Yohana Castro Bibiano1
Palabras clave: trayectoria; brechas de género; sesgos de género; carrera científica; itinerarios biográficos.
1Licenciada en Sociología y Maestra en Pedagogía, ambas por la Facultad de Estudios Superiores Acatlán de la UNAM.
Docente en la FES Acatlán, adscrita al área de Ciencias Socioeconómicas (2008-2016).
Jefa del Departamento de Programas Estratégicos de la Unidad Politécnica de Gestión con Perspectiva de Género del IPN (marzo-septiembre de 2016).
Actualmente Jefa del Departamento de Investigación de la Unidad Politécnica de Gestión con Perspectiva de Género del IPN.
La participación de las mujeres en el campo científico históricamente ha sido velada. Su presencia en la ciencia es el resultado, de acuerdo con Blazquez (2011), de la evolución gradual iniciada con su incorporación a los estudios universitarios de manera oficial entre los siglos XIX y XX, sin embargo, sus aportes al desarrollo del conocimiento son innumerables, las mujeres, han sido poseedoras desde hace siglos de saberes aprehendidos, transmitidos y heredados por sus ancestras/os a través de la educación oral y práctica vivencial sin una institución que certificara o legitimara tales, antes incluso de la creación de las Instituciones de Educación Superior. Pese a ello y dado que el campo científico ha sido forjado bajo los valores y normas androcéntricas, no extraña la escasa presencia de las mujeres en un campo tradicionalmente masculino.
Diversas investigaciones han dado cuenta de dicha situación, problematizando en torno a la condición y situación de las mujeres en el desarrollo científico y tecnológico de sus países, sumándonos a este análisis, reconocemos la deuda histórica que se tiene con innumerables mujeres sabias, científica, investigadoras, misma que intentamos saldar a través de develar los avatares y vicisitudes que muchas de ellas han tenido que sortear para primero ingresar y posteriormente permanecer en dicho espacio.
El Instituto Politécnico Nacional es un caso particular ya que desde su génesis se distinguió por ser una institución creada y estructurada desde un enfoque patriarcal, con una visión que privilegiaba valores “masculinos” asociados con la técnica y la industrialización al servicio del desarrollo del país; una institución concebida “por y para hombres”. Si bien, su visión y misión estaban puestas en el aporte al desarrollo de la nación, no se vislumbró la participación femenina como una contribución a éste, más aún se ignoró su presencia. Un ejemplo ello es el decálogo politécnico, donde en la primera línea cita “Soy politécnico porque aspiro a ser todo un hombre”. Una simple frase que devela el androcentrismo, como una pieza clave para comprender la configuración misma del Instituto, así como de la identidad politécnica. Por ello, a lo largo de estas páginas nos interesa indagar, si desde el Instituto Politécnico Nacional se contribuye a la legitimación del campo científico como un espacio androcéntrico debido a que la participación de las mujeres en la ciencia está bajo lo que se denomina como “efecto tijera o pirámide” (Cárdenas, 2015), es decir, a medida que se avanza en la carrera profesional dentro del mundo de la ciencia disminuye el número de mujeres, situación que ocurre
en todos los campos. Según se avanza hacia los puestos jerárquicos las mujeres van desapareciendo en las estructuras.
El IPN no es ajeno a ello, hasta noviembre de 2017, de las 19 Unidades Académicas de Nivel Medio Superior del Instituto, solo 4 de ellas eran dirigidas por una mujer (21%), para el caso de Nivel Superior, de las 27 escuelas con las que cuenta el IPN, únicamente en 6 de ellas existía una directora (22%). A esta situación se suma la persistencia de la segregación horizontal, en 2016 el Nivel Superior reportó dentro del área de las Ingenierías y Ciencias Físico- Matemáticas, área sello del Instituto, apenas 18,383 mujeres matriculadas frente a 49,613 varones, alcanzando apenas un 27% de la matrícula total, casi una proporción 1 a 3. De hecho, en ningún nivel educativo, ese año, las mujeres representaron una mayoría en esta área (26.3% en Nivel Medio Superior, 29.9% en Posgrado). Sin embargo, en el área de las Ciencias Médico- Biológicas, las mujeres rebasan el 50% de la matrícula en los tres niveles (Nivel Medio Superior 61.1%, Nivel Superior 60.5% y Posgrado 52.4%), dejando entrever la persistencia de saberes sociosexuados en un espacio tradicionalmente masculino como lo es el Instituto Politécnico Nacional.
