Radiografía de la participación electoral en el Estado de México (2005-2017): desencanto democrático


Radiography of electoral participation in the State of Mexico (2005-2017): democratic disenchantment


Anatali Cruz Cardozo1


Resumen: Este es un trabajo de tipo descriptivo que busca aportar un panorama geográfico de la participación electoral en el Estado de México; a partir del análisis de los resultados electorales de tres elecciones para designar Gobernador (2005, 2011 y 2017) es posible observar la distribución geográfica de los municipios de acuerdo a sus niveles de participación electoral e identificar la existencia de municipios mexiquenses que conforman regiones.


Abstract: This is a descriptive work that seeks to provide a geographic picture of electoral participation in the State of Mexico; From the analysis of the election results of three elections to designate the Governor (2005, 2011 and 2017) it is possible to observe the geographical distribution of the municipalities according to their levels of electoral participation and to identify the existence of Mexican municipalities that make up regions.


Palabras clave: participación política; participación electoral; Estado de México; distribución geográfica.


Introducción

El Estado de México es uno de los territorios más importantes dentro de nuestro país, pues cuenta con un padrón electoral de más de 11.3 millones de ciudadanos, es decir, representa el 13.4% del total nacional de los votantes potenciales. Además, el Estado de México se ha caracterizado por ser un fuerte bastión priísta ya que el Partido Revolucionario Institucional (PRI) ha gobernado este estado desde hace 88 años sin alternancia; de tal manera que esta entidad ha servido como trampolín político para muchos líderes de partido, miembros del Congreso e incluso presidentes (por ejemplo, el actual titular del poder ejecutivo Enrique Peña Nieto fue gobernador del Estado de México de 2005 a 2011).

Dicho lo anterior, es pertinente mencionar que el objetivo del presente trabajo es aportar



1 Licenciada en Sociología por la UAM Azcapotzalco. Actualmente estudiante de la Maestría en Estudios Regionales en el Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora. Correo-e: mecano0210@gmail.com.

un panorama geográfico de la participación política en el Estado de México a lo largo del periodo 2005-2017; a partir del análisis de los resultados electorales en tres elecciones para designar Gobernador (2005, 2011 y 2017) es posible observar la distribución geográfica de los municipios de acuerdo a sus niveles de participación electoral e identificar la existencia de municipios mexiquenses que conforman subsistemas políticos regionales, es decir, grupos formados por municipios que a simple vista comparten características similares de participación electoral.

Cabe decir que el estudio de la participación electoral a nivel municipal que se ha registrado en el Estado de México pasa de ser importante a necesario, puesto que los procesos políticos a ese nivel han sido la base de suntuosos cambios como, por ejemplo, la alternancia política.

Además, debido a que es al interior de los municipios que la participación política se gesta y puede o no manifestarse a partir de la emisión del voto, será preciso tener en cuenta los niveles de participación y abstencionismo en cada elección; porque si bien es cierto que la participación a través de las urnas electorales no es la única forma de participación política, es el método por medio del cual se define quién o quiénes serán los encargados de ejercer el poder político.

En cuanto a la parte metodológica de este trabajo, basta decir brevemente que la información con la que se trabajó corresponde a los resultados electorales consultados y obtenidos de la página oficial en línea del Instituto Electoral del Estado de México (IEEM). Con el objeto de identificar la conformación de regiones en cada una de las elecciones, en las que los niveles de participación electoral son similares: altos, medios o bajos, se recurrió al uso de las herramientas de estratificación que provee el Sistema de Información Geográfica (SIG) Mapa Digital desarrollado por el INEGI; lo cual facilita el análisis. Por su parte, los mapas presentados en este trabajo también fueron elaborados a través de dicho SIG.

Finalmente, en el entendido de que este es un trabajo descriptivo que aportar un panorama general de la participación electoral a nivel municipal, se debe tener en cuenta que su riqueza radica en promover el interés por realizar próximas investigaciones más profundas, mismas que permitirían conocer con más detalle la cultura y prácticas políticas que han llevado a algunos municipios a ser más o menos participativos en las urnas.

