Revista Mexicana de Opinión Pública, núm. 32
Presentación
El estudio de las elecciones intermedias tiene una importancia significativa en el análisis global de las democracias contemporáneas. Una elección intermedia representa siempre —a nivel nacional o subnacional— un alto en el camino, tanto para el gobierno en turno como para la oposición. Es una escala en el viaje hacia la siguiente elección constitucional, que permitirá poner sobre la palestra lo logrado en los dos o tres primeros años de ejercicio gubernamental o, en contraste, es la oportunidad para la oposición de presentar una alternativa programática viable con la cual sea capaz de ocupar en los próximos años la titularidad del poder ejecutivo y, si es posible, consolidar o alcanzar la mayoría de los cargos legislativos.
No obstante, cualquiera que sea el escenario producto del voto ciudadano, ya sea la confianza renovada para la opción gobernante o el avance de la oposición, la interrogante en ambos casos descansa en la forma en que el votante, el individuo, ha enfrentado y procesado la información que rodea este particular ejercicio de rendición de cuentas.
En México, además de las características generales que rodean la celebración de comicios de este tipo, las elecciones de medio término siempre han suscitado un interés particular por las implicaciones que han tenido en el proceso de democratización. Su notoriedad radica en que fue en una de ellas, el proceso electoral de 1997, donde habría de prefigurarse la alternancia posterior en el poder ejecutivo, después de más de 70 años de dominio de un solo partido y, con ello, el fin del proceso de transición a la democracia.
De esta forma, a partir de 1997, el gobierno dividido sería la constante. El elector no volvería a brindar un apoyo unificado a un solo partido o coalición hasta la elección constitucional de julio de 2018 en que la coalición Juntos Haremos Historia, integrada por el Movimiento de Regeneración Nacional (Morena), el Partido Encuentro Social (PEs) y el Partido del Trabajo (PT) obtendrían, con 42% de los votos, la mayoría calificada en la Cámara de Diputados.
Con estos antecedentes, el escenario electoral de junio de 2021 se tornaría aún más complejo que la propia elección presidencial de 2018; en principio, el número de cargos en disputa se incrementaría en más de 500%, de 3,400 a 21,000 en tres años. Aunado a este hecho, también habrían de incorporarse a la lista nominal poco más de 4,200,000 (cuatro millones doscientos mil) nuevos electores en tres años.
Si la relevancia numérica del pasado proceso electoral es evidente, aún lo es más su importancia política y sus resultados: en el primer caso, el carácter plebiscitario inherente a cualquier elección intermedia adquirió mayor relevancia. La elección de junio de 2021 constituiría la oportunidad de evaluar el desempeño de un presidente de la República mexicana, Andrés Manuel López Obrador, que tres años antes habría llegado al poder con 53% de la votación total efectiva, algo inédito en la historia de las elecciones presidenciales postransición en nuestro país, y que durante el primer semestre del 2021 había mantenido un 60% de aprobación presidencial en promedio.
Sin duda, la primera expectativa era si el apoyo electoral, así como la opinión pública, se mantendrían en la elección de 2021 o si la oposición lograría avanzar electoralmente, no sólo en la integración de la Cámara baja sino también en la obtención de los distintos cargos de elección distribuidos territorialmente. Al respecto, los resultados de la elección confirmaron al partido del presidente como la primera fuerza electoral del país. Morena ganó 11 de las 15 gubernaturas en disputa y lograría retener, junto con sus aliados, la mayoría absoluta en la Cámara de Diputados. Pese al triunfo, este partido político vería disminuir su votación en estos tres años de gobierno en 3.1%. Además, la coalición legislativa que encabeza Morena, que incluye al Partido del Trabajo y al Partido Verde Ecologista de México (PvEM), perdería la mayoría calificada en la Cámara de Diputados con lo cual no pueden reformar la Constitución sin el apoyo de otros partidos. Siendo éste el principal objetivo no logrado.
Por otro lado, el avance de la oposición se expresa con el Partido Acción Nacional (PAN) que se erige como la segunda fuerza electoral del país, tras obtener la mayoría en los estados de Aguascalientes, Chihuahua, Guanajuato, Querétaro y Yucatán, y con 31 diputados más que en 2018. Mientras que el Partido Revolucionario Institucional (PRI), con los resultados obtenidos, se coloca como la bisagra del Congreso. Es decir que tanto el bloque opositor integrado por este último, junto al PAN y al Partido de la Revolución Democrática (PRD), como la coalición oficialista dependerán del PRI para alcanzar la mayoría calificada para modificar la Constitución. Por otro lado, el partido Movimiento Ciudadano (MC) fue la gran sorpresa: no sólo fue la única organización que creció en su votación en números absolutos entre 2018 y 2021, sino que logró consolidar su dominio en Jalisco además de obtener la gubernatura de Nuevo León, uno de los principales estados de la República.
Finalmente, el voto diferenciado fue la constante en esta elección; los electores no brindaron su apoyo de forma homogénea, esto se hizo evidente principalmente en el hecho de que Morena haya obtenido un porcentaje menor de votos en las elecciones municipales con respecto a lo obtenido a nivel federal.
