Alexandra Zamarripa Esparza1 y Rogelio Cogco Calderón2
Palabras clave: mujeres cuidadoras; cuidado de niños; cuidado del adulto mayor dependiente; doble cuidado; repercusiones familiares
En la actualidad, procesos sociodemográficos como el aumento de la esperanza de vida, la disminución del número de hijos y el incremento de la participación laboral de las mujeres, han ido transformando la dinámica familiar; por lo que, la manera tradicional en la que las mujeres y
1 Doctoranda en Filosofía con Orientación en Trabajo Social y Políticas Comparadas de Bienestar Social por la Universidad Autónoma de Nuevo León. Líneas de investigación: cuidados, doble cuidado, familia, participación laboral femenina y política social; correo-e: alexandra.zamarripa@hotmail.com.
2 Doctor en Filosofía con Orientación en Trabajo Social y Políticas Comparadas de Bienestar Social por la UANL. Adscrito a la Universidad Autónoma de Tamaulipas e invitado en la Universidad del Noreste. Líneas de investigación: descentralización, pobreza y política social; miembro del Sistema Nacional de Investigadores. correo- e: rcogco@hotmail.com.
sus familias se organizaban para realizar las labores de cuidado de las personas dependientes, en algunos casos ya no son posibles, por lo que, las mujeres tienden a dejar de lado actividades importantes para su desarrollo personal y así lograr cubrir las necesidades de cuidado principalmente de los adultos mayores.
De tal manera que, el cuidado informal que brindan las mujeres en el ámbito familiar es imprescindible para la subsistencia de las personas dependientes (niños y adultos mayores), asimismo, al realizar esta labor se desarrollan entre todos los involucrados vínculos afectivos y relaciones de poder y subordinación. Las mujeres al ser madres están preparadas para afrontar el cuidado familiar de los hijos, pero no el de los adultos mayores, el cual casi siempre llega de manera inesperada, por lo que, cuando se presenta el cuidado de la generación anterior se trastoca la vida de las mujeres que lo llevan a cabo, afectando de manera directa su vida familiar, específicamente en sus roles habituales de esposa y madre, esto coloca en ocasiones a las mujeres en una situación de conflicto personal, ya que el tiempo que dedicaban a su familia ahora es compartido con el adulto mayor dependiente; sin embargo, hay sentimientos como el agradecimiento y responsabilidad que estas mujeres tienen hacia los adultos mayores dependientes, que les permiten sobrellevar las repercusiones familiares que el cuidado trae consigo.
El presente trabajo recupera los primeros hallazgos de una investigación doctoral, realizada con una perspectiva teórica metodológica de curso de vida, de corte cualitativo, en la cual se utilizó la técnica de entrevista en profundidad; el sustento empírico de dicho trabajo son las narrativas de nueve mujeres cuidadoras de niños y adultos mayores, residentes en la Zona Conurbada de Monterrey, Nuevo León.
Estos resultados preliminares permiten dar a conocer, las repercusiones que el doble cuidado tiene en la vida familiar de las mujeres cuidadoras de dos generaciones. La importancia de analizar estas repercusiones radica en que, derivado del proceso de envejecimiento actual, cada vez son más las mujeres que tendrán que compaginar el cuidado familiar con el de un adulto mayor dependiente, esto a costa, en algunos casos de su propio bienestar. El tema del doble cuidado ha sido poco estudiado en el país, sin embargo, se considera que está tomando relevancia, por lo tanto, se busca enfatizar en la necesidad de continuar estudiando, a través de nuevas investigaciones a este grupo de mujeres cuidadoras de dos generaciones dependientes
(niños y adultos mayores).
Para cumplir con lo anterior, se considera importante iniciar con el abordaje del concepto de doble cuidado, para posteriormente iniciar con el análisis de los datos, este apartado se divide en dos epígrafes, en el primero se expresan los sentimientos que surgen a partir de la disyuntiva que viven las mujeres al tener que cuidar a sus hijos o nietos y a sus padres o abuelos; al finalizar con un apartado de consideraciones finales.