La doble dinámica de continuidad y cambio: elecciones de gobernador en el Estado de México

Como señala Josep M. Valles (2007), la actividad política responde a una doble dinámica de continuidad y cambio; así que, de acuerdo al contexto socio histórico se registran modificaciones parciales o totales en lo que refiere a la cuestión política. En ese sentido, las elecciones de 1999 son sumamente significativas porque representan un momento coyuntural en el que al parecer había comenzado un proceso de liberalización política en el Estado de México.

Frente a una ciudadanía que se atrevía cada vez más a evidenciar la incipiente democracia existente en el país, en el territorio mexiquense dio inicio un proceso de apertura gradual puesto en marcha por la propia élite en el poder, posiblemente como una respuesta institucional a la emergencia de movimientos sociales como el del EZLN y la Huelga estudiantil de la UNAM, que iban cobrando cada vez más fuerza y que ponían en riesgo la estabilidad del régimen (Cansino, 2000). Tras el levantamiento zapatista de 1994, por una parte, surgió el fantasma de la violencia y el México bronco (Becerra et al, 2000) cuestionando la vía electoral, y por otra, se buscó reencausar la lucha política a traves de las vías institucionales; lo anterior permitió que en 1996 el PRI perdiera por primera vez la mayoría del Congreso local y Partido Acción Nacional (PAN) y Partido de la Revolución Democrática (PRD) ganaran varias alcaldías importantes como Naucalpan, Tlalnepantla, Atizapán de Zaragoza, Nezahualcóyotl, Texcoco y La Paz (Vivero y Cedillo, 2007).

Aquel fue un momento de efervescencia política, lo cual no sólo permitió que, en el Estado de México, el discurso del partido dominante fuera cuestionado, sino que en las elecciones estatales de 1999 los partidos de la oposición ganaran terreno en 18 Distritos electorales locales, la mayoría ubicados en el denominado “corredor azul” (zona de influencia panista) y en la región oriente (en donde el PRD avanzaba ya) (ver Mapa 1). Si bien es cierto que el dominio del PRI no se veía seriamente afectado por la existencia de ambas zonas de influencia, simbólicamente ellas representaban la posibilidad de cambio a traves de la alternancia.

El panorama político de 1999 adquirió ligeros tintes de pluralidad y competitividad política cuando algunos de los municipios que habían sido ocupados por la oposición apenas en 1996 refrendaron su apoyo al PAN y al PRD; por lo tanto, la elección a gobernador de 1999 dejó ver que el triunfo abrumador del PRI no debía ser necesariamente la regla a seguir y que la arena

de encuentro político no era ya un espacio reservado a la añeja élite política. Fue en el marco de un proceso de búsqueda de transformación de la democracia que en 1999 se presentó por primera vez en el Estado de México una elección para gobernador por demás reñida; Arturo Montiel Rojas, candidato del PRI, se alzó con el triunfo apenas con el 42.5% de los votos (Cedillo, 2012), haciendo evidente que el priismo es vulnerable a una ciudadanía que se moviliza y cuestiona dentro y fuera de las urnas.


Mapa 1. Elecciones a gobernador en el Estado de México 1999. Zonas de influencia del PAN y PRD



Elaboración propia con base en los datos obtenidos en el IEEM.

Sin embargo, pese a los avances obtenidos en las elecciones de 1999 el verdadero cambio no habría de llegar aún y los resultados alcanzados en materia de pluralidad se vinieron abajo en las elecciones estatales del 2005. A pesar de los escándalos de corrupción en los que se vio envuelto Arturo Montiel, el PRI supo sacar provecho de la imagen carismática de Enrique Peña Nieto y a través de una costosa campaña mediática logró convencer a los mexiquenses de que él era la mejor opción, con lo cual el priismo mexiquense no sólo colocó a Peña Nieto al mando del gobierno del Estado de México, sino que comenzó a recuperar el control de los Distritos electorales (para 2005 sólo perdió seis), afianzando así la continuidad del priismo nuevamente (Cedillo, 2012).

