Movilidad en la Ciudad de México en tiempos pandémicos
Margarita Nanacatzin Romero Vázquez
En la Ciudad de México, el primer caso de Covid-19 se presentó en febrero de 2020, a partir de lo cual se modificó de manera sustancial la vida de sus habitantes y en especial su forma de moverse en la Ciudad. La siguiente reflexión versa sobre estos cambios y continuidades a través de diferentes imágenes, pues considero que la imagen fija, en especial la fotografía, denota diferentes elementos que colaboran a explicar nuestra realidad. En ese sentido, a continuación, se exponen diversas imágenes que reflejan cambios en la cotidianidad de la movilidad en la CDMX.
En la Imagen 1, tomada en un Centro de Transferencia Modal (CETRAM), se muestran algunas de las formas de transporte más usuales dentro de la CDMX, como taxis y transporte público concesionado (microbuses y vagonetas). Dicho lugar modificó sustancialmente sus prácticas, pues concentraba una diversidad de transportes y flujo de personas que con la pandemia mostraron una disminución. Por otra parte, en la Imagen 2 se observa un Metro sin gente, así como avenidas importantes en las que el flujo de transportes y personas se muestra seriamente reducido. Sin embargo, pese a esta disminución, las condiciones de las banquetas se mantuvieron.
De igual forma, dentro del Sistema de Transporte Colectivo Metro existió una disminución de flujo de personas desde marzo de 2020 hasta noviembre del mismo año. Además, se fueron sumando medidas sanitarias. La primera de ellas fue conservar una distancia de al menos 1.5 metros, un aumento considerable en la limpieza de las unidades y el uso obligatorio de cubrebocas. Si bien es cierto que no se han impuesto multas en la CDMX por no usar cubrebocas sí se ha limitado la entrada al transporte si no se hace uso de éste.
La pandemia dentro de la movilidad afectó no solo a viajeros y viajeras sino a toda persona con alguna relación laboral dentro del transporte. Por ejemplo, las personas que realizan labor de limpieza (en su mayoría personas de la tercera edad), presentaban una mayor vulnerabilidad no solo por ser una población en riesgo, sino porque laboraban para empresas con salarios precarios y mínimos derechos laborales. Muchas de ellas fueron despedidas y quedaron en una vulnerabilidad económica, de salud, alimentaria, entre otras. También los choferes del transporte público concesionado se vieron afectados, pues no cuentan con derechos laborales y cumplen jornadas de trabajo muy extensas. Se suman las y los actores en tránsito (aquellas personas que no tienen como finalidad el viaje, sino trabajar dentro del transporte mediante venta de productos o performance) que tienen un grado de vulnerabilidad mayor pues su sustento económico depende de la cantidad de personas en los viajes y sus ventas.
Este panorama se presentó en los primeros meses de la pandemia y, si bien es cierto que dentro de la movilidad existió una disminución del flujo de personas, la CDMX no detuvo sus actividades esenciales y, de hecho, con el paso de los meses, continuó a tal grado que el tráfico siguió siendo casi el mismo previo a la pandemia. Esto implicó que los traslados se incrementarán en tiempo y costo en las zonas suburbanas y rururbanas de la Ciudad de México, pues, incluso hoy el flujo de personas no se ha recuperado.
A este contexto se suma que el flujo de vehículos se incrementó gradualmente hasta generar congestión vehicular (Imagen 3). Esta situación responde en parte a considerar que el transporte en vehículos particulares sería una mejor opción frente al transporte público. Es decir, el viaje en transporte público implica no respetar en la mayoría de los casos las medidas de prevención sugeridas por las autoridades sanitarias, como la sana distancia. Sin embargo, el uso de automóvil repercute en la calidad del aire de las ciudades, aumenta el tiempo de traslado para el resto de la población, disminuye la velocidad dentro de la movilidad y en general afecta la calidad de vida de las personas. En contraste con ello, también podemos resaltar que el uso de la bicicleta se ha extendido como una forma de transporte importante en la ciudad.
Otro hecho relevante es que las obras públicas de la CDMX no se detuvieron. En particular, las referentes a la construcción de diversas opciones de movilidad (Imagen 4). Las obras de la línea 5 del Metrobús continuaron y ello incrementó también los tiempos de traslado.
Las formas de moverse por la capital de México nunca se detuvieron por completo. Incluso muchas prácticas de movilidad continuaron y otras se acentuaron perpetuando con ello las diferencias y desigualdades de la Ciudad. En especial en alcaldías como Milpa Alta, Tláhuac y Xochimilco la movilidad fue más lenta sumada a las experiencias de viaje en un contexto inicial de la pandemia en el cual frente a los miedos e inseguridades de viajar en transporte público se sumó el miedo al contagio.
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