La revisión de la literatura1 que aborda el trabajo de cuidado a nivel internacional es abundante, sobre todo la que hace referencia al cuidado dirigido a los adultos mayores o la que se enfoca en conciliar el empleo femenino con el cuidado dirigido a la población infantil.
No obstante, la temática que dirige este trabajo estudia a las mujeres que están cuidando de manera simultánea a dos generaciones: una anterior (adultos mayores) y una posterior (menores de 15 años). En países de habla hispana, el estudio del cuidado de dos generaciones todavía es incipiente (al contrario de los países de habla inglesa); su concepto no ha sido homologado, pero las características del mismo ya son abordadas y estudiadas por distintos investigadores. Sin embargo, esta situación, no permite conocer de manera estadística el número de mujeres que están actualmente cuidando a dos generaciones, pero teóricamente el fenómeno del doble cuidado es reconocido.
A pesar de lo anterior, investigadores como Aguirre (2007), Carrasco (2011), Gómez (2008), Huenchuan (2009) Puga (2010) Robles (2003), Rodríguez (2012), Sunkel (2007) y Tobío y sus colaboradores (2013), visualizan la importancia y la dificultad del cuidado contemporáneo para las mujeres quienes de manera simultánea tienen que cuidar a dos generaciones, lo que las lleva a asumir retos personales, laborales y familiares.
La complicación del doble cuidado es producto del solapamiento de actividades de tres procesos: las necesidades de cuidado, el envejecimiento actual y la actividad económica de las mujeres, particularmente de las madres, lo que lleva a que aumente la oferta de servicios de cuidado por parte del mercado, ya sea para niños o adultos mayores dependientes, ya que los sistemas de salud y de seguridad social que no alcanzan a cubrir las necesidades de la población envejecida (Aguirre, 2007). Esta situación se traduce en una dependencia familiar de la
generación descendente y ascendente.
En México como en otros países de Latinoamérica la dependencia demográfica ha ido en aumento, en el año 2010 había en el país 42 menores de quince años y 9 adultos mayores de 65 años por cada 100 habitantes; y se prevé que para el 2030 esta población sea de 33 menores de quince años y 15 adultos mayores de 65 años por cada 100 habitantes (CONSAR, 2016). Estas proyecciones sobre el aumento de la población de adultos mayores y la prevalencia de los nacimientos permiten advertir que la tendencia hacia el doble cuidado será constante.
En Chile, el doble cuidado ha estado presente en la vida de las mujeres en los últimos años, debido a la extensión de distintos roles: es hija y madre por más tiempo (Huenchuan, 2009). Esta situación es producto de dos procesos sociodemográficos, el primero hace hincapié en que se extiende el periodo de dependencia de los hijos hacia los padres; los primeros permanecen más tiempo en el hogar familiar o incluso fuera de éste continúan recibiendo algún tipo de subsidio por parte de sus padres; mientras que el segundo proceso se desarrolla con base en el envejecimiento actual, que lleva a que las mujeres tenga a su cuidado a estos dos grupos de manera paralela en alguna etapa de su vida (Huenchuan, 2009)2.
Otro de los conceptos utilizados para referirse al doble cuidado es el de “economía del cuidado”, utilizado por Carrasco (2011) en España, Rodríguez (2012) en Argentina y Gómez (2008) en Latinoamérica, y define al cuidado como el trabajo sin pago que se realiza en el ámbito familiar para el mantenimiento de la fuerza de trabajo actual, que levanta la futura (niños) y cuida la envejecida.
El concepto de la economía del cuidado es similar al que presenta Robles (2003) en México, como triple jornada laboral, la cual es definida como el trabajo que realizan las mujeres remunerado y no remunerado; en este último se incluye el cuidado de niños y es conocido como doble jornada laboral. No obstante, el proceso de envejecimiento actual ha transformado esa doble en una triple jornada, ya que el cuidado que se dirige hacia un enfermo es muy diferente al trabajo doméstico.
De igual manera, Puga (2012) plantea que, en alguna etapa de la vida de las mujeres, se presenta una sobrecarga de cuidado, orientando esta tarea hacia los menores y adultos mayores a la vez, la cual llama “generación sandwich” y la conceptualiza como un momento en el que el cuidado es demandado por una generación anterior y posterior en una etapa central del curso de
vida de las mujeres.