Por otra parte, fue gracias al carisma de Peña Nieto que el PRI se reposicionó, tal fue el apoyo que tenía su imagen que en las elecciones municipales del 2009 el PRI obtuvo una aplastante victoria al ganar 97 de los 125 municipios, disolviendo así las zonas de influencia del PAN y PRD (corredor azul y región amarilla).

Cabe decir que las simpatía y aceptación con las que contaba Peña Nieto le alcanzaron incluso para apuntalar la candidatura de Eruviel Ávila hasta que el mismo alcanzara el triunfo. Así mismo, como Rafael Cedillo (2012) señala, el triunfo obtenido por el PRI en las elecciones de 2011 se debió principalmente a una estrategia territorial basada en acciones que involucran el contacto directo con la ciudadanía; de tal manera que los operadores políticos del PRI “tenían la obligación de realizar varias reuniones al día, principalmente por las tardes y en su domicilio, con familiares, vecinos y amigos” (Cedillo, 2012: 25), en ellas se persuadía a los asistentes de votar por Eruviel Ávila.

Finalmente, una vez más el triunfo en los comicios para designar gobernador del Estado de México sería para el PRI, por lo tanto, el proceso de disolución del régimen autoritario y dominante de las élites priístas debería esperar un sexenio más, apoyándose en la esperanza de que el tiempo futuro trajera mejores oportunidades para los partidos de oposición. Sin embargo, la situación no era muy prometedora, pues Eruviel Ávila arrasó en el cinturón amarillo en 2011 (González, 2017).

Definitivamente la actividad política responde a una doble dinámica, misma que en el caso del Estado de México es posible rastrear a través de los resultados electorales del periodo 1999 a 2011; lo que en 1999 parecía indicar un cambio en el ámbito político terminó por mostrar

una cara muy distinta: la de la continuidad. Así que, en este punto se vuelve necesario ubicar la manera en que la participación electoral se estaba dando a nivel municipal en el Estado de México; de tal suerte que el análisis no se limite a considerar que son las estrategias empleadas por el partido dominante las que definen el rumbo del juego político, sino que se reconozca la importancia y necesidad de la participación política ciudadana.


Participación política y participación electoral

Antes de pasar a la observación de la participación electoral que se dio en el Estado de México en las elecciones de 2005 y 2011, es pertinente aclarar que ésta es sólo una de las distintas formas que puede tomar la participación política. Lo primero que se debe tener en cuenta es que la participación es siempre un acto social, es una labor que se comparte con otras personas, por eso es que es una actividad que está en el centro de toda sociedad (Cruz, 2016). La participar es socialmente relevante porque no sólo implica colaborar u opinar sobre determinada situación, sino que supone intervenir a traves de la acción y generar un sentido de pertenencia hacia el colectivo.

Cunill (1991) señala que la participación política debe ser entendida como la intervención de la sociedad civil en la esfera pública, es decir, cuando los individuos o los grupos sociales forma parte en las consultas ciudadanas, discusiones, planteamientos de propuestas y todo tipo de actividades en las que establecen una interrelación con el Estado para buscar el mejoramiento de la vida en sociedad. Así pues, la participación política es la suma de todas las actividades voluntarias mediante las cuales los miembros de una sociedad inciden en la conformación de las políticas de gobierno y en la designación de los gobernantes.

La participación política se encuentra ligada al concepto de democracia, pues para que ésta última sea legitima necesita de la participación política; para que un régimen pueda ser considerado democrático, el ciudadano al igual que el elector deben ser sujetos activos de la política, miembros de la sociedad capacitados para defender sus derechos y para influir en la vida política de la sociedad a la que pertenecen. Por lo tanto, “la participación ciudadana es un factor de cambio, es la actuación de ciudadanos descontentos en busca de ampliar su esfera democrática” (Guillén et al, 2009: 186).

Dependiendo de su forma y método, la participación política puede clasificarse en

convencional y no convencional. La participación convencional se refiere a las formas de acción ciudadana insertas en la arquitectura institucional, como votar en las elecciones, militar en algún partido político, asistir a actos organizados por partidos políticos, hacer contribuciones monetarias a campañas políticas, formar parte de una Organización No Gubernamental (ONG), postularse como candidato a un puesto de elección popular, etc. Por su parte, la participación no convencional es aquella que se lleva a cabo fuera del marco institucional establecido, por ejemplo, revueltas, marchas, boicots, etc. (Cruz, 2016).