Ante esto es pertinente evidenciar las brechas y sesgos de género que permean en el IPN, particularmente aquellas que frenan las trayectorias de las profesoras politécnicas, dado que éstas no sólo están estructuradas y reguladas por los requerimientos institucionales y la normatividad que rige al Instituto, sino por los ordenamientos genéricos que configuran a hombres y mujeres. Así el objetivo de la investigación, aún en curso, trata de visibilizar las desigualdades, diferencias u obstáculos que enfrentan en su arribo de un peldaño a otro en la estructura jerárquica del campo científico, las profesoras politécnicas. Siendo una población escasamente analizada, presentamos algunos avances en torno a su situación y condición como sujetas de conocimiento.
Al aproximarnos al estudio de las trayectorias académico-científicas de las profesoras politécnicas, si bien se contribuye al conocimiento de la estructura y organización del Instituto Politécnico Nacional, pues permite identificar si desde sus lineamientos, programas y normatividades se reproducen relaciones de poder desiguales entre hombres y mujeres que impacten diferencialmente en su producción científica y tecnológica, también es importante visibilizar que existe “un agregado de condiciones biográficas que pesan con mayor contundencia
en las mujeres y que sin duda influyen en su trabajo académico” (Sánchez, 2017:21), sus itinerarios biográficos marcados por su configuración genérica de ser mujer, mujeres.
Sus trayectorias se encuentran imbricadas por la configuración genérica de ser madres y esposas, así como por los tiempos del campo científico, que son siempre tiempos masculinos. Tiempos que no coinciden con los femeninos, “…el tiempo de la mujer…se organiza teniendo en cuenta las responsabilidades hacía las personas que componen el grupo doméstico y familiares…” (Del Valle, 1991:229). Si el punto de partida y llegada de las mujeres es el espacio privado y los tiempos de la ciencia son masculinos, ¿cómo concilian ambos espacios?, ¿cómo son los trayectos de las profesoras-investigadoras politécnicas en su proceso de consolidación científica? Caminos empedrados, planos, con éxitos, ninguno visto y vivido de la misma manera, todos fijos en la consolidación, desde donde ellas nos hablan y relatan sus historias de vida a partir de su experiencia y subjetividad.
Esta investigación se apoya de la perspectiva de género como referente teórico-metodológico que permite entre otras cosas “comprender que las distintas actividades, características, atribuciones, roles, subjetividades, sentimientos, actitudes, comportamientos y posiciones de los hombres y de las mujeres, así como sus relaciones no son naturales o biológicas ni fijas, sino que es la sociedad, la cultura, la que los va determinando por lo que pueden modificarse” (Maceira, 2006:04), es decir, la perspectiva de género parte de un análisis histórico, social y cultural de la realidad que permite reconocer que las desigualdades entre hombres y mujeres, no son datos inmutables sino construcciones humanas que se sustentan en relaciones de poder desiguales basadas en la jerarquía y la subordinación que son susceptibles de ser transformadas. Al analizar el campo científico desde dicha perspectiva permite develar…
“…orientaciones, y brechas en la situación de investigadoras e investigadores ahí donde otras perspectivas han visto un espacio neutro en el que las oportunidades y los logros de unas y otros dependen totalmente de los méritos de cada persona en lo particular, de su esfuerzo y del desarrollo de sus capacidades, sin ponderar debidamente que la condición de género de mujeres y hombres constituye por sí misma un punto de partida que ya
contiene desventajas para las primeras.” (Castañeda y Ordorika, 2013:33)
Frente a esto, las Instituciones de Educación Superior se reconocen como “espacios mixtos de inequidad” tal como los llama Marcela Lagarde (2000:145, cit. pos. Castañeda y Ordorika, 2013:14) en los que confluyen desigualdades que permean en la situación laboral de profesoras e investigadoras frente a sus pares en la conformación del campo científico actual.
En este sentido, el IPN se configura como un escenario que contribuye, junto a otros elementos, a la segregación y desigualdad de las mujeres en el campo científico. Se dibujan en él, brechas de género, es decir, se percibe una distancia y/o diferencia existente con relación al acceso, participación, asignación, uso, control y calidad de servicios, recursos, oportunidades y beneficios entre mujeres y hombres, que prevalecen en la configuración de su campo. Prueba de ello es que en el 2016 la Dirección de Evaluación del IPN reportó que la población académica, muestra una primera brecha, pues de 16,947 profesores, más de tres quintas partes son hombres (61.4%) y cerca de cuatro de cada diez, son mujeres (38.6%), como lo muestra el gráfico 1. Estas últimas teniendo una menor proporción en los distintos niveles educativos (42.3% en Nivel Medio Superior; 36.2% en Superior y Posgrado; 35.7% en Centros de Investigación), disminuyendo la proporción cuanto más alto es el nivel educativo.
Gráfico 1. Personal académico del IPN desagregado por sexo, 2016.
Hombres 61%
Mujeres 39%
Fuente: elaboración propia con datos de la Dirección de Evaluación del IPN, 2016.