Este mismo concepto de “generación sandwich” es utilizado en Estados Unidos desde finales de la década de 1980 para describir de manera colectiva a la generación de mediana edad3 que tiene hijos y padres dependientes y en un sentido individual hace referencia a las personas que están en medio de las demandas simultáneas de cuidar a sus padres ancianos y sus hijos, ambos dependientes (Pierret, 2006).
Las narrativas que se analizan a continuación corresponden a un grupo de mujeres cuidadoras, quienes al momento de la entrevista realizaban trabajos de cuidado informal de manera simultánea a dos generaciones: una anterior (menores de 15 años) y otra posterior (adultos mayores de 65 años con dependencia severa). Las entrevistas se llevaron a cabo entre los meses de junio y diciembre del 2017. Las participantes fueron nueve mujeres y sus características, así como las de las generaciones dependientes, se describen a continuación:
Participante4 | Edad | Descripción de su situación |
Margarita | 38 años | Cuida a su mamá de 83 años, diagnosticada con la |
enfermedad de Alzheimer y a su hijo de 4 años y medio. | ||
Alelí | 25 años | Cuida a su mamá de 65 años, diagnosticada con la |
enfermedad de Alzheimer, y a sus tres hijos de 9, 6 y 5 años. | ||
Jazmín | 54 años | Cuida a sus padres y sobrina. Su madre tiene 80 años, |
diagnosticada con la enfermedad de Alzheimer y diabetes; | ||
su papá tiene 84 y padece del corazón. Su sobrina tiene 14 | ||
años. | ||
Begonia | 39 años | Cuida a su papá de 78 años con embolia y síndrome de |
abstinencia y a su hija de 13 años. | ||
Acacia | 45 años | Cuida a su abuelo de 83 años diabético, depresivo y con |
alucinaciones por las noches, y a su hijo de 9 años, que | ||
padece autismo. |
Iris | 30 años | Cuida a su abuela de 98 años y a su mamá de 64 años que |
padece presión alta y neuropatía, y tiene una niña de 4 años | ||
y medio. | ||
Cala | 46 años | Cuida a su mamá de 83 años, diabética y depresiva desde |
hace 16 años, tiene una hija de 21 y un hijo de 15. | ||
Lila | 45 años | Cuida a su mamá de 64 años, diabética y sufre de caídas |
porque sus piernas no le responden, y a su nieta de 1 año | ||
seis meses. | ||
Amber | 52 años | Cuida a sus padres y nietos. Su papá tiene 72 años, ha tenido |
dos embolias y es diabético; su madre tiene insuficiencia | ||
renal, 67 años. Sus nietos tienen 4 años y 1 año 2 meses. |
Fuente: elaboración propia.
Como se observa en la tabla 1, las situaciones de cuidado que viven las mujeres son complejas y variadas; pero todas han tenido repercusiones en diferentes aspectos de su vida. Estas mujeres enfrentan diversos conflictos económicos, familiares y personales, los cuales les han generado trastornos en su salud física y emocional.
Actualmente, la crianza y el cuidado que se le otorgan a los menores ha cambiado, en su mayoría las mujeres tienen actividades laborales de tiempo total o parcial influenciadas por motivos económicos y profesionales; esta situación se torna común en diversas clases sociales, los niños asisten a la guardería, escuela o reciben cuidados por parte de alguien más sin que esto cause conflictos familiares o sociales. No obstante, hay actividades que realizan las mujeres que fortalecen el vínculo afectivo entre las madres y sus hijos, que en la mayoría de los casos se busca no perder.
Estas actividades comprenden el cuidado de supervisión, en el cual la madre siempre está lista para responder en caso de ser necesario, el menor puede estar dormido, despierto o realizando cualquier otra actividad; el cuidado indirecto, que integra el trabajo doméstico y la
administración del hogar, y el cuidado directo, en el que la cuidadora se encarga del cuidado físico y social de los menores (Folbre y Yoon, 2008).