En definitiva, debe distinguirse entre participación política y participación electoral; la participación electoral constituye sólo una parte de la participación política, pues la actividad electoral es sólo una de las tantas formas que la participación política puede tomar.

La participación electoral implica concurrir ante la comunidad política a la que se pertenece como elector o como candidato, el medio a través del cual se lleva a cabo tal actividad es el sufragio, de tal manera que votar o abstenerse es la primera opción que se les presenta a quienes participan en las elecciones. Cabe señalar que el abstencionismo registrado como parte de las elecciones no siempre representa apatía política, sino que puede ser sólo desencanto político, dando como resultado una expresión alto interés político que se conjuga con una actitud de rechazo hacia el sistema; según Nohlen (2004), el abstencionismo no significa dejar de participar sino de votar, es posible que grandes grupos de la sociedad se nieguen a votar pero que participen de forma activa en tipo de manifestaciones políticas (Cruz, 2016).

Una vez dicho lo anterior se procede a observar la distribución geográfica de los municipios de acuerdo a sus niveles de participación electoral. En lo que respecta a la participación electoral en el Estado de México, ésta ha ido en descenso en los últimos años; de hecho, la caída más dramática se registró en la década de los noventa pues la asistencia a las urnas pasó de un 64% en 1993 a un 47% en 1999, a partir de entonces el abstencionismo ha sido el denominador común en el Estado de México ubicándose por encima del 50% en cada elección. En el año 2005, Enrique Peña Nieto fue electo gobernador por tan sólo el 43% de los mexiquenses, en consecuencia, el abstencionismo fue de 57% del total del padrón electoral. A continuación, se muestra la distribución geográfica de la participación electoral registrada a nivel

municipal en las elecciones a gobernador en 2005.

Al observar el siguiente mapa se puede notar que son pocos (34) los municipios

mexiquenses que cuenta con un nivel de participación electoral alto, tan sólo el 27% de ellos. En ese sentido, destaca principalmente la región conformada por los municipios de Temascalcingo, Acambay, Aculco, Polotitlán, Jilotepec y Soyaniquilpan de Juárez ubicados en la parte norte del estado, mismos que compartían la característica de alta participación electoral (entre 53.4% y 68.6%).


Mapa 2. Distribución de la participación en las elecciones a gobernador de 2005


Elaboración propia con base en los datos obtenidos en el IEEM.


Por otra parte, la participación media (de 44.1% a 53.4%) fue la tendencia dominante pues se registró en 51 de los municipios mexiquenses y formó a su vez una amplia región que se extendió sobre la parte centro del estado comprendiendo los municipios de San José del Rincón, San Felipe del Progreso, Villa de Allende, Villa Victoria, Almoloya de Juárez, Amanalco, Zinacantepec y Temascaltepec. Así como una pequeña región ubicada en la parte nororiente del estado, en donde están los municipios de Temascalapa, San Martín de las Pirámides, Teotihuacán, Acolman, Tezoyuca, Tecámac, Zumpango y Jaltenco.

Finalmente, se puede identificar una pequeña región con baja participación (entre 33.6% y 44.1%) en la zona oriente del estado que se encuentra conformada por los municipios de Ecatepec de Morelos, Atenco, Chiconcuac, Chiautla, Papalotla, Tepetlaoxtoc, Texcoco y Chimalhuacán (ver Mapa 2).

Justamente fue en las elecciones de 2005 que la preferencia por el PAN para gobernador cayó en el corredor azul viéndose reducido su fuerza política, ante el apoyo limitado que podía ofrecer el municipio de Tlalnepantla. Y fue también en ellas que el PRD se posicionaba mejor en los municipios mexiquenses de Chalco, La Paz, Valle de Chalco Solidaridad y Chicoloapan (formando con ello el cinturón amarillo) (González, 2017); como se puede ver en el siguiente mapa (ver Mapa 3).