De dicha población sólo un 30% de las profesoras politécnicas cuentan con el grado de doctoras y un 16.9 % (2,875) tiene plaza de tiempo completo (40 horas de trabajo por semana).
Ambos elementos les permiten tener acceso a oportunidades en el campo de la investigación entre ellas coordinar proyectos, formar recursos humanos a nivel posgrado, además de participar en los sistemas de estímulo tanto a nivel institucional como a nivel nacional. Es decir, suponemos que representa estabilidad laboral por ser acreedoras a sistemas de reconocimiento y apoyo institucional, oportunidades y acceso a recursos. La situación de los varones refleja que siete de cada diez son doctores y el 30% respecto a la población total cuenta con tiempo completo.
En el caso de Programas de estímulo que otorga el IPN de los 944 Estímulos al Desempeño de Investigación (EDI) otorgados al personal que realiza actividades destacadas de investigación científica básica y aplicada en todas las áreas del conocimiento, así como investigación y desarrollo tecnológico y de innovación, sólo más de tres de cada diez son mujeres (31.4%).
Si continuamos la búsqueda por los más altos niveles jerárquicos en el desarrollo de la carrera científica, observamos diversas brechas de género al interior del Instituto. Una de ellas y la cual nos compete por su relación intrínseca en la consolidación científica de las profesoras politécnicas, es que se encuentran representadas en el Sistema Nacional de Investigadores (SNI) en proporciones menores en comparación con sus homólogos varones, como se observa en la tabla 1 y gráfico 2. Poco más de un tercio de la población politécnica que pertenece a dicho programa son mujeres (31.6%) de las cuales apenas 7 profesoras alcanzan el SNI III. Además, la mayor representatividad de mujeres se ubica en las Ciencias Médico-Biológicas situación que refleja la persistencia de áreas de conocimiento caracterizadas como femeninas.
Tabla 1. Personal académico del IPN adscrito al SNI por sexo y nivel, 2016.
Nivel SNI Hombres Mujeres | ||
Candidatura | 122 | 70 |
Nivel 1 | 486 | 242 |
Nivel 2 | 133 | 46 |
Nivel 3 | 49 | 7 |
Fuente: elaboración propia con datos de la Dirección de Evaluación, 2016.
Gráfico 2. Personal académico perteneciente al SNI según sexo y nivel 2016.
100%
80%
60%
40%
20%
64% 67% 74% 87.50%
36% 33%
26% 12.50%
0%
Candidatura Nivel 1 Nivel 2 Nivel 3 Hombres Mujeres
Fuente: elaboración propia con datos de la Dirección de Evaluación del IPN, 2016.
Es evidente que en este primer acercamiento a la población politécnica las profesoras se encuentran representadas en espacios de menor jerarquía respecto al campo científico. Los argumentos que explican dicha realidad arguyen a su tardía incorporación a los Sistemas de Educación Superior, al androcentrismo que permea en el campo científico y desde luego a un sistema patriarcal que subsume su incorporación en áreas de conocimiento sociosexuadas. Aquellas profesoras que logran insertarse a disciplinas tradicionalmente masculinas enfrentan el extrañamiento de sus pares y profesores resultando en acciones de discriminación y violencia de género. Los relatos de algunas de las profesoras entrevistadas permiten corroborar tal situación…
“Creo que me fue bien si me comparo con otras generaciones, pero creo que me pudo haber ido mejor si me comparo con las nuevas generaciones, es decir, no puedo decir que haya sufrido en mi carrera. Es como que nos tenemos que adaptar de alguna manera al ambiente para poder sobrevivir. Es muy gracioso, se topa uno con muchas actitudes, desde los chicos, él más lindo que porque eres chica te tratan, te cuidan y te protegen, y así como que sienten como su obligación el cuidar a la chica; hasta los chicos que dicen “No, pues quieres estar aquí entonces eres igual”, entonces te ven como un chico más del grupo y eso está mal, te maltratan (…) Para muchos chicos lo correcto es cuidarnos, protegernos, cobijarnos y para otros sí dicen “quieren ser igual que nosotros”, entonces ahí van los golpes, igual van los empujones, igual van los… porque “quieren ser igual que
nosotros”. Entonces, encontrar ese punto medio de “espérate, sí somos iguales, pero no abuses, también somos diferentes”. Es bien complicado, yo siento que no es mala intención de nadie, es simplemente que no estamos habituados.” (Profesora SNI C- ICFM/1)
“Adaptarse, sobrevivir, no estar habituados” como mencionan los relatos dan cuenta de la marca de extranjería de las mujeres en áreas de conocimiento que no son reconocidas imaginaria y socialmente para ellas. Dicen Buquet y colaboradoras (2013) las mujeres recibimos un trato de “intrusas”, usurpadoras porque hemos cruzado las fronteras de un territorio que ha sido signado “exclusivo” para los varones. Marcela Lagarde (2011: XXXVII) llama a este trato diferencial como xenofobia de género, relevando que, a pesar de ocupar un espacio por derecho y que pertenece a las mujeres, al actuar de manera disidente en los espacios propios se recibe un trato como “loca” y “al arribar a los espacios vedados, social, simbólica o políticamente somos tratadas con condescendencia, caridad, paternalismo y seducción”.
