinamos, y ya cuando terminamos de comer nos sentamos a hacer nuestras servilletas, igual a mí me da miedo quedarme en mi casa porque nadie vive conmigo”. Quintila.
En el caso de los hombres también se identificó la compañía y escucha como los apoyos que comparten entre sí, un tiempo de convivencia, la visita a sus amigos o el encontrarse en
puntos de la comunidad, como las canchas, la banquita de la tienda, lugares donde hablan, se escuchan: “cosas que vivimos, de lo que sucedió” Antonio. Esto nos permite vislumbrar que las redes de apoyo se van construyendo conforme pasa el tiempo, que los lazos del matrimonio y las amistades se van cultivando.
Respecto al apoyo que otorgan a miembros de la comunidad, los adultos mayores contribuyen con la reproducción de su cultura, Guadalupe indica que ella apoyo a los mayordomos en la organización de las fiestas y ritos que llevan a cabo, “si, si les ayudo cuando veo que alguien hace algo yo participo. Porque así tiene que ser, nos tenemos que ayudar del uno al otro, o cuanto tengo un poquito de mi dinero les apoyo en algo, es como los mayordomos, siempre los he ayudado”
Gerardo y Juana, tienen un papel importante dentro de la cosmovisión indígena de esta comunidad ya que se dedican a picar el papel utilizado durante las ceremonias que se realizan como es el Día de la cruz, ellos conocen las tradiciones y saben la forma en que se realizan las fiestas. Es por eso que acuden a ellos para solicitarles su apoyo en la realización de ciertas festividades, como el acompañamiento de los mayordomos, Juana dice “como ellos dicen cuando vienen: queremos que nos ayuden, que nos apoyen, porque ustedes ya conocen y ya tienen la experiencia de esas fiestas, y nos piden acompañemos por favor, vienen juntos, viene el esposo y viene la esposa, pero cuando no nos dicen nada, no vamos” “cuando nos invitan les decimos que es lo que tiene que comprar, que es lo que tiene que hacer, todo. Por eso nos vienen a ver, pero de verdad te digo, el que no participa en la mayordomía nunca va a tener experiencia de nada”
Esto se relaciona con los roles que se han identificado en adultos mayores tzeltales, donde ellos contribuyen con la educación endógena, ya que ellos contribuyen con la transmisión y reproducción de sus prácticas, costumbres y creencias, tanto en el ámbito espiritual, como el material y de la vida diaria.
Se le deja al niño en libertad para que germine y crezca en la interacción con el abuelo; quien ejerce sus prácticas didácticas, de moral y sabiduría para propiciar que se reforme quien no es correcto con su pueblo, que sea cooperativo, siga los valores y tradiciones más antiguas a través de la educación endógena. (Grajales, 2011:97-08)
El apoyo se extiende a los requerimientos de la educación de las nuevas generaciones, pues los maestros de las escuelas les piden los trajes típicos, y ellos se los prestan, la falda o la blusa que usaba la gente de antes. Y que ellos ven estas acciones, el acercase a ellos para solicitar estos apoyos como una forma de respeto, pues ellos son los que saben del tema.
Otro de los momentos que ejemplifica la activación de las redes sociales de apoyo tiene que ver con la vivencia de alguna crisis vital, como es el caso de la muerte de algún familiar, Guadalupe indica que acompaño a una vecina: “la persona que acaba de llevarle su cruz a su esposo, eso es lo que hacemos, y no me quejo de que me desvelo porque, todas las noches dormimos”.
Es importante dar cuenta de que los adultos mayores indígenas en algunos casos poseen tierras y por impedimentos físicos se ven en la necesidad de buscar quien haga el trabajo, y eso les permite dar trabajo a personas de su comunidad. Rosenda considera que eso también es una forma de apoyar a las personas: “yo les ayudo en lo que pueda, cuando voy a cortar mi café yo les digo que vayan a cortarlo, de esa manera yo les ayudo, y yo les pago, yo les doy unos cinco pesos por cuartillo” Rosenda, “Yo en todo les ayudo, Dios sabe cómo les ayudo, cuatrocientos, quinientos pesos que les pago, porque ese si es un apoyo económico”.
Otro apoyo que ellos otorgan desde su perspectiva es el consejo “las personas que igual les hace falta un consejo, yo les digo como deben hablarle a sus hijos, como deben de vivir, como no den buscar problemas.” Francisco. Esto resulta interesante, cuando el acceso a la información para las generaciones más jóvenes es más sencillo, sin embargo, la información que se pueda leer en una computadora o un libro no tiene el mismo impacto que las palabras que una persona a la que tú le das tu reconocimiento te aconseja.