Además, de acuerdo con Huenchuan (2013) estas actividades y el tiempo que demandan varían dependiendo de la edad de los niños o la etapa en la que se encuentra la familia5 por lo que se considera importante antes de continuar explicar estas etapas y ubicar a las mujeres cuidadoras y sus familias en cada una de ellas, por lo que se explican a continuación:
En la etapa inicial, con niños menores de 6 años, el cuidado representa mayor carga física y económica. En la muestra tenemos a la familia de Margarita, Alelí, Iris, Lila y Amber (véase la tabla 1).
En la etapa de consolidación, con hijos entre 6 y 12 años demandan un trabajo moderado; con estas características tenemos a la familia de Jazmín y Acacia (véase la tabla 1).
En la etapa de expansión cuando los hijos tienen entre 13 y 18 años, ya dejaron la etapa más aguda; no obstante, en algunos casos, los hijos continúan dependiendo económica e incluso emocionalmente de los padres. En esta etapa se encuentran las familias de Begoña y Cala (véase la tabla 1).
A pesar de lo anterior, las mujeres entrevistadas refieren que el conflicto alrededor del doble cuidado radica en las actividades básicas de cuidado y convivencia que han dejado de hacer por sus hijos más que la sobrecarga de trabajo que ambos grupos representan.
A veces siento que no disfruto mucho a mi bebé […] anteriormente lo llevaba más al parque, porque me llevaba a mi mamá junto con él pero ahora ya no aguanta o llevo a uno o llevo al otro o nos vamos juntos los cuatro y mi esposo juega con el niño y yo entretengo a mi mamá y al revés y así, porque es un [mamá] “ya vámonos y quiero ir al baño y dónde están las llaves” y “dónde estoy ¿mi hijita y tu papá?” mi papá tiene 16 años de muerto, ¿y tú tío no sé qué? Mi tío tiene otros 20 de muerto y de un chorro de gente muerta y eso a mi hijo lo confunde mucho. (Margarita)
A diferencia de Margarita, la siguiente cuidadora Alelí no cuenta con el apoyo del papá de sus hijos, esta situación hace que ella enfrente sola el cuidado de tres niños y un adulto mayor
y la sobrecarga que lleva implícita este cuidado. De manera particular, se pudo observar como emana de su discurso el sufrimiento y la desesperación.
No puedo llevar a mis hijos a la escuela, mi niña la de en medio acaba de entrar a segundo de primaria, el año pasado ella estaba en primero y mi niño en tercero y nada más los llevé el primer día, ese primer día mi mamá se me cayó de las escaleras, yo la dejé en el cuarto, comida, bañada, viendo televisión, para que no tuviera nada a que bajar, porque si la dejo abajo, empieza a querer a abrir puertas o empieza a querer hacer de comer, entonces la dejé arriba, cuando regresé se había caído de las escaleras y les enseñé a los niños como irse solos a la escuela […] Yo a veces le pregunto a Dios que ¿por qué en este momento?, yo me pregunto ¿por qué esa enfermedad?, yo no digo ¿por qué a mí? pero ¿por qué en este momento cuando mis niños están chiquitos? ¿por qué cuando ellos me necesitan más?, es que me toca dividirme. (Alelí)
Otro de los sentimientos que experimentan las mujeres cuidadoras de dos generaciones es la sensación de que sacrifican a sus hijos por tener que dedicarse a cuidar al adulto mayor dependiente, tal es el caso de Acacia y de Begoña, esta última considera que la adolescencia de su hija es un elemento crucial que complica las labores de cuidado que realiza para el bienestar de su papá.
Me siento bien mal porque yo veo al niño muy desesperado en la casa y por eso hace tantas travesuras porque no tiene más que hacer […] yo estoy acá con mi abuelito ocupada y veo a mi hijo y “chin ya se me salió al patio” y veo a mi hijo come y come plantas y ya se me embarro de lodo ya hizo mugrero y medio. Lo regaño y todo, sabe que no […]y digo chin en lugar de irme a pasear con el niño, salir no sé al parque o a lo que sea y estar más tiempo con él. No puedo porque tengo que cuidar a mi abuelito. No sé, aunque sea una vez que me inviten a un rancho o así, no pues como le hago, le puedo decir a la muchacha que venga en sábado, pero le tengo que pagar yo y viene nada más hasta las cinco y el rancho me tengo que quedar hasta las ocho, cómo le hago, siempre es o quien me cuida a mi abuelito o quien me cuida al niño. Siempre estoy amarrada con esa cosa.