Ante este panorama se reconoce a la ciencia como, en palabras de Diana Maffia “una empresa con ciertas características determinadas, que superpuestas a la construcción social de los géneros dan un resultado bastante obvio de que se trata de una empresa masculina” (2014:104). Es decir, se devela el androcentrismo que permea en la ciencia, construida desde el punto de vista de los hombres como protagonistas de los avances científicos y tecnológicos. Pero no sólo ello, sino que se dibuja un sesgo sexista y clasista en el proceso de producción de conocimientos en las diversas instituciones u organismos donde se desarrolla, así como en los tiempos en que se lleva a cabo la generación de conocimientos. El campo científico como lo resumen Bourdieu (1994) es un espacio de lucha por el escalonamiento constante que estable un orden jerárquico donde se superponen relaciones de poder y donde las mujeres son las menos favorecidas al ser consideradas aún como “intrusas”.
En este sentido, desde la perspectiva de género, se ha podido visibilizar ciertos sesgos de género estructurales que dan cuenta que la situación y condición de hombres y mujeres son disímiles debido al sistema patriarcal que configura no sólo el campo científico, sino diversas esferas de la vida social en las cuales las mujeres y lo femenino ocupan una posición de subordinación frente a lo masculino favoreciendo las desigualdades. A diario las mujeres que
logran participar del campo científico se enfrentan a dobles obstáculos, por un lado, las luchas que se disputan en este campo por la legitimidad de las “élites”; y por otro, la pugna constante por el reconocimiento a su trabajo por el solo hecho de ser mujeres, en palabras llanas “la estancia de las extranjeras tiene que ser ganada”, pues como dirá Joan Williams (2005:93) el éxito de las mujeres tiende a pasar por un escrutinio más sigiloso que el aplicado a los hombres. Una profesora politécnica deja ver lo anterior en un relato:
“Ya como investigadora quizá me ha pasado varias veces que sí he dicho ‘sí, soy mujer y sí, investigo y lo hago bien’ (…) En esos momentos es cuando dices “soy investigadora”, “soy mujer”, “puedo hacer las dos cosas” y tan es así que estoy sentada contigo y no hay problema.” (Profesora SNI C-ICFM/1)
Hasta aquí hemos abordado las brechas y sesgos estructurales que se dibujan en el campo científico anclados en una lógica androcéntrica que dibuja la segregación vertical y horizontal en este. Ahora bien, la configuración de los andares de las profesoras politécnicas no depende exclusivamente de las condiciones estructurales que el campo científico y el propio Politécnico les proporciona; además la configuración genérica de ser mujeres, tendrán una influencia fundamental en la constitución de los despegues que tomarán sus trayectorias, esta dimensión se subsume a la cuestión subjetiva; a los sesgos subjetivos como los hemos denominado.
Desde el aporte teórico definimos un sesgo de género como aquel que alude a todas aquellas condiciones estructurales y subjetivas que obstaculizan la conquista de la igualdad, y permiten e incluso refuerzan y profundizan los valores patriarcales. Lo que deviene en procesos de oblicuidad que orientan a los sujetos a la reproducción de una estructura de poder particular donde la mujer, las mujeres y lo femenino se subordinan al hombre, los hombres y lo masculino.
Si bien, el techo de cristal es una de las categorías que permite vislumbrar la segregación vertical que pervive en las instituciones y coloca a las mujeres en la base piramidal de las organizaciones, arraigada en la subjetividad misma. Es una superficie superior invisible en la carrera laboral de éstas que resulta difícil de traspasar. No obstante, las que logran llegar a la cima en las organizaciones lo hacen sorteando una serie de obstáculos que les han generado costos a nivel personal y familiar, frente a ello y debido a que nuestras sujetas de conocimiento
han alcanzado espacios jerárquicos altos, esta categoría resulta insuficiente para los términos de nuestra investigación, ya que el techo de cristal “presupone una escala laboral unidireccional, con una cima a alcanzar, como punto exitoso de llegada” (Burin, s/r), y en nuestro caso, más allá del análisis de las trayectorias como líneas ascendentes que concluyen en un punto particular, nos interesa dar cuenta de los múltiples sentidos, giros y vaivenes que cobran las trayectorias de las profesoras politécnicas en su proceso de consolidación. No interesa la linealidad, sino la oblicuidad de las trayectorias producidas por los sesgos de género. De ahí que recuperemos la propuesta categorial hecha por Mabel Burin (s/r) sobre “laberinto de cristal, el cual pone el acento en las trayectorias que se van haciendo, y en las marchas y contramarchas en esas trayectorias, más que una búsqueda sostenida de un punto definitivo de llegada.”