Mapa 3. Elecciones a gobernador de 2005. Conformación del cinturón amarillo


Elaboración propia con base en los datos obtenidos en el IEEM.


Un aspecto importante a destacar con respecto al mapa anterior es el hecho de que sólo dos de los municipios en los que los partidos de oposición tenían fuerza presentaban un nivel alto de participación (Tlalnepantla y Nezahualcóyotl); por su parte los municipios de Chicoloapan y La Paz, así como Chalco y Valle de Chalco Solidaridad, contaban con una participación media y baja respectivamente. Lo cual nos puede llevar a pensar que, si bien los electores de dichos municipios generalmente no asisten a las urnas, quienes sí lo hicieron en el 2005 dieron muestran a través del voto de su descontento hacia la supuesta democracia en la que los gobiernos priistas han fincado sus gobiernos, a lo largo de más de ocho décadas, en el Estado de México.

Por otra parte, en lo referente a las elecciones a gobernador de 2011 cabe decir que

Eruviel Ávila Villegas ganó la gubernatura con apenas el 46% de participación ciudadana; de tal manera que la participación electoral se distribuyó como se muestra a continuación en el siguiente mapa.


Mapa 4. Distribución de la participación en las elecciones a gobernador de 2011.


Elaboración propia con base en los datos obtenidos en el IEEM.


Al observar el mapa anterior se puede notar que, en comparación con la elección de 2005, los 36 municipios con alta participación (entre 58.16% a 74.86%) en las elecciones de 2011 están

menos dispersos; de tal manera que se pueden ubicar fácilmente al menos cuatro regiones en las que un gran número de electores acudieron a votar. En la parte norte se ubica una pequeña región conformada por los municipios de Aculco, Polotitlán, Jilotepec y Soyaniquilpan de Juárez, esta región es más pequeña en comparación a la que se había formado en 2005. En la parte nororiente del Estado de México otra región pequeña, compuesta por los municipios de Nopaltepec, Axapusco y Otumba, es una muestra de que las elecciones de 2011 contaron con una mayor asistencia a las urnas en comparación con el 2005. En cuanto a la región que se formó en el centro-poniente, ésta se integraba por los municipios de San Felipe del Progreso, Villa de Allende, Villa Victoria, Donato Guerra, Amanalco, Valle de Bravo y Santo Tomás. Finalmente, en la parte sur del Estado de México se formó una región que comprendía los municipios de San Simón Guerrero, Texcaltitlán, Coatepec Harinas, Villa Guerrero, Ixtapan de la Sal, Tenancingo y Malinalco (ver Mapa 4).

Por otra parte, la participación media (de 48.22% a 58.16%) nuevamente fue la tendencia dominante y se registró en 53 de los municipios mexiquenses; por lo que se formó una amplia región que se extendía de norte a sur sobre la parte centro del estado y que comprendía los municipios de Acambay, Temascalcingo, Atlacomulco, Chapa de Mota, Morelos, Jocotitlán, Jiquipilco, Temoaya, Otzolotepec, Xonacatlán, Lerma, Huixquilucan, Toluca, Calimaya, Almoloya de Juárez, Zinacantepec, Temascaltepec y Zacazonapan. También en la parte nororiente se ubicó otra región con participación media, misma que se conformó con los municipios de Temascalapa, San Martín de las Pirámides, Teotihuacán, Acolman, Tezoyuca y Tecámac.

Por último, con un total de 36 municipios con baja participación (entre 36.84% y 48.22%) se puede identificar dos pequeñas regiones con ubicadas al norte de la Ciudad de México; la primera de ellas conformada por los municipios de Naucalpan de Juárez, Jilotzingo, Isidro Fabela, Atizapán de Zaragoza y Cuautitlán Izcalli; la segunda comprendía los municipios de Ecatepec de Morelos, Atenco, Chiconcuac, Chiautla, Papalotla, Tepetlaoxtoc, Texcoco y Chimalhuacán. En lo que respecta a los municipios de las dos regiones antes mencionadas, es importante resaltar el hecho de que tanto en las elecciones de 2005 como en las de 2011 registraron una baja participación en las urnas.