(Acacia)
Mi hija se me enoja porque dice [hija] “no vienes por mí a tiempo, tú siempre venias por mí a tiempo” Empiezan los enojos de que no voy por ella temprano, que está esperando, quiero ir a una fiesta y tú no me puedes llevar, quiero ir a comprar algo, llévame a pasear y yo así ¿en qué momento te llevo?, el sábado que hay que venir, tengo que venir el domingo […] es una adolescente que también está en una etapa difícil. (Begoña)
Las narrativas presentadas anteriormente reflejan los sentimientos de las madres hacia la disyuntiva del cuidado entre sus hijos y el adulto mayor dependiente, sin embargo, tenemos el caso de Cala y Amber, quienes llevan más de 15 años cuidando a sus padres, sus hijos crecieron mientras ellas atendían a sus abuelos, hoy en día los hijos de ambas tiene más conciencia sobre la vida ha llevado y tratan de apoyarlas, sin que esto les quite la culpa por lo que dejaron y han dejado de hacer por ellos.
Mi hija me dice “mami es que entiende tú tienes que retomar tu vida, tienes que aprender a que debes volver a ser feliz tú. Tú tienes que hacer lo que a ti te gusta y yo siento tú has dejado tu vida a un lado, para vivir la vida de mi abuela y solucionar los problemas de tus hermanos […] por eso quiero vivir mi vida, retomar las riendas de mi vida, hacer lo que yo creo que es lo mejor para mí y para mis hijos y para mi familia, yo pensé que mi familia eran mi mamá y eran mis hermanos y estuve equivocada porque mi familia éramos solamente de cuatro, no éramos 16 ni 18, ahora tristemente yo entiendo que fue un error. (Cala)
Cuando mi hijo se casó, fue muy difícil porque no estuve al cien con él cuando se casó, no estuve al cien cuando nació mi nieta, tengo una nieta bien hermosa, y yo le digo a él “una disculpa mi hijo, no puedo estar contigo, porque pues tengo que atender…” [hijo] “no mami, no te apures, todos entendemos […] yo hubiera querido a lo mejor vivir mi matrimonio, a lo mejor como que me falto vivir sola con mi esposo, con mis hijos, pero yo siempre estuve con mis papás, yo nunca los pude dejar y hasta la fecha. (Amber)
Ahora bien, están los casos de dos abuelas que cuidan a sus nietos y a sus padres, la edad de los nietos (todos menores de cuatro años) y la dependencia funcional de los adultos mayores que cuidan, hace que ellas se sientan incomprendidas por los adultos mayores, tanto Lila como Amber esperan que sus padres entiendan que los niños están chicos y sus necesidades no pueden esperar en comparación con las de ellos, esta situación ha generado desesperación en ambas mujeres.
Le digo a mi mamá, “es que tu ayúdame, pues mi hija está trabajando y su esposo pues también, le digo, yo estoy aquí con la niña, entonces no me lo tomes a mal, pero para mí ahorita va a ser más prioridad la niña, porque ella no entiende”. Tú me dices es que tengo hambre, pero la niña no, ella va a llorar. Entonces déjame primero la atiendo a ella y ya luego te atiendo a ti. [mamá] “no es que no estoy diciendo nada” pero casualmente las dos se me ponían que querían ayuda y yo me presiono bastante, le digo a mi mamá “compréndeme, te voy a dar la ayuda, pero déjame primero atiendo a la niña” y así me intercalo. (Lila)
Hoy en la mañana que se levanta mi papá, te digo que tengo que ayudarlo a que venga al baño, mi chiquitilla que ve que voy cargándolo, se me cuelga de las piernas y yo… mi papá se me puede caer y yo sola … Mamá, párate, mamá ¡la niña! agárramela que se me va a caer mi papá. Una vez yo lo tuve que aventar en el sillón, porque ya venía para acá y la niña ya venía y que lo aviento, prefiero que caiga en el sillón a que caiga en el piso. Es difícil, es mucho muy difícil […] porque luego aparte que mis papás luego se enojan, mi papá llega hasta el grado de que me corre, porque luego me dice que si no quiero batallar con ellos que me vaya a la fregada o sea maldiciones, me dice cosas; no cállate, más mal me siento. (Amber)
El caso de Lila y Amber, se puede observar la relevancia de la solidaridad entre el cuidador y la persona a la que se está cuidando, porque esta relación no siempre es armoniosa, la convivencia continúa y en un estado de dependencia propicia una presión negativa para la
cuidadora quien se siente juzgada (Agulló, 2001; Tobío y sus colaboradores, 2013).