Hablar de laberintos de cristal permite develar las experiencias de las mujeres a través de sus relatos para comprender cómo han organizado sus trayectorias, se releva el carácter situado de los itinerarios y en consecuencia coloca a las trayectorias como el foco principal de análisis para comprender cómo las desigualdades de género dan lugar a experiencias concretas, permite reconocer la especificidad de las trayectorias no desde la linealidad, sino en todo caso desde “encadenamientos, encuentros y desencuentros, transformaciones y movimientos en clave dinámica de distinto orden” (Nicastro y Greco, 2009:30)
Así al analizar los laberintos de cristal por los que atraviesan las profesoras politécnicas, damos cuenta de las configuraciones diversas que toman sus trayectorias como resultado de una cultura patriarcal que deriva en experiencias de anulación de sí mismas debido a la sobrecarga de trabajo que ellas asumen, pues no existe una conciliación entre los espacios por los que transitan (público y doméstico).
“Al principio hay que hacerse uno todo, hay que hacer todo en la casa, eso no te lo va a hacer nadie ¿no?, entonces pues sí, ocupar los fines de semana o entre semana, llegar en la tarde-noche y hacer lo que se pueda, darle un poco de mantenimiento (a la casa) y los fines de semana era casi, casi cocinar y guardar en tupper para dejarlo congelado y cada día ir sacando algo”.
“Yo creo que las mujeres sacrificamos mucho, sobre todo tiempo, a veces hasta los sábados y los domingos porque los alumnos tienen que estar trabajando. Yo no soy mucho
de venir los domingos porque son para estar en casa, pero a veces cuando ellos tienen problemas pues hay que venir. Los sábados trato de no hacerlo o procuro estar con ellos hasta las dos de la tarde, eso implica dejar un rato a la familia, que te digan ‘¡te vamos a construir un cuarto arriba de donde estás, ya mejor no regreses!’, entonces sí sacrificamos un poco el estar con la familia.”
(Profesora SNI 1-CMB/2)
Las profesoras politécnicas se han ido adaptando a los espacios y tiempos científicos, que son siempre masculinos; organizando sus trayectorias, su vida, su ser desde los parámetros marcados por esos tiempos. Lo público y lo privado se mezclan. Ellas van de un lado a otro de los extremos impuesto socialmente, de la esfera privada-doméstica, atribuida a las mujeres, a la esfera pública-laboral ceñida a lo masculino. En palabras de Graciela Hierro (s/d:37) “las mujeres hemos ido al mundo público llevando los valores del mundo privado; hemos salido al mundo de lo público con el mundo privado bajo el brazo”. En ese ir y venir se dibujan entresijos, todos ellos vertidos por la estructura patriarcal que configura a las mujeres desde su condición de género. Dicho de otra manera, el acceso de las mujeres al mundo público no las exime de su rol de madresposa, del trabajo de cuidados y por tanto se acude al espacio público con los valores, las cargas, las responsabilidades e incluso los sentidos del espacio doméstico.
Las trayectorias académico-científicas de las profesoras politécnicas no sólo se configuran a través de sus recorridos profesionales y escalonamiento en el campo científico, sino que, además, las actividades académico-científicas se realizan entrelazadas con las labores domésticas, el cuidado y la atención de las/los otros, la maternidad y la conyugalidad, elementos que configuran como sesgos subjetivos.
Siendo la maternidad y la conyugalidad, de acuerdo con Marcela Lagarde, “las esferas vitales que organizan y conforman los modos de vida femeninos, los ejes socioculturales y políticos que definen la condición genérica de las mujeres; de ahí que todas las mujeres son madresposas.” (2011:363)
“...ser madre y esposa consiste para las mujeres en vivir de acuerdo a las normas que expresan su ser –para y de- otros, realizar actividades de reproducción y tener relaciones
de servicio voluntario, tanto con el deber encarnado en los otros como en el poder en sus más variadas manifestaciones. Aunque no sean madres (no tengan hijos) ni esposas (no tengan cónyuge), las mujeres son concebidas de maneras alternativas: cumplen las funciones reales y simbólicas de esa categoría sociocultural con sujetos substitutos en instituciones afines.” (Ibídem)
Las mujeres históricamente han sido definidas a partir de la categoría de madresposa. En el caso de nuestras profesoras politécnicas todas han asumido el mandato de ser madres, algunas lo han vivenciado, otras más asumen este rol con los/as otros/as, a partir de la representación simbólica de la figura materna –madre social-; pero cada una desde los intersticios que guarda su condición en el campo científico ya que pareciera que ser madre cuando se está despegando en la carrera científica es complicado. La falta de compatibilidad entre lo público y lo privado, entre lo exterior e interior que, como hemos nombrado, genera dobles y triples jornadas, además de la inestabilidad laboral que pudieran tener al inicio de su inserción al campo científico produce incertidumbre en las profesoras politécnicas, como lo expresa nuestro siguiente relato.