Por lo tanto, si se compara la manera en que se distribuyó la participación en las

elecciones de 2005 con la de 2011 se puede observar que las regiones que se conformaron en 2011 se notan más marcadas, lo anterior puede ser atribuido a la antes mencionada estrategia territorial señalada por Rafael Cedillo (2012). De tal manera que, el trabajo de los subsistemas políticos regionales que conforman la gran maquinaria priista, y a través del cual el PRI recuperó terreno en las elecciones de 2011, puede ser observado de manera más simple a partir de mapas electorales.


El nuevo mapa electoral: elecciones a gobernador 2017

Las recientes elecciones de 2017 para designar gobernador del Estado de México dan muestra de que estamos frente a un nuevo momento coyuntural de cambio político, primero porque la fuerte tendencia abstencionista se revirtió registrándose un 56% de participación en las urnas, y segundo, porque el mapa electoral nos muestra el apoyo con que cuenta hoy un partido de oposición en particular: el Movimiento de Regeneración Nacional (Morena).

Después del contundente triunfo electoral obtenido por el PRI en 2011 se podría creer que las recientes elecciones de 2017 no implicarían una gran sorpresa, que serían un poco más de lo mismo; sin embargo, en el marco de una sociedad mexicana que a diario manifiesta su inconformidad y desaprobación en contra del actual presidente de la República, los partidos de oposición han ganado terreno. Además, a los bajos niveles de popularidad con que hoy cuenta Enrique Peña Nieto se debe sumar la violencia que a diario viven los habitantes del Estado de México.

En el contexto de una entidad subsumida en la violencia, la elección estuvo muy reñida y a pesar de que las encuestas colocaban a la candidata de Morena a la cabeza de las preferencias, finalmente ganó en priista Alfredo Del Mazo. Sin embargo, no fue una derrota del todo pues la candidata de Morena, Delfina Gómez, consiguió el apoyo en uno de los municipios emblemáticamente priistas: Ecatepec de Morelos. La importancia que tiene Ecatepec en las elecciones no sólo radica en que es el municipio más poblado del Estado de México (en consecuencia, con el mayor padrón electoral de la lista nominal de la entidad), sino que su colindancia con la Ciudad de México lo convierte en un territorio de gran influencia.

Además, la candidata de Morena obtuvo la mayoría de la preferencia electoral en la franja de municipios conurbados que colindan con el periférico norte, y que en el año 2000 fueron

denominados “corredor azul”; de tal manera que municipios como Atizapán de Zaragoza, Cuautitlán Izcalli, Tlalnepantla y Naucalpan dieron la espalda a la candidata del PAN, Josefina Vázquez Mota y volcaron su apoyo al partido liderado por Andrés Manuel López Obrador (AMLO); lo cual significa que la candidata panista fue ignorada en el que antes fuera territorio azul.

A lo anterior se debe sumar el hecho de que la candidata morenista logró ganar también terreno en otros municipios importantes como Valle de Chalco, Texcoco, Tultepec, Tultitlán y Teoloyucan (ver Mapa 5).


Mapa 5. Elecciones a gobernador en el Estado de méxico 2017. Municipios en los que Morena se posicionó como la primera fuerza política.


Elaboración propia con base en los datos obtenidos en el IEEM.


Por otra parte, a continuación, se presenta la distribución geográfica de los municipios de acuerdo a los niveles de participación registrados en las pasadas elecciones de 2017.


Mapa 6. Distribución de la participación en las elecciones a gobernador de 2017


Elaboración propia con base en los datos obtenidos en el IEEM.


El mapa anterior se puede notar que, en comparación con la elección de 2011, los 39

municipios con alta participación (entre 64.52% a 77.29%) en las elecciones de 2017 vuelven a estar dispersos (aunque no tanto como en 2005); de tal manera que se pueden identificar tres regiones en las que un gran número de electores acudieron a votar. En la parte nororiente del Estado de México se ubicó una pequeña región compuesta por los municipios de Temascalapa, Nopaltepec, Axapusco y Otumba. En cuanto a la segunda región, ésta se extendió de norte a sur sobre la parte centro del estado comprendiendo los municipios de Aculco, Acambay, Atlacomulco, Jocotitlán, San Felipe del Progreso, Villa de Allende, Villa Victoria, Donato Guerra, Amanalco, Valle de Bravo y Santo Tomás. Finalmente, en la parte centro-sur del Estado de México se conformó otra región compuesta por los municipios de Toluca, Metepec, San Mateo Atenco, Lerma y Xonacatlán (ver Mapa 6).