La pareja resulta ser un vínculo importante para las mujeres cuidadoras, sin embargo, en ocasiones representa otras demandas que hay que cubrir, las cuales si no son negociadas en buenos términos pueden ser otra fuente de conflicto porque la pareja se siente abandonada, reemplazada u olvidada; ante estos sentimientos reaccionan de diferentes maneras provocando que las mujeres cuidadoras se sientan reconfortadas, apoyadas o solas.
Dentro de la muestra que apoya se encuentra la pareja de Begoña y Amber. En la narrativa de la primera participante se aprecia que ella cuenta con su esposo, pero al continuar escuchándola e interpretar su lenguaje no verbal, se observa que ella siente que esa paciencia se deriva de las expectativas que su pareja tiene para ella en el futuro.
Mi esposo siempre tiene paciencia, con él no tengo problemas, porque él también tiene a sus papás grandes, son de 80 años, es como que dice, pues ve con tus papás porque después vas a ir con los míos, asi como que dice “bueno te ayudo, para que tú me ayudes. (Begoña).
También está el caso de Amber, ella lleva más de 15 años dedicada al cuidado de sus padres, durante la entrevista reconoce que su relación de pareja terminó hace mucho y que el cuidado que sus padres y sus nietos le demandan la sobrepasa, por lo que no cuenta con el ánimo ni el tiempo que requiere su pareja, a pesar de lo anterior, él es solidario y la apoya con el cuidado de sus padres.
Mi esposo, nunca me reprocho nada, menos ahora que mi mamá salió del hospital yo le dije a el “mira la situación está así y así, yo te voy a hablar con el corazón en la mano, yo no le iba a decir que lo quería, obviamente estoy muy acostumbrada a estar contigo y si te vas se te va a extrañar pero ya con la distancia tu podías hacer lo que tú quieras yo no te voy a atar, ahora si haz los que quieras y así para dar el 100 con mis papás, así que si te
quieres ir pues Dios que te bendiga” y me dijo, no yo voy a estar contigo y si me ayuda mucho. (Amber).
La falta de apoyo por parte de la pareja limita a las mujeres cuidadoras, en el caso de Acacia, ella no espera que su pareja le ayude con el cuidado de su abuelo, pero si con el de su hijo, no obstante, su pareja permanece distante y alejo a las necesidades del menor y de ella.
Si tuviera un marido que: órale le echamos las ganas, que él diga… y no, como que siempre busca como que un no […] No hay un hombro de quien apoyarme y siempre eres tú, aquí nos subimos los dos al barco, pero él se bajó luego, luego, la vio difícil y dijo no […] me da cosita no creas, le tengo cariño, es el papá de mi hijo y todo y se porta buena gente a veces conmigo y todo, es flojo pues sí es flojo y no quiere responsabilidades, pero no es malo. Es un hombre muy irresponsable, muy conchudo y muy flojo pero malo, malo no es. (Acacia).
Particularmente tenemos el caso de Cala y Lila, quienes han tenido conflictos con su pareja, ellas se sienten juzgadas en lugar de apoyadas por los mismos. Pero al analizar el contexto de las mismas, se observa que la molestia de las parejas es en primer lugar, por la manera en que el cuidado está afectando su vida familiar, y en segundo porque perciben que el adulto mayor dependiente tiene más hijos con quien ellas pueden compartir el cuidado. Por lo que se considera que el enojo que ellos tienen es un estímulo provocado por la frustración y el coraje que la pareja siente al ver afectada a su familia.