“Las personas que son mamás, yo me imagino que se meten unos líos tremendos para poder permanecer en el SNI, porque yo al menos si me piden que viaje, puedo viajar y como no tengo hijos y no estoy casada pues tengo como una flexibilidad en el horario, tengo acceso a más… no sé, puedo llegar a la hora que me pidan, hacer las cosas. Y las personas que ya vienen de otro tipo de responsabilidades me supongo que les debe de ser muchísimo más complicado de lo que es para uno. La productividad que piden y mantener al mismo tiempo las responsabilidades como docente y ahora como mamá, se vuelve complicado”.
(Profesora SNIC-ICFM-1)
Es decir, de acuerdo con Norma Blazquez y Javier Flores (2005 cit. pos. Soto y Flores, 2014:278), “las mujeres adoptan una carrera científica en circunstancias de desigualdad, porque su incorporación a la vida académica coincide con la edad reproductiva, por lo cual, la maternidad se convierte en una de las razones por las que terminan abandonando o postergando
sus estudios y/o carrera científica”. Las mujeres se topan ante la disyuntiva de elegir, en algunos casos, entre su ascenso por el campo científico y los ritmos que este marca y, la decisión de ser madres con la posibilidad de aminorar las cargas, postergar las promociones e incluso el estancamiento momentáneo. Aquí algunos relatos que nos permiten vislumbrar varios elementos que confluyen en la configuración de las trayectorias académico-científicas imbricado con la configuración de ser mujer como madresposa, en los cuales evidenciamos dicha disyuntiva.
“Llegué hasta el Doctorado sin hijos y por eso me fui a titular estando embarazada porque dije después quién sabe, yo termino mi formación científica y ya, así es.” (Profesora SNI 3-CMB/1)
“…graduándome me ofrecieron el tiempo completo, pero como estaba con la idea de tener hijos, nada más acepte medio tiempo (…) pienso que dadas las circunstancias que viví, que no había donde llevarlos, tenía que hacerlo. Realmente si uno quiere tener hijos, tiene que ser responsabilidad de uno. Y bueno si hay que dedicar 10 años pues hay que dedicarle 10 años, si es medio tiempo hay que dedicarle medio tiempo”. (Profesora SNI 2-CMB/2)
“A una amiga que íbamos igual en producción, la maternidad la mato profesionalmente, el jefe de grupo ya no la toma en cuenta para nada cuando era ella su brazo derecho y la que se iba a quedar al frente cuando él se retirara, ahora ya no, pues está tomando en cuenta a otra persona, eso a ella le generó una depresión (...) Incluso tiene que seguir con el psicólogo porque al inicio ella sentía que su vida se había acabado. Sí he visto esos casos, (…) sí hay mujeres que totalmente la maternidad sí las detiene”.
(Profesora SNI 1-CMB/1)
De igual manera, la idea preconcebida de que la maternidad implica dedicación absoluta, abnegación total y presencia continua ha impactado en las trayectorias académico-científicas de las profesoras politécnicas particularmente por los reclamos de parte de los hijos/as, de las parejas
y hasta señalamientos sociales cuando no se logra cumplir con esos ideales maternos.