Los resultados mencionados muestran que el comportamiento de los votantes en junio pasado no fue monolítico. Expresa una pluralidad que merece ser analizada y explicada en sus distintas variables y aristas. Ésta es la finalidad del dossier Elecciones 2021: Un análisis del comportamiento político, del número 32 de la Revista Mexicana de Opinión Pública correspondiente al período enero-junio de 2022.
Para ello, contamos en principio con el trabajo del doctor Alejandro Moreno: “Las elecciones federales 2021 en México: ¿plebiscitarias o identitarias?”, con el cual el autor propone ir más allá de la aproximación plebiscitaria en el estudio de las elecciones intermedias. Esta aproximación depende del significado que se le atribuya a la aprobación presidencial, por lo que Moreno Álvarez propone entender los factores que la explican tomando en consideración además de los componentes vinculados al performance o desempeño gubernamental, también los componentes identitarios que muestran que la aprobación presidencial expresa igualmente empatía y apego grupal; lo que invita a pensar no sólo en el carácter plebiscitario o identitario del voto en 2021, sino en el carácter evaluativo de la aprobación presidencial.
Francisco Abundis Luna y Lorenzo León Robles exploran en “La clase media como identidad política en México: análisis de las elecciones de 2021” la politización de la identidad clase media mexicana y su influencia en las preferencias electorales, asimismo, analizan su efecto al momento de votar tomando datos de encuestas de salida del más reciente proceso electoral.
En un tenor similar, el artículo “La ideología de los independientes y su decisión de voto en la elección de Diputados Federales de 2021”, de Gerardo Isaac Cisneros Yescas, analiza el papel de los electores sin identidad partidaria, particularmente en la elección de diputados federales, y perfila tendencias entre los sectores que conforman la independencia partidista en México.
Por su parte, Ricardo Román Gómez Vilchis en “¿Populismo o lealtad racional hacia el presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO)? (El perfil del partidario de la 4T y las elecciones intermedias 2021)” elabora un perfil de las personas partidarias de la 4T basado en evidencia empírica conformada por análisis econométricos.
A partir de una base de datos que acumula información sobre la experiencia en el servicio público de los legisladores mexicanos que buscaron la reelección consecutiva en 2021, Laura Valencia Escamilla aborda en “Representación y reelección legislativa en México: la elección federal de 2021” el ejercicio que tuvo lugar por primera vez en México.
En su texto “Expectativas y pandemia. Voto diferenciado y voto racional en las elecciones de Yucatán de 2018 y 2021” Rubén Torres-Martínez analiza el bipartidismo y el voto diferenciado que han caracterizado al estado de Yucatán en el siglo XXI a la luz de los resultados de las elecciones en 2018 y 2021, procesos en las cuales aparentemente se rompió dicha lógica.
Enfocándose también en una entidad federativa, Daniel Javier de la Garza Montemayor, en “La cuarta alternancia en el estado de Nuevo León desde la transición a la democracia: redes sociales, polarización, identidad regional y rebelión al centralismo”, traza un panorama de las cuatro alternancias que ha experimentado el estado de Nuevo León; para describir el devenir del último cuarto de siglo analiza las principales características electorales de la entidad, hace una revisión histórica de la intención del voto y observa la importancia de las redes sociales en la elección de gobernador del pasado junio.
Por su parte, Daniel Tacher Contreras, en su artículo “Perspectivas del voto de la ciudadanía mexicana residente en el extranjero en el proceso electoral 2020-2021”, analiza el contexto que la ciudadanía mexicana residente en el extranjero enfrentó para el ejercicio del voto extraterritorial; desde los procesos de información hasta el sufragio en sí mismo.
Fuera del dossier, pero no menos importante, no se quiso dejar pasar la oportunidad de seguir reflexionando sobre las implicaciones que en la opinión pública y la comunicación política ha tenido la pandemia producto del virus sARs-COV2. Al respecto presentamos el artículo de Gretchen Gómez González y Viviana Muñiz Zúñiga, “Rostros de la agenda setting durante la Covid-19 en Cuba: un estudio de caso”, en dicho texto las autoras a abordan la relación entre las agendas política, pública y mediática del programa televisivo En Línea Contigo, su aporte particular radica en el análisis de la relación interagendas en un contexto mediático singular.
Invitamos a las lectoras y los lectores a revisar este número abocado a explorar esta aproximación a las elecciones intermedias de 2021 en México, que si bien no es exhaustiva sí ofrece aproximaciones interesantes, con sólida evidencia empírica que nos permite entender el comportamiento del votante mexicano, el cual, en su pluralidad y diversidad que lo caracteriza, ha sido un elemento central en el avance de la democracia en México durante los últimos 20 años. Esto último sin duda nos da señales positivas de que las expectativas sobre obtener resultados electorales monocromáticos en un futuro, tal y como ocurre en contextos autocráticos, no habrán de cumplirse. Esta elección ha sido prueba de ello.
Carlos Luis Sánchez y Sánchez Coordinador del número
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