Cuando ya me vengo para acá (se refiere a vivir a casa de su mamá) y todo entonces se vuelve un problema con él porque decía “es que chingada madre (sic) ni eres hija única, tienes un montón de hermanos, porque entre todos no la cuidan […] yo bueno es que es mi mamá, entiéndeme siempre tuve la creencia de que primero tuve papás y después tuve pareja y yo siempre se lo dije: “yo siempre padres y después pelado”, o sea no discutas,
primero siempre van a ser mis papás, pero obvio que llega un momento en el que eso se te sale de las manos. (Cala)
Mi esposo se molestaba porque tengo dos hermanas y un hermana y me decía [esposo] “es que nada más tú y es que aquí no más quieres estar” tanto que hable con él y hablamos y hablamos y lo entendió, le digo “yo entiendo que soy tu esposa que quieras que este contigo, pero pues dame chance que mi mama se recupere y ya que yo vea que se vale por sí misma” Me siento bien presionada, un día que me vine para acá un fin de semana y empieza a decirme [esposo] “no estás aquí, que la casa está toda tirada y que no sé qué” y yo que le digo “ya me tienes harta” yo llorando, llorando así fastidiada me dice: “por eso tu todavía te enojas de quien no tiene la culpa” y le digo, pues sí, pero si no me ayudas, cállate no me digas nada porque vengo presionada, vengo con el miedo de que si me tardo más días y regrese y ya no esté […] le dije pues si tú te quieres ir pues nos dejamos, porque tú te puedes conseguir otra mujer yo nada más tengo una mamá. (Lila)
Otra de las situaciones que podemos observar, no solo en el caso de Cala, Lila y Amber, sino en la mayoría de las mujeres, es que dejan de lado su vida personal por el cuidado de sus padres, no simplemente su relación de pareja sino su vida, en general se entiende que la falta de tiempo es algo que las afectas de manera directa, pero también hay discursos en donde se lee una devaluación de su persona que resulta importante considerar. Además, así como Alelí también Margarita piensa primero en su mamá que en su hijo.
Yo soy lo de menos” “yo como quiera” pues ya es lo que me toca y ni modo no me muero por salir tampoco, si me aburro y me desespero y me fastidio. Me dicen “es que tus niños”, se tiene que acostumbrar a que ya no va a ser lo mismo de antes, ellos saben que mi mamá está enferma y yo no puedo dejar a mi mamá, esa es mi respuesta. “Es que tú y tus niños”, no mi mamá es primero. (Alelí)
Hay momentos en que me salgo al patio a fumarme un cigarro y te pasan muchas cosas por la cabeza, pero digo “ok, si pudiera deshacerme de mi problema yo, ¿y luego?” hay
gente que le vale gorro, dejan a sus hijos, yo he pensado tantas cosas […] pero digo bueno “yo me voy a suicidar y para mí, se va a acabar el problema y quién va a cuidar a mi mamá y quién va a cuidar a mi bebé, digo a mi bebé no ha de faltar, verdad, porque cualquier zorrilla se le va poder acercar a mi esposo. (Margarita)
La mayoría de las mujeres participantes sienten gratitud hacia sus padres por eso les brindan cuidados, a pesar del cansancio, estrés y enojo que les pudiera generar, pero también piensan que si ellas no están para cuidarlos nadie más lo hará.
Yo les digo a mis hermanos, si ella no hubiera querido hacerse responsable de nosotros en nuestra infancia pues realmente nosotros no fuéramos los que somos ahorita, entonces yo digo porque ahorita no darle a ella una vida digna. (Cala)
Y otra es que a veces uno, yo creo que te entra el síndrome del cuidador y … no ¿cómo lo voy a dejar? y ¿si no lo hace bien Eduardo? y ¿si no lo hace bien Verónica?, no, mejor yo. O menos quieres molestar, decirle: oye te tocan los análisis de mi papá, para evitar conflictos mejor dices: no, yo voy, o para que les pido mejor yo, luego pienso que de verdad no pueden. (Begoña)
Pero pues es que mira si no la atiendo yo, nadie la va atender […] mis hermanos van de visita, la más chica va y “hola, ¿cómo estás?” y mi mamá por su enfermedad y de tanto medicamento a veces está sentada o está dormida, y ella se molestan y me dice [mamá] “es que tu hermana se molesta porque me viene a ver y yo me duermo” y mis tías “es que te la bañas, te viene uno a ver y te duermes” y le digo: “mira ma yo soy la que te cuido, la que te atiendo, la que te da el medicamento, te llevo al doctor, mientras yo no te diga nada, no te preocupes, yo soy la que sé cómo estas. (Lila)
El proceso de envejecimiento actual ha llevado a la sociedad en general a preocuparse por las condiciones de salud y bienestar de los adultos mayores, conforme han avanzado las
investigaciones empíricas de este grupo, se ha ido modificando la política social a favor de los mismos y se han hecho relevantes las necesidades que giran alrededor de los adultos mayores, entre las que destaca el cuidado.