En este sentido, observamos que, aunque pudieran emerger nuevos significados en torno a la maternidad en las mujeres que ocupan espacios públicos y compiten del mismo modo que los hombres en el mercado laboral, aún siguen latentes tensiones derivadas de las normas de género prevalecientes. Las prescripciones de género les impactan negativamente haciéndoles cuestionarse la manera de ejercer su maternidad e inclusive sentir culpas por el “abandono” o poco tiempo que pasan con los hijos/as pequeños. Como se expresa en los siguientes relatos:
“Una de las cuestiones en las que yo luego si me considero que podría haberme dedicado más es a la cuestión familiar, ya a estas alturas que tiene uno los hijos un poco más grandes se pregunta, ¿bueno si me hubiera dedicado más tal vez hubiera sido mejor la formación de mis hijos?, eso es lo único, pero no lo considero tanto como un sacrificio porque en él hubiera pues no sabe uno, podía haberme dedicado 100% a ellos y a lo mejor los resultados hubieran sido pues no tan buenos, como ahora, o también, podría haberme dedicado mucho menos y quizás ellos fueran mejores, pero eso no lo sabemos porque no es únicamente la cuestión personal sino también es como son ellos, su parte individual. Es la única parte en la que a veces sí, pero yo creo que eso les pasa a todas las mujeres que trabajamos, que nos remuerde un poquito la conciencia, pero lo veo más como algo generalizado y esa es la única cuestión.” (Profesora SNI 3-CMB/2)
“En ese momento estaba con mucha carga de trabajo y tenía que sacar todo adelante y entonces, pues sí, descuidaba la otra parte. No hubo conciliación, siempre te exige más tiempo y quieren que uno esté más temprano en su casa y pues no se puede. Porque necesito terminar esto y lo otro. Y pues dicen: “¡Quieres más a tu trabajo!, pues adiós”. Es complicado porque aparte de todo el trabajo que tiene que hacer uno como mujer, estar al pendiente de la casa, aunque sea un hijo, es complicado. Son muchas cosas. A parte de todo eso, hay que cumplir con toda la parte que involucra estar al nivel, permanecer en un nivel, eso es complicado. Sin embargo, es algo que yo creo que las que estamos así, nos gusta, por algo estamos ahí, con esa terquedad. También tiene una, muchas satisfacciones.”
(Profesora SNI 1-CMB/2)
No sólo es el mandato sociocultural de ser madres, sino además ser una ‘buena madre’ exigido por ellas mismas y, cuando esto no se cumple se vislumbran cargas y culpas situación que tensa la experiencia de la maternidad en conexión con la carrera científica. Es decir, los mandatos paradigmáticos respecto a lo “maternal" modela las subjetividades femeninas a través de características emocionales tales como el amor incondicional y la capacidad de cuidado hacia los otros; frente a ello, se instaura el imaginario el ideal de la maternidad como un imperativo rector de la identidad de género de las mujeres y del cual aparentemente nadie escapa.
La idealización por formar una familia, tener una pareja y ser madres/padres son constructos internalizados, actuados y reproducidos por mujeres y hombres de distintas maneras. Así aparece el amor como anclaje de esa idealización donde el papel de las mujeres por ser consideradas socialmente seres emocionales se percibe en un entramado de subordinación. Ya que la cultura patriarcal, como lo menciona Lagarde (2001:19), “les asigna a las mujeres como identidad existencial el amor. Hace de las mujeres las especialistas del amor, las educa para que se especialicen en amar y en vivir en pos del amor”. Dicho amor es representado a través de diferentes manifestaciones de afecto, atención y cuidado hacia los otros, el más sublime es el amor maternal, seguido del deseo por estar con alguien, del amor sexual.
Desde este posicionamiento se ha otorgado a las mujeres la carga afectiva estereotipándolas como seres emocionales por naturaleza. Es decir, las mujeres y los varones a lo largo de su vida se relacionan con ellos/as mismos/as y con su entorno mediatizados por el modelo normativo de género con el que fueron socializados/as, las relaciones afectivas que construyen son estructuradas bajo la idealización del amor romántico, donde se depositan anhelos y expectativas de parte de uno/a hacia el/a otro/a y cuando estas no logran satisfacer el deseo mismo de quien las genera se presentan malestares, incomodidades e incluso rupturas. Como lo hacen patente algunos de nuestros relatos.
“Desafortunadamente no elegí una pareja acorde a la modernidad, conociendo a mi pareja me toco un hombre bastante conservador, poco liberal. Después de que nació mi hijo terminamos en divorcio, porque no me apoyaba para nada, al contrario, para él
hubiera sido feliz si yo hubiera estado en casa nada más, pero es curioso porque yo hice el Doctorado estando casado con él y nunca tuve problemas, el problema fue después del Doctorado, ya no logramos librarla.”
(Profesora SNI 3-CMB/2)
“…de mi pareja nunca tuve apoyo, jamás. “¡Tú obligación son los niños!” Ah caray, yo pensaba que entre los dos los habíamos hecho (…) esperé hasta que el niño más chico tuviera 6 años y lo dejé desde luego (…) fue un obstáculo (…) pues a mí me interesaba mucho seguir adelante hacer algo, darle algo a la sociedad a la que me debo.” (Profesora SNI 3-ICFM/1)
“Yo creo que tal vez falto un poco de organización en mi vida o algo así para poder compatibilizar, pero, pues, siento que es muy difícil porque realmente todas las compañeras que tengo que son científicas, excepto uno, se han divorciado por alguna causa. Entonces dices: “¿qué pasa?, ¿no hay reciprocidad?, ¿no hay entendimiento de la otra parte?, ¿la otra parte exige más tiempo? Es difícil (…) aunque los dos estén a la par, o que los dos tengan un Doctorado o estén en igualdad de estudios es difícil, a veces hasta lo sienten ellos como una competencia, en vez de ayudar lo ven como competencia y eso también viene a limitar la relación.”
