CONSEJO MEXICANO DE CIENCIAS SOCIALES

Encartes. Revista digital multimedia, vol. 5, núm. 10

(In)Seguridad y Género en América Latina: estrategias, prácticas y cultura

Claudia C. Zamorano Villarreal
Guénola Capron

[…] la propuesta de este número temático surgió de un proyecto sobre los retos de la privatización de la seguridad pública que derivó en dos vertientes. La primera fue más allá de la tensión entre lo público y lo privado en la producción de la seguridad para abordar más ampliamente los imaginarios, dispositivos y prácticas desarrolladas por la población urbana para protegerse en un contexto de criminalidad e inseguridad. La segunda, haciendo eco a los trabajos de Goldstein (2010), intenta explorar las bases de una antropología de la (in)seguridad urbana capaz de reconocer las apuestas que están en juego con respecto a estos imaginarios, representaciones y prácticas en la configuración de un proyecto socio cultural.

En definitiva, lo que hay en el fondo de estos modos diversos de protegerse ante la violencia y la criminalidad de las ciudades, así como de los imaginarios, las aspiraciones y las espectralidades que de éstas emanan, es

la producción de un nuevo sentido común, de nuevos miedos, de nuevas poblaciones peligrosas, de una reconfiguración de las otredades y, definitivamente, “de un nuevo proyecto de sociedad ajustado a ciertos valores y principios” (Suárez y Arteaga, 2016) (Moctezuma y Zamorano, en prensa).

En estos debates, el concepto de género apareció como un revelador indispensable de procesos finos de construcción de la desigualdad de acceso a la ciudad entre hombres y mujeres. Esta desigualdad está fincada en experiencias, imaginarios, representaciones, miedos y aspiraciones que parten de diversas expresiones del poder patriarcal que se ejerce sobre el cuerpo de las mujeres. ¿Cómo se refleja esto en la relación entre las mujeres y la ciudad?

Buena parte de los trabajos en América Latina que han abordado el tema señalan la escasa presencia femenina en el espacio público. Una de las explicaciones de este fenómeno se encuentra en una sobreposición entre la división familiar del trabajo y la división social del espacio urbano, que confina a la mujer al espacio doméstico y sus entornos barriales, donde generalmente se concentrará en las labores de cuidado de niños y adultos mayores; es decir, en trabajos no remunerados de reproducción (Falú, 2020). Otra explicación se centra en el diseño urbano o el entorno que se genera justamente por la falta de diseño, mantenimiento y cuidado (véanse entre otros Sánchez y Ravelo, 2013; Fuentes et al. 2011).

Lo que dejan ver los trabajos aquí expuestos es que la escasa presencia de las mujeres en las calles tiene que ver también con la violencia urbana, en especial la violencia sexual que ejercen los hombres contra los cuerpos de las mujeres. Veremos en los trabajos de Paula Soto y Miriam Bautista que una de las estrategias más comunes de las mujeres para protegerse es la evitación, esa ausencia de las mujeres en los espacios y los horarios considerados como peligrosos donde sus propios cuerpos parecieran, en el sentido de Doreen Massey (1994), fuera de lugar y, precisamente por eso, susceptibles, y quizá merecedores, de sufrir violencia sexual.

Los artículos que componen este número temático no dejan duda de que los miedos de los hombres y de las mujeres a la ciudad son profundamente diferentes. Mientras que los primeros tienen miedo –con justificada razón– a la violencia, el robo, el secuestro y la desaparición, las mujeres, además de acumular esos mismos miedos, temen sobre todo la violencia sexual, que va desde la mirada lasciva o el tocamiento hasta la violación y el feminicidio.

Este miedo femenino a la ciudad es ancestral (Segato, 2003; Rubin, 1996), pero se reinventa, actualiza y naturaliza cada día. Hoy como ayer, ante la violación, la desaparición o el asesinato de tantas jóvenes y niñas en América Latina, seguimos escuchando entre los medios de comunicación, los políticos y la sociedad argumentos que culpabilizan a las víctimas: “llevaba minifalda, seguro era una escort, no se sabe qué hacía en ese lugar y a esas horas”.