En esa misma línea existen numerosos estudios sobre las necesidades de cuidado del adulto mayor y en menor medida de las implicaciones que el cuidado tiene en el cuidador de éstos. En dichos estudios toma relevancia el género y la edad de las mujeres cuidadoras, quienes en su mayoría pertenecen al mismo grupo etario.
Sin embargo, en la actualidad se está hablando de un nuevo grupo de mujeres, quienes en una edad importante de su curso de vida laboral y familiar se están viendo afectadas, en el presente estudio a pesar de tener pocos casos, se puede observar como el cuidado prolongado (más de quince años) termina la vida familiar de dos mujeres, las otras participantes son más jóvenes pero podemos advertir hacia donde se dirige su vida y la de sus familias, sino empezamos a actuar a favor de ellas.
Lo anterior sin mencionar a la población infantil, que, si bien su bienestar ha sido importante para los organismos internacionales, hoy en día parece quedar de lado, sus necesidades básicas son cubiertas, pero el entorno de estrés y cansancio en el que viven genera tensiones alrededor de los mismos.
Sin lugar a duda, hay tres generaciones afectadas, tres generaciones que demandan cuidado y atención de la política social, las necesidades de cuidado de familias enteras necesitan ser escuchadas. Principalmente porque la llamada generación de en medio, ha tenido que dejar el mercado laboral para satisfacer las demandas de cuidado de las otras dos generaciones, colocándola en una situación de vulnerabilidad y riesgo social.
La mayoría de las mujeres participantes no tienen ingresos por lo que no tendrán una pensión o ahorros para afrontar su vejez, asimismo, ocho de las nueve mujeres cuidadoras ya presenta problemas de salud, lo anterior eleva las posibilidades de que en el futuro sean dependientes física y económicamente. Por lo que realizar acciones para atender las necesidades de cuidado del adulto mayor beneficiaría de manera directa al adulto y a las mujeres cuidadoras, pero indirectamente a las generaciones venideras.
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Tobío, C., Agulló, M., Gómez, M., & Martín, M. (2013). El cuidado de las personas. Un reto para el siglo XXI. Barcelona: Fundación "La Caixa".
Notas
1 (Aguirre, 2007; Agulló, 2001; Armstrong, 2008; Arroyo, Ribeiro y Mancinas, 2011; Batthyány, Genta, y Perrota, 2013; Esquivel, Faur y Jelin, 2012; Huenchuan, 2013; Pautassi, 2007; Tobío, Agulló, Gómez y Martín, 2013).
2 La autora hace referencia a los hijos de la generación de en medio; no obstante, en el presente estudio cinco de las nueve mujeres participantes, nunca dejaron de vivir en el hogar familiar, siguiendo la premisa
de la autora su rol de hija continua y se acrecienta cuando se presenta la dependencia de alguno de sus padres.
3 De acuerdo con los resultados de la Encuesta Longitudinal Nacional de Jóvenes Mujeres (NLSYW), la generación de mediana edad comprende entre los 45 y 56 años (Pierret, 2006).
4 El nombre de las participantes ha sido cambiado por un seudónimo como parte del compromiso de
confidencialidad.
5 La autora hace referencia a cuatro etapas, en la última, se encuentran las familias en fase de salida, cuyos hijos menores tienen 19 años o más, son independientes físicamente, lo que reduce la carga de cuidado, esta etapa no se incluye en la muestra, porque los mayores de 16 años ya no son considerados dependientes.