(Profesora SNI 1- ICFM/1)
La persistencia del imaginario sobre la responsabilidad exclusiva de las mujeres en la crianza y educación de los/as hijos/as, el cuidado de los otros, además de las actividades domésticas han configurado las necesidades, deseos y proyectos de vida de las mujeres entorno a los deseos de los otros. Nuestros relatos dejan entrever que al querer las profesoras politécnicas configurar distintos caminos emparejados con la reproducción y al no compatibilizar esas ideas con sus parejas se genera un quiebre en el vínculo afectivo, en la relación. En este sentido, es evidente que las mujeres continúan siendo aprisionadas en la representación social y subjetiva de madres, esposas y amas de casa, siendo ésta la que moldea la identidad femenina y a partir de la cual delinean su mundo, su vida y su ser, priorizando y satisfaciendo los ideales de los otros, al
disminuir en ocasiones el ritmo de sus actividades académico-científicas o bien utilizando el espacio privado como una extensión del público llevando trabajo al hogar aumentando de esta manera las cargas.
En este sentido las trayectorias de las profesoras politécnicas carecen de una linealidad, son entramados múltiples, oblicuos todos pautados por la configuración genérica que se desarrolla y se explica sobre la tensión entre la producción y reproducción de su mundo de vida, cuando se asume el binomio científica/madresposa, con todo lo que ello implica.
Las trayectorias dibujan oblicuidades, no hay una linealidad en su configuración pues la posición que ocupan las profesoras politécnicas en el campo científico está estrechamente relacionada con la persistencia de la condición de género, internalizada en procesos sociales e impregnada en la subjetividad femenina representada a través de la condición de madresposa, así como, el techo y los laberintos de cristal motivados por el sistema patriarcal que los engloba. Se observan la existencia de condiciones estructurales y subjetivas que obstaculizan la conquista de la igualdad, además permiten e incluso refuerzan y profundizan los valores patriarcales en el campo científico.
Algunos de los sesgos estructurales recaen particularmente en la inoperancia de las IES para considerar los itinerarios biográficos de las profesoras en los procesos y periodos de evaluación; las cargas o sobrecargas de trabajo que les genera dichos procesos en la obtención de evaluaciones favorables para asirse de estímulos, reconocimientos y/o menciones a su trabajo. Por su parte, los sesgos subjetivos se encuentran íntimamente vinculados por los entramados que dibuja el ser mujer y científica en un contexto androcéntrico, lo que nos lleva a afirmar que:
La atención y el cuidado hacia los otros es un condicionante que merma los avances de las mujeres en el proceso de consolidación de las trayectorias.
Hay una escisión identitaria entre el ser mujer y ser parte del campo científico, pues a pesar de ser, saberse y vivirse como mujeres se refieren a sí mismas desde sentidos masculinos: UNO, ingeniero, profesor, científico, etcétera.
Hay una ausencia de búsqueda y reconocimiento de tiempo para sí, lo que involucra que los tiempos de las profesoras politécnicas estén ceñidos a las necesidades de
los otros, generando una sobrecarga de trabajo vía dobles o triples jornadas y que llega a afectar su salud tanto física como emocional.
Frente a la dificultad de conciliar las esferas pública y doméstica, las profesoras se valen de redes de apoyo que puedan sostener su estancia en el mundo laboral; muchas de las cuales están conformadas por mujeres.
La maternidad como un mandato cultural hegemónico para la constitución de la subjetividad femenina tradicional persiste como un proyecto de vida a largo o mediano plazo entre las profesoras politécnicas jóvenes; mientras que para las profesoras adultas la maternidad representó un período de recesión en la producción científica.
Frente a la conyugalidad, las dobles o triples jornadas se agudizan por la poca o nula participación de las parejas en la crianza, atención y cuidado de los y las hijas, las labores domésticas, entre otras actividades.
Finalmente, frente a este panorama instamos a que se realicen cambios estructurales que consideren las diferencias que caracterizan a los sujetos y que contemplen las distintas dimensiones que componen sus vidas, por lo que se requieren de acciones institucionales que coadyuven a la resolución de esta problemática de manera justa y equilibrada. Además, consideramos necesario seguir trabajando rumbo a la transformación cultural para que esta permita la incorporación igualitaria de los hombres al mundo de lo doméstico, y con ello diluir las dobles/triples jornadas que realizan las mujeres apostando a la “corresponsabilidad” como proyecto personal, institucional y social, por lo que la perspectiva de género será herramienta indispensable para lograr esta conquista.
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Notas
1 La interpretación de los textos en inglés es responsabilidad de los autores de esta investigación.