Por otra parte, la participación media (de 56.82% a 64.52%) una vez más fue la tendencia dominante y se registró en 48 de los municipios mexiquenses; por lo que se formó una región en la parte norte con los municipios de Jilotepec, Chapa de Mota; Villa del Carbón, Nicolás Romero, Tepotzotlán y Huehuetoca. También en la parte nororiente se ubicó otra región con participación media, misma que se conformó con los municipios de San Martín de las Pirámides, Teotihuacán, Acolman, Tezoyuca, Atenco y Tecámac.

Por último, con un total de 38 municipios con baja participación (entre 39% y 56.82%) se puede identificar dos regiones; la primera de ellas se ubica en al oriente del Estado de México y está conformada por los municipios de Chiautla, Papalotla, Chiconcuac, Tepetlaoxtoc, Texcoco, Chicoloapan y Chimalhuacán. La segunda región en la que se registró poca asistencia a las urnas se ubica en la parte sur poniente del estado y comprende los municipios de Luvianos, Zacazonapan, Temascaltepec, Tejupilco y Sultepec.

En el Mapa 6 también se pueden identificar los municipios en los que Morena contó con la preferencia de los electores; por lo que, al hacer el cruce con el nivel de participación, es posible observar que sólo siete municipios (Metepec, San Mateo Atenco, Atizapán, Tlalnepantla, Coacalco, Tequixquiac e Ixtapaluca) de los que dieron su apoyo a la candidata de Morena presentaron un nivel alto de participación. Así que, como ya se había señalado, los municipios mexiquenses con bajos niveles de participación electoral suelen ser quienes tienen una mayor tendencia a simpatizar con discursos y partidos políticos de oposición, sobre todo si éstos representan simbólicamente un opción fresca e innovadora.


Conclusiones

Como se ha visto hasta aquí, mientras que la alternancia en el Estado de México se volvió una realidad en las elecciones para designar diputados locales y renovar ayuntamientos, el cambio de partido en el gobierno estatal no ha sido posible hasta el momento. Pues si bien a nivel local los comicios se caracterizan por ser competitivos y plurales, en las elecciones para gobernador los grupos sociales y políticos dominantes parecen contar con tal experiencia que una mínima aceitada a la maquinaria priista la echa a andar nuevamente y con mayor voracidad (como ocurrió en las elecciones de 2005 y 2011).

Pero si, como señala Josep M. Valles (2007), la actividad política responde a una doble dinámica de continuidad y cambio, la esperanza de generar una transformación sigue presente; en el entendido de que cada cierto ciclo se le presenta la oportunidad a la ciudadanía de derrocar la visión limitante y estancada con que las viejas élites políticas acostumbrar gobernar, es que vale la pena seguir buscando nuevas formas creativas de manifestación política, formas que trasciendan la participación electoral y trastoquen las fibras más sensibles del ciudadano que habita en lo más profundo de cada elector.

Así pues, a pesar de que parezca que la cuestión política mejoró en el Estado de México por el solo hecho de que los niveles de abstención retrocedieron, considero que no se debe perder de vista que la verdadera riqueza está en los movimientos sociales, en la manifestación ciudadana a nivel de calle, en tanto que a partir de sus prácticas permiten que los distintos miembros de la sociedad participen del colectivo y generen un sentido de pertenencia capaz de ser cimiente de una verdadera democracia.

Para finalizar debo aclarar que, si bien en este trabajo se presenta un análisis de corte cuantitativo de la participación electoral, un tanto superficial, sería recomendable un estudio desde el ámbito cualitativo en el que se recogiera la experiencia de los individuos.


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