En la red familiar, se pudo identificar que los adultos mayores proporcionaban el cuidado a los nietos, mientras los padres salían o se van a trabajar. Sobre todo en los casos en que hay cohabitación. Por lo que las mujeres ancianas no solo juegan papeles importantes en la transmisión del conocimiento, como parteras o rezadoras, también han sido las responsables de llevar a cabo los ritos de iniciación y enseñanza para las nuevas generaciones, pero sobre todo y como un continuo en su trayectoria de vida las actividades reproductiva les han sido asignadas, jugando un papel fundamental en el cuidado de la familia y todas las extensiones de labores del hogar.
Los adultos mayores también proporcionar apoyo económico, “a veces cuando me dan mi apoyo de la tercera edad, hora voy a decir lo que yo hago, cuando me dan mi dinero, yo les compro lo que vayan a ocupar mis hijos, no todo pero un poco, por eso a veces no me alcanza mi dinero. Les compro poco de carne, pan, a todos les compro por iguales, no nada más a uno solo”. Francisco.
Finalmente, podemos ver indicios de algunas de las características de los apoyos que los adultos mayores otorgan a sus diferentes redes, el caso particular de Margarita da cuenta que la forma de ver a las personas se relaciona con la religión que se profese, pues ella como parte de una de las 6 iglesias cristianas que se han establecido en la comunidad informa, que “al ser hermanos, lo que nos enseñan en la iglesia [es] que nos hablemos el uno al otro, [por eso] voy a visitar a los enfermos” a quienes aparte de otorgarles compañía, en ocasiones les lleva “lo que puede” y que ese apoyo “tiene que ser de corazón”. Entre los apoyo que otorga a las personas enfermas son: un tercio de leña, o le compra algo para comer o directamente les da dinero.
Otra característica del apoyo que dan los adultos mayores se relaciona con lo que ellos saben hacer, Margarita sabe sobar, así que “yo los apoyo con lo que yo sé hacer, yo se los hago, en sobar huesos, de esa manera los ayudo”. En el caso de Doña Rosenda quien se distingue en la comunidad como curandera, nos dice que la vienen a visitar y le solicitan consejo “yo los cuido y los apoyo en algún problema de alguna enfermedad, yo voy a verlos también, llego a su casa y por esa razón también llegan aquí a mi casa”.
Otro aspecto que llama la atención, es que debido a su condición de adultos mayores quedan exceptos de algunas de las actividades comunitarias como la faena, lo que implica la limpieza de la comunidad en general (desyerbar, recoger basura, chapear).
No se puede dejar de lado, que algo que se encuentra marcado en las narrativas de los adultos mayores, es el que el apoyo que ellos dan debe ser de corazón.
Es importante considerar la estructura social y económica de los grupos indígenas para acércanos al conocimiento y comprensión de los apoyos y funciones que ellos puedan otorgar, pues el principio de reciprocidad y sentido de comunidad es eje de la organización como grupo étnico.
Para concluir, el acercamiento y escucha a estas personas respecto a lo que ellos otorga nos obliga a rasgar la mirada de vulnerabilidad que ha aquejado a la investigación gerontológica,
pues más allá de las condiciones estructurales que condicionan el acceso o no a beneficios sociales, el lugar que se ocupa en el entramado social, estas personas adultas mayores otorgan dentro de sus posibilidades y bajo sus lógicas apoyo a diferentes miembros de su comunidad. No son hombres y mujeres pasivos que esperan impávidamente el transcurrir del tiempo, estas personas actúan, enfrentan, transforman, y comparten con otros.
La reciprocidad es hilo conductor de la dinámica social, y los adultos mayores siguen siendo parte de ella. No solo como receptores, sino, como proveedores.
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Notas
1 Las diferencias en el número de población indígena respecto a los datos de 2010 y 2015 se debe a la metodología utilizada para su contabilización, ya que los datos retomados en el CENSO 2010 están basados en la población de 3 años y más que habla una lengua indígena, mientras que la Encuesta Intercensal se basa en la definición de hogar indígena siendo aquel donde el jefe y/o cónyuge y/o padre o adre del jefe y/o suegro o suegra del jefe hablan lengua indígena, contabilizando como tal a todos los integrantes como población indígena.