Esto permite entender la dimensión espectral del miedo de la mujer–necesariamente intersubjetiva (Das, 2008)– y permite abordar desde un punto de vista original una paradoja que varios autores sustentan a partir de cifras estadísticas: mientras que las mujeres presentan más temor que los hombres a la ciudad, los hombres presentan mayores índices de victimización al delito. Una explicación ofrecida por Kessler (2011) propone que muchos de los hombres que sufren violencia en la ciudad están involucrados con algún grupo delictivo. Las mujeres, por su parte, sufren de esa violencia de manera más aleatoria. Otra explicación, que cita Gimena Bertoni en este número, retoma la dimensión espectral de la violencia contra la mujer mediante la metáfora de la sombra (Warr, 1985): esta tesis, indica Bertoni, implica que el miedo a las agresiones sexuales tiene un efecto amplificador sobre el miedo a otros tipos de delito y obscurece las especificidades sobre la percepción de inseguridad de las mujeres.

Sin duda estas propuestas aportan a la discusión. Sin embargo, es necesario señalar, como los artículos de este número lo hacen de manera clara, que la mujer teme sobre todo a la violencia sexual, a la violación, claro–que a veces se refleja en las estadísticas–, pero también a las miradas y palabras lascivas, al exhibicionismo y al tocamiento abusivo, que general- mente pasan por el silencio y la soledad de las víctimas, como vimos en las declaraciones del #MiPrimerAcoso y como veremos en los artículos que conforman este número. Cuando se tome conciencia de las diferencias entre el miedo masculino y el femenino y del subregistro estadístico de todos los tipos de acoso callejero contra las mujeres, dejará de sorprender que en las estadísticas la mujer tenga más miedo que el hombre a la ciudad. Lo que debemos enfatizar es que se trata de otro tipo de miedo.

Pero las contribuciones de este número temático no se conforman con revelar la dimensión del miedo como factor que construye la relación de las mujeres con la ciudad. También enfatizan los recursos materiales y socioculturales que las mujeres despliegan para poder desplazarse y ocupar espacios públicos. Pese a la frecuencia con que se alude al auto- confinamiento en el hogar (en especial entre los grupos menos favorecidos), en muchos casos ganan la necesidad y el deseo de desplazarse en la ciudad, de hacer propios sus espacios públicos y semipúblicos, no sólo como una herramienta para poder trabajar o estudiar sino también para fines recreativos. Como escriben Gabriela García y Carmen Icazuriaga: las mujeres se niegan a que el temor siga siendo la condicionante de su movilidad.

Preguntarse sobre qué y cómo hacen las mujeres para protegerse en un medio urbano que les es doblemente adverso –tanto por la criminalidad común como por la violencia sexual– permite ver no sólo las prácticas de sumisión al orden patriarcal, sino también las formas de cuestionarlo (Lorena Umaña); esquivarlo discreta y creativamente (Gimena Bertoni) y confrontarlo de modo organizado (Gabriela García y Carmen Icazuriaga; Paola Elores). Esto no nos habla de un proyecto sociocultural único, sino de la confrontación de al menos dos proyectos que habrá que seguir estudiando, porque ahí encontramos un motor de cambio.

En efecto, la lectura transversal de estos textos revelará que, para la comprensión de la relación entre (in)seguridad urbana y género debemos observar las intersecciones entre violencia sexual, espacio urbano y miedo que actuarán de modo diverso según las experiencias, edades y recursos sociales, culturales y materiales con los que cuentan las mujeres. Asimismo, estas lecturas nos invitarán a observar otros sentimientos y emociones que emergen de la inseguridad (Kessler, 2011), como la ira, la indignación y el deseo de cambio. Sin duda, sentimientos que empiezan a ganar importancia entre las mujeres, no de modo homogéneo sino con velocidades extremadamente diversas y plagadas de contradicciones.

 

Dedicamos este número a nuestr@s hij@s y a su generación:
por la conquista de su ciudad.
Ciudad de México a 13 de junio de 2022

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